Ocurrió allá por el año setenta del pasado siglo, cuando todavía soplaban los vientos del Concilio Vaticano II. En la residencia de una congregación religiosa, en una capital de provincia española, todas las semanas se reunían los miembros más jóvenes de la comunidad para preparar en común la homilía del domingo siguiente. También asistía alguno de los mayores. Aquel día el pasaje evangélico invitaba a una descalificación radical de la sociedad actual.
Después de un amplio intercambio de opiniones, cuando ya se habían consensuado las líneas de una homilía con una dura crítica de la situación social y económica dominante, un venerable anciano que asistía aquel día, y que hasta ese momento había guardado total silencio, arrojó en medio de la reunión un jarro de agua fría: “Sí, pero, viviendo como vivimos, nosotros no podemos decir eso”. La realidad era que la residencia se había reconstruido recientemente, y ahora la comunidad habitaba en un magnífico edificio de nueva planta.
Ni que en vez de un jarro de agua fría hubiera echado gasolina. Encendió una acalorada discusión con posturas radicalmente enfrentadas y toda clase de argumentos para defenderlas. Al final la mayoría aceptó que, efectivamente, viviendo como vivían no se podía decir eso, ni de la manera en que se decía. Por tanto había que suavizar la homilía.
Bueno, ya hemos visto a donde llegó el camino emprendido suavizando homilías. Pero no es mi intención hablar de la profunda involución que, a partir de esos años ha sufrido la Iglesia. Estoy plenamente convencido que la advertencia del viejo religioso, “mientras vivamos como vivimos…” encierra una gran sabiduría, y tiene un campo de aplicación que desborda totalmente a cualquier comunidad religiosa. Es una reflexión que tiene que plantearse toda la izquierda, principalmente toda la izquierda europea.
Mientras los ciudadanos de la rica Europa vivamos como vivimos, y con las aspiraciones con las que vivimos, ese “Otro mundo posible” por el que tantas veces clamamos seguirá siendo un sueño imposible.
Mientras nuestro ideal de vida siga siendo el mismo del homo oeconomicus, el hombre unidimensional, la mediocridad del burgués abrazado a la sociedad de consumo.
Mientras nos indignemos con el uno por ciento que acapara la riqueza y el poder, pero no analicemos en qué grado compartimos los demás la mentalidad, la cultura y los valores de ese uno por ciento
Mientras sigamos teniendo una izquierda conservadora cuya meta es el manido Estado de Bienestar para nosotros, aunque el resto de la humanidad viva y muera en la miseria
Mientras se siga soñando con una revolución, que ya se dio y hemos visto su fracaso.
Mientras no nos demos cuenta de que el avance de la humanidad lo empuja el espíritu y no la materia, que la base de la sociedad no es la economía, sino las personas, los valores humanos sobre los que se construyen la economía la política y la convivencia.
Mientras pensemos que el problema es la falta de unidad en la izquierda, que todo se arreglaría si nos pusiéramos de acuerdo para confluir en una única formación política democrática y abierta.
Mientras imaginemos que esto se resuelve promulgando una serie de leyes para regular la actual economía capitalista, mientras eso no se dé, temo que nos seguiremos debatiendo en la impotencia.
Mientras no hayamos comprendido lo que significa el problema ecológico: final de una era histórica, necesidad ineludible de cambio de paradigma civilizatorio.
Mientras no convirtamos ese “Otro mundo posible” en un nuevo proyecto de vida, ilusionante, en el que la cooperación sustituya a la competencia, en que la vida deje de estar centrada en el trabajo, con un bienestar basado fundamentalmente en el enriquecimiento humano, en el que seamos libres para decidir nuestro propio proyecto de vida.
Mientras no encendamos en la humanidad la aspiración a un salto adelante en la evolución humana, que nos aleje cada vez más de la ley de la selva y nos acerque a un mundo con nuestras necesidades humanas aseguradas, un mundo de paz, libertad y fraternidad, mientras no levantemos nuevas utopías, seguiremos siendo una izquierda envejecida e impotente.
Cuando de verdad miremos adelante, cuando dejemos atrás viejos moldes y abracemos un nuevo ideal de progreso, cuando nos llenemos de nueva energía y esperanza, entonces podremos cantar convencidos de que “Habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad”
Estimado Antonio,
Muchas gracias por el artículo, tan concreto y exacto como todos los tuyos que conozco. Al final el viejo religioso tenía razón: la praxis, la vida que vivimos, es el único criterio de ética y el único testimonio eficaz.
Un abrazo.
Julio
¡Gracias por este art. lleno de cordura!
Si creemos que el ser humano es capaz de los más bajos instintos… deberíamos creer al mismo tiempo, que es capaz de las acciones más hermosas.
De esto tenemos ejemplo a lo largo y ancho de este planeta tierra.
¡No perdamos la esperanza!
Intentemos sembrar pensamientos y acciones positivas, quizá seamos capaces de alambrar un nuevo porvenir, donde toda persona de buena voluntad, tenga un lugar y una posibilidad de sembrar justicia, esperanza, amor, donación de sí.
¡Gracias Antonio Z.!
mª pilar
Nunca en la historia de la humanidad hemos tenido tan al alcance de las mayorías conocimiento, reflexiones, y puesta en común de los males que estamos produciendo los humanos y de las posibles soluciones, y parece que la involución va galopando sin que nadie pueda pararla.
Quizá hoy esté pesimista, pero, es que lo que está ocurriendo en este mundo globalizado en corrupción, en consumismo, en agotamiento de recursos naturales, en una clase política que gobierna para sus amigotes, el mundo subsahariano tiroteado en sentido real y en sentido “figurado”, un mundo musulmán desangrándose entre sí, unos países llamados emergentes porque producen en plan esclavista, paraísos fiscales abiertos a cualquier sinvergüenza de cualquier raza, ideología y condición,; ONU,UE y demás organismos internacionales de lo más inútiles e inoperantes, ¿hacia dónde vamos?
No perdamos la esperanza y luchemos contracorriente, lo contrario es el apocalipsis final.
El economista francés Serge Ltouche defiende la necesidad del decrecimiento. Es necesario que renunciemos a privilegios que hemos llegado a considerar como derechos intocables. Consumimos por encima de nuestras posibilidades. Si todo el mundo viviera como un ciudadano de EE UU, se necesitaría la producción de 5 planetas; como un ciudadano español, se necesitaría la producción de 3 planetas. Sólo tenemos este planeta, ¿Qué dejamos para los otros 5.000 millones restantes? Frente a la cultura del enriquecimiento fácil y rápido, hay que volver a la cultura del esfuerzo y la solidaridad. Gracias Antonio, es necesario crear conciencia de la injusticia sobre la que vivimos cómodamente asentados.
El economista francés Serge latouche defiende la necesidad del decrecimiento. Consumimos por encima de nuestras posibilidades. Si todo el mundo viviera como un ciudadano de EE UU, se necesitaría la producción de 5 planetas; como un ciudadano español, se necesitaría la producción de 3 planetas. Sólo tenemos este planeta, qué dejamos para los otros 5.000 millones de habitantes de nuestro planeta? Es necesario crear conciencia de este derroche y de esta injusticia. Gracias, Antonio
Sólo te¿Qué dejamos para los 5.000 millones restantes?
Frente a la cultura del enriquecimiento fácil y rápido
hay que volver a la cultura del esfuerzo y la solidaridad
Disculpas por el desastre de mi comentario. ¡Que conste que no es consecuencia del decrecimiento!
Gonzalo
El economista francés Serge latouche defiende la necesidad del decrecimiento. Consumimos por encima de nuestras posibilidades. Si todo el mundo viviera como un ciudadano de EE UU, se necesitaría la producción de 5 planetas; como un ciudadano español, e necesitaría la producción de 3 planetas. Sólo tenemos este planeta, qué dejamos para los otros 5.000 millones de habitantes de nuestro planeta? Es necesario crear conciencia de este derroche y de esta injusticia. Gracias, Antonio
Sólo te¿Qué dejamos para los 5.000 millones restantes?
Frente a la cultura del enriquecimiento fácil y rápido
hay que volver a la cultura del esfuerzo y la solidaridad
Gracias Antonio Zugasti por este texto que nos incita a reflexionar a fondo.
Efectivamente, Antonio, aquel anciano, y otro que nació antesy no llegó a viejo, pues termino de joven en la cruz y resucitado, es Joven Eterno, llegó a esta tierra, en la que vivía la Humanidad, tan desviada y maltratada como al presente por el mal uso de su racionalidad, libertad y responsabilidad, víctima de la pandemia que causa el virus del poder, tanto en afectados graves, como en transmisores cómplices inconscientes de su misma infección.
Muy claro lo que expones y clarísimo el hecho del que partes, de que, no habiendo hechos que apoyen las palabras, el peso de estas ha de quedar aligerado por evidente amenaza de derribo o incoherencia.
Por ello Jesús NUEVA BUENA para la Humanidad que venía hecha un zorro de inhumana, empezó TESTIMONIANDO para después dar fundado e inamovible MENSAJE.
Anonadó la Divinidad y con ello, la Omnipotencia, y se hizo humano, al modo de los humanos menos portadores de poder, y, con ello, pudo cargar de peso “sus homilías“, sin miedo a que le echaran en cara ,que predicar no es dar trigo, porque: “Si las aves tienen sus nidos y los zorros sus madrigueras, el Hijo del Hombre, había optado por no disponer de propio don reclinar su cabeza”.
Y entonces ya, como también siempre y hasta ahora, el problema no estaba en la falta de medios, sino en la injusta distribución de los mismos debido a que unos seres humanos creían falsamente que eran diferentes de los otros, como la verdad no era esa, tenían que apoyar el falso poder real, o el deseado en la acumulación individual o grupal de la propiedad sobre los bienes comunes.
Con que sencillez concretaba todo eso que vemos ser necesario para que la situación de la Humanidad realmente cambie: “-Buscad primero el Reino de Dios (la verdadera Hermandad por la verdadera y universal humanización y filiación) y SU JUSTICIA, y todo lo demás se os dará por añadidura”.
Pero venimos empeñados, por engaño desde el arquetípico Paraíso, en acumular añadiduras de poder divino absoluto, y falseamos nuestra Justicia; y tomamos por dios al ídolo que lo necesita todo, porque no tiene, más que lo que expolia.
Jesús, tal como nos lo presenta su Nueva Buena, no tuvo que rebajar ni falsear la Verdad y puso su calidad en la Luz, la Sal, la Levadura, la Oración y el Amor, advirtiendo de lo que les sucede con cualquier rebaja o falsificación cuando de finalidad humana se trata., según aquello tan nítido y claro: –CONMIGO hacéis, o no, LO QUE con un* cualquiera de mis mas pequeñ*s HERMAN*S.
Esto que es imprescindible para vivir el Discipulado de Jesús en medio de la Humanidad de la que Él y nosotr*s somos parte, es lo que vale igualmente para que la Humanidad pueda ser Humana, sin añoranzas o mimetismos malditos de retorno a la selva, convencidos de que el bien para cada falso grande, sale del falso más débil y pequeño.
Gracias, Antonio, por la oportunidad de tu reflexión, en estos momentos tan duros globalmente y con cierta esperanza de volver a las andadas del propio bien estar acosta del malestar de miles de millones de herman*s.
Tratemos nuestra pandemia de poder con el eficaz antibiótico de la mesura en lo que para humanamente vivir como personas necesitamos; y ofrezcamos la vacuna del testimonio solidario contra el virus de la competencia por el poder insaciable.