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¿Otro restauracionismo preconciliar?

Castillo¿No tuvimos bastante en la Iglesia con el restauracionismo que Juan Pablo II promovió y defendió con firmeza, durante su largo pontificado, para frenar y –si hubiera sido posible– incluso bloquear el impulso renovador que representó el concilio Vaticano II? ¿No ha quedado patente que aquel intento ha desembocado en un alejamiento mayor de la Iglesia en sus relaciones con la cultura de nuestro tiempo? A estas alturas, hay motivos fundados para pensar que aún no hemos reflexionado a fondo lo que ha significado para la Iglesia el hecho de que un papa teólogo, de la talla de Benedicto XVI, se haya visto en la apremiante necesidad de tener que presentar su renuncia al papado. Sea cual sea el motivo determinante por el que el papa Ratzinger tomó semejante decisión, parece razonable pensar que Benedicto XVI se vio en la apremiante urgencia de dejar el gobierno de la Iglesia en otras manos porque, sin duda alguna,  él vio que la situación no podía ponerse peor de lo que ya estaba. A partir de entonces, el conclave que eligió a Francisco se dio cuenta de que la Iglesia necesitaba un rumbo nuevo. Y, a la vista de todo lo que ha sucedido, ¿vamos a tener el atrevimiento de tropezar dos veces en la misma piedra?

Pues sí. Efectivamente, da la impresión de que hay quienes se aferran al empeño por repetir la misma historia. Como es bien sabido, ya no es un secreto para nadie que cinco eminentes cardenales (Müller, Caffarra, De Paolis, Brandmüller y Burke) han buscado el apoyo del ex-papa Ratzinger para que les ayude en su intento de corregir el nuevo proyecto de papado y de Iglesia que estamos viendo en el papa Francisco. Se sabe también que Benedicto XVI se negó a aceptar las pretensiones de los cinco purpurados. Y no contento con eso, avisó de inmediato a Bergoglio que se pusiera en guardia por lo que se le venía encima con las pretensiones de los cinco cardenales mencionados y del “bloque preconciliar” de Iglesia que, sin duda, esos purpurados representan.

¿Ha quedado todo resuelto con este intento frustrado de un más que probable enfrentamiento de cinco importantes cardenales con el papa Francisco? Nada de eso. Después del fracaso de los mencionados cinco cardenales, los purpurados han seguido, erre que erre, en su empeño. Y ahora, lo que han hecho ha sido publicar un libro, en el que colaboran los cinco, y del que con razón advierte el profesor A. Torres Queiruga que estamos ante una “sorpresa mayúscula”, incluso ante un “escándalo”. ¿Por qué? Sin duda, los cinco eminentes eclesiásticos (y el bloque preconciliar de Iglesia, que ellos representan) están persuadidos de que el proyecto pastoral de cercanía al Evangelio, y al sufrimiento de los pobres y excluidos de este mundo, será un proyecto “enteramente responsable” si “presupone una teología que se abandona a Dios que se revela, presentándole el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad” (Card. G. L. Müller).

Si yo me he enterado bien, estas palabras del Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, vienen a decir que el papa actual, con sus gestos de profunda humanidad y cercanía a los que sufren, da pie para pensar (y decir) que no presupone  “una teología que se abandona a Dios”, ni le presenta así (a ese mismo Dios) “el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad”. ¿Se puede hacer semejante insinuación contra el papa y quedarse tan fresco? ¿No sospecha este eminente cardenal que así, al decir eso, lo que en realidad está indicando es que hasta el papa se tiene que someter a lo que piensa el cardenal prefecto del Santo Oficio?

Al hacer estas preguntas, estoy afrontando un problema bastante más serio de lo que algunos se imaginan. Porque, echando mano de argucias teológicas de este calibre, lo que en realidad se pone al descubierto es que el Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe le está diciendo a la Iglesia que al Papa se le acepta, en sus enseñanzas y en su forma de proceder, en la medida (y sólo en la medida) en que el Papa dice y hace lo que a este Cardenal (y a sus colegas) les parece bien que se debe decir y enseñar. Pero, entonces y si es que eso es así, ¿no estamos haciendo trizas la tradición secular de la Iglesia y las enseñanzas de los concilios Vaticano I y Vaticano II (Denz.-Hün. 3060; LG 22) cuando nos han explicado la naturaleza y la razón de ser del Romano Pontífice?

No estoy alambicando sobre el sexo de los ángeles o cosas parecidas. El momento, que estamos viviendo en la Iglesia, es mucho más grave de lo que seguramente muchos piensan. El problema de fondo del Vaticano II se repite. Y, de la misma manera que sucedió entonces, la resistencia al cambio se hace fuerte, seguramente más fuerte de lo que imaginamos. El papa Francisco quiere a toda costa una Iglesia que viva el Evangelio, cercana al sufrimiento humano y dispuesta, ante todo, a remediar los dolores, humillaciones y violencias que azotan sobre todo a los más débiles. Y es decisivo comprender que Francisco quiere una Iglesia entregada a semejante tarea aun cuando para ello sea necesario anteponer el logro de la felicidad de los que más sufren a tradiciones, normas y rituales que, en definitiva, lo que consiguen es tranquilizar conciencias satisfechas por sus “ortodoxias” y sus “observancias”.

Al decir esto, estamos tocando el nudo del problema. Si las quince enfermedades, que Francisco explicó y aplicó a los hombres de la Curia, en su discurso del pasado día 22, son la expresión de lo que realmente ocurre en el Vaticano, se comprende perfectamente que, en las oficinas de la Curia, abunden los funcionarios eclesiásticos (de todos los rangos) que no pueden comprender el genuino carácter cristiano de los dogmas y de las confesiones de fe. Porque se trata de personas que, en las dignidades, cargos y privilegios alcanzados, se han situado en un status que, si quieren mantenerlo, por eso mismo  no pueden comprender que “el genuino carácter cristiano de los dogmas de fe está en la peligrosidad crítica y liberadora, y al mismo tiempo redentora, con la que actualizan el mensaje” de Jesús, de forma que “los hombres se asusten de él y, no obstante, se vean avasallados por su fuerza” (J. B. Metz; cf. D. Bonhoeffer).

Así las cosas, yo entiendo perfectamente que estemos ante un nuevo y desesperado intento de restauracionismo preconciliar.  Como entiendo igualmente que mucha gente piense en el papa Francisco como un hombre amenazado. Tan amenazado como la unidad de la Iglesia. Y, por tanto, el futuro de esta Iglesia a la que queremos de verdad. Una Iglesia en la que no pretendemos ser más papistas que el papa. Y en la que siempre, y en cualquier caso, aceptamos al sucesor de Pedro, coincida o no coincida con nuestros puntos de vista.

6 comentarios

  • X. Gundín

    Se pregunta Castillo si viene otro restauracionismo preconciliar y remacha preguntándose tambien si vamos …. a tropezar dos veces en la misma piedra.
     
    No creo sea otro (distinto, nuevo, diferente…) restauracionismo. Es el mismo de siempre. Masivo, poderoso, incansable. Únicamente cambian las formas en que actúa, dependiendo de la relación de fuerzas o, mejor dicho, de la fuerza de su posición.
     
    Consecuentemente, no es un nuevo tropezón, no tropezareis dos veces en la misma piedra, sino que nunca dejais de tropezar en ella. Estais encadenados a ella…..hasta que decidais romper la cadena.
     
    Si el papa es de los suyos, muy bien. Y si no, peor para el papa.

  • Antonio Vicedo

    Si tiramos del hilo histórico, ya tan largo, que nos lleva al principio, vamos encontrando que en cada bucle, o apariencia de nudo, (algunos muy difíciles de deshacer y otros solo pasados, camuflándoles por herméticamente apretados),constatamos que la situación conflictiva es altamente simple, pues se trata de choques, o casi, entre QUIEN es PODER y quienes, porque no lo tienen como ser, pretenden falsamente optar por poder llegar a TENER-LO, si decididamente lo intentan sin hacerle ascos a la realidad en la que se concreta la Verdad, optando por la mediación de la falsedad.
     
    ¿No fue esa la práctica dialéctica en en arquetípico Paraíso?
     
    ¿Acaso aún nos pueden quedar dudas de que el Fruto Prohibido era el propio del Arbol de Vida del Absoluto PODER que para las Imágenes y Semejanzas no ES comida de Vida, sino de muerte, si falsamente se muerde?
     
    ¿Es otra cosa toda la narración bíblica que la escenificación de ese constante empeño por enfrentar la realidad del PODER con la pretensión de apropiárselo, siquiera sea de un modo representativo, o delegado por quienes nunca podrán ser PODER?
     
    ¿Qué son las líneas bíblicas del profetismo (Palabra de Dios proclamada por bocas sencillamente humanas) y la  sacerdotal (palabra humana “sacralizada” en gestos y normas de quienes han llegado a considerarse falsa, por exclusiva o primordialmente) representantes del PODER DIVINO?
     
    Como la cosa en forma de pandemia  humana que, a veces daba falsas muestras de epidemia o de simple infección restringida en ámbitos diversos de la Humanidad, permanecía como herencia adictiva, que ha llegado a llamarse Pecado Original, los profetas de todos los tiempos proclamaban los resultados analíticos, indicaban los remedios terapéuticas y anticipaban la Utopía  que fomentando y orientando esperanzas ofrecía en el tiempo la realidad de la humanización de la Humanidad en lo que estos días hemos considerado y celebrado (aún inconscientemente) naciendo EL MESÍAS  como real HUMANIZACION DE DIOS, PALABRA real divina, en gestos de realidad insignificante humana infantil: NIÑO envuelto en pañales y recostado en un pesebre, con destino a darse por entero  expoliado en una cruz.
     
    No se trató, por voluntad divina, si al testimonio y mensaje de Jesús conservado en ese conjunto de reconstrucción paradisíaca, damos credito histórico y de fe, mas que de reponer en claro que el PODER es cosa de Dios y lo sigue como escondiendo en su trato con quienes son su imagen, semejanza e hij*s para que la orientación de nuestras vivencia pertenezca solamente a la verdad de nuestra natural condición: “-A nadie consideréis, ni llaméis Padre sobre la Tierra, pues uno solo es vuestro Padre Celestial”, y tod*s vosotr*s sois igualmente herman*s”, por eso, entre yo y vosotr*s y entre vosotr*s mutuamente lo único que constituye verdadera vida, es el AMOR, en coordenadas equivalentes de libertad y responsabilidad.
     
    L que nos sigue asombrando, o no tanto, es lo que aporta aquí José Mª como real problema de casi insalvable momento dialéctico vaticano entre verdad y falsedad; entre poder y humanidad; entre profetismo y casta sacerdotal (Que ni casi a esta sacralidad llega, pues el cardenalato no tiene base sagrada, sino solo de poder delegado) hasta extremos de conflicto vital, o mas bien mortal, del que la amenaza se cierne, en terreno y ambiente  de BUENA NUEVA para la Humanidad, especialmente para aquella parte de ella en la que de menos humanidad los seres humanos disponen.
     
    A Francisco le corresponde la máxima coherencia vital respecto de aquello de Jesús:-Si camino del altar con tus ofrendas te percatas de que tu herman* tiene algo contra tí, deja allí la ofrenda y vete a donde tu herman* y arreglad vuestro asunto; solo después acercate al altar con tus ofrendas; y esto mismo recordárselo a todos esos tan preocupados por llegar, y hacerlo antes que nadie, al altar que no lo es del verdadero Dios, sino del Becerro del falso poder.
     
    Porque misión tenemos de iluminar, condimentar y fermentar tod*s l*s que  intentamos seguir al Jesús, en quien se cumplieron y cumplen todas las Profecías, y sigue diciéndonos que somos  levadura, sal y luz del mundo, para que la Humanidad pueda llegar a ser humana, conociéndolo a Él y por ÉL y en ÉL, al ABBÁ= Mamá-Papá. ahora escondido e inasequible.

  • Pascual

    Si nos metemos por las páginas de ciertos profetillas en la red, veremos que efectivamente dentro y fuera de ella abundan infinidad de detractores de Su Santidad el Papa Francisco y sus aires renovadores del más puro Evangelio. Pero es que si nos dedicamos a emplear el tiempo en leer lo que dicen sus detractores nos encontraremos con un cúmulo de sofismas, en el mejor de los casos, o de planteamientos humanos corroborados con citas de documentos clericales que a día de hoy no se tienen en pie; y no saben que en la mismísima liturgia ancestral “ya” existen elementos liberadores de lo que el Santo Padre hace explícito en sus palabras y en sus contactos. Por ejemplo: el nuevo ecumenismo no es el de siempre, “Pedro mandando y todos a callar”, no; el ecumenismo de hoy es “todos reunidos en la misma mesa de Jesús. Sin más farfolla, sin más hojarasca, sin más protocolo”. Y que en la Sagrada Eucaristía, la misa, para entendernos, hay fórmulas de perdón por las que puedes ir más limpio que una patena a recibir el Sacrosanto cuerpo de Cristo junto a tu compañera de turno sin la licencia de Muller ni de Kasper, porque la Eucaristía es la “buena gracia” sanadora e impulsora de vitalidad cristiana. Y la gracia es gracia no es mérito. Y Jesús no vino a juzgar sino a atender a los más necesitados. O ¿qué se han creído estos nuevos redentores? ¿Hacer otra nueva pira con el Giordano Bruno de turno y canonizar a los Belarminos justicieros? ¡Eso ya pasó! Y mal que les pese, este movimiento, con Pedro y sin Pedro (Francisco) es ya imparable. No sé si se enterarán: imparable.

  • George R Porta

    Olvidé, me lo perdonaréis, que el Dr. Castillo haya a su vez olvidado aquello de la sabiduría popular de que el ser humano sea el único que mete su “pata” en el mismo agujero más de una vez, o que tropiece con la misma piedra muchas veces. Gracias por la poaciencia.

  • George R Porta

    “Copio y pego”: A estas alturas, hay motivos fundados para pensar que aún no hemos reflexionado a fondo lo que ha significado para la Iglesia el hecho de que un papa teólogo, de la talla de Benedicto XVI, se haya visto en la apremiante necesidad de tener que presentar su renuncia al papado. Sea cual sea el motivo determinante por el que el papa Ratzinger tomó semejante decisión, parece razonable pensar que Benedicto XVI se vio en la apremiante urgencia de dejar el gobierno de la Iglesia en otras manos porque, sin duda alguna,  él vio que la situación no podía ponerse peor de lo que ya estaba. A partir de entonces, el conclave que eligió a Francisco se dio cuenta de que la Iglesia necesitaba un rumbo nuevo. Y, a la vista de todo lo que ha sucedido, ¿vamos a tener el atrevimiento de tropezar dos veces en la misma piedra?
    1: Estos son los retruécanos teológicos que me dejan embrollado a mi avanzada ancianidad: “¿O Benedicto sabía por qué renunciaba o no importa cual fuera la razón por la cual renunciaba”?
     
    2. Es razonable pensar que a  Francisco lo eligieron los que pensaron que no tenían nada que temer porque Benedicto vio que no querían cambiar y que cualquier cosa que él hiciese fuera inútil ¿o no?
     
    3. Benedicto tenía su capillo lleno de cenizas sucias por su carrerista complicidad con toda la porquería hecha a espaldas de JPII, a quien cuestiono sus virtudes heroicas, porque él mismo, Ratzinger, se sintió el “Deseado de los Pueblos” y quizás le advirtieron en algún momento: “Mira matar al Masiel (no recuerdo cómo se deletrea si con ese o con ce) Degollado ya está bien. Mueves un dedo más y te “vatiliqueamos” toda la porquería que podamos aunque nos vayamos todos al Infierno”.
     
    4. Benedicto quería su castillín en los Giardini y renunció.
     
    5. Con el Porteño Don Paco, a los rojos de la Curia y a los negro-rojos y a casi todos, se les escapó el tiro por la culata del arcabuz y los tiempos ya no parecen que puedan ser los mismos.

  • Román Díaz Ayala

    Con la felicitación propia de estas fiestas para la familia de Atrio,
    me ha parecido oportuno comentar la reflexión de J.M. Castillo, y tratar de eliminar en lo posible esa impresión de que el herano Francisco se ha convertido en un solitario francotirador quien desde su parapeto apunto bien a sus objetivos.
    Francisco es para mi  un exponente ( aunque esté en sus manos hacer muchas cosas, que la mayoría no podría jamás) de una corriente profunda que está cambiando a “todo” el mundo cristiano, incluyendo no solamente al catolicismo, sino a las restantes confesiones
    Existe por un lado el movimiento de resistencia, pero que no explica enteramente lo que nos esté sucediendo.
    Resulta que los trenes necesitan de una vías construidas de antemano, y todo el empuje, se reduce a seguir tales trazados, pero muchas veces conducen a lo que llamamos vías muertas
    Para llegar hace falta algo más que una fuerza y el movimiento, sino un destino claro.
    El protestantismo en América tambien  está sufriendo lo que en el campo católico llamamos el restauracionismo  vaticano. Allí el Neo-pentecostalismo y la economía de mercado son la conjunción de dos ideologías muy peligrosas en la construcción de una “teología de la riqueza” destructora de los valores evangélicos.
    “el genuino caracter cristiano” de la verdad evangélica, conlleva un valor de redención total ( integral) de las personas.
    Francisco actualiza el mensaje.