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Una energía volcánica irrumpió en las calles

BoffVoy a tratar de hacer una reflexión no convencional sobre las manifestaciones multitudinarias ocurridas en el mes de junio de este año. Es de naturaleza antropológico- filosófica.

Es sabido en la reflexión  antropológica y psicoanalítica que existe en el ser humano una energía  volcánica difícilmente controlable por la razón. Algunos la llaman libido, otros élan vital, algún otro principio esperanza. Tenemos que ver con una energía de construcción y de destrucción, con un caos original que puede ser caótico y generativo. Todo el trabajo de la cultura, de las leyes, de la religión y de la ética es crear una salida para que esa energía pueda fluir y ser regulada de manera que su aspecto constructivo prevalezca sobre el destructivo. El equilibrio es tenue.  En todo momento y en cada situación esa energía está presente, burbujeante y tratando de salir y hacer su curso histórico. La cultura, la religión, la ética y las leyes construyen un acomodo existencial donde esta energía encuentra cierta estabilidad y equilibrio.

Pero cada acomodo participa de la falta de plenitud y de la vulnerabilidad de todo lo que existe. Poco a poco su capacidad de regulación se debilita hasta desmoronarse.  Entonces, por un momento, las barreras del río se rompen, las márgenes son rebasadas  y las aguas  buscan un nuevo lecho.

Grandes  analistas de la dinámica de las transformaciones, como Toynbee, Jung y Freud entre otros, se detuvieron en este fenómeno. Es instructiva la lectura que hizo Freud en 1930, en plena crisis mundial económica y financiera, semejante a la de hoy, en su famoso escrito “El malestar en la cultura” (Das Unbehagen in der Kultur). Abandonó el rigor científico aplicado al psicoanálisis y, para asombro de sus seguidores, abordó temas culturales con agudo sentido de la observación.

En este escrito Freud demuestra la fuerza volcánica de esta energía vital y los límites de la razón al querer contenerla. Explícitamente dice que se trata de un choque de “dos fuerzas celestiales”: la fuerza de la vida (Eros) y la fuerza de la muerte (Thanatos). El libro termina con una  inconclusión: “El eterno Eros tiene que empeñar un gran esfuerzo para imponerse frente a su enemigo también inmortal (Thanatos), pero ¿quién puede predecir el éxito o la salida de este embate?” Con esta aporía concluye su reflexión.

Apliquemos esta comprensión al fenómeno de las calles en Brasil. Un acuerdo político-social fue construido por el PT,  a duras penas, contra una tradición elitista y antipopular de siglos. El PT significaba la cristalización del poder popular acumulado en las bases,  transformado ahora en poder político. Conquistó el lugar central de las decisiones de los destinos del país. Se presentaba como la respuesta a la pregunta que desde hacía décadas se discutía en los grupos y movía mentes y corazones: “¿Que Brasil queremos que sea  liberador para las grandes mayorías históricamente condenadas y ofendidas”?

Una vez en el poder, el PT  atendió las grandes urgencias populares desde siempre negadas o insuficientemente satisfechas.  Finalmente, la dignidad de los condenados a ser no- ciudadanos fue rescatada: pudieron comer, tener un mínimo de educación, de salud y de los beneficios de la modernidad, como luz eléctrica, acceso a la casa y al sistema bancario.  Es un hecho de magnitud histórica. La desigualdad social, nuestra mayor llaga, disminuyó en un 17%.

Pero después de 10 años este proyecto de inclusión ha alcanzado el techo. La ilusión del PT fue entenderse como la realización de Brasil que queríamos. Abandonó el trabajo en las bases y perdió organicidad con los movimientos sociales organizados que lo crearon. En las bases no discutieron más de política ni se soñaba con la construcción de un Brasil todavía mejor.

El pueblo, una vez despierto, quiere más. No le basta con salir de la miseria y la pobreza. Plantea otro Brasil, donde no haya contradicciones escandalosas como la actividad política impulsada por intereses, chanchullos y negocios, como la corrupción, fruto de la relación incestuosa entre el poder público y los intereses privados de los poderosos. Los privilegios de las élites gobernantes cuentan más que los derechos de los ciudadanos. Para ellas son las principales inversiones realizadas, quedando las sobras para las necesidades de la población. De aquí se explica la mala calidad del transporte público en las grandes  ciudades, abarrotadas  porque no se hizo  la reforma agraria, la sanidad precaria y la educación descalificada. Hay que añadir una burocracia estúpida, complicada, hecha para no atender las demandas del pueblo.

Las calles han sido ocupadas por la energía de la indignación. No se trata de veinte centavos, sino de respeto y de derechos negados. La misma destrucción de los bienes públicos es un  gesto de negación de un mundo que niega a las personas. Es decir, la disposición histórico-social ya no funcionaba. Se niega todo: el poder público, los partidos, cualquier sigla  de organización. Lo que está ahí tiene que cambiar. Es una sociedad en estado naciente, cuya centralidad debe ser la cosa pública, de todos.

No entender esta explosión es negarse a ver la realidad. No hacer los cambios exigidos  es permitir que la energía de lo negativo triunfe. Necesitamos mucho empeño para que el  “eterno Eros” garantice que el río social encuentre un nuevo lecho.

Leonardo Boff escribió:  Después de 500 años: ¿Qué Brasil queremos? , Sal Terrae 2000.

2 comentarios

  • oscar varela

     
    Por qué cantamos – Mario Benedetti
    http://www.youtube.com/watch?v=F7OUttB1vDc

    Si cada hora viene con su muerte
    si el tiempo es una cueva de ladrones
    los aires ya no son los buenos aires
    la vida es nada más que un blanco móvil

    usted preguntará por qué cantamos

    si nuestros bravos quedan sin abrazo
    la patria se nos muere de tristeza
    y el corazón del hombre se hace añicos
    antes aún que explote la vergüenza

    usted preguntará por qué cantamos

    si estamos lejos como un horizonte
    si allá quedaron árboles y cielo
    si cada noche es siempre alguna ausencia
    y cada despertar un desencuentro

    usted preguntará por que cantamos

    cantamos por que el río está sonando
    y cuando suena el río / suena el río
    cantamos porque el cruel no tiene nombre
    y en cambio tiene nombre su destino

    cantamos por el niño y porque todo
    y porque algún futuro y porque el pueblo
    cantamos porque los sobrevivientes
    y nuestros muertos quieren que cantemos

    cantamos porque el grito no es bastante
    y no es bastante el llanto ni la bronca
    cantamos porque creemos en la gente
    y porque venceremos la derrota

    cantamos porque el sol nos reconoce
    y porque el campo huele a primavera
    y porque en este tallo en aquel fruto
    cada pregunta tiene su respuesta

    cantamos porque llueve sobre el surco
    y somos militantes de la vida
    y porque no podemos ni queremos
    dejar que la canción se haga ceniza.

  • oscar varela

    Hola!

    ¡Excelente PLANTEO del ANÁLISIS!

    ¡Vamos todavía! – Oscar.