Es interesante seguir estaa reflexiones sobre la educación del chileno Claudio Naranjo.
Tiene las ideas claras y las expone con libertad.
Aunque su diagnóstico es tan negro, incluso cuando habla de las luchas por la escuela pública de las que habábamos ayer, que hace temblar.
“La educación debería liderar el cambio, pero es la institución más obsoleta”
El Confidencial, 03/03/2013
El psiquiatra chileno Claudio Naranjo (Valparaíiso, 1932) es una de las figuras más relevantes del humanismo contemporáneo. Aunque se dio a conocer por sus trabajos en torno a la terapia gestalt y el eneagrama de la personalidad, desde finales de los noventa ha centrado sus estudios en el ámbito de la educación. Pese a tener ya 80 años, Naranjo escribe una media de dos o tres libros al año y sigue impartiendo conferencias en todo el mundo.
En su última visita a Madrid, Naranjo atendió a El Confidencial en un pequeño piso del barrio de Ibiza, donde suele pasar las noches cuando visita nuestro país. El psiquiatra no necesita hoteles: en casi todas las ciudades tiene admiradores que le ofrecen techo, amistad y le siguen a todas partes. En cierto modo Naranjo parece un profeta, aunque él nunca se definiría como tal. Su misión, en cualquier caso, sí la tiene clara: trasmitir la idea de que es necesario cambiar este mundo, y de que ese cambio tiene que empezar en nosotros mismos.
“Las personas están mal”, explica Naranjo, “y sufren en parte porque no saben que sufren”. Esta desazón vital, cuenta el psiquiatra, hace que aparezcan la depresión, las enfermedades psicosomáticas y se pierda la motivación y el sentido de la vida. “Hay malestar”, asegura, “pero el malestar no llegará más lejos mientras no se transforme en algo más”. En su opinión, sólo hay dos cosas que pueden hacer que el mundo se transforme: un cambio personal y una nueva educación.
Cambiar la educación para cambiar el mundo
Para Naranjo la educación es la institución más podrida de nuestra civilización pues lo que debería servir para hacernos hombres sirve en realidad para acabar con nuestra humanidad: “Hoy la educación está al servicio del poder y las empresas. Hay una voluntad política para que la educación sirva para tener a la persona dormida, para que forme parte del rebaño. No se puede comprobar, pero funciona así. Uno tarda en darse cuenta porque hemos sido educados en los valores de esta educación. La educación cumple su función deshumanizadora, pero no nos damos cuenta porque somos inconscientes”.
La verdadera función de la educación, cuenta el psiquiatra, debería servir para ir más allá de lo que somos. “En una escuela ideal”, explica Naranjo, “acompañaríamos los procesos de aprendizaje, fomentaríamos la creatividad y ayudaríamos a los niños a saber, sin la presión de las clasificaciones. Los exámenes son trabajo, no educación. Se enseña a los niños a pasar exámenes que no sirven para nada y no son útiles en la vida”.
El psiquiatra, que vinoa España, entre otras cosas, para impartir un curso para profesores, cree que los propios maestros, por mucho que critiquen el sistema, son responsables de que éste siga funcionando sin mayores problemas: “El espanto de la escuela es que el profesor se pone un uniforme interior, y al dar clase deja de ser persona. Son como robots. Muchas mujeres están en la educación por un instinto maternal, pero lo ponen de lado, como si no fuese adecuado dar cariño a los niños y proporcionales una vida feliz”.
La nave se está yendo a pique, pero tenemos un bote salvavidas
En su último libro, La revolución que esperábamos (Ediciones La Llave), Naranjo asegura que estamos entrando en una transformación que habíamos dejado de esperar, y que más bien nos asusta: hasta hoy solo hemos conocido revoluciones políticas e ideológicas, y lo que ahora ocurre es una revolución de la consciencia.
En opinión de Naranjo, nuestros problemas sólo pueden ser resueltos con una conciencia distinta de los que los ha creado. “La educación”, cuenta, “debería ser la institución que liderara este cambio, debería estar a la cabeza, pero es la más obsoleta. Así son las burocracias. Comienzan teóricamente al servicio de algo, pero al final se sirven a sí mismas”.
La transformación, por tanto, no vendrá de manos de un cambio político, del que Naranjo no se fía. “Estoy en una época de mi vida en que estoy tirando la toalla respecto al cambio de las instituciones”, reconoce el psiquiatra. “No creo que se pueda ya hablar con las autoridades, con los que supuestamente tienen poder. Creo que la educación cambiará, si es que cambia, porque cambian los individuos”.
El colapso del sistema es nuestra única esperanza para construir algo mejor
A lo largo de su vida, el psiquiatra, que en Latinoamérica es una reconocida personalidad, se ha citado con todo tipo de ministros y presidentes para hablarles de sus teorías sobre la educación pero, a día de hoy, no tiene la más mínima confianza en ellos: “Pienso que los políticos tienen un acuerdo para irse cambiando sin hacer nada. Cuando llegan al poder creen que van a ostentarlo, pero son parte de una red que no se puede modificar. Hoy en día la política no tiene poder. Los partidos tienen algo de poder aparente, no los gobernantes, pero es el poder económico el que controla todo, y la educación es su socio invisible, parte del complejo militar-industrial”.
Naranjo ya no cree, siquiera, en la protesta ciudadana. Y tiene un mensaje para la ‘marea verde’: “Las protestas educativas no tienen contenido, no piden un cambio en la educación, piden mejores sueldos. No se cree en una educación para trascender la mente patriarcal”.
Esta mente patriarcal, sobre la que Naranjo ha escrito largo y tendido, es para el psiquiatra el origen de nuestros males como sociedad. “Es una mentalidad de hombres cazadores que ya no cazan animales, sino hombres”, explica. “Una mentalidad que nos convierte en depredadores de nosotros mismos”. Por suerte, cuenta, la nave del sistema patriarcal, que construimos hace miles de años, ya no funciona, y está naufragando: “El colapso del sistema es nuestra única esperanza para construir algo mejor. No debemos preocuparnos por que se hunda o no el barco, debemos preocuparnos por encontrar el barco salvavidas”.
Tras cinco años enseñando teología a los graduandos de una escuela preparatoria privada (PUB) y local de Miami (Florida) procedentes de la clase media alta y de múltiples nacionalidades y grupos étnicos del continente, el análisis del sentir de los estudiantes a punto de irse a los colegios universitarios ha sido que les faltase la base filosófica para encontrar sentido a sus creencias y no ver la necesidad de discernir éticamente sus decisiones y por lo tanto no saber cómo hacerlo. En esencia, carecer de sensibilidad humana. Muchos se sienten incapaces de creer lo que les propone el “catecismo” que los obispos norteamericanos imponen en esos cursos. La gran mayoría opta por carreras de leyes o de tecnología o medicina y en no pocos casos de biotecnología médica, creen en la eutanasia, utilizan drogas de diseño, y no pueden abstenerse de competir en mostrar el último modelo tecnológico de lo que sea.
Un número considerable es aceptado a las universidades de mayor prestigio del país obteniendo jugosas becas debido a sus cualidades deportivas o a sus calificaciones académicas. Eso quiere decir que entran al espacio en el que el liderazgo político y social de la nación agrupa a sus generaciones sucesivas.
¿Cuál es la fórmula con la que resumen su problema fundamental con respecto a tener un referente moral o a haber desarrollado una visión fundamental del mundo y de la vida? La mayoría puede resumirlo en encontrar una contradicción muy grande en aceptar que fuese necesario suscribir alguna plataforma filosófica o espiritual que no permita el cuestionamiento aunque se carezca de una base de datos epistemológicos o la experiencia hermenéutica esencial. Están seguros y con razón, de que la duda es la única posibilidad de cualquier forma de fe pero en la información recibida ésta no constituye un elemento importante y por lo tanto que no les interese un bloque de creencias que haya que aceptar por razón de la autoridad que la define. Después de todo, los escándalos del clero y la jerarquía y el cinismo político que respiran la eliminan todo espacio para asentir voluntaria y personalmente a la probabilidad de Dios.
Muchos tienen talentos artísticos, sobre todo en las áreas de la música culta, teatro, artes plásticas. A un número considerable les atrae el cálculo matemático superior y las posibilidades filosóficas de éste. En mis clases solamente ha sido utilizado el tiempo para discusión, excepto cuando los oficiales de la propia visitan para inspeccionar porque entonces hay que ceñirse a la materia del texto. A los estudiantes no hay que decirle que ese día la vida laboral del profesor pende de un hilo que ellos sujetan entre sus dedos y fingen interés.
Son muy abiertos a una visión del mundo resultante de la física cuántica y a aceptar que la duda sea el espacio del progreso. No obstante los reclutas de las universidades vienen a estas escuelas buscando deportistas notables o con promesas de un futuro en el deporte en los próximos años y ofrecen becas muy jugosas y pronto hasta salarios y las llamadas ferias de empleabilidad ofrecen becas o ayuda económica para estudiar en carreras definidas por las tendencias fluctuantes del mercado.
Reducir el campo profesional a las tendencias de las inversiones que desarrollan el mercado en una sociedad en la que la publicidad manufactura el consumo, crea esta contradicción fundamental: Los alumnos de la escuela que proceden de familias pudientes o muy pudientes y por lo tanto muchas de ellas empresariales o altamente empresariales pagan la escuela con la intención de que su prole obtenga una educación integral o diversificada en la que puedan descubrir y desarrollar sus talentos naturales, pero en realidad sufragan solamente una educación definida por el propio mercado que sus inversiones privadas perpetúan. Los estudiantes de las escuelas públicas no pueden más que seguir esas mismas tendencias y si pueden escoger el rango de la oferta accesible está restringido a carreras igualmente definidas por la tendencia del mercado y el resultado final es esta sociedad darwinista en la que la competitividad (por naturaleza excluyente) es el valor moral predominante en un país que alardea de ser cristiano pero cuyo valor fundamental (la competitividad) es anticristiana en esencia y por ello desplaza todo sentido de solidaridad, de prioridad del bien común. Este es definido en función del mercado libre que sigue siendo la falacia mayor. Esta sociedad definida y determinada por el mercado libre ha demostrado ser más exitosa en algunos aspectos, muchos si se quiere, pero destruye la humanidad de sus ciudadanos en una gran medida. Los hechos demuestran que ni puede abstenerse de la guerra (incluso mintiendo), ni puede abstenerse de la irracionalidad de la deuda que nunca se paga, ni puede desarrollar un programa de preservación ecológica, ni abstenerse de controlar la libertad académica y la libertad eliminando la posibilidad de auto-determinar el futuro propio basado en los talentos personales y por lo tanto reduciendo demasiado a menudo las opciones a aquellas que marchan en el sentido del consumismo.
La protesta de los maestros por los salarios y las condiciones de empleo son justas, pero la protesta fundamental de diversificar la educación para un desarrollo integral de los y las jóvenes debiera ser por lo menos, tan importante como la protesta por la injusticia salarial. Esta situación en los USA (aunque no sea explícita o exclusivamente europea es importante para Atrio al menos desde los puntos de vista del desarrollo humano y la justicia social, sobre todo por el poder beneficioso o dañino que tienen los USA. La protesta de los maestros que acá ocurre igualmente no debiera ser necesaria en ningún lugar. Las familias de los jóvenes confían la formación de su prole a la escuela en todas las latitudes y solamente la escuela puede romper este círculo vicioso que perpetua la decadencia ética a la que tantos de esos propios progenitores fueron condenados cuando salieron de una escuela ellos mismos (en los años de la segunda posguerra europea pero de las guerras continuadas por doquier) que aún no discute ni el genocidio perpetrado en la conquista de América como tal, ni las contradicciones de las instituciones religiosas principales, ni lo esencialmente corrupto de la jurisprudencia posmoderna que ha seguido sometida a las ideologías prevalecientes en cada época, ni los genocidios de Auschwitz, o Darfour, ni a la situación de la mujer en China o India, ni al extremismo islámico o al no menos extremista evangelismo norteamericano. Los padres y madres de hoy fueron formados en una escuela que temió hablar de las múltiples corrientes del pensamiento históricamente innegables, porque no le concedió valor a la formación moral fundamental y diversa de aquella juventud, aunque ayer y hoy no vacila en enviar a la guerra a sus jóvenes poniendo en sus manos tecnología destructiva nunca antes vista.
Afirmar que “Las protestas educativas no tienen contenido, no piden un cambio en la educación, piden mejores sueldos.” sólo lo puede hacer quien no participa en tales protestas y habla de ellas no desde el conocimiento sino desde el prejuicio de su propia torre de marfil.
La educación está presa del sistema escolar que cada vez está más definido por el m.Mercado laboral. Todos los que hayamos trabajado en el sistema escolar cualquiera que haya sido la latitude, sabe que el reconocimiento public depende en una Buena medida de la rapidez y de la calidad de los empleos que qencuentren los graduados de la escuela y por lo tanto la prioridad la tienen las materias que facilitan el acceso rápido y exitiso del Mercado laboral. La escuela ya no puede formar a los estudiantes sino que tiene que deformarlos para que puedan someterse a las prioridades económicas. Claro que habrá excepciones, pero la mayoría no puede escaper de este determinismo económico. En los EUA no es extraño escuchar a un gobernador como el del Estado de Florida cuestionar como desperdicio de fondos las asignaturas de humanidades. Es utópico esperar que la economía deje de ser el valor fundamental del funcionamiento social como la alimentación fue en otro momento el motor impulsor de la evolución de la vida. Quien invierte en la educación espera que los estudiantes se dediquen a su línea de Mercado. Los gobiernos por su parte priorizan la defense y en ese context la industria military para proteger su status hegemónico como potencia. La agricultura ha dejado de ser un arte y de practicarse en pequeña esquela y de mantenerse la tradición familiar correspondiente y la experiencia educative de someterse al ritmo de la tierra y la germinación, las estaciones del año desapareció. En cambio, la rapidez de la vida urbana y el estrés que provoca la competitividad creciente solamente mueve en favor de la satisfacción inmediata y complete, individual, versus la solidaridad y la orientación proporcional o equitativa al Bien Común. El sitio http://www.worldvaluesusrveys.org ofrece un bien documentado y reconocido studio dobre la migración y prevalencia de los valores morales y demuestra como no es realista esperar que el mundo, en conjunto o en general, tuerza el rumbo en la dirección de la solidaridad que fuera necesaria para que se eliminara el desbalance social, la pobreza versus la riqueza, la violencia versus la paz, etc.
Sin dejar de perseguir el Ideal, la realidad se impone.
Todo colegio, escuela como universidad está en función de una clase social. Y en esas predomina una “ideología”. eso hay que explicitarlo y tenerlo claro. Lo cual no quita, luchar para una nueva educación o una educación nueva. Esa solo y únicamente llegará si cada sujeto (educador, maestro, profesor, instructor) es consciente en responderse qué hace ante un grupo de personas en “estado peculiar de educación”. Y esto es pedir muchísimo, pero hay que ir por ese camino…y andares. Nos jugamos la salud integral de todo ser humano.