Tiene ahora 82 años. Fue monja, profesora de un colegio clasista de Bogotá hasta 1968. Movida por el espíritu del Concilio abrió un colegio en un barrio obrero. Las familias de sus antiguas alumnas la acusaron de ser comunistas. Y ahí empieza su marcha que la llevó al corazón de la guerrilla. Ahora ha escrito un libro, Búsqueda, donde cuenta su vida con impresionante sinceridad. Desde Chile, Oscar nos envía esta entrevista que salió en Semana de Bogotá. Invita la reflexión esta historia de una monja recién revelada.
“Sigo siendo marxista”
Por María Jimena Duzán
Leonor Esguerra, quien pasó de monja directora del Marymount a guerrillera y narró su experiencia en un libro recién lanzado, habla de su sorprendente vida.
María Jimena Duzán: Su libro impacta por la franqueza con que cuenta su vida: se vuelve monja, a pesar de que las detestaba, hace su transición al marxismo siendo profesora del colegio Marymount, un colegio para señoritas de estrato alto de Bogotá; termina en el ELN y se enamora perdidamente de Fabio Vázquez, quien posteriormente la manda a fusilar, orden que milagrosamente no se cumple. ¿Por qué ahora, y no antes, se decidió a contar su azarosa vida?
Leonor Esguerra Rojas: Tú tienes que ubicarte en cómo fui criada y educada. Las monjas no podemos ser orgullosas ni estar apareciendo en los medios. Y en la guerrilla, igual: yo era una ‘compañera’ más y no me podía dar ínfulas de ser especial, ni la más deslumbrante. ¿Qué por qué terminé contándola? Pues porque en las reuniones yo contaba mi historia y la gente que la oía decía que tenía que escribirla. Jamás me senté a hacerlo, porque yo creo que tampoco soy escritora. Y si no es por mi amiga Inés Claux, monja peruana, que vivió aquí un tiempo en Colombia, este libro no sale. Ella me sentó y me sacó todo lo que está escrito en el libro.
M.J.D.: En el libro usted le dedica varias páginas a explicar su versión sobre el escándalo que protagonizó en el año 68, cuando ‘El Tiempo’, en un artículo escrito por Arturo Abella, tituló en su primera página: ‘Infiltración marxista en el Marymount’.
L.E.R.: Eso fue un proceso tenaz. Mire, nosotras, las monjas del Marymount, abrimos un colegio en el barrio Galán para las niñas de bajos recursos, cosa que en esa época era una decisión audaz. Yo integro a ese colegio a un grupo de profesores marxistas, asombrada por la metodología que tenían para enseñar. Eso produce una dinámica insospechada en el colegio, no solo dentro de las profesoras sino dentro de las alumnas, y los padres de familia se empiezan a inquietar. Pero le digo una cosa, yo todavía no he encontrado un mejor método de análisis histórico que el de Marx, así es que en ese sentido soy marxista.
M.J.D.: Sin embargo, ese experimento que usted arma salta en mil pedazos: la alta sociedad bogotana la condena: cierran el colegio, a usted le quitan la visa americana y la retiran como directora. Eso sucedió además en el momento en que todos los reflectores estaban sobre Colombia en razón de que el papa Pablo VI acababa de estar en Colombia. Corría el año 1968.
L.E.R.: Yo traté de explicar mi posición en una entrevista que me hizo por la televisión Gloria Valencia de Castaño, quien tenía a su hija Pilar en el colegio, y que fue una de los pocos en entenderme.
M.J.D.: Desde ese escándalo, usted condenó a los medios a la hoguera: no cree en ellos porque solo dicen mentiras. Esas son sus palabras.
L.E.R.: ¡Sí, porque nos pusieron en boca de nosotras palabras que nunca dijimos! Ahí me empecé a dar cuenta de que los medios también estaban al servicio de unos intereses particulares y específicos. Y no lo digo solo por la forma como El Tiempo registró lo sucedido en el Marymount, sino porque lo mismo hicieron The New York Times y el Corriere della Sera. El escándalo llegó a tales dimensiones que resultó opacando el discurso de Pablo VI en Bogotá. ¿Cuál era entonces la imagen que se estaba dando de la Iglesia en Colombia con estas monjas locas?
M.J.D.: ¿Esa experiencia es la que la impulsa a cambiar las cosas por la vía de la lucha armada?
L.E.R.: ¡Pero claro! Para entonces ya conocía a Domingo Laín, a Manuel Pérez (el cura Pérez) y a René García, los sacerdotes que integraban el grupo de Golconda. Todos ellos abrazaban ya la lucha armada desde el cristianismo. También fue decisiva una reunión que tuve en Francia, después del escándalo, en la que conocí a los curas que habían luchado al lado de los palestinos en la Guerra de los Seis Días. Allí entendí la necesidad de buscar la lucha armada desde el punto de vista cristiano. Porque te voy a decir, yo nunca dije ni he dicho que soy atea. Tampoco he sido miembro de ningún partido comunista.
M.J.D.: ¿Qué opina ahora de la guerrilla hoy? Una guerrilla que secuestra, que asesina a campesinos y que está metida en el negocio de la coca…¿La sigue viendo con ese mismo romanticismo con que usted describe en su libro al ELN de Fabio Vázquez y de Domingo Laín?
L.E.R.: Mira, la guerra degrada todo. Han sido tantos años de espanto que todos se han degradado. No hay buenos ni malos. Es una guerra inicua, inhumana. Por lo menos en mi tiempo, en el ELN era prohibido secuestrar.
M.J.D.: Pero esa guerrilla que usted tanto defiende la mandó fusilar por haber cometido unos “errores”. Y quien da la orden no es cualquier persona, sino Fabio Vázquez, con quien usted tenía una relación pasional. ¿No salió defraudada de esa experiencia?
L.E.R.: Pero es que en ese momento yo estaba convencida de que si uno cometía un error había que pagarlo con la vida. Ese era el lema del ELN. Y yo estaba dispuesta a pagarlo. Yo no me fui para ningún lado. Yo me quedé.
M.J.D.: ¿Y por qué no la fusilaron?
L.E.R.: Creo que no me fusilaron porque ya en la guerrilla estaban de fusilamientos hasta la coronilla. Sin embargo, yo duré varios meses en capilla.
M.J.D.: ¿Y tanta tensión no la destrozó? ¿No la hizo odiar a la guerrilla?
L.E.R.: Mira, con todo lo que me ha pasado yo me he acostumbrado a vivir día a día. En ese entonces, yo estaba con otra compañera que estaba conmigo en capilla. Nos tenían acuarteladas en Medellín, en un cerro, en una casa helada, y los compañeros nos llevaban comida a la espera de que nos dieran la orden de subir a ver a los comandantes. Sin embargo, un día nos dijeron: “Se pueden ir”. “¿Y a dónde nos vamos?”, les dije yo. Después supe que a Fabio le habían quitado el mando del ELN. Es decir, ¡me salvé por los escapularios, muchacha!
M.J.D.: Usted define a Fabio Vázquez como un machista feroz, mujeriego. No lo deja muy bien parado.
L.E.R.: Sí, él era espantosamente machista. En la guerrilla, el tema de la igualdad con las mujeres se despachaba de esta manera: nos decían que no nos afanáramos, porque cuando triunfara el socialismo todo el mundo iba a ser igual y nosotras no íbamos a tener que pelear más. Mira: ¡mangos!
M.J.D.: ¿Fue difícil enamorarse de un hombre así?
L.E.R.: Yo me enamoré de Fabio a sabiendas de que no iba a ser la compañera de la vida de él, porque, entre otras cosas, él era un mujeriego a morir. De eso me di cuenta después, claro está. Le confieso que eso al principio me molestó y sobre todo cuando después él adopta como compañera a una de las mujeres que estaban en la guerrilla con él: ¡huy, eso me dio muy duro! Entonces mi gran trauma era cómo yo, toda una revolucionaria, podía odiar a esta otra niña porque Fabio la había preferido. Me tocó trabajar mis sentimientos hasta que me volví íntima de la niña.
M.J.D.: El voto de castidad fue para usted un tema de intenso conflicto. ¿Cuántas veces se enamoró siendo monja?
L.E.R.: Pues la primera vez que me enamoré fue de un joven arquitecto. La enamorada era yo, desde luego. Eso me hizo pensar mucho: yo, sintiendo todas esas cosas por dentro y, del otro lado, el voto de castidad, esposa de Cristo. Me sentí infiel…fue horrible. Hasta que por fin llegué a la conclusión de que no importaba lo que sintiera porque mi opción seguía siendo Cristo y se me quitó mi angustia existencial, aunque también la verdad es que pasó el enamoramiento. Después me enamoré de un misionero belga, pero él no de mí. Digamos que fui de malas en el amor. Y como nunca jugué…¡no sé si soy de buenas en el juego!
M.J.D.: Después de todas estas peripecias se fuga de Colombia, en donde es buscada por el DAS, y llega a Nicaragua a participar de la naciente revolución sandinista. Ahí sufre otro golpe: consigue empleo, pero de carcelera.
L.E.R.: Yo, en medio de mi romanticismo, nunca pensé que las revoluciones tuvieran cárceles…Eso no estaba en mi imaginación. Y fíjese: ¡yo, que venía huyendo de la cárcel y acabar de carcelera! Sin embargo ese año que estuve en la cárcel aprendí mucho de la condición humana.
M.J.D.: Y qué opina de que esa revolución sandinista haya terminado absorbida por un gobierno tan poco revolucionario como el de Daniel Ortega?
L.E.R.: Me da tristeza. Eso me parece horrible.
M.J.D.: ¿Sigue manteniendo su distancia con el Vaticano?
L.E.R.: Sí, claro. A mí lo que el Papa diga me tiene sin cuidado. Ya esa Iglesia no me interesa para nada. Me es absolutamente indiferente, y eso es peor que el odio.
M.J.D.: Oyéndola, entiendo mejor la razón por la que decidió sacar el libro ahora y no antes. Hace unos años, un libro así habría sido considerado una apología a la guerrilla…
L.E.R.: Sí, desde luego, aunque aún hoy sigue existiendo gente que cree que yo soy culpable por el cierre del colegio Marymount, y que soy una monja espantosa…Terrorista no creo que me digan, aunque de pronto también me lo dicen. ¿Pero sabes qué? Lo que digan de mí ya como que me resbala.
M.J.D.: ¿Para una monja marxista como usted, qué significó la caída del Muro de Berlín?
L.E.R.: El día que cayó dejé el ELN. Yo me dije: ¿qué estoy haciendo aquí, esperando a que me fusilen? Volví a Colombia después de seis meses de haber estado en México. Y cuando regresé me tocó volver a ser una ciudadana común y silvestre. Conseguí un puesto en el Bienestar Social de Medellín, porque la directora era Gloria Quiceno, a quien yo conocía. Es decir, mi primer puesto lo tuve a la edad de 52 años y por influencias, como suele ocurrir en este país. Las vueltas que da la vida.
M.J.D.: ¿Ha votado alguna vez?
L.E.R.: Sí, voté por Antanas. Era verde, imagínate lo terrible.
M.J.D.: Y del gobierno de Juan Manuel Santos, ¿qué opina?
L.E.R.: Pues que cualquier cosa es mejor que don Uribe. Santos me parece un gran burgués. Lo digo sin odio, porque la burguesía también tiene sus cualidades y sus formas para hacer las cosas menos reprochables que las que hizo don Uribe.
M.J.D.: ¿Cómo es eso que nadie quiso publicar su libro?
L.E.R.: Tengo entendido que a ninguna editorial le interesó. Y por eso el libro lo sacaron adelante unos amigos en Medellín. Yo les agradezco a ellos porque a mí sí me interesa que, para bien o para mal, se conozca esta historia.
M.J.D.: ¿No se arrepiente de nada de lo que vivió? ¿De las decisiones que tomó?
L.E.R.: No. No me arrepiento de nada. Incluso lo que hoy veo como errores, en ese momento no eran tales: yo estaba tan convencida de lo que estaba haciendo que no cargo ninguna culpa. Mira, la Bogotá de los sesenta era una sociedad pacata, así de grande, donde se conocían los unos a los otros. En eso hemos cambiado y afortunadamente ya en Bogotá no quedan bogotanos. Yo siempre digo: soy bogotana, pero no tengo la culpa.
Amigo Lucho: El evangelio nos da las fórmulas y los programas para construir el Reino de Dios en la tierra y en el cielo. La fórmula se la dió Jesús al joven rico, nos la dió a todos en la Parábola del Buen Samaritano.
No se me ocurre qué más podemos pedir. Las cosas están demasiado claras; por eso el joven rico, y muchos jóvenes ricos de estos tiempos y de todos los tiempos, se vuelven atrás…
Feliz año!
Claro Luis, toda persona que ponga en evidencia los errores e injusticias de tus afirmaciones no tiene ni pies ni cabeza – para tí.
Veamos:
a) en ambos casos hay un compromiso: en el caso María de Nazareth como en el caso de de toda joven hebrea comprometida, el compromiso de ser consagrada en exclusividad a su prometido (véase la fórmula ritual en la entrega del anillo del prometido a la prometida, en la ceremonia de esponsales hebreos); en el caso de Leonor Esguerra (esta mujer tiene nombre, referirse a ella no por su nombre sino reiteradamente como monja es un recurso discursivo conocido: la despersonalización. Se usa frecuentemente por los fiscales en los juicios con jurado, para que el jurado tome distancia emocional de la persona acusada; fue muy usado en el discurso de las diferentes dictaduras militares latinoamericanas para que la opinión pública tomara distancia de los rebeldes); en el caso de Leonor Esguerra el compromiso de celibato y castidad.
b) en ambos casos, hay un incumplimiento formal del compromiso previo: en el caso de María de Nazareth, aceptó voluntariamente procrear un hijo que no era de su prometido; mucha de la teología católica interpreta esto desde la figura de que se consagró a Dios (a pesar de haberse consagrado previamente a José) o desde la figura de que era la “novia” o la “esposa” de Dios (a pesar de ser prometida a José); en el caso de Leonor Esguerra es el movimiento contrario: deja de ser “novia” o “esposa” de Dios para ser la pareja emocional de un guerrillero.
c) en ambos casos, el incumplimiento formal del compromiso adoptado previamente es debido al seguimiento de un impulso interior: en el caso de María de Nazareth, por la experiencia descrito narrativamente en el pasaje conocido como de La Anunciación; en el caso de Leonor Esguerra, por el proceso interior descrito narrativamente en su libro.
Como aquí hablamos de lo “formal”, la valoración del hecho es la misma sin influir en ella el contenido material de la decisión (es decir, las razones internas por las que se decide incumplir el compromiso previo)
Formalmente, en ambos casos hay un incumplimiento de votos otorgados.
Siguiendo en el terreno FORMAL, al proponerle a María de Nazareth concebir un hijo sabiendo que estaba prometida a otro varón, Yaveh incurrió en violación formal de sus propios mandamientos: no codiciarás la mujer de tu prójimo.
Ah.. las inconsistencias de los relatos de la infancia de Jesús!!!!
Hola!
Leo por ahí:
– “Si no os convertís,
pereceréis”-
Ok, ok!
Esta señora parece querer ser un ejemplo de “conversiones”
Tal vez gracias a ello es que:
Viejota ya
Sigue sin perecer.
¡Todo un ejemplo!
Al menos en esto
No se ha anquilosado.
¡Seguiré “convirtiéndome”! – Oscar.
La comparacion de Rodrigo entre la monja rebelde y marxista con la madre del Señor, no tiene ni pies ni cabeza.
Seria interesante y una “iluminacion” que el hermano Cardaso nos de la formula de “construir” el reino aqui en la tierra. Solo me basta esta palabra del Maestro: “Si no os convertis, TODOS perecereis”. Asi que, si no hay “conversion”, como dice Pablo: “todo es basura”.
Lucho
Supongo que María de Nazareth “formalmente” desobedeció la promesa de su estado de vida de sólo tener hijos de su esposo José a que se había comprometido (a menos, claro, que se acepte que Jesús de Nazareth era hijo biológico de José).
“formalmente” ha desobedecido a la Iglesia católica incumpliendo las promesas de su estado de vida religiosa a que se había comprometido,
Estas lineas de mi tocayo Luis, van también para todos aquellos “padres” que han dejado su sacerdocio para luego casarse.
Lucho
¡Totalmente de acuerdo H. Cadarso amigo!
Un abrazo esperanzado… algún dia quizá:
¡Vean y escuchen…!
Todo sería diferente
mª pilar
H. Cadarso:
Como la verdad es poliédrica, sinfónica, equívoca a menudo, he querido dejar la puerta abierta: no escasearán las personas que estimen que esa ya veterana militante colombiana “ha hecho daño” a la Iglesia católica: porque se secularizó, porque abrazó la guerrilla -si bien al parecer se distanció pronto de la lucha armada…-. Me supongo que están en su derecho de opinar así.
Sin embargo, yo he querido más bien poner de manifiesto que es probable, a los ojos de Dios y desde la perspectiva de la opción existencial por los pobres, que esa mujer haya obrado con cierta radicalidad evangélica. No descarto esto, aunque obviamente solo Dios conoce.
Es decir -abundando en el último aspecto o apunte del párrafo anterior-: cierto que “formalmente” ha desobedecido a la Iglesia católica incumpliendo las promesas de su estado de vida religiosa a que se había comprometido, solo que de muchas maneras -y no raramente, más graves y perjudiciales e injustas con respecto a los derechos de otras personas; pensemos, por ejemplo, en los miles de casos de abusos de pederastia, que al menos incialmente, cuando estalló el escándalo, las autoridades de la Iglesia católica quisieron ocultar, como polvo debajo de alfombras…- incumplimos con el Evangelio -yo el primero, conste-.
E incluso incumplen con el Evangelio algunos -quizá no pocos; otra vez, solo Dios conoce…- que van de buenos por la vida, de muy cumplidores, de celosos guardianes de la fe… A mí, por ejemplo -y puede que lo que vaya a decir tenga poco que ver con la cuestión disputada-, me consta perfectamente que en mi diócesis de origen se me difama de mala manera; algunos que sé que me difaman, son respetables y distinguidos eclesiásticos, y otros, meros trepas eclesiales que van de teólogos pretendiendo dar lecciones eruditas y sabias a los que supuesta o realmente somos más “iletrados”.
De modo que, conociendo como creo conocer el “paño” eclesial, no me escandalizan las opciones que tomó en su ya larga vida la exmonja colombiana. Porque si bien es cierto que ella ha optado por situarse visiblemente fuera de la plena comunión de vida y de fe y de sacramentos con la Iglesia católica, igual a los ojos de Dios es más bienaventurada que muchos y muchas que van de buenos y se dan golpes de pecho. Lo afirmo también, esto último, porque algunos de esos buenos han tenido para conmigo un comportamiento, eclesialmente hablando, mezquinamente hipócrita, estalinista (en el sentido de pretender anularte como persona, difamándote como loco de atar, etcétera). De modo que creo saber de lo que hablo.
Vuelvo sobre el tema, porque no me he quedado a gusto con lo que he dicho anteriormente. Creo muy importante que nos situemos en el momento histórico en que ha vivido esta religiosa colombiana.
Al mismo tiempo que ella, una religiosa profesora de un colegio de la burguesía de una ciudad española, en la que yo ejercía como dinamizador de la JOC, consiliario, me invitó por los años 60 a asesorar a las alumnas de una escuela nocturna para obreras que montó en el colegio. Laa experiencia le sirvió para comprender un poco mejor las razones de la clase obrera y las sinrazones de los que ganaron la guerra civil de 1936. Solo un poco mejor…
Más tarde la trasladaron a Galicia, y desde allí me llamó para orientar “ideológica” y “religiosamente” una escuela de obreras. Acudí de muy buena gana.
De aquella escuela de obreras salió un equipo de JOC muy dinámico y muy revolucionario. Pero la monja en cuestión no fue capaz de seguir el ritmo de las obreras ni de la JOC, y se acogió bajo la protección de asesores del Opus Dei, con lo cual perdió todo contacto con el mundo obrero, y terminó por dejar los hábitos y vivir un final de su vida un tanto triste…
Esta monja colombiana rompió, según parece, con el mundo burgués en el que parece que nació y se integró como religiosa y educadora. Tal vez su ruptura con el mundo burgués tuvo su poco de teatro, tal vez…pero estaba totalmente justificada, hay que admitir que la iglesia de entonces, y la de ahora, estaba y está demasiado comprometida con los ricos y los poderosos.
Amigo Henríquez, no te lamentes de que esta monja dejase de lado sus votos, alégrate más bien de que rompiese los lazos que la sometían al mundo de los ricos…Entonces y ahora, lo que más necesita la iglesia, lo que más necesita el mundo de los pobres, es que los seguidores de Jesús se alineen del lado de los pobres .
Al parecer, últimamente, la monja colombiana se ha buscado una salida de socorro con un puestecito de trabajo más o menos de los de servicio a la burguesía, o al menos de un cierto distanciamiento de la lucha que enfrenta a los pobres con los ricos. Vale, se ha merecido un cierto descanso…
En esas andamos, amigo Henríquez, amigo Lucho…no acabamos de definirnos del lado de los protagonistas de la primera bienaventuranza, del lado del Niño del pesebre de Belén. No somos ni fríos ni calientes…somos TIBIOS…cuando no descarada y militantemente amigos de aristócratas, negreros y banqueros. Ese es el problema de la Iglesia, que para algunos es algo más, es la negación de la verdadera Iglesia de Jesús…
Por el testimonio que de sí misma ofrece en la entrevista, parece muy difícilmente discutible que la exmonja colombiana Leonor Esguerra Rojas la verdad de su vida: los móviles de la misma han sido la solidaridad, la pasión por la justicia, la opción por los pobres. Si se ha equivocado -que sin duda se ha equivocado, como nos equivocamos todos y todas, en mayor o menos medida-, la balanza de sus errores y aciertos, virtudes y pecados, corresponde o compete a Dios establecerla, ahí es nada.
Con todo, lo que más me llama la atención de la entrevista, acaso sea la claridad -no se anda con tapujos, con dobles verdades, con remilgos- con que reconoce que tuvo a bien, por las razones que sean y que pertenecen a su intimidad, al sagrario de su vida privada, conocer el amor humano. Habiendo sido religiosa, conste; esto es, una consagrada a Dios desde la pobreza, la castidad, la obediencia.
No estoy planteando ninguna crítica a la vida religiosa como la ha entendido la Iglesia universal (con sus dos “pulmones”, el de Oriente y el de Occidente) hasta la fecha, en modo alguno: me sigue pareciendo un modo de vida admirable, para el que crea recibir esa llamada, etcétera. Más bien lo que planteo es que, incluso sin poder conocer las auténticas intenciones de la ya anciana militante en pro de la justicia Leonor Esguerra Rojas al confesar esos episodios de su vida, el mero hecho de haberlos confesado supone un gesto de, cómo decirlo, valentía personal, honradez consigo misma, fidelidad a su mundo interior, lealtad a su ser de mujer de carne y hueso.
Desde luego, no faltarán quienes le reprochen a la veterana exmonja colombiana que habiendo actuado como actuó en su momento, hizo daño a la vida religiosa de la Iglesia católica tal y como está constituida, y que tal vez hizo daño a los propios pobres usando métodos violentos guerrilleros, etcétera. Acaso contenga alguna o no poca verdad toda esa crítica. Pero insisto: luego de haber sido una consagrada al Dios de Jesucristo, una desposada con Cristo, atreverse a desnudar su alma hasta el extremo de reconocer que llegó a ser amante -no sé si suena muy fuerte la palabra-, en pleno fragor revolucionario en Colombia, de un líder guerrillero…
Al hacer esa confesión, es como si se hubiera despojado de toda dignidad, hasta de la de haber sido esposa del Esposo. Y así quedar a la opinión pública en esencia: una mujer de carne y hueso, apasionada por la lucha militante por la justicia.
¿Una pena de exmonja que se perdió (una vocación, se entiende) por causa de la politización más o menos marxista del mensaje cristiano? Puede. Pero repito que me quedo con esa confesión: la vieja Elena Esguerra Rojas se ha desnudado, se ha quedado en pelotas -perdón de nuevo por la expresión-. Sola con la verdad de su vida ante Dios. Y más que esto ya es difícil ofrecer algo.
Amigo Lucho: Vivimos en un mundo lleno de contradicciones y luchas, en el que los pobres se mueren de hambre por millones. Y a fuer de cristianos tenemos que apostar por los pobres, aun a riesgo de equivocarnos, de cometer excesos, de perder los estribos…Un poeta guipuzcoano dice aquello de que “maldigo la poesía del que no toma partido, partido hasta mancharse”.
Entre el levita y el escriba de conciencia archilimpia, fieles seguidores de la ley, que dejaron tirado en el camino al herido, y el Buen Samaritano, de cuya conducta moral calla el texto evangélico, pero que estaba muy mal considerado en aquella sociedad de Jesús, yo me quedo con el Buen Samaritano y abomino del levita y del escriba. Entre los católicos de conducta intachable de Sudamérica y del Mundo entero y los otros católicos que se han alineado en las luchas y las miserias de los pobres, yo me quedo con estos. Y con la monjita esa colombiana, desde luego.
Pero usted es libre de quedarse del lado que prefiera, y contará siempre con toda mi consideración…
Y no me venga con que si Ives Congar que si Sartre que si Gutiérrez, no me venga con que el marxismo es válido o no es válido. Si uno se pone o está del lado de los pobres y oprimidos, Marx, que también estuvo de este mismo sitio, tiene muchas cosas aprovechables, y otras desechables. Creo que el evangelio dice algo así como que “hay que ser sencillos como palomas, y astutos como serpientes”. No hemos venido al mundo para ser perfectos, sino para construir el Reino de Dios, en el cual los pobres, las putas, los miserables, deben ocupar los primeros puestos…
Y no digo más, porque me estoy encendiendo y voy a estallar…
Algunas consideraciones que llama la atención:
1.- Dice la entrevistada: “Yo todavía no he encontrado un mejor análisis histórico que el de Marx”. El padre G.Gutierrez en el capítulo 25 dice: “Son muchos los que piensan con Sartre que el marxismo, como marco formal de TODO pensamiento filosófico de hoy, no es superable”.
2.- “La lucha armada desde el punto de vista del cristianismo”.
Esta exmonjita que se quedó sin correa y sin cabra, creo que jugaba a dos cachetes: por un lado su voto de castidad y por el otro, sus “apasionados” encuentros amorosos que no creo que hayan sido nada angelicales máxime si su ex Fabio Vásquez era un supermachista y un experto mujeriego.
Me gustaría que alguien me diga en que parte de todo el Nuevo Testamento haya un modelo de “lucha armada desde el punto de vista del cristianismo”.
Y para terminar, como argumento de autoridad, la hermana no ha leído lo que dijo el padre Ives Congar:”Ni el uno ni el otro (se refiere el p. Congar a Gustavo y a Leonardo Boff) son marxistas. Lo digo con toda firmeza, porque es verdad. Sin embargo emplean TERMINOS MARXISTAS, CONCEPTOS Y CATEGORIAS y es posible que HAYAN EMPUJADO a algunos A AFIRMAR sin mucha reflexión, que el CRISTIANISMO Y EL MARXISMO pueden IR PERFECTAMENTE JUNTOS. NO ES VERDAD. Personalmente SOY EXTREMADAMENTE CRITICO EN LAS CONFRONTACIONES CON EL MARXISMO”.
Lucho
Copio:
…“mientras no haya una mayor equidad social, mientras siga la desigualdad no se desmovilizarán las guerrillas…”
Totalmente de acuerdo; ese es el verdadero “cáncer” que nos está matando.
Además, esa desigualdad, está maltratando la tierra que nos alimenta, nos cuida, dándonos cuanto necesitamos para una vida digna y justa.
Acabaremos con ella… siendo esto nuestro fin en medio del dolor y la injusticia.
No sucede así para todas las personas; mientras unas pocas ganan sin límites, el resto se empobrece cada día más.
¿Eso nos están diciendo los Mayas?
Salgamos de una vez del puro y duro capitalismo y comencemos a vivir con equidad, pensando en cuanto nos rodea y en todas las personas que habitamos el planeta.
Amor, justicia, solidaridad; trabajar por conseguir una manera nueva de mirar, para poder hacer este mundo más hermoso y habitable.
mª pilar
Leonor Esguerra, la exmonja guerrillera que aún busca la revolución social
http://www.abc.es/agencias/noticia.asp?noticia=1085065
La colombiana Leonor Esguerra, exmonja y exguerrillera del Ejército de Liberación Nacional (ELN), está convencida de que la paz en su país no vendrá con la desmovilización de las guerrillas, sino de una “revolución social” que pasa por la igualdad y el reparto de la riqueza.
Su labor como religiosa -primero en EEUU y luego en barriadas pobres de Bogotá- fue la que le convenció de que el marxismo era la vía para alcanzar la revolución, como única forma de acabar con la desigualdad, aquella que veía con distancia cuando crecía entre algodones.
Y cuando observó que los obispos perseguían a sus compañeros sacerdotes comprometidos con los más pobres, colgó el hábito y se puso a disposición del ELN.
“El ELN fue producto de la Revolución cubana, no tiene que ver con el Partido Comunista, yo no podía afiliarme al Partido Comunista porque una de las exigencias era ser ateo y yo era religiosa. Era un movimiento nacionalista de liberación”, manifiesta al justificar que en esa guerrilla encontró un espacio para su lucha social.
“La guerrilla me buscó en Buenaventura, donde decidí dejar el hábito, me llamaron me sentí como el agente 007, ¡una monja, imagínense!. Vienen a por mí un par de guerrilleros, me montan en una canoa y me voy al monte”.
A partir de ese momento se convirtió en el enlace entre la cúpula guerrillera y las cédulas urbanas: “Mi tarea era de conexión con la guerrilla madre, y de Fabio Vásquez (jefe guerrillero) me enamoré”.
Otro momento clave fue cuando cometió varios errores: “Aunque luego se supo que no tuve responsabilidad, cayeron varios compañeros y Fabio ordenó mi fusilamiento”, encargo que nunca se cumplió.
Y no se ejecutó “porque ya se habían producido injusticias con esos fusilamientos”, uno de los hechos que Esguerra censura pasados los años.
Pero los motivos fundamentales por los que abandonó en 1989 el ELN es porque, convertida en un enlace en México por decisión de la jefatura rebelde, se sintió “alejada del pueblo colombiano” y no veía avances en lo que ella consideraba el objetivo: la revolución.
“En ese momento se produce la caída del Muro de Berlín, del bloque socialista y es un golpe muy duro; uno piensa que esa era la revolución”,
“no hay arrepentimiento, tanto en la vida religiosa como en la vida guerrillera” porque en ambas facetas participó “totalmente convencida”.
La lección, pasados casi 25 años desde que dejó el ELN, es que la colombiana “es una guerra muy larga” y “el país no puede resistir más”.
“La guerrilla ya no es lo que era, el Ejército es aún más feroz (…), está mucho más degradado de lo que estaba en aquella época”, apunta.
Esguerra está convencida de que “mientras no haya una mayor equidad social, mientras siga la desigualdad no se desmovilizarán las guerrillas, y si éstas se desarman otros vienen detrás, como las Bacrim (bandas criminales herederas de los paramilitares desmovilizados entre 2003 y 2006)”.