Nos agrada que jovenes profesores de Universidad, también en España, vuelvan a Marx para entender lo que, con gran descaro, sin complejos, está pasando ante nuestros ojos en ese proceso insaciable de acumulación de capital,que está empobreciendo el sur de Europa y resucitando prácticas de esclavitud laboral que creíamos desaparecidas desde los tiempos de Dickens y la ley del bronce del salario que formuló David Ricardo. Con Márx o con sentido común este artículo ayuda a abrir los ojos.
La contrarrevolución de los ricos
Por Pablo Iglesias Profesor en la Universidad Complutense
Publico.es, 02 jun 2013
Los liberales dicen que las políticas redistributivas y la igualdad conducen al totalitarismo y que es mejor trabajar por 500 euros al mes que no tener nada. Al fin y al cabo si tu “productividad marginal” es de 500 euros pues no mereces más de 500 euros. Esta es la libertad: contratos libres entre individuos libres. ¿Para qué hacen falta entonces sindicatos? ¿Por qué debe haber absurdas regulaciones del Estado que limiten la capacidad contractual de las partes? ¿Qué es eso de un salario mínimo, como dice el Banco de España?
Pero sigamos haciendo cuentas que, al fin y al cabo, como decía Brecht, nos va a tocar pagarlas a nosotros. ¿Qué hace falta para que alguien esté dispuesto a ganar 500 euros al mes trabajando a jornada completa? Pues lo mismo que hace falta para que una mujer migrante esté dispuesta a trabajar practicando felaciones en la economía sumergida por 10 o 20 euros: necesidad y miedo, nada más que eso. Y ¿saben cómo se construyen la necesidad y el miedo? Pues es bien sencillo, asegurando que el paro sea siempre una amenaza y recortando las prestaciones y las ayudas sociales.
¿Comprenden ahora por qué el Gobierno y los grandes empresarios celebran los resultados de las reformas laborales de Rajoy y de Zapatero? Precisamente porque al tiempo que aumenta el paro (casi un millón de personas en 2012), las reformas facilitan el despido y la reducción de los salarios. Vayamos a las cifras. En 2012 las grandes empresas han aumentado sus beneficios en más de un 40 por ciento y, por primera vez, la distribución del PIB entre grandes empresarios (en forma de excedentes) y trabajadores (en forma de salarios) ha favorecido a los primeros. De nuevo, de las cifras brota sangre. Que en la distribución del PIB los empresarios ganen y que se contengan los salarios gracias al paro y a las reformas laborales tiene un nombre: lucha de clases y está claro qué clase va ganando la batalla. No lo digo yo, lo dijo el multimillonario Warren Buffett.
Toca preguntarse, por último, quienes son los que insisten en que hay que trabajar más y cobrar menos (menos incluso de lo establecido por el salario mínimo). Son los que tienen aviones privados, los que pueden llenar sus piscinas con champán y los que hacen donaciones, legales o ilegales, en sobres o en maletines, a la casta política gobernante. Pero esa casta política que decide (y que hace sangre) no predica con ejemplo. Manglano reconocía ayer que cobraba 100.000 euros al año cuando era consejero (le parecía mal que los ciudadanos financien con impuestos las universidades pero no le debía parecer tan mal que le pagaran su sueldo); los jóvenes del PP cuando son contratados como secretarios o asesores no bajan de los 50.000; Alicia Sánchez Camacho, la salvadora de España en Cataluña, se mete 180.000, el marido de Ana Mato se fue del PP con una indemnización de 130.000 y así podríamos seguir llenando folios de los que no pararía de brotar sangre.
Todos los informes disponibles señalan que la desigualdad ha aumentado con la crisis. ¿Qué es la crisis? Pues hasta el momento, la mejor oportunidad para que los ricos hagan su contrarrevolución destruyendo todas las conquistas históricas de los trabajadores, que tomaron la forma de derechos sociales.
La triste lección de los últimos dos siglos es que la necesidad y el miedo son los dispositivos políticos decisivos en esa lucha entre los de arriba y los de abajo que configura los sistemas sociales. Por eso a la victoria de los de abajo se le llama democracia y requiere que el miedo y la necesidad cambien de bando. Solo así de las cifras dejará de brotar la sangre de los de abajo.
La estrategia a aplicar en la circunstancia de Europa, Oscar, es muy diferente de la que tuvisteis que aplicar vosotros ene vuestra circunstancia. Los mercados han aprendido la lección de lo que hicieron con vosotros, y han perfeccionado sus estrategias. Más que decirnos “vamos españoles todavía” tal vez deberías decirnos “vamos europeos todavía”. Pero es cierto que la solución está en poner freno a los desmanes del neoliberalismo, de los mercados, del capitalismo financiero…
No sé, tengo la impresión de que Atrio se debate hoy entre dos lenguajes y dos universos, el de la oración, los gestops papales y las historias vaticanas, y este otro de este hilo un tanto desconectado del anterior. El papa nos dice “rezad”, y vos, Oscar, nos decís “poned freno a los que os están apretando el garrote vil”. Nos hablan del Santo Oficio “in illo tempore” y del capitalismo de “in isto tempore, nunc et in hora mortis nostrae…”
¿A qué carta nos quedamos? ¿Podemos acercar a Jesús de Nazaret a este mundo de los recortes, el robo a mano armada a los pobres, podemos entirlo cerca de nosotros, entre nosotros?
Hola!
Me parece estar viendo una Peli filmada en Argentina década del ’90
Aprendimos, entonces, que “el único límite a los ajustes es el freno de los ajustados”
¿Hay otra manera de hacer una tortilla que no sea “romper huevos”?
¡Vamos españoles todavía! – Oscar.