Ayer el papa Francisco hablaba en el Ángelus de fraternidad y paz en el mundo. Como siempre une lo concreto, evitar sufrimiento y muerte a nuestro alrededor, con lo global, los graves desastres que nos rodean. Esta entrada (un estremecedor documento enviado por Alberto Revuelta) y la siguiente, de Iñaqui San Sebastián, tienen la misma intención: ante tanto sufrimiento y muerte real que nos rodea, ¿va a conseguir la inconcebible dureza de la ley Gallardón contra la libertad adulta de las mujeres salvar alguna vida real o va a acrecentar el sufrimiento y la muerte?
Informe sobre República Centroafricana en los últimos meses.
Bruno Colletti, investigador en la Universidad de Sevilla, miembro del Comité René Cassin
Ya hace casi un año que un grupo de rebeldes se levantó en armas en contra del gobierno de la República Centroafricana.
La situación se ha ido desarrollando cada vez más violenta y descontrolada y actualmente el riesgo de que pueda degenerar en genocidio o en guerra civil es muy alto.
El alzamiento de la coalición Seléka –así se llaman los grupos rebeldes antigubernamentales– produjo en el mes de diciembre del año pasado y supuestamente fue causado por las reivindicaciones de los insurgentes respecto a la falta de cumplimiento de las promesas relativas a unos acuerdos de paz establecidos en 2007 entre el Presidente Bozizé y las fuerzas adversarias.
Hay que poner de relieve que el país a partir de su independencia de Francia –en 1960– nunca ha vivido un período de estabilidad y siempre ha tenido que convivir con golpes de estado, levantamientos, extrema pobreza de su población, explotación de su subsuelo por parte de empresas occidentales. Un cliché odioso que lamentablemente es común a la realidad de la gran mayoría de los países africanos.
El levantamiento actual se debe a las tensiones que ardían bajo las cenizas durante el largo período poscolonial de luchas por el poder política en la República Centroafricana. Finalmente, hace un año estallaron sin que el poder central pudiese controlarlas y hoy en día la situación está a punto de hundir al país en el abismo de una guerra civil.
De hecho, el ejército centroafricano no ha conseguido frenar el avance de las milicias rebeldes y el Presidente Bozizé se ha visto obligado a huir dejando el poder en las manos del grupo Seléka.
Sin embargo, la situación no se ha ido estabilizando y si, por un lado los rebeldes –en su gran mayoría pertenecientes a la parte de la población islámica– están cometiendo atrocidades en contra del resto de los ciudadanos, por otro estos se están organizando en grupos de defensa, que cada día más se están convirtiendo en violentos milicias paramilitares.
La consecuencia es que por las calles de la capital, Bangui, hay una verdadera caza al hombre por parte de ambos bandos y la seguridad es nula.
El resto del país no vive condiciones mejores. En las regiones del norte, las primeras que cayeron bajo el control de los insurgentes, las personas que consiguieron escapar relatan una situación de violencias, abusos y violaciones de los derechos humanos en contra de los que intenten oponerse a las nuevas reglas impuestas por los rebeldes.
Por cierto, ser cristiano puede constituir un grave riesgo para la propia seguridad personal. Las condiciones de extrema inseguridad han forzado a miles de personas a buscar amparo en otros sitios y de hecho, ya hay aproximadamente cuatrocientos mil desplazados internos, más unos setenta mil que han preferido pasar las fronteras del país rumbo a Camerún u otros países fronterizos. Los números parecen incluso más asombrosos y preocupantes si se piensa que la población del país cuenta con cuatro millones y medio de habitantes.
Además, el problema de estos éxodos en masa, igual a los movimientos ocurridos en las recientes crisis libia y maliense, suele ser el mismo: los que huyen buscan amparo en países ya de por sí afectados por pobreza, crisis alimentar y otras calamidades. Eso conlleva un problema que atañe a los residentes en los países de acogida cuyos recursos son escasos.
Las ONG empeñadas en el terreno, entre otras Emergency, Amnistía Internacional y Human Rights Watch, atestiguan las difíciles condiciones en las cuales se ven obligados a vivir los que consiguen cruzar las fronteras.
Por supuesto, los que se quedan atrás conviven con una situación incluso peor. Al parecer, muchas personas de pueblos y aldeas del norte del país han preferido buscar refugio en la selva, donde, por supuesto, las condiciones de vida son insostenibles sobre todo para mujeres, niños y enfermos. Los observadores de ACNUR y los cooperantes de las ONG describen esas zonas como una realidad espectral: calles desiertas, aldeas quemadas y las sombras de personas que se esconden detrás de los árboles, aterrorizados por las posibles represalias y la furia de las milicias Seléka.
De hecho, el carácter heterogéneo de ese grupo, hizo que el movimiento rebelde se disgregase, tras derrocar al gobierno, en varias unidades dedicadas a actividades criminales y sobre todo a venganzas y ajustes de cuentas. Testigos relatan violaciones, torturas, ejecuciones y hasta de reclutamiento de niños soldados – se habla de unos cinco mil.
Y el panorama de violencias no excluye a los trabajadores humanitarios. El pasado 7 de septiembre dos miembros de la ONG francesa Acted fueron golpeados y luego ejecutados sumariamente por fuerzas rebeldes. La espiral de violencia ha causado una reacción en el resto de la población y su auto-organización en grupos de auto-defensa, de matiz cristiana.
El grave problema es que dichos grupúsculos se han convertido rápidamente en feroces fuerzas paramilitares y actualmente los enfrentamientos y las atrocidades perpetradas por ambas facciones impiden que la situación vuelva a la calma. Las justificaciones religiosas que los dos bandos ponen a raíz de sus acciones están empujando el país hacia el terror y el caos.
Por lo tanto, por un lado los paramilitares cristianos en contra de la minoría musulmana – de hecho el 80% de la población es cristiana – y por otro los cristianos perseguidos por los rebeldes supuestamente musulmanes. La lógica consecuencia es que el país está al borde de una peligrosa situación de anarquía y posiblemente guerra civil.
Como suele ocurrir en esas situaciones de colapso de un país, la pregunta que tenemos que ponernos es: ¿Y las fuerzas occidentales? ¿Cuál es su actitud frente a una situación humanitaria que se va volviendo cada día más complicada y dramática?
Inicialmente, igual a otros casos parecidos en las excolonias francesas, el Presidente Bozizé pidió socorro a Francia. Pero, París esta vez prefirió esperar a la evolución de los enfrentamientos sin intervenir, posiblemente debido a la operación militar recién llevada a cabo para sofocar la revuelta de los tuareg y de las milicias islamistas en Malí. Luego, al darse cuenta del peligroso empeoramiento de los acontecimientos, decidió tomar parte en el asunto.
Caben dudas sobre el verdadero motivo de ese cambio de actitud por parte del Presidente Hollande. ¿Ayuda desinteresada? ¿Interés en garantizar un equilibrio geopolítico en esa zona, ya afectada por situaciones de crisis, entre otras la de la República del Congo? ¿Interés en los recursos minerales subyacentes al territorio centroafricano y en seguir llevando un papel de primer orden en la región?
Se trata de las mismas dudas que surgieron cuando París quiso intervenir en Libia y en Malí. En ese caso, parece que el expresidente Bozizé hubiera decidido ceder los derechos de explotación del subsuelo del país a China y Sudáfrica.
Sin embargo, la verdad es que no es el momento de perder tiempo en analizar los motivos de esa intervención, sino que hay que esperar que el ejército francés pueda solucionar la crisis de forma rápida y posiblemente sin excesivo derramamiento de sangre. Los riesgos de un nuevo genocidio, a no ser que ya haya en curso un drama de esa envergadura, impiden pensar en otra cosa que no sea la pacificación entre los dos bandos y la vuelta a la estabilidad de la vida en la República Centroafricana. Desde luego, queda el sabor amargo y la tristeza por la enésima matanza que por lo menos indirectamente ha sido causada por el desinterés occidental respecto al destino político del continente africano en el período poscolonial, salvo la explotación de sus recursos minerales.
Mi opinión es contraria al aborto pero creo que la mujer sea quien deba decidir si aborta o no, aunque no debiera hacerlo si el padre es un hombre cabal y desea que la prole nazca para hacerse cargo de ella. No importa cuán escasos sean esos hombres sin son como parece tan escasos.
Sé, además, que como no tengo idea de lo que pueda costar el embarazo en términos de sacrificios y sufrimiento personal, ratándose de una experiencia tan invasiva del cuerpo, quien más la sufra debiera tener más derecho a decidir las políticas, leyes, etc. con respecto a la misma. La razón de pensar así es simple. También creo que quienes sufren más la pobreza debieran tener más poder sobre las decisiones para erradicarla. Los ricos, por lo tanto, tuvieran que callar aunque desaprueben que les quiten una parte o el todo de aquello que no les pertenezca o les sobre, especialmente si ha sido mal habido o injustamente acumulado.
Como me parece injusto culpar a la víctima, abierta o veladamente , no me parece errar si llego a la siguiente conclusión: El aborto y la preñez no son problemas públicos, sino privados, del ámbito de lo personal, del de la pareja de progenitor*s y primordialmente de la mujer; la vida no se defiende solamente asegurando que los embarazos lleguen a término, sino de muchas formas, por ejemplo una muy importante, facilitando el cuidado de la salud sin discriminación y sobre todo a quienes lo necesiten; desarrollar y abrir el acceso a los medios materiales para que l*s progenitor*s puedan sostener a la prole responsablemente. Como el Mundo camina en la dirección de la muerte con dignidad a través de los cuidados paliativos al final de la vida, dicha dignidad debe ser garantizada a la totalidad de la vida misma entre el nacimiento y su conclusión, lo cual constituye un desafío ético porque el desafuero de los mercados libres engendra una desigualdad que favorece la indignidad y que hace muy difícil tener todos los hijos que se deseen sin restricción. Si el Estado y las autoridades son indiferentes a esa inmoralidad de la injusta distribución de las riquezas, debieran o callar o permitir el aborto.
La Corte Suprema de los Estados Unidos favorece la opción de la mujer al aborto precisamente porque favorece y protege la injusticia de la economía de mercados libres y la subsiguiente injusta distribución de las riquezas. Por lo tanto solamente legalizando la opción de la regulación violenta de la natalidad puede ser consistente consigo misma. No lo hace por la mujer. En otras muchas áreas no legisla para equiparar los derechos de las mujeres, por ejemplo, sigue siendo minoritario el acceso de la mujer al poder de la toma de decisiones políticas y la Corte Suprema no considera inconstitucional esa desigualdad.
Quienes no tengamos hijos tenemos un rol que jugar y es contibuir a que el mundo en el que vivan quienes los tengan sea un mundo justo y equitativo.
Por lo demás, los políticos y los curas (tengan hijos o no) debieran quizás opinar porque a eso tiene derecho todo el mundo, pero también tuvieran que abstenerse de imponer o impedir conductas de otr*s cuando son tan capaces como l*s peores de atentar contra la dignidad de la vida.
En fin de cuentas sigue siendo válida la regla de que solamente quien esté limpio de pecado deba atreverse a arrojar la primera piedra.
¡Hola Oscar! Que 2014 sea un año mejor sobre todo para quienes más necesidad tengan de mejorar.
Estoy de acuerdo. La expresión “Bien Común” es poco feliz, ambigua. Se trata de “bienestar en común” pero auto gestionado, de modo concreto, no en abstracto o en general y que la medida de la satisfacción sea determinada por el “conjunto” de los necesitados, que cooperen su satisfacción.
También llevas razón en tu segunda observación. El individuo aislado muy fácilmente quede expuesto a la “voracidad de Saturno”, las luchas fascistas por el poder. Se requiere la cooperación en el nombre del Uno, porque ciertamente no tratara de “cooperación” sin competitividad darwiniana o pretensiones hegemónicas, contrarias al proyecto de Jesús, del Galileo”: Colectivos pequeños asumiendo situaciones reales del entorno real, que mejoren la vida real en la que las necesidades reales o concretas sean satisfechas.
¿Sabes que entre los estudiosos de la terapia de grupos haya una especie de consenso en cuanto al número de miembros? La mayoría sostiene que el grupo alcance masa crítica (efectividad) con cinco miembros y la pierde cuando pasa de nueve-once (excluyendo en ambos casos al facilitador que debe tratar de mantenerse objetivo/neutral en ambos casos pero es el “uno” que reúne el grupo). Más de once causa que el grupo espontáneamente tienda a subdividirse en facciones y a luchar internamente.
No digo que sea lo mismo, pero es curiosa/interesante la posible similaridad con cualquier otra situación de cooperación social de cara a vivir el Evangelio o Proyecto con suficiente autenticidad.
Gracias, un abrazo.
Hola George!
Te leo:
– “estoy seguro de que lo único que puede salvar nuestro Mundo es
que cada ser humano opte por el Bien Común”-
¡Ok! ¡De acuerdo!
Tal vez convenga pluralizar el “Bien Común” y hablar de los “BIENES COMUNES” (Educación, Alimento, Semillas, Agua, Aire, Salud, Vestido, Recreación, Fuentes de Trabajo, Remuneración justa, Distribución de la riqueza, etc., etc.)
¿No te parece que se acercaría a lo que ya conocemos cuando con “Sentido COOPERATIVO” y con “Emprendimientos COOPERATIVOS” realizamos algo?
Una “COOPERATIVA” ¿no se realiza, acaso, con dos, tres o más en el Nombre de Uno, y Todos en igualdad tirando p’alante?
¡Voy todavía! – Oscar.
Para ilustrar lo que dije en mi anterior comentario creo que es interesante oír lo que dice el papa Francisco y cómo lo dice. No es una ley ni un documento, es una reflexión destinada a cada uno de nosotros:
El papa Francisco a las claras
Banalizar la opresión y el maltrato de la vida aunque se trate de la propia es maligno. La banalización o trivialización del mal y de la violencia es inaceptable como lo es tratar de desvincular alguna forma de violencia de cualquiera otra
Lo que ocurre en cualquier lugar donde haya gente oprimida, que es en cada punto del Planeta en cualquier momento, es la erupción de la violencia que corre como lava por las venas de la humanidad. Como sugirió Chomsky (http://www.Salon.com 29-12-13, Natasha Lennard) La nuestra es desde hace tiempo una carrera cada vez más vertiginosa hacia la autodestrucción.
La nuestra es una cultura de muerte y de violencia que no se contrae sino que se expande y no hay un área de la vida de hoy que esa violencia genérica no haya venido permeando desde hace siglos. Me parece extraordinario que alguien prefiera mirar a la globalización de la violencia que va creciendo en todas direcciones separando sus diferentes expresiones como si se tratara de fenómenos inconexos. Es imposible no mirar a la complicidad silenciosa que ocultó los escándalos sexuales del clero como una flagrante contradicción criminal e hipócrita de cualquier pretensión de defensa de la vida.
Es terrible que haya que guerrear o intervenir militarmente para detener la guerra o que haya que hacer una ley para regular el aborto. ¿Cómo es posible que 21 siglos después todas las utopías sigan siendo imposibles? ¿Cómo se puede explicar que, a pesar de todo, el mundo sea crecientemente individualista y que prevalezca el derecho individual sobre la solidaridad?
No creo que la Ley de Gallardón ni la de Francisco pueda cambiar la mentalidad darwiniana del Mundo porque la vida del Mundo se nutre de la opresión que dicha mentalidad causa y la función de los gobiernos es mantener la situación establecida y promoverla.
En la Iglesia somos muchos más los laic*s que tomamos parte en la administración del Mundo y la distribución de la riqueza que curas y religios*s. Poco importan cuatro cardenales, diez obispos y cien curas y religios*s, de hecho no importan. Importan en cambio l*s empresari*s y l*s legisladores católic*s y cristian*s. Somos la mayoría en la Iglesia y sin embargo preferimos desplazar la responsabilidad hacia Francisco.
Quizás pueda ser reprochado de pesimista pero estoy seguro de que lo único que puede salvar nuestro Mundo es que cada ser humano opte por el Bien Común. De lograr eso no se puede hacer responsable a Francisco. Cada uno tiene que hacer su parte, desde luego, incluyendo la de Francisco.
Mariam:
Yo soy el responsable de haber relacionado las dos entradas de hoy con el mensaje de ayer de Francisco, evitar el sufrimiento y la muerte que nos rodea.
Sufrimiento y muerte de personas reales con pocos o muchísimos años de vida plena independiente, víctimas de la codicia estructural del sistema y de guerras injustas programadas o alimentadas por intereses de los explotadores. No es que Francisco sea partidario del aborto, ni yo tampoco. Pero me alegra que no tenga esa obsesión que caracterizaba a los papas anteriores y a los movimientos más conservadores y tranquilizadores del “orden establecido”: proclamar una y otra vez que la interrupción de un embarazo de tres meses es el asesinato de un niño. No quería discutirlo. De todas formas con todas las leyes que quieras no se van a evitar esas interrupciones. Con la ley anterior estaban incluso descendiendo, como dicen las estadísticas. Y, sobre todo, ese es una decisión que tienen que tomar las mujeres, sin que tengan que exponer ninguna causa ante dos especialistas, obtener una serie de documentos y hacer una serie de trámites y espera… ¿Has leído el procedimiento que se impondría para humillar a la mujer que tiene que pasar por ese trance, que ya es suficientemente doloroso para ella?
Todo es hipocresía. Cuando en Alemania se instituyó un servicio especial para que las mujeres que quisieran pudieran informarse y aconsejarse antes esta decisión que tenía que tomar ella, los obispos vieron una posibilidad de que católicos entraran a trabajar en este servicio de acompañamiento, que sin ser necesario cumplía los fines que dice querer conseguir esa ley. Bueno, pues la San Sede, con esa obsesión a la que me referido obligó a los católicos a retirarse de esos servicios de ayuda para mujeres que se planteaban el aborto. Porque eso era ya contaminarse de la posibilidad de que esa decisión pudiera tomarse con buena conciencia. ¡Las mujeres a sufrir! ¡Vaya hipocresía!
Enfín parece que la ley del aborto, tambien va a tener que ver con las matanzas en centro Africa. Bien, yo cada vez me quedo más de un aire. No sé que tiene de tan terrible la ley Gallardón. Vamos a ver : es que la ley de plazos es tan buena?. Por qué?, porque nos deja un tiempo, para acabar con una vida ?. Pues me parece de una inconsecuencia y de un nivel moral, que sólo se explica, con lo que se oye y ve, de los llamados “progres” . Y, progres , de qué ?. Pues no lo sé.
Vamos a ver. Desgraciadamente, se darán condiciones terribles en la vida de muchísimas mujeres. Y en ésas condiciones,en las que nadie tenemos derecho a entrar, tendran que decidir que hacer con ésa vida que se desarrolla en su vientre. Serán condiciones extremas y dolorosas. Pero ésto hace, que se abra la veda, a quien lo decida por quitarse un problema molesto, de encima ?. Pues creo que no.
Entonces, qué cambia la ley de Gallardón ?. Nada. Puesto que sólo abortarán quienes se vean avocadas a una decisión tan dura para una mujer. Pero, por armarla, que no quede. Cuanto más lio, mejor, no ?.