Hoy, Viernes Santo, es día para hacer memoria de los Cristos torturados y asesinados por gobernantes que se lavaban las manos, excusándose en instigación o silencios de las autoridades religiosas. España y Argentina, junto a otros muchos paises, tienen heridas abiertas, un episcopado con memoria selectiva y una derecha que intenta ahora justificar sus pasados crímenes, poniéndoseluciendo banderas vaticanas en el banquillo de acusados. Es la hora de salir de un lenguaje ambiguo para proclamar, con palabras y hechos concretos, la condena cotra todos los ressponsables de recientes crucifixiones de Cristo, incluidas las víctimas de la actual dictadura del neoliberalismo. Teresa Tumini nos envía un texto que habla de ello y queremos destacarlo en este día, alegrándonos de que cada vez esta gran mujer vaya ocupando el hueco que nos dejó su amado Joxemaria. [Imagen de Maximino Cerezo.]
Amigos de ATRIO:
Yo podría suscribir este artículo del muy respetado Mempo Giardinelli.
Además de todas las sensatas reflexiones que hace, te lo envío por las referencias a Horacio Verbitsky, cuyo desagravio me interesa especialmente. [Posteriormente Teresa nos ha enviado este vídeo de Verbitsky].
Cordialmente
Teresa Tumini
El papa Francisco, las esperanzas y los gestos
Por Mempo Giardinelli, Miércoles, 27 de marzo de 2013.
Mientras en el mundo todo era sorpresa, alegría y beneplácito, en contrapunto circulaban las conocidas denuncias sobre quien hasta hace dos semanas era el porteño cardenal Jorge Bergoglio y ahora es el papa Francisco.
En ese contexto algunos preferimos la prudencia del silencio momentáneo, entre otras razones para eludir no las cataratas de textos emotivos y sinceros, sino el exceso de lugares comunes y opiniones oportunistas con que también fue recibido en la Argentina el nuevo jefe supremo de la Iglesia Católica universal.
En este país, después de superado el inicial, pequeño fervor nacionalista, y acalladas las voces de ciertos actores políticos cuyos acomodamientos siempre producen vértigo, es tanto un derecho como un deber recordar ante todo que el marco imprescindible para evaluar al nuevo papa, por su origen argentino, es recordar que el 24 de marzo de 1976 se instaló aquí la más brutal y sanguinaria dictadura cívico-militar-religiosa-empresaria.
Y decirlo así no es faltar a la verdad, sino distinguir a dirigentes civiles democráticos como Raúl Alfonsín u Oscar Alende, religiosos abnegados y solidarios como Enrique Angelelli o Carlos Mugica, y empresarios como José Ber Gelbard, Carlos Heller y algunos más.
En ese marco, es un hecho que la lucha por los derechos humanos define el presente de este país, cuya historia reciente no ha sido ni es otra cosa que una lucha permanente por la Verdad, la Memoria y la Justicia. Cada uno en su actividad o profesión, y muchos y muchas en los organismos, así se construyó y construye nuestra democracia.
Esa lucha consecuente es también la tarjeta que habilita moralmente a intelectuales como Horacio Verbitsky, Horacio González y tantos más, cuyas trayectorias han sido coherentes y basadas en la investigación, el rigor académico y un coraje cívico ejemplares. Esas cualidades que caracterizan también a Estela de Carlotto, Hugo Cañón, Laura Conte y decenas de emblemáticos luchadores/as por los derechos humanos, los autorizan a esperar del flamante papa pronunciamientos hasta ahora aguardados en vano.
Y es que él como pastor y la Iglesia que condujo nunca se pronunciaron públicamente para señalar a los responsables de la tragedia argentina. Tampoco condenaron las desapariciones forzadas de personas ni las apropiaciones de niños y otras atrocidades, y nunca convocaron ni recibieron a los organismos de derechos humanos. No es otra cosa que esa ajenidad militante del otrora cardenal Bergoglio lo que se ha cuestionado en estos días. De ahí que resulte grotesco que algunos periodistas y grandes medios de este país cuestionen ahora a un investigador periodístico como Verbitsky, que ha hecho de su vida un puro ejercicio de memoria.
En este punto también es imperativo saber leer la actitud del gobierno nacional, que seguramente evaluó, y con razón, que era infantil embarcarse en un enfrentamiento absurdo. La Presidenta hizo entonces lo que era políticamente más aconsejable: entender a toda velocidad que Bergoglio dejaba de ser un duro opositor, para ser desde ahora Francisco, un jefe de Estado con presencia e influencia universal.
Es sabido que la jerarquía eclesiástica argentina y latinoamericana es conservadora, y en eso no hay fisuras. De hecho, cuando se las permiten, no es por tolerantes sino por pragmáticos. Son inflexibles en la condena a quienes cuestionan dogmas y en la satanización de los homosexuales; en la subvaloración de la mujer, la tolerancia a las desigualdades y la inclinación a ciertas inquisiciones. Por eso seguirán en contra del matrimonio igualitario, la anticoncepción de emergencia y el aborto seguro y no punible, mientras seguramente curas deplorables como Von Wernich y Grassi continuarán siendo protegidos. De igual modo es previsible que el nuevo alineamiento papal contra la pobreza consistirá en acciones piadosas frente a las consecuencias, pero no en luchar contra las causas y sus responsables. Y nada indica que el Vaticano se abrirá a otros grandes temas pendientes, como el celibato.
Pero aunque todo sea así, al menos en el caso argentino es esperable que el papa Francisco repudie de una vez, y públicamente, a la última dictadura argentina y a sus cómplices civiles, empresarios y religiosos. ¿Por qué no pensar, incluso, que los reparos a la cuestionable conducta de las jerarquías católicas argentinas de por lo menos los últimos 40 años, en esencia no han buscado otra cosa que inspirarlo para que produzca un suave pero decisivo viraje?
De hecho tuvo una oportunidad de oro cuando los genocidas celebraron la fumata colgándose escarapelas del Vaticano y a los gritos. Con sólo un gesto hubiera podido despegarse de semejantes aplaudidores, pero no lo hizo.
Y tampoco la Iglesia argentina se pronunció esta semana frente a los ataques a la Comisión Provincial de la Memoria en La Plata y en Bahía Blanca, la agresión a la estatua de Rodolfo Walsh en Neuquén o la brutal golpiza a un joven en San Isidro al grito de “ser homosexual es pecado”.
Seguramente Francisco no podrá hacerlo todo para reposicionar a su Iglesia, pero no hay que perder las esperanzas de que produzca algunos gestos concretos. Ojalá. Porque de lo contrario seguirán resonando los viejos clarines, es decir la estridencia de los mismos, viejos, cómplices silencios.
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Hola Rodrigo!
Te leo:
– “poco creíble la acusación de Oscar Varela de que Horacio es un agente de la CIA.“-
Te respondo:
Estimo que tenés razón.
¡Gracias!
Un poco “descangallado” ¿cómo seguir yendo todavía, no? – Oscar.
Durante muchos años se ha reconocido y respaldado aquí en Atrio el proceso social que ha llevado al banquillo de la justicia a los dirigentes de la dictadura argentina.
Si ésto fue juidicamente posible, es gracias a la anulación de las leyes de obediencia debida y punto final.
Si la anulación de las leyes de obediencia debida y punto final fue juidicamente posible, fue gracias a las demandas judiciales presetadas y lidereadas por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).
El CELS tiene un enorme reconocimiento en la comunidad internacional de derechos humanos por sus aportaciones no sólo en este tema (aportaciones que sirvieron de vanguardia legal y modelo para iniciativas similares por toda latinoamérica), sino también por sus aportaciones en el ámbito de la justiciabilidad de derechos económicos, sociales y culturales; entre otras.
El presidente del CELS desde 2000 es Horacio Verbitsky.
Dato que quizá ignoren las personas que participan en ATRIO, y que vuelve poco creíble la acusación de Oscar Varela de que Horacio es un agente de la CIA.
Habrá aspectos en que yo difiera de la posición actual de Horacio sobre el involucramiento de Bergoglio en el caso Yorio/Jalics. Los he manifestado ya. Pero me parece terriblemente lamentable la acusación de ser un agente de la CIA. En esto del desagravio a Horacio concuerdo completamente con Tere Tumini. Pero claro, permanezco abierto a conocer la información que Oscar afirmó que tenía para respadar su acusación (aunque cuando le fue solicitada por X. Gundín, no respondió)
Frente a una gran desesperanza cualquier rayo de luz es bueno. Creo en la sinceridad del Papa Francisco.
Hola!
Yo no podría suscribir el todo de este artículo del muy respetado Mempo Giardinelli.
¡Voy todavía! – Oscar.
Es la Verdad, como en el caso del Pedro cobarde y negador, pero arrepentido ya con amargo lloro, la que Libera y pone las cosas en su sitio.
Jesús fué a la cruz, independientemente de lo de Pedro esta noche.
A él también le llegaría su hora de cobrar la misma medida de parte de los poderes romanos cuando no se doblegó ante ellos.
Pero en el entre tiempo, Jesús le miró, le dio la paz y se fió de su amor liberado de toda cobardía y falsedad.
Nada nuevo bajo el sol.
Confiemos en que el pasado tiene remedio para el futuro a condición de que las heridas puedan cicatrizar por no quedar falsamente cerradas.
Que Francisco no desperdicie el tiempo en que todo esto puede quedar cicatrizado.