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Las mujeres de mi generación

Así estaba la casa hace tres meses. ¿Y ahora?

Así estaba la casa hace tres meses. ¿Y ahora?

Antes de que se apague el eco del Día Internacional de la Mujer, publicamos este precioso poema de Luis Sepúlveda. que nos nos ha enviado Olga, desde la casa en el desierto de Chile que está construyendo con Oscar, ¡para vivir!

Nos cuenta Olga: “En ratos perdidos abrimos el computador, cuando tenemos puesto el motor de la luz y hemos terminado las tareas del día, que incluyen regar el desierto y hacer zanjas.

Oscar trabaja como condenado, acaba de fabricar las defensas de las ventanas, para poder salir una semanita, Oscar a Bs Aires y yo a Santiago, sabiendo que si nos quieren robar tienen que poner dinmita.  Oscar suelda todo lo que se le pone por delante.  Y ahí están nuestros 5000 metros de desierto, esperando nuestro trabajo.

La casa quedó muy cómoda y con una vista estupenda, pero es como vivir en el lejano oeste”.

Las mujeres de mi generación abrieron sus pétalos rebeldes
de rosas, camelias, orquídeas u otras yerbas,
de saloncitos tristes, de casitas burguesas, de costumbres añejas,
Sino de yuyos peregrinos entre vientos.Porque las mujeres de mi generación florecieron en las calles,
en las fábricas se hicieron hilanderas de sueños,
en el sindicato organizaron el amor según sus sabios criterios

Es decir, dijeron las mujeres de mi generación,
a cada cual según su necesidad y capacidad de respuesta,
como en la lucha golpe a golpe en el amor beso a beso.

Y en las aulas argentinas, chilenas o uruguayas
supieron lo que tenían que saber para el saber glorioso
de las mujeres de mi generación.

Minifalderas en flor de los setenta,
las mujeres de mi generación no ocultaron ni las sombras
de sus muslos que fueron los de Tania.

Erotizando con el mayor de los calibres
los caminos duros de la cita con la muerte.

Porque las mujeres de mi generación
bebieron con ganas del vino de los vivos
acudieron a todas las llamadas
y fueron dignidad en la derrota.

En los cuarteles les llamaron putas y no las ofendieron
porque venían de un bosque de sinónimos alegres:
Minas, Grelas, Percantas, Cabritas, Minones, Gurisas, Garotas, Jevas,
Zipotas, Viejas, Chavalas, Señoritas

Hasta que ellas mismas escribieron la palabra Compañera
en todas las espaldas y en los muros de todos los hoteles.

Porque las mujeres de mi generación
nos marcaron con el fuego indeleble de sus uñas
la verdad universal de sus derechos.

Conocieron la cárcel y los golpes
Habitaron en mil patrias y en ninguna
Lloraron a sus muertos y a los míos como suyos
Dieron calor al frío y al cansancio deseos
Al agua sabor y al fuego lo orientaron por un rumbo cierto.

Las mujeres de mi generación parieron hijos eternos,
cantando Summertime les dieron teta,
fumaron marihuana en los descansos,
danzaron lo mejor del vino y bebieron las mejores melodías

Porque las mujeres de mi generación
nos enseñaron que la vida no se ofrece a sorbos compañeros,
sino de golpe y hasta el fondo de las consecuencias.

Fueron estudiantes, mineras, sindicalistas, obreras
artesanas, actrices, guerrilleras, hasta madres y parejas
en los ratos libres de la Resistencia

Porque las mujeres de mi generación sólo respetaron los límites que
superaban todas las fronteras.

Internacionalistas del cariño, brigadistas del amor,
comisarias del decir te quiero, milicianas de la caricia.

Entre batalla y batalla
las mujeres de mi generación lo dieron todo
Y dijeron que eso apenas era suficiente.

Las declararon viudas en Córdoba y en Tlatelolco
Las vistieron de negro en Puerto Montt y Sao Paulo
Y en Santiago, Buenos Aires o Montevideo
fueron las únicas estrellas de la larga noche clandestina.

Sus canas no son canas
sino una forma de ser para el qué hacer que les espera.

Las arrugas que asoman en sus rostros
dicen he reído y he llorado y volvería a hacerlo.

Las mujeres de mi generación
han ganado algunos kilos de razones que se pegan a sus cuerpos,
se mueven algo más lentas cansadas de esperarnos en las metas.

Escriben cartas que incendian las memorias.
Recuerdan aromas proscritos y los cantan.
Inventan cada día las palabras y con ellas nos empujan
Nombran las cosas y nos amueblan el mundo
Escriben verdades en la arena y las ofrendan al mar
Nos convocan y nos paren sobre la mesa dispuesta.

Ellas dicen pan, trabajo, justicia, libertad
Y la prudencia se transforma en vergüenza.

Las mujeres de mi generación son como las barricadas:
Protegen y animan, dan confianza y suavizan el filo de la ira.
Las mujeres de mi generación son como un puño cerrado
que resguarda con violencia la ternura del mundo.

Las mujeres de mi generación no gritan
porque ellas derrotaron al silencio.

Si algo nos marca, son ellas.

La identidad del siglo son ellas.

Ellas: la fe devuelta, el valor oculto en un panfleto
el beso clandestino, el retorno a todos los derechos

Un tango en la serena soledad de un aeropuerto,
un poema de Gelman escrito en una servilleta
Benedetti compartido en el planeta de un paraguas,
los nombres de los amigos guardados con ramitas de lavanda

Las cartas que hacen besar al cartero
Las manos que sostienen los retratos de mis muertos
Los elementos simples de los días que aterran al tirano
La compleja arquitectura de los sueños de tus nietos.
Lo son todo y todo lo sostienen
Porque todo viene con sus pasos y nos llega y nos sorprende.

No hay soledad donde ellas miren
Ni olvido mientras ellas canten.
Intelectuales del instinto, instinto de la razón
Prueba de fuerza para el fuerte y amorosa vitamina del débil.

Así son ellas, las únicas, irrepetibles, imprescindibles
sufridas, golpeadas, negadas pero invictas
mujeres de mi generación
Luis Sepúlveda – Chile – 1999

Piensachile

4 comentarios

  • h.cadarso

    Feliz pareja, divina pareja, humanísima pareja: Este hilo que habéis abierto, a mi gusto, vale por todo lo que se ha escrito en Atrio. Es que a mí la poesía me vuelve tarumba! Y si poesía es lo de Olga, no le va a la zaga lo de Oscar con la historia del abuelo y la abuela…Y luego ese poema arquitectural de esa casita en el desierto, de ese desierto habilitado para vivienda humana, decorado con brotes verdes, blanco inmaculado…Y luego ese sonido de fondo del poema de Olga, que no sé, a lo mejor son aprensiones mías, pero me suena a lo lejos el oleaje del Abra de Bilbao, de los acantilados de Algorta, de este mar chiquito, reseteado con ese acento nuevo de la Pampa y el Pacífico y los Andes…
    Amigos Olga y Varela, por qué no nos brindáis a continuación otros dos cantos, uno a la mujer de hoy, la que viene, otro a esa vida en maridaje con la tierra que anuncia vuestra casa pintada con nieve, desnuda ante el sol, esa vida con la que algunos soñamos?
    Entre los dos me rescatáis y me libráis de ahogarme en las profecías romántico-místicas de Arregi, muy bonitas, pero que me suenan un poco o un demasiado a éxtasis en el monasterio de Nuestra Señora de Aránzazu, que quizá conocerá un poco Olga. Y que conste que a Joxé también le quiero mucho, pero no le vendría nada mal haceros una visita por unos días en vuestra casita frontera con la nada, con el futuro, y con Victor Jara y Salvador Allende…
    Bueno, que empiezo a desbarrar. Corto, Perdonen mis disparates.

  • mª pilar

    Hola pareja encantadora… y muy querida por estos lares.
     
    Hermoso poema; da razón de aquellas mujeres que estuvieron en todos los trabajos, luchas, quehaceres… y efectivamente se hicieron  ¡Compañeras!
    Que nombre tan hermoso y cuanta enjundia lleva consigo. ¡Gracias Olga!
     
    Jajaja… Oscar, la casita es una preciosidad, pero queremos verla terminada porque promete una hermosa vista.
     
    ¡Sois admirables! Cuanto amor, cuanta ilusión habéis puesto en ella, tiene que resultar extraordinaria porque rezuma, gozo, mucha ternura y amor, muchas ganas de agradaros mutuamente y la vista es ¡Preciosa!
     
    Que pena que restéis ta lejos… un mate… o café al atardecer en vuestra compañía, tiene que ser una ¡¡¡gozada!!!
     
    Un abrazo entrañable ¡Os quiero!
    pili-mª pilar

  • George R Porta

    El nombre de Tania me ha pensar y recordar y mi generación conoció mujeres como las del poema, invictas, pero las conoció destrozadas y las vió perder la razón de sufrimiento. Quizás el triunfo de las invictas en realidad asume el sufrimiento de las restantes y eso es bueno. Con todo demasiadad mujeres y hombres de los de mi generación y las sucesivas sufrieron y siguen sufriendo, en Cuba y fuera, en Miami y en otros lugares. De cualquier modo, claro está, merecen ser celebradas todas y yo las celebro aunque no estoy seguro de poder reir al celebrarlas.

    Claro que quizás merezca el reproche de mi tristeza que no logro salvar y de ahí lo misterioso que a pesar de mi tristeza y a través de ella, celebro la victoria  de las mujeres  y de los hombres invisibles del poema (el poema lo escribe un hombre que las celebra y conmemora) y es bueno que hay hombres que lo hagan.

    Deseo que Olga y Oscar sean muy felices en su casita del desierto.

  • oscar varela

    Hola!

    En construir casas ya mi abuelo relataba mis andanzas bajo el seudónimo de “Margarito”.

    Así fue, tal vez y con mucha imaginación y humor, lo de con Olguita a mis 75 años, de los que ya hicieron 3.
    …………………..

    EL FOGÓN DEL VIEJO VARELA – WIMPI –

    EL RANCHO DE MARGARITO

    Margarito Riquelme siempre había sido muy pobre. Se pintaba los pies de negro para que la gente no viera que andaba descalzo; y, más arriba, medias de seda, se pintaba, con ligas marrones. Pero todo el mundo estaba enterado de la pobreza de Margarito.

    La última vez que había comido asado, fue un asado de tero. De un tero que había muerto de viejo. Margarito lo encontró, pidió unos fósforos prestados y lo asó.

    Era famoso por lo pobre. Ya venía de familia, porque él se acordaba que en la casa, cuando era chico, al llegar la Navidad brindaban con sopa. Pero después las cosas empezaron a rodar mal y ya no se habló más de sopa ni de nada en la familia.

    Menos mal que Margarito se daba maña para todo, si no, habría llegado a una debilidad que no le hubiese permitido seguir poniendo los caracuses de punta. El, por ejemplo, seguía a un perro cualquiera que iba con un hueso, veía donde el perro lo enterraba y, cuando el perro se iba, sacaba el hueso y lo comía  atrás de un árbol.

    Así, mal que mal, iba tirando. Hasta que conoció a Eudosia Grigera, hija del viejo Ataliva Grigera y de la mujer, doña Anuncia.

    Al poco tiempo de conocerse, se ennoviaron. Para ir a visitarla, se pintaba corbata y cuello, Margarito, porque no quería que la familia de ella se diera cuenta de su situación.

    Cuando ya estaba por armarse el casorio, que se había fijado fecha y todo —iba a ser de entonces a cuatro meses, cuando pasaran las lluvias—el viejo Grigera le preguntó a Margarito:

    —”¿Y ujté, como ser, rancho propio… tiene?”

    Y Margarito le contestó que no, pero que, justamente, estaba pensando en hacérselo.
    Y, el viejo, que era gaucho, generoso y voluntario, le regaló la madera:

    —”Hágaselo e’ madera que ej maj moderno”.

    Pero Margarito, cuando tuvo la madera en su poder, vendió la mitad para comprarse una bombacha, porque la que tenía ya estaba tan en nada, como quien dice, que cuando él pasaba, la gente le decía:

    —”A ver si le cambia la bombacha a esos botones, mozo”.

    Y, claro, como vendió la mitad de la madera el rancho le salió muy chico.                           :

    Cuando se casaron con Eudosia y ella lo conoció, lo primero que le dijo a Margarito, fue:

    —”Ejte rancho me apreta abajo e’loj brazo, Margarito”.

    Pero al poco tiempo se acostumbró.

    Sin embargo, el rancho era tan chico, que una vez que a Eudosia se le hinchó la cara por cuestión de una muela, Margarito tuvo que dormir afuera, porque con la hinchazón, no cabía. La pura verdad.
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