DECLARACIÓN DE LA ASOCIACIÓN DE TEÓLOGAS Y TEÓLOGOS JUAN XXIII
La Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de San Salvador es un legado histórico de Monseñor Oscar Romero, quien creó el Socorro Jurídico y, posteriormente, su sucesor Monseñor Arturo Rivera y Damas, constituyó Tutela Legal para investigar las violaciones a los derechos humanos en El Salvador y ayudar a las víctimas de la violencia represiva ejercida por el Estado, en aquella época en que el pueblo salvadoreño sufría desapariciones forzadas, torturas, asesinatos y horribles masacres.
Tutela Legal, como Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de San Salvador, se ha distinguido durante más de tres décadas por un incansable trabajo en defensa de la justicia, el respeto y promoción de los Derechos Humanos y la dignificación de las víctimas del conflicto armado.
Lamentamos y rechazamos el cierre de Tutela Legal y la forma arbitraria y prepotente con que el actual Arzobispo de San Salvador, Mons. Escobar Alas, lo ha hecho, porque ofende la memoria de Monseñor Romero y de Mons. Rivera y Damas y, sobre todo, de las víctimas de la represión. Esta decisión del arzobispo Escobar Alas va en contra de los aires de sencillez, honestidad, transparencia y diálogo que el Papa Francisco ha comenzado a impulsar en la Iglesia universal. Nos parece que el Señor Arzobispo no ha actuado como “buen pastor” sino como un “mal funcionario”, contradiciendo así la exhortación del Papa a que los presbíteros “sean pastores, no funcionarios”.
Nos parece de poco sentido pastoral esta decisión del arzobispo, aduciendo que “ya no tiene sentido, pues el enfoque de protección de derechos humanos en tiempo de guerra es distinto al que se puede tener ahora”. Parece que no discierne los signos de los tiempos ni manifiesta sensibilidad humana y pastoral ante las miles de víctimas que encuentran en Tutela Legal su única esperanza de conocer la verdad y alcanzar justicia. Contradice la línea pastoral del Papa Francisco cuando en su homilía en Lampedusa, un mensaje lleno de misericordia, sensibilidad humana frente a las víctimas y de cuestionamientos a nuestras complicidades ante la injusticia que ocasiona la globalización, dijo: “¿Dónde está la sangre de tu hermano cuyo grito llega hasta mí? Hoy nadie en el mundo se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, de los que hablaba Jesús en la parábola del Buen Samaritano: vemos al hermano medio muerto al borde del camino, quizás pensamos “pobrecito”, y seguimos nuestro camino, no nos compete; y con eso nos quedamos tranquilos, nos sentimos en paz. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bonitas, pero no son nada, son la ilusión de lo fútil, de lo provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, o mejor, lleva a la globalización de la indiferencia…”
Por ello pedimos a Mons. Escobar que reconsidere la medida tomada, abra de nuevo esta Oficina, reinstalando a los trabajadores y trabajadoras, respete su metodología de trabajo y dialogue con ellos y con las organizaciones del Pueblo de Dios que les apoyan, porque el diálogo es el camino de la buena convivencia.
Nos unimos a la multitud de instancias cristianas salvadoreñas, particularmente a las CEIPES y a la Secretaría del SICSAL, que claman y solicitan al Sr. Arzobispo y a la Conferencia Episcopal Salvadoreña, conservar y proteger el importante archivo de Tutela Legal que guarda casos emblemáticos de la memoria histórica nacional (denuncias, desapariciones, asesinatos…). Sus más de 50.000 expedientes, que es el único en el país, para entender las causas, las consecuencias y las soluciones de la conflictividad que vivió El Salvador, cuyo proceso de reconciliación está aún pendiente. La mayoría de los casos quedarían en impunidad, al no contar con una dependencia encargada de su manejo. Casos como la masacre del Sumpul en la que fueron asesinadas en torno a 900 personas en 1980, o la Masacre de El Mozote, ocurrida en diciembre de 1981 a manos del Batallón Atlacatl, no tendrían base documental en caso de que alguna instancia jurídica los solicitara. Estos archivos deberían estar al servicio del pueblo salvadoreño para su utilización judicial, científica, educativa y espiritual.
Con el cierre de Tutela Legal, cientos de documentos quedarían ocultos, precisamente, cuando la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) ha admitido un recurso de inconstitucionalidad contra la Ley de Amnistía General, que ordenaría la revisión de dichos documentos y el procesamiento legal de algunos implicados durante el conflicto armado en El Salvador.
Tenemos esperanza en que el Espíritu de Jesús se haga presente nuevamente en la iglesia salvadoreña, pese a los obstáculos de sus jerarquías, que esta iglesia retome la actitud profética de Monseñor Romero y vuelva a hacer presente la misericordia de Dios en medio de su pueblo, porque la última palabra sobre la historia no la tiene los poderes del mal sino las víctimas por quienes optó Jesús de Nazaret el Cristo liberador y así reveló el rostro compasivo del Dios de los pobres.
Madrid, octubre 2013
Hola!
Hube comentado el 20-Octubre-2013 – 12:59 pm
– “Tal vez Jon Sobrino diga algo”-
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En efecto, el 22 de Octubre de 2013 se publicó en Carta a las iglesias 642
Centro Monseñor Romero, UCA San Salvador:
En el comienzo estaba el pueblo de Dios.
Las víctimas deben estar siempre en el centro
Jon Sobrino
Con estas dos frases quisiéramos poner algo de luz en la confusión, y en muchos casos indignación, que se generó el 30 de septiembre. Sin previo aviso y sin tener en cuenta la dignidad de las personas, el arzobispado clausuró Tutela Legal. Desde entonces ha habido comunicados de quienes despidieron y de quienes fueron despedidos, más publicitados los de aquellos que los de estos. Muy pronto hubo también comunicados de instituciones internacionales de renombre, de la UCA y de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de El Salvador. Más recientemente, el arzobispo y la fiscalía intercambian opiniones sobre los derechos de ambas instituciones con relación a los archivos.
Muchas otras cosas han ocurrido. Algunas son conocidas por el pueblo de Dios, y la mayoría, como suele ser normal, le son desconocidas. Recientemente el arzobispo ha nombrado una comisión de sacerdotes connotados para velar por los archivos, para hacer las cosas bien en el futuro -y para reparar la imagen del Arzobispado, ahora deteriorada como cuando se retiraron los dibujos de Fernando Llort de la fachada de catedral. Un campesino ha formulado cómo ve lo que ha ocurrido con estas palabras: “Triste. Vergonzoso”.
1. Los laicos. El pueblo de Dios y el Socorro Jurídico. “Pueblo de Dios” es expresión abstracta, y su contenido concreto no es muy conocido por los salvadoreños. Sin embargo, hace 50 años un concilio universal definió lo más real de la Iglesia de Jesucristo con las palabras “Pueblo de Dios”, y no con las de “Iglesia jerárquica”. Esto quiere decir que obispos, curas, seglares, los llamados laicos y laicas, todos son primordial e igualmente, miembros de la Iglesia. Las diferencias vienen después. Son diferencias de naturaleza funcional, y nada dicen de la calidad de vida cristiana de sus miembros.
Pues bien, en los años setenta en El Salvador laicos fueron los que se preocuparon por la violación de los derechos humanos en el país y los que se pusieron a defender a las victimas. Surgió el Socorro Jurídico. Muchos salvadoreños llevaban ya siglos sufriendo la muerte lenta de la pobreza, la violencia originaria. Pero en los setenta a esta muerte se unió la muerte rápida de la represión. Clamaba al cielo, y el grupo de laicos citado, en el que había abogados, es decir gente del derecho, se movieron en su defensa con la gran novedad de defenderles también en el ámbito de los derechos humanos, que eran groseramente violados. De ahí el adjetivo jurídico [del Socorro] y después el adjetivo legal [de la Tutela].
Un jesuita, el Padre Segundo Montes, a quien Benjamín Cuéllar recuerda en el artículo que publicamos a continuación, acompañó y aglutinó al grupo en el Externado San José. Después, Monseñor Romero reconoció que el Socorro Jurídico era importante colaborador suyo en la defensa de las victimas y en la denuncia de los victimarios. De hecho, en la primera página del Diario de Monseñor [que tal como se ha conservado comienza el viernes 31 de marzo de 1978] aparece la referencia al Socorro Jurídico. Menciona algún nombre de sus miembros y habla de tareas concretas… Y añade: “Les agradecí y les manifesté mi satisfacción por la acogida que prestaron al llamamiento y por la buena voluntad que han manifestado como abogados de conciencia cristiana”.
Más tarde, surgió Tutela Legal. Hasta el día de hoy, con Tutela han trabajado otros obispos, otros sacerdotes y otros laicos. El nombre de Maria Julia Hernández es entrañable e inolvidable. En esos treinta años ha habido cooperación y han existido tensiones entre ellos. Históricamente suele ser lo normal.
Ahora entramos en un nuevo período. Pero sea cual sea su novedad insistimos en que los derechos humanos es responsabilidad de “todo el Pueblo de Dios”. Lo recuerdo porque no es ninguna sutileza teológica rutinaria, sino una necesidad cristiana e histórica. Los laicos son responsables como lo son otros miembros del pueblo de Dios, ministros y jerarcas. Tienen la misma dignidad. Unos y otros deben tratarse con el mismo respeto.
2. La jerarquía al servicio de todo el Pueblo de Dios, no por encima de él. En la Iglesia católica hay laicos y hay jerarquía. El Vaticano II dijo que, antes que las diferencias, hay que enfatizar que ambos forman parte por igual del pueblo de Dios. La potestas, el poder ministerial de la jerarquía, sin duda ofrece posibilidades para hacer el bien, pero como lo muestra la historia, como todo poder tiene siempre peligros. “Que me lo digan a mí que soy rector de una universidad”, decía el Padre Ellacuría.
En democracia se da por sentado que ese peligro hay que superarlo o al menos limitarlo. Y por eso se insiste en la obligación de “rendir cuentas”, en lo que insistía el padre Dean Brackley, a quien acabamos de recordar estos días. Hablaba mucho de la necesidad de “accountability”. Y en cosas de Iglesia, además de la democracia siempre queda el evangelio, su exigencia y su utopía: los que están arriba, que se abajen dice Jesús.
Ante acontecimientos públicos que generan grave confusión, como ha ocurrido con el cierre de Tutela Legal, la historia, la democracia y las tradiciones evangélicas ofrecen otros modos de actuar: la disponibilidad a explicar las decisiones de antemano y con argumentos convincentes, el diálogo previo, el rendir cuentas y la actitud acogedora.
Siguiendo con la utopía, el ideal es que el Pueblo de Dios sea ejemplo de solidaridad. Ciertamente como ayuda y defensa de quienes lo necesitan. Pero dentro del pueblo de Dios debiera existir, además, otra forma de solidaridad, que no empequeñece la mencionada, sino que la incrementa: “llevarse mutuamente los unos a los otros”, ministros, laicos, jerarcas. Y cuando hay agravios, reales o supuestos, que exista la disponibilidad al diálogo sincero y al perdón. Con relación a la jerarquía es una forma que toma la utopía evangélica de abajarse para servir. Y no se debiera esperar a que comience a abajarse el otro. Cuando se dé esa solidaridad, el pueblo de Dios será una gran ayuda para el país.
3. Al menos de palabra, también en la presente coyuntura conflictiva parece haber coincidencia en que lo más importante son las víctimas. El Socorro Jurídico primero y Tutela Legal después promovieron en este país “la memoria histórica”. Durante años han derrochado amor hacia los miles de perseguidos, asesinados, desaparecidos, los que tienen que emigrar para poder vivir, especialmente mujeres y niños. Ambas instituciones han mantenido con vida y con dignidad a miles de víctimas.
El padre Ellacuría las llamó el “Pueblo Crucificado”. Y Monseñor, después de que el ejército hubiese asesinado a más de un centenar de campesinos, el 19 de junio de 1977 dijo en Aguilares: “Ustedes son el Divino traspasado”. Y no solo les dio dignidad con estas palabras, sino que confesó ante ellos, indefensamente, cómo entendía él su misión arzobispal: “A mí me toca ir recogiendo cadáveres”. Esa era ex officio tarea fundamental suya por ser arzobispo. “Recoger cadáveres” es una forma vigorosa de expresar lo que todo el Pueblo de Dios debe hacer con las víctimas. Las pueden hacer suyas el Socorro Jurídico, Tutela Legal, el IDHUCA y todas las instituciones de derechos humanos. Y todos los miembros de todas las iglesias salvadoreñas de la confesión que fuere.
Importantes son archivos con nombres, inventarios, que estén bien protegidos. Importantes son ONGS, y sus aportes. Pero eso no sustituye al “recoger cadáveres” de Monseñor Romero y de otros en este país, mártires muchos de ellos.
4. Dios sabe cuál será el futuro de Tutela Legal. Los acontecimientos de estos días no debieran llevar a que disminuyan y se empobrezcan sus tareas, sino a que crezcan y mejoren. Que las discusiones existentes sirvan para llevar luz al pueblo de Dios. Y que no lleven al deseo, comprensible pero no muy cristiano, de “tener más razón que el otro”.
Las reflexiones que acabamos de hacer pueden resultar excesivamente conceptuales, incluso complicadas aunque quisieran ser sencillas y dar alguna luz. Termino ahora con las palabras de Pedro Casaldáliga, estas sí breves y claras: “Todo es relativo menos Dios y el hambre”. En El Salvador bien podemos decir: “menos Dios y las víctimas”.
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Digno heredero de Sáenz Lacalle, de triste memoria, que fuera de ser militar y del Opus no tenía ninguna de las cualidades evangélicas de Mons Romero. Ese pobre país martirizado, que camina sobre difuntos, que vive las memorias más horrendas imaginables, que un tercio de su población trabaja en USA porque no tienen trabajo y donde las “maras” que son grupos de mafiosos especializados en secuestros tienen tiritando a medio mundo, necesita reconstruir la verdad, enterrar a sus muertos, y que los responsables por lo menos sean denunciados públicamente. Aunque ya sabemos que no han sido castigados y que gozan de buena salud.
El problema de fondo vuelve a ser el mismo: la elección de los obispos y el concepto que del sacerdocio tiene y enseña esta Iglesia.
Lo eligieron por algo (tenía algunas “virtudes”), pensó que era “el elegido” de Dios (aunque en verdad es él -y no el pobre- el que se ha erigido en..), y ejecuta acciones contra aquello que a muchos les provoca el rechinar de dientes, la vida del hombre.
Ni a Ireneo respetan.
Este señor, deja las 99 y se va por la oveja perdida (en este caso el victimario) propiciando los medios para perder la memoria de las victimas. Mas parece de aquellos curas que siguen imponiendo la cruz a la vida…pobre de ti por que desde ya te suenan las palabras: “Apartate de mi por que no te conozco”
¿Por qué se empeñan algunas personas, jerarquías de la Iglesia Católica en este caso, en empañar el proyecto evangélico de Jesús? ¿De parte de quién están?
Muy doloroso para el pueblo salvadoreño, para católicas y católicos de América Latina y del mundo esta decisión del Arzobispo de el Salvador.
Monseñor Escobar Alas por favor no marchite la esperanza de millones de hermanas y hermanos, no creemos que esta medida sea la de un verdadero pastor.
¡¡¡Vergonzoso!!!
¿Nadie va a mover en serio y con fuerza este despropósito?
Lo mismo sucedió en Sucumbíos a la llegada de los Heraldos…
Lo primero cerraron la emisora de radio, el despacho de DD.HH. La Casita azul, donde eran recogidos los y las menores, y bebes, abandonados o vendidos a la prostitución por sus padres y los enviaron a Quito al reformatorio del estado.
Esto se salta toda regla de sentido común de acogida, atención, apoyo, lucha… por una justicia que desde el poder ni se la espera ni se la conoce.
Estos casos deberían llegar al papa Francisco con bombo y platillo ¿no habría cómo?
Si supiera cómo… (lo intenté y no pude) no duden que lo haría personalmente e inundaría su mea de despacho con el grito real del pueblo que sufre.
mª pilar
Hola!
Tal vez Jon Sobrino diga algo.
¡Voy todavía! – Oscar.
Cuanto les cuesta a muchos con sus actitudes asalariadas acercarse a la de una verdadera fe cristiana aceptando el envite de Jesús:- CONMIGO hacéis, o dejáis de hacer LO QUE con algun* de MIS MAS PEQUEÑ*S HERMANOS, y lo de COMO el Padre me envió, ASÍ os envío yo a vosotros.