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Manifiesto de Intelectuales por la III República

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Este Manifiesto fue presentado anteayer en el Ateneo de Madrid –ver Publico.es– en un acto que tenía que haber sido presidido el filósofo Carlos París, seguramente uno de sus principales autores, recientemente fallecido. En una de las páginas promotoras ­–Crónica Popular– se ofrece la posibilidad de adherirse al texto. Lo que nos parece más interesa es la claridad y coherencia que tiene este manifiesto, que invitamos a leer y comentar con esas mismas características aquí. El camino hacia la III República necesita tanto movilización popular como profundidad de análisis y de convicciones éticas.


Han transcurrido treinta y seis años desde que se instauró en España la democracia con una monarquía constitucional como forma de Estado, con un Rey impuesto por el dictador y nunca sujeto a un referéndum de la ciudadanía. Éste fue el principal precio que se pagó en el proceso de Transición de la dictadura a la democracia, al no tener lugar la ruptura democrática y articularse una reforma pactada, bajo la presión ejercida por el Ejército surgido del golpe de Estado de 1936 contra la II República, los poderes económicos y la larga mano de los EE.UU.

La instauración de esta forma de la Monarquía de Juan Carlos de Borbón fue acompañada, además, por la introducción en la Constitución de 1978 de toda una serie de preceptos que configuran a dicha institución con perfiles claramente antidemocráticos. La clave de bóveda de esta grave contradicción constitucional ra­dica en que el artículo 1.2 proclama que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”, y por otro lado el artículo 56, apar­tado 3, establece que “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabili­dad”. Flagrante vulneración del principio de igualdad entre todos los españoles que proclama la misma Constitución.

Treinta y cinco años después de aprobada la Constitución que ha regido desde entonces la vida de nuestra sociedad, tenemos la firme convicción de que ha llegado el momento de poner fin a tamaña anomalía. Es evidente que los escándalos de todo orden que han salpicado últimamente a la Casa Real han contribuido a acre­centar la desafección entre la ciudadanía hacia la persona del rey y su familia. Para nosotros, no es una cuestión de personas, sino de la institución monárquica en sí, a la que consideramos obsoleta, anacrónica y contraria a los principios de la democracia, conforme a la cual todos los que nos representan han de ser libremente elegidos por el pueblo, incluido el jefe del Estado.

La profunda crisis que vive hoy nuestro país- no solo económica, sino también política y moral-, recuerda, salvando las distancias temporales que nos separan de aquel periodo histórico, la vivida en las postrimerías de la dictadura de Primo de Rivera, que desembocó en el advenimiento de la II República. La Agrupación al Servicio de la República lanzaba entonces un llamamiento a favor de la instauración en España de un régimen republicano. “La Monarquía de Sagunto”- decía ese lla­mamiento- “ha de ser sustituida por una República”. Pero, dado que la Monarquía no iba a ceder “tan galantemente”, y el paso a un sistema de poder público solo se rendiría “ante una formidable presión de la opinión pública”, era urgentísimo or­ganizar esa presión, haciendo que “sobre el capricho monárquico” pesase “con suma energía la voluntad republicana de nuestro pueblo”. La Monarquía de hoy, surgida por imposición de un régimen dictatorial y perpetuada por los pactos concertados por los partidos de izquierda con la derecha postfranquista, tampoco es representa­tiva de esa voluntad.

El Manifiesto de febrero de 1931 se proponía movilizar a la ciudadanía para que formara “un copioso contingente de propagandistas y defensores de la Re­pública española”. Sus autores llamaban a “todo el profesorado y magisterio, a los escritores y artistas, a los médicos, a los ingenieros, arquitectos y técnicos de toda clase, a los abogados, notarios y demás hombres de ley”. También se refería muy es­pecialmente a la necesidad de contar con ”la colaboración de la juventud”, respecto de la cual se expresaban así: “Tratándose de decidir el futuro de España es impres­cindible la presencia activa y sincera de una generación en cuya sangre fermente la sustancia del porvenir”.

Lo mismo que ayer, nuestro llamamiento va también dirigido hoy a los intelec­tuales- escritores, periodistas, artistas-, a los que desempeñan tareas docentes desde la escuela primaria a la Universidad, a los que ejercen profesiones liberales- médicos, ingenieros, arquitectos, abogados-, a los integrantes de la decisiva comu­nidad científica, a los que ocupan cargos en la función pública, y, por supuesto, a la clase trabajadora, que fue y sigue siendo la que más soporta el peso de las injusticias y desigualdades del salvaje capitalismo neoliberal. Y, de manera muy particular, a las generaciones jóvenes que no participaron en la discusión y aceptación de la Cons­titución de 1978, pero cuyas consecuencias padecen como el resto de la sociedad. Porque nosotros también insistimos en que en su savia nutra el futuro.

Ha llegado el momento de que los españoles decidamos en plena libertad el régimen que deseamos para España. Por ello, pedimos la convocatoria de un referéndum, en el que se tenga la posibilidad de elegir libremente entre Monarquía o República. En el caso de triunfar esta última opción, se abriría un periodo de Cor­tes Constituyentes, en el que se elaboraría una nueva Constitución y se procedería después a la convocatoria de elecciones para la formación de un nuevo Parlamento como representante de la soberanía popular. La Constitución que se adopte debería prever las modalidades de elección del Presidente de la República del nuevo Estado, que adoptaría la forma de República federal.

El nuevo Estado no sería aconfesional, como lo es el actual, conforme a la Constitución de 1978, cuyo artículo 16, apartado 3, dice que “ninguna confe­sión tendrá carácter estatal”, sino laico, como estipulaba el artículo 3 de la Consti­tución de 1931: “El Estado español no tiene religión oficial”. En él se fomentarán y divulgarán desde la escuela primaria los valores laicos y republicanos.

Desde el final de la Guerra Civil hasta hoy la consigna más falaz esgrimida por los vencedores del conflicto no ha sido otra que repetir machaconamente que tanto la I República, la de 1873, como la II, la de 1931, constituyeron un fracaso que condujo a España a la ingobernabilidad provocada por el desorden. Quienes aún hoy se permiten formular esta opinión o bien tergiversan deliberadamente el signi­ficado de las dos experiencias republicanas o son víctimas del lavado de cerebro que desde hace más de dos siglos (1789, Revolución Francesa) han venido persiguiendo los monárquicos volcados en impedir por todos los medios, incluidos los golpes de Estado de los generales Pavía y Franco, la modernización social y cultural que aca­rrearon las dos experiencias republicanas, la II en particular.

La III República ha de ser la obra de todos los españoles, hombres y mujeres, en un esfuerzo común por dotar a nuestro país de un Estado que esté en con­sonancia con nuestro tiempo. Una de las mayores preocupaciones de los hombres y mujeres de la II República fue la moralización de las instituciones y de la vida pública degradadas por un sistema, también bipartidista, que desembocó en la primera dictadura militar del siglo XX amparada por el monarca Alfonso XIII. Obviamente, entre las tareas primordiales del nuevo régimen republicano figurará el objetivo de apostar por la igualdad social. También la consecución de un moderno Estado de Bienestar asentado en una fiscalidad progresiva más justa cuyas conquis­tas sociales hagan pasar a la historia las hasta ahora conseguidas.

La III República no es una quimera, no es una utopía. Es una urgen­te necesidad de regeneración democrática. Y puede ser una realidad, si to­dos nos unimos y luchamos juntos por conseguirlo. Sin olvidar las experien­cias republicanas del pasado, la III República ha de mirar hacia el futuro.

Firmantes

  1. José Luis Abellán: Filósofo y escritor, catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid, ex miembro del Consejo Ejecutivo de la UNESCO, ex Presidente del Ateneo de Madrid
  2. Laura Alfonseca Giner de los Ríos: Investigadora en Historia
  3. Pilar Altamira: Escritora, bióloga, responsable del Legado Rafael Altamira
  4. Marcos Ana: Poeta
  5. José Caballero Bonald: Escritor, Premio Biblioteca Breve, Premio Cervantes
  6. Mercedes M. Arancibia: Periodista, co-directora de Crónica Popular
  7. Amparo Climent: Actriz, dramaturga y artista plástica, Medalla de Oro de la Real Academia de Bellas Artes de Barcelona
  8. Lorenzo Contreras: Periodista, cronista político
  9. Julio Diamante Stihl: Director cinematográfico y teatral, escritor, premio de Cultura-Cine y Audiovisual de la Junta de Andalucía
  10. Antonio Ferres: Escritor, Premio Sésamo y Premio Ciudad de Barcelona
  11. Josep Fontana: Historiador, catedrático emérito de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona
  12. Joan Garcés: Politólogo, Premio Nobel alternativo (Rightlivelihood Foundation), ex investigador de la Fondation Nationale des Sciences Politiques de Paris
  13. Juan Genovés: Pintor y artista gráfico, Premio Nacional de Artes Plásticas de España, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes
  14. Belén Gopegui: Escritora, Premio Tigre Juan e Iberoamericano Santiago del Nuevo Extremo
  15. Juan Antonio Hormigón: Escritor, director de teatro, ex catedrático de Dirección de Escena de la RESAD
  16. Carlos Jiménez Villarejo: Jurista, ex Fiscal Anticorrupción
  17. Salvador López Arnal: Profesor, colaborador de El Viejo Topo y de Rebelión
  18. Armando López Salinas: Escritor, finalista del Premio Nadal
  19. Gloria Llorca Blasco-Ibáñez: Miembro del Patronato de la Fundación Centro de Estudios Vicente Blasco-Ibáñez de Valencia
  20. María Rosa de Madariaga Álvarez-Prida: Historiadora, ex funcionaria de la UNESCO, miembro del Consejo de Redacción y coordinadora del Consejo Editorial de Crónica Popular
  21. Fernando Marín: Actor y director, primer Secretario General de la Unión de Actores, miembro fundador de AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión de España)
  22. Carmen Negrín: Ex funcionaria de la UNESCO, Presidenta de Honor de la Fundación Juan Negrín
  23. Mirta Núñez Díaz-Balart: Historiadora, Directora de la Cátedra “Memoria Histórica del siglo XX”, de la UCM, miembro del Consejo Editorial de Crónica Popular
  24. Luis Otero Fernández: Fundador de la Unión Militar Democrática (UMD) y Presidente del Foro Milicia y Democracia (FMD)
  25. Carlos París. († 31 de enero de 2014) Filósofo y escritor, catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid, Presidente del Ateneo de Madrid
  26. Gonzalo Puente Ojea: Embajador de España retirado, escritor
  27. Ignacio Ramonet: Periodista y escritor, director de Le monde diplomatique en español
  28. Rosa Regàs: Escritora, Premio Planeta, Premio Biblioteca Breve, ex Directora de la Biblioteca Nacional .

3 comentarios

  • Javier Pelaez

    Es evidente que la Tercera República es la única solución a los cuatro problemas que tenemos y a la nueva Constitución que necesitamos,en mi modesta opinión1.Necesitamos una Constitución republicana.Al principito por mucho que se vaya a la Sociedad del Bicentenario de Prim,no lo salva ni Saint Exupery.Ahora que,con ocasión de la autopsia de Prim,va a salir un libro que revela que los borbon es estaban detràs de la muerte de Prim.2.Necesitamos una Constitución como la portuguesa de 1976 ,la de la revolución de los claveles,que establezcan garantías fuertes para los derechos económicos y sociales,no como los vacuos “principio rectores de la política social y económica” de la actual.3.Necesitamos una Constitución de una República Federal,quizà como la de Suiza ,pero sin derecho a la secesión,como la suiza.4.Necesitamos una Constitución laica,como la la Segunda República.Y para ello,como dijo Gabilondo-ese periodista del establishment-,el acuerdo imprescindible previo que obviamente no existe y que probablemente de existir no sería sobre las cuatro bases que antes he dicho.

  • ELOY

    A mí me parece muy bien este manifiesto.

    No obstante, conviene advertir que el trabajo en pro de un Régimen republicano (no solo la forma de república), requiere profundizar en muchos aspectos institucionales y de valores que rigen nuestra sociedad. 
    Al respecto recuerdo el contenido del artículo que publiqué en ATRIO:
     
    ¿Monarquía o república? Una reflexión , 07-Abril-2013
     
    Disquisiciones sobre la republica / 1 , 23-Octubre-2013
     
    Disquisiciones sobre la republica / y 2 , 30-Octubre-2013
     
    También mi carta publicada en EL PAÍS el 10 de abril de 2013. Decía en dicha carta lo siguiente:
     
    “”Se cumplen en 2013 ciento cuarenta años del advenimiento de la I República española, proclamada el martes 11 de febrero de 1873. No proliferan, si los hay, actos conmemorativos. Pero, por razones de actualidad, sí se habla estos días, en público y en privado, de la forma de Gobierno republicana en contraposición a la monárquica. Ante los dramáticos problemas que vive nuestra sociedad, creo que lo que importa prioritariamente no es el mero cambio formal y legal de régimen de Monarquía a República, sino la implantación practica de los valores cívicos, éticos, democráticos, asistenciales y racionales en la actuación pública y privada, cualesquiera que sea el régimen de Gobierno.
     
    Y a partir de ahí la República puede llegar, o no, como producto de la convicción ciudadana, el sentimiento de igualdad y la racionalidad. La República probablemente la traerá la Historia, pero el simple advenimiento de ella no contribuirá a hacernos mejores ni a mejorar nuestras vidas, si desde ahora no vamos conformando unas instituciones y una sociedad más profundamente democráticas y honestas, orientadas en todos sus ámbitos al bienestar de las personas, especialmente de las más vulnerables y necesitadas.— “”

  • David

    No voy a opinar sobre el manifiesto, no soy quién para ello. Sólo deseo que los españoles eligan libremente lo que mejor les convenga. Pero sí quiero recordar a españoles que tuvieron que exilarse después de su Guerra Civil por ser repúblicanos. También a Iowa fueron exilados españoles como el Dr. Ignacio Ponseti, que perfeccionado lo que terminó llamándose el “método Ponseti,” una técnica para corregir la deformidad congénita del pie.
    También, permítanme y perdonen por la cita personal, que haga un pequeño recuerdo a mi abuelo, que en su juventud con 19 años y con muchas ideas en la cabeza, fue a España a luchar por la República, no estuvo mucho tiempo, pero lo que me habló y  sus recuerdos me animaron a estudiar la literatura española.