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El misterio Juan XXIII

Castillo
ATRIO ofrece este artículo de José Mª, en vísperas de un acontecimiento tan confuso, por respeto a la sabiduría del autor que, sin duda, pretende sacar lo más positivo de la inminente doble canonización

En junio de 1963, pocos días después de la muerte de Juan XXIII, el cronista que entonces tenía en Roma la prestigiosa revista “Études”, de los jesuitas de Francia, el P. Robert Rouquette, escribió un artículo memorable sobre “el misterio Rocalli”. Como hoy – a mi modesto entender – se podría escribir algo semejante sobre “el misterio Bergoglio”. Es evidente, creo yo, el punto de convergencia que se advierte en estos dos hombres enteramente singulares: Juan XXIII, en los años 60 del siglo XX, y Francisco, en la segunda década del siglo XXI.


Refiriéndose a Juan XXIII, Rouquette decía en el artículo que acabo de mencionar: “Me sorprendería si un día me entero de que a Pío XII lo han canonizado, pero no me sorprenderé si Juan XXIII sube a los altares”. El tiempo, al menos de momento, le ha dado la razón al cronista de los jesuitas franceses en el Concilio. Y es que Juan XXIII, como ahora el papa Francisco, entrañó siempre algo (quizá mucho) de misterio. El misterio de una profunda humanidad que toca fibras muy hondas en nuestras vidas. En las vidas (me parece) de todos los seres humanos.

Algunas referencias bastarán para indicar lo que quiero decir. El 6 de marzo de 1939, después de enterrar a su madre le escribía Roncalli a un amigo: “Mi pobre madre me había dicho que no quería morir en mi casa de la nunciatura, una casa burguesa y confortable. Ella quería morir en su casa pobre y campesina, entre los suyos, como una sencilla mujer de pueblo”. Para Roncalli, en efecto, tal como lo dejó escrito en su testamento, la pobreza de su familia era el gran don que Dios le había hecho en su vida. Le tenía horror al “espíritu de carrera”. Exactamente lo mismo que, para él, “los ambiciosos son las criaturas más ridículas y más pobres de este mundo”.

Seguramente no son muchos los que saben que en Roma siempre se le tuvo por “el campesino de la diplomacia vaticana”. Por eso fue destinado como nuncio a Constantinopla, considerada como el último puesto de la diplomacia pontificia. Y si un buen día, en 1944, se le destinó a la siempre prestigiosa nunciatura de Paris, todo se debió a los problemas que a Charles de Gaulle le causó el nuncio Valerio Valeri. A lo que Pío XII respondió, como represalia, humillando a los franceses al mandarles, para la nunciatura, al “campesino de la diplomacia” vaticana, que era, ni más ni menos, que el nuncio Roncalli.

Este fue el hombre que, “por un impulso inesperado”, convocó el Concilio Vaticano II, cuando nadie pensaba en semejante cosa. El hombre que, gracias a su bonhomía, su simplicidad y su humildad transparente, humanizó el papado. Y el hombre que no tuvo pelos en la lengua para decirle, en pleno Concilio, a un observador anglicano: “Han sido los teólogos los que nos han metido en todas estas dificultades; ahora, es a los cristianos ordinarios, como Vd y yo, a los que nos toca salir de todo esto”.

Juan XXIII estuvo en Granada.
Cuando era arzobispo de Venecia, vino un verano a conocer nuestra ciudad. Se hospedó en el entonces Hotel Inglaterra, en la calle Cetti Merien, entre la Gran Vía y la calle Elvira. Por la mañana temprano salió del hotel. Y a una mujer que encontró en la calle le preguntó dónde había una iglesia. Quería decir misa. La mujer le dijo que allí cerca estaba la iglesia de los Hospitalicos. Pero añadió la señora: “Mire, Vd parece un cura importante; le llevaré a San Juan de Dios, nuestro patrón”. Y en San Juan de Dios celebró la Eucaristía el hombre de Dios que revolucionó la Iglesia de entonces.

¿Es un misterio este santo hombre? ¿Lo es el actual obispo de Roma, el papa Francisco? Un “misterio” es una cosa difícil de explicar; y que no tiene explicación, a diferencia del “enigma”, que siempre la tiene. Ni Juan XXIII, ni Francisco, han tomado decisiones como para cambiar la Iglesia y el mundo. Pero es un misterio la vida de estos dos hombres. Porque, sin tomar decisiones para un cambio decisivo, ellos son la presencia de un profundo misterio. El misterio de nuestra humanidad. Quiero decir: humanos somos todos. Pero somos también inhumanos. A veces, demasiado inhumanos. Y si algo nos dejó claro Jesús, en su Evangelio, es que, siendo profundamente humanos, es como únicamente podemos imprimir al mundo y a la Iglesia la fuerza de cambio que tanta falta nos hace.

19 comentarios

  • George R Porta

    (2) Amiga María Luisa: Del otro/a solamente se puede ver objetivamente la conducta y será el trato personal en proximidad creciente con ese/a otro/a, lo que irá añadiendo información “en profundidad” como si se completara un puzle de esos de piezas de cartón con la diferencia de que en el caso de lo humano el puzle nunca llega a ser completado.
     
    En dicha experiencia que es ella misma independientemente dinámica—ambos/as participantes introyectan o integran a cada una de las respectivas personalidades los “data” que tomen o reciban conscientemente del encuentro, y que constituyen la parte subjetiva comunicada por cada uno/a al/la otro/a y la parte objetivamente interpretada con cada uno. Como efecto la complejidad pudiera alcanzar una gama infinita o inimaginable de proporciones aunque siempre el componente afectivo el que complementará lo meramente intelectivo o cognitivo. De todo este intercambio lo afectivo causa una especie de síntesis, que hace tolerable la complejidad pero que el lenguaje, por su carácter esencialmente equívoco (versus lo unívoco) solamente pudiera comunicar reducido en su significancia o, lo que es peor, distorsionado por la subjetividad de las interpretaciones.
     
    Dicha apariencia de “superficialidad” fuera siempre “progresivamente compleja”, por lo tanto, lo mismo si es suficientemente fiel a la realidad real del otro como si es distorsionada (por ejemplo en el machismo o en la psicosis) y tiene que ser descrita incluyendo su propio “espesor o densidad”, a pesar de que, en efecto, constituya “superficie” (el concepto de densidad o grosor de cualquier descripción es de Clifford Geertz) porque en sus propia consistencia y textura, está claramente diferenciada de lo demás que constituye “la profundidad” sobre la que descansa y de la que emerge  y que “cubre”, que intermedia entre el sujeto y el objeto en sus respectivas alteridades y a la que también conduce. Lo profundo, desde luego fuera o tuviera que ser aún más complejo, más “espesa” o densa e imposible de explorar a fondo en su totalidad porque es en proporción directa alteridad en ambos sentidos, el del sujeto observador y el del objeto observado.
    Sin el elemento afectivo que es inseparable de cualquier “experiencia” humana todo este encuentro fuera imposible de asimilar. El símil físico o material fuera como es la “epidermis” con respecto al cuerpo. Aunque haya continuidad entrambos son diferenciables los epitelios de los músculos o los tejidos grasos.
     
    En resumen, si esto que pienso/siento fuera posible, lo fuera porque desde mi punto de observación la humanidad solamente puede ser lo que es, en su diversidad casi inagotable (densidad) y diferenciando de esta especie de “esencia o base material” es que pudiera ser comprendida “la conducta” de la persona, claramente diferenciada de su ser material, propio, parcialmente inaprehensible.
     
    Al mirar a la raza humana, entonces fuera imposible la mayor o menor humanidad (cuantitativa o cualitativamente) y, consecuentemente, los derechos humanos no solamente fueran “necesariamente un elemento del conjunto ‘humanidad’, sino necesario u obligatoriamente inalienables e inviolables.
     
    Diferentemente, la conducta puede ser punible y convertir a alguien en execrable. O lo contrario, heroica y convertir a la persona en “premiable”. Lo que no debiera ser posible es que la execrabilidad o la heroicidad de esta o aquella persona resten o sumen “humanidad” a las mismas.
     
     
    La estructura genética humana determina la única realidad objetivable y “sujetuable” (creo que quizá no se pueda decir esta palabra). La misma responde al patrón básico de los 22 pares de autosomas y un par de cromosomas. Este último incluirá necesariamente, como mínimo (según ha sido demostrado hasta ahora) una de estas combinaciones: XX o XY.
     
    En el primer caso habrá un “X” claramente primario y diferenciado y en el segundo un “Y”, claramente primario en el varón pero pareado al “X” secundario de su alternativa femenina, mientras que el “X” primario que es el único que puede auto-rectificarse en gran medida es estrictamente femenino. En otras especies la diferenciación puede ser la opuesta o no. Si no ocurre dicha estructura cromosómica mínima no se trata de la condición humana. Las distorsiones patológicas no cambian un tal requisito.

  • George R Porta

    Amiga María Luisa: Conozco tu generosidad y mi temor era a distraer tu tiempo que ya sé que, como todos, por la actividad de la vida te deba escasear. Te agradezco tus comentarios y, como ves, me obligas a “bucear” algo que físicamente, en el agua, hace mucho que no puedo por razones de salud pero que siempre fue de un pacer y de una “consolación espiritual” tremenda. La belleza es penetrable bajo la superficie del agua y el esfuerzo y los riesgos siempre fueron más que justificado.
     
    Divido este comentario en dos para no abusar del espacio.
     
    En estas frases mías que citas, me ocurrió lo que a menudo me ocurre, y es que al editar para acortar lo que escribo, o se me escapan visualmente detalles por lo pequeño de las letras una vez que lo “pego” en la ventana de Atrio antes de enviarlo o se pierden las enfatizaciones por el paso de Word a Atrio. En lugar de lo que publiqué debió leerse lo siguiente: “de manera que si “ser” equivale a trascender el permanecer en el “mero tener” entonces disminuye la humanidad” cuyo error hizo incoherente las frases. No obstante comprendiste que ciertamente confundo aquello que en “este contexto significa “tener” (es lo físico, lo material, lo biológico)”, como bien apuntas.
     
    Después aciertas a comprenderme cuando a pesar del error que te menciono arriba, me respondes lo siguiente: “Precisamente   me preguntabas al principio  por la “profundidad humana” pues bien por  todo lo dicho  la entiendo como superación de niveles o etapas que integran nuestra humanidad. Porque hay superficie ha de haber  profundidad, en una palabra la profundidad nos  compromete con  la alteridad que  toda realidad nos ofrece, en este caso la que nos ofrece  la realidad humana”.

    Mi dificultad mayor aunque se trate de mi deficiencia filosófica y no de la claridad con la que expones tu pensamiento, es aplicar las nociones de superficialidad y profundidad a algo que yo tuviera que llamar apariencia de la realidad y la realidad misma y referir a las investigaciones de un antropólogo cultural estadounidense extraordinario que habla de “densidad” o grosor cuando se refiere a la descripción auto-biográfica o biográfica o a la interpretación de las culturas (Cf. Clifford Geertz, 1973, The Interpretation of Cultures: Selected Essays. New York: Basic Books, 1973, y en castellano se puede descargar gratis legalmente en el enlace que sigue http://monoskop.org/images/c/c3/Geertz_Clifford_La_interpretacion_de_las_culturas.pdf
    De Geertz y de su trabajo que es extraordinariamente interesante se puede leer traduciendo automáticamente desde Google si no se puede leer en el inglés del sitio en este enlace: http://www.indiana.edu/~wanthro/theory_pages/Geertz.htm
     
    Por razones de formación y de mi propia vivencia, la humanidad me viene evidenciada en su base material genética y sobre eso “se construye” su historia y la historia de las culturas humanas o de la “cultura variopinta de la única raza humana”. La humanidad tiene genéticamente (biológicamente) hablando una base material que le es imprescindible. A partir de ello y en lenguaje siempre figurado o metafórico me parece comprender lo aparente que da forma  o confiere el modo a la alteridad , de manera que ésta sea resultado de mi percepción del otro (lo que “objetivizo” en el otro/a sin poder ignorar la sujetualidad de ese/a otro/a, por la cual he de preguntarle y que me ha de describir desde su subjetividad.
     
    De la sujetualidad comentaste ampliamente en otros hilos y me sigue siendo tema de reflexión desde entonces más acuciantemente debido a tus comentarios, lo que te agradezco.
     
     
    Al respecto me gusta mucho un gran ensayo de Paul Ricoeur (en 1990) titulado “Soi-même comme un autre” que ha sido publicado por Siglo XXI Editores con el título de “Sí mismo como otro” (Madrid 1996) y tus comentarios (no he podido localizar el hilo correspondiente que me parece que fuese los comentarios a Chauí y después a Asun hacia el final de marzo) acerca de la sujetualidad me han obligado a volver a leer y te lo agradezco, que había leído en 1994 en su versión original y como comprenderás con los inevitables riesgos. Ahora gracias a tus comentarios sobre la sujetualidad le he leído en castellano y con más fruto. Gracias.

  • M.Luisa

    A ver, amigo George, cómo te lo diría… no, no es que   ya de entrada  tema  por tu parte cualquier otra objeción sobre lo que,  a  bien pueda modestamente  responderte, es que me resulta una situación chocante pues  no soy yo sino  tú el que me aportas muchas veces con tus escritos   un saber provechoso que me enriquece.
     
    Pienso, pues,  que lo que ocurre cuando media entre nosotros   algún desencuentro,  es debido a las distintas perspectivas de las cuales ambos  partimos  en el análisis de la realidad. Tú,  profesionalmente, desde una  perspectiva   psicológica, la mía,  en cambio,  aunque sin profesionalidad ninguna   y sólo   movida  por las circunstancias, parte desde una perspectiva  filosófica en virtud de la cual hace que su  experimentación las  trascienda.
     
    Es curioso  observar que  cuando renuncio, por su complejidad,  a   meter en un comentario algo que pudiera definir  con mayor precisión la idea que intento expresar y que la considero muy importante por aquello de ir acotando el ámbito común de la   búsqueda que tod@s aquí compartimos,   luego resulta que acogiéndome a lo simple  ello provoca  de nuevo, no tan sólo un volver a empezar, es decir  volver a ir a algún punto  que pareciera  haber ya estado  si no resuelto sí  consensuado,  sino que además  ya me perdonarás George me cuesta interpretar lo que quieres decir. Por ejemplo no entiendo que quieres decir cuando a raíz de la frase   “Por tanto, sí  es posible ser inhumanos si lo humano permanece en un mero tener”— respondes lo siguiente: de manera que si “ser” equivale permanece “mero tener” entonces disminuye la humanidad, lo siento pero no logro entender, creo que confundes lo que en este contexto significa “tener” (es lo físico, lo material , lo biológico)
     
    Permíteme que para mejor claridad transcriba el parágrafo entero del cual extrajiste la mencionada conclusión y vaya yo misma sobre la marcha haciendo alguna explicación.
     
    En cambio, la consideración  de lo inhumano en  el misterio de nuestra humanidad   no nos ha de hacer pensar en algo  que sea necesariamente improcedente –  por qué?  porque  aquí inhumano no nos saca fuera de la línea de lo humano-  sino tan sólo se le ha de considerar  como eslabón que incentive  nuestra capacidad  para que con lo que tenemos por naturaleza- nuestro organismo, sus funciones, .ets.,-   llegar a ser  plenamente humanos. Precisamente  con pero  sin abandonar aquello que de hecho ya poseemos – es decir  aquí aparece lo que en tantas ocasiones a ello me he referido como el sistema psico-orgánico que   es lo que en su totalidad se percibe unitariamente- – en la complementariedad- decía ayer-  del  “tener y el ser”
     
    La  cual,  dicha complementariedad ha sido tradicionalmente  disociada dando lugar a la clásica  dualidad, con lo cual para llegar a ser era preciso el elemento sobrenatural, es decir, hacer uso de algo venido de fuera. (Todo el montaje teológico, por ejemplo)
     
    Precisamente   me preguntabas al principio  por la “profundidad humana” pues bien por  todo lo dicho  la entiendo como superación de niveles o etapas que integran nuestra humanidad. Porque hay superficie ha de haber  profundidad, en una palabra la profundidad nos  compromete con  la alterirad que  toda realidad nos ofrece, en este caso la que nos ofrece  la realidad humana.
     
    Bien, George, espero haberte sido útil,  si queda algún fleco ya me lo dirás,  un abrazo. Ah! Y otro para Asun que remató ayer muy bien la jugada.

  • Rodrigo Olvera

    pd
    Tampoco hay ningún “misterio Bergoglio” en el estallido de culto a la personalidad del actual papa. Es bastante explicable sociológicamente, sin recurrir al “misterio de la humanidad”.
     
    Digo, a mí me parece muy inhumano (en su acepción de cruel) la manera como descalificó Bergoglio las voces de las víctimas de pederastia clerical en que se sustentó el informe de la ONU (Algo a reconocerle a Ratzinger fue el cortar en seco el discurso de que las reacciones mundiales por el tema se debían a odio a la iglesia; en la entrevista sobre el informe de la ONU, Bergoglio reactivó esa línea de discurso).  Me parece muy inhumano hacia las víctimas que promueva dentro de la institución a encubridores como Norberto Rivera. Me parece muy inhumano que haya hecho oido sordos a las víctimas que le pedían que suspendiera la canonización. Y me parece muy inhumano que – ante la notoria controversia que levantó su decisión de seguir con la canonización- mienta descaradamente diciendo que la canonización fue solicitada de manera unánime por la iglesia.
     
    Lo que me parece un misterio es cómo gente que abrió caminos de pensamiento crítico en el catolicismo, cierre los ojos a tanta crueldad de Bergoglio contra las víctimas del papado de Wojtila, y además nos lo quiera vender como ejemplo de humanidad.  Pero bueno… tampoco es tan misterioso si lo pensamos un poco

  • George R Porta

    Amiga María Luisa: Sé que no te sobra el tiempo y por ello temo pedirte que me ayudes a comprender lo siguiente: “profundidad humana” , una expresión que me parece incomprensible y comprenderé que ignores esta clarificación que te pido.
     
    Me parece comprender que pongas “ser” en función del “mero tener”—“Por tanto, sí  es posible ser inhumanos si lo humano permanece en un mero tener” de manera que si “ser” equivale permanece “mero tener” entonces disminuye la humanidad. Así, si siendo se trasciende o se va más allá del mero tener, entonces se es humano y en el grado o la magnitud de esa trascendencia la plenitud humana habrá sido más o menos alcanzada. ¿Qué es “ser” como para que pueda venir definido por su permanecer “mero tener”?
     
    Tengo la impresión de que se trate de mi ignorancia filosófica pero no comprendo a qué te refieras. Porque la condición humana que garantiza la inviolabilidad y la inalienabilidad de la vida no puede ser una contingencia. Permíteme poner un ejemplo: Alguien que nazca con daño cerebral permanente y masivo no podrá siquiera llegar a “tener” y por tanto tampoco podrá trascender su situación.
     
    La gente que vive en condiciones de opresión no puede llegar siquiera a “tener” suficientemente de lo indispensable y posiblemente pueden tener en alguna medida pero ¿cómo pudieran superar su estado de destitución si no aspiraran a tener más, al menos llegar a tener lo decorosamente suficiente”? ¿Cómo pudiera determinarse qué sea suficiente “mero tener”?
     
     
    De nuevo, ya sé que al hacerte preguntas te distraigo, por lo tanto no te apenes si no puedes responderme. Un abrazo agradecido.

  • Rodrigo Olvera

    De acuerdo, Pepe.
    El texto es un panegírico de Roncalli.
    Pero al menos:
    a) tiene la lucidez de advertir contra el culto a la personalidad;
    b) acompaña la alabanza con otras consideraciones que, en su momento y más ahora, empañan la imagen idealizada (como el rol en el tema de los curas obreros)
     
    En cuanto al misterio, tienes toda la razón. No hay misterio EN Roncalli, ni el artículo apunta que la persona de Roncalli sea un misterio (como pretende re-significar el artículo Castillo). Lo que es el misterio Roncalli es el súbito estallido de culto a la personalidad de Roncalli a su muerte, lo que le parece al autor un misterio tomando en cuenta lo poco que la mayoría de la gente conoce al recién difunto. Pero es que ni así es un misterio: como apunta el mismo autor, es fácil de explicar por la tradicional papalotría, sumada a la “conducción” de la opinión pública por los medios, sumada a un contexto de ansiedad social por la guerra fría. Nada misterioso, pues.

  • pepe blanco

    Gracias, Rodrigo.
    He leído el artículo de Rouquette. Al menos aporta escritos de Roncalli, con el fin, supongo, de construir su alabanza. Porque, lo cierto, es que me ha parecido ver más alabanza en Rouquette que misterio en Roncalli. Los textos que cita me parecen expresivos de una espiritualidad antigua y enajenante. Lo que sí me ha llamado la atención es que Roncalli leyera a Papini (Ojalá Atrio se animara a ofrecernos una selección de textos “espirituales” del genial Papini. Si tuviera tiempo, yo mismo haría esa selección).
     
    En fin, que si me cuesta ver misterio en Roncalli, en Bergoglio no es que me cueste más, es que no veo ningún misterio. Sí veo en él una habilidad especial para la manipulación, para flirtear con unos y con otros, para lavar el rostro ensuciado de la iglesia católica, para captar clientes en esta época de crisis económica, para transmitir el mensaje subliminal de que admiremos lo majo que es…
     
    En resumen, veo en Bergoglio muchas habilidades sociales y eclesiásticas, pero misterio, lo que se dice misterio…

  • Rodrigo Olvera

    Pepe
     
    Castillo hace referencia a este artículo El misterio Roncalli, de 1963. Castillo parece ni siquiera darse cuenta que este artículo empieza con una lúcida llamada de precaución EN CONTRA de crear un mito y promover el culto a la personalidad alrededor de Roncalli, cuando aquí Castillo justamente está reforzando el mito de Roncalli y jalando ese manto para que cubra la construcción del mito y la promoción de culto a la personalidad de Bergoglio.
     
    Hay frases en el artículo que Castillo omite. Por ejemplo, donde dice que es probable que Roncalli (en su calidad de Nuncio en París) tuviera que ver con el fracaso del movimiento de los curas obreros en Francia, y que mientras estuvo en París, Roncalli subsidiaba económicamente a una revista integrista.
     
    En fin

  • pepe blanco

    Me gustaría saber con más detalle en qué se basa Castillo para afirmar que la vida de Bergoglio es un misterio, así como que Bergoglio es la presencia de un profundo misterio.
     
    Mientras no tenga esa información, pensaré que tales afirmaciones no son más que tonterías, bobadas. Propaganda torpe, divulgada con ínfulas de iluminado. Cuando disponga de esa información, me temo que seguiré pensando lo mismo.

  • Rodrigo Olvera

    Veo en las noticias que Bergoglio dijo en la ceremonia que canonización que había sido pedida por la iglesia de forma unánime. MENTIRA DESCARADA; un sector de la iglesia católica no sólo no la pidió, sino que públicamente solicitó a Bergoglio no realizarla

    Pobre Castillo; un mes sí y el otro también, Bergoglio tira por tierra sus esfuerzos desesperados por justificar e idealizar al actual papa.

  • Asun Poudereux

    Estoy muy de acuerdo con lo dicho por Mª Luisa. No sé por qué sentía contradicciones  y menos mal que llegaste.
     
     
    Añadiría a lo dicho por ti: “poder llegar a lo esencial “tras la comprensión de lo que no somos y permanecer en quienes somos  siendo coherentes”.
     
     
    Por otra parte, los fastos y los auto-bombos qué lejos están del proyecto de Jesús. Sin embargo hay que admitir que atraen a muchos creyentes, pues tienen un sentido reconfortante, ya que parece sienten así reafirmadas su opción de vida y creencias.
     
     
    No puedo menos que alegrarme, ahora con ciertas reservas, cómo disfrutan los demás,  porque no deja de ser lo que es, volver a ser niños, como gusta de ver a los forofos y participantes de grandes acontecimientos y fiestas, pues algo se activa y rememoramos sentimientos de reconocimiento y autoestima propios de la infancia.
     
     
    Un fuerte abrazo (te echaba de menos).

    P.D.- El comentario de Pilar, ahondando en el ser humano de Juan XXIII es posterior a lo escrito aquí. Muchas gracias.

  • m. pilar

    Copio de este art. De J.Mª. Castillo:

    …” Para Roncalli, en efecto, tal como lo dejó escrito en su testamento, la pobreza de su familia era el gran don que Dios le había hecho en su vida. Le tenía horror al “espíritu de carrera”. Exactamente lo mismo que, para él, “los ambiciosos son las criaturas más ridículas y más pobres de este mundo”.
     

    No puedo comprender a donde ha llegado la iglesia desde que se asentó en el poder… desde ese momento, comenzó el desvarío del Mensaje y del camino que “ellos” imprimieron y siguieron a precio de sangre, vidas truncadas, mentes adormiladas.
     

    Por eso Juan XXIII tuvo una inteligencia especial, amamantada en la pobreza y el dolor que conlleva, no solo a su familia en concreto, sino a la mayoría de los pueblos; para nada contaban porque nada poseían, según la mirada de los poderosos.
     

    Él tenía una sabiduría capaz de comprender a esa mayoría sufriente de la humanidad.
    De manera especial comprendió también el Proyecto de Jesús por el que trabajó desde muy joven; no le cambiaron los diferentes cargos (algunos de ellos dados por interés) y asumió cómo el poder lo ¿utilizó?… obedeció sin dejar de ser quien era.
     

    Él fue siguiendo su camino, no perdió en ningún momento la visión de su origen y lo elevó a lo más alto con su vivir.
     

    Los seres humanos siempre estamos en camino de superación, y aquellos que se empecinan en revolcarse en su más baja calidad… dejan de alguna manera de ser humanos… porque el fin de cada ser es, llegar lo más cerca posible de su plenitud, algo que está totalmente en sus manos, teniendo la capacidad de mirar en torno suyo, y aprender de otros seres que se crecen en medio de todas las dificultades; mirar a los mejores en su capacidad humana, nos empuja a pensar y luchar que también el resto lo puede realizar.
     

    Creo firmemente que Juan XXIII fue creciendo en humanidad cuanto más cerca se mantuvo de su esencia y lo que ella le enseñó a lo largo de su camino.
     

    Ydio pasos e gigante, para hacer posible un cambio profundo que los siguientes mandatarios lo fueron ahogando hasta casi asfixiarlo

    mª pilar

  • M.Luisa

    Si se me permite añadiría algo más  refiriéndome ahora al hecho de  las canonizaciones y contrastándolo   con lo que he expuesto anteriormente. Sin embargo,  para ello,  me será necesario  cambiar en la frase de Castillo “a veces, demasiado inhumanos” el término “demasiado” por el de “persistencia” quedando su planteamiento de ese modo
     
    “A veces  persistentemente inhumanos” Por qué?  porque  pienso que no es cuestión de grados sino de esencia, es decir, de  poder  llegar a lo esencial.
     
    Así, pues, todo lo dicho anteriormente, con respecto a las canonizaciones, si bien,   descartando lo de demasiado inhumanos, como digo,  si podríamos, en cambio, decir  que nuestra humanidad  respecto a este hecho sacral queda obstaculizada invitándola a permanecer todavía en un estado de infantilismo que parece ser perdurable,

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  • M.Luisa

    No se puede concluir, en mi opinión, interpretando a J.M Castillo, que  su propuesta tenga algo que ver con una categorización moral impuesta desde fuera  que a la postre vendría a ser lo mismo como así ha venido siendo tradicionalmente.
     
    Es ilustrativo, pero en su aspecto negativo,  el ejemplo de George:  si más humanos más buenos, si más inhumanos más malos. NO, no es esto lo que yo entiendo nos dice el autor en este párrafo:
     
    “El misterio de nuestra humanidad. Quiero decir: humanos somos todos. Pero somos también inhumanos. A veces, demasiado inhumanos. Y si algo nos dejó claro Jesús, en su Evangelio, es que, siendo profundamente humanos, es como únicamente podemos imprimir al mundo y a la Iglesia la fuerza de cambio que tanta falta nos hace.”
     
    Lo que primero me viene a mano  es la siguiente reflexión. Si en el párrafo mencionado el autor  habla  de profundidad humana,  resulta  ilógico, para nuestra conclusión,  traer la profundidad   a la superficie tratando de reducirla para, llegado  a este nivel extraer juicios o categorías convencionales, “este es bueno “ este es malo” etc.,
     
    En cambio, la consideración  de lo inhumano en  el misterio de nuestra humanidad   no nos ha de hacer pensar en algo  que sea necesariamente improcedente  sino tan sólo considerarlo  como eslabón que incentive  nuestra capacidad  para que con lo que tenemos por naturaleza   llegar a ser  plenamente humanos.  Precisamente  con pero  sin abandonar aquello que de hecho  poseemos. Es lo que se percibe como unidad en la complementariedad del  “tener y el ser” Por tanto, sí  es posible ser inhumanos  si lo humano permanece en un mero tener.

  • George R Porta

    Reproduzco  estas líneas al final del artículo del Dr. Castillo: El misterio de nuestra humanidad. Quiero decir: humanos somos todos. Pero somos también inhumanos. A veces, demasiado inhumanos. Y si algo nos dejó claro Jesús, en su Evangelio, es que, siendo profundamente humanos, es como únicamente podemos imprimir al mundo y a la Iglesia la fuerza de cambio que tanta falta nos hace.” (Énfasis añadido)

    Al clarificar que el mensaje de Jesús nos exija ser profundamente humanos como única alternativa para poder imprimir al mundo y a la Iglesia la fuerza de cambio que tanta falta nos hace, parece más bien lógico interpretar se refiera a categorías morales, si más humanos más buenos, si más inhumanos más malos, lo cual es una categorización más bien artificial aunque sea muy frecuente.

    Lo humano es eso, “humano”. No es posible ser “inhumanos”. En efecto el DRAE dice lo siguiente acerca de la voz “inhumano/na”: (Del lat. inhumānus). 1. adjetivo. Falto de humanidad.”

    En cambio se debe hablar de personas oprimidas y personas opresoras. Aunque de diferente manera porque los oprimidos generalmente sufren carencias materiales y los opresores generalmente no, la opresión atenta contra la dignidad de ambos oprimidos y opresores.

    La opresión rebaja la dignidad pero no priva de la condición humana cuyos marcadores incluyen aquellos de carácter biológico que constituyen la base material de la misma y le garantizan su constancia y su permanencia. Esta inalienabilidad/inviolabilidad de lo humano marca el destino universal de la especie a la felicidad como una sola raza, y marca el derecho universal a la libertad con respecto a cualquier forma de opresión.

    Desde la óptica jesuana, la solidaridad es apreciada como necesaria, es decir, universalmente obligatoria y nunca opcional. En efecto toda persona tiene derecho a ser formada en la solidaridad de modo que quede garantizada su libertad para practicarla. Por otra parte, nadie tiene derecho a ser formado para oprimir ni para consentir la opresión en sí o en otros/as. Las instituciones educativas católicas y hasta las mismas órdenes religiosas son culpables de haber servido demasiado a menudo a las estructuras o sistemas opresivos,

    Desde la óptica jesuana son los oprimidos quienes marcan el lugar de la mayor profundidad humana o la dirección en la que Jesús la busca para sí porque, contrario al mundo o la cultura de su tiempo y del nuestro, si Jesús les mira con compasión también lo hace con una gran esperanza.

    Muchas culturas reconocen en su desarrollo mitológico la figura del “sanador herido” y el “perdón” gratuito y universal que exige Jesús es comparativamente también paradójicamente injusto porque excluye la habitual justicia retributiva que refleja la opresión. La persona ofendida es la única que puede ser “injusta” saboteando la justicia legalista de los tribunales, independientemente del arrepentimiento del/a victimaria y de la ley. De buscar la reconciliación Jesús hace responsable a la persona ofensora.

    La vieja disputa de la localización del Templo—Jerusalén o Garizim—se vuelve significativa en este punto de un modo peculiar porque, en referencia general a las narraciones evangélicas, Jesús es él mismo anuncio de un Reino en el que ha de imperar una justicia diferente y, a la hora de localizarlo,  lo hace no por el lugar de los poderosos de Israel, sino el lugar de los “malditos por Israel”.

    La humanidad es lo que es y su único modelo, al menos cristianamente hablando, es Jesús. Si se admitiera que hubiese “grados” de ejemplaridad humana [Ana Rodrigo ya ha preguntado si “¿Hay salvados de primera y de segunda?” (Cf. Ana Rodrigo, 26-Abril-2014 – 13:44 pm, en “Sobre Canonizaciones”)] o “diversidad” de ejemplaridades en comparación con el modelo jesuano, la proposición constituyera un absurdo. Peor aún, estuviese apostando por un sistema de jerarquización que es esencialmente opresivo e injusto, contrario a Jesús y la visión del mundo que se le atribuye en los evangelios.

  • Rodrigo Olvera

    Es falso que Roncalli no tomara decisiones para cambiar la iglesia y al mundo.
     
    Las decisiones que tomó, y la forma en que las puso eficacia, respecto a la guerra fría cambiaron al mundo tanto (y en mi opinión más positivamente) como las que tomó en el mismo tema Wojtila.   Y no se reduce a el papel que jugó en la crisis de los misiles.
     
    También están muy documentadas las decisiones que tomó, y como las puso en práctica, respecto a la renovación eclesial interna  (especialmente la estrategia que aplicó para evitar el bloqueo curial a sus decisiones).
     
    Me parece muy peligroso (y equivocado) reducir a Roncalli al tema de la bondad. Roncalli tenía una idea muy definida de objetivos, estrategia y táctica para la renovación católica, desde antes de ser obispo de Roma. Y jamás jugó a las dos bandas en ello. Si no acepto que se use a Roncalli a favor de Wojtila, tampoco puedo aceptar que se le use a favor de Bergoglio.

  • George R Porta

    La religión es tan vieja cuanto lo es la ambición de poder. No en balde emperadores/as y monarcas han necesitado divinizarse cuando no pudieron escalar más en la jerarquía social o política.
     
    Las confesiones cristianas que atribuyen a Jesús de Nazaret real humanidad y real divinidad, en el sentido que lo hicieron los Concilios hasta Calcedonia, son un ejemplo de inconsistencia particularmente notoria. Creer que haya seres capaces de substituir el modelo de humanidad—no de divinidad que Jesús mismo quiso ofrecer—lo demuestra. No puede haber una escala de gradación entre los individuos propuestos como modelos de perfección humana porque eso solo perpetúa las castas y las jerarquías, las diferencias de mérito y valor.
     
    La Encarnación Cristiana muestra a la divinidad haciéndose humana. Y, fiel a su historia, el ser humano le responde andando en sentido contrario, tratando de ser perfecto como imagina que la divinidad fuera cuando aún no había querido humanizarse: Por eso sigue buscando héroes y modelos sobre humanos, poderosos capaces de orar milagros y de limpiar la malicia.
     
    ¿No fuera más lógico que la humanidad creyente se propusiera andar en el mismo sentido en el que quiso andar Dios? La santidad debiera ser para el creyente cristiano proporcional a la humanidad y no lo contrario. Ser profundamente humano, terrenal, en lugar de buscar cualidades que su imaginación atribuye a la divinidad que inventa. Es la santidad terrenal, la bondad, la belleza, la compasión, la solidaridad terrenales lo que debiera definir la santidad.
     
     
    Los milagros solamente apuntan al “poder” de conceder prebendas. No me extraña que Juan XXIII no haya logrado ninguno. Si, según la creencia cristiana Dios quiso despojarse de su condición divina (Pablo en Filipenses), es decir de su poder sobre-humano, ¿para qué hubiera que enmendarle la plana? ¿No es eso una forma de ateísmo?

  • oscar varela

    Hola!

    Coincidiendo con Castillo coincido con Vicedo: la “bonhomía”.

    Bonhomía como el mejor lugar de llegada peregrina de una Melancolía.

    Eso es “don Quijote”, quien al testar firmará con “el Bueno”.

    Todos somos un poco ese “don Quijote”, peregrino ideal trashumando los Caminos, que otros anteriores “don Quijotes” nos huellearon.

    Y ese es el sentido más hondo del “Misterio“, que lo es:
    * no porque no se pueda “explicar”, sino
    * porque es lo que tengo que hacer todavía

    El “misterio” es nuestra praxis cotidiana, que la haremos:
    * seriamente jovial, o
    * banalmente entontecida.

    ¡Vamos todavía! – Oscar.

  • Antonio Vicedo

    Muy bueno, José Mª., lo del misterio de la bonhomía de  Juan XXIII y de Francisco y es cosa de agradecer la aparición de estos personajes en la Historia por lo que señalas de humanización, pero según la referencia que haces a Jesús enviado por el Padre con misión bien concreta, en Él se cumplió totalmente la humanización testimonial, como mensaje  y como plenitud de posibilidades,  hasta la imposibilidad de continuar viviendo,  porque lo condenaron y lo crucificaron.
     
    Y esta última faceta, también muy humana, de agotar las posibilidades frente al poder,  no brilla en esa bonhomía a la que muchos llegan y que tanta sorpresa levanta.
     
    Jesús nos amó hasta el fin del AMOR  que no tiene fin y ahí se cruzaron el misterio de la impotencia(la muerte) y el del auténtico e infinito Poder (la Resurrección).
     
    No vale recurrir a los futuribles pasados, pero  si podemos elucubrar, si hubiera sucedido lo mismo en el pos Concilio, si Juan XXIII y Pablo VI hubieran llegado al tope de sus posibilidades humanas, enfrenándose al poder que infectaba a la Iglesia, aún a costa de sus propias vidas, puede que, en principio,  ya no le hubiera costado morir tan pronto a Juan Pablo I, cuyo desenlace no ha sido debidamente valorado en el enquistado poder vaticano, ni Juan Pablo II hubiera podido desviar tan facil y profundamente  las aspiraciones conciliares, machacado todo cuanto empezó a moverse por las bases de la Iglesia y aún de la misma sociedad humana.
     
    Por eso sigo creyendo, desde mi experiencia y la de tantos en el mundo, que Jesús nos avisó y alertó de las consecuencias de ser sus discípul*s con plena , o notable coherencia:
    ” Porque no es más aventajado el siervo que su Amo, ni el discípulo más que su Maestro; si a Mi me han perseguido, también os perseguirán a vosotros,” quienes actualicen los poderes en semejantes circunstancias.
    Con el poder o poderes falsos basados en la falsedad, e impregnados de ella, no se puede, ni se debe jugar con componendas de remiendos; estos los acepta, tolera e, incluso, los favorece el sistema de poderes por su rentabilidad-
    Lo que no tolera nunca, es el claro y directo desafío  de la denuncia de su responsabilidad criminal y del compromiso de resistirlo y atacarlo eficazmente.
    Tal vez a eso también se refería Jesús cuando nos habló de que: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y pasa por la apariencia de muerte, quedándole vivo sólo el germen, no habrá espigas”.