Esta columna la envió Leonardo a los medios el domingo 17-3-2013
La grave crisis moral que atraviesa todo el cuerpo institucional de la Iglesia ha hecho que el Cónclave eligiese a una persona con autoridad y coraje para hacer reformas profundas en la Curia romana y presidir la Iglesia en la caridad, y menos en la autoridad jurídica debilitando a las Iglesias locales. Fue lo que señaló Francisco en su primera alocución. Si sucede eso, será el Papa del tercer milenio e iniciará una nueva “dinastía” de papas venidos de las periferias de la cristiandad.
La figura del Papa es tal vez el mayor símbolo de lo sagrado en el mundo occidental. Las sociedades que por la secularización exiliaron lo sagrado, la falta de líderes referenciales y la ausencia de la figura del padre como aquel guía, orienta y muestra caminos, concentraron en la figura del Papa estos viejos anhelos humanos, que se podían leer en los rostros de los fieles que estaban en la plaza de San Pedro. En ese espíritu, rompió los protocolos, se sintió como uno más del pueblo, pagó la cuenta de su albergue, fue en un automóvil corriente a la Iglesia de Santa María Mayor y conserva su cruz de hierro.
Para los cristianos es irrenunciable el ministerio de Pedro como aquel que debe «confirmar a los hermanos y hermanas en la fe», según lo dispuesto por el Maestro. Roma, donde están enterrados Pedro y Pablo, fue desde el principio, la referencia de unidad, de ortodoxia y de celo por las demás Iglesias. Esta perspectiva la acogen también otras Iglesias no católicas. El problema es la forma como se ejerce esta función. El Papa León Magno (440-461), en el vacío de poder imperial, tuvo que asumir el gobierno de Roma para enfrentar a los hunos de Atila. Tomó el título de Papa y Sumo Pontífice, que eran del Emperador, e incorporó el estilo de poder imperial, monárquico y centralizado, con sus símbolos, vestimentas y estilo palaciego. Los textos referidos a Pedro, que en Jesús tenían sentido de servicio y de amor, se interpretaron al estilo romano como estricto poder jurídico. Todo culminó con Gregorio VII, que con su Dictatus Papae (la dictadura del Papa) se arrogó para sí los dos poderes, el religioso y el secular. Surgió la gran Institución Total, obstáculo a la libertad de los cristianos y al diálogo con el mundo globalizado.
Este ejercicio absolutista siempre fue cuestionado, sobre todo por los reformadores, pero nunca se suavizó. Como reconocía Juan Pablo II en su documento sobre ecumenismo, este estilo de ejercer la función de Pedro es el mayor obstáculo a la unión de las Iglesias y a su aceptación por los cristianos que vienen de la cultura moderna de los derechos y la democracia. No basta la espectacularización de la fe con grandes eventos para suplir esta deficiencia.
La actual forma monárquica deberá ser reconsiderada a la luz de la intención de Jesús. Será un papado pastoral y no profesoral. El Concilio Vaticano II estableció los instrumentos para ello: el sínodo de los obispos, hasta ahora sólo consultivo, cuando fue pensado para ser deliberativo. Se crearía un órgano consultivo que con el Papa gobernaría la Iglesia. Mediante el Concilio se creó la colegialidad de los obispos, es decir, las conferencias nacionales y continentales tendrían más autonomía para permitir el enraizamiento de la fe en las culturas locales, siempre en comunión con Roma. No es impensable que representantes del Pueblo de Dios, desde cardenales hasta mujeres pudiesen ayudar a elegir un Papa para toda la cristiandad. Es urgente una reforma de la Curia en la línea de la descentralización. Sin duda, lo hará el Papa Francisco. ¿Por qué el Secretariado de las religiones no cristianas no podrían trabajar en Asia? ¿El Dicasterio para la unidad de los cristianos en Ginebra, cerca del Consejo Mundial de las iglesias? ¿El de las misiones en alguna ciudad de África? ¿El de los derechos humanos y la justicia en América Latina?
La Iglesia Católica podría convertirse en una instancia no autoritaria de valores universales, de los derechos humanos, los de la Madre Tierra y de la naturaleza, contra la cultura de consumo y a favor de una sobriedad compartida. La cuestión central no es la Iglesia sino la humanidad y la civilización, que pueden desaparecer. ¿Cómo la Iglesia ayuda a preservarlas? Todo esto es posible y factible, sin renunciar en nada a la esencia de la fe cristiana. Es importante que el Papa Francisco sea un Juan XXIII del Tercer Mundo, un «Papa buono». Sólo así podrá rescatar su credibilidad perdida y ser un faro de espiritualidad y de esperanza para todos.
Traducción de Mª José Gavito Milano
¿Cuándo llegará ese día, Gabriel?
¿Venderá Bergoglio el Estado Vaticano? Sería contranatura de la esencia de la ICR, el negocio que ha puesto a Bergoglio de Jefe.
Mientras, los católicos se aferran a la mercancía que les vende cara su ICR : la salvación de su almainmortal.
Por ahí les tiene agarrados la ICR con su Bergoglio a la cabeza.
Soy anciana, feliz por tener el portal de Atrio. Me encantan Juan XXIII, Leonardo Boff y la Teoría de la Liberación. Creo que Francisco hará la nueva Iglesia que el mundo necesita. Vivo en Monterrey, Nuevo León, México y quisiera tener eel
libro de Francisco Ainsi, “Sangre” pero no lo encuentro en ninguna librería. ¡Me pueden ayudar? Lo agradecería.
¡¡¡QMercue Atrio siga, y siga. Es indispensable¡¡¡ Dios los ayudará. Saludos con cariño y agradecimiento.
Leonardo siempre tan generoso y amable, le gusta mirar sin resentimiento con una mirada limpia, junto a los desheredados y sin envidias, solidario como ese Tercer Mundo que casi nada tiene pero casi todo lo da. Pero tan utópico e idealista como el Seráfico San Francisco, un loco maravilloso. Yo creo que a diferencia de lo que dice nos sobran líderes, pastores, referentes, necesitamos pensar y actuar por nosotros mismos, dejar de estar tutelados. Dejar de ver lo excepcional en lo que debe de ser lo normal en el comportamiento de una personal a la que en el fondo se está idealizando, Francisco el jesuita es una persona como nosotros en nada es excepcional. Pensar que la Iglesia Católica Romana, institución heredera de imperio romano, vaya a cambiar su estructura de poder, su dominio sobre sus súbditos espirituales, es cuanto menos ingenuo. Ellos confían en su perpetuidad, pero llegara el día en que el imperio romano caerá definitivamente y todas esas reivindicaciones que nos apunta Leonardo serán posibles, el que así lo sienta y lo crea podrá libremente seguir el ejemplo del Galileo.
Soy una persona que me considero esperanzada por lo que pueda hacer el nuevo Papa. Sin embargo, al leer a muchos de ustedes, me da la impresión de ser más bien una desesperanzada. Me explico: Creo que estamos pasando de un papado ultra-conservador (Wojtyla y Ratzinger) a un papado conservador y moderado. Acciones conservadoras-moderadas es lo que espero de él y creo que, en el contexto actual eclesial e internacional, no es poco.
Si limpia la curia y el Banco Vaticano (mejor si lo hace desaparecer haciendo algún convenio con un banco que cumpla estándares usualmente aceptados), creo que estará muy bien y tendrá que hacerlo o lo desbaratan a él. Si muestra una mayor sensibilidad por los pobres hará un gran avance. No es que espere proclamas revolucionarias o muy progresistas, pero sí lo suficientemente claras para que nosotros, cristianos por la liberación, podamos avanzar importantemente en pro de los intereses de los pobres. Me basta con que el Papa sensibilice sobre ese tema. El resto es tarea de nosotros (¿O es que ya nos quedamos semi-momificados en nuestra acción?). Igual pienso con otros temas: no va a permitir la ordenación de mujeres en la Iglesia, pero pudiera avanzar en la prédica y algunas acciones hacia una mayor igualdad entre hombre y mujer. Y es papel de nosotros ir más allá. ¿Homosexualidad? No permitirá el matrimonio gay, pero podría insistir en la dignidad de la persona gay en tanto persona e ir disminuyendo la homofobia. Y nosotros avanzar u poco más. Creo que me explico. Un avance que nos deje espacio de trabajo legítimo y sin persecuciones. En eso está mi esperanza.
Pero al leer a muchos de ustedes, como decía, me siento desesperanzada. Pues como que quisieran que el Papa plasmara ideales propios de nuestra Teología de la Liberación (o similares) y otros, al revés, no esperan nada porque, muy razonablemente consideran que no lo hará. Recordemos amigos el contexto del que estamos saliendo. La política es el arte de lo posible. Sembremos. No dejo de sentir lamentable que, en gran parte, como izquierda, estemos a la espera de ¿qué va hacer el Papa? Es legítimo pero principalmente tenemos que preguntarnos qué vamos a hacer nosotros. Porque somos nosotros, los que muchas veces nos dividimos en pedazos por vanidades, finuras conceptuales, egocentrismos, intolerancias, falta de creatividad, etc., los que debemos pensar qué vamos a hacer ahora que probablemente se abran espacios eclesiales. El mundo capitalista está sumamente golpeado. Hay grandes posibilidades de acción. Reencontrémonos con lo mejor de nosotros mismos: con ese Reino de Dios que está dentro de nosotros.
Coincido con Leonardo que la línea marcada desde un principio por Francisco es gobernar “en la caridad” de Cristo…que parece querer huir del mundo…Sin embargo, su predecesor Juan XXIII ya decía al comienzo del concilio Vaticano II que la Iglesia siempre es nueva…aunque al mismo tiempo es milenaria..Nueva y lozana, eran sus palabras, porque tiene la potencia carismática, dada por Jesus, de poder renovarse constantemente….y ofrecer al mundo la verdadera salvación empezando ya aquí en la vida terrestre.
Es curioso que un jesuíta con espíritu franciscano haya accedido por “vocación” -en una llamada especial- a la sede de Pedro…Porque Ignacio de Loyola creó la compañia para ponerla al servicio del Papa…Eran tambien aquellos tiempos difíciles para la Iglesia…Ya el agustino Lutero trató de echar abajo la tradición apostólica que no fuera “sola scriptura”….y esta ideología se había extendido en Europa, con mucha fuerza y apoyo de los gobiernos..El amor que sentía Ignacio por la Iglesia lo llevó a poner la reciente “Compañía de Jesus” a las órdenes de Paulo III, Alessandro Farnese, un hombre que no era ni mucho menos modelo de santidad, mas bien lo contrario…Sin embargo, Ignacio quiso unirse a la Iglesia con la sociedad jesuítica por medio de la obediencia al Papa en un voto especial “para las misiones”.
Por esto es que la llamada de Francisco es especial y única…pero en realidad es una verdadera vocación, la misma del humilde Ignacio…que quería ponerse al servicio del Papa para mejorar la Iglesia…para defender la verdad…para darle validez a la tradicion y a la sede de Pedro…
Yo tambien opino que la reforma de la Iglesia debe ser hecho desde “la caridad”…y solo un hombre que la vive intensamente..puede intentar tan ingente tarea…Todos los “reformadores” en la Iglesia han brillado por su santidad de vida…Francisco no se queda atrás…Sus gestos y sus palabras son sencillos pero elocuentes…y hablan al mundo por si solos…y ya han sido reconocidos por la “mayoría” de los fieles…de las personas de buena voluntad…como auténticos…Solo nos queda ver como este carisma va a desarrollarse en el mundo actual…
Hola!
Esto es ponerse a pensar!
Estimo que no se necesita un Papa “hágalo todo” sino un Estratega del Mando.
Por ejemplo: ¿y si llamara a la gente que fue “pateada” por pensar distinto al Benito 16?
No se necesita mucho ni mucho tiempo para hacer lo que hay que hacer.
Esto está ¡ya! al alcance de la mano de Panchito.
Nota: llamarlo “pancho” es una estupidez que me permito, no es obligación de nadie aceptarla.
¡Vamos todavía! – Oscar.