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Mi nuevo paradigma teológico – 5 –

Juan LuisII DIOS SE HACE CARNE EN LA “CREACIÓN” (fin de cap. II)

14 Abril 2008 a las 19:58 por Juan Luis Herrero del Pozo

II. 10 la “Secularidad” del mundo es cercanía de DiosParecería que este proceso de secularización es antirreligioso; lo es en cierto sentido. En la medida en que no se cae en la cuenta de que la presencia de Dios, la íntima cercanía del Don de Dios que constituye la realidad como autónoma en su ser evolutivo, en el olvido, digo, de tal inmediatez de Dios, el espíritu humano lo ha considerado lejano e ineficaz y ha tendido siempre a fabricarse puentes que aproximen a Dios y al cosmos, es decir, mediaciones sagradas, un mundo separado, el mundo de lo religioso.

Cuando digo que lo que destaca en Jesús no es que se confunda IDENTITARIAMENTE con Dios sino que su gigantesca y genial humanidad autónoma se manifestaba totalmente libre frente a las mediaciones sagradas (la Ley, el sábado, el templo) para ir construyendo la MÁXIMA UNIÓN -NO IDENTIDAD- con el Abbá. Y, proporcionalmente, estoy afirmando lo mismo de la identidad cristiana que es inmediatez con el Ser, unión con él hasta la frontera de la fusión, sin resquicio por parte de Dios para ninguna mediación. Sólo por parte de la creatura puede caber la mediación como instrumento expresivo o simbólico de su apertura al Don amoroso de Dios. La relación Creador-creatura es tal que cuanta más cercanía e inmediatez se da, se precisan menos mediaciones sagradas interpuestas. En mi mentalidad clásica cuando era estudiante de teología me preguntaba cómo los “padres del desierto” se pasaban la vida sin un solo sacramento, y probablemente sin Biblia. Su soledad acompañada por el Misterio, su unión mística no dejaba espacio a mediadores sagrados, era el propio Santo quien los llenaba.

Es en este contexto en el que afirmo que Jesús era arreligioso y que la construcción de una religión con nuevas mediaciones sagradas era lo que menos le preocupaban en la formación de sus seguidores: ni templos, ni sábado, ni sacerdotes, ni maestros, ni jefes, ni ritos sagrados…Poco le costó, al parecer, al autor del cuarto evangelio sustituir la sagrada Cena eucarística por el gesto servil del Maestro de rodillas lavando los pies de sus amigos…: mera sustitución de un gesto, la cena pascual, por su equivalente. Sus seguidores adoran “en espíritu y en verdad”, no en el Templo judío o samaritano, se cuidan del herido del camino mientras los clérigos se van a sus rezos… Visto desde Jesús parece que el “seguimiento” no necesita institución, ni leyes, ni cánones, ni liturgias…Sólo un corazón honesto y solidario. Lo humano bien humano, bien a ras de tierra, porque en nosotros como en Jesús “cuanto más humano, más divino”.

Esto nos lleva a entender que la autonomía de la creación no es sinónimo de distancia de lo divino, eso sería deísmo. El Don de Dios, decíamos, consiste precisamente en dar consistencia a toda realidad, en hacer que sea lo que realmente es en su autonomía evolutiva. No existe mayor cercanía de Dios que el hecho de que nuestro ser en todas sus dimensiones, por todos sus poros, en toda su actividad, se entienda establecido, asentado, enraizado, cimentado en el único Fundamento de ser. Es como si el rayo de luz en lugar de hacer estallar en destellos el trozo de puro cuarzo, lo construyera y creara. Ninguna otra realidad se halla más cercana, más próxima que Dios a la íntima fuente de nuestro ser. Dios es “lo más profundo de mi mayor interioridad” (”interior intimo meo”). Sólo el ignorante encuentra en la metafísica dificultad espiritual. Si la metafísica se ocupa de lo más profundo de las cosas, será laborioso y arduo su proyecto conceptual y formulativo, pero no deja de coincidir -aún siéndole inferior, sin duda- con la mística si ambas realidades son vivenciales y no simples conatos especulativos. Es cuestión de sensibilidad perceptiva, no mayor o menor sino diferente, me permito observar a quienes fruncen el ceño ante el esfuerzo metafísico y se refugian en las trampas de la imaginación. Quien al oír nombrar a Dios con la formula de Fundamento óntico reprocha su adusta desnudez o bien anda escaso de reflexión o bien de sensibilidad para lo que no es estrictamente sensitivo. Además de ser esta denominación tan respetuosa apofáticamente para con Dios es la que, a poco que se reflexione, va nocionalmente más a la raíz de la cercanía y presencia de Dios, la que más respeta su inmanente trascendencia, la que se experimenta casi más como fusión que como unión, es decir, la que, al menor descuido, parece panteísmo.

II. 11 La creación es la carne visible de Dios

Y aquí se vislumbra el concepto más fuerte que puede existir de encarnación de Dios. La creación es la carne visible de Dios. . Dios no precisa llegar de fuera para sostener o promover a su criatura, está dentro, es su soporte vital, su energía existencial. Cuando la criatura es el ser inteligente, ha recibido o está recibiendo sin cesar, en su densidad autónoma, la capacidad de Dios (‘capax Dei’), es decir, está fontalmente habilitada para des-velar a Dios, unirse a él, hundirse en su misericordia. Dios es el punto de arranque interior de su progresiva maduración y de sus irrestrictos logros. Sólo la chata percepción y talante del pensamiento mágico concibe la historia como un Don por entregas, una sucesión de dones divinos, de aportaciones de conocimiento y vigor: Dios crea, habla, elige, amenaza, castiga, se acerca, se aleja, adquiere realidad humana, redime-salva del pecado… Cuando percibimos a Dios con respeto y amor, como el Fundamento Óntico éste encierra en sí en su entrega al ser humano la entera capacidad evolutiva y perfectible hacia toda Plenitud. El Don divino irá adueñándose de todo e impregnando los más recónditos recovecos de cada criatura. Impregnación plenificante que sólo se verá limitada por la capacidad de cada cosa o por la libre voluntad de la persona. Si esto no llena nuestra visión religiosa siempre quedará el recurso a la ‘historia sagrada’ con sus diversas secuencias mitológicas. Por supuesto que respeto cualquier camino para llegar a Dios, dentro de la tradición cristiana como en otras tradiciones religiosas.

(Para ulteriores detalles de este proceso “secularizador” ofrezco las reflexiones del texto “Desacralizar es humanizar. Humanizar es divinizar“).

En las próximas entregas se explicará cómo dentro de la creación, Dios se hace carne en el ser humano, en Jesús de Nazaret, y finalmente cómo la resurrección es la Plenificación natural -aunque no empírica- “in momento mortis” de todos los humanos.

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