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Carisma y carismáticos: ¿qué energía es esa?

BoffCarisma, carma, Crishna, Cristo, crisma y caritas poseen la misma raíz sánscrita kri o kir. Significa la energía cósmica que acrisola y vitaliza, penetra y rejuvenece todo, fuerza que atrae y fascina los espíritus. La persona no posee un carisma, es poseída por él. La persona, sin ningún mérito personal, se ve tomada por una fuerza que irradia sobre otras, haciendo que queden estupefactas: si están hablando, se callan; si están entretenidas en alguna cosa, pasan a prestar atención a la persona carismática. El carisma es algo sorprendente. Está en los seres humanos, pero no viene de ellos. Viene de algo más alto y superior. Nietzsche cuenta que cuando paseaba por los Alpes se sentía poseído por una fuerza que le hacía escribir. Era otro que se servía de él. Tomaba su cuaderno y en él escribía lo mejor de sus intuiciones.

Los antropólogos introdujeron una palabra sacada de la cultura de Melanesia: mana. La personalidad-mana irradia un poder extraordinario e irresistible que, sin violencia, se impone a los demás. Atrae, entusiasma, fascina, arrastra. Es el equivalente de carisma en nuestra tradición occidental.

¿Quiénes son los carismáticos? En el fondo, todos. A nadie le es negada esa fuerza cósmica de presencia y de atracción. Todos cargamos con algo de las estrellas de donde venimos. La vida de cada persona está llamada a brillar, según dice un cantor, a ser carismática de una u otra forma. Bien decía José Marti, un pensador cubano de los más agudos de América Latina: Hay seres humanos que son como las estrellas, generan su propia luz, mientras otros reflejan el brillo que reciben de ellas. Algunos son Sol, otros, Luna. Nadie está fuera de la luz, propia o reflejada. En fin, estamos todos en la luz para brillar.

Pero hay carismáticos y carismáticos. Hay algunos en los cuales esta fuerza de irradiación implosiona y explosiona. Son como una luz que se enciende en la noche. Atraen todas las miradas.

Se podía hacer desfilar a todos los obispos y cardenales delante de los fieles reunidos, podía haber figuras impresionantes en inteligencia, capacidad de administración y celo apostólico, pero todas las miradas se fijaban en Dom Helder Câmara cuando todavía estaba entre nosotros, portador eminente de carisma. Su figura era insignificante. Parecía el siervo sufriente sin belleza ni adorno. Pero de él salía una fuerza de ternura que unida al vigor de su palabra se imponía suavemente a todos.

Muchos pueden hablar, mejor coma y hay buenos oradores que atraen la atención, pero dejen hablar al obispo emérito de São Felix do Araguaia. Su voz es ronca y a veces casi desaparece. Pero en ella hay tanta fuerza y tanto convencimiento que la gente queda boquiabierta. Es la irrupción del carisma que hace que un obispo frágil y débil parezca un gigante. Hoy sin casi poder hablar a causa de un fuerte Parkinson, sus escritos y poemas tienen la fuerza del fuego. Es un eximio poeta.

Hay políticos hábiles y grandes administradores. La mayoría maneja el verbo con maestría. Pero hagan subir a Lula en la tribuna delante de las multitudes. Empieza hablando bajo, asume un tono narrativo, va buscando el mejor camino para comunicarse. Y lentamente adquiere fuerza, irrumpen conexiones sorprendentes, la argumentación adquiere su armazón adecuada, el volumen de voz alcanza altura, los ojos se incendian, los gestos modulan el habla, en un momento dado todo el cuerpo es comunicación, argumentación y comunión con la multitud que de bulliciosa pasa a silenciosa y de silenciosa a petrificada, para, en el punto culminante, irrumpir en gritos de aplauso y entusiasmo. Es el carisma haciendo irrupción. Poco importa la opinión que podamos tener de sus ocho años de gobierno. En él no se puede negar la presencia del carisma.

No sin razón Max Weber, estudioso del poder carismático, lo llama «estado naciente». El carisma parece que hace nacer, cada vez que irrumpe, la creación del mundo en la persona carismática o personalidad-mana. La función de los carismáticos es la de ser parteros del carisma latente dentro de las personas. Su misión no es la de dominarlas con su brillo, ni seducirlas para que los sigan ciegamente, sino despertarlas del letargo de lo cotidiano. Y, despiertos, descubrir que lo cotidiano guarda en su interior secretos, novedades, energías ocultas que siempre pueden despertar y dar un nuevo sentido de brillo a la vida, a nuestro corto paso por este universo.

Que cada cual descubra la estrella que dejó su luz y su rastro dentro de él. Y si fuera fiel a la luz, brillará y otros lo percibirán con entusiasmo.

Leonardo Boff escribió Meditación de la Luz, Vozes 2010.
Traducción de Mª José Gavito Milano

4 comentarios

  • Dracir Abad

    Abundando sobre mi línea de reflexión, permítaseme comentar que si algo parece que sea importante es la libertad que se aprende a base de ejercerla, que no es congenital, ni se puede asegurar que sea exclusivamente humana (por la imposibilidad de saber sin proyectarnos en ellos si los animals o las plantas ejercen algún grado de la misma) y cuya capacidad  más bien se nos arruina temporalmente con el condicionamiento de la educación primaria o elemental en la familia o la escuela hasta que pasada la turbulencia adolescente cada uno comienza a discernir y a optar en la vida.
    La libertad, además parece aprenderse dinámicamente a través de las tonalidades de la personalidad y ésta seguirá siendo condicionada en mayor o menor medida según la intensidad de la propia experiencia personal, la agresividad ambiental para reducir la individualidad característica, las cualidades del medio cultural en general, etc. Por ese camino, la libertad será aprendida al ejercerla en tensión dinámica con todos esos factores. Esa es la causa de que en tratar de encontrarla aún haya quien no vea más opción que la de aceptar la esclavitud del tráfico humano de la industrial sexual, la compraventa de los empleos, etc.
    Los carismas no necesitan ser vistos como algo sideral, o extraterrestre o sobrenatural en su naturaleza u origen. Tampoco lo contrario, solamente a través de la neurología, la psicología o la neurofilosofía—que está cobrando auge—y por eso ya es suficiente conocer “la realidad” inmediata que no debiera dejar tiempo para exploraciones alienantes como la de investigar lo imaginario mientras haya un/a persona pobre, enferma, deshumanizándose, o particularmente doliente sobre el planeta.
    Si un significado tiene el sufrimiento es que motive a la compasión (conversion) en las personas que le observen o descubran, sacándolos de estas absorciones metafísicas escapistas o fugaces que es el lujo de quienes puedan llevar una vida totalmente al margen de la realidad cuando su servicio fundamental viene definido precisamente por el estar inmersos en la realidad a mano, en el Mundo inmediato.
    Otros, los contemplativos/as tienen otras posibilidades, pero no los/las seglares, no las gente del mundo y desde luego los escogidos de las elites.
    La drogadicción, incluido el  “trabajolismo” (que yo sepa no existe una palabra en castellano para la adicción al trabajo o empleo) pueden ser sin duda opciones pero no resultado de la libertad sino de los condicionamientos y sobre todo de la imposibilidad de tolerar la libertad de optar por acoger en lugar de controlar o poner riendas a la vida.
    La realidad exige de nosotros/as tanto el cumplimiento de los deberes que se vayan sintiendo como el disfrute de los placeres que se reconozcan a la mano. Pero tomarse la iniciativa de rechazar o abandonar los primeros o escoger los segundos a expensas de éstos es más bien resultado de la frustración y pudiera ser simplemente un acto de rebeldía (que siempre es violenta aunque lo sea pasivamente a la Ghandi), cosa que no es imposible o errónea pero que requiera discernimiento.
    La vida parece que traiga de todo y que sea cierto que a cada día le baste su afán (no es frase mía) sino de algún evangelio (v. gr. Mateo 6, 25-34).
    La libertad que se aprende y (por eso siempre será incompleta requiriendo discernimiento y además relativa por las limitaciones condicionantes) que solo la Verdad parece propiciar según se la vaya descubriendo (porque siempre será un conocimiento superable e incompleto en cada experiencia personal) en su progreso propio al andar viviendo, consiste en vivir el momento presente.
    Escoger qué se viva de ese presente por iniciativa propia es más bien una especie de reventar las ataduras que le hacen a la persona sentirse esclavo de los condicionamientos porque remite a al interior de sí mismo, quizás a la soberbia del fantasioso ser dueño del propio destino en la pura autonomía, lo contrario de la solidaridad y del “en todo amar y servir” que acuñó Ignacio y que proponía Jesús de Nazaret.  
     

  • oscar varela

    Hola!
     
    Leo:
    -“Que cada cual descubra la estrella que dejó su luz y su rastro dentro de él.“-

    Pienso algunas cositas:

    1.- “la estrella que dejó su luz y su rastro dentro.”
    Es toda la Evolución y la Historia pujante a mis riñones.
    Conviene averiguarla, más hoy, que la Ciencias Arqueológicas, Bióticas y de la Historia nos ofrecen super-abundantísima Info.

    2.- “Que cada cual descubra …“-
    El método de des-cubrimiento más eficaz y válido es el de Ensayar -con cuidado- pero Ensayar – sin Miedos.
    …………………..

    En cuanto a la Pregunta del Título:
    ¿qué energía es esa?
    yo diría:
    a) insoslayable
    b) imprescindible
    c) polivalente (dislocada)
    d) peligrosa.

    ¿Ok?

    ¡Voy todavía! – Oscar.

  • Dracir Abad

    ¿Para qué hay que comprender todo? No parece que alguien pueda tener conocimiento absoluto o total y menos aún que lo alcance en una vida. ¿Por qué eso es de esa manera? Quién lo puede saber con absoluta certeza, pero lo que no es conocible quizás lo es porque no sea necesario conocerlo. El Espíritu, Dios, la finalidad de la Vida o el propósito de que esta sea finita, son ejemplos.
    En cambio el sufrimiento y la alegría que estén ocurriendo en este momento presente deben ser objeto de compasión o de disfrute al menos porque no haya razón para que se pierdan.
    El conocimiento solamente puede aumentar o disminuir cuando al menos va mezclado con error o es insuficiente. Conocimiento que es final, no puede variar. Un ejemplo es lo que conozco del pasado. Ese conocimiento aunque pueda ser irrelevante ya no puede cambiar.
    Algunas realidades siguen siendo suposiciones que no pueden ser aprehendidas con el conocimiento. Por ejemplo, nuestra imaginación—o la de Platón—de lo espiritual. Parece que ni Platón ni nosotros pudiéramos alcanzar certidumbre de ello.  
    ¿Por qué cuesta esperar sin ceder al impulso de dominar conociendo, nombrando, describiendo, explicando? Hay algunas realidades como la enfermedad que deben ser objeto de la exploración a fin de evitar el sufrimiento que causan pero las grandes preguntas sobre la causa y la finalidad de la existencia no requieren una respuesta porque no pueden tener la respuesta definitiva. .
    El hambre, la pobreza, el maltrato a la naturaleza, la guerra, la ignorancia…esas son realidades a las que hay que aplicarse a fin de erradicarlas.
    ¿Qué cambiará del sufrimiento del mundo después de que se pueda dictar una conferencia sobre los carismas o las religiones?
    Es arrogancia, soberbia, pretender explicar lo que, para comenzar, es posible pero es en modo alguno comprensible: Por ejemplo la noción o concepto de la divinidad.

  • Nacho Dueñas

    “Carisma, carma, Crishna, Cristo, crisma y caritas poseen la misma raíz sánscrita kri o kir. Significa la energía cósmica que acrisola y vitaliza, penetra y rejuvenece todo, fuerza que atrae y fascina los espíritus”.
     
    Muy significativo. En efecto, según Boff, el término sánscrito kri o kir es la energía cósmica. Lo que en el taoísmo es el tao y el chi (aquel como dinámica y este como sustancia). Lo curioso es que del termino sánscrito salgan palabros como carisma, karma, Cristo, Krisna o caritas.
    Yo entiendo esto como que el arjé constitutivo (y la ciencia moderna presenta serias concomitancias, lease a Capra, Prigogine, Bateson y otros varios), que es la energía, y la que configura nuestro talante (carisma), nuestra vidas sucesivas (karma), nuestro teísmo antropomorfo (Cristo) o el de los orientales (Krisna), así como el amor (caritas).
    En efecto, creo que hay que avanzar a la superación del teísmo antropomorfo como aportación indudable del salto cualitativo de la humanidad, y yo diría que, consciente o no, el bueno de Leonardo Boff va por ahí.
    Un abrazo a todos.
    Nacho.