La tercera opinión es de Féliz Azurmendi, cura de Gipúzkoa, de 63 años, con una honda trayectoria en pastoral y en espiritualidad. La persona que me ha enviado este artículo suyo, publicado en noticias de Gipuzkoa el 29 de marzo como “un señor excepcional, un místico con mucho sentido común“. El clero gipuzkoano lo eligió Vicario General en tiempos de Juan María Uriarte. Al llegar Munilla se retiró. Pero rompió el silencio hace un año con un artículo muy duro pidiendo explicaciones por los ataques contra José Antonoo Pagola. Ahora piensa así de lo que puede ser la auténtica renovación con el Papa Francisco.
Signos de identidad
por Félix Azurmendi
Se respira aire fresco en la Iglesia Universal. La elección del papa Francisco ha suscitado alegría y esperanza. No solo en el interior de la Iglesia. Me ha resultado sorprendente comprobar que, con unos cuantos gestos de humildad, sencillez, naturalidad y respeto ha conquistado los corazones de tanta gente y ha suscitado esperanza dentro y fuera de la Iglesia. Se habla de él con entusiasmo en círculos cristianos, en sociedades gastronómicas o entre los que, tras una larga gaupasa, amanecen el domingo tomándose un café en la tempranera panadería-cafetería. Soy también plenamente consciente de que no ha todos les ha gustado esta “sorpresa”. Algunos acaso esperaban más “continuismo” y menos novedad y otros, quizá, no pueden soportar que la Iglesia cambie de verdad. Lo ocurrido con el papa Francisco solo se explica desde el ansia de autenticidad que se respira social y eclesialmente.
Hace tiempo que me pregunto sobre lo auténtico y lo inauténtico. La coherencia interna reclama de nosotros vivir en la verdad. ¿Dónde está la autenticidad? ¿Cuáles son sus signos? Vivo convencido de que estamos atravesando una época de transición -algunos hablan de un “cambio de época”-, que reclama de nosotros autenticidad, responsabilidad y coherencia, a nivel social y eclesial. Hay mucha gente, muchísima, que está hastiada y decepcionada de la mediocridad, hipocresía, manipulación y mentira de los políticos, “dueños” del dinero y eclesiásticos que crean mundos “virtuales”, aparentemente verdaderos que, en realidad, ocultan una radical mentira. Pero a la gente siempre le queda la posibilidad de no creerse esas mentiras, desvincularse afectiva y efectivamente de las instituciones, sean religiosas o civiles, instalándose en el escepticismo y la decepción.
Existe ansia y necesidad de autenticidad y verdad y cuando se vislumbran sus señales, “cargamos la pilas” y comenzamos a respirar con una nueva expectativa, alegría y esperanza. Queremos aire fresco y sano.
Hoy se busca autenticidad: en la vida espiritual y la vida cristiana, en la vida política, económica y laboral, en las relaciones personales y la vida familiar. ¿Cuáles son los signos y las fuentes de la autenticidad? Me fijo en el papa Francisco, reflejo de lo auténtico a ojos de cantidad de personas, lo cual no sucede con muchos miembros de la Jerarquía eclesiástica que, si somos sinceros, hemos de reconocer el desprestigio y el descrédito que les acompaña. ¿Por qué este cambio?
Lo ocurrido con el papa Francisco solo se explica desde el ansia de autenticidad que se respira social y eclesialmente
La autenticidad no reside en la Iglesia. Lo que da autenticidad a la Iglesia es su fidelidad al Evangelio de Jesús
En primer lugar por su modo de presentarse a la Iglesia y al mundo: sencillo, humilde, natural y cercano. La “máxima” autoridad de la Iglesia se muestra sin imponerse, respetuoso, pidiendo una oración, sin parafernalias. Ello ha provocado inmediatamente una reacción de adhesión y sintonía por parte del pueblo de Dios. La adhesión, en un mundo adulto y libre, ni se regala ni se puede imponer. Solo quienes tienen verdadera autoridad personal la conquistan sin dificultad. ¡Qué extraordinaria definición del “poder” del Papa!: consiste en servir, ser custodio de todos.
La autenticidad en la espiritualidad consiste en reorientar la vida hacia Dios y situarnos en el corazón de la fe y del Evangelio. La autenticidad espiritual que nuestro mundo reclama no consiste en volver hacia atrás, recuperando devociones de épocas pasadas o teologías obsoletas para nuestra cultura. Da la impresión de que algunos se empeñan en encerrar la vida cristiana en moldes y parámetros rancios y anacrónicos. El papa Francisco ha propuesto con su nombre a toda la Iglesia la figura de San Francisco de Asís. Es todo un programa de futuro. No se trata de “imitar” a San Francisco, sino de tomar como referencia lo que él hizo y han de hacer todas las generaciones de la Iglesia, en particular en épocas de cambios radicales: volver, no a devociones, sino al Evangelio de Jesús “sine glossa”, y subrayar de modo práctico una identidad evangélica: simplicidad y pobreza. Es lo que los grandes santos y santas han hecho en épocas de transición. La renovación y los caminos nuevos nacen del corazón de la fe.
Hay muchos que han visto en el papa Francisco una nueva fuerza de renovación en la Iglesia y ha recuperado la esperanza y la alegría. Se vuelven a escuchar las palabras de Cristo a Francisco de Asís: “renueva mi Iglesia”. También en nuestra época, para que la Iglesia sea en verdad la Iglesia de Jesús, necesita renovarse. Creo que la sociedad y la cultura de hoy no esperan ni reclaman de nosotros que cambiemos el mundo. Entre otras cosas porque lo hemos de hacer entre todos, creyentes y no creyentes, hombres y mujeres de buena voluntad. Lo que nuestro tiempo y nuestra cultura piden es que seamos auténticos, sin aditamentos extraños. Y la autenticidad no está en el poder dominador ni en la posesión exclusiva de la verdad. No por lo menos la autenticidad que el mundo va a aceptar. Lo que da autenticidad y originalidad al poder es el servicio humilde al hombre y a la mujer.
La autenticidad no está en la doctrina. Lo que da autenticidad a las enseñanzas es la coherencia con las que son vividas y su capacidad y potencialidad de sentido hoy. Por ello la autenticidad no consiste en vivir a la defensiva o al ataque, combatiendo lo que se considera un “error”. Lo que da autenticidad a la propia identidad es la libertad con la que es vivida y la escucha y acogida de quienes piensan diferente. La autenticidad está en el diálogo.
La autenticidad no reside en la Iglesia. Lo que da autenticidad a la Iglesia es su fidelidad al Evangelio de Jesús, que es la Raíz de la vida cristiana. La autenticidad no se halla en unos ritos perfectos pero esclerotizados, costumbres y celebraciones, vestimentas y signos exteriores, sino en la práctica diaria del amor y el trabajo por un mundo más fraterno y justo. La autenticidad no consiste en una obediencia sumisa ni en una rebeldía sistemática dentro de la vida eclesial y social, sino en el diálogo, la escucha mutua, el discernimiento comunitario y el respeto mutuo. La autenticidad está en la comunión, que no es unidireccional, de “abajo” hacia “arriba”; no se halla en los vértices del poder ni en los encuentros multitudinarios sino en lo humilde y lo pequeño. Consiste más bien en colocarse “abajo”. La autenticidad reside en Jesucristo que no “hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se rebajó de su rango haciéndose uno de tantos”.
Estamos en el corazón de la Semana Santa. Mirando las actitudes y palabras de Jesús, sus gestos y comportamientos, descubrimos los rostros de la Autenticidad. Ojalá nuestros rostros reflejen el Suyo. Ojala el papa Francisco nos enseñe a hacerlo así.
que bueno constatar que hay espacio y lugar para tod@s en este inmenso mundo. que el camino de la Resurrección de Jesus es incluyente y propositivo: conversion,humildad, sabiduría del Espíritu y compromiso de servicio es un itinerario de vida y de amor compartido con tod@s l@s que tienen buena voluntad. Gracias por tener este espacio donde poder conocer, compartir y enriquecer nuestro diario vivir de seres libres, desde el respeto a la diferencia.
“Lo que da autenticidad a la Iglesia es su fidelidad al Evangelio de Jesús”, dice Azurmendi
Pero Jesús no escribió ni mando escribir ningún evangelio, ni probablemente usó jamás esta palabra evangelio, y menos para referirse a lo que él decía. No existe un Evangelio de Jesús.
Al oírle a un cura decir Evangelio de Jesús, la gente entenderá que se refiere a los cuatro evangelios canónicos como si fueran uno sólo, todos un solo evangelio, desde el principio de Mc al final de Jn (los Hechos, aunque son de Lc (segunda parte), no sé ya si son evangelio o no.
Habrá que concretar por qué la ICR de hoy no es fiel a ese evangelio, a los cuatro evangelios, y qué tiene que hacer para serles fiel, y tener por tanto autenticidad, la ICR.
Se diría que tras exigir fidelidad al evangelio de Jesús, el cura Azurmendi iba a decir que el papa Francisco ha propuesto a toda la ICR la figura de Jesús. Pero no, dice que ha propuesto la figura de Francisco de Asís: tomar como referencia lo que hizo Fco. de Asís y han de hacer todas las generaciones de la Iglesia : volver al evangelio de Jesús sine glossa (sic) y subrayar de modo práctico una identidad evangélica: simplicidad y pobreza.
Pero al final nos dirá Azurmendi que mirando las actitudes y palabras de Jesús, sus gestos y comportamientos, descubrimos los rostros de la Autenticidad. (NO distingue entre palabras y actitudes de Jesús y palabras y actitudes puestas en Jesús por el evangelista de turno como si fueran de Jesús, por ejemplo tú eres Pedro y sobre esa piedra edificaré mi iglesia y lo que retuvieres en la Tierra será retenido en el cielo; y cosas así).
La renovación y los caminos nuevos nacen del corazón de la fe, dice Azurmendi. Yo hubiera dicho del amor (los no creyentes se supone que no tienen fe), pero bueno, al parecer Azurmendi habla sólo para los católicos, a los cuales la fe se les supone. Aunque más abajo dirá: La autenticidad se halla en la práctica diaria del amor y el trabajo por un mundo más fraterno y justo.
Bueno, para esta autenticidad no hace falta ni fe ni ICR: los no creyentes también practican a diario el amor y el trabajo por un mundo más fraterno y justo. ¿Qué añaden pues la fe católica y la ICR, para qué sirven?
Lo que da autenticidad y originalidad al poder es el servicio humilde al hombre y a la mujer. O sea, el servicio humilde a todo el mundo mundial. ¿Qué servicio humilde te va a dar a ti y a tu familia la ICR renovada de Bergoglio, Pepe Sala? ¿Y a mí?
La autenticidad está en el diálogo, la escucha mutua, el discernimiento comunitario y el respeto mutuo. La autenticidad está en la comunión, en lo humilde y lo pequeño. Consiste más bien en colocarse “abajo”.
La autenticidad reside en Jesucristo que no “hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se rebajó de su rango haciéndose uno de tantos”. Pero si Jesús ni se imaginó siquiera en toda su vida que fuera dios (porque nunca lo ha sido).
En conclusión: para la autenticidad que dice Azurmendi se halla en la práctica diaria del amor y el trabajo por un mundo más fraterno y justo, no nos hace falta ni ICR ni fe ni evangelios ni Jesús.
En todo caso yo me alegro muchísimo del fenómeno Bergoglio y ojalá las elevadas expectativas que se están poniendo en él se vean alcanzadas por la praxis, e incluso superadas.