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Leyendo a Marcos – 27

UN PASO, UN MUNDOSalvador Santos – Destilado de Oscar Varela

Prometiendo seguir

Teófila se va, y promete seguir. El Legado de su Abuelo le abrió otro mundo.

En dos Terulias más (Caps. 26 y 27) adelanta primicias de interpretación.

1º) La gran secuencia de los panes (Mc. 6 a 8 )

  • ¿Multiplicación milagrosa o Reparto?
  • No se completa la identificación del colectivo de seguidores como alternativa de sociedad hasta que se ven sus dos características:
    • hacia dentro, la cohesión;
    • hacia fuera, la praxis que anuncia la llegada del tiempo de la abundancia: el compartir…
  • La alternativa está constituida por esos minúsculos colectivos que han destacado y destacan por su acción comprometida con los miserables.

2º) Se declaró “bueno”; pero olvidó su “codicia explotadora” (Mc 10)

  • El proyecto del hombre de Nazaret no admite la injusticia.
  • El otro no consintió; se marchó con su riqueza y su tristeza.
  • Una cosa es lo que pretende el rico, una vida definitiva para después de su muerte.
  • Otra muy distinta lo que le plantea nuestro protagonista: una vida definitiva… ahora.
  • Esa es la razón por la que lo invita a adherirse al grupo. Ante su negativa, el Galileo dice a los discípulos: ¡Con qué dificultad van a entrar en el reino de Dios los que tienen el dinero! (10, 23).

3º) Otra vez el DINERO: ¿de Dios o del César? (Mc 11 y 12)

  • Los altos y espirituales representantes se decantaron a favor del poderoso imperio que había privado de libertad a la nación. Reconocen que su Dios no es del que hablan a todas horas, sino con quién se acuestan sin escrúpulos.
  • ¿Qué importa la libertad si renunciando a ella se consolida la estructura religiosa y se afianza la situación de privilegio que sus líderes ostentan?
  • A través de sus representantes, la religión ha tomado partido. Poder y religión actúan en connivencia. El resultado será la ejecución del Galileo.

Fascículo 26PROMETIENDO SEGUIR

(Mc.6 / 8 / 10 / 11 / 12)

Seguiremos a Marcos hasta completarlo. Hoy será imposible entrar en una explicación detallada.

Para que se hagan una idea de su extensión, la gran secuencia de los panes comienza en Mc 6,33 y termina en Mc 8, 26. Ocupa dos capítulos.

La llamo “la secuencia de los panes” porque la palabra pan, que se repite rítmicamente a lo largo de estos dos capítulos, canaliza el sentido de todas las escenas y sirve de guía al lector. De veintiuna veces que se constata la presencia del término pan en el evangelio de Marcos, diecisiete corresponden a su uso en estos dos capítulos. La secuencia contiene no una, sino dos escenas de reparto.

Digo “de reparto” y no de multiplicación, porque Marcos habla de división, no de multiplicación. Y tampoco hay indicios de poder referirse a un “milagro”.

La equivocación surge de obviar los detalles de la narración en los que Marcos vierte su enseñanza. Al dejarlos de lado se obtienen falsas deducciones.

Piensen lo siguiente: En ninguno de los dos casos de reparto de los panes se verifica asombro de la multitud ante el acontecimiento. Una acción tan deslumbrante habría merecido cuando menos un “¡oh!” de admiración en los presentes. Había poco que repartir y muchas bocas para comer, lo cual concedía al suceso la consideración de extraordinario. Sin embargo, tras saciarse todos hasta sobrar, nadie interpretó el hecho como algo portentoso. De haberse producido un milagro, él habría demostrado su origen divino y la gente lo habría reconocido sin reticencias, ¿verdad?… Pero no ocurrió ni lo uno, ni lo otro…

Observen ahora este detalle: No se explica cómo los discípulos, que habían sido protagonistas y testigos directos de la primera operación de reparto, se muestran pesimistas ante otra situación similar de falta de comida. Miren lo que dicen en esta segunda ocasión:

    ¿Cómo va a poder nadie saciar a éstos de pan aquí en un descampado?” (8, 4)

¡Pero si ya lo había conseguido!

Su actitud indica que no percibieron nada fuera de lo común en el primer reparto. De haber considerado el hecho como milagroso, lo habrían acogido con los brazos abiertos. Un líder realizando semejantes hazañas les venía a las mil maravillas para sus ambiciosos planes.

Algunos ideólogos de la capital tampoco advirtieron ningún signo prodigioso en el suceso. ¡Y no fue porque anduvieran despistados! Porque percibieron la minucia que a ellos les concedía protagonismo: la inobservancia de las leyes de la pureza detectada en los discípulos:

    Se congregaron alrededor de él los fariseos y algunos letrados llegados de Jerusalén y notaron que algunos de sus discípulos comían los panes con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos” (7, 1-2).

En eso repararon únicamente.

Y, ahora, fíjense en este último dato. Después del segundo reparto, la facción de los rigoristas religiosos le exigió la realización de un signo milagroso. Si solicitaron un milagro como aval de su praxis, obviamente antes no reconocieron que lo hubiera. Leemos:

    “Salieron unos fariseos y empezaron a discutir con él, exigiéndole, para tentarlo, una señal del cielo” (8,11).

La religión busca que cambie su estrategia. Le incitan a desviarse de su programa y a presentar salidas sobrenaturales y providencialistas ante la situación de dejadez que presenta el pueblo.

El milagro interesa. Una praxis social, no.

Considerar el reparto de los panes como un milagro, es dejar las cosas como están. Es pretender desviar la mirada de la realidad distrayendo con magia. Resulta fácil trasladar a Dios la responsabilidad de las multitudes hambrientas; con ese truco se niega que el hambre proceda de la acumulación de la riqueza.

El fraude de presentar al Galileo como un prestidigitador enfrascado en su numerito de sacar panes de la cesta hace perder de vista que su estrategia se había basado en una reflexión sobre las raíces de la injusticia. Hay gran interés en destacar el milagro… porque así se silencia una práctica encaminada a aportar la solución definitiva al problema de la miseria y el hambre.

En los escritos de los profetas del Antiguo Testamento el hambre fue considerada fruto de la injusticia, y consecuencia de la ineficacia y la corrupción de los dirigentes. Frente a ellos, y ante la gravedad del problema, los profetas anunciaron que Dios tomaría directamente cartas en el asunto y prometieron la llegada de una etapa definitiva caracterizada por la abundancia. Esa intervención de Dios, su reinado, fue presentado como un inigualable festín donde los hambrientos serían colmados de manjares, y saciados. El futuro personaje portador de la liberación, el Mesías, debía acreditarse ante el pueblo por solucionar en la práctica la gran necesidad de los pobres: su desamparo y su necesidad de alimento y de justicia.

El término pan, tan repetido en esta larga secuencia de Marcos, tiene el doble sentido de alimento individual y proyecto social.

Con estos antecedentes, resulta significativo que, al comienzo de la secuencia de los panes, Marcos presente a la multitud recalcando su desamparo. Los dirigentes han dejado al pueblo en la estacada. La gente no cuenta con una propuesta que le ilusione y le guíe. Están descaminados. Imperan el hambre y la desorientación. Así introduce Marcos al Galileo:

    Al desembarcar vio una gran multitud; se conmovió, porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc 6, .34).

Como al principio de la secuencia de las parábolas, la frase “se puso a enseñarles muchas cosas” alude a su mensaje. Su proyecto da respuesta a la desolación, representa la salida a una realidad tan desesperada. Estamos en el contexto de la sociedad alternativa.

    Avanzada ya la tarde se le acercaron los discípulos y le dijeron:
    — El lugar es un despoblado y es ya tarde; despídelos que se vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer.
    Él les contestó:
    — Dadles vosotros de comer,
    Le dijeron:
    —¿Vamos a comprar panes por doscientos denarios de plata para darles de comer?” (Mc 6, 35-37).

— Reparemos en algunos datos -apuntó Teófila.

A los discípulos no les interesa que el Galileo proponga su proyecto a una multitud que no encuentra ayuda en su desamparo. A ellos les vale la desesperación de la gente. Admiten que no disponen de solución y están lejos de pensar que la sociedad alternativa lo sea. Ante la contrariedad, desean quitarse de encima a las masas: “despídelos que vayan…“. Para el grupo de discípulos resulta imposible encontrar remedio al abandono, alejados como están (“el lugar es un despoblado“) de una estructura social productiva (“cortijos y aldeas“). No ven más salida a la necesidad que adaptarse al modelo económico del sistema (“comprar“), Pero, ¡ojo!, los discípulos esconden algo.

Por su parte, el Galileo, que rechaza la fuerza política de las masas, se interesa por ellas en su necesidad. Según su propuesta, corresponde al grupo (“vosotros“) la responsabilidad de alimentar a la multitud (“dadles… de comer“). La solución al problema del alimento que el pueblo necesita: pan y justicia (alimento-comida y alimento-proyecto) no consiste en comprar, sino en dar (“dadles“). Aún sin reconocerlo, el grupo, como sociedad alternativa, tiene la solución en sus manos.

Ellos, no obstante, sin asumir serlo, retuercen el planteamiento del Galileo acomodándolo a la única fórmula que ven viable (“¿vamos a comprar panes… para darles de comer?“). Marcos no pasa por alto que los discípulos están atrapados en la telaraña económica del sistema. Desde su eje central, el dinero, han hecho sus cálculos mentales: “doscientos denarios“.

A la vista de su cerrazón, nuestro protagonista actuará con inteligencia.

    Él les dijo:
    — ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.
    Cuando lo averiguaron, le dijeron:
    — Cinco, y dos peces,
    Les ordenó que los hicieran recostarse a todos en la hierba verde formando corros, pero se echaron formando cuadros de ciento y de cincuenta.
    Tomando él los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y los fue dando a los discípulos para que los sirvieran; también los dos peces los dividió para todos. Comieron todos hasta saciarse, y recogieron de trozos doce cestos llenos, también de los peces.
    Los que comieron los panes eran cinco mil hombres adultos” (Mc 6, 38-46).

Los discípulos se reservaban su propia comida. No han querido revelar lo que llevaban. Prefirieron mantenerlo oculto en coherencia con su pensamiento individualista e insolidario. Teniendo comida suficiente para el grupo, se desinteresan de la multitud. Piensan que la realidad social del grupo les sirve a ellos, pero no la ven como la solución para la necesidad del pueblo.

El Galileo pregunta por el número de panes: “¿cuántos panes tenéis?“. Los números tienen gran importancia en el relato por su significado simbólico. Cinco más dos (siete) alude a la totalidad del alimento en posesión del grupo. ¡Siete representa la solución ideal! ¡La sociedad alternativa tiene la clave!

No pasen por alto estos otros detalles importantes; El Galileo exige que todos adopten la posición de hombres libres: “recostados”; los esclavos comían de pie. La ”hierba verde” alude a la frondosidad de los tiempos de la libertad y la abundancia. Y la posición circular: “corros” indica reconocimiento de la igualdad… Capten este detalle fundamental, con estas tres simples instrucciones ¡nuestro hombre de Nazaret les está advirtiendo que ha llegado el tiempo decisivo, el de la abundancia y la saciedad!

Pero la multitud no acepta el envite. Adoptan una posición tradicional de inmadurez necesitada de jefes y se colocan en disposición militar: “formando cuadros“. Al igual que los discípulos, también piensan en claves de violencia.

Nuestro hombre persiste en su idea: el grupo de los discípulos debe actuar como servidor de la multitud. El alimento se divide y se reparte para todos: “…los dividió para todos“. La satisfacción de la multitud confirma la llegada del tiempo anunciado por los profetas; “comieron todos hasta saciarse“. La acción solidaria de la sociedad alternativa da solución sobrada al abandono del pueblo: “y recogieron doce cestos llenos de trozos“.

La lectura del relato es sencilla: Frente al modelo del sistema, basado en “comprar“, la alternativa del Galileo propone la generosidad como fundamento (“dar“). La solidaridad produce abundancia sobrada; esto quiere decir Marcos. Pero no como un principio filosófico o como tarea dejada a la buena voluntad individual. Lo señala como cometido concreto de la sociedad que propone el Galileo.

En el relato de Marcos subyace la pregunta de todos los tiempos, a la que nadie contesta: ¿Cómo satisfacer la necesidad de la multitud de desahuciados? ¿Cuál es la salida a la soledad y al abandono de los pueblos? El sistema declara como única opción, adaptarse a él…:¡A comprar!… Y que cada uno se las arregle como pueda. Las cosas se quedan como están. La religión… aboga por el milagro. ¡A rezar!… Todos agachados y que sea lo que Dios quiera…Mientras que el Galileo asegura que la nueva sociedad tiene la solución en sus manos…

Veamos el segundo relato de reparto de panes, y en qué se diferencia de este primero

    Por aquellos días, como había otra vez una gran multitud y no tenían qué comer, convocó a los discípulos y les dijo:
    — Me conmueve esta multitud, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer; y si los mando a su casa en ayunas, desfallecerán en el camino. Además, algunos de ellos han venido de lejos.
    Le replicaron sus discípulos:
    — ¿Cómo va a poder nadie saciar a estos de pan aquí en descampado?
    Él les preguntó:
    — ¿Cuántos panes tenéis?
    Contestaron:
    — Siete.
    Mandó a la multitud que se echara en el suelo; tomando los siete panes, pronunció una acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran; ellos los sirvieron a la multitud. Tenían además unos cuantos pececillos; los bendijo y encargó que los sirvieran también.
    Comieron todos hasta saciarse y recogieron los trozos que habían sobrado: siete espuertas. Eran unos cuatro mil, y el los despidió.” (Marcos 8, 1-9)

Hay una base común, pero muchas diferencias en detalle que no podemos abordar ahora con profundidad -dijo Teófila-. Miren, en esta ocasión se adelanta el Galileo. “Convocó” remite a la escena de la constitución de la nueva sociedad (“los doce“.). Marcos no abandona ese contexto fundamental. El hambre pasa a primer plano: “desfallecerán por el camino“.

Los discípulos entienden que él habla de la solución definitiva (“saciar“), aunque siguen cuestionando que la propuesta del Galileo lo sea: “¿Cómo va a poder  nadie saciar a estos de pan aquí en descampado?“. Por eso, al igual que en la ocasión anterior, se resisten a poner sobre el tapete lo que guardan para ellos. No han entendido la lección. No confían en el proyecto del Galileo, ni aceptan ser sociedad alternativa. Ocultan esa realidad.

En esta segunda escena se reitera la acción de compartir con la multitud todo lo que el grupo de seguidores llevaba para comer. Igualmente, son ellos los que, por indicación del Galileo, sirven a la gente. Todos se sacian y sobra. El sobrante se describe con el número que representa totalidad, la perfección, lo completo o acabado (“siete“). El número “cuatro mil” simboliza al género humano en su globalidad.

La praxis generosa de la sociedad alternativa sobrepasa los esquemas nacionalistas y da superávit en su actividad de colmar a la humanidad desfallecida. Esta fue, en síntesis, la segunda lección del Galileo.

El Galileo encontró muchas dificultades para vencer la obcecación del grupo de seguidores. En realidad, nunca abandonarán su auténtico propósito de triunfar política y militarmente sobre el imperio invasor. Paradójicamente, su modelo político coincidía con el del enemigo a quien deseaban abatir. Ellos nunca llegaron a considerar el proyecto del Galileo como la alternativa, sino como una oportunidad para alcanzar sus verdaderos fines.

Si la etapa de la liberación se anuncia como época de abundancia, y al liberador debía reconocérsele por aportar la solución al problema del hambre y el abandono, es lógico pensar que la sociedad alternativa demuestra serlo sólo por su resuelta actitud social de compartir con los desfallecidos. De ahí la exigencia del Galileo porque el grupo pusiera sobre el mantel todo lo que poseía. Ésas, y no otras, eran sus únicas cartas credenciales.

No se completa la identificación del colectivo de seguidores como alternativa de sociedad hasta que se ven sus dos características: hacia dentro, la cohesión; hacia fuera, la praxis que anuncia la llegada del tiempo de la abundancia: el compartir… La alternativa está constituida por esos minúsculos colectivos que han destacado y destacan por su acción comprometida con los miserables.

Todo el relato de Marcos está sembrado de hechos y conversaciones conteniendo el aleccionamiento del Galileo al grupo de seguidores. En ellos define las líneas maestras que deben caracterizar la vida de la nueva sociedad. Vamos a leer una de las escenas que querían comentar. De ella extraeremos algunas ideas.

    Mientras salía de camino se le acercó uno corriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó:
    — Maestro insigne, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva?
    Jesús le contestó:
    —¿Por qué me llamas insigne? Insigne como Dios, ninguno. Ya sabes los mandamientos; no mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, sustenta a tu padre y a tu madre.
    Él le declaró:
    — Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven.
    Jesús se le quedó mirando y le mostró su amor diciéndole:
    vUna cosa te falta: ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres, que tendrás en Dios tu riqueza; y anda, ven y sígueme.
    A estas palabras, el otro frunció el ceño y se marchó entristecido, pues tenía muchas posesiones” (Marcos 10, 17-22)

Presten atención a la entrada del personaje. Irrumpe a toda prisa (“corriendo”), rinde al Galileo máximos honores (“arrodillándose ante él“) y le adjudica un título fuera de lo corriente (“maestro insigne“). Aparece dando la impresión de que se trata de un asunto de vida o muerte. La pregunta del hombre lo corrobora. A él no le preocupa lo de aquí. Tiene las espaldas bien cubiertas. Quiere asegurarse el más allá cuanto antes. Sabe que con dinero no puede conseguirlo y la maraña de leyes judías le crea confusión. Considera que el Galileo le proporcionará la fórmula más sencilla.

El hombre no se equivoca. Nuestro protagonista acude al formato más elemental, a la esencia de la religión: los mandamientos. Pero hay dos detalles curiosos en su manera de plantearlos. No menciona todos los mandamientos, No dice nada de los que tienen que ver con Dios: los cuatro primeros. Únicamente menciona los seis que atañen a la relación con los demás. Es decir, en principio, según él, la vida del más allá depende en exclusiva de la vida ordinaria, la del más acá. Para conseguirla no hace falta ser religioso, Pero, ¡amigo!, ¡eso sí!, la justicia social ha debido observarse con rigurosidad en todos los órdenes.

Si aplicamos el zoom a nuestro texto para verlo más de cerca observamos algo extraordinariamente curioso en su respuesta. Citó escrupulosamente los seis últimos mandamientos del decálogo… ¡menos uno! El décimo no lo nombra. Vamos a leerlo. Dice así: “No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él” (Ex 20, 17).

En su lugar, usa otro que no está en el decálogo – siguió hablando Teófila-. Lo entresaca de otras leyes sociales. Nuestro hombre no tuvo reparo en introducir ese cambio en un texto tan sagrado. Con su movimiento sacrílego tenía la intención de acomodarse al personaje que tenía delante y matizar, en su caso, el sentido de los mínimos a cumplir para obtener el objetivo que él pretendía. Nuestra traducción escribe: “no defraudes“. Pero será interesante leer el precepto completo en el Antiguo Testamento.

No explotarás al jornalero, pobre y necesitado, sea hermano tuyo o emigrante que vive en tu tierra, en tu ciudad; cada jornada le darás su jornal, antes que el sol se ponga, porque pasa necesidad y está pendiente del salario. Si no, apelará al Señor, y tú serás culpable” (Dt 24, 14).

El verbo hebreo al que la Biblia griega y el texto de Marcos traducen significa explotar, defraudar, estafar en el sentido de robar lo debido al jornalero, al emigrante.

Han podido apreciar muy bien que el Galileo le daba pistas al rico para que analizara la procedencia de su riqueza. Pero se ve que él, como ocurre con los que tienen el dinero, se muestra incapaz de comprender que su acumulación está relacionada con la carestía de otros muchos. Así pues, no se quedó muy conforme con que esa interpretación del Galileo y se refugió en la suya…, algo más… permisiva: “todo eso lo he cumplido desde joven“.

El Galileo no se enfrentó al rico. Sí, al sistema que produce la riqueza. Por eso echa mano de la praxis para hacérselo ver mejor y le propone apostar directamente por la justicia: “una cosa te falta: ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres“. Le apunta la posición desde donde se accede a la sociedad alternativa: “anda, ven y sígueme“.

El proyecto del hombre de Nazaret no admite la injusticia. El otro no consintió; se marchó con su riqueza y su tristeza. Ahora fijaos en este detalle. Una cosa es lo que pretende el rico, una vida definitiva para después de su muerte, y otra muy distinta lo que le plantea nuestro protagonista: una vida definitiva… ahora. Esa es la razón por la que lo invita a adherirse al grupo. Ante su negativa, el Galileo dice a los discípulos: ¡Con qué dificultad van a entrar en el reino de Dios los que tienen el dinero! (10, 23).

El proyecto del Reino comienza aquí. La sociedad alternativa lo hace visible. Con él arranca la vida definitiva. El grupo de seguidores sí participaba de ese criterio centrado en el presente. A ellos les interesaba lo real, la historia…

Seguían viendo las cosas a su manera. Tan es así, que cuando comprobaron que el Galileo exigía al rico entregar todo lo suyo a sus auténticos dueños (“los pobres“) antes de incorporarse a su proyecto, recelaron de ese esquema económico planteado por él. Su manera de pensar no contemplaba como obstáculo convivir con la injusticia. Prescindir tan alegremente de abundantes ingresos como los del rico cerraba el camino a sus propósitos.

Marcos comenta:

    Los discípulos quedaron desconcertados ante esas palabras suyas” (10, 24).

Pero el Galileo no cedió; les largó una indirecta. Hablará de la casi imposibilidad de participar en la nueva sociedad si se pone la confianza en el dinero:

    Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios para los que confían en la riqueza!

La frase incluye a los discípulos. Ellos vivían aún amarrados a su ambición. Con esa mentalidad resultaba muy difícil aceptar la sociedad alternativa basada en la solidaridad total.

Los discípulos se encuentran en otra onda. Para ellos ningún planteamiento es viable sin inyecciones económicas. El modelo del Galileo no les entra. Por eso dudan de su porvenir:

    Entonces, ¿Quién puede .subsistir?” (10, 26).

El grupo razona desde las categorías del sistema. Persisten en el pensamiento individualista. Ellos confían en la ambición que divide…

    Les aseguro: No hay ninguno que deje casa, hermanos o hermanas, madre o padre, hijos o tierras, por causa mía y por causa de la buena noticia, que no reciba cien veces más: ahora, en este tiempo, casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y tierras – entre persecuciones – y, en la edad futura, vida definitiva. Pero todos, aunque sean primeros, han de ser últimos, y esos últimos serán primeros” (10, 29-31).

Como ven, el Galileo no se quedó corto al refrendar que la nueva sociedad no se caracteriza por la escasez, sino por la abundancia procedente de la hermandad. Se trata de la auténtica sociedad del bienestar. Lo afirma con realismo; fíjense que no esconde que resulta ineludible la enemistad del sistema. Y, por encima de todo, asegura que esa vida iniciada aquí es definitiva. Supera a la misma muerte.

Lo que quiso decir con lo de los primeros y los últimos, sencillamente, que para tener el privilegio de pertenecer a la nueva sociedad hay que dejar en la puerta el poder, el prestigio, el dinero; es decir, hay que optar por la igualdad. La igualdad es uno de los rasgos característicos de la sociedad alternativa. No hay dominio ni poder en ella; dense cuenta que excluye el término padre. De otro modo no sería alternativa. Esta idea tardó en ser asumida por el grupo.

La pretensión de conquistar tal nivel de igualdad en nuestra sociedad es ilusoria. El sistema propone la igualdad como meta, como posibilidad frustrada incesantemente, porque nunca se alcanza. Así planteada, defrauda. La igualdad de la que habla el Galileo comienza por los últimos. El objetivo es que recobren la ilusión, sacarles de la miseria, revitalizarlos, que sean primeros. El servicio de la sociedad alternativa a los insignificantes, igualándose con ellos para que recuperen su dignidad humana, hace fértil la vida.

Siguiendo un poco más adelante en nuestro texto, a raíz de la tormenta suscitada en el grupo por los “hijos del trueno“, Santiago y Juan, que habían solicitado para ellos los lugares preferentes en la estructura social del Reino (Mc 10, 35-37), Marcos presenta al Galileo declarando de manera inequívoca cuál es el principio que debe orientar las relaciones entre los integrantes de la nueva sociedad:

    Jesús los convocó y les dijo:
    — Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las dominan y que sus grandes les imponen su autoridad.
    No ha de ser así entre vosotros; al contrario, entre vosotros, el que quiera hacerse grande ha de ser servidor vuestro, y el que quiera ser primero, ha de ser siervo de todos; porque tampoco el Hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos” (Mc 10, 42-45).

Observen cómo Marcos introduce la acción del Galileo utilizando el mismo verbo (“convocar“) que en la constitución de la nueva sociedad. No quiere que los lectores pierdan esa referencia.

El proyecto del Galileo exige un cambio total de manera de pensar. Según el evangelio de Juan el Galileo contempla esa idea. Él habla de un cambio existencial: “Si uno no nace de nuevo, no puede alcanzar a ver el reino de Dios” (Jn 3, 3).

·····················

Otro Texto de Marcos acerca de la vida de Jesús es la “Emboscada de los dirigentes; El tributo al César” (Mc 12, 13-17)

Se tratará de comprender “dad al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios“?
Porque todo el mundo lo interpreta como una sentencia que proclama la independencia entre los poderes civil y religioso.
Es importante situar el relato, conocer quién está detrás y qué intenciones llevaba y, sobre todo, no perder de vista el final de la escena, que dice: “se quedaron de una pieza”. Ese final servirá para comprobar si el relato se ha entendido bien o no.

Primero sepamos dónde estamos. El Galileo con sus discípulos ha llegado a la capital, Jerusalén. El episodio se localiza en el recinto del templo, contexto donde se produce el enfrentamiento público entre el Galileo y los dirigentes de la nación (Mc 11, 12 – 12, 44).
Él comparece en el centro religioso y corazón económico del país. Una vez allí, su primera actuación se ha caracterizado por su vehemente enfrentamiento contra el sagrado negocio de los acaudalados dirigentes, a los que denuncia por facinerosos (Mc 11, 15-17).

Su actitud, nada diplomática, le ha acarreado la mortal enemistad de tan poderosos personajes, frenados en sus intenciones asesinas únicamente por el crédito del Galileo ante la gente: “Se enteraron los sumos sacerdotes y los letrados y buscaban una manera de acabar con él; de hecho, le tenían miedo, porque toda la multitud estaba impresionada de su enseñanza. (11, 18).
Los representantes del poder político, económico y religioso de la nación judía habían acudido directamente a pedirle explicaciones sobre su osada intervención en el templo contra el santo comercio. Él no se achantó. Contaba con la oportunidad de dirigirse a los máximos responsables de la nación y no la eludió.
Les habló de tú a tú, y les demostró su incompetencia como dirigentes. Utilizó una parábola para tacharlos de haberse aprovechado de su condición de administradores para robar, asesinar y apropiarse del pueblo. Para el Galileo, el pueblo pertenece a Dios, o lo que es lo mismo, es intocable y libre. Nadie está legitimado para adueñarse de él.
Marcos constata que la crispación subió de tono ante su grave denuncia, aunque la inquina de los dirigentes se vio frenada por su miedo a la gente: “Estaban deseando echarle mano, porque se dieron cuenta de que la parábola iba por ellos; pero tuvieron miedo de la multitud y, dejándolo, se marcharon (12, 12).
Ante el escollo que la multitud representaba para intervenir contra el hombre llegado de Galilea, los altos dignatarios optaron por actuar desde la sombra. Enviaron, pues, unos emisarios con el fin de quebrar el prestigio popular de nuestro protagonista, o bien hacerle caer directamente en un grave delito que permitiera denunciarle ante las autoridades romanas.
Se abre la escena con los intermediarios escogidos para tal ocasión: “unos fariseos y unos herodianos”. Los primeros pertenecían al sector de fieles observantes de la Ley, considerada por ellos la quintaesencia del judaísmo. De mentalidad nacionalista, se oponían, por razones de principios, al régimen de dominación extranjera. Los herodianos, por su parte, eran partidarios de Herodes, el tetrarca impuesto por los romanos en las regiones de Galilea, al norte, y Perea, al este. A estos les venía como anillo al dedo la hegemonía de la primera potencia. Muy probablemente coinciden con algunos de los peces gordos invitados al festín que propició la decapitación del Bautista. Se trata de gente experta en matanza.
Ni a unos ni a otros les venía bien el plan del Galileo.
Aunque de facciones diametralmente opuestas, fariseos y herodianos estuvieron dispuestos a colaborar con el fin de cazarle. El objetivo de ambos consistía en echarle el lazo con una trampa bien estudiada para asegurar su sentencia a muerte. Encontraron la forma con unas preguntas muy comprometidas, relacionadas con un asunto intocable para el imperio dominante: la fiscalidad.
Debían introducirlas con fina diplomacia, como correspondía a personajes seleccionados para tan delicada misión. Así pues se presentaron con una buena dosis de adulación, halagando al Galileo con el fin de caerle bien y lograr su confianza. De modo que le entraron de esta guisa: “Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie, porque tú no miras lo que la gente sea. No, tú enseñas el camino de Dios de verdad”.
En realidad hicieron dos preguntas sobre el mismo tema fiscal. Plantearon la primera en términos generales para aludir a la legitimidad del impuesto exigido por Roma: “¿Está permitido pagar tributo al César o no?”. Con ella le solicitaban que, desde su interpretación de la ley judía, formulara un dictamen inequívoco que marcara doctrina. La segunda se formula desde la práctica: “¿Pagamos o no pagamos?. Con esta pregunta buscan que el Galileo se defina con precisión y se aventure a sugerir la opción a tomar. Se trata de una pregunta cerrada, a responder con un monosílabo.
El imperio aplicaba varios tipos de impuestos, tributos y tasas que resultaban aplastantes para el pueblo. Existían tributos sobre mercancías, sobre propiedades inmuebles, sobre bienes muebles y por individuo. El término utilizado por Marcos, tributo, va sin artículo; está referido al sistema impositivo establecido por Roma, no a un determinado impuesto, lo que concuerda con la finalidad de la cuestión planteada.
Las dos preguntas constituían una auténtica ratonera.
Responder a alguna de las dos preguntas en sentido favorable al pago del impuesto suponía desacreditarse ante el pueblo, en cuyo caso se habría eliminado el obstáculo que impedía a los dirigentes actuar a su antojo.

Por el contrario, si con alguna de sus dos respuestas se oponía al pago del impuesto, daba pie para que le acusaran ante las autoridades romanas de un delito de estado. En este último caso, poco importaba que el pueblo le hubiese mostrado su admiración. Al pueblo se le maneja. Al imperio dominante, no.
La trampa política había sido accionada.
El Galileo no pasó por alto la falsedad, la astucia y la perversidad con la que construyeron la encerrona: “Jesús, consciente de su hipocresía. De modo que hizo aflorar ante el pueblo su maquinación: “les repuso: ¡Cómo!, ¿queréis tentarme?”. Seguidamente, con una maniobra genial, les desbarató toda la estrategia montada para cazarlo.
De entrada, condujo la pregunta teórica al terreno práctico; trasladó el hecho general impositivo, por el que preguntaban, a la realidad física de la moneda preceptiva con la que se abonaban esos impuestos: “traedme un denario que yo lo vea.
No debernos pasar por alto que el Galileo no sacó ningún denario de la faja. Tampoco se lo pidió a ninguno de los de su grupo. Él no llevaba la moneda romana obligada para el pago del impuesto. La solicita a los astutos representantes del Gobierno de la nación. Sospecha que la tienen. La fórmula verbal empleada por el Galileo es exigente: “traedme.
Los autores de las preguntas cayeron en la torpeza de confirmar su felonía delante del pueblo. Con la moneda en sus manos, demostraron que admitían la dominación del imperio. La denuncia del Galileo fue total.
Con todo, la cosa no quedó ahí. Estando los mandados sin reacción y cogidos en el renuncio, el Galileo les preguntó: “¿De quién son esta efigie y esta leyenda?”. La pregunta tiene mayor profundidad de la que aparenta. Ya de por sí, la situación era grave para los emisarios. La moneda que tenían entre sus manos, signo fehaciente de la dominación romana, estaba prohibida en el recinto sagrado del Templo. Regía el principio de que todo judío fiel debía abstenerse incluso de mirarla. En su anverso podía apreciarse la imagen del emperador Tiberio en su condición divina, con su corona de laurel. En el reverso, la de su divina madre, Livia, sentada en un trono celestial. La inscripción: “César Tiberio, hijo del divino Augusto, majestuosodaba fe de su condición sobrenatural. Por la otra cara se leía: “Pontífice máximo”.
A la pregunta del Galileo, ellos respondieron con el título del personaje cuya imagen estaba acuñada en la moneda. No dijeron un nombre, únicamente su función imperial: “del César.
Como lo que ellos le pedían al Galileo en su primera pregunta fue un dictamen desde el punto de vista de la ley sagrada sobre la servidumbre fiscal respecto al imperio invasor, el movimiento práctico del Galileo les condujo al segundo precepto: “No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua bajo tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto” (Ex 20, 3-4 y Dt 5, 8).
Seguramente, darían su contestación (”del César) en voz baja. Porque el Galileo les demostró delante de la gente que ellos no sólo hacían lo que tenían prohibido al pueblo, mirar la moneda, sino que habían dado acogida en lo profundo de su ser, es decir, en la cartera, justamente lo que condenaba el segundo mandamiento. Desplazaron a Dios de su sitio para colocar en él a su rival, el César. El César, representado con su efigie y su leyenda divinas en moneda, en dinero, se descubre también como el adversario del pueblo al que oprime y deja en la miseria.
Tras su viva maniobra, el Galileo les dijo: “Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios”.

Si ya estaban descolocados, los volvió locos del todo cuando a la cuestión práctica planteada por ellos: “¿Pagamos o no pagamos?, él respondió esta vez con una declaración de principios.
Generalmente se interpreta esta frase en el sentido de admitir el pago del impuesto. De aceptarse esta tesis se reconocería que el Galileo aprobaba la legitimidad de la dominación del imperio. De este falso supuesto deriva el criterio tan extendido de que él dogmatiza sobre la separación e independencia de los poderes civil y religioso. La idea interesa. Se dan como buenos los dos poderes y se delimita el campo de acción de cada uno de ellos.
Pero si las palabras del Galileo hubiesen tenido esa significación habría caído en la encerrona. El final del relato, “y se quedaron de una pieza”, demuestra el desacierto de entender así su contestación.
Veamos dónde está la clave de la declaración de nuestro protagonista.

En la formulación de sus dos preguntas, los intermediarios del Gobierno de la nación utilizaron tres veces el mismo verbo griego, traducido por pagar: “¿Está permitido pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?”. El Galileo, en cambio, no emplea ese verbo; recurre a otro que se traduce por devolver. “Lo del César, devolvédselo al César…. El primero (pagar) lo usa Marcos en treinta y ocho ocasiones. El segundo (devolver), sólo una: en este episodio. ¡Marcos lo ha escogido a conciencia!
Como les decía antes, los comisionados habían sustituido al Dios que garantiza la libertad, la igualdad y la justicia, por el dios-dinero, símbolo del dominio y el avasallamiento del imperio de tuno. El verbo devolver connota aquí la exigencia a los dirigentes a no aceptar el sometimiento y a abandonar su connivencia con Roma. Implica rechazo, oposición y, por lo tanto, ruptura. Ruptura de una relación que de ninguna manera debe continuar. El verbo tiene el mismo significado que cuando se habla de devolver las cartas o los regalos al novio o a la novia.
El César, eso es importante captarlo, no aparece aquí como un representante político nacional, sino como símbolo de la invasión que aplasta y subyuga a los pueblos. El César ocupa un lugar inapropiado. Representa lo ajeno al pueblo, lo contrario a su libertad. Con la moneda entre las manos, los emisarios tienen los ojos puestos en su efigie y su leyenda dentro del recinto del templo. Están sin escapatoria. Rompan con el César es lo que pudieron entender perfectamente. La acusación que les hace el Galileo desde el segundo mandamiento fundamentaba su exigencia a los dirigentes.
Pero, cogidos con las manos en la masa, la actitud de los emisarios delataba algo aún más grave. Los dirigentes habían usurpado una propiedad que no les correspondía. Autodenominándose representantes de Dios, se habían adueñado del pueblo. De ahí que el Galileo termine su declaración diciendo: “y lo de Dios, a Dios. Así pues, les reclama que  devuelvan el pueblo, al que avasallaban con obligaciones legales, religiosas, políticas y económicas, a su auténtico dueño: ¡la libertad!; la que garantiza el Dios que no interviene. El reintegro del pueblo a su genuina situación significaba romper con esa situación de injusticia. La frase (“lo de Dios, a Dios”) hace referencia a la parábola que el Galileo lanzó previamente a los dirigentes para denunciarles como ladrones y asesinos (Mc 12, l-ll), la misma parábola que dio origen a esta trama para cazarlo.

Los dirigentes vasallos entendieron a la perfección el doble requerimiento del Galileo: Romper con el César y devolver al pueblo su libertad robada.

Cuando, según el evangelio de Lucas, el órgano supremo de la nación, ¡ojo!, sin presencia del pueblo, conduce al Galileo ante el procurador romano para que dicte sentencia de muerte, lo acusan como aparece en Lc 23, 1-2.: “Se levantó toda la asamblea y condujeron a Jesús a presencia de Pilato. Empezaron la acusación diciendo: Hemos comprobado que este anda amotinando a nuestra nación, impidiendo que se paguen impuestos al César y afirmando que él es Mesías y rey”.

Eso confirma que el Gobierno estaba decididamente a favor del César. Y el Galileo en el lado opuesto. La cosa resulta evidente. O se está por el opresor o se está por el ser humano.

El evangelio de Juan no menciona el relato del impuesto, pero su narración de los momentos en que aparecen los dirigentes aludiendo al César confirma el sentido del texto que hemos comentado. Juan 19, 12 : “Pilato trataba de soltarlo, pero los dirigentes judíos daban gritos diciendo: – Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey se declara contra el César“.

También hay otro texto del versículo 15 que refleja a las claras dónde tienen los representantes de Dios sus intereses: “— Pilato les dijo: — ¿A vuestro rey voy a crucificar? Replicaron los sumos sacerdotes: — No tenemos más rey que al César.

Los altos y espirituales representantes se decantaron a favor del poderoso imperio que había privado de libertad a la nación. Reconocen que su Dios no es del que hablan a todas horas, sino con quién se acuestan sin escrúpulos. ¿Qué importa la libertad si renunciando a ella se consolida la estructura religiosa y se afianza la situación de privilegio que sus líderes ostentan? A través de sus representantes, la religión ha tomado partido. Poder y religión actúan en connivencia. El resultado será la ejecución del Galileo.

11 comentarios

  • h.cadarso

    Pues vale, María Luisa, Asun, todas y todos…Hay hilos en los que da gusto participar, en los que nos descubrimos unos a otros un poco más, acercamos posturas, encontramos un lenguaje común. Con laNavidad, yo también os mando un rústico y tosco beso…

  • Asun Poudereux

      Así es, Mª Luisa.
      Besos a todos.

  • M.Luisa

    Honorio! hijo!! Ya me has alegrado el día! llevo un tiempo sabiéndome muy torpe…un beso..
    También a mí me ha gustado mucho el comentario de Asun y por supuesto el tuyo cuando ayer lo leí y el de Hector,,,en fin todos me sirvieron de acicate para el mío.

  • h.cadarso

      Me encantan los comentarios de María Luisa y Asun, porque ensamblan y ligan estos textos evangélicos tan de pan y peces, tan de llenar el estómago de los hambrientos, con los de espiritualidad e interioridad.
      A veces me temo que nos movamos en un universo de nubes, con alas solamente, y a veces me entran remordimientos de ser demasiado patoso, cuadrúpedo, bípedo, y hundirme en terrenos pantanosos de lo material.
      No está mal esto de tomar conciencia de que el ser humano debe moverse por las alturas como un ser alado, y con los pies en el suelo como cualquier animal…
      Y perdonen las metáforas…

  • M.Luisa

    Cuanto más leo y avanzo  en la lectura  de   estos  excelentes capítulos, más se refuerza mi convicción de que es desde la realidad en devenir como PROYECTO desde donde, a través de un estudio actualizado antropológicamente  y  en paralelo con  la exégesis  realizada por S. Santos,   debe partirse  para  lograr una  auténtica transformación de la sociedad en el marco de la cultura occidental.
     
    Un estudio retrospectivo  del acontecer humano  desvelándosenos como producto de su subordinación  histórica al  pensamiento  abstracto,  lo creo fundamental  para alcanzar la liberación del propio    y   consecuentemente verlo  reflejado  en toda actividad humana.
     
    ¿No es cierto que  pensamiento y acción van de la mano  en el quehacer de la vida? Pues si  para una vida definitiva para después de la muerte hay que echar mano del pensamiento abstracto,  para una vida definitiva ahora como, la que  se dice aquí, propone nuestro protagonista,  comportará   un  cambio de mentalidad  en el desarrollo del pensamiento capaz    éste  de   hacer realizable el proyecto.
     
    El proyecto en tanto realidad compromete al pensamiento   pero no aislándolo de la vida y del  quehacer humano  sino  partiendo de ella, en unidad primaria con  su  carácter sensorial  y biológico   orientado  no sólo    al sostenimiento  activo de la vida  sino a su superación en lo humano.
     
    Agradecimientos a Salvador y a Oscar

  • Asun Poudereux

    Leyendo esta entrega  escribí esto, que he dejado reposar unos días. Según leía y me detenía, he ido reconociéndome en los personajes de los pasajes con los comentarios correspondientes,  en sus intereses y miedos, en su búsqueda de seguridades desde el egocentrismo, no solo aquí, sino sobre todo proyectando en  el más allá,  también me he reconocido en su gran torpeza para comprender a Jesús y su mensaje de fundamento en la justicia social, aquí y ahora.
    Con la religión, sin quizá pretenderlo, hemos podido caer en un círculo cerrado:
     
    -convirtiéndose en una trampa en la que hemos creído estar en posesión de la verdad y hemos rechazado, por principio, lo ajeno y diferente.
     
    – Nos hemos ido llenando de constructos y de miedos mucho antes de empezar a transformarnos y a mirar a los demás como  a nosotros mismos,  a mirarnos de frente, como iguales.
     
    – hemos apoyado ciegamente al poder establecido y bendecido,  descalificando con intolerancia lo proscrito.
     
    -dejando olvidado y escombrado lo mejor, la dignidad  que es y somos, Eso que Jesús se empeñó en hacernos ver  y él mismo lo vivió en coherencia con todos.
     
    Esto ha sido siempre, me temo, porque si no la manera de hacer de los dirigentes, laicos y religiosos, hubiese sido muy diferente y hubiese dado otra sociedad más justa, solidaria y equitativa.
     
     Y el broche final es que  caigamos en lo fácil diciendo que es inevitable, la codicia y el egoísmo en estas grandes dimensiones,  porque Dios así lo quiere: Ricos y pobres, pues esto es lo que nos han hecho creer, para auto-justificarse y auto-justificarnos.
     
    – cuando es el hombre y solo él a lo largo de nuestra cultura e historia, y toda persona que así actúa desde el poder que se otorga, quien ha producido y produce las injusticias, las discriminaciones, las xenofobias, los abusos, las corrupciones, los despilfarros y contribuido a que se pongan en un “altar” para su veneración…
     
    Gracias a Salvador y a vuestros certeros comentarios.

  • oscar varela

    Hola!
     
    El Título que Salvador le puso en el Libro a este Capítulo era: “Descorriendo cortinas”.
     
    Por los Comentarios de los Cumpas que anteceden, veo que estaba acertado;

    Se nos han ido “descorriendo velos”.

    Es posible que algunos pensemos:
     
    * no solo en “descorrer cortinas”
     
    Sino además en
     
    * tirar todo ¡abajo! el montado “tinglado”.
     
    Sin embargo, tal vez, es más probable
    que volvamos a escuchar que:
     
    – “Un Paso”, el mío, ya no sería ¡tan poco!
     
    ¡Voy todavía! – Oscar.

  • Héctor

    Genial, Salvador, como siempre. Genial, Honorio Cadarso. por resumir tan certeramente este tema tan esencial. Pero sobre todo genial Marcos: “Marcos no pasa por alto que los discípulos están atrapados en la telaraña económica del sistema. Desde su eje central, el dinero, han hecho sus cálculos mentales: “Doscientos denarios: la telaraña del sistema. Han pasado dos mil años y la telaraña del sistema sigue intacta”.

    Aquí hay muchas tela que cortar: Honorio nos dice que se nos llena la boca llamando a esta sociedad de hoy la ‘sociedad del bienestar’. Queremos dar a entender que el mundo a logrado por fin su meta.  Pasó por la oscuridad de la edad media, superó la revolución industrial y dos guerras atroces cuya finalidad era la destrucción total del adversario. Por fin los descubrimientos científicos, los avances de la medicina, las agrupaciones internacionales y los derechos humanos: todo esto nos ha traído a esa situación de bienestar, la gran mentira que Salvador denomina la ‘sociedad de la abundancia’. Esta es la misma sociedad que el Galileo quiso hacernos descubrir pero que después de dos mil años sigue siendo un sistema de explotación universal, una mentira universal.

    Un botón de muestra: a menos de 400 km de donde yo vivo, en la sociedad de bienestar aquí en Canarias, comienza una zona de países Africanos, el Sahel: ahí 18,5 millones de habitantes sufren una de las peores crisis alimenticia de la década. Es sólo un ejemplo de un mundo donde el 20% de la población más rica posee el 74% de los ingresos del mundo y el 20% más pobre tiene solamente el 2% de los ingresos.

    La llamada de Honorio a que soltemos amarras y nos lancemos a cambiar este sistema establecido de la abundancia, presupone una praxis. Se trata de meterse de lleno a buscar la sociedad alternativa que nos proponía el Galileo: hace falta un compromiso diario por el cambio social. Esto sería mucho más que una denuncia verbal, más que la expresión de nuestro rechazo. Estamos a punto de quedarnos en eso.

    El Galileo nos lleva a la acción “no defraudes”. Esto significa que “no te asocies al sistema”. Si te plantas dentro del sistema enfermo como uno más te enfermas y te haces parte del fraude.

    La pregunta sigue en pie: ¿por donde empezamos?

    Un abrazo para todos, Héctor

  • h.cadarso

    Encuentro este comentario de Salvador Santos enormemente aclaratorio del mensaje de Jesús, que ha quedado como enterrado en tantos comentarios “a humo de pajas”, respetuosos con el sistema establecido, es decir con el capitalismo liberal.
    Sustituir la economía del compartir por esa otra de acarrear todo el dinero necesario para comprar lo que consumiremos, y generar una sociedad que en vez de llamarla del bienestar, Salvador la llama “de la abundancia”, es algo nuevo en nuestro lenguaje de cristianos, y desde luego profunda y originalísimamente cristiano. Y desde luego absolutamente decisivo e imprescindible para superar la crisis en la que dicen que vivimos.
    Deberían tomar nota todos los “jóvenes ricos” que andan por ahí sueltos y no se enteran cuando Jesús les dice como al del evangelio: “no defraudes”. Que desde luego el estudio de la entrevista con el joven rico no tiene desperdicio, y también me resulta cien por cien novedoso y nunca oído ni leído…
      Lo del tributo al César, !chapeau, Salvador Santos!: Dar a Dios lo que es de Dios, en tu interpretación no significa nuestros deberes de oración y adoración, más bien el respeto a la condición sagrada de la persona humana, cuyo garante es el mismo Dios. El dinero es lo otro, la negación de la llamada a compartir unos con otros, a disfrutar todos por igual de los bienes de la creación, del sistema económico que inaugura la escena de los panes y los peces.
      Chapeau también cuando denuncias el recurso facilón al milagro en la multiplicación de panes y peces que es justamente la negación del mensaje de Jesús: que no debemos esperar una intervención mágica del Todopoderoso para saciar a los cinco mil hambrientos, porque esa intervención no se producirá, que el milagro debe producirse por la generodiad de nuestro corazón y el esfuerzo distribuidor de nuestras manos.
      Al lado de los textos vecinos sobre espiritualidad, interioridad, bondad y otros que se han prodigado,  preceden y siguen a este en Atrio, yo invitaría a todos a tomar muy en cuenta este de Marcos y de Salvador Santos. Toda espiritualidad se resume y se hace verdad cuando se comparte, cuando el dinero queda al margen, cuando se vive la igualdad y la fraternidad con todos los seres humanos.
      Gracias, Salvador Santos…

  • mª pilar

    Leyendo con atención este episodio de hoy, la mirada, sin  proponérmelo, se dirige a nuestra realidad presente.

    ¡Cómo cambiarían las cosas…! Si cuantas personas que ostentan el poder, siguieran estos principios fundamentales, para poder llegar a vivir dentro de esta alternativa que el Galileo nos presenta.

    Al mismo tiempo venían a mi mente películas que sobre esta realidad tiene algo que decir:

    “Un lugar en el mundo, La misión, y otras muchas que no recuerdo en estos momentos.

    Movimientos como el de Vicente Ferrer, La lucha contra las minas anti personas, que llevan desde hace ya ni sé los años, los jesuitas en Camboya, El trabajo de Gonzalo Marañón en Lago Agrio Ecuador, Casaldáliga en Brasil…
    Y tantos otros llevados a cabo por personas de a pie, que intentan seguir estos principios, para sacar de la pobreza más terrible a los siempre explotados, esclavizados, hundidos en la miseria.
    Esta alternativa, fue dividida brutalmente especialmente desde Constantino: resultado:

    Un movimiento-iglesia “real”… con sus príncipes y secuaces…

    Y otra manera de caminar muy cercana al proyecto del Galileo.

    Cierto que esta manera de seguirla, tiene que desarrollarse al borde del camino, en las catacumbas, y será perseguida y acosada, hasta conseguir que se vaya apagando.

    Faltan personas que como el Galileo, sean tan fuertes y fieles a sus principios, que no se dejen contaminar por un puñado de “lentejas”… monedas, bienes, etc.

    Pero ensancha el corazón comprobar la fuerza de esta alternativa; para aquellos corazones fuertes, decididos, a seguir por encima de todo, luchando por liberar a cuantas personas quieran ser liberadas de tanta maldad e hipocresía, que nos está asfixiando; ahora me parece, que con más crueldad, porque ahora, conocemos mucho más la auténtica realidad que nos rodea.

    ¡Gracias una vez más, por “remover” esta Alternativa!

    mª pilar

  • olga Larrazabal

    Me parece que en este par de situaciones está reflejada con suma claridad la ideología de Jesús.  Y queda claro que el cristianismo oficial se fue por otro lado, porque esta ideología pone patas para arriba todo el camino que la sociedad humana va tomando desde el tiempo en que comenzaron a vivir en ciudades y  a cultivar la tierra.  Comenzó el acopio de bienes de algunos, las herencias, el uso de esclavos, el robo de la clase sacerdotal a nombre de algún dios lejano, el robo de los imperios, el uso de dios para esclavizar al prójimo, la divinización de los tiranos de modo de hacerlos intocables y la práctica sistemática de la injusticia en la vida corriente.  A través del Antiguo Testamento hay semillas que incitan a hacer las correcciones, pero  aparentemente la de Jesús es de las más radicales. Seguramente en la historia del cristianismo hay brotes para retomar ese camino, y también dentro del judaísmo, hasta llegar a Marx que interpreta la realidad histórica basándose en la tendencia humana a quedarse con elfruto del trabajo del prójimo. el problema es  ¿Y ahora qué?  ¿Quién está dispuesto a organizarse comunitariamente de motu propio,  si hasta los Estados de Bienestar, han caído bajo la codicia del gran capital y están siendo desmantelados? Y eso ha sucedido en países de cultura cristiana…