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Corrupción: su naturaleza y daños

BoffHe sido atacado ferozmente a través de los medios sociales por haber apoyado el proyecto político del PT y de la Presidenta Dilma Rousseff, siempre con el mismo argumento: ¿por qué no reconoce y escribe contra la corrupción? He escrito varias veces sobre el tema en este mismo periódico (Jornal Brasil online). Repaso algunas ideas como respuesta.

Según Transparencia Internacional, Brasil aparece como uno de los países más corruptos del mundo. Entre 91 países analizados, ocupa el puesto 69. La corrupción aquí es histórica, fue naturalizada, considerada como algo natural. Se la ha atacado sólo posteriormente, cuando ya ocurrió y goza de impunidad.

Este hecho solo denuncia la gravedad del crimen contra la sociedad que la corrupción representa. Todos los días se denuncian más y más hechos, como ahora la corrupción multitudinaria y milmillonaria en Petrobras, involucrando a dirigentes, partidos y grandes empresas. ¿Cómo comprender este perverso proceso criminal?

Comencemos con la palabra corrupción. Tiene su origen en la teología. Antes de hablar del pecado original, la tradición cristina decía que el ser humano vive en una situación de corrupción. San Agustín explica la etimología: corrupción es tener un corazón (cor) roto (ruptus) y pervertido. Cita el Génesis: “la tendencia del corazón está desviada desde la más tierna edad” (8,21). El filósofo Kant hacía la misma constatación al decir: «somos un leño torcido del cual no se puede sacar tablas rectas». En otras palabras: hay en nosotros una fuerza que nos incita al desvío y la corrupción es uno de ellos.

¿Cómo se explica la corrupción en Brasil? Identifico tres razones básicas entre otras: la histórica, la política y la cultural.

La histórica: somos herederos de una perversa herencia colonial y esclavócrata que marcó nuestros hábitos. La colonización y la esclavitud son instituciones objetivamente violentas e injustas. Entonces las personas para sobrevivir y guardar una mínima libertad eran empujadas a corromper. Es decir: a sobornar, conseguir favores mediante trueques, peculado (apropiación ilícita del dinero público) o nepotismo. Esa práctica dio origen al jeitinho o picaresca brasilera, una forma de navegación dentro de una sociedad desigual.

La política: la base de la corrupción política reside en el patrimonialismo y en el capitalismo sin reglas. En el patrimonialismo no se distingue la esfera pública de la privada. Los que están en el poder tratan la cosa pública como si fuese suya y organizan el Estado con estructuras y leyes que sirvan a sus intereses sin pensar en el bien común. Hay un neopatrimonialismo en la actual política que da ventajas (concesiones, medios de comunicación) a paniguados políticos.

Debemos decir que el capitalismo aquí y en el mundo es, en su lógica, corrupto, aunque sea socialmente aceptado. Él impone simplemente la dominación del capital sobre el trabajo, creando riqueza con la explotación del trabajador y con la devastación de la naturaleza. Genera desigualdades sociales que éticamente son injusticias, lo que origina permanentes conflictos de clase. Piketti tiene razón. La democracia pretendiendo ser representativa de todos, representa en realidad los intereses de los grupos dominantes y no los generales de la nación. Esta situación configura una corrupción ya estructurada y hace que acciones corruptas campeen libre e impunemente.

Cultural: La cultura dicta reglas socialmente reconocidas. Roberto Pompeu de Toledo escribió en 1994 en la Revista Vea: «Hoy sabemos que la corrupción forma parte de nuestro sistema de poder tanto como el arroz y el fríjol de nuestras comidas». A los corruptos se les considera hábiles y no los criminales que en realidad son. Como regla general podemos decir: cuanto más desigual e injusta es una sociedad y en especial un Estado, más se crea un caldo cultural que permite y tolera la corrupción.

La tendencia a la corrupción se manifiesta especialmente en los portadores de poder. Bien lo decía el católico Lord Acton (1843-1902): «el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente». Y añadía: «mi dogma es la maldad general de los hombres portadores de autoridad; son los que más se corrompen».

¿Por qué eso? Hobbes en su Leviatán (1651) nos indica una respuesta plausible: «la razón de eso reside en el hecho de que no se puede garantizar el poder sino buscando más y más poder». Lamentablemente es lo que ocurrió con sectores del PT (no con todo el partido) y de sus aliados. Levantaron la bandera de la ética y de las transformaciones sociales, pero en vez de apoyarse en el poder de la sociedad civil y de los movimientos para crear una nueva hegemonía, prefirieron el camino corto de las alianzas y de los acuerdos con el corrupto poder dominante. Garantizaron la gobernabilidad al precio de mercantilizar las relaciones políticas y abandonar la bandera la ética. El sueño de generaciones fue frustrado. Ojalá pueda ser rescatado todavía.

¿Cómo combatir la corrupción? Por medio de la transparencia total, por el aumento de auditores fiables que ataquen anticipadamente la corrupción. Como nos informa el World Economic Forum, Dinamarca y Holanda tienen 100 auditores por cada 100.000 habitantes; Brasil solamente tiene 12.800 en total, cuando necesitaríamos por lo menos 160.000. Y luchar por una democracia más participativa, que se hace vigilante y exige entereza ética a sus representantes.

Traducción de MJ Gavito Milano

Un comentario

  • Antonio Vicedo

    Disculpen: Este comentario que sigue no cayó aquí como correspondía, si no en un tema anterior, tal vez por un fallo mio de pegar la copia del borrador equivocadamente. Gracias.
    En esto que suele decirse como de pasada: (“Los que están en el poder tratan LA COSA pública como si fuese suya y organizan el Estado con estructuras y leyes que sirvan a sus intereses sin pensar en el bien común”. – aún por quienes tratamos de aclarar comportamientos y actitudes inhumanas, entraña y manifiesta le identidad del virus o bacteria que,  atacando ya desde la infancia, infecta al SER HUMANO en tanto MATERIA PRIMA SOCIAL.

    Se dice que las palabras las carga  el diablo, y que la medias verdades, son las mayores y peores de las mentiras o falsedades.

    En la cita del  amigo Leonardo, salvada su ineludible buena y válida intención magistral he remarcado ese gazapillo que nos puede orientar sobre la explicación profunda y causal de la corrpción, porque, al decir LA COSA PUBLICA, implicando como PUBLICO a las PERSONAS y las cosas con las que aquellas se relacionan – y aquí puede originarse el sofisma -, ya se está admitiendo conceptualmente  la realidad de corrupción falsificadora de las  PERSONAS.

    Porque en el origen de toda corruptela política está actuando el agente infeccioso de falsear el elemento inalienable IGUALITARIO de TODOS LOS SERES  HUMANOS, permitiendo el reduccionismo cualificativo diferencial en lo específicamente humano.

    Las cosas todas, en realidad, son diferentes y por ello pueden sufrir justamente calificación valorativa diferente, pero no así los seres humanos, a no ser que rompamos el valor y vínculo universal e inalienable de su IGUALDAD en identidad específicamente HUMANA.

    Podría objetarse que también el calificativo PÚBLICO tiene coincidencias con el PERSONALISMO, y así es y debería así ser considerado, pero solo en la medida en que se tratara de las ACCIONES  propias de las CAPACIDADES HUMANAS, sean mentales,laborales  afectivas, artísticas, o placenteras, porque los resultados fácticos de las mismas ya pierden la inalienabilidad del valor personal en tato objetivados, y en ese caso, lo que perduraría como objeto de corrupción o no corrupción serían las RELACIONES entre las PERSONAS y lo hecho (COSIFICADO) por ellas, convirtiéndose esas relaciones en objetivo propio de la Justicia Distributiva, mas que de los privilegios o los remiendos benéficos.