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The very best

Pepe Blanco

Impresiones de una visita a la Catedral de Sevilla

Durante las pasadas fiestas navideñas, estuvimos unos días de vacaciones en Sevilla. Visita obligada era, cómo no, su catedral. Y en este texto os ofrezco las impresiones que me produjo, algunas de las reflexiones que me suscitó.

– Lo primero que nos encontramos fue una cola bastante larga para comprar la entrada para la “visita cultural” (sic) de la catedral. O sea, para entrar en la catedral. Y ese hecho ya me suscitó la primera reflexión.

No era la primera vez que pagábamos una entrada para acceder al interior de una catedral. Hace ya algunos años cobraban 6 euros por entrar en la catedral de Burgos, y 2 por entrar en la de Tuy. Desconozco en qué catedrales cobran por entrar y en cuáles no. En la de Ourense, por ejemplo, todavía no cobran, aunque me consta que se planteó esa posibilidad y, al menos un influyente canónigo, se negó tajantemente a que se cobrara por entrar en la catedral, fuera la visita turística o piadosa.

La verdad es que no veo claro si deben cobrar o no. Lo cierto es que siempre he pagado para entrar en los templos de otras religiones, sinagogas o mezquitas. ¿Por qué no van a cobrar los católicos por entrar en sus catedrales, aunque de entrada, acostumbrados como estamos al tradicional acceso libre, nos extrañe?

En principio, parece razonable que cobren, si con ello se garantiza la correcta restauración y el debido mantenimiento de las numerosas obras de arte que albergan y de los edificios mismos. Ahora bien, no sé si los obispos son conscientes de que, al cobrar, definitivamente convierten la catedral en un espacio exclusivamente cultural, ajeno a la experiencia religiosa.

No me importa pagar por entrar en una sinagoga o en una mezquita porque para mí, son productos culturales, más o menos interesantes, incluso muy interesantes, que me puede apetecer mucho conocer. Pienso, por ejemplo, en las maravillosas mezquitas que Sinán, un famoso arquitecto del siglo XVI, construyó en Estambul. Pero esas “visitas culturales”, más allá de la emoción estética, no me suscitan ningún sentimiento religioso islámico. En absoluto.

¿Cómo me va a suscitar un sentimiento religioso entrar en la Catedral de Sevilla, si me cobran 8 euros por entrar? Cierto que tampoco me lo suscitaría, aunque no me cobraran, pero cobrándome, ya no hay lugar para la posibilidad de una experiencia religiosa.

– Pero, además de la reflexión sobre si deben o no deben cobrar, hay otros aspectos relacionados que me gustaría comentar:

El primero, que la entrada a los empadronados en la Diócesis de Sevilla es gratuita. Incluso aunque su visita sea exclusivamente cultural. Esa circunstancia –de incierta legalidad- parece contradecir el carácter católico del templo: en la Catedral de Sevilla, solamente son gratuitamente bienvenidos los feligreses locales. A los demás, que nos den. Somos bienvenidos, pero soltando pelas. O sea, no somos generosamente bienvenidos.

El segundo, que, para mi sorpresa, y según constaba en el tiquet que nos dieron, la entrada ¡está exenta de IVA! Y eso sí que me molestó. ¿Por qué si hago una “visita cultural” a un cine o a un teatro tengo que pagar el 21% de IVA y si hago una “visita cultural” a una catedral, entonces no? ¿Por qué el Estado favorece ver un retablo barroco y penaliza ver una película de Almodóvar?

El tercero, que, según rezaba un aviso pertinentemente colgado, cierto día de diciembre, la Catedral permanecería cerrada, pues la Diócesis invitaba a sus empleados a una comida de Navidad. Como una empresa cualquiera que invita a los empleados a una cena de navidad para confraternizar. Bien, me parece bien que, poco a poco, la Iglesia vaya reconociendo con pequeños gestos como ese lo que de verdad es: una gran empresa.

– Ya en el interior de la catedral, lo que más llamó mi atención fue el enrejado del coro y del presbiterio. Me explico.

La catedral de Sevilla conserva aún el coro construido en la nave central, justo enfrente del presbiterio, del altar mayor. Ese coro, que fue habitual en muchas catedrales, fue suprimido en algún momento del pasado en bastantes de ellas. La de Sevilla lo conserva. Pero, eso sí, está separado del espacio del crucero, por una trabajada reja de hierro, reja que permite ver la sillería del coro y todo su interior, pero no acceder a él. Claro, es que es el lugar sagrado de los canónigos, vetado al vulgo.

Lo mismo sucede con el presbiterio: está cerrado hacia el crucero con una suntuosa reja de forja que, lamentablemente, no permite apreciar bien lo mejor de la catedral de Sevilla: el retablo mayor.

En ese momento uno se pregunta por qué le cobran 8 euros por entrar, si luego no puede ver correctamente lo más interesante que conserva el edificio. Y uno no sabe qué responderse.

Pero, una vez pasado el cabreo inicial, caí en la cuenta de que era imposible imaginar una metáfora mejor del estado de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana: está enjaulada. Igual que los canónigos en su coro. Igual que el Arzobispo en su presbiterio. Igual que el Sagrario en su altar mayor. Todo ellos están enjaulados. Enjaulados en su microcosmos de fantasía, de dogmas, de tradiciones, de palabras. Todos ellos están enjaulados en su jaula de forja dorada, de retablos barrocos, de imaginerías mil, de mármoles pulidos, de estatuas pintadas. Permanecen allí, encerrados todos, encerrada la iglesia misma, mientras la vida y la historia, van pasando por delante de ellos sin que se inmuten, sin que las vean. Es tremendo.

– También en el interior, otro sugerente pensamiento acudió a mi mente. En la catedral de Sevilla, como en muchas de las catedrales e iglesias católicas, se fueron añadiendo y encajando mejor o peor, un montón de cosas a lo largo de los siglos: sacristías, claustros, capillas, tumbas, cuadros, retablos, estatuas, lápidas, confesionarios, inscripciones, púlpitos, coros, mobiliario vario…, de tal forma que es imposible percibir fácilmente la estructura arquitectónica del edificio. No solo por dentro, por fuera tampoco, también por los mil añadidos que la ocultan.

Y, otra vez, la metáfora: es difícil encontrar una imagen mejor de la abigarrada ideología del catolicismo. Al igual que la estructura arquitectónica esencial de una catedral, así permanece oculto lo esencial del cristianismo, revestido de infinidad de ideas, de creencias, de ritos, de palabras yuxtapuestas en el correr de los siglos. Demasiada historia mal asumida.

– Y ya por fin, voy contaros las impresiones positivas que me suscitó la “visita cultural” a la catedral de Sevilla. Lo mejor de la catedral de Sevilla.

Lo mejor de la Catedral de Sevilla, es lo que no es católico, ni apostólico ni romano. Es decir, la Giralda. La Giralda que, como es bien sabido, es el minarete de la antigua mezquita que ocupaba el lugar donde más tarde se construiría el templo cristiano. Realmente es espectacular. Maravillosa. De una delicadez y una elegancia asombrosas. El remate superior que le pusieron los cristianos, sobraba un poco, pero reconozco que no les quedó del todo mal (mucho peor fue la construcción de una catedral en medio de la mezquita de Córdoba…)

Y, junto a la Giralda, el patio de los naranjos, que era el patio de las abluciones de la antigua mezquita. Un espacio muy agradable. Me pareció más humano que los habituales claustros monacales y catedralicios

Pero lo mejor, lo mejor, lo mejor, the very best de la Catedral de Sevilla son…., ¡los baños públicos! Sí, sí, los baños, los aseos, la toilette, el WC o como queráis llamarles. Os cuento.

Resulta que hace algunos años, hicieron unas excavaciones en uno de los laterales del patio de los naranjos, encontrando unos espacios semienterrados, abovedados, magníficos. El caso es que a alguien –desconozco a quién se le ocurrió instalar ahí los baños públicos. No pudo tener una idea más feliz. Primero, porque así se da cumplimiento a una exigencia de la normativa urbanística, que obliga a instalar aseos en los recintos de uso público multitudinario, exigencia que las iglesias se suelen saltar a la torera. Y, segundo, porque consiguieron crear un espacio sensacional.

Se accede desde el patio a un vestíbulo, un espacio abovedado que los restauradores enfoscaron con un revoco gris clarísimo e iluminaron con unas luces indirectas que lo convierten en uno de los espacios más bellos y agradables de todo el recinto catedralicio. Unas sillas de líneas puras invitan a descansar relajadamente. A los lados, espacios abovedados más pequeños, igual de bien tratados e iluminados, acogen los aparatos sanitarios de diseño minimalista, esencial. En fin, una maravilla.

Y de repente uno se da cuenta de que por fin, después de dos horas de visita catedralicia, de ver una vez más decenas de santos, de vírgenes, un sin fin de imaginería gore, capillas, retablos, dorados, sillerías, ornamentos vegetales con muchas uvas, muchos pámpanos y mucho acanto, un montón de cosas por las que uno pasa pero que no pasan por uno, por fin, digo, uno encuentra un espacio puro, simple, bello, que lo conecta con lo esencial. Por fin uno encuentra un rasgo de humanidad esencial. El ser humano que se lava las manos, que se refresca la cara. El ser humano que mea y que caga. El ser humano que podemos ocultar, pero que no podemos soslayar. El ser humano primitivo y puro, que hace sus cosas primitivas y puras en un espacio primitivo y esencial. Un espacio antiguo pero que, sabiamente intervenido, capta perfectamente el sentir del presente y las expectativas de futuro, mucho mejor que cualquier objeto y que cualquier espacio del interior de la catedral.

Y entonces, al fin, uno siente algo que quizás tenga que ver con el sentimiento religioso.

9 comentarios

  • Román Díaz Ayala.

    Nota: el autor es Chus (Jesús) y no Chis, que indudablementye ha sido un error.

  • Román Díaz Ayala.

    Querido Pepe,
     
    ya sabes que con la teología también ocurre lo que con tantas otras cosas hoy en día,
    que con el uso y con el abuso terminan bastardeándose, aunque lo disfracemos de “democratización”, o le hayamos robado la exclusividad a la élite de los estudiosos y académicos que se rijen por las credenciales de clase para darse o recibir reconocimiento y prestigio.
    Hace algunos años leía yo de Chis Villarroel O.P. , el teólogo de la gratuidad, en su parte impresa de “Hagase en mí” que en los círculos eclesiales ( entendidos estos como los referidos  a curas y monjas) la prediciación de los “ejercicios espirituales” se hace casi siempre desde la teología, el magisterio, la regla y las constituciones”. y proponía que se hiciese desde la Palabra de Dios.
    No te confundas, has hecho teología sin proponértelo, y de la buena, la que desnuda al ser humano, que unas veces busca, pero otras  cree poder esconderse ante lo divino. La teología es la reflexión humana de lo que pueda estar escondido tras nuestra materialidad de la piedra y de las formas, pero que la piedra refleja cuando la hacemos reflejo de nuestro espíritu.
    El románico y luego el gótico fueron reflejos de dos épocas muy distintas y separadas por el tiempo, aunque se nos antojen igualmente contenidas en el Medioevo por nuestros libros de textos escolares. El primero, un sólido muro que nos defendía de las violencias de la vida presente y los horrores de un destino incierto y el segundo implicaba la búsqueda de la trascendencia cifrada en lo alto, la divino y junto a la catedral las viviendas de los nuevos urbanitas y en su entorno la vida comercial, el tráfico de todo lo humano. ¿eran teólogos quienes lo hicieron, o artífices de la piedra?
     
    Pero el particular secularismo de nuestra Iglesia Católica, ha sido nuestra manera hispana de llegar a la laicidad, no prescindiendo, sino en confrontación con lo profano. Y así elaboramos doctrinas político-religiosas, como el nacional catolicismo (Nuestro centralismo ha sido eclesial-castellanizante) o elaboramos en toda América, la de nuestra influencia, los más perfectos sincretismos religiosos.
    ahora existen tendencias de reelaborar un Cristianismo sin Dios, pero dentro de “la religión verdadera”, pero no prescindiendo de la tradendencia, sino  negándole a Dios su iniciativa de acercamiento con el ser humano. Es una nueva forma de expresar nuestro secularismo.
    La Iglesia Católica es sólo una expresión cultural del Cristianismo si hablamos de religión con toda la carga que posee de factura humana (Los templos, catedrales o parroquias son sus exponentes)
    Tu retratas fielmente en tu artículo la búsqueda del Dios “supuestamente ausente”.
    Pero Él busca que Le encontremos en otros lugares.
    Igual pasó con el Templo de Jerusalén en tiempos de Jesús.

  • pepe blanco

    Hola Román,
     
    Como ya me conoces desde hace tiempo, supongo que sabes o intuyes que soy bastante escéptico respecto a la posibilidad de hacer teología, en sentido estricto. Es decir, no creo que podamos adquirir un saber sobre Dios. Todo lo más a lo que aspiro es a identificar alguna huella suya en el universo. Pero no tengo ninguna garantía de que vaya a conseguirlo. Primero porque no sabemos con certeza si el universo lo creó Dios. Segundo, porque, aún en el caso de que lo haya creado, no tuvo por qué dejar su impronta en él. Dar por cierto lo contrario (que Dios se manifestó en el universo que hipotéticamente creó) podría suponer caer en el error de proyectar sobre Él un rasgo típicamente humano: el de expresarnos en las obras que creamos, que construimos.
     
    Por lo dicho, no creo que se pueda hacer teología a partir de la Arquitectura. ¿O tal vez sí? “En Él somos, nos movemos, existimos”. Se supone que la frase se refiere a Dios. Pero, ¿no conviene también a las arquitecturas y a los espacios que construimos las personas? Tal vez se pueda argüir que la vida en los espacios físicos es la vida del cuerpo y que la vida en Dios es la vida del alma. Pero esa distinción no está nada clara.
    La vida que desarrollamos en nuestros espacios arquitectónicos no solamente es nuestra vida “física”, también es la vida de nuestra intimidad (y por eso, por ejemplo, en Arquitectura el símbolo tiene mucha importancia.)
     
    En fin, lo anterior sólo es un juego de palabras, en principio. No pienso que a partir de la Arquitectura podamos conocer a Dios. Pero sí podemos descubrir muchas cosas de las personas que las construyeron. Eso sí, por supuesto. Solamente hay que saber leerlas, aprender a leer lo que nos dicen las piedras, que es mucho. Por ejemplo, podemos acercarnos a la comprensión de qué pensaban acerca de Dios quienes construyeron las arquitecturas. O, mejor, cómo sentían o como vivían la idea de Dios. O cómo era su trato con las demás personas, etc. Es más difícil mentir o engañar -o engañarse a uno mismo- con las piedras que con las palabras…

  • h.cadarso

    Tú sí que sabes, Pepe! Una delicia tu estilo literario, una reflexión muy profunda sobre el catolicismo comercializado…y sobre lo poco humano y religioso que puede encontrarse en un entorno eclesial o eclesiológico o como lo quieras llamar… Echo de menos una reflexión sobre la impronta árabe-bereber-musulmana de la Catedral de Sevilla…He leído algo estos días sobre cómo los habitantes de esta piel de toro somos mulatos o mestizos, un cruce de musulmán-católicoromano-nestoriano-arriano en lo religioso, y de moro, bereber, árabe, europeo, tolerante e inquisitorial que a veces resulta infumable, intragable, inaguantable, a veces hasta logramos caer bien por el montón de contradicciones que llevamos dentro.
    ¿Por qué no escribes más en Atrio, amigo del alma?

  • Antonio Vicedo

    A mí, y desde su entorno callejero, ya me pareció esa catedral como muchas otras, algo muy parecido a lo que ahora consideramos “CAJAS FUERTES DE BANCOS” y “PARAISOS FISCALES”, donde se acumulan y bloquean bienes antiguos o actuales que hubieran tenido una finalidad más humana y cristiana, remediando necesidades del Jesús PERMANENTE en sus mas PEQUEÑ*S HERMAN*S.
     
    Por eso las considero como tales y, si puedo, solo las contemplo a distancia y si me acerco acompañado de familiares o amigos y me piden pago de entrada, les hago saber que para entrar en casa de mis padres nunca me pidieron paga alguna; y lo que casi siempre pasa, os lo dejo barruntar a quienes esto leáis.
     
    Nos estamos planteando lo que la Banca y los Paraísos Fiscales suponen para los sucesivos o coetáneos genocidios humanos, por lo que significan de bloqueo a la abundancia de bienes para que no estén disponibles a las necesidades de supervivencia.
     
    ¿No descubrimos cierta convergencia en lo que estos monumentos significaron para su época y lo que ahora significa su destino?
     
    Lo maravilloso de su contenido artístico y monumental ¿tiene punto de comparación racional y de fe con lo que es UN SER HUMANO CUALQUIERA al que se le priva la supervivencia desde tanta abundancia de bienes disponibles, gracias a la bondad del PADRE por la acción de las capacidades de la Naturaleza?
     
    En este campo, también queda mucho por alcanzar desde aquello de: “LA VERDAD OS HARÁ LIBRES”; y “EL SÁBADO ES PARA LA HUMANIDAD y no al revés

  • pepe blanco

    Muchas gracias por vuestros comentarios. Me alegra que os haya gustado. Tengo unos días un poquito liados. Permitidme ahora este agradecimiento general. A partir del miércoles tendré más tiempo libre y os responderé personalmente a cada uno y a cada una.

  • olga larrazabal

    Una muy buena metáfora sobre la I. Católica, el problema es que la parte buena, los baños son solo parte de la metáfora que nos recuerda lo que debería ser y no es.

  • Pascual

    Me ha servido de mucho el magnífico artículo de Pepe Blanco. Soy sevillano y me he preguntado, al ver las colas de turistas para entrar en la catedral, qué sacarán en claro; ¡ea!, pues ya me he enterado y corroboro lo que dice. No estoy de acuerdo con el epíscopo con eso de pagar ocho euros porque son muchos euros  para ver…un coloso descomunal y dificilmente visible en detalles como los que cita Pepe. Digo que sí que gracias a ese pago se mantiene la fábrica del edificio y otros pormayores, como la ayuda al mantenimiento de templos que se reparan y que se quedarán cerrados como todos. Ya dije en otro lugar que en Sevilla no tenemos templos con las puertas abiertas. Me consta que la Diócesis es generosa con otras diócesis cuando se trata de sostener las arquitecturas y otras ayudas, pero siento rubor , sigo sintiendo rubor, por el cobro para ver una obra faraónica arropada por estilos de todas las épocas y que no se puede disfrutar en su conjunto como la catedral de París, donde, para entrar no se paga. al menos. la última vez que la visité, salvo el tesoro.

  • Román Díaz Ayala.

    ¡Que bella pieza literaria nos regala Pepe Blanco!
    Y encima nos enseña a hacer sublime teología desde la arquitectura, la mirada del profesional de las piedra y de las líneas, que pone las bases, los fundamentos del pensar en Dios y el ser humano a base de encontrar las distancias correctas entre estos dos puntos.
    ¿No es la auténtica religión una relación?