Las actuales discusiones políticas en Brasil en medio de una amenazadora crisis hídrica y energética se pierden dentro de los intereses particulares de cada partido. Hay un intento articulado por los grupos dominantes, detrás de los cuales se esconden grandes corporaciones nacionales y multinacionales, los medios corporativos y, seguramente, la actuación de los servicios de seguridad del imperio norteamericano, de desestabilizar el nuevo gobierno de Dilma Rousseff. No se trata solamente de una crítica feroz a las políticas oficiales, hay en acción algo más profundo: el deseo de desmontar y, si es posible, liquidar el PT que representa los intereses de las poblaciones que históricamente siempre han sido marginalizadas. A las élites conservadorales les cuesta mucho aceptar el nuevo sujeto histórico –el pueblo organizado y su expresión partidaria– pues se sienten amenazadas en sus privilegios. Como son claramente egoístas y nunca han pensado en el bien común, se empeñan en sacar de la escena a esa fuerza social y política que podrá cambiar irreversiblemente el destino de Brasil.
Estamos olvidando que la esencia de la política es la búsqueda común del bien común. Uno de los efectos más avasalladores del capitalismo globalizado y de su ideología, el neoliberalismo, es la demolición de la noción de bien común o de bienestar social. Sabemos que las sociedades civilizadas se construyen sobre tres pilares fundamentales: la participación (ciudadanía), la cooperación societaria y el respeto a los derechos humanos. Juntas crean el bien común. Pero el bien común ha sido enviado al limbo de la preocupación política. En su lugar, han entrado las nociones de rentabilidad, flexibilización, adaptación y competitividad. La libertad del ciudadano es sustituida por la libertad de las fuerzas del mercado, el bien común por el bien particular, y la cooperación por la competición.
La participación, la cooperación y los derechos aseguraban la existencia de cada persona con dignidad. Negados esos valores, la existencia de cada uno no está ya socialmente garantizada ni sus derechos asegurados. Como consecuencia, cada uno se siente impelido a garantizar lo suyo: su empleo, su salario, su auto, su familia. Impera el individualismo, el mayor enemigo de la convivencia social. Nadie es animado, por tanto, a construir algo en común. La única cosa en común que queda es la guerra de todos contra todos con vistas a la supervivencia individual.
En este contexto, ¿quién va a implementar el bien común del del planeta Tierra? En un reciente artículo de la revista Science (15/01/2015) 18 científicos enumeran los nueve límites planetarios (Planetary Bounderies), cuatro de los cuales ya ha sido sobrepasados (clima, integridad de la biosfera, uso del suelo, flujos biogeoquímicos (fósforo y nitrógeno). Los otros están en avanzado grado de erosión. Sobrepasar solo esos cuatro puede hacer a la Tierra menos hospitalaria para millones de personas y para la biodiversidad. ¿Qué organismo mundial se está enfrentando a esta situación que destruye el bien común planetario?
¿Quién cuidará del interés general de más de siete mil millones de personas? El neoliberalismo es sordo, ciego y mudo a esta cuestión fundamental como lo viene repitiendo como un ritornello el Papa Francisco. Sería contradictorio suscitar el tema del bien común, pues el neoliberalismo defiende concepciones políticas y sociales directamente opuestas al bien común. Su propósito básico es: el mercado tiene que ganar y la sociedad debe perder, pues es el mercado quien va a regular y resolver todo. Siendo así, ¿por qué vamos a construir cosas en común? Se ha deslegitimado el bienestar social.
Ocurre, sin embargo, que el creciente empobrecimiento mundial resulta de las lógicas excluyentes y predadoras de la actual globalización competitiva, liberalizadora, desreguladora y privatizadora. Cuanto más se privatiza más se legitima el interés particular en detrimento del interés general. Como ha mostrado Thomas Piketty en su libro, El Capitalismo en el siglo XXI, cuanto más se privatiza, más crecen las desigualdades. Es el triunfo del killer capitalism. ¿Cuánto de perversidad social y de barbarie aguanta el espíritu? Grecia ha evidenciado que no aguanta más. Se niega a aceptar el diktat de los mercados, en su caso hegemonizados por la Alemania de Merkel y por la Francia de Hollande.
Resumiendo: ¿qué es el bien común? En el plano infra-estructural es el acceso justo de todos a la alimentación, la salud, la vivienda, la energía, la seguridad y la cultura. En el plano humanístico es el reconocimiento, el respeto y la convivencia pacífica. Por haber sido desmantelado por la globalización competitiva, el bien común deber ser ahora reconstruido. Para eso, es importante dar supremacía a la cooperación y no a la competición. Sin ese cambio, difícilmente se mantendrá la comunidad humana unida y con un buen futuro.
Ahora bien, esa reconstrucción constituye el núcleo del proyecto político del PT y de sus afines ideológicos. Entró por la puerta correcta: Hambre Cero transformada después en varias políticas públicas de cuño popular. Intentó poner un fundamento seguro: el nuevo pacto social repactuação social a partir de los valores de la cooperación y la buena voluntad de todos. Pero el efecto ha sido débil, dada nuestra tradición individualista y patrimonialista.
Pero en el fondo permanece esta convicción humanística de base: no hay futuro a largo plazo para una sociedad fundada sobre la falta de justicia, de igualdad, de fraternidad, de respeto a los derechos básicos, de cuidado de los bienes naturales y de cooperación. Ella niega el anhelo más originario del ser humano desde que apareció en la evolución, hace millones de años. Lo queramos o no, incluso admitiendo errores y corrupción, lo mejor del PT articuló y articula ese anhelo ancestral. Por eso puede recuperarse y renovar y alimentar su fuerza de convocatoria. Si no es el PT serán otros actores en otros tiempos los que lo harán.
La cooperación se refuerza con cooperación que debemos ofrecer incondicionalmente.
Leonardo Boff es colunista del JBonline, teólogo, filósofo y escritor.
Traducción de Mª José Gavito Milano
Escribe Boff: “A las élites conservadorales les cuesta mucho aceptar el nuevo sujeto histórico –el pueblo organizado y su expresión partidaria– pues se sienten amenazadas en sus privilegios. Como son claramente egoístas y nunca han pensado en el bien común, se empeñan en sacar de la escena a esa fuerza social y política que podrá cambiar irreversiblemente el destino de Brasil” y añado yo, lo mismo pudiera decirse de tantísimos otros lugares del Planeta.
Esto que dice Boff muy bien que pudiera afirmarlo cualquiera, si no por experiencia o conocimiento directo, porque se supone y se sabe el grado de corrupción financiera de la Iglesia Católica, sus presupuestos corporativos, que tiene Banca propia, etc. La cuestión es que a pesar de tofo eso la Iglesia sigue alimentándose de dividendcos y ganancias bursátiles, inversiones, etc.
Según el Anuario Pontificio 2014: El aumento neto del número de sacerdotes de2013 a 2014 fue de 1,995 presbíteros (413.418 a 414.313) tanto diocesanos como religiosos y el principal crecimiento se registra en Asia, donde desde 2007 el número de clérigos se ha incrementado en un 13.7 por ciento. África también registra un aumento leve y América, Europa y Oceanía presentan un leve decrecimiento. El Anuario también registra 42.104 diáconos permanentes (1.100 más que en el último informe), quienes habitan casi en su totalidad (97%) en América y Europa.
El Anuario también reporta un aumento del 0.4 por ciento en el número de hermanos religiosos varones (55.314), aunque el número de religiosas disminuyó en un 1.5 por ciento, para un total de 702.529 hermanas. También disminuyó muy levemente el número de seminaristas con estudios de filosofía y teología (565 menos que el informe anterior) debido a un crecimiento un poco menor en Asia y África. Total de aspirantes al presbiterado es de 120.051. (Cf. http://es.gaudiumpress.org/content/58449-Anuario-Pontificio-2014-registra-crecimiento-de-la-Iglesia-Catolica-en-el-mundo#ixzz3SJ5rstyK).
Si esta inmensa fuerza laboral se ganara la vida trabajando aunque fuera a tiempo parcial, el presupuesto de la Iglesia pudiera disminuir enormemente y las riquezas distribuidas, la experiencia de la opresión que viven los pobres fuera directamente experienciada por los ministros evangelizadores y la transformación de la Iglesia que desea Francisco fuera un hecho. ¿Constituye este planteamiento una utopía? Posiblemente sí, porque todos damos por descontado que los curas y sus gongéneres de toda clase constituyen una casta que requiere (por mandato divino) ser sostenida por loscreyentes. ¡Hum, al menos se pudiera considerar..!
Escribe Boff: “Pero el bien común ha sido enviado al limbo de la preocupación política. En su lugar, han entrado las nociones de rentabilidad, flexibilización, adaptación y competitividad. La libertad del ciudadano es sustituida por la libertad de las fuerzas del mercado, el bien común por el bien particular, y la cooperación por la competición”.
Parece que cronológica y antropológicamente hablando, la competición sea para Boff un desarrollo relacional humano relativamente reciente y si esto es cierto, se equivoca. Este carácter antitético y competitivo que ahora le parece causa de la desigualdad imperante en realidad es muy antigua, es natural e incluye al Cristianismo y lo ha convertido en uno de sus motores, la religion cristiana y la filosofía cristiana, el arte Cristiano, etc., al servicio de una Mundanidad cada vez menos humana si se entiende el término a la luz del Jesús que describen los evangelios.
Aún me parece Boff extraordinariamente desenfocado en muchas cosas y la que me ha parecido más desenfocada de todas es su opinión en Koinonía “El eclipse de la figura del padre y la violencia en la sociedad” (20 de septiembre de 2013) en el cual opinó “no sé con cual base que “una cosa, por ejemplo, es la forma del padre patriarcal del mundo rural con fuertes rasgos machistas y otra cosa es el padre de la cultura urbana y burguesa que se comporta más como amigo que como padre y se exime de poner límites.” Escribe sugiriendo que la violencia doméstica sea un fenómeno típicamente rural y patriarcal y de nuevo busca la solución en el “rescate de la figura paterna” como si la violencia doméstica se limitara a solo el maltrato a la mujer, cuando es tan compleja que incluye los mercadeos sofisticados del proselitismo político-religioso, el mercadeo de la droga diseñada a menores, el arte y las modas como fenómenos efímeros y comerciales, el diseño de mercados juveniles, etc., todos fenómenos de violencia dirigida a consumerizar el hogar que en este artículo sugiere y con razón que sea un factor importante del problema.
Pero en este artículo redefine el “bien común” en función de planos, contradicciones que haya que resolver y se desnfoca: “En el plano infra-estructural es el acceso justo de todos a…En el plano humanístico es el reconocimiento, el respeto y la convivencia pacífica… Para eso, es importante dar supremacía a la cooperación y no a la competición. Sin ese cambio, difícilmente se mantendrá la comunidad humana unida y con un buen futuro.”
En esta segunda opinión desplaza la definición de las posibles soluciones en términos de infra-estructuras (quizás aludiendo a las contradicciones que denunciaron los ideólogos del materialismo cultural) lo cual implica algo que yo creo cierto pero que Boff precisamente sugiere como eliminación de las dominaciones, de la competición, un poco o mucho a la usanza de las soluciones socialistas al menos posteriores a Marx.
La posible alternativa a la totalización humana radica en ls rebeldía del ser humano contra la opresión, pacíficamente canalizada por la propia persona versus intentar cambios violentos como aquellos que hasta ahora han ciertamente marcado la historia, pero han sido insuficientes y nuestro actual humanismo deshumanizado, anti-compasivo, esencialmente centrado en la primacía darwiniana del más fuerte, es precisamente la evidencia de ello.
Hola!
Ok!
Pienso que para “mirar” al Bien Común
ha solido recibirse un “cachetazo” histórico.
¿Estamos en ese camino de recibirlo?
Pienso que sí!
Ya lo estamos sintiendo por todas partes ¿no?
¡Voy todavía! – Oscar-