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Citar el Vaticano II

Arregi¿Qué queda del Vaticano II 50 años después? La pregunta ha sido formulada y respondida muchas veces, y no volveré sobre ella. O sí, volveré sobre ella, pero desde un enfoque muy particular: cómo se cita el Vaticano II en el Catecismo de la Iglesia Católica.

“Hay que leer el Concilio en clave de continuidad y no en clave de ruptura con la tradición”, declaró Benedicto XVI, y muchos obispos lo han repetido como si fuera un luminoso criterio para la correcta interpretación del Vaticano II. Pero apenas si ilumina algo. “Continuidad”, “ruptura”: depende de lo que se entienda con esos términos. Cuestión de palabras.

Hace pocos meses, un profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra (del Opus), José Luis Gutiérrez, poco sospechoso de ser rupturista, decía en una conferencia de la Universidad Pontificia de Salamanca, en el marco del “Congreso a los 50 años del Concilio”, que la constitución Sacrosanctum concilium supuso una “revolución”. ¿Una revolución no es una ruptura? ¿No fue una ruptura el principio del gobierno colegial de la Iglesia aprobado (aunque también neutralizado, es verdad) por la Lumen Gentium? ¿No fue una ruptura que la Dei Verbum reconociera que en la Biblia hay “cosas imperfectas”? ¿No fue una ruptura que la Nostra Aetate afirmara que en las religiones no cristianas hay “cosas verdaderas y santas” y “deplora” el antisemitismo” histórico de la propia Iglesia católica? ¿No fue una ruptura que la Dignitatis Humanae reconociera la libertad de conciencia o la libertad religiosa condenadas hasta entonces? Sería como decir que no hay ruptura entre el apartheid y su abolición? Claro que la vida, al igual que la historia, es continuidad, pero la continuidad no se da sino a través de saltos y rupturas.

Lo mismo sucede con la lectura del Concilio después de 50 años. En nombre de la continuidad de la vida, ¿debemos acaso seguir repitiendo la misma letra en el mismo sentido de hace 50 años? ¿Esa supuesta continuidad literal no sería en realidad una traición al Concilio? La fidelidad no es neutra, ni consiste en repetir la letra del pasado. Toda lectura es interpretación. Toda lectura es también selectiva. Y cuanto más se empeña alguien en seguir repitiendo la letra del Concilio en nombre de la continuidad, más selectiva y parcial es su lectura o su interpretación.

Es lo que sucede con el Catecismo de la Iglesia Católica del año 1997, plagado de citas conciliares. El Catecismo responde al propósito –contradictorio por principio– de fijar de una vez para siempre la lectura de aquellos documentos, como si su sentido se pudiera encerrar en la letra cerrada, como si 50 años después no se pudiera ni debiera hacer una nueva lectura e interpretación. Pero el propósito del Catecismo iba más allá y resulta más grave: quiso establecer de una vez para siempre una lectura y una interpretación del Concilio en continuidad literal con la teología del Vaticano I y de Trento.

Claro que eso sería simplemente imposible con solo leer todo el texto de todos los documentos (que, por cierto, contienen no pocas contradicciones como textos de compromiso que son, aunque esa es otra historia en la que no entro aquí). El Catecismo cita solamente aquello que interesaba a los que lo compusieron para el doble propósito que acabo de indicar: por un lado, leer el Vaticano II a la luz del Vaticano I y de Trento, y cerrar, por otro lado, toda nueva interpretación. Lo ilustraré con la manera como el Catecismo cita (interpreta) la Gaudium et Spes. El Catecismo de la Iglesia Católica contiene unas 170 citas textuales de dicha constitución. Son muchas, pero ¿basta con ello para poder afirmar que el Catecismo es fiel al espíritu, al aliento, a la inspiración profunda de esta Constitución o del Concilio en su conjunto? Evidentemente no. La cuestión no es el cúmulo de citas, sino la selección de las mismas: qué es lo que cita y, de modo especial, qué es lo que no cita, es decir, aquello que silencia y oculta. Ni lo uno ni lo otro es casual, sino intencionado. Señalaré unos cuantos ejemplos.

  • El Catecismo no cita el n. 1 (donde se dice que la Iglesia es solidaria de nuestro tiempo), pero sí el n. 2 (donde se insiste en que el ser humano está esclavizado por el pecado); nunca cita los nn. 3 al 9 (donde se habla de “signos de los tiempos”, de la “revolución”, “mutación” y “metamorfosis social y cultural” se estaba produciendo, de su “influjo sobre la vida religiosa”, de “realidad dinámica y evolutiva”, de que es preciso“conocer el mundo en que vivimos”), ni el 11 (donde se dice que es preciso“discernir” en cada época los signos de Dios), pero sí el 10 (“hay muchas cosas permanentes”); no cita, en cambio, el n. 41 (“la Iglesia reconoce y estima en mucho el dinamismo de la época actual”), ni el 42 (“cuanto de bueno se halla en el actual dinamismo social”). El sesgo es evidente.
  • Sigamos. Cita cuatro veces el n. 17, pero nunca la frase sobre la necesidad de que la persona “actúe según su conciencia y libre elección”; y no cita el n. 28 (que dice que la persona conserva su dignidad “incluso cuando está desviado por ideas falsas”).
  • Cita el n. 21 sobre el ateísmo, pero no la frase de que su remedio es “la exposición adecuada de la doctrina”.
  • No cita el n. 33 (que reconoce que la Iglesia “no siempre tiene a mano respuesta adecuada a cada cuestión”). Cita el n. 43, pero no la afirmación de que los cristianos pueden adoptar opiniones u opciones divergentes. Y no cita el n. 75 (“El cristiano debe reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales discrepantes”), ni el 92 (la Iglesia debe reconocer “todas las legítimas diversidades” de las otras Iglesias).
  • Cita el n. 44, pero sin mencionar “los muchos beneficios” que la Iglesia “ha recibido de la evolución histórica del ser humano”; asimismo, cita cinco veces el n. 45, pero nunca la frase de que la Iglesia “recibe ayuda” del mundo.
  • El capítulo más conservador de la Gaudium et Spes es seguramente el referido al matrimonio y la familia; contiene apenas un par de frases que podrían significar una cierta apertura. Pues bien, el Catecismo cita abundantemente este capítulo, pero nunca esas expresiones más aperturistas. Así, cita doce veces el n. 48 (el más citado de la Constitución), pero ninguna sola vez recoge la frase que dice que los esposos deben “participar en la necesaria renovación cultural, psicológica y social a favor del matrimonio y de la familia”; cita cinco veces el n. 50 sobre la procreación, pero nunca la afirmación de que “este juicio, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente”.
  • Cita cuatro veces el n. 36, pero nunca la expresión “legítima autonomía”, y sí varias veces la frase “la criatura sin Dios desaparece”. Cita el n. 58, pero solo la frase “la buena nueva de Cristo renueva constantemente la vida y la cultura del hombre caído”, y no la afirmación de que “Dios habló según los tipos de cultura propios de cada época”. Nunca cita el n. 59, que dice, por ejemplo: “la cultura… tiene siempre necesidad de una justa libertad para desarrollarse y de una legítima autonomía”. Tampoco menciona el n. 76, que dice que “la comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas”, que la Iglesia “no pone su esperanza en privilegios dados por el poder civil”, y que incluso “renunciará al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos”, cuando resulten ser un anti-testimonio social.
  • Cita el n. 62, pero solo la afirmación de que la teología debe “profundizar en el conocimiento de la verdad revelada”, no otras muchas afirmaciones sobre la teología: que hoy se halla ante problemas nuevos que reclaman nuevas investigaciones, debe utilizar las ciencias, debe reconocérsele “la justa libertad de investigación”, hay que distinguir la fe y la formulación… Cita el n. 89, pero solamente la referencia a la “ley divina y natural”. Y no cita el n. 91, que habla de “la inmensa diversidad de situaciones y de formas culturales que existen en el mundo de hoy”, de que la Constitución “más de una vez trata de materias sometidas a incesante evolución” y que, por ello, la enseñanza es solamente “genérica”.

Todo eso no puede deberse a mera casualidad. La intencionalidad es innegable, y la conclusión también: el Catecismo es fiel solamente a una parte de la Gaudium et Spes (y del Concilio en general), a la parte más tradicional y conservadora, a aquella con la que sintoniza la autoridad vaticana de hoy. Ignora o silencia su potencial renovador. Traiciona a aquella corriente conciliar que soñó con otra Iglesia y otra teología para el mundo de hoy.

No hemos de mirar al pasado de nuestro presente sino para realizar el futuro de nuestro pasado. El criterio de la fidelidad es el pasado en cuanto profecía y germen de futuro. No lo que quedó dicho, sino su apertura a lo nuevo por decir. El Catecismo, como la jerarquía vaticana con Juan Pablo II y Benedicto XVI, ha sido fiel a la parte de Trento (1545-1563) y del Vaticano I (1870) que sigue presente en el Vaticano II, pero no es fiel al impulso del Espíritu que inspiró a muchos padres conciliares, el Espíritu que renueva la faz de la Tierra. Lo quien ahogar, pero el Espíritu sopla donde quiere y es imparable. Ahí sigue también presente en muchos textos conciliares, esperando a ser liberado de la servidumbre de la letra.

Para orar

Palabras

Han llegado de altos vuelos,
nocturnas, silenciosas,
impregnadas de tierra y de cielo,
sutiles, melodiosas.

Eran palabras de sentimiento,
eran palabras sin dueño,
eran palabras sin tiempo,
eran palabras de sueños.

Eran palabras y simiente,
eran palabras de sangre,
eran palabras ardientes,
eran palabras de hambre.

Eran palabras de miedo,
eran palabras de anhelos,
eran palabras de aliento,
eran palabras sin velos.

Eran palabras de amistad,
eran palabras de futuro,
eran palabras de ansiedad,
eran palabras sin muros.

Eran palabras, sólo palabras,
no sólo mías.
Aún siento su pálpito,
su cadencia, su armonía.

Pero antes de que se asienten,
sin culpa ni desazón,
en la memoria fría,
siento por dentro cómo me viven,
cómo se renuevan en el corazón.

Palabras vivas, compartidas.
Tuyas y mías.

(Miguel Ángel Mesa)

7 comentarios

  • Santiago

    Amigo Honorio, gracias por tus palabras…  comparto perfectamente tu pensamiento…pero en mi comentario lo que quise decir es que cuando se leen los documentos del Vaticano II no se puede interrumpir el sentido del pensamiento expresado, “cortando” una frase, y dejando todo lo demas a la deriva, como en mi comentario al numero 50 del Gaudium et Spes…pues entonces, cortando la frase, se pierde todo su verdadero contenido y se pierde lo que realmente quiso decir el Concilio…Esto se refería a la “conciencia informada”..Porque somos nosotros los encargados de formar correctamente nuestras conciencias, en la búsqueda constante de la verdad…
    Pero te equivocas si crees que yo solamente me baso en el testimonio…Tambien suscribo el diálogo como medio de ir descubriendo cada vez mas lo que es verdadero…Y concuerdo contigo en que todavía no estamos en la visión angélica, sino en el peregrinaje oscuro de la fe…La Iglesia pues es un camino -una tabla que nos salva- y que nos conduce a la LUZ verdadera…Si, en la oscuridad de nuestra “noche” ya brilló, actualmente brilla, o brillará la resplandeciente y potente  iluminación que nos ofrece Cristo Jesús..LA LUZ incomparable que nos salva del naufragio total…..un saludo cordial  de Santiago Hernández 

  • h.cadarso

    Amigo Santiago: Si vas alñultimo  texto que presenta Atrio de Leonardo Boff creo que podrás comprobar que entre las dos vías de acción eclesial que él señala al hablar del futuro Papa, la del testimonio y la del diálogo, tú te pronuncias por la del testimonio: como la Iglesia lo tiene todo claro, tiene toda la verdad y solo la verdad sin mezcla y sin sombra y sin dudas, la misión de la Iglesia es definir y promulgar de forma solemne e irrrevocable  los caminos de la humanidad.
    Lo malo es que quizá con esa visión me pintas una Iglesia que no está compuesta por seres humanos débiles, vacilantes, inseguros, chafulleros, sino por ángeles enviados por Dios para conducir a la humanidad como a un rebaño. Lo malo es que la historia nos cuenta de los mil errores, tropiezos, infidelidades y pecados de esta Iglesia.
    Yo creo más bien que estamos en camino hacia la verdad, caminamos en una noche oscura, por un desierto plagado de salteadores y trampas…y participamos de todos los errores y fracasos de la humanidad que nos rodea. Somos obra de Dios, pero una obra que está todavía sin terminar…Y la verdad anda muy repartida, todo el mundo tiene algún trocito de ella. O sea que soy partidario del diálogo, siempre desde nuestra más profunda identificación con el Espíritu de Jesús.

  • GIORDANO BRUNO

    No se por qué os extrañáis de esas “selecciones” de los textos.En eso vuestra iglesia es insuperable. Lleva siglos haciéndolo.Los textos fundantes del cristianismo son un verdadero galimatias tal como han llegado a nosotros, ahora, en el siglo XXI.Ya la Vulgata de Jerónimo hizo una mixtura que ni siquiera a los ortodoxos convenció. La vedad, es, que descubrir
    al auténtico galileo que fue crucificado en Jerusalen es una tarea casi imposible.Sin embargo, para mi, sí que hay una diferencia astronómica, entre los cristianos que salieron de las catacumbas y abrazaron al Imperio, entregándole armas y bagajes (armas es un decir, porque de negarse a servir al Imperio en su Ejército, a cambiar y tomar parte del mismo ….).
    y los acogidos AL PODER DE ROMA. Todo lo que siguió ha repetido el guión con una fidelidad a toda prueba.

  • Santiago

    NO EXISTE RUPTURA alguna en el Concilio Vaticano II. El magisterio de la Iglesia es algo vivo…proviene del mismo Cristo que dijo a los 12 COLEGIALMENTE: “Id, pues, a todas las gentes y haced discípulos…ENSEÑÁNDOLES a guardar todas cuantas cosas os ordené. Y sabed que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos” (Mateo 28, 19-20) (los puntos supensivos y las mayúsculas son míos). Este magisterio es una continuidad con el de Cristo…por lo tanto su propósito es poner al día -en cada época el mismo pensamiento y mensaje de Jesús- profundizando cada vez mas su sentido…Por eso, ni la Escritura, ni los documentos del magisterio tienen real sentido sino se leen en su verdadero CONTEXTO…Por eso Juan XXIII decía que la verdad de Cristo es una…. PERO otra forma es su expresión…sin que pierda su valor y su auténtico contenido…tal como nos fue “transmitido” y nosotros lo hemos “recibido”…La revolución, en este caso, no puede consistir en romper con TODO los pasado…sino con lo que empolvó,desvirtuó, oscureció el genuino mensaje de Cristo..mensaje que es UNIVERSALMENTE salvador para toda la humanidad en su destino final escatológico…Querer politizar, socializar, burocraticar etc. manipulando la historia de la tradicion apostólica a  “nuestra manera” , haciendo de  este mensaje “sui generis”, un producto de nuestras reconstrucciones personales, es pura fantasía. La historia de la salvación comienza en Cristo y PERMANECE viva y desarrollándose en la Iglesia, Pueblo de Dios, hasta que se consuman los siglos. Hasta entonces Cristo estará misteriosamente presente en los avatares y las luchas nuestras…pero siempre la base esta en la predicación primitiva del auténtico mensaje.
    El Concilio Vaticano II explicó maravillosamente esta historia de la salvación…pero no necesitó contradecir ninguna doctrina de la Iglesia…La esencia de ella ha permanecido intacta…Por eso los documentos del Concilio Vaticano II hay que leerlos en su verdadero sentido y en su apropiado contexto y asi, como ejemplo, que el articulo precedente de arriba cita, donde dice en el numero 50, de la Gaudium et Spes : “Este juicio, en ultimo término, lo deben formar ante Dios los esposos personalmente”….PERO HAY QUE SEGUIR LEYENDO…porque siguen los Padres del Concilio diciendo seguido: “En su modo de obrar, los esposos cristianos tengan en cuenta que no pueden proceder a su arbitrio, sino que siempre deben regirse por la conciencia, que hay que AJUSTAR a la ley divina misma, DÓCILES al MAGISTERIO DE LA IGLESIA, que INTERPRETA AUTÉNTICAMENTE AQUELLA LUZ DEL EVANGELIO” (Gaudium et Spes, numero 50) (Las mayúsculas son mías)
    ¿Verdad que leyendolo todo el sentido ya no es el mismo que cuando se leía una sola frase? POR eso no se puede obrar con una conciencia que no ha sido informada, previamente, por la verdad de Cristo….Y esta es la funcion de la Iglesia… traer las conciencias a la verdad que es única… y que es una verdadera revolución en el amor  de Jesus
    un saludo cordial   de Santiago Hernández  


  • Gracias a José Arregi y a El Equipo Atrio por esta nítida presentación.
    Tantas veces siento que nuestro Vaticano II está siendo traicionado pero me questa poner el dedo para tocar las 30 pedazaos de plata en la bolsa presentada. Con este trabajito me siento más seguro de mi norte.
    Justiniano de Managua

     


  • Gracias a José Arregi y a El Equipo Atrio por esta nítida presentación.
    Tantas veces siento que nuestro Vaticano II está siendo traicionado pero me questa poner el dedo para tocar las 30 pedazaos de plata en la bolsa presentada. Con este trabajito me siento más seguro de mi norte.
    Justiniano de Managua

  • Antonio Vicedo

    El anhelo y decisión de cambio dice relación a  lo que, en conciencia, se percibe y considera carencia, falta o deficiencia.

    De acuerdo con esto, son los que  tienen vivencias de carencias quienes  perciben la necesidad de cambio a mejor, de apertura a lo que puede completarles.

    Y esto vale sobre todo para el discipulado de Jesús, aquel Galileo (Emmanuel) que dijo cosas como esta:Bienaventurados quienes tienen hambre y sed de ajuste (del orden que sea) pues ellos serán saciados (con lo que les falta, si no se estancan en la desgana)

    El Vaticano II fue convocado no para que la Iglesia se sintiera satisfecha de como estaba siguiendo al Maestro,  confundiendo voluntad del Espíritu por  paciente tolerancia, sino como destinataria del vivificador soplo o vendaval que requería  apertura para llenar vacíos y reponer desgastes  de incoherencias.

    Por esto no gustó a los satisfechos y  sí despertó el apetito de los hambrientos de verdad y justicia.

    ¿Quienes necesitaban un CATECISMO, estando tan claras las cosas fundamentales que los no satisfechos necesitaban?

    Por eso lo prepararon y publicaron, a su medida, los satisfechos en lo que había que renovar o quitar y así quedó preparado con ese escoramiento  hacia los odres viejos y los inútiles remiendos como hemos comprobado.

    Pero parece ser que el Espíritu no está ya por más tolerancia  y sopla, como le es propio, ahora sí, por donde y como quiere. Y esa referencia a los signos de los tiempos que los satisfechos desconsideran, les van saliendo a la cara con el comportamiento adulto de quienes se cansaron de tanta humana obediencia a otros igualmente como ell*s humanos. Gracias por la buena criba.