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Leyendo a Marcos – 28

UN PASO, UN MUNDOSalvador Santos – “Destilado” de Oscar Varela

Marcos “termina” pero no “acaba”

Teófila se va, y promete seguir. El Legado de su Abuelo le abrió otro mundo.

En dos Terulias más (Caps. 26 y 27) adelanta primicias de interpretación.

······················

4º) Cena de Despedida de El Galileo (Mc 14)

5º) Pronósticos de abandonar el Proyecto de El Galileo (Mc 14)

6º) El Coraje comprensivo de las Mujeres y un final abierto (Mc 16)

Marcos termina su libro de una forma extraña. A la vista de su final tan brusco, otros redactores quisieron arreglarlo y añadieron más tarde dos apéndices con intención de darle otro cariz al texto.

Los discípulos se encerraron en el ataúd del miedo. Pero el mensaje había prendido en el grupo de seguidores y la semilla comenzó a explosionar con fuerza. Las mujeres tendrían, sin duda, mucho que ver en ello. La energía existencial del proyecto del Galileo surgió imparable dando vida como un caudaloso río en el desierto. Ninguno de los seguidores pudo librarse de su exuberancia. Recordad lo que él decía en la parábola aquella, la que denominábamos “lo natural es el Reino“: “él duerme y está despierto, por la noche y por el día, y la semilla va creciendo sin que él sepa cómo“. Seguro que ellos la recordaron. Marcos no olvidó escribirla para nosotros.

Y experimentaron la vida. Y comprendieron, entonces, sus palabras y sus actuaciones. Y entendieron que, con él, la historia cobraba sentido. Y fueron conscientes del gran triunfo del fracaso. Y reconocieron el valor de la lealtad sin límites. Y creyeron firmemente en su triunfo sobre la muerte. Y pudieron sentir que su vida les daba una fuerza imparable, Y surgieron muchos galileos,.,

Ahora bien, ¿cómo expresar en un texto esa experiencia única?, ¿cómo hacerla comprender? El lugar vulnerado de la muerte, un sepulcro vacío, fue el recurso. Esa imagen simbolizaba la vida y el proyecto de aquel hombre de Galilea superando la muerte. Marcos terminó así de exponer su enseñanza a los destinatarios de su relato… El lector tiene la palabra… Y el proyecto en sus manos.

Fascículo 27MARCOS “TERMINA” PERO NO “ACABA”

(Mc.14 / 16)

PALABRAS DE LA ÚLTIMA CENA

Mientras comían tomó un pan, pronunció una bendición, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo:

— Tomad, esto es mi cuerpo.

Y, cogiendo una copa, pronunció una acción de gracias, se la pasó y todos bebieron de ella. Y les dijo:

— Esta es la sangre de la alianza mía, que se derrama por todos: Os aseguro que ya no beberé más del producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba, nuevo, en el reino de Dios:

Y después de cantar salieron para el monte de los Olivos. (Mc.14, 22-26).

— Nos situamos en el contexto de una cena de los integrantes de la sociedad alternativa. Las afirmaciones y los hechos incluidos en este relato tienen lugar durante la comida: “mientras comían“…

Estaban comiendo. Aislar las declaraciones que aquí se formulan de ese entorno conlleva un alto riesgo de desvirtuar su contenido. Comer Juntos se consideraba signo de confianza, de intimidad.

Momentos antes, para identificar al traidor, el Galileo ha mencionado el hecho de compartir plato para aludir a la cercanía y a la amistad que les unía: “Es uno de los Doce, uno que está mojando en la misma fuente que yo” (v. 20). La comida anuncia el momento de la amistad, de establecer lazos solidarios. En este caso concreto, se trata de la cena festiva que conmemoraba la salida del pueblo israelita de su esclavitud en Egipto: la Pascua. Se trata de una comida evocadora del paso a la libertad.

Exclusiva para los que han dado el paso. El Galileo les obligará a definirse.

El hecho se produce al final de la vida del Galileo, la misma noche en que lo prendieron. A nuestro protagonista le queda poco tiempo. Lo aprovecha con sus amigos. La cena con ellos concluye su actividad. No hay más que decir. Ha llegado el momento del compromiso.

Antes de comentar otros detalles, observemos que de las palabras del Galileo sobresalen dos términos de especial significación en aquella cultura.

El primero de ellos, cuerpo, alude a la persona misma en su dimensión visible y palpable. Con el término cuerpo se expresa la condición histórica del ser humano. Delimita lo que se percibe de él desde que nace hasta el instante antes de morir. Engloba, pues, sus hechos y sus palabras, es decir, la actividad desarrollada durante su vida.

El segundo, sangre, designa la vida misma del individuo. La sangre es el flujo vital que contiene la existencia. En este contexto, al hablarse de sangre vertida (“que se derrama por todos“), se alude a la forma cruenta de morir, a la vida quitada. La utilización conjunta de estos dos términos: cuerpo y sangre hace referencia a la totalidad de la existencia del Galileo, la que hemos podido captar discípulos y lectores hasta momentos antes de su final (cuerpo), incluyendo la forma en que se produjo su muerte por crucifixión (sangre).

Por lo tanto, evitemos equivocarnos. Al nombrar el cuerpo y la sangre, se está hablando de conceptos o realidades históricas, no de tejidos orgánicos. Entender lo primero obliga al compromiso; si nos desviamos a lo segundo, nublamos la mente en el enigma.

Cuando se olvida el referente histórico de estas dos palabras se difumina la orientación del gesto y, en ese caso, las afirmaciones del Galileo se convierten en humo litúrgico. Vayamos al primer movimiento de nuestro protagonista.

El pan, como sabéis, representa el alimento físico y social, es decir: comida y proyecto.

Atended ahora a esto, la acción del Galileo sobre el pan está caracterizada por los mismos verbos utilizados en la escena del primer reparto de los panes: “tomar“, “bendecir“, “partir” y “dar“.

Esta coincidencia de los verbos advierte de la estrecha relación entre el gesto y las palabras del Galileo, por un lado, y la necesidad física y el abandono social de la humanidad, por el otro. Obviar este vínculo entraña descentrarse de la idea principal.

Se reparte un único pan. Lo da el Galileo. Él no invita a que lo coman. Marcos tampoco comenta que lo hicieran. El hecho de comer se deja a la suposición del lector.

El imperativo que rige la acción principal: “tomad“, implica el hecho de darlo y la invitación a aceptarlo. El Galileo lo entrega a los discípulos, partido; les invita a participar y a aceptar. Aceptarlo supone identificarse y comprometerse con su realidad histórica, de la que ellos han sido testigos; “esto es mi cuerpo“.

El pronombre “esto” no hace referencia aislada al elemento físico pan. Engloba la acción de dar el alimento físico y el mensaje alternativo del Reino, el movimiento al que los discípulos se resistían. Justo lo que los ignorados necesitan.

La historia del Galileo, su enseñanza, su mensaje, su praxis (“cuerpo“) no se resume en el pan, sino en la acción de compartirlo creando una sociedad de iguales. No hay magia ni misterio, sino práctica social alternativa.

La actividad de poner a disposición de los hambrientos e insignificantes la totalidad de lo que él posee sintetiza la realidad histórica del Galileo. Para evitar confusiones, presenta este balance al final de su vida. A la vista está todo cuanto ha hecho y ha enseñado. En ese instante final, los invita a identificarse con él. Aceptando el trozo, cada uno se compromete a esa tarea colectiva. La totalidad del pan representa la totalidad de la acción.

Ninguno de los discípulos se extraña, ni se lleva las manos a la cabeza. Ni uno solo de ellos dice nada. No ha habido milagro; tampoco un gesto que deba ser entendido como sobrenatural. Hay una invitación al compromiso.

Ahora bien, ese hecho no bastaba. El hombre de Galilea requería que la adhesión del grupo llegara a sus últimas consecuencias. Por eso añade el gesto de la copa.

Mirad con atención las coincidencias y las diferencias entre ambos movimientos. Como con el pan, él toma en sus manos una copa: “tomando una copa“. Marcos no habla de vino. El vino se deja a la suposición del lector.

El agradecimiento, “pronunció una acción de gracias“, sustituye a la bendición. Sin entrar a analizar estos aspectos, decir únicamente que la acción de dar gracias también reemplazó a la bendición en el segundo reparto de panes.

Marcos escribe ese verbo con profunda intención. No desea perder el punto de referencia de la multitud necesitada de orientación y alimento. Al igual que con el pan, el Galileo entrega la copa a sus discípulos. Sin embargo, a diferencia del gesto anterior, donde el hecho de comer el pan se deja sobreentendido, aquí Marcos matiza diciendo que “todos bebieron de ella“.

Fijaos especialmente en este detalle: el Galileo aún no había dicho nada respecto a la copa; se limitó a pasársela a sus amigos. Predomina el gesto sobre las palabras. Ellas lo explicarán. Como ocurrió con el pan, nuestro protagonista hace sus afirmaciones después de haber pasado la copa, no antes. Incluso bebieron previamente a que él hablara. Bebieron sin mostrar ninguna reacción de extrañeza. Y habría sido lógica de haberse producido, porque lo corriente era disponer cada uno de su propia copa. Era muy raro beber todos de la misma. Pero en ese detalle inusual de compartir una única copa descubrimos el significado de la acción del Galileo.

Para él, no bastaba comprometerse con su manera de entender y vivir la vida, exigió también estar dispuesto a arriesgarla en el empeño. O lo que es lo mismo, a identificarse con su manera de morir, afrontando el desprecio y la humillación. Aceptar beber de esa única copa representaba, pues, el culmen de la lealtad a él y a su mensaje. Significaba estar dispuesto a pasar por el mismo trago que pasó él.

Después de haber bebido todos, “y todos bebieron de ella“, las palabras que pronunció: “ésta es la sangre de la alianza mía, que se derrama por todos” no se refieren directamente al elemento físico contenido en la copa (el vino), del que no se ha hablado, sino al hecho colectivo de beber todos de la misma. El vino que previamente habían tomado queda en segundo plano; sus palabras aluden a la copa compartida por el grupo del Reino como expresión de su solidaridad con él hasta la muerte.

La expresión “de la alianza mía” hace referencia a ese pacto con el que el Galileo sella la constitución de la nueva sociedad con sus amigos. La copa representa la ejecución del Galileo en la cruz.

Él se ha entregado a su proyecto libremente; lo ratificará con su muerte. Su ejecución demuestra que no hay engaño en su entrega. Tampoco traición a su mensaje. Al pasar la copa a los suyos, les urge a ser conscientes de los límites de su compromiso.

Ellos se adhirieron a él bebiendo todos de la misma copa, la única copa, el trago definitivo que certifica la coherencia y la lealtad a un proyecto. Como en el gesto del pan, y en los dos repartos de los panes a la multitud, el objetivo final de su empeño se centró en el universo humano: “que se derrama por todos“.

Las palabras del Galileo pierden su sentido si se desgajan del contexto de la comida y de la historia.

— Cuando no hay cohesión en el grupo que las recuerda ni compromiso real con los colectivos humanos abandonados y desmayados, la repetición baldía de esas palabras sirve para cacarear la propia deslealtad al proyecto del Galileo.

En cuanto se disipa lo sobrenatural, aparece lo humano. O, al revés, cuando surge la lógica se esfuma la niebla religiosa sin dejar rastro. Se diría que la realidad humana repele el mundo sobrenatural. O tal vez el ser humano sea lo auténticamente sobrenatural. Se corre el riesgo de ocultarlo con cortinas de incienso.

— Y, ¿cómo se entiende que pueda ser sobrenatural alguien que deja morir de hambre a un semejante?

— Tenemos libertad para elegir. Quien comparte lo que tiene y se hermana con el que carece de todo adquiere su plena condición humana; alcanza la igualdad en la que demuestra creer. Ahí se destapa lo sobrenatural que lleva dentro. Quien pasa de largo ante el abandono, la miseria y el hambre de los pueblos, se degrada, o lo que es lo mismo, declara estar por la muerte, la soledad… y el miedo.

— Así se comprende la inmensa humanidad del Galileo y se siente su cercanía.

— No podía ser de otro modo; aquí no se habla de pan y vino sagrados, sino de la opción comprometida por la sociedad alternativa y por los desahuciados.

— ¿Por qué no se nos habrá ocurrido declarar sagrada esa opción?

— Yo diría que el Galileo acertó a descubrir la esencia humana. Como experto en carpintería y construcción, sabía de qué material estamos hechos. Él sí reconoció lo que de sobrenatural hay en el ser humano. Por eso estableció como objetivo fundamental de la sociedad alternativa la entrega sin límites a favor de los insignificantes.

— Pues a la vista de eso, al aceptar el pan y beber de su copa, aquellos hombres se comprometieron por fin con él, ¿no es verdad? — preguntó Tere.

— De boquilla. Los discípulos siguieron con sus planteamientos hasta el final. Vamos a leer en un momento la escena siguiente.

Jesús les dijo:

— Todos vais a fallar, como está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”. Pero cuando resucite iré delante de vosotros a Galilea.

Pero Pedro le declaró:

— Aunque todos fallen, yo no.

Le dijo Jesús:

— Te aseguro que tú, hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, renegarás de mí tres.

Pero él insistía con vehemencia:

— Aunque tuviese que morir contigo, jamás renegaré de ti. Y todos decían igual (Mc 14, 27-31).

— ¿Cómo podía saber él que le fallarían los discípulos? ¿Y lo del gallo? ¿Por qué estaba tan seguro de que le iban a matar?

— ¿Nunca te has separado del Libros de tu abuelo comentando al de Marcos?

— Muchas veces. No siempre llevo a Marcos. Sin embargo una vez, hace muchos años, guardé todos los libros del abuelo bajo llave en el último rincón de la casa. Los escondí y no quise verlos más. Pensé que era absurdo insistir en lo que nadie quería escuchar. Atravesé un período muy duro. Me sentí extraña y perdida durante el tiempo que estuve sin ellos. El mundo se volvió silencio; las palabras inútiles…

— Y eso te movió a sacarlos de nuevo.

— No. El mensaje sembrado en buena tierra actuó con una energía imprevisible. Vinieron dos amigos de la universidad y me pidieron leer a Marcos. Me lo plantearon como una necesidad vital que ellos tenían. No pude resistirme. Se formó un grupo de quince personas. Nos reuníamos un día a la semana. Tardamos casi un año en completar la lectura de Marcos.

— ¿Y qué pasó con esos amigos?

— Ahora son más de treinta. A partir de ellos, se han organizado otros pequeños grupos. Llevan muchos anos estrechamente unidos a algunos poblados. En esa tarea han invertido su vida.

— El proyecto está vivo…

— Marcos tiene mucho que ver. Pero, ¿qué pasó con los discípulos?

— A los discípulos les pudo la frustración de ver colgado por los temidos romanos al hombre del que esperaban la liberación. A ellos les tomó por sorpresa aquel desenlace. El Galileo fascinaba con su personalidad arrolladora. Las masas le seguían con entusiasmo. En multitud de ocasiones pudieron comprobar con qué inteligencia dejó sin argumentos a los jefes políticos, económicos y religiosos del país. ¿Cómo iban a imaginar que terminaría de ese modo?… Ahí se desvanecieron sus esperanzas.

Se llenaron de miedo, olvidaron su compromiso, el que los unió a él día a día, el que refrendaron bebiendo todos de la copa. En el último momento, huyeron despavoridos a la vista de lo que el imperio hacía a aquel gran amigo de Nazaret. Le colgaron. Su crucifixión supuso para ellos el más duro fracaso. Con su ejecución se vinieron abajo todos sus planes triunfalistas. Y se escondieron. Seguramente estuvieron bastante tiempo con el miedo en el cuerpo.

En el escondrijo, algunos llegaron a darse cuenta de que su mensaje no tenía miras nacionalistas, que su proyecto se dirigía a la humanidad entera. Quizás hubo quien pensara que ellos fueron los fracasados.

Se quedaron peor que los discípulos del Bautista. No llegaban ni a ser sombras. Al menos, los discípulos de Juan poseían su cadáver. Ellos, ni eso. Tal vez recapacitaron y fueron conscientes de su deslealtad al aceptar el pan y beber la copa sin comprometerse en el fondo con él. Pasó algún tiempo hasta que entendieron por fin su mensaje. ¡Él tenía razón!, dirían en esos instantes. Se les vendría a la cabeza que ni matándole pudieron con él. Y notaron su fuerza. Y sintieron su vitalidad.

Y fue en esos días cuando de verdad se comprometieron con su proyecto. Pedro, probablemente, reconoció quizás en esos momentos la traición a su amigo. Y se desvivió por él. A partir de ahí, no tuvo reparos en contar a Marcos la suma de sus infidelidades.

Marcos compuso años más tarde su texto para enseñanza de los nuevos adheridos a la propuesta del Galileo. Siguió un esquema didáctico que imitaba el que él había utilizado con sus discípulos, aunque conformándolo a las limitaciones y el orden requerido por un texto escrito. A él incorporó pensamientos que sirvieron como respuesta a algunas preguntas surgidas en torno al aparente fracaso de su muerte. En este sentido, incluye en su relato, poniéndolo en boca del Galileo, la previsión de su ejecución. Recogió la justificación que encontraron a mano: que existían profecías del Antiguo Testamento respecto a que los acontecimientos debían ocurrir de esa manera.

La fuerza vital que invadió a los seguidores del Galileo y la renovación de su compromiso los llevó al convencimiento de que el imperio dominante no logró terminar con la vida de aquel extraordinario hombre de Nazaret.

— Vamos a leer rápidamente el final del evangelio de Marcos. Nuestro redactor termina su libro de una forma extraña. A la vista de su final tan brusco, otros redactores quisieron arreglarlo y añadieron más tarde dos apéndices con intención de darle otro cariz al texto.

Transcurrido el día de precepto, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarlo. El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro ya salido el sol. Se decían unas a otras:

— ¿Quién nos correrá la losa de la entrada del sepulcro?

Al levantar la vista observaron que la losa estaba corrida (y era muy grande).

Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, envuelto en una vestidura blanca, y se quedaron completamente desconcertadas. Él les dijo:

— No os desconcertéis— ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron. Y ahora, marchaos, decid a sus discípulos y, en particular a Pedro: ‘Va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os había dicho’.

Salieron huyendo del sepulcro, del temblor y el espanto que les entró, y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían (Mc 16, 1-8).

— Así acaba el evangelio de Marcos. Ese último relato está compuesto con un lenguaje simbólico que no repara en la escasa verosimilitud de los hechos mencionados. No se tenía por costumbre embalsamar un cadáver. Mucho menos, una vez iniciada su descomposición. Las mujeres desean hacer normal lo ilógico: retirar una roca que taponaba un sepulcro. La roca estaba quitada. Un hombre joven se halla sentado dentro del sepulcro. Marcos concreta que “a la derecha”. Se trata de imágenes cargadas de simbolismo usadas por el narrador para transmitir a sus lectores las últimas ideas.

La actitud de las mujeres resume la postura de los seguidores. Se hallan afianzados en el fracaso. Se sienten derrotados. Reconocen como infranqueable el muro del imperio poderoso. Creen que la muerte ha vencido. La resignación les vale de refugio.

Pero Marcos asegura que el lugar de la muerte está abierto. Ha sido violado. Un personaje triunfante según su configuración (“joven“), posición (“sentado a la derecha“) e imagen (“envuelto en una vestidura blanca“), que representa al mismo Galileo, confirma la victoria de la vida e indica el camino a seguir (“va delante de vosotros a Galilea“).

Sus palabras van dirigidas a los discípulos a través de los insignificantes: las mujeres. Trata de orientarles en su desorientación: alejándose del centro del poder, podrán encontrarse con él de acuerdo con lo que les había enseñado (“allí lo veréis, como os había dicho“).

Las mujeres, sin reconocimiento legal como testigos, son las únicas portadoras de la noticia. En ellas se deposita la confianza. Aunque las mujeres, también llenas de miedo, la ocultan. Ahí se acaba el texto con brusquedad.

— ¡Qué chasco! El final desilusiona…

— Marcos pretende lo contrario. Así es él; ya lo conocéis. Si lo pensáis, este final plantea una invitación al lector a tomar la iniciativa ante la ausencia de relato. Acordaos del hombre de la Decápolis; él se puso a proclamar el mensaje a los esclavos ante la marcha del Galileo. Lo sustituyó. Encontró la mejor manera de demostrar que creía a pies juntillas en su proyecto.

— Pero entonces ¿no resucitó?

— Como podéis comprobar, Marcos no se interesó en ir más allá. Su propósito fue llamar a constituir la nueva sociedad. Ésa era para él la tarea urgente a realizar.

— ¿Tú qué crees?

— Imagino que, como era preceptivo con todos los ejecutados por delitos contra el imperio, enterraron el cadáver de Jesús de Nazaret en una fosa común. Ni siquiera pudieron los discípulos recoger sus restos, como ocurrió con el Bautista. Los romanos no lo permitían.

Ellos se encerraron en el ataúd del miedo. Pero el mensaje había prendido en el grupo de seguidores y la semilla comenzó a explosionar con fuerza. Las mujeres tendrían, sin duda, mucho que ver en ello. La energía existencial del proyecto del Galileo surgió imparable dando vida como un caudaloso río en el desierto. Ninguno de los seguidores pudo librarse de su exuberancia. Recordad lo que él decía en la parábola aquella, la que denominábamos “lo natural es el Reino“: “él duerme y está despierto, por la noche y por el día, y la semilla va creciendo sin que él sepa cómo“. Seguro que ellos la recordaron. Marcos no olvidó escribirla para nosotros.

Y experimentaron la vida. Y comprendieron, entonces, sus palabras y sus actuaciones. Y entendieron que, con él, la historia cobraba sentido. Y fueron conscientes del gran triunfo del fracaso. Y reconocieron el valor de la lealtad sin límites. Y creyeron firmemente en su triunfo sobre la muerte. Y pudieron sentir que su vida les daba una fuerza imparable, Y surgieron muchos galileos,.,

Ahora bien, ¿cómo expresar en un texto esa experiencia única?, ¿cómo hacerla comprender? El lugar vulnerado de la muerte, un sepulcro vacío, fue el recurso. Esa imagen simbolizaba la vida y el proyecto de aquel hombre de Galilea superando la muerte. Marcos terminó así de exponer su enseñanza a los destinatarios de su relato… El lector tiene la palabra… Y el proyecto en sus manos.

5 comentarios

  • oscar varela

    Hola!
     
    Marcos “termina” pero no “acaba”
     

    Por eso, tal vez: ¡seguiré preguntando!

     
    ¡Voy todavía! – Oscar
     

  • h.cadarso

      Salvador, te mantienes muy seguro de ti mismo y de tu lectura del evangelio de Marcos en una clave tan profundamente religiosa, tan auténticamente religiosa, como laica, en el sentido de que no necesitas milagros ni  resurrecciones ni santísimos sacramentos para creer en Jesús de Nazaret. Tu evangelio de Marcos está despojado de toda visión mágica, sobrenatural, ajena al orden de lo creado desde el principio dee los siglos.
      Quiero suponer que no niegas ese otro mundo sobrenatural en el que algunos, en el que la Iglesia oficial basan su fe…Que te sitúas ante el mundo y la religiosidad en clave de Buen Samaritano, más que en clave de escriba, fariseo o levita. Y quiero suponer que en ese Reino de Dios o Reino de los cielos que diseñas caben también los levitas, los escribas, los doctores de la ley, los seres humanos abiertos a la trascendencia y el más allá, a condición de que se comporten también como el Buen Samaritano, que no pasen de largo, y no dejen al herido tirado en el camino.
      Hay mucho simbolismo, mucha parábola, mucha narración novelada en tu lectura de Marcos. Posiblemente, probablemente, tu lectura tiene mucho de verdadera…Muchos no habíamos llegado a leer a Marcos como lo has leído tú.
      Así que, gracias, y gracias a Oscar Varela. Tendremos que volver muchas veces sobre esas páginas tan llenas de sentido y enjundia.

  • mª pilar

    ¡Que fuerza tiene este momento…!

    Si esta alternativa te coge el corazón, la mente, el deseo de conocerlo interiormente, y decidir si ¡sí!

    La Vida tiene otro color, otro sabor, otra manera de mirarla y vivirla.

    Te marca de manera increíble, a pesar de nuestras limitaciones, y se abre camino en los lugares más recónditos de la historia.

    Muy especialmente allá, donde hay seres humanos que sufren la tremenda dureza de los corazones engreídos y satisfechos; incapaces de sentir el dolor que ellos mismos producen a su paso.
     

    Es: ver, comprender, comprometerse, luchar, trabajar y dejarse ¡llenar! por su fuerza, frescura, justicia, amor…

    Es: ¡¡¡Una hermosa realidad!!!

    ¡Gracias Salvador y Oscar, por esta labor minuciosa y excelente, gracias una vez más!

    mª pilar


  • Gracias Salvador y Oscar por lograr tratar la conclusión del relato de Marcos en un modo tan fino que se pudo dejar afuera toda “teología” y quedarse enfocado bellamente en la profundidad humana con su consequente coherente compromiso personal siempre con “los pies en la tierra” allá “en Galilea” ”allí lo veréis, como os había dicho“ donde tiene que tomar lugar la acción de los seguidores “del Galileo”.

    Lo que arrancó con: “El comienzo” de la narración de la praxis “del Galileo” NO TIENE FIN APARTE DEL COMPROMISO PERSONAL de nosotros en hacer realidad esa gobernación del “Abbá” Padre: “Tu Reino aqui en la tierra como en el cielo”: la otra Sociedad posible, el otro Mundo posible. y aún tal vez la otra Iglesia posible.
    Justiniano de Managua

  • oscar varela

    Hola!
     
    Leo;
     
    Y experimentaron la vida.
     
    Y comprendieron
     
    Y entendieron
     
     Y reconocieron
     
     Y creyeron
     
     Y pudieron sentir
     
     Y surgieron muchos galileos,.,
     
     
    un sepulcro vacío, fue el recurso.
     
     
     El lector tiene la palabra…
     
    Y el proyecto en sus manos.
     
    ¡Vamos< todavía! – Oscar