Este artículo de los filósofos marxistas españoles Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero fue reproducido el 15 de Mayo en Rebelión, a partir de su publicación en la revista católica Exodo. Todo un símbolo de cómo un cristianismo progresista vuelve a estar siendo considerado muy seriamente por la izquierda marxista. El artículo requiere una lectura atenta. Pero esperamos que pueda interesar mucho a quienes en ATRIO están tratando de temas muy relacionados.
La verdad es que la idea de que la pequeña propiedad evoluciona hacia el capitalismo es un retrato exacto de lo que prácticamente no sucede nunca (…) El capitalismo es un monstruo que crece en los desiertos.
G.K. Chesterton.
El pasado 22 de marzo llegaron a Madrid las llamadas “marchas de la dignidad”, dando lugar a una de las concentraciones ciudadanas más masivas de la historia de la democracia. No cabe duda de que ese clamor popular reclamaba ante todo un cauce político que, sin embargo, no se acaba de encontrar. Se acumula indignación, rabia y desesperación. Mucha energía que anda a la búsqueda de un procedimiento para plasmarse en alguna realidad capaz de dar un vuelco a este panorama político de pesadilla. El FRENTE CÍVICO y PODEMOS lo han intentado. No sabemos lo que ocurrirá con estas iniciativas o con otras semejantes. Tarde o temprano alguna de ellas cuajará y cambiará radicalmente el espectro político del bipartidismo. Mejor sería temprano que tarde, porque, de lo contrario, el fascismo podría tomar la delantera y hacer a su manera lo que la izquierda no supo hacer.
Sinceramente, yo no tengo ninguna buena idea 1 . Estas líneas no pueden tener otro sentido que el de mostrar mi admiración y mi agradecimiento por todas y todos los que se están dejando la vida en el intento. La solución no va a llovernos del cielo. Los que están intentando articular una respuesta política sólida y eficaz, pueden equivocarse y pueden fracasar una y mil veces, pero están haciendo lo que hay que hacer.
Quería sólo llamar atención sobre dos peculiaridades de la encrucijada política en la que nos encontramos. Se trata de un momento crítico muy peculiar, en el que, por un lado, lo tenemos más difícil que nunca y, por otro, más fácil que nunca.
Empecemos por lo difícil. Lo tenemos difícil porque, desde los años 80 y ahora más aún con la crisis económica, los poderosos más ricos del planeta han pasado a la ofensiva y han emprendido una revolución. Sí, ahora los revolucionarios son ellos; son ellos los que están dispuestos a acabar con todas las instituciones que sostienen la vida humana dentro de unos cauces normales de decencia y dignidad. Ni el nihilismo anarquista más radical había llegado nunca tan lejos. Con tal de de salvar los intereses de un capitalismo financiero de casino, están dispuestos a convertir este planeta en un desierto, a matar de hambre a la mitad de la población mundial, especulando en el mercado de los alimentos más básicos, a demoler todas y cada una de las conquistas que las luchas revolucionarias de dos siglos han ido plasmando en eso que se llama el Estado de Derecho (que no es algo que nadie nos hayan regalado, sino algo que es sin duda muy precario y muy imperfecto, pero que ha sido arrancado a los poderosos con mucha lucha, mucha sangre y muchos muertos). En suma, la revolución de los ricos contra los pobres está amenazando todo lo que podríamos llamar “civilización”. Y lo tenemos, por tanto, muy difícil, porque -como decía el magnate Warren Buffet- estos salvajes revolucionarios van ganando y podríamos decir que van ganando por goleada.
Sin embargo, al mismo tiempo, lo tenemos más fácil que nunca. Y esta es nuestra gran oportunidad. Porque ahora que los revolucionarios suicidas, nihilistas y salvajes son ellos, ahora que son ellos los terroristas, nosotros podemos empezar a defender cosas muy de sentido común. Las marchas de la dignidad se aproximaron a Madrid con reivindicaciones muy elementales y comprensibles: NO AL PAGO DE LA DEUDA; PAN, TRABAJO Y TECHO; NI UN RECORTE MÁS.
Es más: en esta situación revolucionaria en la que nos encontramos, nosotros podemos incluso aprovechar parar volvernos muy conservadores. El hombre no puede rebelarse si no es conservador -decía Chesterton-, al menos “tan conservador como para haber conservado alguna razón para rebelarse”. Cambiar siempre es un riesgo y los cambios revolucionarios son, para la mayor parte de la gente, un riesgo demasiado grande. Por eso la izquierda siempre tuvo muy difícil extender su hegemonía entre la población. Pero ahora que los revolucionarios son los ricos más poderosos, la izquierda puede muy bien trabajar por el sentido común. Merece la pena conservar la escuela pública, la sanidad pública, el derecho a una pensión, a una vivienda, a un trabajo. Podemos, ante todo, insistir en que hay cosas en este mundo muy merecedoras de ser conservadas . Por ejemplo, hay una cosa que hay que conservar a cualquier precio, una cosa que es tan importante que vale más que la propia vida: la DIGNIDAD. Porque sin dignidad no merece la pena vivir. Los hombres no quieren conservar la vida a cualquier precio. Por encima de la vida, quieren, ante todo, conservar aquello que hace a la vida digna de ser vivida. Por eso, las marchas de la dignidad no podían haber encontrado un nombre mejor.
Esto nos tiene que hacer recordar que en la izquierda, seamos comunistas, anarquistas, anarcosindicalistas, trotskistas, maoístas o del frente judaico de liberación, ante todo siempre hemos sido luchadores por un orden político de la dignidad: lo que la filosofía llamó un orden republicano, en el que los individuos sean libres, iguales y fraternos. Es decir, ciudadanos independientes civilmente, que no tengan que pedir permiso a nadie para existir con dignidad. Desde luego, para cumplir este último requisito –que es precisamente lo que exigía la idea de fraternidad, ya que se trataba de dejar de depender de cualquier tipo de “padre”, “amo” o “señor”–, hacen falta condiciones materiales de existencia, precisamente esas condiciones materiales que el capitalismo destruyó e imposibilitó, al expropiar a la población de sus medios de producción 2 . De ahí que, según pensamos algunos 3 , cualquier proyecto políticamente republicano, se ve inevitablemente forzado a ser anticapitalista. Y entonces, en efecto, la radicalidad de los medios contrasta con la posible moderación de los objetivos. Somos antisistema para salvar un sistema, el sistema republicano del sentido común político más elemental. Somos radicales anticapitalistas para poder ser conservadores y reformistas.
He nombrado antes a PODEMOS y al FRENTE CÍVICO porque creo que son dos iniciativas políticas que han entendido perfectamente el problema. Podríamos decir, incluso, que los tiempos han demostrado que, en realidad, quien siempre ha tenido razón desde hace ya tres décadas ha sido Julio Anguita, el único político de izquierdas, por cierto, que ha tenido en este país posibilidad real de ganar alguna vez las elecciones (y bien que se empecinaron en impedirlo desde el grupo PRISA). No hay que inventar la pólvora, nos decía Anguita ya en los años ochenta. Bastaría, nos bastaría a las izquierdas, con obligar a que se cumpliera la Constitución. ¿No recordamos lo que siempre se le contestaba, desde el PP y el PSOE? “Yo no creo que la Constitución diga lo que dice el señor Julio Anguita… porque, ¿sabe usted?, si dijera lo que él dice, entonces sí pienso que habría que cambiarla”. Pues sí, en efecto, al final, la han cambiado, y lo hicieron durante el mes de agosto de 2012, con nocturnidad y alevosía, en un pacto de criminales del PP y del PSOE que blindó el pago de la deuda frente a cualquier decisión soberana de la democracia.
Las potencialidades de esta “nueva alianza” de la izquierda con el sentido común son inmensas. Entre otras cosas porque ello permite replantear un diálogo que yo siempre he considerado fundamental: el diálogo con el cristianismo y, sobre todo, con el catolicismo. Es asombroso el modo en que la izquierda regaló siempre sus mejores armas al enemigo. Luis Alegre y yo hemos insistido mucho en ello. El mayor error del marxismo fue empeñarse en que el derecho, la ciudadanía, la división de poderes, el parlamentarismo, etc., todo el andamiaje, en suma, de lo que llamamos Estado Moderno, no era otra cosa que la otra cara de la moneda de aquello que se pretendía combatir: el capitalismo. Todo la constelación política y conceptual del proyecto republicano se convirtió así en una realidad superestructural necesariamente ligada al pensamiento burgués o pequeñoburgués. Un negocio bárbaro: de este modo, se regalaba al enemigo el cuerpo conceptual políticamente más irrenunciable de la historia de la humanidad, y el marxismo se abocaba, en cambio, a inventar la pólvora, instituyendo algo mejor que la ciudadanía, algo más imaginativo que el parlamentarismo, algo más auténtico que la democracia, algo más creativo que el derecho. Al final, en lugar de una república de ciudadanos, teníamos siempre algo así como un régimen de camaradas, supuestos “hombres nuevos”, atletas morales militantes del Partido. No me interesa ahora comentar –como ya he hecho tantas veces– el desastre político en el que siempre consiste este experimento. El derecho es la única escalera que ha inventado el ser humano para elevarse por encima de la religión. Si se pretende dar un paso más alto, subiendo un peldaño más por encima del derecho, te das de narices con el suelo. El culto a la personalidad, una nueva religión artificial, fue el resultado inevitable.
Ahora bien, entre los increíbles patrimonios que la izquierda regaló tan alegremente al enemigo, destaca, sobre todo, uno muy especial: el cristianismo. Puestos a acabar por inventar una religión puramente voluntarista y artificial, uno se pregunta si no habría sido más sensata una alianza seria con una auténtica religión. El derecho es racional, pero la razón no moviliza a la gente. La religión quizás sea irracional, pero es capaz de mover montañas. Este dilema lo plantearon, ya en 1795, los jóvenes Hegel, Schelling y Hölderlin, en ese famoso escrito conjunto que se conoce bajo el título de “Programa”. Mientras la razón no sea mitológica ningún interés tendrá para el pueblo. Mientras la mitología no sea racional, el filósofo tendrá que avergonzarse de ella. Necesitamos –decían– una “mitología de la razón” o una “razón mitológica”. Desde luego, este “programa” político puede interpretarse de maneras muy diversas y ahora no voy a extenderme en sus muchos peligros 4 . En todo caso ese diagnóstico del problema responde a una realidad: el pueblo no se moviliza con razonamientos, sino con mitos. Así pues, la derecha debió de frotarse las manos satisfecha al ver que la izquierda le regalaba tan alegremente el arma más poderosa que jamás se haya inventado para movilizar a la población. Uno podía ser de derechas y conservar su religión. A la izquierda se le pedía, en cambio, el más difícil todavía: movilizar a la gente desde el ateísmo.
La cosa resulta aún más insensata si se piensa en concreto en el cristianismo, que es una religión que, al fin y al cabo, se lo ponía muy fácil tanto a la izquierda como a la Ilustración en general. Después de todo, el hecho de que Jesús fuera caracterizado como el “lógos hecho carne” podía ser leído ya como un pacto originario con cualquier forma de Ilustración. Ya no sólo es que la propia figura de Jesús en los evangelios resulte más bien simpática para el pensamiento de izquierdas. El asunto es que Jesús, al resumir todos los mandamientos en el “amarás al prójimo como a ti mismo”, había dado en el clavo con lo que podríamos considerar una versión mitológica de la forma misma de la razón. Obra siempre tratándote a ti mismo como si fueras cualquier otro. La Verdad nos obliga a reconocer que lo que estamos diciendo lo diríamos igual si fuésemos otro, pues el teorema de Pitágoras no es distinto para los esclavos que para los ciudadanos, para los griegos que lo persas. La Justicia nos obliga a reconocer que lo que pretendemos hacer lo haríamos igual si fuésemos otro, pues no lo hacemos por ser ricos o pobres, hombres o mujeres, espartanos, atenienses o persas, sino porque es justo. Ante la Belleza sentimos que estamos sintiendo lo mismo que el otro, que cualquier otro. Por eso no nos conformamos con decir que nos gusta, sino que decimos con espectacular osadía, “que es bello”, hablando así, no de nosotros, sino de la cosa misma. Verdad, Justicia y Belleza nos sitúan en el lugar de cualquier otro. Ante la verdad nos sabemos iguales, porque no podemos evitar que un esclavo deduzca el teorema de Pitágoras al igual que nosotros. Ante la Justicia, nos sabemos libres, porque sabemos que nuestro acto no es imputable, no es un mero efecto de las circunstancias, no se limita a depender de que seamos ricos o pobres, hombres o mujeres, griegos o persas. Un acto que no depende de nada es, precisamente, un acto libre. Ante la Belleza nos sentimos fraternos, porque sentimos que estamos sintiendo lo mismo que el otro, algo así como cuando hacemos el amor, que no sabemos si sentimos en nuestro cuerpo o en el del otro. Ante una puesta de sol es un poco como si estuviéramos haciendo el amor con la humanidad entera. Libertad, Igualdad, Fraternidad, son, por tanto, la consecuencia política inevitable de una conocida tríada platónica que, en resumidas cuentas, no hace otra cosa que despejar esa incógnita a la que llamamos “razón”. No es fácil saber lo que es la razón. Será, en todo caso, ese lugar desde el que se ven la cosas a la luz de la Verdad, de la Justicia y de la Belleza. Pero, así iluminado, el mundo se estremece y se agita inevitablemente con tres tensiones políticas: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Podemos hablar, actuar y sentir desde el lugar de cualquier otro. Este es el origen del impulso de cualquier posible Ilustración de la humanidad. Y consiguientemente de cualquier programa político que luche por ese orden político irrenunciable –al que llamamos república– en el que los legislados sean al mismo tiempo los legisladores.
Forzoso es reconocer que el cristianismo, nos había puesto las cosas bastante fáciles para dotar de carne y de sangre este proyecto. Al plantear una encarnación del “lugar de cualquier otro” bajo el signo del amor, se puede decir que el cristianismo prestaba a la razón toda la energía de la religión. Siempre hubo quien lo entendió así, por supuesto. Pero no fueron los que ganaron la batalla en las jerarquías de la Iglesia católica. También hubo marxistas que lo vieron con claridad, ya en el siglo XX. Asimismo, existió y existe una cosa que se llama teología de la liberación. La mejor prueba de que ahí se estaba jugando algo muy importante fue que la CIA tuvo que dedicar recursos inconmensurables a financiar y potenciar el evangelismo, en un intento desesperado –que finalmente, por desgracia, ha resultado exitoso– de contrarrestar el auge impresionante de la llamada “iglesia de los pobres”. También la propia jerarquía de la Iglesia católica
–aliada con los poderes financieros mundiales– tuvo que poner manos a la obra para extirpar de su seno este germen de cristianismo tan comprometido políticamente. El papa Woytila y el futuro Benedicto XVI (el cardenal Ratzinger) fueron implacables en esta cruzada “antimarxista” (o, quizás se podría decir, sencillamente “anticristiana”, porque los caminos del Anticristo también son inescrutables).
Esto, por supuesto, no significa que la izquierda debería haber establecido una alianza con las altas jerarquías católicas. Pero sí que no debería haberse desentendido de este campo de batalla. Habría que haber plantado cara en el interior mismo de la Iglesia. Es una insensatez haber regalado al enemigo la mayor organización de masas de la historia de la humanidad occidental.
El potencial proselitista del cristianismo es, además, impresionante. Algo que debería haber resultado al marxismo de lo más interesante. No estoy seguro de en qué consiste el potencial proselitista de otras religiones, como, por ejemplo, el islam, pero siempre me ha parecido que el cristianismo tenía truco, que –podríamos decir– apostaba sobre seguro. Los misioneros, al predicar un mandamiento que dice “amarás al prójimo como a ti mismo” no estaban, en realidad, exponiendo ningún contenido confesional: estaban predicando la forma misma de la razón. Y cualquier pueblo de la tierra pretende tener razón. De modo que, al pretender tenerla, todos los pueblos daban en el fondo, a priori, la razón al misionero (siempre que no viniera acompañado, naturalmente, del traficante de esclavos). Las conversiones masivas estaban aseguradas, sin necesidad de la espada (más bien se puede decir que acontecían, muchas veces, a pesar de la espada). Así pues, resulta muy fácil volverse cristiano (lo difícil, más bien, es ser un buen cristiano).
Esto era tanto más cierto aún en virtud de la inmensa receptividad politeísta del catolicismo, el cual, ataviado con una legión de santos para todos los gustos, era virtualmente capaz de cualquier sincretismo religioso. Las comunidades indígenas latinoamericanas, por ejemplo, han escogido a la carta su santo patrón, fusionando sus dioses ancestrales con el santoral católico. La sensatez de la teología de la liberación al respecto debería valer como una lección de primer orden para la izquierda. Los párrocos, los sacerdotes de a pie, los cristianos de base, comprendieron perfectamente que lo de menos eran los símbolos en torno a los cuales se movilizaran los pueblos, con tal de que siempre estuvieran claros los principios. En efecto, la gran plasticidad del catolicismo para la construcción de identidades contrasta con la rígida inflexibilidad sectaria de la izquierda.
Lo que, a mi entender, han intentado hacer iniciativas políticas como PODEMOS o como el FRENTE CÍVICO, sea cual sea al final el resultado, es lo que había que hacer. La izquierda no tiene que pedir lo imposible, como rezaba el famoso lema de mayo del 68. Lo que es imposible es que podamos seguir aguantando este mundo absurdo y criminal, en el que, por ejemplo, se desahucian familias de sus casas al mismo tiempo que se mantienen millones de casas vacías. Lo que es imposible de soportar es vivir en un mundo en el que el capital financiero puede especular con los precios de los alimentos –como antes especuló con la vivienda– creando una burbuja que matará de hambre a millones de familias. Lo que es imposible, incluso, es que el equilibrio ecológico de este planeta pueda resistir un ritmo de crecimiento como el exigido por el capitalismo. Frente a la utopía suicida del capitalismo, lo que hay que reclamar es un poco de sensatez. Basta, en efecto, poner la Declaración de derechos humanos sobre la mesa y preguntar con suficiente energía por las condiciones materiales que sería preciso poner en juego para que se cumpliera. Son los capitalistas y sus espadachines a sueldo los que hoy piden la Luna, no nosotros.
En verdad, el lema de “la imaginación al poder” significa hoy en día lo contrario de lo que se planteó en el 68. Podemos pararnos un momento a reflexionar en el asunto si traemos a colación el concepto de “desnivel prometeico” de Gunther Anders. Este gran filósofo utilizó esta expresión, “desnivel prometeico”, para nombrar la enorme desproporción que existe actualmente entre lo que podemos hacer técnicamente y lo que somos capaces de imaginar y de vivir emocionalmente. Esta desproporción es ya tan grande que entre nuestra voluntad y nuestros actos se abre un abismo sin fondo. Parafraseando a Anders: en la actualidad es imposible saber lo que estás haciendo cuando haces lo que haces. Que llamar por el móvil tenga alguna oscura y misteriosa relación con el tráfico de coltán en el centro africano y con una guerra genocida que ha provocado más de una decena de millones de muertos, implica pensar en una serie causal que la imaginación humana, sencillamente, es incapaz de recorrer. En palabras de Anders, en estas condiciones, es como si el hombre se hubiera convertido en un analfabeto emocional. La imaginación es incapaz de hacerse cargo de lo que la complejidad técnica del mundo pone en juego. Estrictamente hablando en un sentido kantiano, el problema es tan grave que exigiría, en orden a hacer justicia a una reformulación contemporánea del imperativo categórico, reescribir la Crítica del razón práctica sobre la base de que toda la “típica del juicio práctico” se hubiera vuelto imposible. Pues, en efecto, ahí donde la imaginación fracasa, lo que se vuelve imposible es el esquematismo de la razón práctica, es decir, la posibilidad misma de ejemplificar los mandatos morales. Por supuesto que este problema es también el que verdaderamente se juega en el fondo de la temática arendtiana de la “banalidad del mal”. Así pues, podríamos desembocar en un naufragio inevitable y definitivo de la razón práctica en las condiciones técnicas contemporáneas, sino no fuera porque, como valientemente defiende Anders, es posible reformular el imperativo categórico en el sentido siguiente: obra de tal manera que tu imaginación no fracase. Se trata, en realidad, de una reformulación sorpresiva e inesperada del famoso lema sesentaiochista de “la imaginación al poder.” Si hay que dar el poder a la imaginación no es, en este sentido, por lo que esta facultad tiene de desbordante creatividad ilimitada, sino, más bien, por todo lo contrario: porque su tozuda limitación, su escuálida finitud, se corresponde políticamente muy bien con los límites de la condición humana que nos proponemos preservar. Frente a un mundo desbordante en el que, como diría Lacan, “todo es posible”, la imaginación humana tiene que ser un ancla y una inercia: la posibilidad de un mundo a la medida de la finitud del ser humano. “No hagas nada que desborde los límites de lo que tu imaginación es capaz de concebir” es lo mismo que comprometerse con un mundo que esté hecho a la medida de ese ser chapucero, finito y modesto que es –como todos los trabajos etnográficos han venido a corroborar– el ser humano.
Aunque yo diría que, aún mejor que Gunther Anders o Hannah Arendt, la teología de la liberación acertó de lleno en el blanco al crear el concepto de “pecado estructural”. Vivimos un mundo en el que las estructuras matan con mucha mayor eficacia y crueldad que las personas. Es absurdo, por tanto, poner el acento en la maldad o el pecado como un asunto exclusivamente personal. Por muy complejo que se haya vuelto en este mundo distinguir el bien del mal, hay una cosa que seguro que es mala: el hecho mismo de que exista un mundo así. Si vivimos en un mundo en el que “es imposible saber qué es lo que realmente estás haciendo cuando haces lo que haces”, entonces es que vivimos en un mundo muy malo. El lema de los movimientos antiglobalización –“otro mundo es posible”, “otro mundo tiene que ser posible”– se convierte entonces en un imperativo ético insoslayable. Es insoportable vivir en un mundo en el que basta meter los ahorros en un fondo de pensiones para tener que preguntarte con cuántas ignominias y matanzas estás colaborando sin saberlo.
Como ya he dicho otras veces5, creo que el concepto más interesante que se forjó en la reflexión ética y moral del siglo XX fue el concepto de “pecado estructural”. Hay que recordar que, mientras que un buen puñado de curas y monjas se jugaban la vida luchando contra dictaduras terribles e intentando cambiar este mundo injusto, la filosofía académica estaba intentando descifrar a Derrida o dándole vueltas y vueltas al insondable misterio que ellos llamaban “el dilema del prisionero”, algo así como que si todo el mundo se comporta como un auténtico hijo de puta, de todos modos, el resultado, incomprensiblemente, no es el mejor de los posibles. La teología de la liberación, en cambio, se enfrentó a un problema de primer orden: en este mundo las estructuras son peores que las personas. Por mucho mal que se empeñe en hacer un individuo, siempre resultará un patético Fu-Man-Chú comparado con el cotidiano y rutinario genocidio estructural de la globalización. Cuando las estructuras son inmorales, la cuestión moral es qué responsabilidad tenemos respecto a las estructuras. En un mundo en el que las estructuras violan los mandamientos con una eficacia colosal e ininterrumpida, es inmoral limitarse a respetar los mandamientos… y las estructuras. Lo resumía así en el citado artículo: “La verdadera cuestión moral es qué responsabilidad tenemos en que determinadas estructuras perduren y qué estaría en nuestra mano hacer para sustituirlas por otras. Es obvio que eso pasa por la acción política organizada y no por el voluntarismo moral que intenta inútilmente apartarse de la maquinaria del sistema. No es a fuerza de no mover las fichas o de moverlas lo menos posible como se consigue dejar de jugar al ajedrez, si eso es lo que se pretende. Para dejar de jugar al ajedrez y comenzar a jugar al parchís hay que cambiar de tablero. Si no, lo único que se logra es perder el juego, y el juego del ajedrez, no del parchís. No sé si se capta el mensaje: vivimos en un mundo tan inmoral que no tiene soluciones morales, aquí no valen más que soluciones políticas y económicas muy radicales. Y la única cuestión moral relevante que todavía tenemos sobre la mesa es la de qué tendríamos la obligación de estar haciendo políticamente para que el mundo dejara de jugar en este tablero económico genocida. La cuestión no es la de si puedo llamar menos por el móvil para participar lo menos posible en la matanza centroafricana que ha provocado el tráfico de coltán. La cuestión es cómo y de qué manera atacar los centros de poder que la generan. Mi responsabilidad en la matanza no es la de llamar por el móvil. Mi responsabilidad es la de aceptar vivir en un mundo en el que llamar por el móvil tiene algo que ver no sé con qué guerras en el continente africano. Es el mundo lo que es intolerable, no nosotros. Pero sí es intolerable que aceptemos de brazos cruzados un mundo intolerable”.
Creo que la izquierda anticapitalista debía de haberse tomado muy en serio esta oportunidad de oro que le llovía desde las filas del cristianismo. Porque lo que se le brindaba en bandeja no era sólo el concepto más interesante de la reflexión ética del siglo XX. Se le estaba ofreciendo la posibilidad de una movilización masiva capaz de fundir la energía popular del cristianismo con un planteamiento político que se enfrentaba a las estructuras más profundas del capitalismo.
Como yo no soy especialmente cristiano, no insistiré mucho en ello. Pero creo que debería formarse algo así como un “Círculo Cristiano de PODEMOS”, capaz de explicar a la población que si este mundo es intolerable para la razón, con mayor motivo lo es para el cristianismo.
(Este artículo ha sido publicado en la revista Exodo, nº 123, abril 2014, www.exodo.org)
Notas:
1 Este artículo, pensado y elaborado por los dos autores firmantes, está redactado en primera persona por Carlos Fernández Liria por una cuestión meramente retórica.
2 Me he ocupado del asunto de la fraternidad en mi libro ¿Para qué servimos los filósofos?, La Catarata, 2013. Para una lectura republicana de Marx, cfr. Fernández Liria, C. y Alegre Zahonero, L.: El orden de El Capital, Akal, 2012.
3 Cfr. en esta misma revista, mi artículo “Comunismo para la ciudadanía” (Éxodo, nº 119 junio 2013).
4 Me he ocupado de ello en varios sitios, por ejemplo, en Geometría y Tragedia (Hiru, 2002), en el capítulo titulado “La lógica del exterminio”.
5 Cfr. “Los diez mandamientos del siglo XXI”, El viejo Topo, nº 251, diciembre 2008.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Muchas ideas, algunas críticas, otras más o menos de acuerdo, me vienen a la mente con este artículo, pues tiene “mucha tela que cortar” y no todas las puedo exponer…Pero, si voy a apuntar algo que como dice la expresión popular: “lo tengo en la punta de la lengua”…: me resisto a aceptar que, por sí mismas, ninguna de las izquierdas: “…comunistas, anarquistas, anarcosindicalistas, trotskistas, maoístas o del frente judaico de liberación…” haciendo uso “y que” del sentido común…pretenda utilizar al “cristianismo” con fines ideológico-políticos… y no quiero decir con ésto que el cristianismo haya que excluirlo, o no pueda o no deba involucrarse en POLÍTICA. NO…Me refiero a su “utilización”, con fines o intereses de poder que existan de por medio…, trataré de explicarme mejor: hay izquierdistas que piensan que por el sentido de “igualdad, libertad y fraternidad”…un poco “ajenos” al significado que tales palabras dan a los principios de la Revolución Francesa, pero sí, también “afín” con lo que dice la izquierda que son sus “objetivos de lucha”… y que también predica el cristianismo… por ello, éste puede resultar “útil” para convertir a la “izquierda” en la “última pildorita” que puede salvar a este mundo globalizado de sus múltiples enfermedades…No acepto tal “barrabasada” y menos aún que acabarán con la pobreza extrema…y para muestra, tenemos “botones” en todo el mundo… muchos “izquierdistas”, terminan amando y haciéndose del capital, más que los mismos capitalistas…Si lo sabremos los venezolanos, desde que están en el poder, quienes nos gobiernan …
Un “botón” de la muestra, por ejemplo, y del cual hablo mucho (y les pido que por ello me disculpen) porque es lo que vivo a diario, es éste: los “izquierdistas, socialistas del siglo XXI”, en Venezuela, han sembrado un caos ideológico-político-económico-social, que tiene a nuestro país sin recursos y por ninguna razón, “patas arriba”… y sin mecanismos propios de defensa, porque el gobierno “socialista”, tiene acaparado el poder en todas las instituciones, según ellos, “democráticas”… Pretenden hacer ver y creer que luchan por la igualdad y la libertad…y “bla bla bla a favor de los pobres”… y hay que ver cómo están sufriendo los pobres en este país, incrementándose según encuestas, en porcentajes significativos, incluyendo la pobreza extrema que subió de un 7 a un 10%…y haciendo interminables colas hasta para comprar un “triste papel higiénico”… Critican el Imperio, le imputan al capitalismo las más feroces acciones “intencionalmente desestabilizadoras” de “tan hermoso, justo y digno gobierno”…y pare usted de contar todo lo que dicen….Y con ese discurso pretenden engañar y algunos se lo creen…, pero, es todo una MENTIRA, FALACIA, HIPOCRESÍA…En el mismísimo Imperio, ellos tienen los mayores “bienes”…; los dólares –que nos quitan y controlan a los ciudadanos- guardados en los bancos americanos; propiedades por “bojote” … que ahora, a estos personajes “y que” socialistas, con tanta violación que han cometido contra los derechos humanos…, las cámaras del senado de EE UU, a petición de algunos venezolanos y senadores latinos, están abogando para que se les controlen, se les sancionen y se les congelen tantas propiedades mal habidas y adquiridas con el dinero que le han quitado al pueblo, especialmente a los mismos pobres que tanto utilizan demagógicamente, y a quienes cada vez hacen sufrir más con medidas de escasez y de restricciones por todas partes y en todos los aspectos… No hay mucha moral, para que se pretenda convencer de que –exclusivamente- desde la “izquierda”, se puede luchar por la DIGNIDAD…
La izquierda es un FENÓMENO IDEOLÓGICO-POLITICO-SOCIAL, su ESENCIA es otra cosa…Los filósofos, quizás puedan hablarnos mejor de estos dos conceptos (fenómeno y nóumeno o esencia)…y aclarárnoslos un poco más con los de los JUICIOS DE MÉRITO y DE VALOR….
Creo que la responsabilidad en las sociedades tiene que ser compartida, y que cada uno de los ciudadanos, con sus “cadaunadas” (término de P. Aguirre, S.J.), puede aportar “un pedacito” de acción para los cambios, desde su parcelita, con su talento…Vamos a tener que “bailar” y “bailar bien”, aquella canción de los tiempos de Enrique y Ana (Izquierda-izquierda, derecha-derecha, delante-detrás: un, dos, tres…) . Saquemos nuestras propias conclusiones.
Extrayéndolas del contexto del artículo, puedo decir que literalmente estoy algo de acuerdo con estas frases :
“…el concepto más interesante que se forjó en la reflexión ética y moral del siglo XX fue el concepto de “pecado estructural”…(esto sí tendríamos que analizarlo desde el cristianismo, y éste concebido, desde el Evangelio…)
“La verdadera cuestión moral es qué responsabilidad tenemos en que determinadas estructuras perduren y qué estaría en nuestra mano hacer para sustituirlas por otras”…
“…Obra siempre tratándote a ti mismo como si fueras cualquier otro. La Verdad nos obliga a reconocer que lo que estamos diciendo lo diríamos igual si fuésemos otro, pues el teorema de Pitágoras no es distinto para los esclavos que para los ciudadanos, para los griegos que lo persas. La Justicia nos obliga a reconocer que lo que pretendemos hacer lo haríamos igual si fuésemos otro, pues no lo hacemos por ser ricos o pobres, hombres o mujeres, espartanos, atenienses o persas, sino porque es justo”…
Igualdad, libertad y fraternidad: tres abstracciones realmente interesantes y atractivas como objetivos de lucha, pero ¡cuánto comprometen nuestra superestructura moral y ética…! De nuevo saquemos nuestras propias conclusiones…
Tenemos la inteligencia espiritual, los talentos, los sentimientos, el corazón y los valores…es nuestra responsabilidad ponerlos a funcionar, cada uno desde nuestras propias realidades…
Termino, haciéndome eco de estas palabras de Antonio Pérez Esclarín “…no hay nada más peligroso que una persona inteligente pero con el corazón pequeño. Ya esto lo había vislumbrado el Libertador –Simón Bolívar- cuando expresó agudamente que “el talento sin moralidad es un azote”, pues “ciencia sin conciencia” es la ruina del alma” .
María Luisa M.B.
Hola Ecosocial!
Muy buen Comentario el tuyo!
Te leo
– “Cabe un distributismo de izquierdas …
– Cabe incluso, un distributismo que tienda a …”-
Te preguntaría tu opinión acerca de:
Si caben tantas cosas:
* ¿Por qué no entran?
* ¿Hay puertas o ventanas cerradas?
* ¿Dónde estarían las llaves y las manijas?
¡Vamos todavía! – Oscar.
Artículo notable que, en general, ofrece muy buen análisis y propuestas. Resulta pertinente recordar un artículo de Santiago Alba Rico, http://www.cuartopoder.es/tribuna/por-que-todos-hablan-bien-de-mandela/5308 intelectual imprescindible y bien conocido por los autores del artículo, donde podemos leer “Queda en pie la pregunta, dirigida a la izquierda, de por qué siempre nos roban o intentan robarnos los nuestros mientras que nosotros nunca tratamos de robarles los suyos. Una respuesta es que la derecha es mucho más promiscua y mucho menos puritana que la izquierda. El capitalismo convierte al Che en una camiseta y a Mandela en un “hombre bueno” mientras que nosotros somos incapaces de apropiarnos de lo que hay nuestro en ciertos católicos, en ciertos liberales, en ciertos ilustrados: cierto Chesterton, cierto Locke, cierto Kant o incluso cierto Roosevelt y cierto Papa Francisco”. Esto viene a cuento del distributismo que impulsaron Chesterton y otros. Actualmente el distributismo, como tercera vía y parte supuestamente importantísima de la doctrina social de la Iglesia católica, está reivindicado casi únicamente por católicos muy conservadores y en muchos casos claramente antidemócratas que se han apropiado del distributismo http://www.lacasaenelarbol.net/neorrurales-neotradicionales/ y de E. F. Schumacher, autor de Lo pequeño es hermoso, convirtiéndolo en un escritor únicamente católico y borrando las importantes y fructíferas influencias que en su obra tuvieron Gandhi o el budismo. Así, por ejemplo, el autor de este artículo reivindica una vez más su interpretación de Schumacher http://www.hispanidad.com/Editorial/regalmosle-a-rajoy-el-librito-lo-pequeo-es-hermoso-de-e-f-schumacher-20140430-162488.html Tanto quienes escriben lacasaenelarbol.net o el director de hispanidad.com s han expresado que que van a votar en las próximas elecciones europeas a la coalición fundamentalista católica Impulso Social.
El distributismo y el pensamiento de Chesterton y de Fritz Schumacher admiten interpretaciones muy distintas a las reseñadas. Cabe un distributismo de izquierdas, que reivindique la defensa de los comercios independientes de franquicias, que permiten que las ciudades no acaben siendo clone towns, con las mismas tiendas en las principales calles comerciales de cualquier ciudad de cualquier país, que reivindique la relocalización de la economía y de los ámbitos de decisión política y social, etc. Cabe incluso, un distributismo que tienda a un ecosocialismo autogestionario, un distributismo que se abra también a la influencia gandhiana de otras religiones https://www.mail-archive.com/sustainablelorgbiofuel@lists.sustainablelists.org/msg72211.html y que sea genuinamente pluralista en lo religioso, lo social o lo político, al contrario de casi todos los que se dicen distributistas.
Perdón, se me quedó en el borrador:
A partir de aquí quienes viven en Uruguay, podrán hacer una lista no pequeña de desaciertos y errores, no lo pongo en duda.
Respecto a Mugica, presidente de Uruguay, no creo que se le idealice cuando se resalta las cosas que hace bien, y que en relación a la mayoría de presientes, no son muy habituales. Ni siquiera él mismo está satisfecho con todo lo que hace. En lo que le he leído y escuchado, él dice que se ve obligado a aceptar ciertos aspectos totalmente capitalistas porque de lo contrario haría de su país una isla aislada (valga la redundancia) del mundo tal cual está conformado y lo explica, por ejemplo la financiación extranjera.
Cuando Jordi Evole le recordaba que una revista de prestigio internacional (no recuerdo cuál) había nombrado a Uruguay el país del año, él contestó “pues cómo estarán los otros”.
No creo que debamos utilizar la ley del péndulo: como no lo hace bien en el porcentaje que deseamos, lo echamos a las “tinieblas exteriores”. Él mismo reconoce que no puede hacer todo lo que quisiera, pero el que el 90% de su sueldo lo done, y el resto lo vaya ahorrando para construir en su finca un centro de formación, el que las cifras de pobreza y de paro se hayan rebajado ostensiblemente, o que no quiera vivir en el palacio presidencial, o comparta parta una vivienda de su finca con un compañero (hermano decía él), son cosas que no conozco a ningún presidente que lo haga.
Supongo que si de los 13 años de prisión con todo tipo de torturas y vejaciones, 9 (¡¡9!!) los pasase en un habitáculo pequeñísimo sin poder hablar con nadie y sin poder leer un solo libro y no se volviese loco, no sé qué tipo de ambiciones pueda tener que le motiven a gobernar pensando en hacerlo mal para fastidiar a la ciudadanía. De eso, a que pueda crear un paraíso terrenal, habrá algún trecho, ¿no?
Hola!
Interesante el Artículo de estos dos marxistas.
Leo varias cosas en él:
1.- La Tesis pragmática de los Autores (marxistas):
– “La izquierda debe tomar en serio que;
desde las filas del cristianismo
(cuyo potencial proselitista es impresionante)
se nos ofrecía:
* movilizar las masas, fundiendo:
* la energía popular del cristianismo
* con nuestro planteamiento político marxista,
para enfrentar las bases del capitalismo.”-
………………….
2.- Ingenua parcialización marxista de la creencia cristiana:
a) “el cristianismo, nos había puesto las cosas bastante fáciles.
La encarnación (del Hijo de Dios Padre) hace “de cualquier otro, el lugar privilegiado” (hermandad sagrada)”-
b) Teol. de la liberación, sacerdotes de a pie, cristianos de base, comprenden que:
* lo de menos son los símbolos movilizadores de los pueblos,
* con tal de que siempre estuvieran claros los principios.”-
……………..
Esto de a) la “fraternidad divina en Jesús” y b) de sus proselitistas “consentidores-populares”;
son una parte del Cuento (Mito cristiano) movilizador de masas politandas.
Pero los marxistas deberían escuchar el Cuento completo para saber con la religión que tratan;
deberían saber lo que sabían todos en tiempos del Quijote:
– “¡Con la Iglesia hemos dado, Sancho!”
A estos marxistas les falta saber que (a) la sustentabilidad del Cuento “fraterno”
está su relato final: la Resurrección, la Parusía, el Cielo, en fin: el OTRO MUNDO.
Y deberían saber, además, que les fallan las estadísticas,
pues la condición (b) de Propaganda populo-política,
es ínfima respecto a las arrasadoras imágenes de la Iglesia “oficial”.
………………..
Tal vez ahora convenga que alguien nos piense-diga:
si y cuánto pasa algo parecido del lado marxista.
Tal vez ayude a que no nos hagamos ilusiones desilusionadoras,
aunque, y por eso mismo, sigamos poniendo el hombro
en esta hermosa ilusión de los Autores.
………………….
¡Vamos todavía! – Oscar.
En Chile a fines de los 60’s el Partido Democratacristiano se dividió en 3 facciones: La DC tradicional, el MAPU y la Izquierda Cristiana. El MAPU y la Izquierda Cristiana participaron exaltadamente en el gobierno de Allende. Y digo exaltadamente, porque era gente joven y vehemente que contribuyó a los movimientos tipo guerrilleros que se formaron en ese tiempo y trataron de apurar y radicalizar el proceso, sin tener conciencia de estar en el patio trasero de USA y en medio de la Guerra Fría. Esto les costó muy caro en términos de muertes y exilio, y con el tiempo y los sufrimientos muchos volvieron “renovados” y con muchas ganas de vivir bien.
La DC que permaneció en Chile fue la facción tradicional, que odiando a la dictadura, no movió un dedo para hacer ningún cambio una vez vuelta la democracia, y perdió la confianza del pueblo, ya sea el cristiano o el laico convirtiéndose en una minoría que no es ni chicha ni limonada.
Hola!
Me alegro que se vuelva la mirada y recordatorio de un gran y chispeante filósofo y Escritor como lo es G.K.Chesterton
https://www.google.cl/#q=chesterton
Fecha de nacimiento: 29 de mayo de 1874, Kensington, Londres, Reino Unido
Fecha de la muerte: 14 de junio de 1936, Beaconsfield, Reino Unido
Cónyuge: Frances Blog (m. 1901–1936)
Nominaciones: Premio Nobel de Literatura
Hola!
Sobre lo que dice rodrigo que dice Rosario:
-“Lo que está haciendo (Mujica)… es de espanto”-
Coincido y se puede ampliar mucho más la lista de “espantables”.
Imagino la tristeza y decepción de varios amigos “yoruguas”. Eso me hacía morderme la lengua y callar.
Pero es de agradecer que quedemos alertados sobre este “buen campesino luchador”, título que no necesariamente garantiza que sea capaz de una “buena gobernanza” para los uruguayos.
¡Vamos todavía! – Oscar.
Por cierto, Honorio… el Gaby estaría dando de puños en contra de la idealización de Pepe Mujica. ¿Cómo lo sé?, porque su esposa, su hija y su comunidad están dando de puños contra la idealización de Mújica. Lo que está haciendo entregando el campo uruguayo a las trasnacionales mineras y de soya es de espanto; y Rosario, hija de Gabriel, nos manda informaciones terribles sobre actos de limpieza social contra los pobres urbanos en Montevideo.
La alianza entre movimientos de izquierda real (no de esa izquierda que gobierna con criterios de derecha en materia económica, aunque mantenga algunos elementos de izquierda cultural) y movimientos cristianos populares no es infantilismo, ni es ineficaz. Esa alianza
+ posibilitó el derrocamiento de Batista en Cuba, aunque sabemos que al tiempo Fidel y seguidores de apropiaron del mérito, minimizando la aportación de los movimientos urbanos de inspiración cristiana; pero el grupo en la sierra jamás hubiera podido sobrevivir sin el movimiento urbano
+ posibilitó el derrocamiento de Somoza en Nicaragua, aunque sabemos que actualmente la izquierda real está marginada y se ha distanciado de los movimientos populares, mientras que los movimientos populares cristianos en general siguen apoyando al orteguismo, más por inercia como si el orteguismo fuera el mismo sandinismo de su origen
+ posibilitó la derrota electoral de la democracia cristiana chilena que “sustituyó” a la dictadura pinochetista, si bien sabemos lo que nos dice Gonzalo de la falta de estabilidad en tal alianza
+ posibilitó el triunfo electoral del Frente Amplio en Uruguay… no hay que olvidar que Mujica es el segundo presidente del FA… no caigamos en el culto a la personalidad individual, acá nos la vemos con un proceso social antes de Mujica, y que está entrando en crisis por los actos de gobierno de Mujica, con riesgo de que el FA pierda el apoyo de varios sectores de grupos populares, y pierda la próxima elección
Claro… esta alianza entre izquierdas reales y movimientos populares cristianos NO GARANTIZA ni el éxito electoral ni la transformación social…. no la garantiza, pero sí la posibilita… en el sentido de que su ausencia diluye la eficacia social de ambos colectivos, en favor de los grupos hegemónicos de derecha real y movimientos cristianos de élites, que (ellos sí) siempre han estado aliados de manera estable.
Un abrazo
!Aleluya! Gabriel Sánchez, diácono de la iglesia de Dios y tupamaro militante, habrá saltado de gozo en su trono celestial al leeer esto. Ya sabía, Rodrigo Olvera, que tú también ibas a saltar! El Papa Francisco debería leer esto, para de una vez olvidarse de esos equilibrios y equidistancias entre capitalismo y marxismo tan clásicos en la “doctrina social” de la iglesia, que vuelve a asumir en la Evangelii Gaudium junto con las tesis igualmente trilladas del rechazo al aborto, de las precauciones ante el divorcio y la homosexualidad, de su reafirmación del celibato y el rechazo de todo acceso de las mujeres al sacerdocio y a no sé cuántas cosas más.
Papa Pancho, hay barreras que hay que saltar irreverentemente, audazmente, y la más urgente es redefinir los límites y las cercanías entre el mensaje del evangelio y el del marxismo, así como la maldad intrínseca de cualquier formulación del capitalismo.
Y ya de paso, sugeriría al o a los autores de este precioso artículo que todas las religiones que son en el mundo asumen también los postulados del marxismo, que en todas las religiones han surgido elementos que se orientan en la misma perspectiva y hacia los mismos objetivos que se nos proponen aquí. Hablemos un poco más de las primaveras árabes, por favor! Y de los monjes budistas que se inmolaban con gasolina para protestar por tantas y tantas dictaduras en Extremo Oriente…y de Nelson Mandela…
No, los cristianos no tenemos la exclusiva del mensaje que los autores de este artículo pretenden transmitirnos. Todo el mundo de los pobres y oprimidos recurre a su dios o sus dioses en búsqueda de ayuda para romper este círculo vicioso en el que nos están haciendo bailar como posesos…
Esta fue la idea original de “Cristianos por el socialismo” en Chile a principios de los años setenta. El cristianismo aportaba la motivación, el desinterés propio en beneficio de los demás; el socialismo aportaba el análisis socio-económico de la realidad. Sin embargo el socialismo chileno, como en tantos sitios, no reconoció este aporte cristiano. Tampoco el cristianismo oficial reconoció al socialismo. Y nos quedamos “entre Pinto y Valdemoro”, que decía el borracho del cuento madrileño.
Ah, los únicos que mueven masas son el Papa y los obispos…., no esos reductos de cristian@s revolucionarios que mantienen viva la llama del mensaje evangélico. Ni la Teología de la Liberación ni los movimientos de base son capaces de movilizar a amplios sectores de la sociedad, ni siquiera han podido influir en su propio estado, el estado vaticano, como para movilizar a los millones de cristian@s de las procesiones, semanasantas, romerías y demás eventos de masas.
Dice el autor que no es muy cristiano, yo más bien pienso que sabe poco del Cristianismo sintetizado en la Iglesia Católica.
PD. Tengo que confesar que la última parte de este post se me ha indigestado y la he leído muy superficialmente, visto que iba en la misma dirección de lo que aquí he criticado.
El otro día decía Mugica, el presidente de Uruguay que la patología del conservador es ser reaccionario, y la patología del progresismo era el infantilismo. Yo añadiría una tercera patología de la izquierda: la división en minúsculos partiditos que no van a ninguna parte, porque si no se llega al poder, al gobierno, desde donde se pueden cambiar las cosas, de nada sirve los “sermones” edificantes de Podemos, Izquierda Unida (¿unida?), el partido X, etc.
IU ha gobernado en municipios, solos y en coalición, ¿realmente ha gobernado con políticas de izquierdas o más bien han puesto parches a una realidad consolidada y fundamentada en un sistema capitalista? Mientras la izquierda no sea “el gran poder”, es decir, la mayoría en grandes regiones del planeta, poco o nada va a cambiar.
Si la razón no mueve a las masas, qué triste sería que se movieran por mitologías; el voto por el voto, el voto a cualquier precio, es inadmisible. ¿Alguien piensa que apropiándose la izquierda del cristianismo éste iba a mejorar? ¿Convertir el cristianismo en una ideología política? ¿Un gobierno cristiano? Uf, qué fuerte. Si ni siquiera el Vaticano es capaz de acercarse mínimamente y conceptualmente a los principios evangélicos, es el único estado absolutista en el mundo occidental, es tan corrupto o más que cualquier otro, ha tolerado corrupciones morales de vergüenza, etc. ¿O a qué cristianismo se refiere? ¿Al evangélico? ¿Dónde está para agarrarse a él y usarlo (¡!) como política de masas?
Volviendo a Mugica, pienso que este post es la viva imagen de la patología de izquierdas: el infantilismo.
Me veo desbordada por la cantidad de ideas que me vienen a la cabeza y que alguien desarrollará en sus comentarios.
-Esto, amigos (“El hombre no puede rebelarse si no es conservador -decía Chesterton-, al menos “tan conservador como para haber conservado alguna razón para rebelarse”. Cambiar siempre es un riesgo y los cambios revolucionarios son, para la mayor parte de la gente, un riesgo demasiado grande. Por eso la izquierda siempre tuvo muy difícil extender su hegemonía entre la población.) hay que calibrarlo serena y profundamente para descubrir lo que está implicando de desfase en la toma de conciencia necesaria en valorar lo imperiosa que es la toma de conciencia solidaria librándonos de ese enredo que suelen ofrecer las medias verdades tras las que se oculta la gran falsedad.
Cuando de revolucionar una actitud o comportamiento se trate, lo prioritario es haber tomado conciencia de que algo no está en situación de real bien y por lo tanto el permitirlo es un mal del que nos podemos y debemos librar con un coste menor que el que comporta conservar aquella situación que nos perjudica y perjudica a los demás.
La falsedad muy amenazadora de que el cambio supone riesgo goza de ventaja, si de tal modo percibimos la realidad bajo el prima de la falsedad para uno mismo y para los demás.
Cuando uno percibe que la salud le falla, lo que le supone riesgo y costo desproporcionado no es curarse, sino mantener la enfermedad, sobre todo después de haber hecho presencia por el malestar o dolor.
Y por ello lo que nos cuesta es sufrir la enfermedad y a lo que nos arriesgamos con alor y esperanza es a poner remedio si lo tiene, pues la ventaja de la salud predomina en bien al riesgo de librarnos de la alteración enfermiza en cualquiera de los miembros de nuestro organismo.
Tiene razón Chertestón, si ese conservadurismo al que apela es a favor del bien perdido en oposición al mal contraido, pero nunca el simple conservadurismo de una patología insensible nos movera a ponerle remedio y siempre nos precederá el conformismo insensible de cambiar aquel mal del que no hemos tomado conciencia.
Y esto precisamente es lo que trata de jacer con el desajuste de nuestra personalidad la cultura inhumana de los sistemas de poder, ofreciendo analgésicos mentales preventivos que van desde la inconsciencia de la ignorancia, pasando por las alienaciones más variopintas, hasta llegar al dopaje de las drogas para que la evasión sobre el mal real no sea ni siquiera posible proyecto de cambio o revolución, frente a la que contrapone las técnicas de todas las baterías que sueltan a mansalva la munición de los miedos y engaños.
Y esto es lo que ha cundido y cunde por la ladera izquierdista de la Humanidad y lo que provoca tanto retraimiento respecto al cambio urgente y necesario del mal real al bien posible a coste, no de mayor riego para el bien, sino del inmensamente mayor para quedar más atrapados y debilitados en el mal.
Esta falsa situación de conciencia es la que provoca que las mismas víctimas, por su falta de solidaridad mutua, contribuyan con sus complicidades, la mayoría de las veces, inconscientes, o conscientes, pero infectadas de falsos deseos, apoyen el poder y peso opresor de quienes sí tienen ventajas en su dominio que se solidifica hasta niveles de globalización como en la actualidad.
Si por situación verdadera y realmente humana entendemos el bien de y para todas las personas (En ello consiste para quienes decimos tener fe el Reino de Dios Padre) ya nos advirtió Jesús de que es condición indispensable la metanoia, cambio de mentalidad, o toma de conciencia de la verdad de nuestra realidad humana, o renacimiento a una vida nueva.
Y como en esto se asienta y queda constituida nuestra verdad humana, esta VERDAD es la que nos puede liberar con mayor facilidad y plenitud de bien que el mantenernos esclavizados por la falsedad que oculta el coste del mal, sea propio o ajeno.
Y, si en ello profundizamos un poco, nos sorprenderá que las divisiones por la izquierda, tienen aqui su manantial o foco de infección.
Bienes y capacidades nos sobran, si acertamos en ordenar lo que en realidad nos sucede y sucede a otros en peores condiciones, y buscamos la verdad de que el cambio de los males al bien es mucho más fácil que el dejarse llevar por falsos miedos o aspiraciones inhumanas de prestigio y poder dominante.
De lo mejor que he leído en los últimos 10 años. Hay mucho que profundizar, pero sobre todo que convertir en organización. Miles de personas estamos a ello.