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Pan y vino en memoria de Jesús

ArregiDéjame que te hable de la misa. No, déjame que te hable de algo más simple, de la simple comida. Y déjame decirte que cada vez que comes y bebes, comulgas con el otro, con la Tierra, con todo el Universo. Y que cada bocado que masticas y cada gota que sorbes es un gesto sagrado: comulgas con el Todo o el Ser o la Vida. Comulgas con la gran Comunión o el Misterio de Dios. Vivir es convivir. Ser es interser.

Eso es cada comida, y la misa no es otra cosa. La misa no es nada más, porque no puede haber nada más grande que una simple comida. Lo simple es lo pleno. Lo ordinario y natural es lo más sagrado. Cada vez que comes, hazlo con profunda gratitud y veneración a lo que comes, y compasión por los que no pueden comer.

Así comía Jesús de Nazaret. Su religión es la religión de la comida, aunque la verdad es que él no fundó ninguna religión, e incluso rompió con su propia religión en todo aquello que impedía comer a todos con todos, que imponía ayunos, declaraba impuros algunos alimentos y prohibía compartir la mesa con los llamados pecadores, que casi siempre eran los pobres. Alguien ha escrito no sin razón que a Jesús le mataron por su modo de comer; es que al comer anulaba las fronteras entre los santos y los pecadores, lo puro y lo impuro, lo sagrado y lo profano. Algo intolerable. Los dirigentes religiosos y la gente de bien le llamó “comilón y borracho, amigo de pecadores”.

Jesús soñaba y anunciaba otro mundo necesario y posible, y lo llamaba “reino de Dios”. Y, para explicar cómo iba a ser ese otro mundo en este mundo, no se le ocurrió cosa mejor que organizar una alegre comida en el campo: cada uno llevó y compartió lo poco que tenía y todos se saciaron y aun sobró mucho.

Él pensaba que el “reino de Dios” o el mundo nuevo en este mundo –una gran mesa con abundante pan y sin ningún excluido– era algo inminente. Pero las autoridades religiosas y políticas no estaban por la labor, y el proyecto de Jesús fracasó. Pero Jesús no dejó de esperar contra toda esperanza. Y al presentir lo peor, siguió soñando en lo mejor y organizó con sus amigas y amigos más cercanos una cena de despedida y esperanza, y al partir el pan y pasarles el vino les dijo: “Recordadme en el pan y el vino. Y cada vez que comáis y bebáis juntos, reavivad la esperanza del mundo nuevo, y construid el mundo que esperáis. Cada vez que lo hagáis, yo resucitaré, vosotros os transfiguraréis y el mundo se transformará en Comunión”.

Así hicieron sus seguidores después de que el maestro fuera crucificado como un malhechor. El primer día de la semana, que luego se llamó domingo o “día del Señor”, se reunían en las casas, oraban juntos, recordaban el mensaje de Jesús, comían pan, bebían vino, resucitaba la Vida. Y a eso llamaban “cena del Señor” o “fracción del pan”. Todo era muy simple, y no hacía falta sacerdote ni consagración.

Siglos después, todo se fue complicando. La casa se convirtió en templo, la comida en “sacrificio”, la mesa en altar, la gracia en obligación. E instituyeron sacerdotes para presidir y hacer la consagración del pan y del vino, como si éstos no fueran sagrados de por sí. Y lo llamaron “misa”, pero esto no estuvo mal, pues “misa” significa misión. “Ite missa est”, se decía al final: “Id en paz. Es la hora de la misión”.

Es hora de que volvamos a lo más sencillo y pleno, más allá de cánones y rúbricas y presidencias sacerdotales que nada tienen que ver con Jesús. Basta que nos reunamos dos o más en una casa cualquiera o en cualquier ermita libre, para recordar a Jesús, compartir la palabra, tomar pan y vino, resucitar la esperanza, mientras los pájaros cantan. Si te sientes triste, Jesús te consuela. Si te sientes alegre, Jesús es tu alegre comensal. Y no importa que el pan sea de trigo, de maíz o de centeno, ni si el vino es de uva, de cebada o de arroz. Lo que importa es que sea fruto de la tierra y del trabajo, sacramento de la vida y del mundo nuevo. Ésa es la misa verdadera, la verdadera misión.

PARA ORAR

      PRIMERO SEA EL PAN

      Primero sea el pan
      después la libertad.
      (La libertad con hambre
      es una flor encima de un cadáver).

      Donde hay pan,
      allí está Dios.
      “El arroz es un cielo”,
      dice el poeta de Asia.
      La tierra
      es un plato
      gigantesco de arroz,
      un pan inmenso y nuestro,
      para el hambre de todos.
      Dios se hace Pan, trabajo para el pobre,
      dice el profeta Ghandi.

      La Biblia es un menú de Pan fraterno.
      Jesús es el Pan vivo.
      El universo es nuestra mesa, hermanos.

      Las masas tienen hambre,
      y este Pan es su carne,
      destrozada en la lucha,
      vencedora en la muerte.

      Somos familia en la fracción del pan.
      Sólo al partir el pan
      podrán reconocernos.
      Seamos pan, hermanos.

      Danos, oh Padre, el pan de cada día:
      el arroz, o el maíz, o la tortilla,
      el pan del Tercer Mundo (Pedro Casaldáliga)

    7 comentarios

    • osvaldo parma trejo

      me gustó mucho josé.
         es la vez que mejor entendí lo de  ir en misión al final de la misa.
         antes me sonaba como un deber, no sé porqué vacío de contenido. sería a caso por la gente que lo explicaba.
         fuerte abrazo.
         no decaigan nunca los profetas, nuestra sal/

    • Gracias, Arregui, ¡cuántas verdades nos regalas sencillamente!.-Confieso que desde siempre he sido lector de Teilhard como tú, y te voy a recordar dos citas tomadas de “Escritos en tiempos de guerra” Taurus 1966.
      – “A Dios se llega a través del mundo porque es Él quien constituye la Materia” Pág. 438
      – “Un día vino Alguien, señaló la materia y dijo:”Este es mi cuerpo” El mundo y Jesús no difieren porque son de la misma realidad material”. Pág 454

    • pepe sala

      A estas ” misas” me apunto yo también…
       
      Cuando vivía en el pueblito ( Valmeo-Picos de Europa) tenía unos vecinos que pasaban más necesidades de comida que nosotros. ( ya es decir…)
      La buena señora, madre de una larga prole, se las apañaba como podía para repartir el poco PAN ( hogazas grandes que duraban perfectamente una semana sin ponerse duras.) Cierto día escuché la conversación siguiente a la hora de la comidad:
       
      — “” Toma, fiyu, esti zoqueti que por elli me verás.”
      — ” Dámelu, madri, más gordu aunque no te vea más”
      ( Aclaración semántica: “Fiyu” significa hijo.  “Zoqueti” significa trozo.  En Liébana se hablaba un dialecto muy parecido al Bable asturiano)
       
      Los tiempos no estaban para sentimentalismos, según parece y se me cae el alma pensando que ” el hambre nunca desaparece, simplemente llama a diferentes puertas”
       
      La ” misa” que propone Arregui es mucho más divertida y SOLIDARIA que la tradicional. Yo hago las tortillas, que tengo buena mano y sobrada experiencia, jejeje…
       

    • ana rodrigo

      La obviedad de que cuando dejamos de alimentar el cuerpo o lo hacemos inadecuadamente, el cuerpo morirá en el primer caso y se debilitará en el segundo caso, nadie lo va a discutir.
       
      Pero los seres humanos no solamente tenemos actividad corporal, tenemos una serie de actividades de pensamientos, decisiones, emociones, que condicionan nuestros actos.
       
      Pues esta lectura de Arregui (gracias) nos pone en las dos vertientes. Para las y los cristianos que llenamos de contenido esa reunión de personas que compartimos un mismo proyecto de vida, la eucaristía es un buen momento para utilizar el pan y del vino como metáfora de la vida en su sentido amplio: alimento del cuerpo, corresponsabilidad en que todos los seres humanos tengan alimento para vivir, y, asimismo, como metáfora de alimentar eso que llamamos nuestro “espíritu”.
       
      La referencia al Evangelio en la que se nos transmiten actitudes y valores, el activar determinadas actitudes en positivo, y recordarnos que hay valores que no podemos archivar en la inoperancia, a mí personalmente, me va alimentado esa idea de que el ser vivo que no se alimenta se muere o se debilita. Ya sé que hay otras fuentes de alimentación “espiritual”, pero yo hablo de una de las que yo me alimento además de otras de distinto origen pero que conducen al mismo fin, la humanización individual y la colaboración en la humanización de la colectividad.
       
      Destripar el término humanización sería objeto de otra reflexión interesantísima en la que todos y todas podemos ir haciendo aportaciones.
       
      Y, como creo que es una reflexión para cristia@s nada de esto tiene que ver con que si los obispos, los cardenales y demás personajes hagan o dejen de hacer desde su órbita de poder y, menos con el cura de turno. El tema de Jesús y su Evangelio, es otra cuestión, y quien quiera aprovecharla está ahí, la oferta es para quien la acepte, para quien no lo haga, pues que siga su camino. Hay muchos caminos de realización personal, siempre en la línea de hacer el bien a uno/a misma y a los demás.

    • Ramón salaberria

      Me admira que un gesto tan bondadoso y sencillo, tenga una capacidad rebelde tan grande. Gracias por tu mensaje

    • Gracias por tu columna. Un llamado a la reflexión y edificación.
      Abrazos.

    • La común-unión de todos, bello lo que escribes.