La crisis económica, la incompetencia de los políticos para resolver esa crisis y tantas otras crisis, la independencia de Cataluña, el caso Bolinaga, los problemas de la educación y de la sanidad, el malestar general que se palpa en España, todos estos asuntos y otros muchos, que a todos nos preocupan, nos angustian, nos irritan…, no se resuelven –ni se van a resolver– por el solo hecho de modificar el sistema político o de intentar arreglar los mil quebraderos de cabeza que nos está dando la situación económica.
A ver si, de una vez, nos metemos en la cabeza que este asombroso embrollo de líos y problemas no se arregla cambiando normas o quitando a unos gobernantes para poner a otros. Por supuesto, que esos cambios, si es que se hicieran con acierto, podrían mejorar algunas cosas. Pero quede claro que, en la solución de fondo, lo decisivo no es el cambio de las normas o de quienes gestionan el cumplimiento de tales normas. Lo verdaderamente decisivo es el cambio de las personas. Mientras no cambiemos nuestra mentalidad, nuestras convicciones, nuestra forma de ver y de valorar la vida y, sobre todo, la actitud que cada cual adopta ante los demás, podemos estar seguros de que ni esto cambia, ni salimos de la crisis, ni tenemos solución.
Comprendo que algunas personas, al leer lo que estoy diciendo, van a pensar que esto no pasa de ser la consabida solución del ingenuo “buenismo”, que no pasa de ser eso, una ingenuidad bienintencionada, con la que no se va a ninguna parte. Y es verdad –y ya lo he dicho– que necesitamos leyes justas y gobernantes capaces de ponerlas en práctica y hacerlas ejecutar. Eso lo sabemos todos. Pero lo que no acabamos de aceptar es que el problema principal está en el corazón de cada uno de nosotros. Hoy mismo, cuando escribo esto (el 13 de septiembre de 2012), he leído y he pensado un buen rato en el texto capital del evangelio de Lucas (6, 27-38), que es el centro del sermón de la llanura, el equivalente al sermón del monte en el evangelio de Mateo (5-7). Y confieso que he sentido una profunda tristeza. Por dos motivos: 1) Cuando escribo algo sobre el Evangelio, me doy cuenta de que eso apenas interesa a la gran mayoría de los lectores. 2) Cuando publico algo relativo a la Iglesia, su liturgia, sus normas, sus obispos…, los comentarios son, no sólo mucho más abundantes, sino sobre todo (y con cierta frecuencia) de una acidez y, a veces, hasta de una mala educación, que uno se da de cara con un hecho que, durante mucho tiempo, me he resistido a aceptar, pero que veo que es como es: a mucha gente le importa más la Iglesia que el Evangelio. Y, por tanto, le interesa más lo que dice un personaje eclesiástico que lo que dice Jesús. ¿Será esto así de verdad? Y si lo es, ¿no valdría la pena analizarlo a fondo?
Al igual que Vd. J.M.Castillo, también siento una profunda tristeza y mi sentir y pensar plenos son los de éste su párrafo:
” Si no modificamos nuestras “convicciones” más profundas, ya podemos cambiar todas las estructuras. De poco servirá eso. En la sociedad estructurada de la forma más ideal, si quienes viven en tales estructuras, no tienen “convicciones” que les hagan sensibles al sufrimiento y a la desigualdad social, el tejido social estará plagado de canallas, que encanallarán la vida de los demás”.
Que enlaza con el “Tenemos que cambiar si queremos salvarnos” de L.Boff, y” hacer un cambio de Consciencia a nivel planetario q dice J.Patuel, un indicador de que nuestro hábitat peligra. Se hace necesario un cambio en nuestro cuerpo, en nuestra casa que ha sido descuidada o mal alimentada. Una transformación en nuestra psique, intoxicada por escalas negativas de contravalores. Nuestro mundo interno se ha de transformar para poder ser conscientes de nuestro calado y altura de miras.” Ser humildemente conscientes de nuestros fallos y errores para rectificarlos.
La transformación se dará cuando seamos totalmente conscientes partiendo del conocimiento, no de la ignorancia e infantilismo, de ahí la importancia de la educación impartida por los adultos a los niños empezando por los padres.
Si esto se empieza a reconocer y practicar aunque sea por unos pocos, no es poco y es indicador de q aún hay esperanza, aunque por la brevedad de la vida muchxs no lleguemos a conocerlo-vivirlo.
Ciertamente dificil, larga y árdua es la tarea, pero mientras “vida” hay que seguir arrimando el hombro y yendo todavía.
Buenas noches.
De acuerdo contigo Antonio si por un esfuerzo me sitúo en la perspectiva de la cual partes concediéndole finalidad última al sujeto. Pero a mi entender para que el ser humano no quede reducido a simple medio o instrumento pienso que hay que considerarlo no desde su condición de SUJETO sino desde su realidad personal. El sujeto cualificado es ya de algún modo realidad personal. A partir de ella, el momento subjetual de la realidad humana (por ser esta estructura y no sustancia) cobra un carácter singular. Esto se puede entender si me remito a lo que dije hace tiempo respecto al oír y al escuchar. Oímos, por supuesto, con nuestro órgano auditivo pero si con él no tan sólo oímos sino que escuchamos, en esa misma escucha nos hacemos presente una realidad otra que nos interpela y al mismo tiempo, con ello, nos realizamos llevando a realización la propia naturaleza. Sólo la persona entonces adquiere suficiencia constitucional, es libre…… Pienso que de este planteamiento se puede deducir muchas cuestiones pero sobre todo una conflictiva y relacional que en Atrio hace tiempo nos preocupa.
Gracias , Antonio por tu interés
M. LUISA, mi propósito al insistir en lo de SUJETO, intentando fundamentar su importancia prioritaria en cuanto del ser humano se trata, era simple, pero también principalmente, separarlo de toda objetivación por la que se le reduce a simple medio o instrumento.
Gracias por tus aportaciones, lamentando el no haberme expresado con mayor precisión y claridad.
Es muy lamentable el ver como la cultura utilitarista de preeminencia respecto a los simples saberes, nos está llevando al clima generalizado de deshumanización, en el que se considera normal: la clasificación valorativa de las personas; el recurso a la razón de la fuerza y a sobreponer el valor del TENER al del SER.
Me parece que X. Gundín precisa bien la cuestión, y también otros han dado pautas certeras, por supuesto. En este caso, no comparto la reflexión del admirado D. José María. Entiendo su temor, pero me parece que pretende una profundidad que sus adversarios “intimistas” no van a reconocer a sus palabras; de hecho, los conceptos a veces son utilizados tan reiteradamente en un sector del pensamiento, que al trasladarlos a otro contexto hermenéutico, conservan su ideología de fondo; es como si se impusieran a la intención liberadora del hablante; algo de esto le ocurre al discurso de D. José María, y por ello sale al paso para decir, “no es eso, no es eso”. Y no lo es, no es en su reflexión, pero algo le falta por el lado de la condición social del ser humano.
Y, segundo y sobre todo, D. José María construye una abstracción imposible, muy de teólogo, a los que pertenezco: “Si no modificamos nuestras “convicciones” más profundas, ya podemos cambiar todas las estructuras. De poco servirá eso. En la sociedad estructurada de la forma más ideal, si quienes viven en tales estructuras, no tienen “convicciones” que les hagan sensibles al sufrimiento y a la desigualdad social, el tejido social estará plagado de canallas, que encanallarán la vida de los demás”. Esto es cierto, – digo -, pero es demasiado escolástico pensar que pueda darse la sociedad más perfecta en sus estructuras con una mayoría de inmorales y canallas por doquier. ¿Quién la habrá construido, entonces? ¿Quién habrá pensado estructuras perfectas si no ama ni sufre con nadie? Hay un subrayado u otro, pero no un todo o nada. Las dos realidades del ser humano, – conciencia y estructuras -, plasman siempre en una dialéctica tan inseparable como precaria en todos los supuestos de vida personal y social Con crisis y sin crisis, una dialéctica de equilibrio precario e indisoluble.
Si personalmente insisto tanto en las estructuras de justicia social, es por parecerme que los sectores sociales más conservadores, y gran parte de las iglesias en ellos, apelan una y otra vez a la pérdida y recuperación de los valores morales y espirituales, sin discernirlos en su uso y abuso espiritualista, – en lo religioso -, y excluyente, – en lo social -. Con la mejor intención, – voy a suponerla siempre -, el discurso sale terrible en tantos y tantos. Si alguien pone por delante este discernimiento social de la injusticia contra tantos inocentes y débiles, – a partir de estructuras sociales de poder tan claras y de gentes que las copan a su favor -, nadie va a callar, – o muy pocos y equivocándose -, sobre el condicionamiento inigualable de las personas concretas y de sus convicciones buenas para el logro de esa misma sociedad justa. Estoy de acuerdo en esto con Castillo.
Lo que quiero decir es que la discusión personas o estructuras, como alternativa política, ya no existe. Y volver a ella tampoco. Sé que D. José María ha querido subrayar un olvido de la experiencia reciente española y a otros nos ha parecido, – quizá a pocos -, que se le iba algo de la mano. Paz y bien.
Yo he leido hasta aquí y estoy totalmente de acuerdo con éste párrafo:
“” Si no modificamos nuestras “convicciones” más profundas, ya podemos cambiar todas las estructuras. De poco servirá eso. En la sociedad estructurada de la forma más ideal, si quienes viven en tales estructuras, no tienen “convicciones” que les hagan sesibles al sufrimiento y a la desigualdad social, el tejido social estará plagado de canallas, que encanallarán la vida de los demás. GRACIAS, a quien haya tenido la paciencia de leer hasta aquí.””
Aprovecho la ocasión de estar de acuerdo para no meter desacuerdos que ya se me conocen sobradamente.
Vale, pues.
Estoy plenamente de acuerdo con las palabras del amigo Castillo. Sobre todo porque debo incluirme en en grupo de los que se indignan con los obispos y sus secuaces. Aun así, el sábado por la tarde estando en oración hablé con una amiga con la que compartia la oración junto a un grupo de monjes. Reconocí que aunque siga estudiando teología y pueda saber mas o menos de Dios, tengo un poco resquebrajada mi oración y un poco debilitada mi espiritualidad. Ante posibles cabreos, ¿donde dejo el evangelio? Este escrito de Castillo lo acabo de leer, y va al uso del que yo ayer por la noche escribí para mi humilde blog. Más o menos. La excelencia y experiencia de José María es mucho superior. Aun así, deseo compartirlo con vosotros. Creo que es importante la espiritualidad, tal y como cada cual la enfoque. Abrazos desde Andalucía.
Atte. Floren.
http://cartujoconlicencia.blogspot.com.es/2012/09/no-perdamos-de-vista-la-espiritualidad.html
Permíteme, querido Antonio que, aunque tus exposiciones me agradan enormemente pues están muy bien elaboradas y en ese sentido aprendo mucho de ellas, disienta, sobre un punto que para mi es fundamental y que tal vez ahora manifestándolo se pueda comprender mejor el nervio que cohesiona el pensamiento del cual se sirven mis comentarios, inclusive el último introducido hoy mismo.
Ser SUJETO, es sólo un momento de la realidad humana que desde una perspectiva antropológica actualizada hay que superar pues muchos de los caracteres o de las cualidades humanas como la libertad son fruto no de las propiedades sustanciales sino de la apropiación de posibilidades. Pero esta posibilidad deviene , como digo, de la combinación funcional de los elementos sustanciales que constituyen la realidad humana como estructura y no como sustancia como ya dije esta mañana al referirme a la unidad que sintetiza lo corporal y lo psíquico. La inteligencia no se superpone a la sensibilidad sino que conforma con ella un sentir intelectivo que al llegar al nivel de la razón ésta deviene en razón sentiente o sensible como la llama L. Boff. La verdad real no es la lógica del racionalismo sino la verdad de la razón sentiente.
Un cordial saludo
No había leído todavía el comentario de ayer noche de Don José Mª por lo que mi interés a comentar esta mañana, que ya me había preparado para ello una pocas notas, iba dirigido a la última pregunta que se hace en el articulo ya que, precisamente, el fenómeno que presenta digno de estudio y de análisis según el cual a la gente le interesa más lo que dice un personaje eclesiástico que lo que dice Jesús, es algo que me viene absorbiendo desde hace demasiado tiempo. De todas maneras esto es sólo un aspecto, el religioso, del gran problema que encierra el tema de las convicciones. En este sentido es importante considerar, como muchas veces aquí se ha hecho y creo que unánimemente, el carácter unitario psico-orgánico de la realidad humana.
Porque hecha esta consideración previa, es la inteligencia con su raíz biológica la que de buen principio no sólo no se desentiende del somatismo que la constituye sino que lo asume.
Al tener la inteligencia una primaria condición biológica desaparecen las dicotomías entre espíritu e instintos o entre diferentes estratos del ser humano quien al enfrentarse con la realidad, no puede sino en ese instante transformar el esquema animal en esquema humano. Por tanto la inteligencia no es un añadido al sentir animal sino que constituye un modo distinto de sentir, es decir, un modo humano de sentir que consiste en ser intelectivo.
Volviendo ahora a lo de por qué la gente antepone las ideas al sentir, digo sentir atribuyéndole a éste el carácter práxico sentiente del Evangelio, y a las ideas ya mencionadas su carácter ideológico, pues bien, pienso que es porque las ideologías es algo de fácil sensibilización con lo cual como el sentir humano no culmina en la sensibilidad, el sentir ahí se bifurca en retroceso y por tanto el sentir humano deja de cumplir su verdadera función que es la de sentir la realidad, deshumanizándose.
Dicha realidad, en el marco que he centrado mi comentario sería la que Jesús nos presenta en su proyecto. Este, siendo muy concentrado, es mi particular análisis.
Yo sigo convencido de que la cuestión a considerar se concreta en la misma realidad del ser humano que , de suyo radicalmente y en continuo proceso de realización, es SUJETO cualificado: de racionalidad para apoyarse en la verdad; de libertad para que su hacer le corresponda plenamente ; y de responsabilidad para que tenga que admitir como propias las consecuencias derivadas de su condición de sujeto, nunca completamente alienado como objeto respecto a los otros.
Esta realidad constituida en verdad, es lo primero de tiene que asumir la propia racionalidad para que libertad y responsabilidad no deriven en la incoherencia que falsificará todo el proceso de realización humana individual y relacionalmente.
¿Que está sucediendo en el devenir de la Humanidad?
-Que su racionalidad no se aviene a la propia y ajena realidad de ser TOD*S igual e inalienablemente SUJETOS.
Esto la racionalidad tiene que asumirlo así, si no quiere perder su propio sentido y finalidad, pues, ni la ignorancia, ni el error, ni menos la mentira y falsedad son actitudes esenciales y finalistas de la racionalidad.
En esto se concreta aquello de CONOCETE A TI MISMO y podrás conocer TODO lo demás.
Cierto que el SUJETO no puede ser considerado en lo concreto de su existencia vital sin las implicaciones de las circunstancias, pero nunca deben estas sobrepasar ni en orden, ni en valor la propia calidad esencial del SUJETO.
Y, si las circunstancias, nos diferencian y matizan CONCRETAMENTE esas diferencias con los demás SUJETOS, afectados también de propias y particulares circunstancia, ello nunca debe oscurecer la IDENTIDAD de la condición de SUJETOS en TODOS LOS SERES HUMANOS.
No admitir esa originaria y esencial IGUALDAD de todos los SUJETOS, equivale a salirse de la VERDAD REAL con las consecuencias lógicas y necesarias de falsificar tanto la propia LIBERTAD, como la RESPONSABILIDAD y cualquier otra finalidad circunstancial de proyección vital propia y de encaje con los otros sujetos humanos que, quedarán sobre dimensionados por su desigual valor y poder, o ninguneados por sus debilidades y carencias.
En algún comentario he encontrado esto: (-“ Pero son dos planos diferentes, el individual y el social.”)
Pero vitalmente la realidad de los SUJETOS no se concreta en planos, sino en intercomunicación de ser y hacer, a menos que prescindamos de la IGUALDAD ESENCIAL DE LOS SUJETOS.
Y esto equivale a quedar atrapados en la falsificación de la realidad, con la consecuencia inevitable de la CLASIFICACIÓN DE LOS SERES HUMANOS.
Desde esta consideración fundamental de nuestra RACIONALIDAD, es desde donde nos hemos de plantear, si la circunstancialidad ambiental o estructural, valorándolas debidamente por su importancia o causalidad para la acción de racionalidad adecuada y eficaz del sujeto, deben prevalecer en tiempos o momentos del proceso vital, o siempre se quedarán para un después del momento racional del SUJETO que asume su propia y esencial condición y la de los demás SUJETOS valorados en IGUALDAD.
¿Tendremos que concluir que la máxima dificultad para que en la HUMANIDAD haya VERDAD y por consiguiente LIBERTAD (Todos igualmente sujetos libres y responsables), radica en la CLARIDAD que nos viene de la propia REALIDAD ESENCIAL HUMANA?
¿No apunta hacia esto el gran principio ético : No quieras para nadie lo que no quieres para ti ; Y el religioso: Ama a tu prójimo como a ti mismo?
Si el problema está en la falsificación de la VERDAD de la REALIDAD humana, la solución, en principio, arranca de la RACIONALIDAD de asumir esa VERDAD y conseguir con libertad y responsabilidad que no quede en elucubración mental, sino en probada PRACTICA VITAL UNIVERSAL.
Gracias a ti, Pepe, por tomarte la molestia de leernos y por tu aportación.
Pienso que el desarrollo de la recta conciencia debería ser, en una persona adulta, una permanente inquietud, como si se tratase de tener a mano esa brújula que nos ayudase no “perder el norte”. Pero quizá sería más importante para las administraciones públicas mimar la educación de nuestra infancia y de nuestros/as adolescentes. Es ahí donde se ponen los cimientos del futuro de los individuos y de la sociedad.
Nuestros adolescentes se encuentran en una sociedad con múltiples reclamos, pero casi ninguno que les invite a la reflexión, a mirarse hacia adentro. El ruido ambiental proveniente de todos los medios audiovisuales, y las nuevas tecnologías, les llevan como el río lleva a las hojas caídas en el mismo, sin controlar su destino.
Mi experiencia como educadora me daba infinitas posibilidades de darles la orientación pertinente a la importancia que tiene eso de “conócete a ti mismo”. Siempre tuve la ilusión de que algo quedaría, y un grupo de antiguos alumnos y alumnas así me lo manifestaron en un escrito con ocasión de mi jubilación. Da la impresión que el actual ministro de educación no está por la labor, y esto es muy triste.
No olvidemos la educación religiosa que tendrían que dar con garantías de calidad para aquellas familias que opten por darle educación cristiana. Pero me temo que esto sí que va muy, pero que muy mal.
Así se da el caso de que ayer pasé por donde se hacía la ofrenda de flores a la patrona de Granada, no podíamos movernos por todo el centro de la ciudad. Hoy he leido que pasaron por la ofrenda 80.000 personas. ¿Se tradauce eso en una sociedad más justa? Ahí está el reto.
Otra vez -pq es recurrente en personas y ambientes católicos- la falsa alternativa estructuras o personas (así se decía años atrás). Sólo hay que cambiar la conjunción para darse cuenta: digan estructuras y personas.
Es ilusorio esperar que despues de un cambio de conciencia -¿de qué sabiduría infusa procedería?- y despues de ese cambio las estructuras sociales cambiarían a mejor. Según este modo de ver las cosas el cambio de conciencia (conversión personal) sería previo y causa del cambio social posterior. Consecuentemente, de no producirse el previo cambio de conciencia, no habría mejoría social. De aquí el uso de la conjunción disyuntiva o.
Pero, socialmente considerado, las cosas no pasan así, sinó que es en medio y como consecuencia del empeño por cambiar las condicciones sociales donde se producen los cambios de conciencia. Por eso ambas cosas van inseparablemente juntas, copuladas -¡la y!- en proceso de acción-reflexión. La reflexión es sobre la acción: sobre su experiencia, sensaciones y resultados. En ningún caso la reflexión es sin acción y previa a esta .
Dicho con frases consagradas: sin práctica social no hay ideas correctas y el ser social determina la conciencia.
Claro es que el hecho de que haya acción y reflexión no garantizan por si solas la mejoría, para eso hace falta reunir algunas condicciones más, p.ej: ir pasando de objeto a sujeto y ser ayudado en el camino por maestros (de vida).
El ser humano es mente y corazón. Mentalmente puede estructurarse una ética, pero poco sirve si esos conocimientos no pasan al corazón y a la voluntad de vivirlos en la práctica. Los y las inteligentes se enorgullecen de sus descubrimientos y se ponen a predicarlos y propagarlos. Como lo hacemos casi todos en Atrio. Sin mayores resultados y lo peor es que culpabilizamos a los oyentes o lectores de nuestro poco éxito.
Nos olvidamos del corazón. La mente es la luz que señala el camino al corazón propio y poco importa que se le llama mentalidad o conciencia si no llega a plasmarse en acción: ver, juzgar y actuar; la visión y el juicio quedan en el aire si no llegan a la acción; a la acción personal, no a la influencia sobre los demás.
El Evangelio nos dice que buscando el Reino de Dios, el Reino del Amor, todo lo demás (influencia, exito, prestigio, etc., etc.) se nos dará por añadidura. Lo demás se nos dará; si lo buscamos no lo conseguiremo).
Estimados amigos de ATRIO, agradezco las observaciones que me han hecho, sobre todo las que me indican que sólo con la conciencia y con la intimidad no vamos a ninguna parte. Además de trabajar y luchar por una conciencia recta, es enteramente necesario y urgente – lo más urgente – trabajar y luchar por el cambio de este sistema económico-político por otro que sea sencillamente humano y justo, ya que el que tenemos es la encarnación de la inhumanidad y origen de infinitas injusticias. Así no podemos seguir.
Si en este breve artículo he insistido en la necesidad que tenemos de más bondad, sensibilidad ante el dolor ajeno y ante el desastre social al que estamos asistiendo, es porque me parece que en este asunto no se insiste lo suficiente. Acabo de leer la presentación del último libro del Nobel de Economía Joseph Stiglitz, El precio de la desigualdad (Taurus, 2012). Y me ha llamado la atención que un economista de tanta categoría insista en una idea que destaca Joaquín Estefanía: “Las creencias sociales como la economía se diferencian de las ciencias exactas en que las convicciones afectan a la realidad”.
Para comprender la hondura de esta afirmación, yo recomendaría la lectura del análisis que J. Habermas hace de lo que entrañan las “convicciones”, siguiendo el penetrante estudio que hizo de este asunto Ch. S. Peirce. Es éste un tema ya muy estudiado y del que Habermas habló hace años, en su conocido estudio sobre Conocimieno e interés (Taurus, 1982).
Si no modificamos nuestras “convicciones” más profundas, ya podemos cambiar todas las estructuras. De poco servirá eso. En la sociedad estructurada de la forma más ideal, si quienes viven en tales estructuras, no tienen “convicciones” que les hagan sesibles al sufrimiento y a la desigualdad social, el tejido social estará plagado de canallas, que encanallarán la vida de los demás. GRACIAS, a quien haya tenido la paciencia de leer hasta aquí.
Ese cambio personal de “conciencia” del que nos habla don José María, es lo que ha estado predicando el cristianismo durante los últimos 2000 años a todas las generaciones de personas. Pero algo pasa en esta pedagogía que no es lo suficientemente transmisible ni siquiera a los hijos de los que han reflexionado y han redireccionado sus acciones en forma más positiva.¿ Habrá que meterle el diente a este tema por otro lado? ¿Biología? ¿Educación de las emociones? Está claro que la prédica no sirve, y las amenazas del Infierno ya no le hacen cosquillas a nadie. ¿Será que no hemos comprendido lo que realmente hace feliz al ser humano o que no existe el “ser humano” genérico y este “ser” es más bien un “estar” tan plástico que se nos escapa del entendimiento? ¿Y lo que se creía que se había avanzado en pedagogía se vino abajo con la Televisión e Internet?
Pues este artículo de mi querido amigo Pepe, se me queda corto o inacabado. Sencillamente porque, si bien es cierto todo lo que dice, sobre la cuestión de la conciencia individual, nos quedaría decir ¿y qué hacemos con su vertiente social? Es decir, el ser humano es un ser para vivir en sociedad y es ahí donde se generan los problemas. Un ermita, con una conciencia despierta y pura, tendría para abastecerse asimismo, y ahí se quedaría, pero la realidad humana es otra.
No es menos cierto que la suma de conciencias individuales daría una sociedad perfecta, pero es pura retórica porque nunca se va a dar esta realidad. Mezclar el plano individual con el plano social, político, económico, pienso que es como querer mezclar el agua y el aceite. Son cosas diferentes aunque estén en el mismo recipiente.
La conciencia individual, la conducta individual o el crecimiento humano del individuo, sirve para sí mismo, sin más alcance que la influencia directa al pequeño ámbito en el que el individuo se desarrolla.
Pero los problemas que aquejan a esta sociedad o cualquier otra, no se resuelven con acciones individuales por muy importantes y necesarias que sean. Una sociedad necesita organización, estructuras, gobernantes, leyes, etc. etc. Y, si esto no funciona, a los individuos no les quedará otro remedio que el “sálvese quien pueda”, ya sea con su conciencia, ya sea con sus técnicas individuales de supervivencia, ya sea con su derecho al pataleo, con la solidaridad de los demás, etc. etc, porque su conciencia no le va a resolver, por ejemplo el tema de la falta de trabajo, o un problema de salud o cualquier otro que dependa de la organización social donde se ubique. Pero son dos planos diferentes, el individual y el social.
Tampoco hay que negar que un solo individuo, si tiene responsabilidades políticas o económicas, y, además no tiene conciencia, puede hacer mucho daño a la colectividad, llámese dictador, banquero corrupto, gobernante incompetente, etc.
Me gusta el título: Sólo la bondad es digna de fe.
¡Hola Oscar!!.
Siempre te leo con interés (ya lo sabes) y hoy también.
Si no te entendido mal, nos dices que la vida es lo que hacemos y, aunque estemos ensimismados, eso que hacemos tiene proyección social. Estoy de acuerdo.
Pero también es verdad que lo que hacemos responde a un conjunto complejo de “impulsos” cuya orientación finalista radica, entre otros factores y necesidades en la propia conciencia de lo que “debemos hacer”.
Así lo que pudiera parecer “intimo” adquiere una enorme trascendencia social.
De estas cuestiones tu sabes mucho más que yo y a tus criterios me atengo.
En todo caso, Castillo y tu comentario han enriquecido mi pensamiento.
¡¡¡ Veremos si mejoro mi actuar !!!
Hola!
Este Artículo tiene –a mi modo de ver- variados jugos interesantes.
1.- Atrio.org lo presenta sin citar otra fuente, por lo que deduzco que el Autor lo ha escrito para Atrio.org, aunque tal vez no le sea exclusivo.
2.- Un escrito de esta naturaleza tiene el carácter de “intimidad”. Es el sonido de queja y anhelo que suele dejarnos la Duda.
El Autor tiene –a la altura de su larga trayectoria de vida- una “caída”: “se da cuenta”; e.d. “cae en la cuenta”.
3.- Es comprensible, pero una lástima, que esa “caída” lo postre en una “profunda tristeza”. Y la tristeza no es una buena compañera para nada.
4.- Por mi parte me siento un poco fuera del lugar de esa “intimidad-amical”, pues me parece re-cordar en mi propia víscera muscular que el Autor no se presta a dialogar con los Lectores de un Artículo suyo escrito para Lectores. Tal vez me equivoque pues no estoy al tanto de estos Autores “consagrados-muy-ocupados”. Me siento des-colocado ante el Autor. Pero no ante mis Cumpas de Atrio.org. Por eso estoy ahora y aquí con un simple “¡Hola!” inicial; y no con un -“¡Hola, Sr. Castillo!”-, como –creo- correspondería.
5.- Castillo está preso de un falso panorama de lo que sea la vida humana. Tal vez porque ha sido la tradición inyectada a fuerza de confesionarios con sus “exámenes de conciencia” previos: la convicción de que el núcleo de la vida humana es “la conciencia” (palabreja que intento desterrar del vocabulario de las Humanidades), e.d. el Yo individual.
Entonces, y por ello, es que Castillo siente que la gente lo está viendo desde su autocalificado “ingenuo-buenismo”.
Castillo no pendula en la sana “duda”; sino que ha optado “sin-duda” por otorgar prioridad a “la conciencia”, como lugar preferencial del Cambio humano.
Para mí esto es un error de perspectiva; como lo es el pensar su contrario, que el pivote o punto de vista del Cambio es la Circunstancia en su habitual pluralidad: Leyes, Políticas y Gobernantes, etc.
6.- Mi pensamiento se inclina a pensar que el “Sujeto” del Cambio es “lo que hacemos y nos pasa”, e,d. la mismísima Vida humana que hacemos socialmente-en-soledad.
Nunca estamos solitarios, ni aun cuando nos queramos exiliar.
Cuando nos en-sí-mismamos llevamos al Mundo infartado en nuestro Yo. La “Conciencia” no lo es sino de un Mundo, el nuestro.
……………….
Así y todo ¡Voy todavía! – Oscar.
Totalmente de acuerdo con J.M. Castillo
Llevábamos mucho tiempo, que en nuestro lenguaje solo entraba el:
“Derechos-derechos-derechos…”
Y es bueno que así sea; el paso siguiente es:
“Responsabilidad-responsabilidad-responsabilidad…”
Y no ha sucedido así; nos hemos subido al carro de los derechos, y hemos dejado atrás, olvidado:
¡¡¡Las responsabilidades!!!
Ya no importaba el buen hacer en nuestro quehacer diario, hemos bajado la calidad en nuestras obligaciones porque son:
¡¡¡Nuestros derechos lo único importante!!!
Eso a todos los niveles; el personal, en el trabajo, la sanidad, la cultura etc….
Como en todo: siempre hay personas insobornables ante la “palabrería, las acciones corruptas de otras personas, las luces de neón que nos ciegan enseguida…
Y siguen dando todo cuanto son, saben, comprenden, más allá de :
¡¡¡Los derechos!!!
Lo bueno, lógico, enriquecedor sería:
“A más derechos más responsabilidad”
Nos hemos convertido en seres anodinos, mediocres, creciditos ante los demás, bastante vacíos, irresponsables, intolerantes, sin grandes miras hacia el futuro.
Y así nos está yendo, y seguirá yéndonos, si no nos ponemos las “pilas” y además de estar hartos:
¡¡¡Que lo estamos!!!
Pongámonos a trabajar los auténticos valores, a cambiar nuestra mirada, busquemos soluciones, pongámoslas encima de la mesa, para sacar a esta sociedad, en el fango donde ahora estamos metidos.
Como nos dice J.M. Castillo, solo así, con dolor y lucha, podremos ir solucionando lo que se nos viene encima, hoy, y mucho más mañana.
mª pilar
Dice José Mª Castillo:
“Pero quede claro que, en la solución de fondo, lo decisivo no es el cambio de las normas o de quienes gestionan el cumplimiento de tales normas. Lo verdaderamente decisivo es el cambio de las personas. Mientras no cambiemos nuestra mentalidad, nuestras convicciones, nuestra forma de ver y de valorar la vida y, sobre todo, la actitud que cada cual adopta ante los demás, podemos estar seguros de que ni esto cambia, ni salimos de la crisis, ni tenemos solución.”
Totalmente de acuerdo. Y también cuando añade:
“Y es verdad –y ya lo he dicho– que necesitamos leyes justas y gobernantes capaces de ponerlas en práctica y hacerlas ejecutar”.
Pero esto no es fácil inmersos en un clima de corrupción y corruptelas, en un sistema político en el que la listas “cerrada” impiden o dificultan la elección de los mejores, en el que falta democracia interna en los partidos políticos, en el los que la disciplina parlamentaria impide saber lo que opinan realmente los parlamentarios siempre ejecutores automáticos de las consigan de voto y opinión del partido que los ha elegido y privilegiado con la candidatura etc. etc.
Por eso, estando muy de acuerdo con lo que dice José Mª Castillo, es preciso fomentar la formación de criterio propio, limpiar el lenguaje de insultos y frases hechas, buscar en el fondo de cada persona el impulso y razón ética, luchar contra la exaltación del “triunfo” y la “riqueza”, como signos de valor social.
Necesitamos “nacer de nuevo” y educarnos en los valores propiamente de humanidad.
Pero ese cambio no nos vendrá dado, son muchas fuerzas las que pretenden lo contrario, por eso es preciso luchar, luchar pacíficamente, diariamente, aunque siempre veamos que el resultado se retrasa, no llega y se presenta lleno de incertidumbre.