I. RESPETO Y CUIDADO DE LA COMUNIDAD DE LA VIDA
Este primer gran objetivo comprende otros cuatro, que se concretan cada uno de ellos en otras dos propuestas.
Son por tanto ocho propuestas las que hoy estamos invitados a comentar, discutir, concretar o completar.
1. Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad
a. Reconocer que todos los seres son interdependientes y que toda forma de vida independientemente de su utilidad, tiene valor para los seres humanos.
b. Afirmar la fe en la dignidad inherente a todos los seres humanos y en el potencial intelectual, artístico, ético y espiritual de la humanidad.
2. Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor.
a. Aceptar que el derecho a poseer, administrar y utilizar los recursos naturales conduce hacia el deber de prevenir daños ambientales y proteger los derechos de las personas.
b. Afirmar, que a mayor libertad, conocimiento y poder, se presenta una correspondiente responsabilidad por promover el bien común.
3. Construir sociedades democráticas que sean justas, participativas, sostenibles y pacíficas
a. Asegurar que las comunidades, a todo nivel, garanticen los derechos humanos y las libertades fundamentales y brinden a todos la oportunidad de desarrollar su pleno potencial.
b. Promover la justicia social y económica, posibilitando que todos alcancen un modo de vida seguro y digno, pero ecológicamente responsable.
4. Asegurar que los frutos y la belleza de la Tierra se preserven para las generaciones presentes y futuras.
a. Reconocer que la libertad de acción de cada generación se encuentra condicionada por las necesidades de las generaciones futuras.
b. Transmitir a las futuras generaciones valores, tradiciones e instituciones, que apoyen la prosperidad a largo plazo, de las comunidades humanas y ecológicas de la Tierra.
Me faltaba por comentar el punto 4, “Asegurar que los frutos y la belleza de la Tierra se preserven para las generaciones presentes y futuras.”
Nuevamente nos encontramos con una lenguaje religioso para hablar del concepto de sostenibilidad, que expresa la necesidad de consumir los recursos a un ritmo inferior al de su producción y a la necesidad de no producir residuos a un ritmo superior al de su eliminación. ?Veis cómo se pueden decir las cosas sin tener que recurrir al Kempis?
La Carta de la Tierra era un tema incluido en mi programa de Bachillerato desde el año 2000. Al cuestionario, que proponía al final la carta para las reuniones de grupo, yo añadía unas cuantas. Muchas de las discusiones con mis alumnos (entre 15 y 18 años) eran muy jugosas, algunos tenían una sensibilidad ecológica y de respeto a la Naturaleza muy sensible. Yo les proponía que tomaría una actitud depredadora, explotador de recursos, con interés consumista y rentabilidad de negocio,… , y ellos a la contra procuraban argumentar el desarrollo sostenible y responsable. Me habría gustado conservar en video aquellas acaloradas discusiones.
Me he leído los dos hilos de la Carta de la Tierra expuestos y sus comentarios. Me quedé asombrado de la sensibilidad de Pepe Blanco para captar el incienso y el olor de sacristía. Y es que es verdad, parece que en la Carta de la Tierra hay mucho fraile metido en ella, aunque haya colgado los hábitos tiempo atrás. No se puede suscribir esa carta porque como dice muy bien Pepe en la ONU no caben homilías. Sin embargo, en la Carta de la Tierra hay ideas que son necesarias y urgentes que no sólo se deberían sino que se tendrían que promocionar en la ONU, pues los problemas a resolver humanos, medioambientales y de biodiversidad son globales a nivel planetario.
No sé si hace falta una revisión o puesta al día de la Carta de la Tierra del 2000, en ella ya están las ideas centrales. Quizás sería conveniente depurar el lenguaje quitándole carga ideológica, (el incienso), ir a lo esencial y urgente para que pueda ser firmada por la inmensa mayoría de países en particular EEUU y China, y presionarles de algún modo para que lo que firmen lo ejecuten.
Ciertamente, amigo George, como suele decirse, basta sólo con que haya una pequeña e imperceptible leve desviación en los orígenes para provocar en el tiempo resultados de magnitudes nefastas.
Amiga María Luisa: Permíteme que entresaco estas líneas de tu último comentario: “…tal relación está cerrada a ser solamente objeto de utilidad sino una relación abierta de tipo campal en donde la interdependencia sea auténticamente real”.
Así, con y desde esa mentalidad teocrática de dominio ‘sobre y no de’ cultivo para sustentarse vieron los redactores (es muy difícil imaginar que hubiera redactoras en los enclaves sacerdotales del Exilio o posteriormente) de Génesis, la relación utilitaria, cosificadora de la humanidad con la tierra: Castigo, hegemonía, posesión, propiedad, solar. Esa fue la visión religiosa y ha resultado funesta. Quizás de ahí arrancó el sentido de propiedad ilimitada y excluyente a que hemos llegado, al cabo de tantos siglos, al latifundio controlado desde oficinas, al que hace que la mayoría humana solamente tenga acceso (que tiende a disminuir por la explosión de la tecnificación agrícola) a la tierra misma siempre al coste de mucho trabajo físico, bajo jornal y exposición a agentes químicos que, en nombre de los colores, los aromas que no el sabor, el tamaño y la máxima comercialización de los productos en los mercados urbanos hacen ingeniería genética y destruye lo fundamental: La cepa, el suelo y, por extensión la salud de l*s consumidores. Pura locura del ¡superhuman*!
Por lo que yo intuyo, los verbos que se utilizan hacen referencia a todos los seres que viven en el planeta Tierra en tanto realidad que son, pues es ésta la que determina solidariamente esta interdependencia de la que habla La carta. Lo decisivo es pienso no una relación de tipo causal o lineal en la que, por la errónea superioridad del ser humano, como se muestra en la práctica, tal relación está cerrada a ser solamente objeto de utilidad sino una relación abierta de tipo campal en donde la interdependencia sea auténticamente real.
Muy buenas reflexiones, Oscar!
Permíteme que de ellas, por mi parte, extraiga otra en torno a las advertencias de Pepe Blanco sobre el tan pegadizo lenguaje religioso que lo es hasta el punto de utilizarlo en las más profanas de las cuestiones.
Su crítica sobre la idea de Principio que contiene La Carta de la Tierra me parece más que oportuna pues si el Principio se basa en decir que “hay” que Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad, tal principio no deja de ser, en mi opinión, más que un imperativo moral kantiano. De ahí que luego se constate a la hora de la verdad una relación de aniquilación con otros seres vivos.
Si de respetar se trata el principio no lo ha de otorgar un imperativo moral en el orden del ser, sino en el orden de la realidad, de la nuestra y ésta con respecto a la realidad de la Tierra y la de los otros seres vivos. Entonces la relación de “respeto” así considerada se nos presenta como constitutiva y no consecutiva como consecuencia de un acto que por muy imperativo que sea también puede muy bien no serlo, por lo que entonces si bien en el primer aspecto el ámbito queda acotado en este segundo aspecto sí cabe que pudiera, al gusto, haber otros principios
Hola!
Es de rescatar el “posicionamiento – POSITIVO”, casi optimista, de LA CARTA.
Me basta repasar los “verbos” utilizados:
1. Respetar …
a. Reconocer …
b. Afirmar …
2. Cuidar …
a. Aceptar …
b. Afirmar …
3. Construir …
a. Asegurar …
b. Promover …
4. Asegurar …
a. Reconocer …
b. Transmitir …
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¡Vamos todavía! – Oscar.
Hola!
Dos reflexiones en torno a los Comentarios del Compa pepe blanco:
UNO- reconocer el delicado sensor que tiene para percibir cierto “lenguaje-discurso” que suele considerarlo “de sacristía”; e.d., de “confesión-religiosa”, aplicado a las realidades “profanas” como La Tierra: lo que en ella pasa y lo que sus ingredientes-habitantes le hacemos pasar.
NOTA: para quienes venimos, pasamos o estamos en “ambientes espíritu-religiosos” el pequeño o grande ¡shock! que nos puedan producir las advertencias de pepe blanco, estimo que son para reconocerle.
DOS- La crítica que hace pepe a la idea de “principio” me parece estimable.
Un “Principio” de La Carta dice que hay que Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad”.
Sin embargo pepe nos alerta que:
– “Hay un montón de seres vivos, que no solo no merecen nuestro respeto, sino que estamos empeñados en aniquilarlos.”-
Me pregunto ¿cómo compaginar “respeto” y “desprecio aniquilante” ante ese Conjunto-Tierra-Vida diversa?
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Si se le resta lo que de frivoidad tiene, hay mucha tela que cortar en el dicho de GROUCHO MARX: estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros.
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Pienso que LOS PRINCIPIOS son “los puntos de vista” del Peregrino en busca de coincidir consigo mismo, e,d.: ser feliz.
¡Vamos todavía! – Oscar.
Aclaraciones a mis comentarios anteriores:
1ª.- Mi primer comentario se refiere al punto a del primer principio y, aunque no lo copié, al primer principio en sí mismo: “1. Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad”.
2ª.- Sobre el tercer punto, puede tener sentido en una carta sobre la Tierra hablar de sociedades sostenibles. Pero lo demás es lo que no acabo de ver qué pinta aquí.
“b. Afirmar la fe en la dignidad inherente a todos los seres humanos y en el potencial intelectual, artístico, ético y espiritual de la humanidad.”
Lo que comentaba el otro día: lenguaje de sacristía: “afirmar la fe“, “potencial espiritual”. ¿Pero qué es esto? ¿Cuál es el nivel intelectual y social de lo miembros de la ONU que redactaron esta carta? ¿Todavía no se han enterado que la dignidad humana se puede – es más, se debe – afirmar sin que medie la fe en esa afirmación? Que las autoridades políticas y gubernamentales se preocupen de mi bienestar psicológico, lo puedo entender. Que se preocupen de mi espiritualidad, no.
“2. Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor.“
Lenguaje de sacristía en estado puro. De sacristía de cristianía de base, pero de sacristía. Para redactar una homilía, tal vez esté bien, pero para un tratado internacional… ¡hombre no me jodas!
“3. Construir sociedades democráticas que sean justas, participativas, sostenibles y pacíficas”
Este punto , no puede dejar de parecerme bien. Pero es más propio de un programa de acción política y de gobierno “normales”. Quiero decir, que no acabo de ver qué pinta aquí, en una carta sobre la Tierra.
“a. Reconocer que todos los seres son interdependientes y que toda forma de vida independientemente de su utilidad, tiene valor para los seres humanos.”
Eso, dicho así, parece que suena bien. Pero, como principio, lo que se dice principio, principio, es decir, algo que se acepta de entrada y ya no se discutirá, es una barabaridad.
Ya lo comenté en otra ocasión, debido a una afirmación similar que había escrito Boff. Hay un montón de seres vivos, muchos de los cuales son dependientes de los seres humanos, que no solo no merecen nuestro respeto, sino que, desde hace muchos años y afoetunadamente, estamos empeñados en aniquilarlos. Y menos mal que lo vamos consiguiendo, si no del todo, sí parcialmente. Me refiero a toda la caterva de pequeños seres vivos que causan cientos de enfermedades peligrosas, muchas de ellas potencialmente letales. Desde la simpática salmonella hasta el muy cabrón del vih.
Cada vez que el médico nos receta un antibiótico y nos lo tomamos, nos convertimos en biocidas conscientes de nuestro biocidio. Pues bien, según los principios de esta carta, no podríamos volver a tomar antibióticos.
Hay al menos otro ámbito en el cual este principio es discutible. O, como mínimo, violado de facto por millones de seres humanos. Estoy pensando en el mundo de la agricultura. Cada vez que un agricultor arranca una mala hierba, es está cargando este principio. Los agricultores son, probablemente, algunos de los más frecuentes biocidas que existen. Análogamente, cada vea que alguien, al cuidar el jardín de su casa, arranca una hierba inoportuna o tala un árbol, se está cargando este principio.
También en el ámbito de la pequeña ganadería de montaña se suelen conculcar los “derechos” de los animales salvajes. Por ejemplo, cuando hacen batidas para matar lobos, a fin de que estos no les vuelvan a matar las ovejas o los terneros.
También se viola este principio con las actividades humanas de la caza y de la pesca. Tanto de las deportivas como de las vitales, cuando la gente de ciertaas sociedades, caza y pesca para comer.
Por supuesto, se viola este principio cada vez que se construye una granja para para criar dos o tres mil cerdos, o pollos, o lo que sea, para luego ser sacrificados y comidos.
Por otra parte, no dejará de haber quien aproveche este principio para condenar el aborto.
En fin, que como principio inalienable para presidir una carta de la Tierra y ser universalmente aceptado como tal principio, me parece una barbaridad.
Hola!
(continuación y final de PLANETA SITIBUNDO)
Este Perceval Lowel —prosiguió Rubín de Cendoya— es un hombre de imaginación. Yo admiro sobremanera a quien se halla provisto de imaginación a la moderna. Porque ha de advertirse un cambio profundo entre la antigua y la nueva manera de ejercitar la fantasía.
El antiguo imaginario huía de la confrontación con las cosas reales; el moderno, por el contrario, se sume en el extremo realismo, busca una contención y un cauce a sus invenciones en las rígidas e inequívocas fisonomías de las cosas.
Lowel, para poder imaginar con mayor energía, se dedicó a los estudios astronómicos, y, buscando una atmósfera propicia a las inquisiciones planetarias, se aisló en el desierto del Arizona y montó un Observatorio. Largos años hace que allí vive perescrutando la vida íntima de Marte, y ahora resume en un libro sus contemplaciones.
De ellas resulta que este planeta se halla habitado por una raza venturosa de pacíficos ingenieros. ¿-No es esto prodigioso? Marte fue, en otro tiempo, el punto del firmamento escogido por los poetas y los sabios para localizar el espíritu guerrero.
Mas «la guerra —dice Lowel— es entre nosotros un resto del alma salvaje, y seduce principalmente ahora a la porción infantil e irreflexiva del pueblo. Los sabios saben que hay otros modos de practicar el heroísmo y de asegurar la supervivencia de los mejores. Esto es el progreso.
Pero séase pacífico por razonamiento o sin él, la evolución de la naturaleza nos fuerza a ello. Cuando los habitantes de un planeta se hayan combatido y muerto de una manera suficiente, los que sobrevivan encontrarán mayores ventajas en el trabajo solidario por el bien común.
No podremos decir si el desarrollo del buen sentido o la presión de la necesidad ha traído a los marcianos hasta este estado eminentemente justo: lo cierto es que han llegado a él y que, de no llegar, habrían muerto».
¿Por qué? Muy sencillo.
En Marte la atmósfera se ha ido enrareciendo hasta el punto que no hay más agua que la que en invierno se congela en los casquetes polares. He aquí el hecho físico que ha cambiado los apetitos de los marcianos. ¡Cómo andarse a mover guerras gentes que se mueren de sed! De esta necesidad fisiológica elemental procede toda la evolución posterior de nuestros vecinos de sistema, y si entre ellos hay algún filósofo, no habrá dejado de construir una concepción hidráulica de la historia.
La tierra sitibunda se hizo estéril, y los marcianos, junto a la sed, hubieron hambre; debieron pasar siglos tristísimos, terribles, purificadores, espantosas jornadas de desesperanza. Mas el dolor hace a las gentes discretas.
«Sobre un mundo —dice Lowel— donde las condiciones de la vida se hacen tan difíciles, los seres tienen que ser cada vez más inteligentes para poder sobrevivir, y la evolución se realiza en este sentido. El estado del planeta nos conduce, pues, a admitir en Marte una vida caracterizada por una alta inteligencia».
Efectivamente; los marcianos depusieron las arrogancias, descolgaron la valentía y se dedicaron a estudiar matemáticas. Los pueblos ecuatoriales tuvieron que firmar paz perpetua con los tropicales y éstos con los polares para que no interceptaran las aguas reunidas en los Polos. Y diéronse todos los seres la gran tregua del agua, aquella misma ley sagrada que obedecen en la selva, según Rudyard Kipling, los animales más fieros.
Comenzaron a abrirse canales por toda la redondez de la estrella, maravillosas venas científicas, portadoras de la sangre cristalina que había de infundir al planeta una nueva juventud. Al telescopio presenta Marte un enrejado complicadísimo de sutiles líneas prodigiosamente geométricas; el gran Schiapparelli las vio por vez primera en 1877. Estas líneas recorren centenares y aun miles de kilómetros en acertadísima, combinación unas con otras.
En invierno Marte ostenta sus dos casquetes helados: la vida duerme en él entonces. La primavera llega y el astrónomo nota primero un borde azulado en la masa blanca de los Polos: se inicia el deshielo. Más tarde las líneas casi borradas de los canales van entrando en vigor y un suave matiz, entre verdoso y rojizo, va cubriendo los trópicos: es una ola de verdura exuberante, una textura magnífica de vegetación que comienza a cubrir el viejo planeta sediento, remendado por el ingenio.
¡Qué cantos no resonarán entonces! Porque no ha de faltar allí la música: donde hay arroyos, verdura y paz, el ritmo fructifica. Habrá canciones rituales al agua madre, que descenderá eternamente grácil por los magníficos estuarios; habrá una literatura que se inspirará en los altos canales henchidos de la primavera, y otra más elegiaca a los canales vacíos invernales.
Habrá también una religión. ¿Cómo no? Melquíades Alvarez nos ha dicho en el salón de sesiones hace un momento que el planeta no puede vivir sin religión. Sin agua tampoco, ilustre D. Melquíades, habremos de decirle nosotros. En Marte hay la religión del agua, como en la Tierra la del espíritu que se movía sobre el agua.
Esta consideración astronómica de la historia permite llegar a grandes simplificaciones. La distancia realiza por sí misma lo que a la mente humana cuesta tanto lograr: reducir lo complejo a principios breves.
Así vemos la vida de Marte derivándose toda de estos dos simples elementos: el agua y la vegetación.
¿Y no ha de sernos un ejemplo esta transformación radical de las ideas políticas que ha salvado a Marte? Este planeta ejercita hoy una política hidráulica y cereal. De bélico ha venido a convertirse en planeta eminentemente agrícola. Es un caso enorme de la ley que Spencer estatuía, según la cual los pueblos van pasando del estado guerrero al estado industrial. Castelar, desde el año 85, citaba esta ley en todos sus discursos y derivaba de ella lo que él llama su política experimental.
—Esta política astronómica parece una mixtificación —dije yo entonces, con un poco de brutalidad.
—Todo lo serio habrá de considerarse mixtificación por los seres frívolos que carecen de órganos táctiles para percibir la realidad de las cosas superiores.
Acaso mi excursión marciana no sea inmediatamente aprovechable, pero significará, al menos, como un símbolo expresivo de que los pequeños problemas sólo pueden ser resueltos desde los grandes.
Yo postulo una política ni municipal, ni regional, ni nacional, sino planetaria. Hay, amigo, que contar con el planeta, dentro del cual actúan fuerzas universales: los «monzones», soplando, han hecho por sí solos una décima parte de la historia, y los Alpes, inmóviles en el centro de Europa, impidieron a Roma operar sobre Alemania directamente.
El Imparcial, i agosto 1910.
Hola!
Me ocurre asimilar este Objetivo cuatripartito a uno planteado hace 103 años, que “destilo” para los Compas atrieros.
(NOTA: como es poco largo lo haré –como lo hace el Periodista- en 2 Entregas)
……………….
PLANETA SITIBUNDO
Hacía mucho tiempo que no veía a Rubín de Cendoya, místico español; fue grande mi sorpresa al hallarle la otra tarde en el salón de conferencias.
—No hay otro remedio —me dijo— que dedicarnos todos a la política. El individuo humano no es el individuo físico, sino el individuo de la sociedad; de aquí que cuando la sociedad no está hecha, el afán primordial sea hacerla. Así acontece entre nosotros.
—¿Y se ha afiliado usted a algún partido?
—Todavía no; ya conoce usted mi opinión fundamental: nada humano es espontáneo, todo requiere aprendizaje. Es frecuente escuchar que si irrumpieran en el Parlamento unos cuantos hombres sinceros, todo se arreglaría. Yo lo niego; yo no he creído nunca en la fecundidad política de esa virtud —la sinceridad—, que es, al cabo, la menos costosa de las virtudes; decir lo que se siente no es a menudo sino una prueba de escasa imaginación.
Hay, claro está, que decir la verdad; pero la verdad no se siente, la verdad se inventa. ¡Expresar la verdad que a costa de enormes esfuerzos hemos logrado inventar, ésta sí que es una alta y enérgica virtud peculiar a nuestra especie! ¡Divina Veracidad, virtud activa, que nos mueves, no tanto a decir verdad como a buscarla antes de decirla!
La sinceridad, en cambio, es un hábito negativo que ejercitan todos los animales, y se reduce a no interponer entre las excitaciones de fuera y las reacciones espontáneas que de dentro responden, lo que podríamos llamar un cortocircuito. Unos cuantos hombres sinceros en el recinto del Congreso acabarían dándose de puñaladas. El orangután es el humano sincero.
—¿De modo que el convencionalismo parlamentario?…
—El Parlamento es una de esas sabias interpolaciones colocadas por la humanidad entre la fisiología sincera del pithecanthropus erectus y sus aspiraciones superiores. Ser convencional es lo más que puede ser una cosa, y, si esto no es paradoja, yo no tengo la culpa de vivir entre gentes que no han meditado nunca, y atenidos a una visión simplista de los fenómenos, motejan de paradójico todo juicio dotado de alguna mayor filosofía.
No creo, pues, que nuestro Parlamento, hijo de la Convención, sufra desdoro porque se le llame convencional.
Hablando así salimos al pasillo, y la conversación fue interrumpida brevemente, porque los que iban y venían nos separaron un instante. Pasaron por entre ambos no pocos periodistas, muchos políticos nombrados y alguna bruja de Shakespeare.
El místico español continuó de esta manera:
—Amigo mío; ahora es moda maldecir del sistema parlamentario. Los conservadores franceses, que tienen sobre los españoles la inmensa ventaja de ser ingeniosos y escribir deleitadamente, han puesto cerco de ironías a esta institución democrática. Le achacan que no es cosa perfecta, que padece muchas menguas e impurezas. Nosotros nos contentaremos diciendo que es el menor de todos los males. ¿Y no será esto bastante? Lo último de las mejores cosas humanas se reduce a que son las menos malas.
—Pero, ¿qué va usted a hacer sin una orientación, sin un programa?—interrumpí yo.
—¡Ah! Yo estoy también construyendo mi programa; pero no me contento, como es uso, demandando orientaciones a la economía, ciencia tan nueva; a la sociología, ciencia que no lo es: o a la historia, que aunque antigua y honrada, apenas si contiene la evolución de unas cuantas docenas de siglos. He preferido fijarme en la astronomía, que cuenta las centurias por horas y sabe de profundos cambios milenarios y de sorprendentes metamorfoseos.
Entonces fue cuando sacó del bolsillo un libro que me enseñó: Mars et ses canaux, ses conditions de vie, por Perceval Lowel.
—Aquí tiene usted una prueba del poder de transformar lo natural que es adherente a toda inteligencia. La historia de Marte muestra la evolución de un planeta guerrero y conquistador en un planeta de pacífico regadío. ¿No es éste nuestro caso? Pues yo le contaré cómo vive de paz y de agua este globo en que antes no hubo paz y ahora no hay agua: aprendamos alta política de este noble planeta sediento.
El Imparcial, 25 julio 1910.
Quiero comentar el punto 4 que me parece de extraordinaria importancia: “Asegurar que los frutos y la belleza de la Tierra se preserven para las generaciones presentes y futuras. a. Reconocer que la libertad de acción de cada generación se encuentra condicionada por las necesidades de las generaciones futuras. b. Transmitir a las futuras generaciones valores, tradiciones e instituciones, que apoyen la prosperidad a largo plazo, de las comunidades humanas y ecológicas de la Tierra.”
Quizás de todo el material propuesto en esta entrega este a mi juicio el punto más importante. Al mismo tiempo un ejemplo de su importancia es precisamente la falta de comentarios a este taller de la Carta de la Tierra que me siento obligado a interpretarlo o como evidencia de la desesperanza y el derrotismo; o peor aún, como evidencia de que haya sido tan banalizada la destrucción ecológica que salvar la naturaleza de la dilapidación de que ha estado siendo objeto y del pillaje de las corporaciones industriales haya perdido toda relevancia ética y legal.
Todo lo que hagamos con y en nuestro ambiente natural repercutirá en el ambiente en el que vivirán las generaciones que nos sucedan. Estamos enseñando a nuestros descendientes a maltratar el aire que respirarán y a contaminar el espacio en el que vivirán.
Es una vergüenza que en Japón haya que utilizar máscaras para respirar y es una vergüenza que en Haití y en Honduras los deslices de tierra durante las lluvias sean la consecuencia de haber acabado con los bosques. Lo que acaba de ocurrir en West Virginia con la contaminación del agua por más de una semana es un ejemplo escandaloso de la incuria del gobierno y de muchos de los ciudadanos. Las generaciones jóvenes no debieran heredar el miedo a depender de la naturaleza y se lo estamos inculcando.
¿Dónde está siendo almacenada la basura nuclear? ¿Qué pasará con las armas químicas que incautarán a Siria? ¿Por qué o para qué Rusia y EE UU aún almacenan armas bacteriológicas?
Los soviéticos secaron el Mar Aral, hoy prácticamente desaparecido. Este enlace lleva a un documento en forma de diapositivas que muestra la magnitud del desastre: http://www.slideshare.net/VicenteLuisBenitoMolina/mar-de-aral-estudio-geogrfico
China está destruyendo inescrupulosamente sus tradiciones agrícolas y explotando el espacio urbano irracionalmente aunque tiene que recurrir a medidas genocidas de control de natalidad sobre todo de hembras. La actual carrera de industrialización en ese inmenso país para nada se preocupa por la atmósfera y por los recursos fluviales de los que tanto ha dependido en la historia.
Esa destructividad sin restricciones no puede engendrar en las generaciones venideras el amor a la naturaleza, sino la permisividad de utilizarla estúpida y malignamente.
Este es el enlace en español: http://www.wvsevsdb.com/wvs/WVSFaqs.jsp
2. Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor.
a. Aceptar que el derecho a poseer, administrar y utilizar los recursos naturales conduce hacia el deber de prevenir daños ambientales y proteger los derechos de las personas.
b. Afirmar, que a mayor libertad, conocimiento y poder, se presenta una correspondiente responsabilidad por promover el bien común.
Hubiese preferido invertir el orden de la propuesta “b” para que fuese la primaria. Parece tener más sentido la afirmación de que más conocimiento, poder y libertad (en ese orden) acarree consigo la proporcionalmente creciente responsabilidad de sostener y promover el bien común.
La educación de todos pero sobre todo de los jóvenes debe enfatizar su mejor comprensión de la vida en el Planeta y del Planeta como hábitat común a todos, en lugar de enfatizar el éxito personal para beneficio propio. No debiera tratarse de formarlos en la administración exclusiva o prioritaria de su porción del Planeta para beneficio propio en competencia excluyente (valga la redundancia).. No es posible ya mirar al Planeta o al patrimonio propio como vio Leopoldo de Bélgica al Congo, es decir, como finca privada incluidos los congoleses, los animales, la flora y las riquezas minerales.
Ese diferente conocimiento o percepción del Planeta desde la perspectiva del bien particular incluido en el Bien Común, condujera moralmente a desear ejercer el poder de hacer fructificar la naturaleza, aún al coste de obtener menos beneficios particulares de aquello que se posea legítimamente, pero asegurando el sostenimiento y la promoción del conjunto natural como Bien Común.
Es decir que la primera propuesta debiera ser adquirir el conocimiento de la naturaleza como patrimonio común aun cuando se tenga el título de propiedad de una porción de ella y entonces tuviera más sentido administrar lo propio sabiendo que por extensión se administra lo común tomando como plan prevenir daños ambientales protegiendo los derechos de las personas, que quedarían implicados en la legítima búsqueda del propio bien solidariamente. El propietario privado no se alienaría de la comunidad en la que vive o posee sus bienes, sino que aprendiera a percibirse como factor de sostenimiento y promoción comunitaria y no lo inverso, que es la inmoral competitividad darwiniana profundamente individualista que está destruyendo la naturaleza en todas sus dimensiones por todas partes.
Al riesgo de ser cansón o repetitivo menciono que en este sitio http://www.worldvaluessurvey.org quienes lo deseen puedan obtener evidencia de la tendencia de los valores morales en el mundo entero como factor no de la construcción sino de la destrucción ambiental. Los documentos del estudio se pueden obtener en diversos idiomas.