Allá por los años 1950, con su juventud plenamente desarrollada, dejó su Andalucía y se vino a Euskadi. Toda la vida ha militado en el Partido Comunista de España y en Comisiones Obreras.
Con la muerte pisándole los talones ha luchado su última batalla en las recientes elecciones municipales, haciendo propaganda por una candidatura de jóvenes y mayores. El viernes cayó derribado, lo velamos en un velatorio municipal, la familia decidió incinerarlo. Tenía 81 años.
Dos cosas pidió a sus hijos: un funeral religioso en la lglesia y que derramaran sus cenizas sobre el Biskargi, un monte sagrado para todos los que lucharon en la Guerra civil y después por los ideales republicanos y de redención de la clase obrera. Porque además de una fe escondida en lo más secreto, mi amigo profesó un profundo amor a la tierra y al pueblo que lo acogieron cuando en Andalucía el personal se moría de hambre y de opresión.
El caso es que en su vida no pisó la iglesia o si lo hizo fue muy poco, si acudía a algún funeral se quedaba fuera en el pórtico.
Pero ahí está el misterio, un misterio que quizá tiene algo que ver con el misterio del que nos hablaba Román; él quiso que sus hijos se educasen en colegios religiosos. El quiso despedir su vida en este mundo con un acto de fe, ir en busca de Dios a la hora de su muerte.
Pedí permiso a sus familiares y al celebrante para hacer su elogio en el funeral. Dije que Rogelio había sido en su vida un Buen Samaritano como el del Evangelio: “Él ha trabajado toda su vida para que en todas las mesas haya pan, para que todas las familias tengan un techo donde acogerse, para que todos los adultos tengan un trabajo y un salario justo, y todos los jubilados una jubilación, para que en Madrid, en Vitoria, en nuestro ayuntamiento nos gobiernen personas competentes y honestas que miren por el bien común antes que por su propio beneficio. Siempre al pie del cañón como delegado sindical en sus empresas, en todas las actividades en beneficio de la gente en las que pudo participar. Casi sin fuerzas, a pocos pasos de la muerte, ha estado al pie del cañón en las elecciones municipales”.
El no era muy rezador como el sacerdote y el levita que dejaron tirado al herido en el camino, él servía a Dios en los necesitados… Seguro que Jesús lo habrá recibido más allá de la muerte con aquellas palabras del evangelio: “Ven, bendito de mi padre, porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste…”.
Y cerré mi homenaje que mojé con alguna lágrima con unos versos que me prestó Blas de Otero, el poeta bilbaíno que vivió su fe en Dios como una agonía, a la manera de Unamuno, pero más a la manera de mi amigo Rogelio también:
Si me muero, que sepan que he vivido
luchando por la vida y por la paz.
Apenas he podido con la pluma
apláudanme el cantar
Si me muero, será porque he nacido
para pasar el tiempo a los de atrás
Confío en que entre todos dejaremos
al hombre en su lugar.
Si me muero, ya sé que no veré
naranjas de la china, ni el trigal
He levantado el rastro, esto me basta.
Otros cosecharán.
Si me muero, que no me mueran antes
de abriros el balcón de par en par.
Un niño, acaso un niño, está mirándome
el pecho de cristal.
Y digo yo, que he conocido en las luchas cívicas y sindicales a muchos hombres y mujeres como éste: ¿No es éste el camino que debemos seguir todos los que buscamos a Dios? ¿Justamente el que no siguieron ni el sacerdote ni el levita de la parábola? ¿Acaso mi amigo Rogelio no vivió tanto como San Juan de la Cruz o Teresa de Jesús el misterio y la búsqueda de Dios, el “Vivo sin vivir en mí” y todo lo demás? Acaso la verdadera iglesia de España y del mundo no sigue viviendo en las catacumbas de la incomprensión, el desprecio y la maldición de los sacerdotes y levitas del mundo de hoy?
¿Alguien me puede explicar todo esto?
Amigo Cadarso: He utilizado, aunque sin tu permiso, tus preguntas finales para mi propia reflexión. NO me atreviera a responderlas conclusivamente pues quizás correspondía a Rogelio mismo, o mejor te corresponde a ti que las propones o, en última instancia, a quien tenga la sabiduría para responderlas definitivamente que yo no poseo.
Eso sí, por el afecto y la gratitud con la que reconoces y marcas el final de la vida de tu amigo Rogelio yo también he dado gracias por su existencia, por todo el bien que haya hecho y por vuestra amistad y luchas comunes.
A menudo leo en Atrio esas defensas generalmente escritas en un lenguaje teológico o filosófico (o el segundo implícito en el primero) sobre un Dios que sea de esta u otra manera y la propuesta de supuestas verdades que solo son creencias. Quizás yo mismo he incurrido en ello más de una vez y me apresuro a pedir perdón por haberlo hecho.
Me gustaría poder remitir a un párrafo de John D. Caputo, un filósofo católico norteamericano que admiro, muy reconocido en el mundo teológico y filosófico angloparlante, titular emérito de una cátedra de Religión en la Syracuse University (new York), y también titular emérito de una de Filosofía de la Vilanova University (Philadephia) cuyas investigaciones y publicaciones enfocan la hermenéutica, la fenomenología, y la deconstrucción postmodernas aplicadas a la teología.
Además es el fundador de la llamada “Teología Débil” (Weak Theology”, mi traducción al español) que afirma que en vez de la renuncia táctica de Jesús al poder divino a fin de satisfacer la ofensa a su Padre y a solicitud de éste, propuesta principalmente por Pablo y Anselmo de Canterbury, la penosa muerte en cruz es realmente manifestación del poder de la debilidad humana en denuncia y lucha contra las injusticias que han sufrido y sufren tantas personas.
También propone que lo del “Juicio Final” equivaliera a lo que Nietzsche reprochó al Dios cristiano que es guardar su resentimiento hasta aplastar al injusto y al malo para que sorpresivamente se sorprenda y conozca quien tiene realmente el mayor poder. (Cf. J. D. Caputo, The Weakness of God: A Theology of the Event, Indiana, Indiana University Press, 2006, p. 4).
Entre las posiciones de Caputo está la de sostener que la auténtica fe sea en realidad vivir confiado a un “quizás” (Cf. J. D. Caputo, The Insistence of God, a Theology of “perhaps,” Indiana, Indiana Press University, 2013, capítulo primero).
En resumen que la vida en luchas de tu amigo Rogelio y de tantos luchadores cristianos o no tan cristianos, ortodoxos o no tan ortodoxos y hasta francamente heterodoxos se reivindique mejor que nunca en haberse proclamado ateo en su momento, pero pedir un funeral en la Iglesia en clave de “quizás” pero sin miedos.
Esta apertura al “quizás” (traducción al castellano de “perhaps”) propuesta por Caputo pudiera ser relacionada, a mi modo de ver y con el mayor respeto por Rogelio, sus deseos, y su intención, pidiendo un funeral en iglesia, ser cremado y que sus cenizas fueran esparcidas en un montaña escenario de batallas emblemáticas por la justicia.
Quizás estos deseos de Rogelio en el contexto más amplio de su existencia puedan ser interpretados como la crucifixión de Jesús que Rogelio y tantos compañeros suyos encarnaron o repitieron en sus luchas contra la injusticia social y política desde las filas obreras y bajo la única bandera que, en la visión sincera de ellos era la legítima.
Y a la hora de “nona”, la de morir, abrir otro “quizás” de su fe en un Dios que más que en cualquier certidumbre dogmática y excluyente se exprese en otro “quizás” realmente universal e incluyente que vale la pena que cada uno/a considere a la hora de optar o no por emprender las luchas de la vida contra la muerte y las injusticias, a base de bien.
Como casi siempre… ante la perplejidad de algunos, ante este comentario de Honorio me pregunto.
¿Donde está el problema?
Ni es teológico el comentario… ni todo lo contrario; es una loa agradecida a la vida consecuente y entregada de un ser humano hasta el momento de su marcha.
¿Cómo podemos saber, que trato tenía con “Dios” Rogelio, que había en su interior, ni que le llevó a pedir a los suyos un funeral religioso?
¡No sabemos nada de nada!
¿Y si lo hizo por la familia, o sencillamente por que lo decidió así, o porque pesa mucho más de lo que pensamos la duda terrible que la iglesia nos ha metido en el alma… de la condenación?
No todas las personas han entrado de verdad, en la necesidad de estudiar de verdad la religión en la cual son educados; solo les quedan retazos de lo siempre oído y nunca comprendido ni puesto en solfa; cosa muy sana y necesaria para una vida consecuente y sincera.
Y luego tenemos, la fuerza que las Palabras y hechos de Jesús van dejando por los caminos; abren esperanzas, deseos, luchas, compromisos; sin la necesidad de entrar en los entresijos de las religiones.
Y ese Proyecto e Jesús, tiene fuerza en si mismo, tanta, que siempre ha sido liberador y ocasión para grandes logros allá donde se ha hecho ¡Vida! dejando una impronta que jamás se perderá.
¿Quienes somos nosotros para ponerlo en solfa?
¡Que sabemos… de lo que Dios… en su infinidad de nombres… hará con nuestros caminos, realidades, luchas, victoria o fracasos!
Deberíamos estar muy, muy agradecidos… porque si hay un Dios creador…:
¡¡¡No se parecerá a nuestras mentes siempre atadas y ajustadas, cada cual, a su capricho o conveniencia!!!
Dejemos a Rogelio en paz, admiremos su vivir, su entrega, su lucha, su coherencia en todo lo que hizo y que parece ser… dejo una huella profunda.
¡El resto es… pecata minuta!
Gracias Honorio, y gracias a la vida de Rogelio, cuantas más existan a lo largo de la historia, más personas habrán quedado marcadas y dispuestas a hacer el bien por donde pasen.
mª pilar
Asistí al funeral de mi tío Rogelio,y me emocioné y lloré con las palabras que usted le dedicó. Después lo busqué para agradecérselo pero no conseguí verle, ahora entiendo por qué. GRACIAS, MUCHAS GRACIAS POR SU AMISTAD Y AFECTO HACIA ÉL. En cuanto a su reflexión permita que exprese yo también la mía. ¿Cree realmente que hay más falsedad en la Iglesia que la que hay entre nuestros políticos ( sean del partido que sean). Desgraciadamente ” el que este libre de culpa que lance la primera piedra”. Lo que importan son las personas, con sus contradicciones ( comunista que pide un funeral), con sus dudas y sobre todo importan las buenas acciones y mi tío ha sido ejemplo de ello. De nuevo muchas gracias, a él le hubiera encantado su discurso.
Este post de Honorio se escribe en clave teológica, eso es innegable y está muy en la línea de Atrio.org(ver editorial Atri eros somos y en la búsqueda nos encontraremos)
Pero lejos de que cualquier considerando sea un lapsus, pues esto predetermina una in consecuencia lógica, debemos contemplarlo como alternativas. Y a mí se me ocurren más de tres, no sólo las apuntadas por Manuel.
Lo primero para mí será de orden histórico. El clero tradicional alejó al pueblo llano de vivir la fe cristiana desde la propia realidad humana y en ideologías como por ejemplo el Marxismo, le ayudaron a vivir su fe y sus exigencias, pero alejado de la simbologia religiosa.
Existen otras más pero no creo que esté en lo contenido de este debate.
Si estimado Cadarso, el respeto ante todo. Pero cuando se hacen valoraciones e interpretaciones teológicas en estos asuntos, se puede incurrir en algunos de estos tres lapsus:
Aprovechar la oportunidad de hacer apologética.
La defensa subrepticia del valor de la conversión y/o reconsideración de posturas contrarias a la fe.
La comparación con los modelos humanos parabólicos en detrimento de otros modelos donde esté bien mirado la fidelidad a principios estrictamente seculares.
Me hubiese gustado Cadarso, de su relato, haber extraído la conclusión de que el deseo de su amigo de tener un funeral religioso no cualifica ni cuantifica hacia ningún sentido, el testimonio impresionante de su militancia obrera.
Lo siento, pero no ha sido así. Seguro que ha podido ser por un error interpretativo mío
Un saludo
Busco el fondo del asunto,
Si es cuestión de opción personal en su totalidad plena sin ningún tipo de intervención o de influencia,
O si por el contrario, Dios quien jamás se ha apartado del ser humano nos busca desesperadamente y conoce nuestra conciencia, que se manifiesta en obras de misericordia, como el ejemplo de Jesús con su parábola del buen samaritano.
Nuestro esquema religioso se hace pedazos, pero también la lógica humana.
Cada uno es dueño y soberano de su propia vida y decisiones y opiniones. Disponemos de una sola vida, cuya duración quizá desconocemos, pero una sola, indivisible. Lo que importa es vivirla como el Buen Samaritano. Lo demás, a gusto del consumidor, amigo Manuel. La opción que tomó Rogelio, mi amigo, es muy respetable; la que tú propones también es muy respetable.
Quizás el mérito no esté en arrojarse a los brazos del “gran quizás” cuando sabes que vas a morir. Quizás esté, después de una vida de fe, reconocer que todo ha sido una impostura y en consecuencia, solicitar una ceremonia y un entierro laico
Tú ya lo has explicado con la parábola del buen samaritano; y tu amigo Rogelio lo ha explicado con la parábola de su vida. Necesitamos actualizar esta parábola con ejemplos actuales. La religión será útil en la medida en que nos ayude a actualizarla; y será perjudicial en el sentido en que nos distraiga de cumplirla.