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Familia, cajón de sastre

Tal vez la única definición de familia sería la de unidad mínima de convivencia humana; o también célula del organismo llamado género humano. Menos válida y unívoca sería la de unidad de convivencia basada en el afecto y el sex-appel o tendencia sexual, que partiendo de dos personas de sexo diferente o del mismo sexo adquiere una cierta estabilidad en el tiempo y puede multiplicarse en un número indeterminado de hijos, y pueden agregársele parejas de la generación anterior.

Si es verdad que en muchos casos, tal vez en la mayoría de los casos, la convivencia de sexo se produce entre uno y una (uno y uno, una y una si se trata de parejas no hetero), sin embargo, en función del status económico y social del varón,  se repiten a lo largo de diferentes culturas las convivencias entre uno y varias o muchas, hasta llegar a la fórmula super del harén.

La familia, las diferentes fórmulas de familia, son a la vez la unidad mínima de trabajo en común y consumo colectivo; y aquí las fórmulas de distribución del trabajo y del consumo se multiplican por millares; porque hay familias en las que el trabajo compete exclusivamente a la mujer, y al hombre la holganza; hay familias donde las labores del hogar competen en exclusiva a la mujer, así como el cuidado de los hijos. Y en versión ultramoderna hay familias en las que la mujer realiza los trabajos del hogar y el cuidado de los hijos y además trabaja fuera.

Y si nos referimos al consumo, hay familias en las que las decisiones económicas y el uso de los recursos económicos competen en exclusiva al varón, otras en las que las decisiones se comparten; familias en las que el varón se lleva en el reparto la parte del león y la mujer la parte del cordero.

Y luego, en general, hay familias patriarcales, y familias matriarcales, en las que la autoridad es patrimonio de la esposa o del esposo. Hay familias en las que la vida sexual es controlada hasta el cien por cien por el macho. Y cualquier infidelidad es castigada con la lapidación, la horca y otras formas de asesinato.

Ocurre también que la función o derechos de los hijos se ven sometidos a regímenes contradictorios: o bien se casa a los hijos según el mandato de los padres, o bien son ellos los que eligen su pareja; o bien se les da estudios y oportunidades, o bien se los vende como mercancía y propiedad de los padres…Y si se trata de las hijas, se las alquila para el comercio sexual en lupanares del mundo entero.

De hecho a a lo largo y ancho del universo hay tendida toda una red de prostíbulos para negociar con los cuerpos y el sexo de niñas y niños. Los cuales, arrancados de su familia por unos céntimos o violentamente, no tendrán derecho a formar su propia familia.

También hay familias que se desentienden del cuidado de los hijos, algo que estuvo muy de moda en la sociedad europea del siglo XVIII, y se las da a cuidar a mujeres por un salario…

La sexualidad como disfrute y actividad creadora de nuevos seres está también expuesta a interpretaciones y prácticas muy variadas.

Porque hay fórmulas de contrato entre la pareja que se une en matrimonio para toda la vida. Y hay también, cada vez más, parejas que se forman “hasta que encuentre o me encapriche por otra pareja, en cuyo caso nos divorciaremos”

Hay familias que engendran hijos sin límite, hay familias que recurren al aborto, en plan salvaje o en plan clínica, y hay familias que se valen de métodos reconocidos para el control de la natalidad.

Porque ocurre otro fenómeno con la familia. Bajo el pretexto piadoso de protegerla, el estado, los estados, y lo mismo que los estados las religiones, se empeñan en legislar y decidir lo que pueden o no pueden hacer las parejas y las familias, en legislar sobre el disfrute del sexo y la fecunidad…En decidir si se amputa el clítoris a las mujeres o no.

Y entonces ocurre que algunos estados efectivamente protegen y tutelan la libertad de las familias para vivir a su aire, les proporcionan los medios necesarios para cumplir sus funciones con los hijos. Pero lo más frecuente es que los estados avasallen a las familias y les hagan cada día más difícil su desarrollo y su bienestar.

Es decir, que en el reino de los hombres se reproduce de alguna manera la variopinta vida sexual y actividad reproductora del mundo animal. Hay parejas de uno con una, como las cigüeñas, hay harenes del macho dominante que aniquila a todos sus competidores, o bien matándolos o bien venciéndolos, y se declara dueño de un inmenso harén, como los ciervos o los leones, o el gallo de mi gallinero…

Hay cruces de machos y hembras a la buena de dios, a salto de mata, aquí te pillo aquí te violo.

Nadie tiene derecho de legislar en absoluto nada que limite la libertad de la persona en la forma de organizar su vida en pareja, de elegir su pareja, de poner límites a su fecundidad, o a la duración de su contrato matrimonial. La misión de las sociedades superiores a la célula de la familia es asegurar a la familia un nivel de bienestar, el disfrute de toda la felicidad posible, el ejercicio de sus funciones.

En este terreno, tanto los estados como las instituciones religiosas han ejercido unas dictaduras inhumanas, y las siguen ejerciendo.

La Navidad, fiesta de la familia por antonomasia en casi todos los calendarios del mundo, es la mejor ocasión para que todos esos estados e instituciones, la ONU, las Iglesias y todos los grupos religiosos, se pongan al día en el tratamiento que se debe dar a la institución familiar. Bueno sería recurrir aquí al principio de subsidiariedad, que reza que lo que pueda hacer por sí misma una sociedad inferior no lo debe asumir como función propia y exclusiva una sociedad superior.

5 comentarios

  • h.cadarso

      Tienes razón, Rodrigo Olvera, hay otras unidades de convivencia posibles.
      Quería sobre todo presentar mi alternativa al discurso de la iglesia oficial en el domingo de la familia, en el que daba por seguro que iban a incidir desde Roma hasta Madrid en el aborto, el matrimonio homosexual y los anticonceptivos.
      Quería sobre todo incidir en que todas las personas, todos los católicos por llevar este nombre, deben asumir que nuestra familia es toda la humanidad, nuestras familias son todas las familias del mundo, y lo problemas de todas las familias, todos los problemas de todas las familias del mundo, son nuestros problemas.
      Es lo que he intentado reflejar en mi texto precedente.

  • Rodrigo Olvera

    Hola Honorio
     
    Permíteme problematizar un aspecto que generalmente se da por sentado al hablar de familia
     
    ¿Por qué la unidad mínima de convivencia humana es la familia? En el tiempo que viví en Indiana, viví con (con-viví)  un abogado sudafricano.  ¿Significa entonces que no hubo convivencia humana entre nosotros? ¿Y entre la tripulación de un submarino durante los 6 meses de travesía?
     
    Saludos

  • oscar varela

    RESURRECCIÓN  (León Tolstoy)
    Capítulo XLIV
     
    NEJLÚDOV se figuraba que volviéndola a ver y dándole pruebas irrefutables de su arrepentimiento y su deseo de ayudarla, sería fácil que ella se regenerara y volviera a ser la Katiusha de antes. Pero comprendió con horror que Katiusha había desaparecido y sólo quedaba Máslova y esto le causaba un doloroso asombro. Llamaba su atención el que Katiusha no sólo no se quejara de la abyección en que había caído, sino que parecía encontrarse a sus anchas en ella.
     
    A decir verdad, esto no tenía nada de asombroso. Para poder trabajar, tenemos necesidad de considerar como importante y buena la ocupación que ejercemos. Comúnmente se cree que el ladrón, el asesino y la prostituta deben avergonzarse de su sistema de vida. No es así. Las personas que por azares de la vida o por errores propios llegan a una falsa posición, se connaturalizan de tal modo con ella que no hay quien les quite de la cabeza que su oficio es bueno, y para confirmarse en tal opinión se mantienen dentro de los círculos que están formados por sus iguales y donde se aprueba y enaltece sus acciones.
     
    Nuestra sociedad se asombra ante los ladrones y asesinos que se vanaglorian de sus atrocidades, pero ello es porque el número de ladrones y asesinos es relativamente pequeño y porque los que los juzgan tienen distintos puntos de vista que los juzgados. ¿No sucede acaso un hecho parecido entre los ricos que alaban sus propias riquezas, que son producto de un robo; entre los generales que alaban sus victorias que en nada difieren de un asesinato; entre los poderosos que deben el poder a una superchería?… Si en ésos no advertimos la perversión de sus ideas, es sin duda porque el círculo de personas que profesan tales ideas es más vasto, porque nosotros mismos formamos parte de él.
     
    Máslova se había formado también un concepto parecido de su propia existencia y del puesto que ocupaba en la sociedad. Aun sintiéndose prostituta y condenada, sentía que podía justificarse en virtud de sus propias teorías. Según Máslova, la mayoría de los hombres jóvenes y viejos, sabios e ignorantes, poderosos y humildes, únicamente viven para satisfacer los deseos de placer sexual que procura una mujer atractiva y a tal fin dirigen todos sus esfuerzos aun cuando finjan pensar u ocuparse en otra cosa.
     
    Y considerándose una mujer agradable, apta a satisfacer o no, a voluntad, este deseo de los hombres, ella se estimaba, en consecuencia, infinitamente importante y necesaria. Toda su vida pasada, como su vida actual, no hacían sino confirmar con justeza esta opinión. Durante diez años había visto que todos los hombres, empezando por el mismo Nejlúdov y acabando por el carcelero, la habían buscado. Pero no se había fijado en los que pasaron por su lado sin tener necesidad de ella. Así, pues, se le antojaba que todos los hombres esperaban el momento de posesionarse de ella, valiéndose de todos los medios: seducción, violencia, dinero, astucia…
     
    Así comprendía la vida Máslova y tal interpretación le agradaba más que ninguna otra, porque un cambio de ideas le hubiese hecho perder, a sus propios ojos, aquel valor que le conferían sus teorías sobre la vida. Para no perder aquel valor, se mantenía dentro del círculo de las personas que pensaban como ella y ahora, comprendiendo que Nejlúdov quería llevarla a un mundo distinto, se rebelaba, temiendo perder aquella estimación que por sí misma sentía.
     
    Por eso había olvidado hasta el recuerdo de su primera juventud y de sus amores con Nejlúdov. Estaban demasiado en contraposición con sus actuales teorías. Lo había encerrado cuidadosamente en una celda de su memoria como las abejas tapan herméticamente los nidos de los gusanos, a fin de que no las estorben en su trabajo. A sus ojos, Nejlúdov no era el joven a quien había amado, sino un señor rico de quien era preciso sacar partido y con el cual era lícito tener tratos como con los demás hombres de su clientela.
     
    “No, yo no he podido decirle hoy lo principal”, pensaba Nejlúdov al abandonar el locutorio entre la multitud. “No le he dicho que quiero casarme con ella. Pero la próxima vez se lo diré”.

  • olga larrazabal

    Estimados:  Recuperé mi laptop hoy día, pero Oscar dejó puesto su nombre, y el comentario anterior es mío.
    Saludos, Olga

  • oscar varela

    Querido Honorio:  Muy descriptivo y tu última frase, dogma del neo liberalismo cuando quiere jorobar a la sociedad en cuanto a reducir la función del Estado aplicada al  tema del bienestar o del cuidado, me encantó.
    Porque como bien dices, el Estado mete sus narices en la vida  de las familias, en temas tan privados como la sexualidad consentida entre adultos, o la conformación de las familias, y se desentiende, por lo menos en mi país, de la educación pública, de la salud y del cuidado de los ancianos.