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El Papa declara mártir a monseñor Romero

PAGINA 12

FRANCISCO FIRMO AYER EN ROMA UN DECRETO POR EL CUAL ACEPTO OFICIALMENTE EL MARTIRIO DEL OBISPO

A pesar de que Romero fue asesinado por militares salvadoreños mientras pronunciaba una homilía en la capilla de un hospital, el proceso de canonización estuvo trabado hasta ahora por resistencias de sectores conservadores.

Por Washington Uranga, Página 12, 4 de febrero de 2015

Cuando están próximos a cumplirse 35 años del asesinato del obispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero (24 de marzo de 1980) el papa Francisco firmó ayer en Roma un decreto por el cual aceptó oficialmente el martirio (“in odium fidei”, asesinado por odio a la fe) de quien es reconocido hoy como uno de los máximos luchadores católicos contemporáneos por la liberación. A pesar de que Romero fue asesinado por militares salvadoreños mientras pronunciaba una homilía en la capilla de un hospital para enfermos de cáncer en la capital salvadoreña, y este solo hecho habría servido para reconocer su martirio y posterior santificación, el proceso de canonización estuvo trabado hasta ahora por las resistencias de los sectores conservadores del Vaticano y de la Iglesia Católica en América latina.

A fines de la década del ’70, El Salvador se encontraba en plena guerra civil, que enfrentaba a los militares del Ejército y la Guardia Nacional con organizaciones populares, dentro de las cuales preponderaba el grupo guerrillero Frente Farabundo Martí. El 15 de octubre de 1979, un golpe encabezado por el autodenominado Movimiento de la Juventud Militar derrocó al presidente salvadoreño, general Carlos Humberto Romero (1977-1979), del conservador Partido de Conciliación Nacional (PCN) que gobernaba desde hacía 17 años.

Monseñor Romero, profeta y mártir, dirigiéndose al pueblo -comprendido el ejército- salvadoreño

Monseñor Romero, profeta, dirigiéndose al pueblo -comprendido el ejército- salvadoreño

En medio de una situación de enorme violencia política, Romero intentó mediar entre las fuerzas en disputa, pero sin dejar de lado su claro apoyo a las reivindicaciones populares. En noviembre de 1979, conocidas las amenazas contra su vida, el obispo anunció públicamente que su vida corría peligro e hizo una promesa a sus feligreses: “Les aseguro que no abandonaré a mi pueblo y correré todos los riesgos que mi ministerio me exige”. El reconocimiento del martirio hecho ahora por Francisco abre el camino a la santificación del obispo centroamericano –no necesitan probarse milagros para declararlo santo–, lo que significa que la Iglesia lo propone como ejemplo y permite su entronización en los altares.

El Papa ya había adelantado su disposición a la canonización de Romero cuando dialogó con los periodistas en agosto pasado, al regresar de su viaje a Corea. En esa ocasión, Francisco habló de Romero como un “hombre de Dios”. La decisión conocida ayer fue el resultado de un encuentro del Papa con el cardenal Angelo Amato, titular de la Congregación para la Causa de los Santos. En el mismo acto, Francisco reconoció también el martirio de tres sacerdotes asesinados en Perú en 1991 por el grupo Sendero Luminoso. Se trata del cura italiano Alessandro Dordi y de los polacos Zbigniew Strzalkowski y Michel Tomaszek. El criterio adoptado en estos casos por Francisco abre las posibilidades de que en el futuro cercano también se reconozca oficialmente la muerte martirial del obispo de La Rioja Enrique Angelelli, asesinado en nuestro país en 1976.

Al margen del reconocimiento oficial que ahora llega desde el Vaticano a través del decreto firmado por el Papa, desde su muerte Oscar Romero se convirtió en símbolo de los cristianos latinoamericanos comprometidos en las causas populares y en la perspectiva teológica de la liberación. Gregorio Rosa Chávez, arzobispo auxiliar de San Salvador (El Salvador) y quien ha sido el principal impulsor de la causa de canonización del obispo Oscar Romero, había pedido recientemente “que en él no se cumpla la ley del olvido”. Argumentando por la santidad de Romero, el arzobispo sostuvo que “en el siglo veinte hubo millones de mártires, pero el más conocido y el más amado es monseñor Romero. Mueren muchos líderes y se van olvidando. Con él pasa todo lo contrario. La misma ONU le rinde tributo declarando el 24 de marzo el Día Mundial del Derecho a la Verdad como reconocimiento a su trabajo pastoral. Donde quiera que vaya se refieren a él”, sostuvo Rosa Chávez.

El 17 de febrero de 1980, Oscar Romero escribió una carta al presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, pidiendo que cancelara toda ayuda militar a El Salvador. Para entonces, el pequeño país centroamericano era la principal base de operaciones estadounidense contra la revolución sandinista triunfante en la vecina Nicaragua en julio de 1979.

El 23 de marzo de 1980, el día anterior a que se produjera su asesinato, el arzobispo Romero había pronunciado una elocuente homilía en la catedral de San Salvador. Dada la censura noticiosa existente, el obispo solía utilizar su homilía dominical no sólo para reflexionar sobre los textos bíblicos sino para dar información sobre la situación política, económica y social de un país que se encontraba en guerra civil y gobernado por la ultraderecha militar. Bajo el subtítulo “Hechos nacionales”, ese día Romero habló de “una semana tremendamente trágica”, informó que los militares asesinaron en La Laguna a un matrimonio campesino, a sus hijos de 13 y 7 años y a 11 campesinos más. Que en Arcatao en esos mismos días fueron asesinados dos campesinos y un niño, en Calera de Jutiapa otro, y que lo mismo ocurrió con 15 campesinos en Hacienda Colima, y 16 en Suchitoto. En todos los casos la denuncia estaba acompañada de nombres de los muertos y circunstancias en los que ocurrieron los asesinatos.

En esa oportunidad, Romero leyó también en el púlpito un informe de Amnistía Internacional indicando que “a pesar de que el gobierno lo negó” el organismo “ratificó hoy que en El Salvador se violan los derechos humanos a extremos que no se han dado en otros países”. Y agregó que “el vocero de Amnistía dijo que los cadáveres de las víctimas aparecen con los dedos pulgares amarrados a la espalda” y que “también aplicaron a los cadáveres líquidos corrosivos para evitar la identificación de las víctimas por parte de los familiares y para obstaculizar las denuncias de tipo internacional”.

Las homilías de Romero se extendían durante horas cada domingo, ocasión en la que el arzobispo pasaba revista a la realidad nacional e internacional y hacía llamamientos a la paz. La asistencia crecía cada semana y superaba largamente la habitual feligresía católica. Después de registrar los datos del asesinato de más de 200 personas en una semana, el domingo 23 de marzo Romero denunció que la intención del gobierno “es decapitar la organización del pueblo y estorbar el proceso que el pueblo quiere”. Pero advirtió que “sin las raíces en el pueblo ningún gobierno puede tener eficacia, mucho menos cuando quiere implantarnos a fuerza de sangre y dolor”.

Y dirigiéndose a los militares pronunció las frases que, según muchos, fueron el detonante de su asesinato. “Yo quiero hacer un llamamiento especial a los hombres del ejército, en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles”, comenzó diciendo. “Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: no matar… Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios… Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla… Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y de que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado”. Y alzando la voz, casi a los gritos, reclamó: “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”.

Al día siguiente Oscar Romero fue asesinado de un certero balazo en el corazón mientras pronunciaba su último sermón. La muerte nunca fue aclarada por la Justicia, pero todos las pruebas apuntan a que fue ejecutada por un escuadrón paramilitar a las órdenes del mayor Roberto D’Aubuisson, quien posteriormente fuera uno de los fundadores del ultraderechista partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena).

11 comentarios

  • Carlos alejos

    Se canonizó a todo un pueblo.

  • h.cadarso

    Tienes razón, Pilar. Monseñor Romero preferiría que no se gastase ni un céntimo en su canonización. Aparte de que ¿qué pinta un arzobispo balaseado en la Santa Misa con un Juan Pablo II, un San Escrivá de Balaguer? Por lo menos mandémosle a algún amigo para tenga con quien jugar a las cartas: por ejemplo, a Ellacuria, a Julius Nyerere, a Camilo Torres, A Luther King, a tantos mártires de estos tiempos en Nuestramérica? y en Nuestrafrica, y en Nuestrorientemedio. Y si me apuran, al Che Guevara, a Lumumba, a las mujeres apedreadas por pretendidos adlterios.
    Habría que inventar un Podemos dentro de la Iglesia para barrer a todo esa casta del mapa de la tierra y de los altares.

  • Lola Cabezudo

    Me parece una gran noticia, el reconocimiento máximo de la Iglesia a Monseñor Romero y quizá Atrio, podría felicitar al Comité Oscar Romero de España, aunque es posible que ya lo haya hecho. Monseñor Romero se jugó la vida a ciencia y paciencia, por lo que sería bonito si se le piensa poner un patronazgo llamarlo “patrón de los valientes” y valorar su  heróica vida no porque le tocó, sino porque la arriesgó. A los cristianos actuales nos hacen falta estímulos para ser valientes. Hacia 1990, en la Catedral de Canterbury (protestante) había una capilla con el título de santos modernos y se le mencionaba. Una magnífica decisión del papa Francisco.

  • mª pilar

    Ahora vienen los “fastos” los gastos… porque subir a los altares a un santo… que ya su pueblo lo elevó desde el principio, así lo celebra a pesar de lo que dijo Roma.
     
    Me gusta el detalle, por dar la razón al pueblo que así lo siente, solo me preocupa, el dineral que esto supondrá también para ellos… viajes, pagos al vaticano…
     
    Eso es lo que me da mucha pena.
     
    mª pilar

  • Justiniano Liebl


    Cuando Mons. Oscar Romero fue al Vaticano para explicar la situación de El Salvador al Papa Juan Pablo II, Romero salió de su entrevista con el papa con lágrimas en sus ojos, diciendo: “El Papa no nos entiende.” J.P.II lo había regañado por no saber llevarse bien con la oligarquía de El Salvador.

    Después que el papa J.P.II hizo su primera visita a Nicaragua en 1980, el pueblo común la calificó diciendo: “El papa nos cagó”. Cuando el mismo papa regresó visitando nos el año siguiente, el pueblo común NO salió para celebrar la visita.
    Moraleja: vale la pena tener un papa del tercer mundo.

    Justiniano de Managua

  • ELOY

    Adjunto, porque me parece de interés, enlace con un artículo de Pablo Ordaz que valora positivamente el quehacer diario de Francisco y que publica hoy EL PAÍS digital:
     
    http://internacional.elpais.com/internacional/2015/02/05/actualidad/1423137712_726326.html
     

  • olga larrazabal

    Lindo gesto de Francisco, a pesar de que el pueblo salvadoreño ya lo había canonizado y nombrado Santo Patrono de varias comunidades con fiesta popular y todo.
    Buena noticia para todos aquellos que mantuvieron viva la memoria de Monseñor, a pesar de el manto de olvido que muchos pretendían echarle al tema.  Buena noticia para la UCA, para el Centro Teológico, y para Jon Sobrino y sus compañeros que se han esmerado en guardar la memoria de sus mártires.
    Buena noticia para todos los que quieren una Iglesia basada en los valores evangélicos de paz y justicia para todos, y no de contubernios con el poder y la injusticia.

  • xabier

    Confieso que el Papa (todos) tiene la obligación de ser Libre.  Como la Iglesia.

  • h.cadarso

    San Oscar Romero, ruega por nosotros!
    San Julius Nyerere, ruega por nosotros!

  • Ricardo

    Hubo en los últimos años varias canonizacio
    nes ¨express¨. Excelente esta decisión. Es
    hacer justicia. El Obispo Romero ya es mo-
    delo para tantos. Que se multiplique este es-tilo de ser pastor.
     

  • Antonio Vicedo

     
    Por fin pone el hermano Francisco su pie petrino en el mismisimo sitio de la huella que deja el arrastre de la cruz de Jesús y de los actuales cristos crucificados como Él.
    Gracias y ánimo, Francisco, por lo que muchos esperábamos desde el primer instatnte en que te correspondía dar esta BUENA NOTICIA a la Comunidad que, desde el momento de su sacrificio en el  altar, recordando como MEMORIAL el de Jesús,  consideró al hermano Oscar Arnulfo Romero, Santo TESTIGO VIVO de la Fe.
    Ahora, ante tantos y tantos TESTIMONIOS DEFINITIVOS de esa misma FE, ofrecidos por multitud de FIELES a lo largo y ancho de la Tierra, esperamos que, sin eclesiásticas burocracias, en las Comunidad Cristianas puedan ser considerados SANTOS TESTIGOS (Mártires),  a QUIENES se les arrebate la vida, por fidelidad a Jesús y la Causa del Reino del Padre y su JUSTICIA – “HERMANDAD AMOROSA global HUMANA”.
    Con ello la  Comunidad de Discípul*s de Jesús (=IGLESIA) proclamaría, de modo no violento, su mejor y mas rotunda oposición al Sistema Violento de Poderes,  VERDUGOsentenciador y ejecutor  actualizado. de la muerte del Jesús, quien sigue proclamando: –CONMIGO hacéis LO QUE con UN* CUALQUIERA de MIS MAS PEQUEÑ*S HERMAN*S.-