Este artículo de Román estaba desde el viernes 3 en la carpeta de la redacción, esperando tal vez que se calmasen las aguas para poder ser mejor recibido en su nivel de reflexión
Las sociedades y los Estados se suelen definir por la presencia y la intensidad de sus conflictos y donde tales males prevalecen sin una aparente solución decimos que son Estados fallidos.
El conflicto es inherente a la existencia humana, por lo que asoma siempre a nivel individual, nos acompaña, y son algo más que enfermedades crónicas. Nos adentramos entonces en todo género de reflexiones sobre la condición humana, para lo cual la filosofía, las religiones y la ética ofrecen todo tipo de soluciones. ¿Qué podríamos decir, pues, en el campo de la política entendida como el arte de organizar la convivencia?
Hace poco celebrábamos, y todavía lo estamos celebrando, el cumplimiento de setenta años de una Europa Occidental sin conflictos bélicos, algo insólito en términos históricos y que ha dado lugar a instituciones para consolidar la convivencia, como por ejemplo la Unión Europea. Tanto homenaje produce que veamos de manera particularmente dolorosa la llamada “Grexit”, término acuñado para nombrar la posible salida de Grecia de esta Unión, a causa de la crisis económica financiera, y el mal uso que se ha venido haciendo de sus soluciones durante siete años. Un año de sufrimiento por cada diez de convivencia amistosa. Luego, cuando busquemos responsabilidades miraremos en la dirección equivocada haciendo más culpables a las víctimas.
España se ve amenazada. Cierto que el conflicto violento de naturaleza propia, diferente al que nos llegó como reflujo de conflictos exteriores, se ha visto reducido por el clima de paz que se respira desde hace algunos años en Euskadi, y porque la política, muy a pesar de la crispación, muestra tendencias a buscar y establecer un clima de diálogo.
El conflicto muestra su presencia en la violencia de género, lo cual hace de este crimen algo más execrable, y que demuestra que esta forma de violencia matrimonial tanto tiempo permitida por razones culturales todavía persiste en nuestros comportamientos más atávicos luciendo su ensañamiento en las relaciones actuales de parejas.
Existen otras formas de violencias que pasan desapercibidas y que fuera del hecho noticioso se hacen clandestinas. Me refiero al elevado índice de suicidios agravado por la crisis. Personas que lo han perdido todo, hasta la esperanza de vivir ante las perspectivas de un futuro incierto y un presente de indigencia. La cobertura social ha desaparecido y les humilla la beneficencia rebajando su condición de ciudadanos.
Y por último, los administradores de lo Público, quienes se han convertido en administradores de la desigualdad, enriqueciendo más a algunos y empobreciendo a la mayoría social. “Esto es lo que hay”, repiten con su lenguaje tautológico ofreciendo la receta del descarte y la exclusión como alternativa a la crisis. Mantienen cotas de poder que les sirve para dominar en la implantación de sus ideologías, ya sea para la secesión en una España periférica, ya para el afianzamiento de otro orden económico y político ajeno a la Constitución y a las leyes. Cambian leyes, o reinterpretan el consenso constitucional y nos dicen que “hacen lo que hay que hacer”, como un imperativo que nadie puede adivinar de dónde viene.
La mutilación del cuerpo social, iniciada ya y que puede dar muestras de su existencia de cara a los venideros y muy cercanos comicios, su existencia como conflicto, no solo afecta a la Europa de los ciudadanos a nivel de Estados, como Grecia o quizás Reino Unido por la vía plebiscitaria, se ensaya en España para desgracia nuestra.
La clase dirigente, también en la oposición, está obviando la madurez política de los pueblos de España.
Me resulta difícil comprender que se hable de “sociedad” y de “Estado” en singular y al mismo tiempo en general. Ya sé que la tendencia que tenemos todos es a ignorer que haya pueblos tan ignorados por los medios de comunicación que parece que no existan, pero eso solo es una especie de ilusión óptica.
Ningún Estado es realmente eficaz proveyendo a la comunidad humana que corresponde aquello que es justo y en proveérselo a tiempo. El Planeta está lleno de injusticia y desigualdad y casi que parece increíble la noción de que pueda haber un “Estado” que realmente represente al pueblo bajo cuyo nombre se agrupa.
Las diferencias culturales y las desigualdades de todo otro tipo, incluyendo las discriminaciones más o menos visibles relacionadas a la edad, al sexo, a los credos, a las ideología políticas, etc.
No existe una forma de Estado, por lo tanto de gobierno que lo administre que no refleje las estructuras de opresión más variadas pero que, de una forma u lotra, aparecen por doquiera.
Muy Buena noticia que Francisco se haya detenido en el lugar del asesinato del jesuita catalán naturalizado boliviano, Lluis Espinal Camps, que murió asesinado tres días antes que Romero y, al igual que Romero, por “estorbar”.
Si no somos capaces de asumir los conflictos con paciencia y creatividad es mas difícil aportar alternativas a los mismos. En los conflictos aprendemos a madurar más como personas.