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Pregunta apremiante: ¿religión o evangelio?

Castillo

En el número 122 de la revista EXODO se publica una excelente entrevista a José María Castillo.

  • 1. En la iniciada apertura y reforma del Papa Francisco, nos gustaría saber qué ha supuesto para ti y cómo has recibido la actuación (palabras y gestos) del Papa Francisco.

R.: El nuevo obispo de Roma, el papa Francisco, es un hombre  sorprendente, que cada día me sorprende más. A mí y a mucha gente también. Dentro y fuera de la Iglesia. Lo que más me llama la atención, en este hombre, no es su forma de ejercer un cargo (el de Papa), sino su forma de vivir (tan profundamente humana). Desde el papado de Gregorio VII (s. XI), lo que más se venía destacando en los papas era el poder, su potestad plena y universal. Y lo peor de este asunto es que hubo muchos papas que, mientras ejercieron el papado, vivieron convencidos de que ellos tenían ese poder ilimitado. Lo mismo que muchos cristianos también se lo creyeron y se lo siguen creyendo. Por eso ahora hay muchos católicos que están decepcionados, desengañados y hasta irritados con el Papa Francisco. Porque no hace en la Iglesia los cambios que ellos se imaginan que un “Papa ejemplar” tendría que hacer, según las preferencias de cada cual. Lo determinante de un Papa no es su “potestad”, sino su “humanidad”.

  • 2. Echando la vista atrás, ¿tu larga trayectoria teológica de más de 40 años fue siempre en una única dirección o señalarías en ella momentos de cambio importantes?

R.: Yo nací y crecí en una familia de derechas, religiosa y chapada a la antigua. En el seminario y en la formación que me dieron los jesuitas se reforzaron las convicciones que viví en casa de mis padres. En mis primeros años de sacerdote, yo era un jesuita tradicional. Hasta que, precisamente en Roma, los años que estuve en la Gregoriana coincidieron con las dos primeras sesiones del concilio Vaticano II. Allí empecé a darme cuenta de la distancia que hay entre la Iglesia y el Evangelio. Y lo que empecé a ver en Roma, se me confirmó y se acentuó cuando volví a España. La convivencia con los jóvenes jesuitas de los años 60 me transformó. Más que profesor o formador de aquellos jóvenes, quise ser amigo de ellos. Lo que tuvo una consecuencia decisiva en mi vida: no sé si fui o no fui educador de aquellas generaciones juveniles; lo que sí sé es que ellos me cambiaron a mí. En Roma vi la distancia que hay entre la Iglesia y el Evangelio. Conviviendo con los jóvenes de la década de los 60, me di cuenta de la distancia que hay, además, entre la Iglesia y la sociedad. La institución eclesiástica vive tan lejos de la cultura de nuestro tiempo, que ni se da cuenta de donde está realmente, ni a dónde va por el camino que lleva. Por eso aumenta cada día el descrédito del clero. Y la cantidad de gente que no quiere saber nada de ese extraño estamento.

  • 3. Dentro del contexto histórico eclesial que te ha tocado vivir, ¿qué significado atribuyes al concilio Vaticano II y cómo valoras el papel de los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI?

R.: El entusiasmo y las esperanzas, que suscitó el concilio Vaticano II, son el indicador más claro de que es mucha la gente que quiere “otra Iglesia” y “otra forma de estar presente” la Iglesia en el mundo. Pero aquel entusiasmo empezó pronto a tambalearse. Y terminó por hundirse. ¿Qué ocurrió para acabar en semejante fracaso? El Vaticano II renovó la teología de la Iglesia. Pero no cambió el sistema de gobierno de la Iglesia. La Iglesia que tiene su centro en el pueblo creyente; y la Iglesia que tiene su centro en la Jerarquía gobernante, estas dos “iglesias” representan dos eclesiologías yuxtapuestas, pero no integradas la una en la otra, como bien dijo el cardenal Suenens. La consecuencia ha sido que, en los años posteriores al Concilio, se fue sobreponiendo, más y más, el gobierno jerárquico de la Curia Vaticana a la participación responsable del pueblo creyente. El gobierno de la Iglesia tomó así un camino anti-evangélico. Más identificado con los intereses políticos de Ronald Reagan y Margaret Thacher que con la humanidad ejemplar de Jesús. Los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI han tenido a la Iglesia sin gobierno durante más de 30 años. El gobierno lo ha ejercido una Curia dividida y enfrentada en luchas de poder. Hasta desembocar en una situación de marginación social y descomposición interior cuya única salida no ha podido ser otra que la renuncia de un Papa que se vio incapaz para seguir en el cargo.

  • 4. Dentro concretamente de España, ¿el mensaje y espíritu del Vaticano II fueron bien recepcionados o se estancaron y fueron bloqueados? ¿Respaldaron nuestro ingreso en la democracia o la frenaron?

R.: Durante el Concilio y los años siguientes, España vivió el final de los 40 años de dictadura y de nacional-catolicismo que mantuvieron a la Iglesia española marginada de Europa. Yo mismo, nacido y educado en Granada, en el mismo colegio en el que había estudiado García Lorca, me enteré de la existencia y muerte de este genio mundial de la literatura cuando viajé por primera vez a Italia. No fue mera casualidad que algunas de las instituciones religiosas más integristas hayan tenido su cuna de nacimiento en España. Franco siguió, hasta su muerte, multando y metiendo curas en la cárcel de Zamora. El dictador era el que hacía la terna para los nombramientos de obispos. Y a los nuevos obispos les exigía ir a su palacio a hincarse de rodillas delante de él para jurarle obediencia. El pos-concilio fue tenso y duro. No sólo en España. También en Roma. En 1971, estuve con los obispos españoles en el Sínodo mundial, dedicado al sacerdocio y la justicia. El cardenal Tarancón fue el relator oficial sobre las “cuestiones prácticas” que interesaban a los sacerdotes. Sin contar con el cardenal, al imprimir el texto de su discurso, un monseñor de la Curia le cambió varios pasajes importantes. Las papeletas para el texto final tuvieron que ser firmadas por los obispos. ¿Qué libertad podía enseñar aquella Iglesia? Por eso fue tan meritoria y ejemplar la postura, en defensa de la democracia, que asumió una importante mayoría del episcopado, inmediatamente después de la muerte de Franco.

  • 5. Personalmente, puesto que has estado en medio de esta pugna a favor o en contra del cambio, ¿cómo has visto este proceso? ¿Qué repercusiones y costes tuvo en tu vida: resignación, resistencia, censura, marginación…? ¿Qué significa este involucionismo para la vida de los ciudadanos y con qué consecuencias?

R.: El sentimiento más vivo y desagradable que tengo es que fui cobarde. Y por cobardía fui demasiado sumiso al sistema eclesiástico. Esto es duro decirlo. Pero es más duro vivirlo. En España, la religión ha sido –y sigue siendo– un factor determinante para el sufrimiento o el bienestar de los ciudadanos. En los años de la dictadura, la Iglesia estuvo de rodillas ante el dictador. Y ahora, en la democracia, está en silencio ante la brutalidad de un sistema que concentra el capital y el poder en unos pocos (muy pocos), buscando y aceptado privilegios económicos y legales, al tiempo que mantiene las mejores relaciones posibles con la economía canalla que está destrozando la clase media y hundiendo en la miseria a los más débiles. No nos damos cuenta de que el Evangelio no es un libro de religión, sino un proyecto de vida para humanizar este mundo. En Jesús, Dios –al encarnarse– se humanizó. Por eso sus tres grandes preocupaciones fueron la salud de los enfermos, la comida de los pobres y las relaciones humanas. Muchas veces, he buscado más “lo divino” que “lo humano”. Con frecuencia, este proyecto de vida me ha deshumanizado.

  • 6. ¿Dónde encuentras la clave para explicar la cerrazón de nuestra Jerarquía e Iglesia a alinearse con el Concilio y rechazar la modernidad?

R.: En la Iglesia somos muchos los que vivimos más preocupados por el poder y la gloria que por remediar el sufrimiento de los más débiles. Por eso el papa Francisco está sorprendiendo a tanta gente y es uno de los hombres más importantes del mundo. Pero creo que la clave, para explicar la cerrazón de nuestra Jerarquía, hay que buscarla en los orígenes mismos de la Iglesia. Los documentos más antiguos, que nos informan de las primeras “iglesias” son las cartas de Pablo, que se escribieron entre los años 49 al 56. La redacción de los evangelios, que ha llegado hasta nosotros, es posterior al año 70. O sea, la Iglesia se organizó, no según las enseñanzas del Jesús terreno (al que Pablo no conoció), sino según las exigencias del poder sagrado, tal como se practicaba en el judaísmo y en la religión del Imperio. Este problema no se ha afrontado nunca en la Iglesia. Y todavía no se ha resuelto.

  • 7. Sin duda, en tu enseñanza teológica hay un cuadro de valores, sopesados por la investigación moderna y por la tradición auténtica de la Iglesia, que tú remites siempre a Jesús y a su Evangelio. Si esto es así, ¿qué es lo que hay que poner en cuestión, esta nueva teología o la praxis imperial, obsoleta y mundanizada, de la Curia romana?

R.: La praxis de la Curia romana se basa en un supuesto, que es  falso y peligroso. Se trata del supuesto según el cual Jesús fundó una religión, la religión cristiana. De forma que los mandatarios de la Curia son los dirigentes sagrados de esta religión, en la que “lo sagrado” se tiene que anteponer siempre a “lo profano”, “lo divino” a “lo humano”. Los problemas, que este criterio acarrea para las relaciones de la Iglesia con el Estado y con la sociedad, son interminables. Mientras la teología católica siga estancada en este criterio, la Iglesia será una institución trasnochada, con más de doscientos años de retraso respecto a la cultura de nuestro tiempo. Decididamente hay que afirmar que Jesús no fundó ninguna religión. Jesús vivió y habló de tal manera que entró en conflicto con la religión. Lo primero, para Jesús, fue aliviar el dolor de los que sufren. Y para dejar patente que eso es lo primero, desobedeció constantemente a los sacerdotes, a los maestros de la ley y a los observantes religiosos. Por eso lo mataron. Si la religión mató a Jesús, ¿cómo se puede decir que Jesús fundó una religión?

  • 8. ¿Cuáles serían, en tu quehacer teológico, los tres o cuatro aspectos que has tenido en primer plano y por los que más te has desvivido?

R.: Siempre tuve la impresión de que la teología se preocupaba más por responder a los problemas de siglos pasados que por resolver los problemas que ahora interesan más a la gente. Por eso, lo primero que me hizo desvivirme fue el empeño por actualizar la teología, en la medida de mis cortas y bastante limitadas posibilidades. Esto fue motivo de crecientes problemas, que son bien conocidos. Mi exclusión de la Facultad de Teología coincidió con el asesinato de los jesuitas de El Salvador. Desde entonces, estuve bastantes años dando clases de teología de los sacramentos y de espiritualidad en la UCA. La cercanía a los pobres y a la Teología de la Liberación me hizo más sensible al sufrimiento de los más débiles. En los últimos años, me preocupa mucho el problema de la religión. Son demasiados los cristianos a quienes les interesa más la Religión que el Evangelio. Justamente al revés de lo que hizo Jesús.

  • 9. Desde la compleja herencia recibida –preconciliar y conciliar–, ¿otorgas al Papa Francisco poder para llevar a cabo las reformas hace tiempo esperadas? ¿Cuáles serían las prioritarias y qué condiciones requerirías para poder realizarlas?

R.: El Papa Francisco lleva sólo un año en el cargo. Un solo hombre, en un solo año, no puede reformar lo que se ha construido en casi dos mil años. Además, este Papa se ha encontrado con un episcopado y una Curia romana que él no había organizado y creo que a él no le gusta, tal como está. Por otra parte, es una equivocación pensar que el Papa tiene un poder ilimitado. No lo tiene. El Papa está más limitado de lo que imaginamos. ¿Qué puede hacer, entonces? Lo que está haciendo. Al Papa Francisco le preocupa más el sufrimiento de los pobres y enfermos, de los ancianos y de los niños, que el esplendor de la Religión y de la Iglesia. A partir de estas preocupaciones, este Papa ha iniciado un camino nuevo para la el cristianismo. Lo decisivo ahora es que los demás sigamos el mismo camino. No nos debe preocupar que se modifique la teología, la moral o el derecho canónico. Lo que debe acaparar nuestro interés y nuestra atención es el sufrimiento de la gente, las asombrosas desigualdades ante las que no podemos seguir callados, la corrupción de tantos políticos y hombres de la religión.

  • 10. ¿Ves en camino de reemplazo la vida otrora pujante de la vida religiosa y del sacerdocio presbiteral?

R.: Jesús no fundó ni la vida religiosa ni el sacerdocio. En los evangelios, en la teología de Pablo, en el resto del N. T., en toda la tradición del s. II, no se habla ni de vida religiosa ni de sacerdocio ministerial en la Iglesia. Por tanto, de la misma manera que la Iglesia pudo ser la verdadera Iglesia de Jesús sin sacerdocio y sin vida religiosa, no es ninguna herejía ni disparate alguno pensar que pueda llegar el día en que lo mismo los curas que los frailes y las monjas se acaben. Otra cosa es el episcopado, un tema que necesitaría un estudio específico para comprender su razón de ser. Pero una Iglesia sin clero sería una Iglesia en la que el pueblo creyente podría recuperar su protagonismo. Los creyentes en Jesús el Señor se sentirían verdaderamente responsables en la Iglesia, por la Iglesia y para la Iglesia. Tal como están las cosas, ahora mismo, a este clero le veo un futuro muy problemático. A no ser que en el clero se introduzcan cambios importantes: clérigos que vivan de su trabajo (como hacía san Pablo), que puedan casarse (como lo estaba san Pedro), que vivan pobremente (como vivió Jesús). A partir de eso, que cada comunidad –siempre de acuerdo con el episcopado local y con la propia cultura– se organice de forma que pueda responder a las carencias y esperanzas de cada pueblo, de manera que la Iglesia local sea una fuente de esperanza, de justicia y de libertad.

  • 11. Los cambios, que estamos viviendo, anuncian mutación profunda de los paradigmas tradicionales. ¿Ves en el Occidente posmoderno alternativas de recuperación para la vivencia del cristianismo?

R.: El 30 de Abril de 1944, escribió Dietrich Bonhoeffer su famosa carta en la que hizo una de las afirmaciones más lúcidas que se hicieron en el s. XX: “Nos encaminamos hacia una época totalmente arreligiosa. Simplemente, los hombres tal como de hecho son, ya no pueden seguir siendo religiosos. Incluso aquellos que sinceramente se califican “religiosos”, no ponen esto en práctica en modo alguno; sin duda con la palabra “religioso” se refieren a algo muy distinto”. En los ambientes cristianos, se le ha tenido miedo a Bonhoeffer. Pero los hechos, que estamos viviendo, le están dando la razón. La crisis de la Iglesia y de la Religión es patente, la estamos palpando y la sentimos en nuestra propia intimidad. Es más, si el Papa Francisco está teniendo el éxito que todo el mundo ha visto, tal éxito se debe –según creo– a que el jesuita Bergoglio ha desplazado el centro de su religiosidad. Ese centro ya no está dentro de la basílica de San Pedro, sino fuera del templo, en la plaza, en las televisiones de casi todo el planeta, entre la gente, en sus visitas a los barrios pobres, en su cercanía al sufrimiento humano. Para el Papa Francisco, el centro de la Iglesia no está en la religión, sino en la humanidad, en la debilidad de los enfermos, los ancianos y los niños. Eso es lo que ha hecho a este papa, en pocos meses, que sea visto como el “hombre del año 2013″. Al proceder de esta manera, este papa está actualizando la presencia de Jesús. Porque, a fin de cuentas, dos mil años antes que este papa, Jesús fue un profeta de Dios, un hombre de Dios, que no fue muy religioso, al tiempo que fue profundamente humano. Por eso la gente se entusiasmó tanto con Jesús. Como ahora se ha entusiasmado con el Papa Francisco. Mucha gente no sabe, ni se imagina, que “Dios es un producto tardío en la historia de la religión” (G. van der Leeuw, W. Burkert…). Mucho antes que en Dios, los hombres pusieron sus creencias en los rituales, en los sacrificios, en las observancias de la religión. Esto es lo que está tocando a su fin. La gente ya está harta de ceremonias, normas, rituales presuntamente sagrados. Le tenemos un misterioso miedo, y hasta pánico, a lo humano. Creemos más en lo económico, en lo político, en lo religioso. Pero sólo humanizando este mundo es como podemos encontrar al Dios que se nos dio a conocer en Jesús de Nazaret.

  • 12. ¿O va a ser, al final, una batalla entre el mensaje liberador de Jesús –y de otros credos éticos y religiosos– y el proyecto reductor y devastador del neoliberalismo globalizado?

R.: No estamos ante la batalla entre la religión y el capitalismo. Todo lo contrario: religión y capitalismo se sustentan mutuamente, se legitiman y perviven ayudándose entre ambos. La batalla decisiva es la que se ha desencadenado entre lo humano y lo inhumano, entre la felicidad y el sufrimiento. Ahí, en eso justamente, es en lo que se va a decidir el futuro de la humanidad. Y el futuro del cristianismo. Teniendo siempre en cuenta que solamente lo que nos hace felices es lo que nos hace verdaderamente humanos. El “homo sapìens” dio sus primeros pasos, en este mundo, hace cien mil años. Desde entonces, lo humano se ha ido sobreponiendo a lo inhumano. La crisis actual no es el final. Es un paso adelante. Y será un paso decisivo.

9 comentarios

  • Asun Poudereux

    El aceptar  lo que somos en tanto humanos, es en sí una liberación.
     
    Sin embargo, lo enseñado en la religión era liberarse del pecado en el que supuestamente  nacimos, nos extravió de lo que realmente somos, y nos incitó a ganar méritos, a ser perfeccionistas en huida constante para deshacernos del envoltorio pecaminoso humano y ser por ello premiados.
     
    No vivimos, no podíamos respirar en las tinieblas de la cueva. Dimos vueltas y vueltas sobre lo mismo, sin poder dar un paso hacia el umbral de lo que somos y es.
     
    Cuántas veces nos esforzamos en ser buenos, porque lo que creíamos que éramos nos ahogaba. Y vuelta a empezar asidos al péndulo, al vaivén  de la inercia humano-divina, sagrado-profana. Apartados siempre del centro que  nos constituye y somos.
     
    Hacernos más humanos por conversión, desandando lo andado. Sin poner nombres ni etiquetas de …o… ò …o…. Reconocernos en la nada que somos, en donde la mente calla, es el todo de plenitud.
     
    La humildad y gratitud de la acogida y de la aceptación de lo que es,  se dejan ser en el abrazo que no separa y todo incluye. Sin nada que conseguir, pues ya todo no es dado por el Amor que no excluye.
     
    A qué agobiarse por el mañana si ya todo es. Ama y no mires a quién.

    Gracias por la entrevista, que parece que está teniendo mucho eco entre muchos cristianos.

  • George R Porta

    Entresaco este párrafo que me parece extraordinario por su sinceridad y le atribuyo esa cualidad porque se trata de un auto reproche que no parece demagógico: “5. Personalmente, puesto que has estado en medio de esta pugna a favor o en contra del cambio, ¿cómo has visto este proceso? ¿Qué repercusiones y costes tuvo en tu vida: resignación, resistencia, censura, marginación…? ¿Qué significa este involucionismo para la vida de los ciudadanos y con qué consecuencias?
     

    R.: El sentimiento más vivo y desagradable que tengo es que fui cobarde. Y por cobardía fui demasiado sumiso al sistema eclesiástico. Esto es duro decirlo. Pero es más duro vivirlo. En España, la religión ha sido –y sigue siendo– un factor determinante para el sufrimiento o el bienestar de los ciudadanos. En los años de la dictadura, la Iglesia estuvo de rodillas ante el dictador. Y ahora, en la democracia, está en silencio ante la brutalidad de un sistema que concentra el capital y el poder en unos pocos (muy pocos), buscando y aceptando privilegios económicos y legales, al tiempo que mantiene las mejores relaciones posibles con la economía canalla que está destrozando la clase media y hundiendo en la miseria a los más débiles. No nos damos cuenta de que el Evangelio no es un libro de religión, sino un proyecto de vida para humanizar este mundo. En Jesús, Dios—al encarnarse—se humanizó. 5. Personalmente, puesto que has estado en medio de esta pugna a favor o en contra del cambio, ¿cómo has visto este proceso? ¿Qué repercusiones y costes tuvo en tu vida: resignación, resistencia, censura, marginación…? ¿Qué significa este involucionismo para la vida de los ciudadanos y con qué consecuencias?

    R.: El sentimiento más vivo y desagradable que tengo es que fui cobarde. Y por cobardía fui demasiado sumiso al sistema eclesiástico. Esto es duro decirlo. Pero es más duro vivirlo. En España, la religión ha sido –y sigue siendo– un factor determinante para el sufrimiento o el bienestar de los ciudadanos. En los años de la dictadura, la Iglesia estuvo de rodillas ante el dictador. Y ahora, en la democracia, está en silencio ante la brutalidad de un sistema que concentra el capital y el poder en unos pocos (muy pocos), buscando y aceptado privilegios económicos y legales, al tiempo que mantiene las mejores relaciones posibles con la economía canalla que está destrozando la clase media y hundiendo en la miseria a los más débiles. No nos damos cuenta de que el Evangelio no es un libro de religión, sino un proyecto de vida para humanizar este mundo. En Jesús, Dios –al encarnarse– se humanizó. Por eso sus tres grandes preocupaciones fueron la salud de los enfermos, la comida de los pobres y las relaciones humanas. Muchas veces, he buscado más “lo divino” que “lo humano”. Con frecuencia, este proyecto de vida me ha deshumanizado.
     
    No se puede decir mejor y no se puede ser más claro. Lo religioso cuando no implica o representa una re-lectura de la realidad desde el horizonte o la “estancia” jesuana, implica una re-ligazón con lo divino. Esto nadie lo conoce por lo tanto cada uno se inventa lo divino a lo cual se re-ata posiblemente partiendo de la culpa inconsciente, del miedo a ser simplemente humano. Esa necesidad de endiosar-se es la misma tendencia impulsiva aludida en Génesis en la leyenda o el mito de Adán y Eva, y muchas otras veces después al “buscar ser como dioses”.
     
    Nade debe impedir que quien lo necesite adormezca sus penas refugiándose en la religión pero la religión cumple una función integradora e integrista, pone juntas piezas que resulta intolerable mantener separadas. El rompe cabezas del origen y el destino de la realidad es el mejor ejemplo.
     
    Cuando la Ciencia busca servirse de la realidad para Bien es propio y necesario servirse de ella. Es una desgracia que se someta al servicio de la industria y de la capitalización cuando se somete a los caprichos de los mercados manufacturados de hoy día que no buscan servir, sino hacer que las inversiones produzcan dividendos.
     
    En el discurso teológico es más bien la contemplación del misterio de lo posible pero en modo alguno verificable lo que prima. Cuando éste se convierte en una declaración que sea necesario adoptar como creencia es decir como espacio desde el que se está para mirar a aquello que de otro modo es inefable, causa el efecto del que el Dr. Castillo se reprocha: Domina y acobarda aunque se pretenda lo contrario.
     
    No defiendo la arrogancia, ni la estupidez de la rebeldía adolescente fruto del mero narcisismo de la persona inmadura. No se trata de aceptar una verdad partiendo del propio placer: Me gusta o me disgusta. Se trata de anteponer la preferencia por la Verdad y ésta no puede poseerla nadie.
     
    La aseveración final con respecto a Jesús y a sí mismo es la parte más importante y mejor de la respuesta que Castillo ofrece. Hela aquí:
     
     
    En Jesús, Dios –al encarnarse– se humanizó. Por eso sus tres grandes preocupaciones fueron la salud de los enfermos, la comida de los pobres y las relaciones humanas. Muchas veces, he buscado más “lo divino” que “lo humano”. Con frecuencia, este proyecto de vida me ha deshumanizado. (Énfasis añadido)

  • George R Porta

    ¹Evangelio!

  • Antonio Vicedo

     
    – Con una fuerte y convulsiva vivencia en aquella Granada de mediados de los sesenta, valoro, adhiriéndome a  lo que expone Oscar, el testimonio y el mensaje de Castillo resumidos en esta entrevista.
     
    Ayudaba yo a desarrollar un Cursillo Apostólico de primer grado de la HOAC y entre unos cincuenta cursillistas obrer*s  y algun*s universitari*s,  asistían también dos jóvenes Jesuitas, uno de nombre Blas y otro del que no recuerdo el nombre, que convivían con algun*ss de aquell*s obrer*s y universitari*s en una barriada granadina -¿De la Virgencica?-. Una tarde, en la que el desarrollo del cursillo llegaba a un nivel de cuestionamiento de actitudes vitales desde la realidad humana al proyecto de Jesus expresado en su testimonio humano y su mensaje humanizador y los ánimos estaban convulsionados por el cuestionamiento de las dos realidades, se dejó caer por allí un obispo y nos pidió , si podía asistir esa tarde a los actos del cursillo, pues tenía allí un grupo de cursillistas diocesanos.
     
    El mantenedor seglar y yo le dijimos que no había ningún inconveniente, con tal que su presencia y participación temporales fueran meramente pasivas,ya que la parte más activa correspondía a las intervenciones libres de l*s cursillistas.
     
    El buen hombre, que venía ensotanado con botones y solideo en grana calcetines del mismo color y zapatos brillantes, tomo asiento en el círculo de participantes y empezó el diálogo ordenado y respetuoso, pero cargado de sinceridad y desahogo desde la situación vital de cada participante, con referencias, como no podía ser de otra manera a su realidad relacionada con sus situaciones concretas laborales, socio-políticas y también, como no, religiosas.
     
    El tener a mano a todo un obispo, en clima de plena libertad en aquel entonces, ayudaba a plos participantes a no morderse la lengua al exponer cuanto sentían y tenían para con la Iglesia desde sus propios ambientes. A mi me admiró la sinceridad con la que exponían la realidad de su ambiente familiar, laboral y social y la profundidad con la que iban captando el testimonio y mensaje de Jesús que contraponían al de la Iglesia con la que se habían relacionado y se relacionaban.
     
    El rostro del obispo cambiaba de pálido a rojo encendido y por ´él le corría el sudor que constantemente recogía con su pañuelo; el clima no era caluroso, y escuchaba pasivamente respetando el desahogo y las verdades como puños que decían aquellos cursillistas.
     
    Legado el final de la sesión dialogada, el obispo quiso despedirse y, sin duda con buena voluntad y por motivos muy explicables que me descubrió en una posterior carta a una mía justificando el ambiente de sinceridad en aquella puesta en común, y su salida de tono, pues les agradeció el haber podido estar con ellos, pero creía que de la Iglesia habían hecho una caricatura.
     
    Aquello fue como patada a un avispero, que nos obligó a acompañarlo hacia la salida de inmediato, pues veíamos que, con su actitud de despedida, casi se carga lo que de positivo se había ya alcanzado en la clarificación de ideas y proyectos personales de promoción humana personal y colectiva y encariñamiento del Jesús que encontraban en el Evangelio.
     
    Puede que el cambio vital respecto a la fe religiosa de Castillo, coincidiera en tiempo y lugar con lo que aquí refiero y que aquellos jóvenes jesuitas fueran algunos de los que ya le acompañaban en el discernimiento de preferencia de Jesús, a lo concreto de la que se considera su Iglesia.
     
    Puede también que esto de aquel obispo, en coincidencia de lo que le propone Oscar a Castillo de avance sobre el episcopado, encaje con este párrafo suyo aque añado por mi cuenta un pequeño paréntesis: -”Que cada comunidad –siempre de acuerdo con el episcopado local (Y yo añadiría: episcopado elegido por esas comunidades locales en las que va a ser su pastor, por sucesor apostólico) y con la propia cultura– se organice de forma que pueda responder a las carencias y esperanzas de cada pueblo, de manera que la Iglesia local sea una fuente de esperanza, de justicia y de libertad.”
     
    A ver si el Pedro de Roma, Francisco recibe, como dicha por Jesús para él, esta condición de su primario pastoreo: “. Y tú, cuando te conviertas a la fe –que mantengo integra y viva en mi discipulado humano-, confirma en ella a tus hermanos.

  • Román Díaz Ayala

    Desde los años sesenta que fueron los años de mi juventud y la de José M. Castillo hemos avanzado mucho en la comprensión de la Iglesia, el Evangelio, la Sociedad y el Mundo. Nuestra generación tiene una parte importante recorrida. Resulta esclarecedora la larga referencia a Dietrich Bonhoeffer.
    Entonces constatábamos la gran distancia entre la Iglesia y el Evangelio, y el mezquino papel de la Iglesia con la sociedad, distanciada también no sólo de la cultura, sino de las masas populares. A partir del Conclio todos pedíamos otra Iglesia, y una nueva presencia que no fuera de dominio..2
    También sabemos, y lo decimos a las claras que el Concilio fracasó, y no sólo porque lo hicieron fracasar, sino porque Curia y Sínodos estuvieron siempre sosteniendo a la Institución. (Aquella Iglesia Institucional que nos llevaba por la calle de la amargura)
    Como no se pudo desenvolver una Teología del Pueblo de Dios la Iglesia no pudo encontrar  ” su centro en el pueblo creyente” y se siguió cultivando y también imponiendo a golpe de Magisterio lo que correspondía ” a la jerarquía gobernante”.
    Y así heredábamos dos iglesias dentro de un mismo catolicismo., tras el esfuerzo restaurador.
    La confesión testimonial de fe de José María es el eje central de su experiencia vital:
    “El Evangelio no es un libro de Religión, sino un proyecto de vida para humanizar este mundo
    y Ahora subrayo; En Jesús, Dios – al  encarnarse  – se humanizó.
    Ahora le falta a este teólogo, que ahonde un poco más en el cómo, el por qué, de esa reducción que no quiere contemplar a todo el resto de lo que llamamos el Evangelio total que no se reduce a Marcos, ni a los Sinopticos, ni a los cuatro con Juan, sino a Pablo y demás.
    No es cómodo y  nos resulta demasiado simplista (  y una vez que la fe  ilumina para ver la verdadera naturaleza del Resucitado resulta un esfuerzo inútil) que quienes vean sólo religión y un humanismo, excelso, pero humanismo, nos contagien con una interpretación que ve en Jesús sólo a un lider religioso, y al grupo de sus seguidores y seguidoras fundando una nueva religión, para dar una explicación de los motivos históricos de la Institución Romana.
    No me extraña que  a José Masría le preocupe el problema de la Religión. No es sano poner en un mismo plano Religión y Evangelio, como no sea para hacer lo mismo que hicieron los movimientos renovadores en la historia desde hace dos mil años.

  • George R Porta

    No comprendo la necesidad de defender a Francisco cuyos hechos le reivindicar’an cuando sea juzgado por la historia si lo necesitase. Tampoco comprendo la reciprocidad  entre la religi’on y el capitalism, el capitalism sostiene s la religi’on pero la religi’on es la respuesta del oprimido a su opresi’on que no es ‘unicamente causada por el capitalismo por ejemplo donde aun quedan monarquias y donde se vive en pre-capitalismo y la mujer sigue siendo maltratada, i.e., entre las tribus indigenas de cualquier de los continents (En Europa, los gitanos, por ejemplo). En Cuba, por ejemplo, las religions afrocubanas fueron aupadas durante el castrismo y no solo como folklore. Es public y notorio que algunos comandantes altos incluyendo al medico personal de Fidel Castro practicaban religions afrocubanas.

  • oscar varela

    Hola!
     
    I.- Si hay algo que sub-escribiría en el posicionamiento del señor Castillo es su final:
     
    – “ No estamos ante la batalla entre la religión y el capitalismo. Todo lo contrario:
    * religión y capitalismo se sustentan mutuamente,
    * se legitiman y perviven ayudándose entre ambos.
     
    * La batalla decisiva es la que se ha desencadenado entre lo humano y lo inhumano,
    * entre la felicidad y el sufrimiento.
    * es en lo que se va a decidir el futuro de la humanidad.”-
    (agrego) ¿no ha sido “FELICIDAD y SUFRIMIENTO” la batalla cotidiana y de siempre?
    ………………….
     
    II.- Todo lo anterior de la Entrevista me suenan a
    * “prolegómenos titubeantes; y algunos: contradictorios”.
    …………………..
     
    III.- No pierdo las esperanzas:
     
    * Castillo: Un empujoncito más ¡y llega!
    …………………..
     
    IV.- Asunto más importante (al menos para un “pensador”)
     
    Cada vez está y estará más a la moda la frase:
     
    * ¡Volver a Jesús!
    * ¡Volver al Evangelio!
     
    Las Preguntas que me hago son:
     
    * ¿Cuán seria y auténticamente puede es el ser humano “volver” y seguir siendo “humano” (como bien pretende Castillo, pero bastante “titubeante” sin darse cuenta todavía en la “Duda” en la que está beatíficamente encerrado; p.e. cuando pega el ¡frenazo! y dice: !: -“Otra cosa es el episcopado, un tema que necesitaría un estudio específico para comprender su razón de ser.”-?
     
    * ¿Puede, acaso, des-mochilarse del que se es p’alante yendo p’atrás?
     
    * ¿No es esto un “contra-sentido”?
    …………………
     
    ¡Voy (p’alante) todavía! – Oscar.
    …………………
     
    Corolario: Miscelánea tanguera ad hoc:
    http://www.todotango.com/Spanish/las_obras/Tema.aspx?id=KtGuNPk+Oy8=
     
    Me da pena confesarlo,
    pero es triste ¡qué canejo!
    el venirse tan abajo,
    derrotado y para viejo.


    No es de hombre lamentarse
    pero al ver cómo me alejo,
    sin poderlo remediar
    yo lloro sin querer llorar.

     

  • Gonzalo Haya

    Me siento identificado con este artículo

  • María Pilar Zugarramurdi

    Buenísimo, clarificador y muy oportuno tu artículo, JM Castillo, como siempre. Para mí eres de los que más me interesan por tu claridad y  convencimiento. Tamién Tamayo y algún otro
    Maripilar