En 1965 el extremeño JM Valverde, poeta y catedrático de Estética en la Universidad de Barcelona, remite a Aranguren un escrito de apoyo y de su decisión de renunciar a la cátedra de Estética en la Universidad de Barcelona, porque “nulla aesthetica sine ethica” (sin ética no hay estética). Tanto Aranguren como Tierno Galván, Sacristán y García Calvo fueron expulsados de sus cátedras universitarias, en las postrimerías de la dictadura franquista.
Valverde se solidariza así con estos profesores y compañeros universitarios represaliados y lo hace con la palabra y también con los hechos. JM Valverde sabe que sólo el escrito de apoyo pertenece a la estética, pero sabe también que su gesto sería inconsistente, vacío, de escaso apoyo a los represaliados, si no iba acompañado de la ética, de la solidaridad real con ellos ante tamaña injusticia por defender las libertades.
La ética pertenece al ser (Heidegger) y la estética tiende a la apariencia, a lo que se percibe por los sentidos, si nos atenemos a su origen etimológico; de ahí que tiene que ver con la belleza. Tomás de Aquino define lo bello como aquello que visto agrada (ea quae visa placent). No sólo hay que ser, sino también parecer. Sin duda, lo que se percibe por los sentidos debe estar fundamentado en base sólida, para que no ocurra aquello que nos dice nuestro refranero: “No es oro todo lo que reluce”.
Pero el ser humano, al que llamamos persona, lleva en su adn el aparentar, el cuidar en exceso la buena imagen, sin preocuparse dónde se fundamenta esa apariencia. No en vano el término “persona” en su raíz griega significa la máscara que solía usarse en las representaciones teatrales. Y la puesta en escena viene a ser demasiado frecuente, máxime en nuestros días con tantos medios audiovisuales a nuestro alcance. En los corruptos de los días pasados y de los anteriores y de los anteriores se cuida sobremanera la “apariencia”, lo que pueda ser bien visto, la puesta en escena, de ahí el uso de la televisión para darse a conocer y usar el maquillaje apropiado. En la televisión, digamos el todavía-no presunto corrupto, se manifiesta indignado por otros casos de corrupción y su discurso es de defensa a ultranza del buen hacer y de la ética. Más tarde pasa a ser imputado por prácticas de corrupción y aquella imagen televisiva se desvanece y se afea aún más, porque no está sustentada por la ética; una escultura de bronce sin pedestal, sin cimiento sobre el que pueda erguirse con firmeza.
Nuestra estructura clerical siente una debilidad obsesiva por la apariencia, por la diplomacia. Ahí están los hechos más recientes: el caso de los presuntos pederastas de Granada y la manifestación a favor de la ley “Gallardón” sobre el aborto, retirada por el gobierno de Rajoy. En el primer caso, la conferencia episcopal en su reunión ordinaria anual habla por boca de su portavoz de tolerancia cero en el asunto de la pederastia, dejando al obispo granadino en un estado de indiferencia y no de cobijo ni de defensa a ultranza, como es habitual, para no enfrentarse así a la posición del papa Francisco que se ha interesado personalmente por este asunto. Y respecto a la manifestación del pasado 22 de noviembre, nadie ha visto a ningún jerarca en ella (los anales nos dicen lo contrario en tiempos de gobiernos socialistas). Razón: esta manifestación no estaba avalada por el gobierno conservador, de derechas. Entra así en juego la diplomacia, el no molestar a un gobierno afín. A este respecto nos recuerda I. Ellacuría (sirva esta cita como recuerdo del 25º aniversario de su martirio) que la jerarquía ha de ejercer su misión “política” más que por la vía diplomática por la “vía profética y de acompañamiento”.
Jesús de Nazaret fue muy duro con aquellos que basaban su comportamiento en las apariencias y no en lo profundo de su ser, en la ética, en la coherencia de la ética y la estética. La metáfora de “sepulcros blanqueados” no puede ser más luminosa y acertada. Le molestaba sobremanera que las personas, sobre todo los que ejercen alguna responsabilidad en el pueblo, sean “hipócritas”, es decir, comediantes, actores. La vida no puede ser un teatro; cada uno ha de manifestarse desde unos valores y no desde el todo vale, amparados en la “máscara” del escenario. ¿Dónde está la “recta ratio” de los escolásticos para referirse a la persona íntegra, honesta, que se guía por actitudes y comportamientos éticos? La estética al fundamentarse en la apariencia puede:
a) manifestar una realidad distorsionada, incluso perversa, pues hace bella y hasta buena una realidad fea y maquillada, al no tener el referente de la ética;
b) provocar engaño y, por lo tanto, frustración y desconfianza, sobre todo si se trata de una persona con responsabilidades públicas, ya sean políticas o eclesiales;
c) potenciar el narcisismo en el propio sujeto; y de aquí a la vanagloria hay un paso.
A este respecto, creo acertado el recordar los desaguisados lingüísticos que provocaba la misa en latín. En el coro de mi pueblo al cantar el gloria y al llegar al “laudamus te”, “benedicimus te”, cantaban de este modo: “alábeme usted, bendígame usted”. El que sucumbe a los encantos de la vanagloria se procura o hace al menos todos los esfuerzos por rodearse de un coro de aduladores que enmascaren su inconsistencia ética. El halago viene a ser, según Diógenes, el peor de los animales domésticos.
Desde siempre el pueblo llano ha tenido un olfato especial para detectar cuándo lo estético se cimienta en lo ético. Quién no ha oído alguna vez esta frase que se transmite de padres a hijos: “Si alguna vez te enamoras, no mires lo que se ve, sino lo de dentro, lo que no se percibe de inmediato”. El ser humano, a pesar de ser “máscara” como persona, posee una estructura interna, un microchip que le permite diferenciar cuándo la ética es soporte robusto de la estética y cuándo hay que tomar decisiones como la de JM Valverde.
Diciembre 2014
Quisiera añadir algo más a mi comentario de hace unos días, sobre todo porque la adecuada relación ética – estética considero que puede servir para dilucidar también muchos otros temas que abordamos aquí.
Recuerdo que, en disenso dialogal con el amigo Román tiempo atrás, ya traté de hacer ver la irreductibilidad de la religión a la ética y viceversa, ambas pertenecen a campos diferentes. Sin embargo, hasta el momento, en el catolicismo, como se sabe, ha sido la religión la que ha estipulado la ética según una teorización de la conducta, es decir en expresión kantiana un deber ser, (poniendo la ideología por encima de los hechos y cerrando los ojos a la realidad) (Rodrigo Olvera-en otro hilo) este “deber ser” carece todavía de la dimensión estética en su acepción sensible de lo humano (el lugar de lo sensible es el “estar” como anterior al “ser”) sobre la cual fundamentar la ética. La cual cosa, sí, entonces, se ve ahí que por ese orden lo que se deriva no es una conducta sino una “praxis humana” que surge de la vida misma en un saber estar éticamente en ella. Y en este sentido y con posterioridad sí que pueden coincidir estas dos dimensiones, ética y religión pero, a mi modo de ver, solo por ese orden donde media y queda evidenciada la experiencia.
El pensamiento humano avanza de forma circular, no lineal. Y por eso existe una confusión a veces en ciertos conceptos, que no se sabe muy bien si son un avance o un retroceso, (justo porque en ambos casos “caen” al otro lado del círculo). Es lo que llama Ken Wilber, “la falacia pre-trans”, el confundir un avance con un retroceso y viceversa.
En este tema de la ética, pasa lo mismo. Thomas Merton, (cuyo 46º aniversario de su muerte se producía justo ayer), en su libro sobre “El Camino de Chuang Tzu”, explica muy bien que Chuang criticaba el sistema moralista de Confucio y sus seguidores, no porque fuera malo, que no lo era, sino porque se quedaba corto.
Dice entre otras muchas cosas: “El Maestro Chuang observó secamente que la persecución del Tao ético, se hacía ilusoria, si uno buscaba para los demás lo que era bueno para uno mismo, sin saber realmente lo que es bueno para uno mismo”. Por eso, comentaba yo en otro post, que hoy día la moral, debe ser iluminada muy especialmente por la psicología, más que por catecismos clericales tradicionales. La Ética es la ciencia del comportamiento adecuado del hombre, pero para llegar a ese comportamiento adecuado hay que conocer lo más perfectamente posible el funcionamiento de la naturaleza humana, lo que cada día vamos conociendo mejor, gracias a los avances de la Ciencia.
Esa es la verdadera explicación del “ama y haz lo que quieras” de San Agustín, o lo que decía Chuang al arquero Huo: “Los dioses, (sabios, iluminados) no tienen reglas, ellos deciden en cada momento siguiendo el Camino de lo más conveniente”.
En este tema, Merton sigue diciendo: “La sabiduría (“Chih”), abarca todas las demás virtudes en una comprensión madura y religiosa que las orienta a su realización en la vida. Esta perfecta comprensión del “camino del cielo”, (de la Realidad de todas las cosas), capacita finalmente al hombre maduro y de gran experiencia, para seguir todos los deseos interiores de su corazón, sin desobedecer al Cielo. Es el “¡Ama y haz lo que desees!” de San Agustín, pero Confucio no afirmó haber llegado a este punto hasta los setenta años de edad”.
Este estado de sabiduría, en el hombre, que lo capacita para actuar siempre correctamente y sin gran esfuerzo, (wu wei), es un estado hacia el que debemos evolucionar. El comportamiento del hombre, hay que verlo dentro del contexto de la evolución de la especie humana hacia una especie superior, siempre subiendo escalones morales.
Y si hay algo claro en la historia de la cultura humana, es que quitando lo básico del no matarás, y no robarás, (lo que en todo el Paleolítico, o sea, menos en quizás los últimos 10.000 años de la historia humana, era algo normal y corrientemente admitido fuera del grupo familiar), el resto del comportamiento humano ha ido variando su “normalidad” y su “legalidad moral”, a lo largo del desarrollo histórico. (La esclavitud, era algo admitido hasta hace 150 años en la culta Europa).
Y en ese sentido hay que interpretar la predicación de Jesús. Jesús aparece en un momento histórico determinado, en medio de un estado cultural determinado. Sus primeros seguidores pensaron que eran los tiempos finales, pero ya han pasado 2.000 años, y ha pasado mucha agua debajo de los puentes culturales del mundo.
Por ello muy posiblemente Jesús predicó un ideal moral, al que el hombre debe converger, y evolucionar mayoritariamente al final del proceso evolutivo. Pero Jesús, muy posiblemente era consciente de que ese ideal era algo solo accesible a un número muy reducido de los humanos de su tiempo y de los siguientes.
Hay un detalle, para mí significativo en los Evangelios. Cuando Jesús en Mateo 5, 8, explicando la razón por la que la Ley judía permitía el divorcio, dice: “Por la dureza de vuestro corazón (Deut. 10:16; Hech. 7:51) Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres”. Y establece el ideal del matrimonio indisoluble.
Por eso Thomas Merton señala asimismo que la crítica del Libro de Chuang Tzu, a los Anales de Confucio, es similar y paralela a las de las Epístolas a gálatas y romanos de Pablo, con respecto a la Torah. Las enseñanzas de Pablo sobre los efectos de la fe y la gracia, contrastan con las obras de la antigua Ley, que era meramente moralista.
Cuando uno sabe cómo funcionan las cosas, la Ley escrita moralista sobra. Pablo escribe en 2 Corintios, 3:6: “Porque la letra mata, más el espíritu vivifica”. Claro que es muy difícil llegar a ese estado de conocimiento, si no te es concedido por quien puede, (simbolizado por nuestra Madre María, que simboliza a “Sophia-la Sabiduría”, cuya fiesta se celebró hace tres días, y en este foro, ni se la ha mencionado – y así nos va el pelo). Pero ese es el auténtico camino.
Y si nos conformamos con el moralinismo de catecismo clerical, o de mero activismo socialpolítico, acabamos perdiendo el norte. Por ello decía Antoine de Saint-Exúpery: “Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada, se arriesga a olvidar cuál es la estrella que lo guía”.
Gracias, Antonio, pero el título no fue sino porque, como era la primera vez que me dirigía a ti, consideré que era lo adecuado.
Dices “los humanos necesitamos objetivar nuestras conductas, tanto para nosotros mismos como para los demás y el test para valorar todo esto es el otro, la acogida que hagamos al otro (…)” totalmente de acuerdo sin embargo todo ello tiene que ver precisamente con esa subjetividad a la que al parecer, desde Descartes, aún se le sigue relegando en un ámbito secundario cuando, es la subjetividad humana misma la que constituye el orbe de la objetividad, la que nos abre a ser más que meros sujetos.
Por otro lado, yo diría que no es el valor sino la dignidad lo que fundamenta la ética. Siendo la dignidad, a mi modo de ver, el horizonte de comportamiento al cual se adscribe Mújica, ya que el valor siendo lo propio de una mediación hace que, en el caso de Rajoy, siguiendo con tu ejemplo, le puedan servir para el fin que persigue sus propios valores, es decir, lo que él considera ser tenido como valor y consiguientemente manejarlo a su antojo.
Es interesante, M. Luisa, tu reflexión (por cierto, gracias por el título, aunque en mi pueblo se decía que no hay don sin din). Sin duda la estética pertenece a la subjetividad, de ahí la máxima: de gustos no hay nada escrito. Si la estética pertenece a lo que se percibe y la ética a la praxis conforme a unos valores, hay hechos que desde luego pueden interpretarse, desde el perspectivismo orteguiano, como verdad poliédrica. Pongamos el caso de Pepe Mújica acogiendo a los presos de Guantánamo. Para mí, conociendo a este hombre, este gesto no es simplemente estético, se fundamenta en una ética de valores, de ayuda al otro, al necesitado. Si este mismo gesto lo hace Rajoy, entonces para mí es un gesto estético, de formas de cara a la galería e interesado, es decir, obtener méritos ante el todopoderoso presidente de EEUU. ¿Por qué?, la política y el comportamiento de Rajoy me dan las claves para interpretar ese gesto como simplemente formal; un gesto falso por carecer de base ética. Otro tanto habría que decir de ese cura. Los humanos necesitamos objetivar nuestras conductas, tanto para nosotros mismos como para los demás y el test para valorar todo esto es el otro, la acogida que hagamos al otro, como bien dice el apóstol Juan en su 1ª carta: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un embustero” (I Juan 4,20).
Yo, en este tema, me sumo a la línea de Oscar. Estos temas como todos, dependen mucho de cómo definamos las palabras, del significado que le demos.
Como dice Oscar, “algunos conceptos sufren (unas devaluaciones que) se deben a que el HABLA de la GENTE sigue la melodía ascendente o decadente de su Cultura”. Entonces actualmente, se entiende por ESTÉTICA, algo que se hace “para quedar bien de cara a la galería”, frente al concepto de ÉTICA, que sería un concepto fuerte, de hacer lo que hay que hacer.
En ese caso, parece claro que es muy preferible hacer las cosas que hay que hacer, en contra de hacerlas de cara a la galería, para que hagan bonito.
Pero, como apunta crípticamente Oscar, hay otra interpretación posible algo mas compleja. A continuación apunta la visión aristotélica del tema:
“La BELLEZA (pulchrum) era definida como la “SUPERLATIVA PANTOMIMA DE LA FORMA” (splendor formae). Era la “FORMA” la que dotaba de esencialidad a la “MATERIA“. La tal “ESENCIA” (como si fuera la “intimidad” de la cosa) era la que salía “ACTUANDO” a las periferias existenciales. Recién ahí-entonces se constituía la ETICIDAD de ella. Pero arquetípicamente primero fue la ESTÉTICA”.
Arrogándome el permiso de traducirle, (que seguro que me concede, en aras del entendimiento general), interpreto yo que considera la estética como aquello que otorga su naturaleza a cada cosa, la que hace que cada cosa sea como es. Y después viene la mente humana, y quiere “aclarar” esa ley cósmica de todas las cosas, concretándola y poniéndola negro sobre blanco, con el inconveniente de que entonces, casi siempre introduce una serie de perversiones y tergiversaciones, (por no comprender bien las cosas, al no ser “sabio” o “iluminado), y acaba de liar lo que ya de por sí era a veces difícil de comprender.
Esto es lo que explica exactamente igual, el Taoísmo, (también muy crípticamente). Dice Isutzu, en “Sufismo y taoísmo”: “Irónicamente, el Hombre, cuya naturaleza lo habilita para convertirse en la más perfecta encarnación de la Virtud, (el “Te” = la aplicación del Tao en cada cosa), y por ende, de la Vía (el Tao), es la única criatura capaz de obstaculizar la plena actividad de la Virtud, ya que solo el Hombre actúa “con intención”. Las cosas son naturalmente como son, y cada una de ellas funciona de acuerdo con su propia “naturaleza”, sin la menor intención por su parte. El hombre, en cambio, puede “mermar” su Virtud innata hasta por la intención de convertirse en perfecta encarnación de la Vía (el Tao) y de “elevar” así su Virtud”.
Por ello el Tao Te King, en su capítulo 38 dice: “Un hombre de “elevada” Virtud, (lo que denominaríamos Estética), no es consciente de ella. Por ello posee Virtud. Un hombre de “baja” Virtud, se afana por no perderla. Por ello carece de Virtud”.
Isutzu comenta este capítulo, y señala que “la consciencia obstaculiza la realización natural de la Vía, (el Tao), pues el hombre se esfuerza en “no abandonarla”, y ese mismo esfuerzo consciente dificulta la libre automanifestación de la Vía en forma de Virtud, y la transforma en degenerada e imperfecta”.
Este es el principio en que se basa el “wu wei” taoísta, el dejar fluir, el dejar hacer, que no quiere decir que no se haga nada, sino simplemente (¡¡!!), el hacer lo que hay que hacer en cada momento, independientemente de lo que indiquen las normas éticas del momento.
Por eso acabo con una anécdota que ya he puesto en otros comentarios, pero que no me canso nunca de sacarla.
Es la anécdota del diálogo del arquero Huo-Kuo, que visitó al maestro Chuang Tzu, y le dijo:
-“Maestro, ¿qué es mejor tener unas reglas para comportarnos, o tener que decidir en cada momento lo más adecuado?”.
El maestro Chuang le contestó: -“Los dioses, (sabios, iluminados) no tienen reglas, ellos deciden en cada momento siguiendo el Camino de lo más conveniente. Es difícil a veces acertar con el camino, y las reglas son un mal menor. Huo, si puedes ser sabio, adelante, inténtalo. Pero si no puedes ser uno de los sabios, sé al menos un buen humano y un buen arquero”.
Esta “nueva” idea de la Realidad, (que es tan nueva que tiene como casi todo lo bueno, dos mil años, o más), bien puede ser el “argumento heroico”, que intuye Oscar en su comentario cuando acaba diciendo: “Entiendo que desde hace un lustro se viene volcando la consideración filosófico-científica hacia esta kosmo-visión holística. Andamos los humanos, necesitados y en búsqueda del Argumento heroico capaz de arrebatarnos de los adorme- y banalizadores Relatos por muy “ÉTICOS” que nos lo presenten”.
Un punto más de reflexión a resaltar que introduzco para más comprensión de lo ya expuesto. ¿A qué responde la actitud del cura?
No será porque se toma lo anunciado por Jesús como salvación y no como esa novedosa ética que nos salva por nosotros mismos?
Una ética de carácter universal, por ejemplo, sería la montada sobre la acción humana y estética, estos días, por Pepe Mújica en su acogida de presos de Guantánamo. ¿No?
Permítame una breve reflexión, D. Antonio
Si partimos de que el Nuevo Testamento de Jesús con respecto al Antiguo aporta a la humanidad una nueva ética basada en hechos que luego los evangelistas relatan, hemos de considerar que es la ética la que se fundamentaría en la praxis. Con lo cual y para que mejor se me entienda tomemos una de las acepciones a la que, también, nos puede remitir el término estética cual sería la de la “sensibilidad”. Entonces, la conducta que Jesús fustiga en las referidas citas evangélicas, no la fustiga, a mi modo de ver, porque carezca de soporte ético porque si del soporte ético dependiera como, precisamente, es una nueva ética lo que Él viene a implantar, incluso invirtiendo el orden para ceñirlo al del enunciado en el que la estética es la que se fundamentaría en la ética, aun comprendiéndolo así, igualmente, ocurriría que con el soporte ético veterotestamentario sus conductas responderían a años luz de la resultante montada sobre la “nueva ética” que Jesús anunció. (este es el problema subyacente a la cuestión) Es lo que a mi modo de ver reproduce el cura de la parroquia que Vd. nos comenta. No deja de ser su comportamiento una involución en la que la sensibilidad en retroceso se detiene en la mera inmanencia del sujeto. Esta estética es la que el cura proyecta a los ojos de los asistentes como inauténtica y por tanto de ella no puede surgir ninguna ética. Es en el fondo lo que constantemente denunciamos aquí.
Gracias por permitirme entresacar de su artículo esta humilde reflexión. Un cordial saludo
Completando mi intervención anterior y al hilo de la cita de Mt. 6,3 que hace Antonio Rejas, he de decir que Jesús de Nazaret lo tiene muy claro al fustigar las conductas simplemente estéticas sin ninguna base ética. En Mt. 6,5 ss se dice: “No seáis como los hipócritas que gustan orar en pie en las sinagogas y en las plazas para ser vistos de los hombres”; o la parábola del fariseo y del publicano, para resaltar que “algunos confían mucho en sí mismos, teniéndose por justos, y desprecian a los demás” (Lc. 18,9 ss). No hace mucho alguien me comentó que en su parroquia hay exposición del Santísimo todos los jueves y que el cura permanece de rodillas durante la media hora de la exposición, muy visible, delante de todos y con cierta inclinación de cabeza y ojos recogidos, en actitud orante; pero es un cura, me decía, que tiene alergia despiadada a los emigrantes y a los pobres. Ésta es la estética, sin ningún soporte ético, la que hay que denunciar, publicitar sin reparos.
Hola!
Una de las “agachadas de cabeza” (capitis diminutio) que sufren algunos conceptos se debe a que el HABLA de la GENTE sigue la melodía ascendente o decadente de su Cultura.
El Concepto de BELLEZA ha venido a planear bajito en el sinónimo de LINDO.
La ESTÉTICA hubo así quedado en la región de las “LINDEZAS”;
más aun: de las SUPERFLUIDADES
“PRESCINDIBLES“, entonces, sin que haya quien las ame.
……………………………
Lo peor que le puede pasar a algo
* no es que “deje-de-existir”
* sino que perdure en una existencia”banal”: BANALIZACIÓN.
…………………….
Sin entrar en “la filosofía que necesitamos HOY”, me basta considerar la tan antigua aristotélica.
La BELLEZA (pulchrum) era definida como
la “SUPERLATIVA PANTOMIMA DE LA FORMA” (splendor formae).
Era la “FORMA” la que dotaba de esencialidad a la “MATERIA“.
La tal “ESENCIA” (como si fuera la “intimidad” de la cosa) era la que salía “ACTUANDO” a las periferias existenciales.
Recién ahí-entonces se constituía la ETICIDAD de ella.
Pero arquetípicamente primero fue la ESTÉTICA.
…………………….
Entiendo que desde hace un lustro se viene volcando la consideración filosófico-científica hacia esta kosmo-visión holística.
Andamos los humanos, necesitados y en búsqueda del Argumento heroico capaz de arrebatarnos de los adorme- y banalizadores Relatos por muy “ÉTICOS” que nos lo presenten.
Tal vez ¿no?
¡Voy todavía! – Oscar.
Dices, Antonio, “Puede suceder que haya ética, es decir, que se realicen actos basados en una profunda honestidad sin apariencia externa alguna, practicando así lo que decía Jesús ….”que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha” (Mt. 6,3), y tienes razón. Jesús de Nazaret pone el listón muy alto, y eso es el ideal, pero yo he querido enfatizar en mi artículo lo que ocurre con más frecuencia de lo deseable en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia, en la gran mayoría de nuestros clérigos, quienes no tienen en cuenta para nada esa máxima de Jesús. Siguiendo esa máxima, desde luego, es más noble y honesto que se actúe desde la ética sin engreídos aspavientos y ficticias apariencias, pero si no es así, al menos, que haya una coherencia mínima entre estética y ética, porque entonces la estética pierde todo su valor y encanto como posible belleza
El asunto tratado es de gran interés porque es una realidad que afecta a lo cotidiano de la vida. Sin embargo, no comparto plenamente la afirmación hecha en el título del artículo, pues considero que puede existir una situación estética aunque sea totalmente falsa.
La ética, que trata de los actos bien o mal realizados, se manifiesta, en general, a través de la estética que es cambiante porque sus valores tienen mucho de subjetividad, al contrario de la ética que permanece siempre como un valor de la Humanidad. Puede suceder que haya ética, es decir, que se realicen actos basados en una profunda honestidad sin apariencia externa alguna, practicando así lo que decía Jesús ….”que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha” (Mt. 6,3). O sea, pienso que puede haber ética aunque no haya estética. Pero también puede suceder al contrario, y de hecho sucede con frecuencia, que haya estética sin ética. El refrán citado “no es oro todo lo que reluce” entiendo que va en esta dirección, se percibe una cierta formulación estética que brilla, pero al mismo tiempo esconde una falta de ética porque el comportamiento de la persona no es fiel reflejo de sus palabras. Se trataría de un caso de doble moral en el que aparece un posicionamiento estético carente de ética. Por ello, es básico mantener “la coherencia de la ética y la estética”. El caso de JM Valverde pone de manifiesto la existencia de un bello acto estético.
En lo relativo a la institución eclesial como tal, no en todos los clérigos como individuos, hay que decir que la ética brilla por su ausencia, pero reluce con gran intensidad la estética, las apariencias, las formas. Es triste que sea así porque es lo inversamente opuesto al Evangelio que predica. En la actualidad hay un atisbo de esperanza ya que Francisco está en otra onda más abierta y sincera que la mayoría de los miembros que constituyen la cúpula de dicha institución. Lo paradógico de la Iglesia Católica es que da un paso hacia adelante y dos hacia atrás, lo cual produce un inmovilismo que le impide salir de su extremo conservadurismo. Tal vez, en el momento actual se consiga un cierto avance, como sucedió con Juan XXIII, pero ya vendrán otros que no solo frenen la marcha emprendida, sino que inicien un regreso al pasado.
NOTA. Perdón, he cliqueado enviar dos ves por error. Si es posible, ruego rectificación.
El asunto tratado es de gran interés porque es una realidad que afecta a lo cotidiano de la vida. Sin embargo, no comparto plenamente la afirmación hecha en el título del artículo, pues considero que puede existir una situación estética aunque sea totalmente falsa.
La ética, que trata de los actos bien o mal realizados, se manifiesta, en general, a través de la estética que es cambiante porque sus valores tienen mucho de subjetividad, al contrario de la ética que permanece siempre como un valor de la Humanidad. Puede suceder que haya ética, es decir, que se realicen actos basados en una profunda honestidad sin apariencia externa alguna, practicando así lo que decía Jesús ….”que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha” (Mt. 6,3). O sea, pienso que puede haber ética aunque no haya estética. Pero también puede suceder al contrario, y de hecho sucede con frecuencia, que haya estética sin ética. El refrán citado “no es oro todo lo que reluce” entiendo que va en esta dirección, se percibe una cierta formulación estética que brilla, pero al mismo tiempo esconde una falta de ética porque el comportamiento de la persona no es fiel reflejo de sus palabras. Se trataría de un caso de doble moral en el que aparece un posicionamiento estético carente de ética. Por ello, es básico mantener “la coherencia de la ética y la estética”. El caso de JM Valverde pone de manifiesto la existencia de un bello acto estético.
En lo relativo a la institución eclesial como tal, no en todos los clérigos como individuos, hay que decir que la ética brilla por su ausencia, pero reluce con gran intensidad la estética, las apariencias, las formas. Es triste que sea así porque es lo inversamente opuesto al Evangelio que predica. En la actualidad hay un atisbo de esperanza ya que Francisco está en otra onda más abierta y sincera que la mayoría de los miembros que constituyen la cúpula de dicha institución. Lo paradógico de la Iglesia Católica es que da un paso hacia adelante y dos hacia atrás, lo cual produce un inmovilismo que le impide salir de su extremo conservadurismo. Tal vez, en el momento actual se consiga un cierto avance, como sucedió con Juan XXIII, pero ya vendrán otros que no solo frenen la marcha emprendida, sino que inicien un regreso al pasado.
Hay algunos “valores” fundamentales que cuaslquier persona razonable puede si lo desea aceptar sin reparos. Esos valores son: La Bondad, la Belleza, la Justicia, La Verdad, la Compasión y la Libertad. Además se pudiera defender la idea de que en realidad dos de ellos sean radicales, a saber, la Bondad y la Belleza, y que los demás sean como expresiones o formas de ellos. Así, la Justicia y la Compasión lo fueran de la Bondad mientras que la Verdad y la Libertad lo fueran de la Belleza. También se pudiera defender el argumento de que el último o la corona de todos los valores teleológicos lo fuera el Amor Universal, una especie de armonía universal, homeostasis relacional, es decir dinámica pero en relación de equilibrio o balance, estabilidad.
No digo que eso sea probable pero debiera ser la aspiración de cada persona el llegar a vivir “defendiendo el derecho, amando la lealtad, humildemente” (Cf. Miqueas 6, 8, traducción de L. Alonso y J. Mateos). No me refiero al propio derecho sino a la justicia común, no siendo leal pero cooperando la lealtad, no negándose a sí mismo para ser perfecto, sino andando gratuitamente en la verdad (Teresa de Avila) y en la gratitud para que el Universo (o Pluriverso) sea armonioso y apacible, y que entonces cualquier beneficio nos llegue no como dividendo sino “por añadidura” (Cf. Mateos 6, 33).
La determinación de qué sea bueno requiere la continua conversación con los demás, el discernimiento colectivo, y nadie puede llegar a vivir en la Bondad o en la Belleza sin hacerlo relacionalmente, en continuo intercambio con el ambiente. No sé si se puede, como al menos lo ha intentado Boff, en otro hilo, pretender saber cómo será el paradigma que esté surgiendo en nuestro tiempo y, al menos para mí, en este tiempo que pudiera terminárseme pronto. Pero una cosa parece cierta que los paradigmas que rigen el funcionamiento como la personalidad constituyen una realidad permanentemente dinámica y cambiante, como la misms realidad natural.
El Mal es una realidad que en definitivas depende de quien lo agencie pero lo mismo pudiera decirse del Bien. No fuera errado desear y proponerse promover el discernimiento colectivo del Bien Común. No puede ser que sea utópico, inalcanmzable si puede ser imaginable. Y todos podemos desear el Bien, lo Bueno y no tenemos necesidad de desear el Mal. Al menos una cosa parece clara: El Mal es ambas cosas, absurdo e innecesario.
La injusticia es evitable pero para evitarla hay que esforzarse por renunciar a defenderse o a provocar la defensividad atacando. La jurisprudencia propuesta por el Galileo hace que el perdón, que es injusto según la justicia retributiva, se convierta en el derecho inevitable de la víctima. De la meditación de Salvador Santos sobre Marcos me quedé con muchas cosas nuevas, pero entre ellas me conmovió profundamente el imperativo de sdquirir esa mirada de Jesús que penetra lo que parece y desentierra lo permanentemente significante. En última instancia el paso necesario es el de dejar de pretender poseer un territorio propio para pasar a compartirlo.
La existencia debiera concluir no preocupándose por el destino final sino asegurando que se ha entregado sin retener nada de ella para sí, la paz que se haya recibido a lo largo de la vida.
La llamada “muerte” debe consistir en quedarse vacío de paz no en sellar el miedo a la desconocido con el silencio de la entropía final.
La belleza moral consiste en vivir como artesanos de la paz, como pacificadores, un trabajo difícil y laborioso, una lucha que no pocas veces tendrá que ser violenta cuando la injusticia ajena lo haga inevitable, pero que nunca debiera dejarse mover por el odio o por el deseo de venganza.
El único valor o significado atribuible al sufrimiento propio o ajena es que pueda mover a la compasión. Por eso causarlo es siempre maligno e injusto y compadecerlo es obligatorio. Lo primero porque nadie crece o se desarrolla sufriendo sino saliéndose de sí mismo/a para compadecer a otro. Lo segundo porque el único modo de crecer humanamente es compadecer gratuitamente, olvidándose de sí mismo/a, no ser solidario esperando algún dividendo o ganancia y menos la tontera del Paraíso. El único modo.