Giovanni Franzoni fue Abad de la Abadía Benedictina de San Pablo en Roma. Asistió como padre conciliar a la última sesión del Concilio. Respondiendo a su espíritu renovador y a su responsabilidad como párroco del barrio obrero próximo a la abadía se comprometió a fondo con la comunidad de base allí radicada, habiendo tenido que dejar de ser abad e incluo benedictino por su compromiso con la comunidad y con la clase obrera en todos los numerosos conflictos que desde el Concilio hasta hoy se han producido en Roma y en todo el mundo. Hoy expresa también su opinión sobre el trance que atraviessa la Iglesia.
Probablemente a pocos les importa lo que pienso acerca de la renuncia del Papa. He tenido que responder muchas veces a las solicitudes de los periodistas sobre la interpretación del hecho, sobre la posible sucesión y otras curiosidades de interés general y me he cansado de decir que creo que el problema no es el Papa – que sea eficiente, o que esté deprimido o que dimita– sino la institución misma del papado, algo que en cambio me parece que está totalmente ausente del interés general.
Aunque solo le interese a unos pocos, quiero aprovechar la oportunidad que me ofrece mi espacio en la revista Confronti para decir una vez más que el papado es una institución anticuada, expuesta a muchas contradicciones en su respuesta a las preguntas de la humanidad de hoy, objeto de presiones internas y externas para usar palabras o símbolos en favor de tesis o de grupos particulares y, sobre todo, ramificado en tantos «lobbies» que presionan sobre una figura (la del Papa) cada vez más frágil.
Desde este punto de vista, casi es inútil decir que no creo que la razón de la renuncia fuera su mala salud, porque quien acepta ser papa con casi ochenta años debe haber tenido en cuenta que podrá tener que enfrentar serios problemas de salud. Todos los que cubren con el velo de la salud su decisión de dimitir falsifican una brutal realidad: los problemas en torno al ejercicio del papado son tales que sólo el temor de más y peores escándalos puede haber causado lo que ha sucedido.
Sin lugar a dudas, vista desde fuera, la renuncia del Papa tiene, sin embargo, un efecto positivo: finalmente se desacraliza esta figura y aparece en toda su fragilidad. Los conflictos para conseguir poder en la Curia o en misiones diplomáticas son manejados por grupos de poder que no tienen nada que ver con el Evangelio y con la responsabilidad de transmitir un anuncio de fe a las mujeres y los hombres modernos.
Ninguno de estos grupos –masonería, ya sea católica o no católica, mafia, Opus Dei, Caballeros de Malta, Legionarios de Cristo, revisionistas del Holocausto– tiene un interés real en promover un servicio al anuncio de la Palabra, sino sólo en ampliar los tentáculos de su poder financiero, económico y jerárquico.
Si bien deploro el conservadurismo de los viejos católicos tradicionalistas, no extiendo a ellos esta sospecha de que no tienen preocupación en anunciar el Evangelio a la gente de hoy. Recuerdo, por ejemplo, que siendo muy joven leí con interés y estudié un libro del cardenal Siri, Curso de teología para laicos.
Así que hoy, preparándonos a esperar lo que posiblemente sucederá, un nuevo Papa, la única esperanza es que esté disponible para escuchar las demandas de participación y de corresponsabilidad dentro de la Iglesia.
A veces me viene un pensamiento loco: en el pasado también ha habido cardenales laicos. Si se esto pudo hacerse para honrar a las grandes familias de los patricios católicos, también podría hacerse para enriquecer el Colegio con el que el Papa se confronta y se aconseja antes de convocar los Sínodos. Esta ventana abierta en el Colegio de los Cardenales existe. Y a través de las ventanas abiertas pueden entrar moscones molestos pero – ¿por qué no? – también golondrinas.
Una vez, en el Concilio Vaticano II, un obispo de la India preguntó si para las tareas de alto nivel que pudieran ser encomendadas a los laicos (tales como la administración o las nunciaturas apostólicas) no podrían ser elevadas también las mujeres. Así, sin pasar por la difícil cuestión de la ordenación sacerdotal de la mujer –vista con recelo por las mismas feministas y detestada por los conservadores– el nuevo Papa fácilmente podría ampliar el Colegio de Cardenales a 50 mujeres. Nada que objetar ni siquiera por el Derecho Canónico actual.
Artículo publicado en “Confronti” – revista mensual de fe, política y vida cotidiana – de marzo 2013
Traducción de Mª José Gavito
Me he reido tanto con un correo correo que he recibido que quiero compartirlo en este hilo. ( es obvio que no ponga nombres)
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“”Cuando volvíamos a casa me dice XXXX: ¿Tu crees que pronto saldrá humo blanco? Yo, que estaba en lo mio, le digo asustada temiendo un incendio ¿De dónde? Les cuento esto porque la verdad es que lo que me importa es que no haya un terremoto, que no se me queme la casa, que mi pareja no tenga cáncer, que me renueven el carnet de conducir, que mis hijos tengan trabajo y salud etc. Pero lo que pase en Roma, me es absolutamente ajeno, como si fuera de otro planeta. También me había dicho días atrás a la hora del desayuno: Estamos sin papa…Y yo miré hacia la cocina y le contesté: No XXXX, hay un kilo en un bolso al lado del refrigerador, no te preocupes. Aquí las patatas se llaman papas.””
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Celebro un montón haber econtrado más habitantes en otro planeta. Me encantan las ” papas a la riojana”.
Saludos, pues.
Querida Olga:
¡¡¡Totalmente de acuerdo!!!
¿Será esto posible…?
mª pilar
Mi propuesta sería: Dejar vacante el título de Papa y desmantelar el Vaticano. Suprimir la dignidad de “cardenal” y crear un Sínodo de obispos de cada continente, que sean pastores y que trabajen junto con sus pueblos en las cosas de este mundo, que se casen y trabajen como el resto del mundo, y que provengan de las comunidades pudiendo ser hombres o mujeres. Que usen un lenguaje directo en sus manifestaciones que lo pueda entender todo el mundo. Y que la misericordia, la tolerancia, y la preocupación por el bienestar de todos en este mundo, sea su principal preocupación, como lo fue de Jesús. Y por último, que respeten a la sociedad civil, a sus diferencias y sus leyes, tomando la responsabilidad de ser excelentes ciudadanos.
” Si éramos pocos, parió la abuela”…
Lo que hay que hacer, María, es quitar cardenales, no poner cardenalas.
Y a poder ser. quitarles a todos, incluido el famoso ” papa”, puesto que sólo y exclusivamente dan trabajo, gastos y problemas a la sociedad.
Si quieren rezar a su dios, que se vayan a un desierto, coman de lo que produzcan ellos mismos, canten todas las alabanzas habidas y por haber y vistan con los zapatos que les de la gana. Ya veríamos ( si tuvieran que comer de lo que producen ellos mismos) que los zapatos de ” color obispo” se iban a convertir en zapatillas de cuerda. Los corderillos ” nonatos” tendrían garantizada la supervivencia hasta que adquiriesen un peso razonable para hecerles chuletillas. ( encima les tenemos que aguantar con sus royos sobre el aborto.)
No quiero ni pensar los modelitos que surgirían si se sumasen ” cardenalas” a las ya supersaturadas listas de cardenales.
Nada, que siempre me admiro de mis propias ” profecías”. Si se les propone una azada para cada uno y unos sacos de patatas para sembrar, aseguro que las ” cardenalas” pierden todo su interés cardenalicio y los cardenales salen todos corriendo a las listas del Imserso para hacer excursiones a Lourdes. Su rezo será así:
“” Virgencita de mi vida, que me quede como estoy”…
¿¿¿ Cardenalas??? . “vade retro”…
Como dice Susan George en la entrevista de la CNN la lucha siempre hay que hacerla, porque nadie nos va a regalar nada. Giovanni Franzoni nos descubre una ventana abierta, la del cardenalato para las mujeres. Parece ser que no hay nada que objetar a que haya mujeres laicas cardenalas, y aunque en un primer momento pueda parecernos religioficción, a lo mejor tiene razón -él es un hombre sabio y sensato- y hay que empezar por poner 50 mujeres en el colegio cardenalicio.
Personalmente no tengo el menor interés en ser cardenala y, aunque lo tuviera, no creo dar el perfil, pero sí creo que hay que aprovechar las pocas ventanas abiertas y me parece estupenda la idea de poner mujeres en el colegio cardenalicio.
¿Qué os parece si empezamos a mover esta a idea por ahí…?
Aunque soñar es gratis, también es cierto que Giovanni Franzoni no da puntada sin hilo, y lo que dice sobre un giro del papado estaría justificado por esa Tradición que se convierte en Santa Tradición según convenga, pero los hechos están ahí en manos de quien están, disponibles para la lectura interesada del geriátrico cardenalicio..
Respecto a las mujeres, recuérdese que la mujer ha sido la tentación en carne y hueso para las mentes calenturientas de los machistas conscientes e inconscientes, cuyas mentes no son las responsables de sus pensamientos y deseos, sino las mujeres; esta afirmación se da en todos los estamentos masculinos como jueces, jefes, etc., no digamos lo que ocurriría en un Estado habitado por hombres, sólo por hombres, donde las mujeres sólo hacen labores domésticas y por tanto tengo mis dudas de cómo mirarían a sus competidoras intelectuales en el caso de que accedieran al cardenalato, jajaja..
Y si además del sueño de Giovanni Franzoni y del apunte también onírico de Antonio Vicedo (mujeres trabajadoras, en la mísmísima cúspide de la Iglesia católica, elevadas a la condición de cardenalas…), el Papa ya no fuese Jefe de Estado y fuese por ende más cercano, sencillo, asequible, revestido solo de “Evangelio y de sandalia”, según ahora el sueño del obispo y poeta Pedro Casaldáliga…
Pero no: he estado por lo menos 45 minutos escuchando, desde muy temprano, la programación sabatina del canal televiso de la COPE (13 Televisión), y no, cualquier parecido entre lo que ahí escuché y lo que propone el italiano Franzoni, y por extensión con lo que se propone en Atrio, o hasta con lo que me atrevo a proponer yo mismo, simple seglar mondo y lirondo del Pueblo de Dios que ni siquiera comulga, pobre de mí, con todo el ideario de reformas del progresismo eclesial… Loas constantes e inmaculadas a Benedicto XVI, y ningún asomo, ni remoto, de crítica eclesial, de posibilidad de reformas en el Vaticano, en la institución del Papado… Nada de nada.
De modo que sea el papa que sea elegido, los cardenales seguirán siendo un selecto grupo de hombres célibes, casi al 100%, obispos: la mayoría, poderosos; algunos de esa mayoría, hasta nostálgicos de las largas colas cardenalicias de no sé cuántos metros; otros, acaso los menos -pienso en el testimonio que al respecto ha revelado Celso Alcaina, desde su experiencia de lustros en el Vaticano-, sencillos, “humilde gente” que vive hasta sin servidumbre; muchos, quiero creerme, de apariencia tan “normal” como la del cardenal hondureño Óscar Rodríguez de Madariaga, quien no tuvo reparos en aceptar comer en un restaurante de La Playa de Las Canteras en Las Palmas de Gran Canaria, sin ninguna ínfula de grandeza, al menos aparente, en un reciente paso por la Isla suyo, no sé a cuento de qué
De modo que sea quien sea el papa que resulte elegido, seguirá siendo inquilino del Vaticano, jefe de Estado, con todo lo que ello conlleva de honores mundanos y de honores eclesiásticos (santidad, santo padre, sumo pontífice, santísimo padre…).
Con todo, pese a haber visto y escuchado 45 minutos, o acaso más, de la programación de 13 Televisión, y teniendo muy claro que creo de verdad que el papa saliente Benedicto XVI es un teólogo sabio y un enamorado de Jesucristo y de su Iglesia, para mí el gran nudo gordiano de toda esta parafernalia del papado y del Vaticano tiene que ver con la dificultad que tengo, al menos yo -sospecho que también mucha otra gente- para asociar papado y Vaticano con el modus vivendi de Jesús de Nazaret, aquel judío piadoso y empero muy suyo, muy libre, muy amigo de pecadores, publicanos y prostitutas.
Buen día. Sin servidumbre doméstica alguna, pues yo en la medida en que puedo y sé -que es poco, me temo-, soy mi propio servicio doméstico, hoy sábado he de comprar y hacer otros menesteres caseros; así que saludos.
Y con ese cardenalato más humanizado por mujeres, sobre todo amas de casa y a la par trabajadoras de las clases mas expoliadas, también representantes de obreros curtidos en las luchas de solidaridad por los derechos de todos a los que los poderes se los niegan.
Podría ser una representación hermanada de cuanto en la sociedad queda integrado, para que ninguna situación concreta, sobre todo las más ninguneadas, quedara excluida y ausente.
Ello ofrecería más garantía evangélica de intervención del Espíritu del Jesús que proclama: Conmigo hacéis lo que con mis más pequeñ*s herman*s.
Y facilitaría para el apostolado aquella materia prima humana de pescadores y pobre gente, escogida por Jesús. para entregarles su testigo.
Porque, desde la fe en Jesús, ¿nos hemos parado a pensar que no recurrió ni a los poderes , ni las sapiencias de escribanos, para dejarnos testimonio no escrito de su sencillo y claro MENSAJE?