Hoy se reúnen estos dos hombres, el obispo emérito y el obispo actual de Roma. Es verdad que Francisco ha usado en su discurso de ayer palabras queridas a Benedicto sobre la “dictadura del relativismo” y “a partir de la naturaleza”. Tal vez sea un homenaje para hacer digerible tanta diferencia. Porque el contexto y las consecuencias para la paz sacadas de estas palabras pueden ser tan distintas como la manera de presentarse en el mismo sitio, ante el mismo cuerpo diplomático. Perdonen los amigos argentinos que reproduzca el artículo de CLARIN de donde hemos sacado esta doble foto de AFP/EFE. [Por cierto, Clarín la recortó, para que no salieran los zapatos]. Seguimos esperando que Francisco lleve el cambio, la conversión estructural, hasta lo más fundamental: la denuncia del capitalismo financiero globalizado como el gran sistema antinatural de muerte en el mundo de hoy.
Francisco deja atrás los lujos de Benedicto y pide un modesto sillón
Pidió que coloquen un simple sillón de cuero y madera blancos en la monumental sala Regia del Vaticano para recibir a los diplomáticos acreditados ante la Santa Sede. Su antecesor usaba uno de oro.
22/03/13 – 18:27
Apenas fue electo, el argentino Jorge Bergoglio dejó en claro que lo que caracterizará a su Papado será la sencillez. Después de una serie de gestos que muestran que el flamante pontífice se mantiene fiel a su estilo humilde, hoy volvió a exhibir que nada lo apartará de él.
En la audiencia para saludar al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el Papa Francisco pidió dejar de lado el opulento sillón de oro que utilizaba su predecesor Benedicto XVI y en cambio solicitó un modesto sillón de cuero y madera blancos para encabezar el encuentro. Nada de estridencias ni lujos desmesurados.
El sobrio sillón se suma así a otros gestos de Francisco como seguir usando sus zapatos negros de todos los días, en vez de los lujosos pares en cuero rojo confeccionados a medida para Benedicto. También a su vestimenta papal es ya toda una marca registrada de simplicidad. Hasta ahora, el argentino ha preferido mostrarse casi siempre de blanco, dejando de lado capas rojas, adornos y otros atuendos cargados de poder y bordados. Su anillo pontificio es de plata dorada y no de oro macizo como el de otros papas.
El sillón blanco de hoy había hecho su debut en la audiencia que tuvieron los miles de periodistas acreditados en el Vaticano para su asunción el sábado 16 de marzo en la sala Paulo VI. En la reunión de hoy, el Papa volvió a pedir que lo colocaran, esta vez en la monumental sala Regia del Vaticano. Allí, recibió a los embajadores de los 180 Estados con los que la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas, ante los que resaltó que a la Iglesia le preocupa la pobreza que sacude al mundo.
“¡Cuántos pobres hay todavía en el mundo! ¡Y cuánto sufrimiento afrontan estas personas! La Iglesia siempre ha tratado de proteger en todos los rincones de la Tierra a los que sufren por la indigencia, y en muchos de sus países pueden constatar la generosa obra de esos cristianos que se esfuerzan por ayudar a los enfermos, a los huérfanos, a quienes no tienen hogar y a todos los marginados, construyendo una sociedad más humana y más justa”, dijo el Papa desde su sencillo asiento. Les habló en italiano y no en francés como exigen las normas protocolares del Vaticano. Pero se sabe, Francisco está creando sus propias reglas.
DE CÓMO EL PANCHO TOMÓ LA POSESIÓN DEL ROMATICANO,
Y DEL MODO QUE COMENZÓ A GOBERNAR.
¡Oh perpetuo descubridor de los antípodas, hacha del mundo, ojo del cielo, meneo dulce de las cantimploras, Timbrio aquí, Febo allí, tirador acá, médico acullá, padre de la Poesía, inventor de la Música, tú que siempre sales, y, aunque lo parece, nunca te pones! Á ti digo ¡oh sol, con cuya ayuda el hombre engendra al hombre! á ti digo que me favorezcas, y alumbres la escuridad de mi ingenio, para que pueda discurrir por sus puntos en la narración del gobierno del gran Pancho; que sin ti, yo me siento tibio, desmazalado y confuso.
Digo, pues, que i con todo su acompañamiento llegó Pancho á un lugar de hasta mil vecinos, que era de los mejores que el Panchado tenía. Diéronle á entender que se llamaba la ínsula Romataria, ó ya porque el lugar se llamaba Romatario, ó ya por el Re-mate con que se le había dado el gobierno.
Al llegar á las puertas de la villa, que era cercada, salió el regimiento del pueblo á recebirle; tocaron las campanas, y todos los vecinos dieron muestras de general alegría, y con mucha pompa le llevaron á la iglesia mayor á dar gracias á Dios, y luego con algunas ridículas ceremonias le entregaron las llaves del pueblo y le admitieron por perpetuo gobernador de la ínsula Romataria.
El traje, los zapatos negros, las blancuras y blanduras del nuevo gobernador tenía admirada á toda la gente que el busilis del cuento no sabía, y aun á todos los que lo sabían, que eran muchos.
Finalmente, en sacándole de la iglesia le llevaron á la silla del juzgado y le sentaron en ella, y el mayordomo del Papado le dijo:
— Es costumbre antigua en esta ínsula, señor gobernador, que el que viene á tomar posesión desta famosa ínsula está obligado á responder á una pregunta que se le hiciere, que sea algo intricada y dificultosa; de cuya respuesta el pueblo toma y toca el pulso del ingenio de su nuevo gobernador, y así, ó se alegra ó se entristece con su venida.
En tanto que el mayordomo decía esto á Pancho, estaba él mirando unas grandes y muchas letras que en la pared frontera de su silla estaban escritas; y como él no sabía leer, preguntó que qué eran aquellas pinturas que en aquella pared estaban. Fuéle respondido:
— Señor, allí está escrito y notado el día en que vueseñoría tomó posesión desta ínsula, y dice el epitafio: «Hoy día, á tantos de tal mes y de tal año, tomó la posesión desta ínsula el señor don Pancho, que muchos años la goce.»
— Y ¿a quién llaman don Pancho? —preguntó Pancho.
— A vueseñoría —respondió el mayordomo—; que en esta ínsula no ha entrado otro Pancho sino el que está sentado en esa silla.
— Pues advertid, hermano —dijo Pancho—, que yo no tengo don, ni en todo mi linaje le ha habido: Pancho me llaman á secas, y Pancho se llamó mi padre, y Pancho mi agüelo, y todos fueron Panchos, sin añadiduras de dones ni donas; y yo imagino que en esta ínsula debe haber más dones que piedras; pero basta: Dios me entiende, y podrá ser que si el gobierno me dura cuatro días, yo escardaré estos dones, que, por la muchedumbre, deben de enfadar como los mosquitos. Pase adelante con su pregunta el señor mayordomo! que yo responderé lo mejor que supiere, ora se entristezca ó no se entristezca el pueblo.
Á este instante entraron en el juzgado dos hombres, el uno vestido de labrador y el otro de sastre, porque traía unas tijeras en la mano, y el sastre dijo:
— Señor gobernador, yo y este hombre labrador venimos ante vuesa merced en razón que este buen hombre llegó á mi tienda ayer (que yo, con perdón de los presentes, soy sastre examinado, que Dios sea bendito), y poniéndome un pedazo de paño en las manos, me preguntó: «Señor, ¿habría en esto paño harto para hacerme una caperuza?» Yo, tanteando el paño, le respondí que sí; él debióse de imaginar, á lo que yo imagino, é imaginé bien, que sin duda yo le quería hurtar alguna parte del paño, fundándose en su malicia y en la mala opinión de los sastres, y replicóme que mirase si habría para dos; adivínele el pensamiento, y díjele que sí; y él, caballero en su dañada y primera intención, fue añadiendo caperuzas, y yo añadiendo síes, hasta que llegamos á cinco caperuzas; y ahora en este punto acaba de venir por ellas; yo se las doy, y no me quiere pagar la hechura; antes me pide que le pague ó vuelva su paño.
— ¿Es todo esto así, hermano? —preguntó Pancho.
— Sí, señor —respondió el hombre—; pero hágale vuesa merced que muestre las cinco caperuzas que me ha hecho.
— De buena gana —respondió el sastre.
Y sacando en continente la mano de debajo del herreruelo, mostró en ella cinco caperuzas puestas en las cinco cabezas de los dedos de la mano, y dijo:
— He aquí las cinco caperuzas que este buen hombre me pide, y en Dios y en mi conciencia que no me ha quedado nada del paño, y yo daré la obra á vista de veedores del oficio.
Todos los presentes se rieron de la multitud de las caperuzas y del nuevo pleito. Pancho se puso á considerar un poco, y dijo:
— Paréceme que en este pleito no ha de haber largas dilaciones, sino juzgar luego á juicio de buen varón; y así, yo doy por sentencia que el sastre pierda las hechuras, y el labrador el paño, y las caperuzas se lleven á los presos de la cárcel, y no haya más.
………………..
Tal vez andamos necesitando en este mundo loco, que se vuelva a:
juzgar luego á juicio de buen varón
¡Vamos todavía! – Oscar.
Cualquier gesto de Francisco se exagera y se pretende analizar como un giro de orientación, un cambio en la Iglesia. Hay demasiadas esperanzas puestas en este Papa, en este monarca absoluto. Si hablamos de gestos,y más significativos los podemos encontrar en sus antecesores, Pablo VI eliminó la tiara y la sustituyo por la mitra, Juan Pablo I la misa de coronación, Benedicto XVI el palio y la mitra, pero los cambios radicales llegan con Juan Pablo II inicia la misa sencilla de inauguración, elimina la silla gestatoria, habló por primera vez desde el balcón de San Pedro una vez elegido, y sobre se puso a nivel de la calle y de las multitudes, en Juan Pablo II encontramos “infinitos gestos rompedores”. Los de Francisco se me antojan más bien anecdóticos. Es mejor que Francisco se deje de gestos y haga lo que tiene que hacer si quiere ser fiel al Evangelio y a sus palabras “una Iglesia pobre y con los pobres”: renunciar a su monarquía y devolver el protagonismo a todos los creen en el mensaje de Jesús, tan adulterado por Francisco I y por sus antecesores durante dos siglos, cerrar el vaticano y entregar sus riquezas a esos pobres de los que tanto habla. Lo demás son tonterías y dar vueltas sobre lo mismo. En ambiente empieza a estar muy cargado por la papitis imperante, será mejor dirigirse hacia otros lugares más ventilados.
Estamos cayendo en algo parecido al diálogo o diatriba de los conejos ante los perros lejanos.
¿Son galgos o podencos?
En ello se entretenían los conejos, cuando faltaba muy poco tiempo para comprobar, sin apelación ni excusa lo qué se vislumbraba.
Unos eran perros y los que dudaban, piezas de caza.
El tiempo muy corto, puso la realidad al descubierto.
Esta Semana Santa, celebración recuerdo de lo que en Jerusalén a Jesús le pasó hace siglos, y aún les pasas a quienes como Él son víctimas, o en su defensa luchan con verdad, riesgo y eficacia, nos pondrá en claro por qué camino ha echado a andar el Hermano Francisco.
Y serán, los que a los poderes de entonces ahora los representan y actualizan, quienes práctica y claramente nos darán la respuesta.
Porque dicho quedó y probado que:
“-No es el siervo más que su Amo, ni el discípulo más que su Maestro, si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros.”
Porque ni ha fallado, ni falla la profecía, si lo de siervo y discípulo, no se queda en apariencias.
Uno tiene la impresión de que está empezando a cundir el “francisquismo”, o apología acrítica -o minicrítica- del papa Francisco y la consecuente adhesión incondicional a su persona, particularmente a sus gestos. Y, bueno, los gestos pueden ser muy expresivos, no lo dudo, pero, al fin y al cabo, lo que más importa, en general, son las palabras estructuradas en un discurso correctamente articulado.
Ese sillón blanco, ya lo usaron, por lo menos, Juan Pablo II y Benedicto XVI, como se puede comprobar fácilmente con el buscador de imágenes de Google. Si bien no sé si en las mismas circunstancias.
En Arquitectura se habla de “mentiras constructivas”, por ejemplo, cuando a un material se le hace parecer lo que no es (e.g., una persiana de PVC con acabado de madera, por poner un ejemplo sencillito). Pues bien, el anillo de Francisco es una tonta mentira de joyería. Me parece comprensible que no quiera ponerse un anillo de oro, pero que use uno de plata dorada, me parece ridículo. Una mentira tonta y gratuita en los complementos personales. A lo mejor lo que le pasa es que le tiene alergia al oro, y no puede estar en contaco con él, porque le sale un sarpullido, como le pasa a una de mis hermanas con la plata. En fin, si quiere usar un anillo de plata, en vez de uno de oro, pues que no lo oculte bajo un disfraz dorado. Lo que de verdad sería rompedor sería un anillo de madera liofilizada, a juego con la cruz pectoral.
El trono que el articulista afirma que es de oro, cosa que dudo mucho, me parece feo con avaricia. El blanco, mucho mejor, para mi gusto.
Me da la impresión que será un hombre de gestos, sus palabras no son muchas, sus escritos son cortos, pero tiene gestos concretos, todos recuerdan aquí en Buenos Aires y puede ser en Argentina sus gestos. Un cura amigo me escribió hace poco -antes de ser Papa Francisco- que había estado en un retiro y cuando se dio vuelta al final del salón estaba sentado Bergoglio. Por el momento me sigue sorprendiendo gratamente. Lo importante es que también nosotros sigamos los gestos.
Me parece que puede ser más que un gesto simbólico, una manera anténtica de iniciar el giro que esta iglesia necesita.