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¿Qué harías con un asesino o un violador?

ArregiRecientemente, una amiga sorprendida por mi punto de vista sobre asesinos y víctimas, cárceles y presos, me pidió explicaciones, y me dirigió tres preguntas incómodas. Pero son ineludibles, y no las eludiré, aunque sé de antemano que no despejaré la perplejidad de mi amiga, ni la complejidad del asunto.

La primera pregunta decía: ‘De verdad crees que todo el que hace daño es porque antes se lo han hecho a él?’ ¿Por qué alguien mata, viola, tortura? No lo sé, pero no puedo pensar que lo haga por pura “maldad”, por querer el mal por el mal. No se trata de justificar al malhechor, sino de buscar la raíz de su mal para curarlo mejor. ¿Por qué alguien se corrompe, especula, defrauda a Hacienda a increíble escala y evade lo robado a paraísos fiscales sin fondo, sin alma? Eso también es matar, es incluso lo que más mata hoy, como acaba de decirlo bien claro el papa Francisco; el terrorismo económico es con mucho el peor, siembra el mundo de muerte y de miseria, de dolor indecible. Y eso sucede también aquí, muy cerca, y hay que decirlo. Y no para diluir la gravedad de una violación, y de los asesinatos y de las torturas de ETA, o del GAL, o del aparato estatal, o del franquismo. No para diluir los crímenes de unos, sino para no restringir la memoria ni mutilar la verdad ni traicionar la justicia.

¿Por qué hacen tanto daño? No lo hacen porque sean malos. ¿Serán, pues, inocentes y buenos? Tampoco se trata de esto. Hay que buscar y sanar la raíz de su mal, y la raíz, en último término, es el error, un inmenso error mortal. Y el error no ha nacido con ellos; también ellos fueron dañados y engañados, antes de engañarse y hacer daño. No curaremos la raíz de su mal si no curamos el error en ellos y más allá de ellos, hasta nosotros mismos. Pues, indudablemente, la raíz de su mal está también en mí. ¿O acaso soy yo mejor que el que especula, mata, viola o tortura? No, no lo soy. Nunca entenderé el mal del otro, mientras no sea capaz de reconocerlo en mí mismo. Y nunca podré curarme de mi mal mientras no quiera curarle al otro del suyo. ¿Pero cómo lo curaremos?

Ésa era y sigue siendo la segunda pregunta: ‘¿Qué sugieres que se haga con los asesinos de personas inocentes, de  niños, padres, madres, con los violadores, traficantes, terroristas…’. Faltan en la lista especuladores, corruptos y evasores, asesinos en serie a escala global (solo que éstos no están en prisión, sino gobernando el mundo). ¿Qué haremos con ellos? Lo primero es evitar que hagan daño o vuelvan a hacerlo. ¿Pero cómo? Aflige ver que no hemos inventado todavía nada mejor que la cárcel (selectiva, eso sí), para que esta pobre especie tan vulnerable y tan capaz de herir no cometa tantas atrocidades. Del Norte, sin embargo, nos llegan señales: Suecia cierra cárceles por falta de presos, gracias a otras medidas preventivas y restaurativas. Aquí, mientras tanto, aumentan las penas y proponen incluso la “prisión perpetua revisable”. Aquí persiste y se acrecienta la exaltación de la venganza y del  castigo. Pero la cárcel no cura, ni siquiera disuade. Y una cárcel que ni disuade ni rehabilita al malhechor es inhumana (y además contradice a la Constitución española, pero eso parece importar muy poco a los grandes defensores de la Constitución).

¿Qué sugiero, pues, que se haga con el malhechor? Solo aquello que sea indispensable para que no haga daño y todo aquello que sea necesario y posible para curar su error, la raíz de su mal, para devolverle su dignidad y hacerle bueno. Lo segundo será costoso, pero no más costoso que las cárceles que tenemos. Serán necesarias muchas medidas de tratamiento personal y otras tantas medidas de transformación estructural en el sistema educativo, informativo, político o económico. Y en el sistema religioso, también en el sistema religioso. Pero lo primero, necesario y posible, es esto: creer en su bondad y querer su bien. Solo así venceremos el mal. Solo así alcanzaremos la dignidad humana de la que hacemos gala.

La tercera pregunta es personal, pero vale para cualquiera: ‘¿Pensarías igual si hubieran matado a tu padre, hijo, hermano, amigo inocente que pasaba por la calle?’. No sé si pensaría igual, pero debería hacerlo, y me gustaría ser capaz de pensar y actuar de esa manera si me hallara en esa situación. Y en cualquier caso, junto a esa pregunta debemos formularnos siempre otra, decisiva y valedera para todos: “¿Qué pensarías y qué harías si el asesino o el violador fuera tu padre, tu hermano o tu hijo? ¿Y si lo fueras tú mismo? ¿Qué necesitarías que hicieran contigo si tú hubieses tenido la desgracia de violar o matar?”. Pues “haz con tu prójimo como te gustaría que él hiciera contigo”. Lo han enseñado Jesús y todos los sabios. Lo enseñó y vivió Nelson Mandela, el vencedor del odio, el bendito Madiba que VIVE.

Para orar

Felices quienes siguen confiando,
a pesar de las muchas circunstancias adversas de la vida.
Felices quienes tratan de allanar todos los senderos:
odios, marginaciones, discordias, enfrentamientos, injusticias.
Felices quienes bajan de sus cielos particulares para ofrecer esperanza
y anticipar el futuro, con una sonrisa en los labios y con mucha ternura en el corazón.
Felices quienes aguardan, contemplan, escuchan, están pendientes de recibir una señal,
y cuando llega el momento decisivo, dicen: sí, quiero, adelante, sea, en marcha…
Felices quienes denuncian y anuncian con su propia vida
y no sólo con meras palabras.
Felices quienes rellenan los baches, abren caminos, abajan las cimas,
para que la existencia sea para todos más humana.
Felices quienes acarician la rosa, acercan la primavera, regalan su amistad
y reparten ilusión a manos llenas con su ejemplo y sus obras.
Felices quienes cantan al levantarse, quienes proclaman
que siempre hay un camino abierto a la esperanza,
diciendo: “No tengáis miedo, estad alegres.
Dios es como una madre, como un padre bueno que no castiga nunca,
sino que nos acompaña y nos alienta,
pues únicamente desea nuestra alegría y nuestra felicidad”.

(Miguel Ángel Mesa)

13 comentarios

  • marian

    Hola Ana, hola George.  Qué bien que me he encontrado con vuestros comentarios.  Sí.  Lo que quisiera con toda mi alma, es que las personas, sobre todo las del sexo masculino, sepan ponerse en el lugar de éstas mujeres que tanto sufren.   Sé, que es muy dificil, cuando la cosa no va con uno.   Los humanos somos así.
    La Iglesia debe involucrarse.  Y no parece que lo haga con la fuerza que debiera.  Más bien se limita a denunciar  un ” totum revolutum”, donde cabe todo.   Es terrible contemplar ésas caras  quemadas por el ácido, por ejemplo.  Aunque ésto en nuestros ámbitos, no es probable.   Sí que debemos denunciarlo.  Pero, parece que no resulta  “políticamente correcto”.

  • George R Porta

    Ana Gracias. Voy a tratar de dividir lo que comento. Esta vez breve: En la literatura analítica del asalto a la mujer sobre todo homicida, la explicación de los y las especialistas es esa. El tipo machista tiene miedo de su faminidad la proyecta y trata de reducir el peligro de que la mujer descubra que se sabe o siente inferior. No es extraño que lleve una doble vida bisexual o que a la larga se mutile o lo haga a base de alienar a las mujeres y terminar solo, alcohólico, etc. Pero no lo comenté como excusa o para minimizar lo que hace. Hay especialistas que piensan que el hombre se haga daño al obligar a la mujer a dejarlo para salvarse de él y que inconscientemente el objetivo es hacer que la mujer se aleje. No pocas veces la mujer insiste en tratar de cambiar al hombre, un error fatal porque debe alejarse si no antes del primer asalto tan pronto como éste ocurra. Gracias. Un abrazo.

  • ana rodrigo

    Mi querido George, en primer lugar puedes llamarme Ana, eso de señora me suena raro en mí.
     
    Claro que comparto en su mayor parte lo que le contestaste a Marian, pero no acabo de entender eso de El hombre que maltrata a la mujer está establecido que maltrata en ella a su propia feminidad”, en cuyo caso siempre me pregunto por qué cuando un hombre asesina a la mujer y después se suicida, no lo hace al revés.
     
    Tu afirmación sería abstraer una hecho objetivo como es la mujer a la que humilla, somete, insulta, desprecia, acalla, o cualquier otra conducta contra la mujer por ser mujer, no tanto contra la propia feminidad del maltratador.
     
    Como he dicho tantas veces, hay muchísimos hombres que han reconocido e identificado la equivocada educación que han recibido, y han dado un giro de 180º grados, pero queda mucho por hacer en hombres y en mujeres, víctimas a su vez de la misma equivocada educación.
     
    Por tanto, cuando hablamos de este tema, además de delincuentes individuales a los que puedes perdonar o no, alejarlos o no, etc., de lo que estamos hablando es de un problema global, mundial, histórico. Son políticas, religiones, estructuras, leyes, costumbres aceptadas y justificadas en todos los rincones del mundo. Así que la pregunta de Arregui es doble ¿Qué hacemos con un asesino o un violador o un maltratador, por un lado?, y, por otro ¿qué hacemos con el sistema patriarcal, misógino, androcéntrico, o machista a nivel mundial? Los avances son tímidos en relación a la magnitud del problema y no podemos cejar en la lucha.
     
    PD ¿Me permites, querido George? ¿Sabes que a veces no termino de leer tus comentarios por excesivamente largos y falta de tiempo, no falta de interés? Ya sabes que la dinámica de internet es la que es.

  • George R Porta

    Estimada Sra. Rodrigo: Me gustaría saber su opinión sobre la opinión que escribí a Mariam. En los años que llevo de trabajo clínico cuento seis en una unidad de violación de un hospital público local en el que aprendí mucho del sufrimiento de la mujer. La unidad la cerraron cuando el gobierno le suspendió los fondos monetarios correspondientes y la convirtió en parte de la sala de emergencia del mismo hospital. No minimizo . Estoy de acuerdo en que el maltrato, per se, no es siempre efecto de patología severa o leve, sino simplemente maldad o mala educación. Tampoco le atribuyo a la víctima mujer u hombre ninguna culpabilidad.  Hay violadores y torturadores de mujeres o de hombres que están enfermos demasiado a menudo sin cura posible aunque sea un número reducido y cualquier maltrato sin que sea de origen  patológico es por lo menos criminal y por lo tanto es anormal, no es la conducta humana aceptable. Estoy de acuerdo en que en ningún caso hay disculpa o excusa. Agradeceré su opinión. Gracias. G Porta

  • ana rodrigo

    Marian, el problema de un machista maltratador y/o asesino, es que no es un descerebrado, es muy consciente de lo que hace. Y, en estos casos, por mi parte, cuanto más lejos mejor, cuanto más lejos de cualquier mujer, mejor aún. ¿Qué hacer con estos individuos? Pues yo no lo sé, es un problema social y tendrían que ser los poderes públicos los que los controlasen, además de las sanciones legales correspondientes.
     
    Y sobre aquellos clérigos y jerarcas que amparan, justifican y hasta santifican la sumisión de la mujer, mandarlos a algún infierno parecido al que viven las mujeres maltratadas, y, desde luego, ponerlos en manos de la justicia a los que, como el gili… arzobispo de Granada siguen erre que erre.
     
    Marian, llevo años peleando a diestro y siniestro con este tema en muchos sitios, y en atrio en particular (puedes ver los post escritos sobre este tema buscando en “autores”). Gracias por unirte al gremio de las peleonas porque estas cuestiones se digan alto y claro, sin resquicio posible a la más mínima tolerancia.

    Siempre animo a los hombres a que no se pongan como espectadores de “cosas de mujeres”, sino que es cuestión de todos y de todas. El problema de la violencia de género (no doméstica) viene porcentualmente de hombres, y son los hombres los que tienen el problema, aunque seamos las mujeres las víctimas de su problema.

  • marian

    Gracias George.  Me he sentido reconfortada con tu comentario. Ademas de comprendida.  Creo en el perdón.  Y si en situaciones límite, alguien nos pide perdón, creo que debieramos darlo.    Que no es lo mismo, que por lo buenos y “santos” que somos, pongamos a todos los descerebrados en la calle, y encima con nuestra bendición.
    Ya está bien.   En cuanto a la actitud de “nuestra santa madre Iglesia” , (por cierto,  regentada por el sexo masculino), resulta desalentador, que el mayor problema del que reiteradamente se ocupa, sea el del hambre en el mundo.      (Qué sí, que sí, que es gravísimo.  ¡ cómo no !, ).     Pero miren señores,  lo más horroroso y terrible que puede haber,  es sentirse exclavizado…sometido…maltratado…privado de la más mínima libertad…sin derecho alguno sobre tu persona (cómo vestir, comportarse, estudiar..etc.etc.). Y, porque sí. Porque lo dicen ellos, los gourus,  remitiendose a Dios, a Allah, o a quien sea.   YA BASTA !!.Y miren,  es preferible estar bajo las condiciones más desfavorables,  (desgraciadamente, las hambrunas…pestes…terremotos…sequías,) serían  causas exógenas, (  ya sé, ya sé….no siempre; ),  a encontrarse reducido a la nada, por el OTRO.
    No sé si lograré explicarme.   Lejos de mí el revanchismo. Pero , a veces, sería bueno abrir los ojos.
    Y ésto, te lo dirijo a tí, José, a quien admiro y quiero.  No en balde, he sido alumna tuya alguna vez.  Y ojalá, hubiera muchos hombres y clérigos, como tú. Abrazos

  • George R Porta

    Marian:
     
    No es necesario que te lo giga pero si me lo permites lo hago. Llevas razón en que sea muy difícil saber cómo se siente una víctima del maltrato doméstico. Pienso que sea imposible. Frente a la víctima quizás lo único honesto sea el callar para escucharle. Cada persona es un mundo y ya trae su propio sufrimiento.
     
    Nadie merece más sufrimiento que el que cada día le traiga y no hay derecho a exigir de la víctima nada en beneficio del victimario y menos culparla de ninguna forma. Por otra parte, todos tenemos responsabilidad con respecto a nosotros mismos y cuando comienza el mecanismo de la ira todos podemos alejarnos para no atacar.
     
    Sigue siendo un problema grande que a los hombres no se nos eduque de manera que podamos aceptar sin miedo nuestra feminidad o a la mujer su masculinidad. No se trata de ser bisexual cuando se habla de tener una humanidad íntegra. Todos tenemos emociones que la cultura atribuye o asigna a un sex o al otro y ahí radica una buena parte del problema. Esa asignación arbitraria destruye la integridad, la unidad interior humana.
     
    El hombre que maltrata a la mujer está establecido que maltrata en ella a su propia feminidad por un mecanismo de defense muy patológico que se llama identificación proyectiva.. Por eso debiéramos educar a las niñas en, sobre todo saber reconocer cuando el varón sea capaz de ser tierno sin reclamar nada a cambio y a nunca vender la propia ternura seduciendo o manipulando para obtener algo. Lo mismo es válido para el varón que debe ser educado de forma que no sienta derechos sobre el amor o la ternura o que crea que amando está haciendo un favor que le deba ser retribuido.
     
    La justicia profana debe jugar su rol en la interrupción y prevención de la violencia doméstica. No hay más mitigación para el ofensor u ofensora que la enfermedad mental si se puede demostrar debidamente.
     
    Por otra parte, el perdón está orientado a que la víctima pueda desatar, liberarse de la indignidad del rencor. Perdonar no exige que el ofensor se arrepienta. Eso fuera requisito de la reconciliación y si hay violencia de cualquier clase, verbal, emocional, física, la reconciliación no cabe aunque el ofensor se arrepienta. La razón de ello es que no hay derecho a exigir a la víctima que corra ningún riesgo de ser victimizada de nuevo solamente por el bien del ofensor.
     
    El perdón, en cambio romperá sus ataduras con la memoria de la ofensa y la protegerá del riesgo de la recurrencia de la violencia.
     
    Hace unas semanas atendí en la sala de hospicio donde trabajo como trabajador social clínico a una mujer con cáncer en estado terminal que además tenía historia de haber sido víctima continuada de maltrato doméstico. Uno de sus hijos, de 22 años, vino a interceder para que su padre divorciado desde hace cinco a causa del maltrato, pudiera venir a verla porque se sentía culpable. Cuando pregunté a la enferma si lo deseaba o no, llorando me pidió consejo porque no quería verle y sabiendo que la rondaba la muerte se sentía confundida negándole algo a su hijo. Conversamos mucho. Me dio permiso para hablar con su hijo. No estoy seguro de que el joven comprendiera.  A ella le di todo mi apoyo para que quedara en paz y pudiera negar la petición de su exmarido simplemente por complacer a su hijo.
     
    El sacerdote que vino también traía recado del exmarido y le dijo que debía recibirlo. Ella no lo quería  hacer y me opuse a permitirlo porque obviamente ella necesitaba morir tranquila.
     
    Un par de horas más tarde cuando su muerte era inminente, yo estaba en la sala y me mandó buscar. Estuvo  consciente hasta el final. Me besó la mano y, jadeante, con voz muy queda y a intervalos me dio las gracias y me dijo que me quedara hasta que muriera porque tenía mucho miedo. Siempre tengo conmigo una antigua oración hebrea para la hora de ir a la cama y le pedí permiso para leérsela. Murió mientras la escuchaba. Te la transcribo:
    Dame, oh Dios, tu bendición, antes de entregarme al sueño. Protege a todos lo que yo amo. Cuídales si esta sera mi noche más profunda y prolongada. Perdóname como yo perdono a quienes me hayan maltratado. Gracias por la vida y por las fuerzas que he sentido, por mi madre y mi padre, por mis hijas e hijos, por mis amigos y amigas. Da consuelo a los tristes, sana a los enfermos, sacia a los hambrientos, y ampara a quienes no tengan techo, mientras yo descanse entre tus brazos. Te bendigo por todo lo que te debo y al dormir ahora mi último sueño te suplico despertar para permanecer en tu presencia por años sin término. Amén

  • marian

    Estoy indignada. Ahora va a resultar que los que infrigen los derechos humanos más elementales, no son más que unas pobres víctimas de la sociedad.
    Pues claro que existen injusticias terribles!!; pero éso no da patente de corso para matar, asesinar violar, maltratar…..si como dices, y es cierto, todos somos heridos por los demás, no por éso, todos, vamos haciendo daño por ahí.
    Sí, hay personas que son malas y destruyen a los demás. Y José, no respondes a por qué hacen el mal conscientemente.  Como siempre, derivas hacia la economìa que juzgas como el peor de los crímenes.
    Por qué, no dejas la economía aparte ?. Ahora estamos valorando otra clase de crímenes. Pero sería mucho pediros ésto. Ni los hombres en general, ni mucho menos los pertenecientes,  o ex , al clero, podran comprender lo que supone para una mujer, ser violada, maltratada y atemorizada, a veces hasta la muerte ,
    en el lugar que devia de ser su refugio más seguro: su propio hogar.

    Es terrible, ver como se tergiversan los términos. Si hay personas que no pueden o saben convivir con los demás, se los tendrá que reducir, para que no sigan haciendo más daño. Y sí,  para éstos sujetos la cadena perpetua revisable, hoy por hoy, parece lo mejor.   Y no me malinterpretes, José, no se trata de revanchas.
    Como siempre, el “buenismo” sin más reflexión, no parece lo mejor.  Pro sí, demagógico. Y poner  como pantalla a Jesús de Nazaret…. bueno, creo que no es lo suyo.
    Perdón, siempre.  Clemencia , tambien y procurar por todos los medios recuperarlos.  Pero lo primero defender a la sociedad de éstos sujetos, sean maltratadores, violadores, terroristas, iluminados, etc. etc….
    Y ya hablaremos de los otros malhechores, tan nefastos como éstos,ó más. Pero no revueltos.

  • George R Porta

    Gracias Sr. Asensi por compartir estas preguntas realmente desafiantes y permítame que sin quitar significación a sus respuestas, que son más que suficientes, me las haya replanteado desde el  ángulo de mi profesión psicológica.
     La primera pregunta: ¿De verdad crees que todo el que hace daño es porque antes se lo han hecho a él?
    La pregunta misma me parece viciada en su formulación porque generaliza en términos exclusivos de causa y efecto y al hacerlo induce el riesgo de que la respuesta en afirmativo o negativo yerre por excesivo reduccionismo o simplificación.
    Cambiando un poco la pregunta la respuesta es más viable. ¿Se puede afirmar que mucha gente que causa daño o hace el mal lo ha experimentado primero como víctima?
    Mi respuesta es afirmativa porque no existe siquiera una persona que nunca haya experimentado el mal como víctima y/o que nunca lo haya causado. “El que esté libre de pecado que lance la primera piedra”.
    Y desde luego se puede afirmar que, como con todo, la conducta sádica se hace más fácil en proporción directa a la frecuencia con la que se repita. Quien mate diez veces le cuesta menos matar la oncena vez. Por otra parte, lo opuesto es igualmente muy lógico, quien haya sufrido mucho y más frecuentemente el daño causado gratuitamente habrá a su vez aprendido a tolerarlo más y eso si no le destruye también pudiera  potenciar la venganza desmedida si llegara a ocurrir. El ejemplo de Mandela es una excepción realmente impresionante en este sentido.
    La segunda pregunta: ¿por qué alguien mata, viola, tortura?
    ¿A qué se refiere el por qué: a causa o a propósito? Si se refiere a la causa de matar, torturar, violar hay que recordar la naturaleza de la conducta agresiva, la cual en su naturaleza es una conducta defensiva. El ataque o la huida están bien estudiados y definidos como reacciones de pánico, irracionales (aunque se conviertan en conscientes o voluntarias muy pronto después de originarse reactivamente) tanto si el peligro que origina la agresión es real cuanto si es imaginario.
    No es difícil por lo tanto deducir que la agresión extrema de matar pueda ser la reacción a un peligro imaginado o percibido de proporciones suficientemente amenazantes como para que matar sea un imperativo. Las fuerzas comando son entrenadas como maquinarias de muerte precisamente alterando esa reacción de estrés por medio de la repetición y de la definición de qué o quién sea el enemigo, el peligro. A casi todos nos alegra saber que los terroristas como Ben Laden sean exterminados por esos comandos de individuos deshumanizados y sin que necesariamente le dediquemos mucho tiempo a pensar en el daño que nuestros salvadores sufran.
    La evidencia clínica sugiere que sea muy difícil olvidar la experiencia de matar por la primera vez, aunque sea en defensa propia. También sugiere que sea muy difícil olvidar la primera experiencia de tortura o de violación tanto si se fuera el agente cuanto si se fuera la víctima, aunque las experiencias respectivas y sus efectos destructivos sean diferentes y no haya una justificación suficiente para matar, torturar o violar sin que mucho antes de llegar a hacerlo se deje escapar la oportunidad de cambiar de ruta.
    En ambos casos, el del victimario y el de la víctima, matar, torturar o violar causan la destrucción o el daño profundo e irreparable de lo esencial de la condición humana: La capacidad de la empatía y la compasión. No fuera difícil demostrar que cuando ese elemento humano falta sea mucho más fácil matar, violar o torturar por placer o por venganza. Al mismo tiempo los asesinos en serie no parecen tener la misma estructura neuro-psicológica que la mayoría del resto de las personas que nunca lleguen a sentir el mismo impulso placentero de matar, atormentar, violar o hacer daño por el puro placer de reducir a la víctima a un “objeto” inerme y aterrorizado precisamente por la amenaza que represente la presencia del victimario.
    La respuesta que diera a estas preguntas un psicólogo clínico que supiera lo que se trae entre manos profesionalmente fuera negativa. No es necesario que todo el que haga daño lo haga por haberlo  experimentado como víctima antes, pero tuviera que añadir la imposibilidad de encontrar a alguna persona que nunca haya sufrido el daño a manos de otro o que nunca lo haya infligido. La realidad es que solamente la minoría, una exigua minoría hace daño del tipo de matar, violar a torturar gratuitamente a alguien que encuentre al azar. Es igualmente real que en la sociedad en que vivimos y no me refiere sino la humanidad globalmente hablando camina hacia un individualismo tal con menosprecio de la solidaridad que cada vez el mal será más banalizado y la denuncia correspondiente de Hannah Arendt en su “Eichman en Jerusalén” (1961) cada vez cobrará más vigencia y se verá más justificada.
    La tercera pregunta: ¿Qué sugieres que se haga con los asesinos de personas inocentes, de niños, de padres, madres, con los violadores, traficantes, terroristas?
    Un dato importante en estas consideraciones es que fuera precisamente Jesús de Nazaret el que introdujera en la jurisprudencia hebreo-cristiana u occidental la extraordinaria alternativa (injusta ella misma)  de que la víctima tenga el derecho y al mismo tiempo el deber de obstaculizar el curso de la justicia pública. No otra cosa quiere decir que la víctima tenga que perdonar setenta veces siete y por lo tanto renunciar a la retribución  es legalmente instrumento desde los tiempos de Hammurabi. También es cierto que pusiera el peso del perdón en la víctima, pero el de la reconciliación en el ofensor.  
    Una cosa parece cierta y es que quien mata por la primera vez rompe una barrera de su propia personalidad  que nunca será reparable y por lo tanto se inflige daño a sí mismo.
    Las emociones del momento pueden comprensiblemente ofuscar la conciencia moral y por lo tanto las decisiones y la conducta, pero una cosa es clara: En principio (nunca me he visto en la situación)  tuviera que perdonar, y no pudiera blandir un arma para matar ni siquiera para evitar que me matasen. Creo que nunca buscara reconciliarme con el asesino de mi padre, mi madre, mi hijo, el violador de mi hermana o mi hija o mi amiga. Me sintiera obligado a perdonarle, pero a nada más y nunca obstaculizaría que la justicia pública le hiciera pagar por su crimen. No fuera yo quien firmara la denuncia pero no le encubriría tampoco si se me pidiese que identificara al criminal.
     

  • osvaldo parma trejo

    muchas gracias josé por tus palabras.
    estoy muy de acuerdo en todo. sugiero a los interesados que busquen la historia de enrique miret magdalena. el conocido pensador fue varios anios director o secretario de algo así como MENORES CRIMINALES. CON MUCHO AMOR , MUCHA ENTREGA Y BUCEANDO EN LA HISTORIA DE ESTOS ADOLESCENTES CONSIGUIó rescatar a muchísimos.
    un ejemplo. va en la línea del escrito. estudió cada caso, los antecedentes familiares, de violencia, de abandono, de tristeza de estos muchachos y así fue curando a muchos.
    en otro orden de cosas-acaso en las antípodas- pero también una práctica de buenos esultados son as oraciones del ho oponopono. un chamanismo hawaiana- pongo un ejemplo, un psiquiatra se hizo cargo de una planta de enfermos mentales criminales. Estudiando cada caso y rezando profundamente por cada uno de ellos a diario, consiguió en pocos anios que el pabellón de estos enfermos quedase vacío. ua fórmula sencilla de esta oración sería, por ejemplo…LO SIENTO, TE AMO. PERDÓNAME. GRACIAS-
    incluiría en entre estas terapias a las constelaciones familiares que profundizan en los antcedentes no personales pero familiares del delincuente violador o asesino. con su enfermedad, suele hacerse cargo o asumir el rol de un antepasado. es muy curador.
    bueno. muchas gracias. estos tres caminos son totalmente independientes uno de otro aunque sé que estamos en una época de convergencias, de caminos que apuntan hacia lo mismo y acaso se mezclen en sus prácticas, gracias, nuevamente. osvaldo.

  • Atman

    Gracias por abrirme los ojos a tantas realidades que nos  pasan desapercibidas por la manipulación a la que estamos sometidos los cristianos de a pie, por los que se consideran representantes e interpretes oficiales de la voluntad de Dios. Desde que somos pequeños hemos sufrido un lavado de cerebro constante para no ver como pecado sino el sexo y el no aguantar y sufrir en silencio los malos tratos de los demás. Cuando hemos sido mayores, cargados de complejos, depresiones, divorcios, manutenciones  y neurosis, nos hemos tenido que gastar en psiquiatras dinerales, que si hubiésemos pedido con daños y prejuicios a la Iglesia, no tendrían con que pagarnos.

  • María Isabel

    Gracias José por tus palabras. Son siempre para mí alimento para el alma. Trabajo hace 8 años en la pastoral penitenciaria intentando llevar paz y sanación a las presas. En ninguna parte me siento tan cuidada, tan segura y emocionada como en el penal. No tengo manera de agradecerle a Jesús preso su infinita ternura, delicadeza y confianza que pone en nuestro complejo y difícil trabajo. Afuera recibimos las mismas quejas y preguntas que te hace tu amiga, pero la fuerza y paz que nos da el Señor no podrán derrotar nuestros afanes que tan bellamente has expuesto en tu escrito.  Mil bendiciones en esta Navidad.

  • Antonio Vicedo

    Gracias, José, por lo que expones y por cómo lo expones.
    Permíteme adherirme a ello con entera mente y corazón,especialmente porque apuntas a las causas más radicales del mal separándolo de quienes lo hacemos con más o menos claridad de conciencia y por mas o menos intereses bien o mal calculados.
     
    La gran extrañeza sobre las actitudes con las que se responde a la ejecución de lo que es, o se considera, malo es que la mayoría hemos crecido en una cultura en la que se nos ha enseñado  a decir, nada menos que en el intento de diálogo con Dios=Jesús aquello de:“Perdona nuestras ofensas COMO nosotros perdonamos a QUIENES NOS OFENDEN.”
     
    ¿En qué se ha pensado y se piensa cuando repetimos:¡Padre NUESTRO!: o recordamos el pasaje de la preparación del apedreamiento de la mujer adúltera,; o de la exclamación de Jesús agonizante en la cruz: ¡Padre perdónalos PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN?
    Un fraternal abrazo por habernos presentado tan reluciente y claro espejo.