Me acabo de enterar, con dos días de retraso, de la muerte de María Dolores Ballester.
Era una mujer de más de ochenta años, vivía muy sola y enferma sabiendo que se acababa la dura vida que había vivido. Pero cuando en las pasadas navidades hablé con ella la última vez, su voz seguía siendo clara, como la de la jovencita que llevaba dentro y que las personas y circunstancia que la rodeaban no permitieron que aflorara nunca.
Tuvo una vida de cenicienta, hija de una familia de alta burguesía en la que molestaba y que quiso ocultarla. De madrastra hizo la madre, una mujer con problemas psíquicos que se quedó viuda cuando ella era pequeña pequeña y que no quiso encajarla plenamente en la nueva familia que formó con su marido médico y tres hijos. Los fogones a los que se la recluyó fueron la casa de su abuela –bien poblada siempre de obispos, curas y monjas– y, después, los distintos conventos y casas de salud mental por los que fue pasando.
Le fueron siempre imponiendo el camino de su vida. Primero un Carmelo, luego la congregación religiosa que había fundado una tía suya. Como ella seguía sin encajar, la trataron de perturbada y estuvo en manos de psiquiatras.
A mí me la recomendó un psiquiatra amigo pues pensó que lo que le convenía era encontrar, a sus cincuenta años, un trabajo y un ambiente más normal. Estaba desecha. Me di cuenta de que era una víctima de la burguesía y del catolicismo clerical. Y ella fue soltando poco a poco la porquería que entre todos habían ido metiendo en ella. No encontró un príncipe azul pero sí el coraje para afrontar su vida y empoderarse de ella misma.
Cambió de psiquiatras conductistas entontecedores para seguir un costosísimo y durísimo psicoanálisis liberador. Cambió de la religión tradicional culpabilizadora en la que se había criado, para entrar en un nuevo cristianismo de liberación. Al final, hasta se liberó de la dependencia de curas y grupos progres, para apostar plenamente sólo por la vida y la libertad. Desgraciadamente esta niña que brotaba por fin en María Dolores se encontraba ya con una biología que la llevaba al declive vital y una acentuada soledad por heridas familiares que no se pudieron restañar.
Pero hasta el último momento, cerca ya de su trágico fin, vi que conservaba coraje y frescura.
En los años ochenta estuvo cinco años ayudando como voluntaria en la administración de la revista Iglesia Viva. Su nombre aparece en la solapa de la revista como Secretaria de Administración durante los cursos 1979-1984. Y como vio el partido que yo le sacaba para la gestión a las calculadoras y miniordenadores de entonces (tenía un Sharp con pantalla de una línea, impresora en rollo de papel y memoria en casete…) vendió unas joyas que había heredado de su abuela para regalarme un Olivetti compacto, un verdadero PC primitivo, ya con el MS-DOS de Microsoft. Ese ordenador, que conservo con cariño en recuerdo suyo, fue el que me abrió la puerta a una serie de habilidades y oportunidades que han sido fundamentales para la evolución de mi vida en estos últimos treinta años. Yo se lo agradecía continuamente. Pero ella quitaba siempre importancia al hecho y me recordaba cómo a ella le ponía nerviosísima ese instrumento con el que nunca llegó a familiarizarse.
Por eso, al escribir esto sobre ti, María Dolores, al hacer homenaje al coraje de tu vida que es un ejemplo de autoliberación personal, al darte la voz para lanzar un grito contra la burguesía y el catolicismo que te cortó las alas y te oprimió el joven corazón, al proclamar que siento no haber podido estar más cerca de ti en estos últimos años, queremos María y yo, el equipo de ATRIO, decirte que tú estarás siempre en esta comunidad virtual. Con generosidad sembraste la pequeña semilla de ese ordenador que, entre otros frutos, ha permitido que creciera, como frondoso árbol, este Lugar de encuentro que supera hoy eficazmente las fronteras del espacio y del tiempo. Incluso supera, en el amor, a la misma muerte. Silenciosa y socarrona, junto con Gabriel Sánchez, el profeta de Montevideo, estarás para siempre con nosotros.
Cada persona vamos dejando huella positiva, en mayor o menor medida, en esta vida, y así es como se construye humanidad. Da gusto que alguien nos transmita el testimonio de estas personas que, en medio de tantos desánimos, reconforta su testimonio y su valía. Gracias a María Dolores por su huella, y gracias al equipo atrio por hacerla presente.
Mi abrazo de todo corazón, para Mª Dolores.
Ya puedes volar totalmente libre y perderte en la misma esencia de la ¡Vida!
Cada vez que se nombra a Gabriel… el corazón late con más fuerza.
Mi abrazo y recuerdo fiel.
mª pilar
Hola!
Pido a los que “pinchan” Atrio.org
que se detengan a contemplar
la pantalla que ahora nos aparece.
Se trata de una con-jugación de dos Post
como un secuencial abrazo
que los colma de sentido agradecido:
1.- ATRIO sigue yendo…
2.- ¡Descansa en paz, María Dolores!
Que nos creamos de verdad que Maria Dolores, como tod*s l*s que traspasan la meta de esta vida terrenal, en la plenitud de vida a la que nacen, siguen arropándonos con su vital AMOR del que, sin límites ni distancias disfrutan y comparten.