Al empezar esta semana en que se va a culminar el hecho insólito de que que se declare en la Iglesia Católica la Sede Vacante, sin que haya precedido la muerte previa del Papa, dejamos constancia en nuestra página del comentario de un filósofo italiano, Paolo Flores D’Arcais, que en el año 2000 sostuvo un contraste público muy famoso con el cardenal Ratzinger. De él habla con respeto, pero poniendo de relieve el profundo significado que implica su gesto de renuncia. Gesto que Ratizinger acaba de definir consecuencia de una invitación de Dios a “subir al monte“.
Un lugar para un papa emérito
El gesto de Ratzinger es de un coraje tal que muchísimos purpurados y poderosos monseñores de la curia lo consideran más bien temeridad
Vista del monasterio Mater Ecclesiae, la residencia que Benedicto XVI ha elegido para vivir tras su renuncia, y de la Basílica de San Pedro. / SAMANTHA ZUCCHI (EFE)
“No hay lugar para un papa emérito”, declaraba secamente Karol Wojtyla en una fecha tan cercana como 1994; por el contrario, resulta que va a haber un papa emérito, a partir de las 20 horas del 28 de febrero de 2013, con efectos en cadena para la Iglesia católica cuyo alcance resulta imposible calibrar. El gesto realizado por Joseph Ratzinger, que dentro de dos semanas será simplemente ex Benedicto XVI, es de un coraje tal que muchísimos purpurados y poderosos monseñores de la curia lo consideran más bien temeridad, y algunos incluso una señal de debilidad rayana en la ligereza.
Se trata, en efecto, de un gesto que tendrá el excepcional efecto histórico de desacralizar la figura del pontífice, equiparándola, en el futuro próximo del imaginario de los fieles, con la de un gran jefe religioso pero nada más. Paradójico resultado de la decisión de un papa que puede presumir, en cambio, como máximo logro (desde su punto de vista, obviamente), de haber llevado a cumplimiento la normalización de la Iglesia postconciliar en sentido tradicionalista, ya iniciada por Wojtyla.
El Papa, en efecto, no es solo, como se dice a menudo, el último soberano absoluto, porque no han faltado soberanos absolutos que hayan abdicado. El Papa es o, mejor dicho, era hasta ayer, un soberano absoluto dotado para sus creyentes de un carisma radicalmente incomparable, el de ser el vicario de Cristo en la Tierra, el sustituto en el más acá de la segunda persona de la Santísima Trinidad, un vice-Dios, en definitiva. Pero un ex vice-Dios es un contrasentido, y el papa de Roma acabará por convertirse, de forma inevitable, tan solo en el “primado” de una Iglesia, exactamente igual al arzobispo de Canterbury, que es “primus inter pares”, si bien con un número de fieles infinitamente mayor.
Doble paradoja, porque de esta manera viene a dar la razón a su antagonista histórico, Hans Küng, y a los más progresistas de los padres del Concilio Vaticano II, cuyo influjo y recuerdo Ratzinger ha conseguido borrar, pero sobre todo porque con su dimisión ha infundido en el solio de Pedro ese “desencanto del mundo” que caracteriza a la modernidad secularizada y que su pontificado, bien al contrario, se ha esforzado desaforadamente por combatir, y con significativos éxitos oscurantistas incluso (el reconocimiento de un Habermas, por ejemplo).
En definitiva, de ahora en adelante podrán convivir en la Iglesia católica un papa emérito y un papa-papa, este último en la plenitud de sus funciones, desde luego (dando por buena la hipótesis de que el expapa lleve realmente una vida de clausura), pero desprovisto ya de su carisma de entidad sacra, perdida para siempre.
¿Por qué ha optado, pues, Benedicto XVI por un gesto tan radical, de cuyas consecuencias no podía no ser plenamente consciente? ¿Qué le ha llevado a subvertir la solución tradicional, que parecía inquebrantable, de “encomendarse a Dios” incluso en la más extrema debilidad física, con la certeza de que el Espíritu Santo supliría las incapacidades humanas del Pastor? La larguísima agonía de Wojtyla —decisiva en el proceso excepcional para hacerlo “¡santo de inmediato!”— fue un ejemplo radical y recientísimo de tal confianza estándar en el auxilio de la divina providencia, que parecía irrevocable.
Al subrayar, en cambio, su propia incapacidad, Ratzinger ha introducido en la valoración de lo que supone “el bien de la Iglesia” un humanísimo cálculo racional que replantea de hecho la sobreabundancia de los dones del Espíritu Santo, cuya especialísima asistencia al Sumo Pontífice garantiza nada menos que su sobrenatural infalibilidad cuando habla ex cathedra. Con la ulterior paradoja de que este rasgo de sensatez mundano ha sido tachado, a media voz, de cobarde fuga de sus responsabilidades precisamente por parte de Sus Eminencias más mundanas y “chanchulleras”.
Y eso sin olvidar, en passant, que si el gesto de Ratzinger manifiesta modestia, habría que juzgar como arrogancia el comportamiento ostentosamente opuesto de Wojtyla, dilema que solo puede evitarse con el recurso hipócrita al pensamiento único, que cuando se trata de un papa cualquiera da rienda suelta a su aliento solo para el servil encomio y como sucedáneo del beso en la zapatilla, pero que no podrá esquivarse eternamente.
¿Por qué, pues, este gesto de inenarrable riesgo y peligrosidad? Benedicto XVI lo ha dicho con una claridad que prefiere obviarse: para ser papa “también es necesario el vigor, tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”. Subrayo “espíritu”, porque es la clave de la renuncia de Ratzinger, que se declara “muy consciente de la gravedad de este acto”.
¿En qué sentido puede estar declarándose Benedicto XVI “incapaz de ejercer” el ministerio de san Pedro hasta tales extremos? Bajo su guía, la Iglesia jerárquica ha adquirido mayor unidad que nunca, alejándose de desgarros entre “progresistas” y “conservadores” —la última voz ajena al coro ha sido la del cardenal Martini—, y la homogeneidad doctrinal de los episcopados nunca ha sido tan inoxidable. Y también en lo referente el “mundo” puede presumir el Papa teólogo de logros no desdeñables. Ya hemos citado los elogios de Habermas (hoy por hoy el filósofo laico por excelencia), y podríamos añadir la fascinación que despierta en intelectuales à la page de la muy laica París, Julia Kristeva in primis (pero la lista es larga y deprimente), así como el inesperado éxito que ha alcanzado la crítica antiilustrada de Ratzinger cuando ha propuesto a los no creyentes que acepten el principio “sicut Deus daretur” —que todos se comporten como si Dios existiera— porque sin Dios, y sin el fundamento ético que a él subyace, es la sociedad occidental entera la que se encamina hacia el colapso.
Queda por lo tanto una sola “incapacidad” por la que Benedicto XVI puede haber recitado el “mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa”: la administración de la Iglesia en el sentido más estrictamente curial del término. Las reyertas entre cardenales que han trasformado las galerías del Vaticano en un nido de víboras, la guerra entre facciones que, entre los frescos de Miguel Ángel y de Rafael, hace que reluzcan los puñales y actúen los venenos, bajo la forma letal de los dosieres y de eminentísimas maquinarias de enfangar.
Dos son, sobre todo, las “suciedades” de la Iglesia (por usar el término de Ratzinger en el vía crucis de 2005) que alimentan las pugnas entre los birretes rojos: el escándalo de los curas pedófilos y el de la banca vaticana (IOR). Sexo y dinero, “auri sacra fames” y “hominum divomque voluptas”, las sempiternas seducciones de Mammón, ante las que la púrpura, símbolo de disponibilidad al martirio, debería suponer una perfecta inmunización.
Y fue precisamente la decisión de Ratzinger, por mucho que se planteara de forma circunspecta y gradual, de destapar el bote de iniquidad de la pedofilia, y la más cauta incluso y apenas esbozada de sustraer el IOR al circuito de la “finanza canalla” (la coraza de corrupción y reciclaje mafioso) lo que desencadenó monstruosas resistencias que dieron vía libre al molinete de las maquinaciones. Por lo demás, el único motivo de desacuerdo que Ratzinger tuvo con Wojtyla se refería precisamente a la pedofilia (y al caso, no idéntico aunque estrechamente relacionado, de los potentísimos Legionarios de Cristo y de su jefe, el tristemente famoso Marcial Maciel Degollado, a quien no por casualidad “fulminó” Ratzinger nada más subir al solio pontificio), asunto sobre el que el cardenal del ex Santo Oficio insistió al papa polaco para llevar a cabo un radical giro copernicano en aras de la severidad y la transparencia. Sin éxito, derrotado por una curia que, a esas alturas, tenía a su merced a un papa en sus últimos años, incapaz de gobernar debido al agravamiento de su enfermedad. Espectro que sin duda ha jugado a favor de la decisión actual de Benedicto XVI.
Vatileaks, el escándalo de filtraciones de documentos reservados, no es más la punta del iceberg, lo que hemos podido llegar a conocer nosotros, los comunes mortales, pero Benedicto XVI ha podido abrazar el iceberg por entero, en su devastadora amplitud, y el informe de los cardenales Herranz, Tomko y De Giorgi debe haberle dejado literalmente desolado. Sobre todo porque en todas las nauseabundas intrigas que “desfiguran el rostro de la Iglesia” está siempre metido hasta el cuello su más estrecho colaborador desde los tiempos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Tarcisio Bertone, potentísimo secretario de Estado, que en cuanto a “individualismos y rivalidades” y vano orgullo de quienes “buscan el aplauso y la aprobación”, otras “suciedades” estigmatizadas por Benedicto XVI durante su reciente homilía del Miércoles de Ceniza, no conoce rival en los palacios apostólicos. Hasta tal punto de que ha asumido el pleno dominio de las finanzas vaticanas, desbancando de la comisión que lo controla al cardenal Attelio Nicora, el hombre de la apertura (por tímida que fuera) hacia la transparencia, colocando así con inaudita arrogancia al próximo papa frente al hecho consumado.
En el destructivo enfrentamiento en curso entre facciones prelaticias Benedicto XVI no se ha sentido capaz de escoger. Entre otras cosas, porque no es que las “consorcios” rivales de Bertone brillen por su santidad (su predecesor y archienemigo, el cardenal Sodano, ha sido uno de los protectores históricos de Maciel, por ejemplo). Benedicto XVI, frente a tal desbordamiento subterráneo de la “suciedad” de la Iglesia se ha rendido, confesando su propia incapacidad, escogiendo la única vía que sigue pareciéndole eficaz, la oración.
Dicen que a la Cloaca Maxima construida por los etrusos alrededor del 600AC , le echaron una limpiadita el 33 DC y después llegó el cristianismo a instalarse, que quizás no eran tan aficionados a la limpieza ni a la ingeniería, y he aquí el resultado: los contenidos están saliendo por la silla Curul y no solo le mojaron las patitas al sucesor de Constantino sino que la inundación le llegó al cuello. Cualquiera con dos dedos de frente huye de ese lugar, y le deja el problema del drenaje y los cadáveres que suelen aparecer después de esas limpiezas, a otro.
Además hacer dogmas sentado en la mencionada silla, pero con los pies metidos en el detritus proveniente de la cloaca, no resulta, no vende, no es marketero incluso para masoquistas.
Hay algunos que creen que con una buena limpieza, la cloaca puede seguir funcionando. Pero yo pienso que el diseño está obsoleto, hay demasiado cadáver atascado y ahora existen baños químicos y las basuras se separan antes de ir al vertedero para ser recicladas, Es decir, cambió la tecnología. También el diseño de la silla no resiste más, no es ergonómico y debe dejar curcuncho (cheposo) a cualquiera que se siente ahí, aunque sea por un rato.
Y esa afición que tienen en Roma de hacer dogmas y teología, sentados en la silla, no ayuda. El jefe además, no es del tipo deportivo, como el santo súbito, pero le gustan los ejercicios teológicos y debe tener la espalda a la miseria, asi como los pies en la pudrición.
El convento debe ser mucho más limpio y pulcro, y bien mantenido por mano de mujeres santas.
La realidad es poliédrica. Ninguno daremos con la explicación completa de lo que sucede. Es importante que algo pase. Aunque mejor si fuese una nueva buena. Ésta noticia es una nueva de la caverna vaticana.
Asistimos al abandono del sucesor del autócrata. El sucesor del santo (alguien dijo que no había nada peor que suceder a un santo) incapaz de discernir quién era Maciel (el discernimiento parece ser un don que concede el Espíritu Santo). Mal vamos. Suceder a ese “santo”.
Y algo pasa en cierto lugar, que nos tiene con el cuello torcido (como decía Tarancón). También nosotros. ¡Menuda educación cristiana recibimos que nos tiene con el cuello con tortícolis ya!
Si no recuerdo mal no fué lo que me enseñaron, sino lo que descubrí lo que me acercó a Nazaret.
Olvidemos la curia y sus intrigas. Éste hombre desea morir entre los escombros del Vaticano. Dejémosle y vayamos a otra cosa. Porque lo otro , Nazaret, es lo que nos interesa.
Quizás porque cuando inauguraron el Concilio Vaticano II yo aún no había nacido, lo cierto es que es la primera vez en mi vida que tengo la sensación de que algo se está moviendo en Roma, en la Iglesia Católica. Pero aún es pronto para saber si:
1º.- Si es verdad que algo se mueve en Roma.
2ª.- En caso de que algo se esté moviendo, en qué dirección se mueve exactamente.
3º.- Cuáles serán las consecuencias de ese movimiento.
P.P.: Por cierto, qué detalle constructivo más inteligente y bonito muestra el muro del convento Mater Ecclesiae que se ve en la fotografía. Si no recuerdo mal, el primero que usó esa solución fue Louis Kahn, pero no estoy seguro.
Motu Proprio: Benedicto XVI autoriza al colegio cardenalicio la facultad de adelantar el cónclave
Lunes 25 Feb 2013 | 10:19 am
Ciudad del Vaticano (AICA): Se dio a conocer esta mañana la carta apostólica con forma de Motu proprio, en fecha 22 de febrero, del papa Benedicto XVI en la que se establece una serie de modificaciones para la elección de su sucesor, entre las que destaca la facultad que otorga el Pontífice a los cardenales para adelantar el inicio del cónclave. Al presentar el padre Federico Lombardi SJ, Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, dijo que los cardenales decidirán la fecha del inicio del cónclave en las primeras congregaciones generales. Es posible que la fecha no se decida en la primera de ellas.
En el texto, el Santo Padre precisa que “ningún cardenal elector podrá ser excluido de la elección ya sea activa o pasivamente, por ningún motivo o pretexto, con lo que queda firme lo prescrito entre los números 40 al 75 de la Constitución Universis Dominici gregis” del Beato Juan Pablo II.
Benedicto XVI establece además que “desde el momento en que la Sede Apostólica esté legítimamente vacante, se esperen 15 días antes de comenzar el cónclave” pero concede al Colegio de Cardenales “la facultad de anticipar el inicio del cónclave si se tiene la presencia de todos los cardenales electores; así como la facultad de postergar, si existiesen motivos graves, el inicio de la elección por algunos días. Sin embargo, transcurridos como máximo 20 días desde el inicio de la Sede vacante, todos los cardenales electores presentes deben proceder a la elección”.
El documento señala además que “todo el territorio de la Ciudad del Vaticano e incluso la actividad ordinaria de las oficinas en su ámbito deberán ser reguladas, en dicho período, de modo de asegurar la reserva y el libre desarrollo de todas las operaciones relacionadas a la elección del Sumo Pontífice”.
“En particular se deberá proveer, también con la ayuda de los prelados clérigos de cámara, que los cardenales electores no tengan contacto con nadie durante este periodo en la Domus Sanctae Marthae en el Palacio Apostólico Vaticano”.
El Papa señala que todas las personas que “por cualquier motivo y en cualquier momento conozcan lo que directa o indirectamente concierne a los actos propios de la elección y, en modo particular, de lo que respecta a los escrutinios relacionados a la elección misma, están obligadas al secreto estricto con cualquier persona extraña al Colegio de Cardenales electores: por tal motivo, antes del inicio de la elección, deberán prestar juramento”.
Una infracción a esta disposición conllevará la “pena de excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica”.
Benedicto XVI señala además que la única forma válida de elección es la del escrutinio y señala que para ella “se requiere al menos los dos tercios de los votos, computados sobre la base de los electores presentes y votantes”.
Si las votaciones “no tuvieran éxito” se establece “que se dedique un día a la oración, a la reflexión y al diálogo”. En las siguientes votaciones “tendrán voz pasiva solo los dos nombres que en los escrutinios precedentes hayan tenido el mayor número de votos”.
“Una vez que se tiene canónicamente la elección, el último de los cardenales diáconos llama en el aula de la elección al Secretario del Colegio de Cardenales, al Maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias y a los dos ceremonieros, entonces el Cardenal Decano o el primero de los cardenales por orden de ancianidad, a nombre de todo el Colegio de los electores pide el consenso del elegido con las siguientes palabras: ¿Aceptas tu elección canónica de Sumo Pontífice? Y apenas reciba el consenso le pregunta: ¿Cómo quieres ser llamado? Entonces el Maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, con función de notario y teniendo como testigos a los dos ceremonieros, redacta un documento acerca de la aceptación del nuevo Pontífice y el nombre que ha asumido”.+
Vatileaks: La Comisión de cardenales entregó el informe final al Papa
Lunes 25 Feb 2013 | 10:57 am
Ciudad del Vaticano (AICA): Los tres cardenales que investigaron la fuga de noticias reservadas, Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvador De Gregori, presentaron hoy a Benedicto XVI el informe final sobre el caso.
El comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede señala que Benedicto XVI recibió esta mañana en audiencia a los miembros de la Comisión cardenalicia de investigación sobre la filtración de noticias reservadas, a quienes acompañaba el secretario de la misma, el padre Luigi Martignani.
“Una vez finalizada la tarea encomendada, Su Santidad ha querido darles las gracias por la provechosa labor que han llevado a cabo y que ha puesto de relieve, junto con los límites e imperfecciones propios del factor humano de toda institución, la generosidad, rectitud y dedicación de cuantos trabajan en la Santa Sede al servicio de la misión confiada por Cristo al Romano Pontífice”.
El comunicado precisa finalmente que el papa Benedicto XVI “ha decidido que los resultados de este informe, cuyo contenido conoce solamente Su Santidad, permanezcan exclusivamente a disposición del nuevo Pontífice”.
“Con esto ha terminado y se ha disuelto la comisión de cardenales”, indicó el padre Federico Lombardi SJ, portavoz del Vaticano, o sea que “el informe lo conoce solamente el Papa y los tres cardenales que lo redactaron” y quedarán a disposición del futuro pontífice”, concluyó el vocero.+
Hola!
Me encontré pensando dos ocurrencias:
1.- Papa “des-papado”:
¿Qué le puede pasar a quien ha perdido sus fueros legales de “intangible” -deja de ser Jefe de Estado”-, y lo pillan en otro País, o que pueda ser demandado y exijan su comparencia en ese otro País?
2.- Guardia Suiza:
El Mundo está en Crisis.
Europa está en Crisis.
Suiza ¿está en Europa?
Suiza ¿está en Crisis?
En las Noticias no veo ninguna Info al respecto.
¿Habrá alguna relacióm entre los dos Estados (Vaticano y Suizo)
respecto a los asuntos de DINERO-BANCARIO?
¿Será una ocurrencia malsana y/o malparida?
¡Voy todavía! – Oscar.
Reflexiones sobre el poder a partir de algunos temas eclesiásticos
Por Eduardo de la Serna *
La renuncia del Papa “movió el avispero”. Para bien y para mal. Cientos de notas y artículos, en la mayor parte innecesarios, inservibles o insufribles; muchos que parecen más “lobby” que información, muchos que venden “pescado podrido”, muchos que revelan más la ignorancia del autor, o una mirada que de tan parcial es superflua. Otros son mera información sin análisis (a veces es preferible eso); otros, información buena, con análisis pobres; otros parecen sensatos y serios, pero no tenemos forma de estar seguros. La gran capacidad que tenemos los seres humanos de creer en conspiraciones invita a aceptar (o querer hacerlo) mucha nota que “se non è vero è ben trovato”.
Salen a la luz supuestas mafias, estafas económicas, juegos (sucios) de poder, chantajes homosexuales y decenas de cosas por el estilo. Y que mucho –o todo– de esto habría sido desencadenante en la renuncia del Papa. Lamentablemente a muchos no nos extraña en lo más mínimo que estas cosas existan en la última monarquía absoluta que queda en el mundo. En lo personal, me resulta más increíble que el Papa haya renunciado porque se siente sin fuerzas para conducir la nave de Pedro que navega tranquila en un mar tempestuoso, y que en la Iglesia, “casa de todos” con alegría y paz, el Papa haya querido dejar lugar a otros para seguir armónicamente –ahora desde una clausura– la vida mansa vida eclesial. Ese cuento de hadas me resulta más increíble que el policial anterior.
Sin dudas que la democracia no es la panacea, y ya vivimos el fracaso de aquel que dijo que “con la democracia se come, se educa y se trabaja”. En lo personal, creo que la democracia es mala, pero es por lejos, ¡por muy lejos!, el menos malo de todos los sistemas conocidos. Sí creo que hay diferentes modos de ejercer la democracia, y hay democracias participativas, populares, liberales, etc… Pero aun la peor de ellas es mejor que la mejor de las otras.
Por eso no creo que la democracia sane todas las heridas en el cuerpo eclesial, pero sin duda ayudaría mucho. La transparencia suele ser un gran enemigo de los que eligen las sombras para manejarse en algunos (o todos) los manejos turbios que se han señalado. Si la elección de los obispos quedara en manos de las conferencias episcopales y no de los nuncios y luego de secretas oficinas vaticanas, y a cambio de favores de algún tipo, económico, sexual o político, los nombramientos serían bien distintos. Es cierto que con conferencias como las de Argentina, Colombia y México no habrá demasiadas esperanzas, pero no es menos cierto que más de un arzobispo u obispo argentino hoy no estaría si la transparencia fuera el criterio de base.
La monarquía absolutista no sólo permite nombramientos turbios (que además terminan atribuyéndose al Espíritu Santo, lo que, además de ser inconstatable, es una buena fuente de impunidad y arbitrariedad), permite también autoritarismos que no pueden defenderse. Si alguien tiene la suma del poder público, ¿cómo podríamos defendernos de sus excesos, por ejemplo? Los casos de los cientos de teólogos censurados por la moderna inquisición son un buen ejemplo de esto. Si es el Papa (o sus “ministros”) quien censura a alguien, y es sólo ante el Papa (o sus ministros) que se puede apelar, ¿qué futuro tiene tal recurso? Por no hablar de la pederastia, escándalo que clama al cielo (ver http:// internacional.elpais.com/internacional /2013/02/21/actualidad/ 136147 5495_345880.html). ¿Hay libertad de prensa en L’Osservatore Romano? ¿Hay pluralidad de voces? ¡Ley de Medios en el Estado Vaticano, ya!
Para peor, en el seno de la Iglesia se la ha rodeado de argumentos supuestamente teológicos que ayudan a blindar más el sistema que la sostiene: “el que obedece no se equivoca”; “prefiero equivocarme con mis superiores que acertar sin ellos”, “fuera de la Iglesia no hay salvación”, “infalibilidad…”. Así, cualquier atisbo de rebeldía queda apagado, o –por lo menos– no es acompañado por otros más temerosos que “temen ser infieles a Dios”. Podríamos señalar que la infalibilidad de la Iglesia no se refiere a negocios turbios ni a nombramientos episcopales (o del entorno papal), o que decir “Iglesia” es otra cosa muy diferente, pero no es éste el espacio para hacerlo. Lo cierto es que dichos como ésos (que hemos escuchado) se parecen más a “cuidar la retaguardia” que a un sano y fraterno pueblo de Dios que camina conducido por el Espíritu Santo. La realidad se ocupa de desmentirlo a cada momento.
¿Qué pasará con el futuro papa? Pues, ¡ni idea! Podría decir qué sueño que pase, pero no es importante. Y –de todos modos– creo que mucho más urgente es pensar qué pasará con el papado, que es otra cosa. Que en la Iglesia Católica romana haya “Pedro” es razonable, lo que no parece sensato es que Pedro se parezca más a Constantino que al pescador de Galilea, temeroso, impulsivo, entregado, simple, capaz de retractarse después de sus múltiples “metidas de pata”…
Pero esto que es la Iglesia universal se replica también en las iglesias locales. Nuevamente el poder absoluto y la falta de transparencia hacen que la Iglesia se parezca más a un feudo, a un castillo blindado, que a una comunidad fraterna y sororal. También aquí hay mucha información periodística que “vende fruta”, pero hay cientos de casos de ayer y de hoy que son graves, y escandalizadores, pero “la suma del poder público” los consagra en impunidad.
Para no hablar de escándalos ya viejos, se podría hablar del escándalo que significa que el obispo de Chiapas (México) no pueda ordenar diáconos indígenas (la “mamá” Roma no lo autoriza), que el obispo de Lima (Perú) –del Opus Dei– quiera apoderarse de la Universidad Católica (con el apoyo de la curia romana, claro), que el pederasta Karadima (Santiago, Chile) consiga nombramientos episcopales de miembros de su séquito, que un obispo colombiano manifieste públicamente su cercanía (y apoyo económico, claro) de los paramilitares, pero me detendré en un caso puntual: a diferencia de ciertas diócesis –como La Plata, por ejemplo–, que parecen eternamente castigadas y condenadas por Roma en sus nombramientos, Santiago del Estero era privilegiada: Girao, Sueldo, Maccarone. Eso era intolerable para la involución eclesial empezada por Juan Pablo II, y entonces, ante la digna renuncia de Maccarone, se eligió como sucesor a Francisco Polti (Opus Dei). Como es coherente con el grupo al que pertenece, Polti (Opus Dei) se relacionó con la gente del poder, lo cual, obviamente, supone un abandono de los débiles, los pobres, los campesinos… Pero enfrentarse con los poderosos es peligroso (que lo digan Maccarone, Piña o Bargalló, si no). Y ser amigo de ellos es beneficioso, sin dudas. Lo cierto es que Polti (Opus Dei) –y luego su auxiliar, Torrado– abandonaron a su suerte a las comunidades campesinas, indígenas, los pobres de Santiago del Estero. Y –claro– hacer una “opción preferencial por los ricos” supone ser su voz. No por quedar bien, por cierto, sino por estar en comunión y de acuerdo con ellos. Al fin y al cabo, para eso lo nombraron (¿o no pasó eso también en Iguazú?). Es la cosa más lógica dentro de esta perversión, entonces, que Polti (Opus Dei) salga a defender a la dictadura militar (¿no es lo mismo lo que pasó con Delgado, también del Opus Dei, y su hermano y cuñada desaparecidos, y la posibilidad de tener un sobrino apropiado?). Pero claro, si algún cura de la diócesis cuestiona la dictadura, uno se lo saca de encima y listo. ¿Para qué sirve tener el poder absoluto sino para ejercerlo? Y si es un cura a préstamo, tanto mejor, porque el Código de Derecho Canónico me autoriza a echarlo sin problemas… Al fin y al cabo, ¿quién hizo el Código sino el mismo poder? (además de la gran cantidad de gente del Opus Dei que allí anduvo, claro).
Uno puede decir que el Evangelio dice otra cosa, que Jesús obraba de otra manera, que el anuncio de Jesús de “otro mundo posible” invita a que “entre ustedes no sea así”, pero al fin y al cabo a uno lo van a juzgar y hasta a condenar por no obrar conforme al derecho canónico, nunca por obrar de modo contrario al Evangelio, ¿no? De nuevo “la suma del poder público” al servicio del poder.
Uno puede hablar de cobardía (¡y mucha en este caso!), de actitudes contrarias a todo lo que cree, se pueden mandar mil cartas, pueden pedir reuniones los curas de la diócesis, las monjas de la diócesis, los campesinos de la diócesis, pero a un timorato que tiene poder nada de eso le importa. “¡Se hace lo que digo yo!” Un miedoso con poder es peligrosísimo (y peor todavía si además es tonto). Y mucho peor aún, si no existe ninguna instancia de revisión de esas decisiones. Y lo peor en grado supino es cuando se afirma que esas decisiones se originan en Dios mismo. Ahí, el callejón parece sin salida.
¿Será que llegó la hora de repensar todo el manejo de poder en el seno de la Iglesia? Sin duda que sí. Sin duda que no se hará. Aunque, también, sin duda que los Polti, Torrado y tantos de Roma quedarán condenados a la insignificancia histórica. O –cuando mucho– pasarán a los libros como aquellos que supieron renunciar por no saber, no poder o no querer enfrentar lo que ellos mismos y sus “amados predecesores” engendraron.
* Coordinador del Movimiento de Sacerdotes en Opciones por los Pobres.
El papa afirma que dios le pide que se retire.
El chico finge que habla con dios y dios les responde, y le da instrucciones claras.
Así termina diciendo el papa que ‘siempre estaré con vosotros …’ Me suena a algo que algún evangelista atribuye a Jesús.
Qué evidente es que, sin pensamiento mágico (dios me habla y me pide que me retire, dios que me eligió papa y que gobierna la ICR …etc.), a estos (ponga cada uno el calificativo que mejor le parezca) se les acaba el negocio.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/02/24/actualidad/1361703125_573631.html
El post afirma que hay un gran coraje en la decisión del papa de abdicar de su monarquía absoluta.
Son puras ganas de dar culto al papa, o algo muy parecido.
Pues si dios le ha dicho que se retire, no hace falta ningún coraje, para seguir las instrucciones de quien se supone que es el Todoacierto, el todopoderoso y demás imaginarias atribuciones que aseguran los dogmas de los católicos que son algunas de las cualidades de su dios.
Por el contrario, el papa no puede más y se retira, no por coraje, sino porque estima su vida, y quiere vivir los años que le queden lo mejor posible. El propio L. Boff decía el otro día que el Ratzinger es extremadamente inteligente.
Habría que pensar que el autor del post no se cree que dios le haya dicho nada al papa, y por eso le atribuye un gran coraje (no sé por qué, ni aún dejando de meter a dios por medio, pues el coraje lo habría necesitado para seguir de monarca absoluto, no para dejarlo y retirarse a vivir como un divo en envidiables aposentos, con todo lo mejor servido y asegurado de por vida.
Que los purpurados y poderosos monseñores le atribuyan, como el autor del post –qué casualidad que coincidan en cómo ven a su papa- un gran coraje indica que tampoco los purpurados y monseñores se creen que dios le haya hablado ni pedido nada de nada a Ratzinger, y que saben muy bien que se las hacen pasar putas a Ratzinger, ‘rodeado de lobos’ (que son ellos mismos, los purpurados y poderosos monseñores), así lo han descrito ya públicamente a Ratzinger en algún medio, ‘rodeado de lobos’.
Cuánta manipulación y cuánto culto interesado, que sigue sacralizando al papaemperador (como ya hicieran los emperadores romanos con sus personas y cargos imperiales).
Ya veremos si se desacraliza al que siguen llamando representante de dios en la Tierra: por el momento sigue igual de sacralizado que antes. Al anterior papa lo han puesto en relación directa con dios, al beatificarlo precisamente su colega Ratzinger –hoy por ti, mañana por mí-, para seguir sacralizando a estos tipos, como Escrivá, al que Wojtyla pagó sus servicios con la condecoración que llaman santidad, elevarlo a los altares (que no son más que piedras y similares).
El autor del post sigue atribuyendo al papa de turno en su post lo que llama ‘su carisma de entidad sacra’ pues afirma que al dimitir lo ha perdido para siempre, dicho carisma.
Ese pretendido carisma no es más que un disfraz para tratar de sacralizar al papado y a sus sacerdotes; todo un cuento, un viejo invento para manipular a dios. NO me extraña que muchos se pongan a salvo de tanta patraña y engaño declarándose ateos, ante estas manipulaciones.
El autor del post se equivoca, en mi modesta opinión: para nada la dimisión de Ratzinger ‘… replantea de hecho la sobreabundancia de los dones del Espíritu Santo, cuya especialísima asistencia al Sumo Pontífice garantiza nada menos que su sobrenatural infalibilidad cuando habla ex cathedra.”
Ese pensamiento mágico, consustancial al catolicismo y esencial para el negocio católico, continúa incólume tras la dimisión del papa, el cual sigue fingiendo que habla con dios y éste le da las instrucciones divinas en cumplimiento de las cuales hace Ratzinger lo que hace.
Más de lo mismo, y a tope. No les costará mucho repintar la más bella imagen por Tv y demás medios para su ICR.
Taparon el asesinato de Luciani sin problemas, al no permitir que hubiera pruebas del mismo, ni siquiera la autopsia del cadáver (por voluntad de dios también, claro, claro).
Taparán la podredumbre actual también con similar facilidad.
Repetirán que son hombres, sujetos a la tentación del demonio y eventualmente al pecado, pero que con la gracia de dios de la que se nutren con sus exclusivos sacramentes, dios les sigue manteniendo en el buen camino, la ICR, en gracia de dios -con lo que pueden seguir diciendo misas y misas- para mayor gloria de dios y bien de las personas y colorín colorado
La ICR sigue incrementando el número de fielesovejas, que ya supera los 1.200 millones, al parecer, el más alto que nunca han tenido.