Francisco ha anunciado su viaje a Belén como pastor, eso imagino. Pasará también por Jerusalén, como los Reyes Magos, y espero que vuelva sano y salvo como ellos por otro camino. No es el primer Papa que sale del Vaticano en los últimos tiempos. Pero otros salieron dando vueltas sobre sí mismos bailando como peonzas para no caerse, y eso más que viajar es trasladarse con la casa encima. Viajar o salir propiamente hablando es salir de casa y de sí mismo, es hacer camino al andar y hacerse uno mismo andando por el camino. Es peregrinar y aprender de la propia experiencia –que suele ser amarga– y por tanto también de los errores cometidos.
Durante el rezo del Angelus en la plaza de San Pedro de Roma, Francisco ha pedido recientemente a los fieles que recen por el éxito de un viaje que se propone hacer en memoria del encuentro en Jerusalén de Pablo VI con el Patriarca ortodoxo Atenágoras I de Constantinopla.
Precisamente estos días la Iglesia Católica celebra como todos los años el Octavario por la Unión de los Cristianos. El ecumenismo, impulsado por el Vaticano II, es un movimiento iniciado antes por los protestantes que se inscribe ya en el contexto de un amplio diálogo entre las grandes religiones del mundo. En la actual situación histórica de un mundo globalizado, conflictivo e injusto, desordenado y confuso, en el que la ciencia no lo sabe todo y ni siquiera pregunta por el sentido de lo que sabe hacer, la política va a la zaga de la economía y ésta ciega detrás del dinero, los pastores se mutan en ganaderos y los ciudadanos en ovejas. No es solo que falten líderes o maestros, es que sobran palabras donde falta hoy el pan de cada día y se desprecia el pensamiento cotidiano donde abunda el pienso en el pesebre. Una sociedad de consumo y un mundo de Mercado Único es como una granja en la que todos gruñen cuando tienen hambre y callan cuando están comiendo.
Los hartos no se acuerdan de los hambrientos, ni hay pastores que den la vida por las ovejas sino ganaderos que viven de ellas y a quienes importan un comino las otras que no son suyas. El buen pastor no es de este mundo, y el cordero que quita los pecados del mundo tampoco. La crisis institucional en que vivimos es la crisis de una humanidad establecida, fraccionada, estabulada y gestionada por expertos que no salen de casa, de su casa y de sí mismos. Ganaderos de corral, que no sueltan el ganado. Y si van como reyes a Belén es para volver a las andadas por el mismo camino sin burlar a Herodes que les espera para matar al Niño que ha nacido.
El problema ecuménico no se resuelve uniendo a todas las iglesias cristianas en una sola Iglesia entendida como institución, sino saliendo los habitantes de esta Tierra hacia un mundo mejor que los cristianos llamamos Reino de Dios, el Padre, y otros ciudadanos de la “Ecumene” llaman Fraternidad. El ecumenismo es un movimiento con los pies en tierra –mejor, uno en tierra y el que avanza al aire–, el fardo de la propia tradición a las espaldas para compartir – ¿ustedes gustan, compañeros?– y la misma estrella en el horizonte. Con la cabeza alzada, los oídos abiertos hacia delante, mirando la luz que nos llega y sintiendo en cada paso que damos el sentido del camino. Encontrarse en el camino es encontrarse con otros, hasta encontrarnos todos ante el Otro de todos nosotros que es siempre el que viene mientras nosotros vamos. Es acatar las leyes que nos damos mientras tanto los que no tenemos aquí ciudad permanente, como pueblo de reyes, como pueblo soberano, hasta salvar las diferencias en un abrazo incomprensible que nos comprende a todos.
Tengo sobre la mesa un libro de Emil Brunner (1889-1968), teólogo suizo y pastor de la Iglesia Reformada, representante de “la teología de la crisis” de entre guerras del pasado siglo, influenciado por la filosofía de Kierkegaard y comprometido con el socialismo cristiano de los teólogos Hermann Kutter (1863-1931) y Leonhard Ragaz (868-1945). El libro de Brunner se titula “El Malentendido de la Iglesia” (Zürich, 2ª ed. 1951) Todas las iglesias, cada cual a su manera –esa es su tesis– han derivado en una institución y han transformado lo que era “el cuerpo de Cristo” –la presencia que acontece donde dos o más se reúnen en su nombre– en una “corporación de los cristianos”: en una organización estable y establecida en este mundo con pretensiones de permanencia. Por cierto, esa deriva del “cuerpo de Cristo” en “corporación de los cristianos”, ese malentendido de la Iglesia, lo hallo descrito de manera semejante por otro ilustre profesor de teología a sus alumnos: “Desde la dimensión de un pensamiento bíblica y patrísticamente arraigado del corpus Christi se llegó al corpus christianum, o de la ekklesia que se entendió a sí misma como el verdadero cuerpo de Cristo desde la experiencia de la comunión eucarística se pasó al concepto de la Iglesia como corporación de los cristianos” (J.Ratzinger, Apuntes de clase a sus alumnos de Münster, 1965).
Pero dejemos abajo, en la estantería, los apuntes del profesor de antaño, que consideraba una “metamorfosis” y un destino fatal ese cambio en la concepción sobre la iglesia, y volvamos al libro que tengo sobre la mesa. Emil Brunner piensa que si el movimiento ecuménico pretendiera hoy reducir a todos los cristianos bajo una sola institución, la Iglesia con mayúscula sería el mayor malentendido. De lo contrario todas las iglesias históricas –incluso la Católica– pueden ser todavía una ayuda externa si se abren, y un obstáculo si se oponen al Espíritu que sopla donde quiere. Emil Brunner concluye su libro –que recomiendo, hay traducción castellana: Guadalajara,México, 2002– con estas palabras: “Al no preocuparse la iglesia a lo largo de su historia de fundar en Cristo una real fraternidad humana, se ha producido un remedio peor que la enfermedad: el comunismo moderno. Con o sin las iglesias, y si es necesario contra ellas. Dios hará de la Ekklesia un pueblo de hermanos”. Que así sea.
Brunner entiende la “Ekklesia” del N.T. como asamblea en acto de los creyentes, como acontecimiento de la fe que es libre y se comparte libremente. No como una costumbre o institución establecida en este mundo. Por eso cree que ninguna iglesia y ninguna institución nos sacará del pasado hacia un mundo mejor. Y que sólo la fe, compañera inseparable del amor al prójimo y de la solidaridad humana, se encuentra en buen camino para el caso: el camino que se hace al andar. Después de Navidad el que vino está por ver y por venir, si nosotros vamos. Hay que moverse.
José Bada
17.1.214
Totalmente de acuerdo, amigo Bada. Lo de la coletilla del comunismo va referido a cierta tendencia que se tiene por ahí y un poco también en Atrio de despotricar contra el comunismo y ser generosamente comprensivo con el capitalismo, que no es su caso, ni se trataba aquí de ello.
A lo mejor tengo que pedir perdón a los atrieros por demasiado impulsivo…
“Se ha producido un remedio peor que la enfermedad, el comunismo…” dice el tal Brunner, citado por José Bada. Y ya estamos con la eterna coletilla, los males del comunismo, y con el más absoluto silencio sobre los males del capitalismo, que justamente es un típico producto de la Reforma Protestante y la consiguiente Contrarreforma católica…” Querido amigo Honorio Cadarso! Eso es lo que tú dices que dijo – según mi cita- un “tal Brunner” que era por cierto socialista y que sí criticó el comunismo como “un remedio peor que la enfermedad” no menos que al capitalismo, pero lo de la “eterna coletilla” es cosa tuya y yo aquí no me refiero expresamente al colatazo, culebrón o lagarto del capitalismo. También yo soy socialista y cristiano por el socialismo, pero el tema elegido es en mi artículo aclarar un malentendido: el de la Iglesia que pasó de ser y entenderse a sí misma como cuerpo de Cristo, es decir, como presencia real de Cristo en el mundo [un muerto en cuerpo presente es un cadáver: la presencia de una ausencia, y un espíritu sin cuerpo no más que un fantasma, pero la fuerza del Espíritu resucita a Jesús en los discípulos que se reúnen en su nombre y Jesús habita en sus corazones y se manifiesta al mundo en el amor fraterno, se ve, se nota cuando y donde la fraternidad acontece] a ser y entenderse solo como “corporación de derecho público”, como institución establecida, en régimen de cristiandad, como un poder en la historia, a ser posible como un imperio católico y en todo caso como parcela, anticipo, prenda y propiedad privada por la gracia de Dios. Como si Dios cupiera en la cabeza o el bolsillo de nadie y fueran los fieles, las ovejas, el capital de los ganaderos.
“Se ha producido un remedio peor que la enfermedad, el comunismo…” dice el tal Brunner, citado por José Bada. Y ya estamos con la eterna coletilla, los males del comunismo, y con el más absoluto silencio sobre los males del capitalismo, que justamente es un típico producto de la Reforma Protestante y la consiguiente Contrarreforma católica…
Yo pediría a José Bada que nos explique aquí el pensamiento de Max Weber sobre la incidencia que tuvo el protestantismo, más especialmente Calvino, en el lanzamiento del capitalismo. Sobre cómo Calvino, al ensalzar la carga religiosa y de servicio de Dios que conlleva el trabajo bien hecho y la profesión ejercida como una función sacerdotal, dió un impulso definitivo a la economía capitalista. Que ese alto concepto del trabajo y la actividad empresarial estimuló el avance tecnológico, el afán de enriquecerse como signo de predestinación y de haber sido elegido por Dios.
Y cómo los católicos siguieron aborregados en su concópto del trabajo como castigo del Paraíso destinado a obtener lo mínimo necesario para vivir austeramente, y vacar a la oración y la comtemplación, cuando no a las grandess siestas y grandes fiestas y sesiones de opera y de tablao flamenco, de lo cual todavía nos vienen acusando los europeos de Europa central y del Norte a los católicos de la cuenca mediterránea, los hijos de Trento.
Y de cómo ese debate “estúpido” entre católicos y protestantes dió paso a una evolución del capitalismo más inhumano y a suplantar al Dios verdadero por el dios dinero al cual veneran hoy los grandes obispos, arzobispos, cardenales y pontífices de las finanzas mundiales.
Yo preferiría que, rezando un poco menos por la Unión de las Iglesias, los cristianos de todas las confesiones reflexionemos sobre el gran pecado que hemos cometido en “malparir” ese aborto del capitalismo que está a punto de borrar del planeta a la especie humana y de hacerlo inhabitable, sin agua y sin oxígeno. Y sobre cómo eliminar a ese dragón de siete cabezas que echa fuego y nos quiere devorar a todos.
¿No le parece, señor Bada?
De todos modos, Duato tiene una redacción que he hecho sobre esa visión que yo tengo de la Unión de las iglesias…
Por cierto que,dado que según he leído en infolibre el Esrado israelí tiene la intención de prohibir la utilización del término nazi en la lucha política para no devaluarlo,el gobierno de Israel y la fundación Wallemberg debían llamar la atención al señor Ruiz-Gallardón y a su partido por poner textualmente en el recurso contra la ley del aborto del PSOE-el padre de Gallardón ya habló en su día de nazismo-:”estos casos de aborto eugenésico no pueden dejar de recordarnos teorías eugenésicas que defienden las tesis de vidas que no merecen la vida(lebensunwertes Leben) o vidas que son una carga((Bellastexisteuren,0 algo así)”.En fin,que el Estado de Israel debería protestar por estos excesos del PP.
Este viaje a Belén políticamente no les vendrà bien a los palestinos.Ya se sabe que los argentinos son muy favorables al Estado de Israel y a sus políticas.Aún figura en la Fundación Raoul Wallenberg como miembro honorario el actual Papa y entonces cardenal Bergoglio..Raoul Wallemberg,sueco que ayudó a múltiples judíos en tiempos de holocausto.¿Y quién es también miembro de esa Fundación?.El señor Ruiz-Fachardón….
¡Gracias José Bada!
Comparto su escrito, su pensamiento y deseo en el caminar de la iglesia, para tornar a ser de nuevo:
“Cuerpo de Cristo”
Seguiremos caminando mirando siempre hacia el horizonte, sin pausa, y alguna generación…:
¡¡¡Lo conseguirá desde el aleteo del Espíritu de Jesús, que en cada corazón que lo ansía está presente y Vivo!!!
mª pilar
El ecumenismo es un signo del Reino de Dios. Buscamos los cristianos unirnos para compartir la vida donde Dios esta encarnado. Busquemos lo que nos una y no lo que nos separe. Mas alla de la doctrina esta la vida y los retos a asumir en ella.
carlos Alejos.
Callao, peru.
– El fermento de la parábola ofrecida por Jesús para que la masa humana fermente es le aceptación y valoración del humanismo en los seres humanos, concretado en el valor de la igualdad por participar de la misma especie y, en los creyentes cristianos por la filiación de un mismo y solo Padre, que no se entiende sin la aceptación y práctica de una real y verdadera hermandad de iguales.
El poder y, en concreto, los diferentes poderes asumidos por los seres humanos, son los que clasifican, dividen y enfrentan a las partes resultando de esa división.
Es imprescindíblemente necesario que la verdad personalista admitida como valor comun de igualdad, sea orientación y guía en la convivencia laica o religiosa, sobre todo en la Iglesia, si queremos que la salvación vivenciada y proclamada por Jesús, desmasifique lo inhumano de la Humanidad, convirtiéndolo en globalmente humano.
Cuanto abarca religiosamente el concepto SABADO, según Jesús ha de estar en disponibilidad para que la Humanidad sea Humana como proceso y resultado de fermentación de la masa, sin que sea coherente el sabatizar a la Humanidad.
¿No fue esta la Misión confiada por el Padre a Jesús en la ENCARNACION, y la misma la confiada por Jesús a su Discipulado?
¿Desde esta perspectiva como se ven los viajes de los papas a tierra santa, como si toda no lo fuera, y especialmente el que el Hermano Francisco proyecta desde el Vaticano a Jerusalen, rodeando Lampedusas y otros caminos con expoliados y malheridos por las cunetas?