Leonardo Boff ha empezado a publicar dos columnas a la semana. Por otra parte ha iniciado una seri sobre la Iglesia, recogiendo el desafío lanzado por Hans Küng con su libro ¿Tiene salvación la Iglesia? Aunque se que para algunos estas preguntas que se hacen estos dos teólogos progresistas ya las tienen respuestas –no se molesten en leer quien tiene ya claro el veredicto– nos parece que para muchos son cuestiones éstas sobre las que se puede debatir, argumentando desde diversas posiciones de fe y estrategia.
La Iglesia católica jerárquica está inmersa en una grave crisis de autoridad, de credibilidad y de liderazgo, debido a varios escándalos financieros, y de manera criminal por causa de los pedófilos: curas, obispos y un cardenal.
Crisis de autoridad, de credibilidad y de liderazgo de la Iglesia institucional.
Tales hechos han socavado la autoridad eclesiástica que se ha visto profundamente golpeada por los distintos intentos de negar, disimular y, finalmente, ocultar actos criminales referentes a la pedofilia de los curas, hasta el punto de que un tribunal de justicia de Oregón (Estados Unidos), a pesar de la inmunidad jurídica del Estado Vaticano, pretendía llevar a los tribunales a autoridades eclesiásticas romanas, eventualmente hasta al entonces cardenal Joseph Ratzinger, por negarse a aplicar sanciones contra el padre Lawrence Murphy que entre 1950-1975 había abusado sexualmente de doscientos jóvenes sordos. Y particularmente por su carta de 2001 enviada a los obispos, impidiéndoles, bajo duras penas canónicas, denunciar a los pedófilos a la justicia civil. Esta actitud fue considerada como complicidad en el crimen e intento de encubrimiento, lo que configura un delito.
Tales actitudes antiéticas han erosionado la credibilidad de la institución. ¿Cómo puede pretender ser «especialista en derechos humanos» y «madre y maestra de la verdad y de la moral» si, por obras y omisiones, niega abiertamente lo que predica?
La crisis es también de liderazgo pues Benedicto XVI ha cometido varios errores de gobierno referentes a los evangélicos, a los musulmanes, a los judíos, a las mujeres, y al espíritu del Vaticano II al hacer concesiones a los seguidores del obispo cismático Lefebvre como la reintroducción de la misa en latín y la oración por la conversión de los judíos infieles y, en general, por causa de su enfrentamiento obsesivo contra la modernidad, vista negativamente como decadencia y fuente de todo tipo de errores, especialmente, del relativismo. Éste es obstinadamente condenado pero, curiosamente, a partir de la misma perspectiva, solo que a la inversa: la de un riguroso absolutismo. No es una estrategia inteligente combatir un error con otro error, sólo que a partir del polo opuesto.
Las consecuencias se están mostrando desastrosas. Tomemos como ejemplo a la Iglesia católica alemana, considerada como muy sólida: solamente en 2010 se desvincularon de la institución 250 mil fieles, el doble que en 2009 (Hans Küng ¿Tiene salvación la Iglesia? 2012, 20). Esta emigración interna se está dando en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos e Irlanda, donde el caso de los pedófilos ha alcanzado niveles epidémicos. En Brasil, entre otros motivos, la desmoralización de la institución vaticana ha ayudado a que las cifras de católicos hayan disminuido drásticamente. El censo del IBGE muestra que entre 2000 y 2010 la parcela católica cayó del 73,6% al 64,6%. En la diócesis de Río, dirigida durante 30 años por un arzobispo autoritario y a veces despótico como don Eugênio Salles, el número de católicos llegó al número históricamente más bajo de todos, solo un 45.8%.
Esta crisis de la institución jerárquica católica ha puesto a la luz la estructura de poder y la forma como se organiza la dirección de la comunidad de los fieles. Se caracteriza por ser una monarquía absoluta, teniendo el papa, su Jefe, «poder ordinario, supremo, pleno, inmediato y universal»(canon 313), aumentado todavía con el atributo de la infalibilidad en asuntos de fe y de moral. En manos de la jerarquía se concentra el monopolio del poder y de la verdad, con señales claras de patriarcalismo, tradicionalismo, clericalismo, animosidad hacia el sexo y las mujeres. Se ha gestado lo que Hans Küng denomina «el sistema romano» cuyo eje articulador es la figura del papa con «plenitud de poder» (plenitudo potestatis) jurídico, único y exclusivo sobre toda la comunidad y cada uno de los fieles.
El aumento del espíritu crítico, el acceso más fácil a los documentos históricos, la resistencia de católicos más lúcidos a aceptar las razones altamente ideologizadas de la institución en su afán por autolegitimarse, invocando su origen divino y reclamando la voluntad de su fundador Jesús, han hecho que muchas personas se hayan alejado de este tipo de Iglesia o se hayan quedado totalmente indiferentes a ella. El mantenimiento de los fieles en la ignorancia y la estrategia de infundir miedo, como lo ha mostrado el notable historiador Jean Delumeau (El miedo en Ocidente, 1987), que fueron factores decisivos para la conversión de pueblos enteros en el pasado, hoy son inaceptables y sencillamente condenables.
Concretamente la comunidad cristiana está divida en dos cuerpos: el cuerpo clerical (del papa al diácono) que detenta de forma exclusiva el poder de mando, de la palabra, de la doctrina y de los instrumentos de salvación y el cuerpo laical, constituido por los fieles laicos, hombres y mujeres, sin ningún poder de decisión, tocándoles oír, obedecer y ejecutar las determinaciones que vienen de arriba. Esto no es una caricatura sino la descripción de lo que efectivamente ocurre y es sancionado por el derecho canónico.
A la jerarquía todo, al laico nada: testimonio de dos papas.
Nada mejor que el testimonio de dos papas para explicitar esta división teológicamente problemática: Gregorio XVI (1831-1846): «Nadie puede desconocer que la Iglesia es una sociedad desigual en la cual Dios destinó a unos como gobernantes y a otros como servidores; estos son los laicos, aquellos son los clérigos». Pío X es todavía más rígido (1835-1914): «Solamente el colegio de los pastores tiene el derecho y la autoridad de dirigir y gobernar; la masa no tiene ningún derecho a no ser el de dejarse gobernar cual rebaño obediente que sigue a su pastor». Estas expresiones, que están a años luz del mensaje de Jesús, nunca han sido contradichas y siguen manteniendo su validez teórica y práctica.
El cuerpo laical, a su vez, también se ha organizado en movimientos y comunidades bien dentro del cuerpo clerical, bien al margen. En ellos funciona el principio de comunión y de participación igualitaria, el poder es circular y rotativo, los servicios están distribuidos entre los miembros según sus capacidades y habilidades; todos participan, todos toman la palabra y se decide colectivamente sobre los caminos de la comunidad. El centro lo ocupa la Escritura, leída y comentada comunitariamente y aplicada a las situaciones concretas. No se opone a la Iglesia-institución jerárquica papal y hasta se alegra cuando alguien de la jerarquía participa de la vida de las comunidades. Pero hay que enfatizar que sigue otra lógica, no paralela sino diferente. Sin embargo no deja de sufrir con la división, pues la mayoría intuye que esa división no corresponde al sueño de Jesús de que “todos sean hermanos y hermanas y que nadie quiera ser llamado padre o maestro, porque uno solo es el Maestro, Cristo” (Mt 23, 9-10). Esto es permanentemente negado.
¿Cuál de los dos tipos de Iglesia está en crisis y en franca degeneración en los días actuales? La Iglesia institución monárquico-absolutista, cuyas razones no consiguen convencer a los fieles ni se sostienen delante del sentido común ni ante el sentido del derecho y de la justicia que se han impuesto en la reflexión de los últimos siglos, no sin influencia del cristianismo. Este tipo de Iglesia no es ni progresista ni tradicionalista; es simplemente medieval y tributario del iluminismo de los reyes absolutos por voluntad de Dios.
Las cosas no caen ya preparadas del cielo, ni salen de la manga de la túnica de Jesús. Ellas se han ido constituyendo históricamente en un proceso lento pero persistente de acumulación de poder hasta alcanzar el grado absoluto, igualado al poder de Dios (el Papa como representante de Dios). Aquí se cumple bien la perspicaz observación de Hobbes: «el poder no puede garantizarse si no es buscando más y más poder» hasta llegar a su forma suprema y divina. Esto fue lo que ha ocurrido con el poder de los papas romanos y la jerarquía católica. Esta forma concentradísima de poder ya constituyó el nudo de la crisis en el pasado y en la actualidad lo hace de forma más grave todavía.
En el próximo artículo estudiaremos con cierto detalle cómo se ha llegado a la actual monarquía absolutista y centralizadora de la Iglesia-institución.
[Traducción de MJG]
LA CRUZ EN LA HISTORIA DEL PRIMADO
El exegeta R. Bultmann en su libro: “El Evangelio de Juan” ha afirmado claramente que en el texto de Juan a Pedro (Jn. Cap. 23): “se le confía la guía suprema de la Iglesia”.
Hay que ser muy ingenuo pensar el porqué Pedro no le pregunto a Jesús, acerca de su SUCESION es decir, una vez muerto Pedro ¿Quién le iba a reemplazar?
A esto tendríamos que reflexionar por el significado y el alcance de las palabras de Jesús, considerando que las palabras de Jesús no tienen ni tiempo ni espacio.
Que el Nuevo Testamento conoce el primado de Pedro, es innegable e indiscutible. El problema surge cuando la pregunta es: ¿se puede pensar la idea de la sucesión de Pedro hasta la actualidad? Más dura seria esta: ¿se puede JUSTIFICAR la sucesión ROMANA de Pedro?
Soy sincero en afirmar que en el Nuevo Testamento no hay una afirmación EXPLICITA de la SUCESION de Pedro. Esto para mí no es ningún problema porque ni los evangelios ni las grandes cartas de Pablo no hablan el problema de una Iglesia pos apostólica.
Juan, hacia finales del siglo primero, es decir, cuando Pedro ya había muerto hacía muchos años, no consideró en absoluto el primado como algo que pertenece al pasado, sino como algo vigente para la Iglesia.
El exegeta protestante O. Cullmann, se pronuncio con toda claridad contra la sucesión; pero creía poder demostrar que Pedro había sido SUSTITUIDO por Santiago, y que éste habría ejercido el primado del que anteriormente había sido el primero de los apóstoles. Uno dirá que de una dirección personal se habría pasado a una dirección colegial y que un colegio habría reemplazado a la sucesión de Pedro. Para mí, las palabras de Jesús es realmente un espacio abierto al futuro.
La concepción protestante sostiene que la “sucesión” está solo en la palabra como tal, y no en “estructura” del género que sea. Pero la palabra está ligada a un testigo que garantiza su índole inequívoca que ella no posee como mera palabra confiada a sí mismo. Sin embargo, el testigo no es un individuo que subsiste por sí mismo y en sí mismo. Es testigo por sí mismo y en virtud de su propia capacidad de recordar, exactamente igual que Simón puede ser roca por sus propias fuerzas.
Fueron necesarios puntos de referencia para el testimonio, que se encontraron en las llamadas sedes apostólicas, es decir, en aquellos lugares en que habían actuado los apóstoles. Las sedes apostólicas se convierten en los puntos de referencia de la verdadera comunión.
A estos puntos de referencia se da aún un criterio preciso, que resume en si a todos los demás. Con ella ha de estar de acuerdo cada comunidad particular; ella es verdaderamente el criterio de la autentica tradición apostólica. No lo digo yo, lo dice Eusebio de Cesarea.
Estos nos lleva a una comprobación de la mayor importancia: el primado romano, o sea, el reconocimiento de Roma como criterio de la fe AUTENTICAMENTE apostólica, es más antigua que la “Escritura”.
La “Escritura” es más reciente que los “escritos” que la integran. Durante mucho tiempo la existencia de cada uno de los escritos no dio lugar aún al “Nuevo Testamento” como Escritura, como Biblia. La reunión de los escritos en la Escritura es más bien obra de la Tradición, que comenzó en el siglo II:
El exegeta protestante Harnack ha señalado que antes determinar el siglo segundo se impuso en Roma un canon de los “libros del Nuevo Testamento” según el criterio de la apostolicidad y catolicidad, criterio que poco a poco fue seguido también por otras iglesias” a causa de la autoridad y la fuerza de la Iglesia romana.
Por tanto, podemos afirmar: la Escritura se hizo Escritura mediante la Tradición de la que forma parte la cátedra de Roma. Sin este principio mediante la Tradición de la que forma parte la cátedra de Roma. Sin este principio no es posible en absoluto imaginar un Nuevo Testamento. Desde el principio se estableció y transmitió en Roma la lista de los nombres de los obispos como serie de la sucesión.
Tanto Roma y Antioquia, eran conscientes de encontrarse en la sucesión de la misión de Pedro. Lo que queda patente es que el martirio de Pedro fija el lugar en el que continua su función.
Por consiguiente el primado romano no es una invención de los Papas, sino un elemento esencial de la unidad de la Iglesia, que se remonta al mismo Señor y que se desarrolló fielmente en la Iglesia naciente. Quizá el misterio de la cruz no esté en ninguna parte tan tangiblemente presente como en la historia del primado.
Al reconocer estos hechos de la historia, no celebramos a los hombres, sino que tributamos alabanza al Señor, que no abandona a SU Iglesia y ha querido realizar su ser roca a través de Pedro, la pequeña piedra de tropiezo: no la “carne y la sangre” sino el Señor salva a través de los que provienen de la carne y de la sangre.
Negar esto no es más fe ni más humildad, sino retroceder frente a la humildad, que reconoce la voluntad de Dios exactamente como es.
Saludos Lucho
Muy bien por Boff.Que continúe.Viva la resistencia al estilo del perro de la fábula:”Si tú eres duro, yo tengo tiempo”. Gracias.
Para Cadarso y espero que se encuentre bien. Definitivamente, no es de mi agrado su planteamiento, pero, no cabe duda que la Iglesia siempre está dispuesta a recibir en su seno a tiros y troyanos. La Iglesia recoge lo que para el mundo “no sirve”.
Actualmente nos sentimos un poco cansados del tema de la “Iglesia” y del “sistema romano”, que en la época de las dos guerras mundiales fascinaba con nuevos conocimientos y perspectivas. Lo que sucede en la vida de cada individuo, pasa también en la Iglesia.
Dice un proverbio chino: “El que se contempla a sí mismo no resplandece.” Esto quiere decir: una Iglesia que se dedica sobre todo a hablar de sí misma, no cumple su misión, porque la Iglesia es el lugar en que Cristo habita y en el que debemos encontrarnos con él. No existe otro “lugar” en el mundo, en donde podamos encontrarnos con el Crucificado y ser felices.
La Iglesia es como la luna en relación con el sol, dicen los Padres de la Iglesia. Del sol –de Cristo- recibe la luna (la Iglesia) su luz. Si la iglesia no recoge y transmite esa luz, entonces es como una enorme roca sin brillo.
Evidentemente que existe en el interior de la Iglesia lo que llamaba Hans Von Balthasar: “Un complejo antirromano”. Pregunto: ¿ha perdido su horizonte la Iglesia? Si la respuesta es afirmativa, entonces ¿por qué permanezco en ella como masoquista? Esta Iglesia, que es regida por el Papa, ¿ha perdido su misión? Esta ¿misión es política o religiosa? ¿Tiene PODER esta Iglesia de quitar el hambre en el mundo aún vendiendo todos los “tesoros el Vaticano? ¿Soñamos con una Iglesia de los pobres donde se refleje la pureza y la santidad?
Este Jesús del que todos hablamos y “seguimos”, no olvidemos que fue “hombre-carne” como nosotros, pero que hay algo que nos distingue de animales y plantas. Dice la Escritura que el Logos fue como nosotros, menos en el pecado, ¿podemos PARECERNOS a Jesús cuando en nosotros todavía existe el odio, el juicio, la lujuria, el amor al dinero, el aplastar al otro, el pedir la pena de muerte para el pedófilo o violador de niños?
Nada carnal tiene un comienzo absoluto. Todos nacemos de una familia. Pero, siempre frágiles y mudables. Hoy estoy contento, mañana estoy con cólera.
Hoy muchos teólogos confabulan entre si y se colocan en la línea de los fariseos de la época de Jesús: “Conviene que este hombre (Benedicto XVI) desaparezca” (Jn. 18.14) o “hay que echarlo fuera del campamento (la Iglesia) de la alianza”.
Todo nuestro organismo es muy frágil, estamos hechos de carne y con muchas debilidades. Lo mismo ocurre con el organismo que se llama su Iglesia y es “su cuerpo” con todos los miembros.
Con esto ¿Qué quiero decir? Que la Iglesia es “carne”, con todo lo que implica sus miembros. Ni la Iglesia en general sin su dirección son PURO ESPIRITU. Y ahí están las palabras del Mohler a propósito de las sectas antipapales del siglo XII, que soñaban una iglesia espiritual, pura y santa en contra de la Iglesia de su tiempo.
No hay lugar para el angelismo para una estructura de una Iglesia de carne. Nosotros, sus miembros nos golpeamos entre sí, mejor dicho nos “matamos” entre nosotros mismos aún creyendo en Dios.
El mismo Pablo había experimentado esta Iglesia de “carne” con algunos miembros contestatarios. Estos miembros buscaron todo tipo de razones negativas en la persona de Pablo y en su “comportamiento”, es decir, en su autocracia y oposición a las ideas de la primera comunidad de Jerusalén. Estos hermanos no se EXCUSAN ante Pablo, sino que lo ACUSAN.
Sin embargo, este “cuerpo”, necesita una función directiva desde la cabeza y una sucesión. Ahora bien, muerto Pedro y Pablo ¿desaparece la sucesión de ellos? ¿Desaparece el ministerio de esta sucesión? Creo que si conociéramos SINCERAMENTE la Historia de la Iglesia, habría más motivo para romper, el complejo antipaulino de los Corintios.
Desde los tiempos apostólicos hasta la fecha se ha dicho que es vano fiarse de Roma; que el “romanismo” siempre sigue igual; que el Papa quiere dominar, que este Papa abusa de sus “poderes” recibidos. Que exige una obediencia ciega, legalista y forzada que con esta obediencia se pierde la libertad del Evangelio.
Esta total desconfianza hacia la Iglesia católica ya lo había experimentado antes de su conversión el cardenal Newman en su libro EL MINISTERIO PROFETICO EN LA IGLESIA, que por ser de mucha actualidad hoy, creo que merece la pena transcribirlo:
“Con su pretensión infabilista, el “romanismo” (curioso que hoy esta palabra la emplee Kung y Boff) rebaja el nivel y la calidad de la obediencia al Evangelio. Y esto de múltiples maneras. Cuando se reduce la autoridad a mero sistema, se corre el riesgo de prestar mayor atención a los valores terrenos que a Dios. Ahora bien, Roma clasifica nuestros deberes, lo que hay que creer y lo que hay que hacer, las maneras de agradar a Dios. Roma clasifica todo tan al detalle, que se sabe exactamente el punto que en cada momento pisamos en nuestra peregrinación al cielo, los progresos realizados y el trecho que falta por correr. Pues bien, este es el “sistema romano”.
Lo que quiso decir Newman es que el “sistema romano” tiene a todo su rebaño alienado, con una obediencia totalmente ciega. Este “sistema romano”, hoy se ha convertido en “piedra de escándalo para muchos teólogos “católicos”.
Cuando se conoce a los santos y se estudia a los Padres de la Iglesia, uno se desengaña de este “sistema romano”, y no es como lo pintan estos “famosos teólogos”. Yo he descubierto en la Iglesia, a través de pequeñas comunidades no una “alienación”, sino una ESTANCIA-EN-SI y EN-DIOS.
A pesar de esto, ¿será posible fiarse de este “sistema romano” que tantas veces ha fallado a la Iglesia? ¿Acaso no se ha equivocado con mucha frecuencia en toda la historia de la Iglesia?
Juzgar no está a nuestro alcance, el Evangelio se limita solo hablar de Pedro y su ministerio. En la situación que es colocado Pedro por Jesús, Pedro queda sujeto a los ataques de la tentación: “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella “no significa que la Iglesia y el ministerio de Pedro no sean atacados por todas partes. Hay que ser muy ingenuo pensar que el Papa sea “infalible” a la manera de Dios. SOLO Dios es infalible. Pero “algo” debe preservar del naufragio a la Iglesia, ¿quién o quiénes?
Notemos la DUREZA con que Jesús educa a Pedro para hacerle roca y sostén de sus hermanos. Pedro tiene que saber que el amor de Cristo es inflexible, al mismo tiempo que MANSO Y HUMILDE DE CORAZON.
Le está terminantemente prohibido representarlo, ante los que le son confiados, con una mansedumbre y humildad que no encarnen al mismo tiempo.
Los santos distinguían perfectamente entre ese “tener que representar el cada día más” y la “flaqueza” del representante. Y para poder comprender el ministerio de Pedro, habría que situarlo TEOLOGICAMENTE y meditarlo con mucha seriedad. Simples consideraciones culturales, filosóficas y sociológicas sobre el Papa actual, no bastan para iluminar la situación.
Los Papas no se entienden sino en función de la Iglesia universal, cuyos maestros y dirigentes son sólo en la obediencia a Cristo.
Todos estamos inexorablemente insertos en la estructura de la “carne” de Cristo, y nos es imposible evitar nuestras responsabilidades como tomar distancia respecto a la Iglesia católica pasada, pues no se trata de realidades ajenas, de algo que nos afecta de fuera. No estoy negando un pasado oscuro del papado, en el que el régimen papal no se mostró en términos de servicio evangélico. Pero ¿qué critico actual del Papa tiene el derecho de censurarla con el evangelio en la mano?
La Iglesia es visible, como visible fue el hombre Jesús, y su “ministerio petrino” no podemos desestimarlo ni condenarlo, porque jamás cabe separar a la Iglesia visible de la Iglesia invisible. No obstante, si Jesús fue y es, ANTE TODO, Hijo de Dios, la Iglesia es también, ANTE TODO, misterio, y es cuerpo y esposa de Cristo en cuanto misterio.
Por esta razón, las tensiones nos remiten siempre al misterio. No son una deficiencia de que adolece la iglesia, y que podrían eliminarse cambiando las estructuras, porque son la expresión necesaria de la Iglesia. El misterio de Dios no se deja manipular, y, si pueden introducirse cambios en la estructura eclesial, habrá que introducirlos exclusivamente en obediencia a este misterio.
No se puede introducir “cambios” o “reformas” haciendo brillar en todo su esplendor los ESCANDALOS de la Iglesia.
Nosotros hemos RECIBIDO la Palabra y los sacramentos sin cambiarlos, ni aumentarlos ni disminuirlos EN la Iglesia. Ni un platonismo espiritual ni un estructuralismo esclerotizado son capaces de darnos la forma viva de la Iglesia. Como dice muy bien Madeleine Dèbrel: “Un mundo que se cristianizó, se vacío, al parecer, por sí, desde dentro. Primero se vacía de Dios; luego, del Hijo de Dios, y, por fin, de lo que el Hijo de Dios comunica de divino a su Iglesia. Y es muy común que lo último en desmoronarse sea la fachada”.
Un saludo a todos
Lucho
Yo sugeriría a ustedes que relean el tema que se nos propuso el 24 de abril pasado titulado “Hacia un paradigma postreligional”. La crisis de que habla Boff no arranca en fenómenos pasajeros o de rabiosa actualidad como la pederastia, los escándalos del Vaticano, o ese largo etcétera que podríamos enumerar. La cosa es más profunda, aunque no se hubiesen producido todos estos desórdenes, la crisis de las instituciones religiosas obedece a causas que proceden de un cambio de paradigma, de una superación del estadio de civilización agraria en que vivíamos y todavía viven algunos grupos humanos, a otro nuevo.
Ya no se puede vivir ni sentir la religión en plan “rebaño”. El compromiso religioso se asume de manera adulta y plenamente responsable, y se vive dejándose llevar cada uno de los impulsos que brotan de su propio interior, y nos empuja a cada uno a asociarnos con personas que sintonizan con nosotros, con sociedades que sintonizan con nosotros en esa visión e interpretación de la religiosidad y de la religión.
Uno cree que Jesús se hace presente y se convierte en el alma y motor de esos grupos, de esas comunidades, que intentan vivir el mensaje evangélico en el mundo de hoy, y esa vivencia, esa fe, le hacen miembro de la Iglesia de Jesús.
Por otra parte, cada uno entiende según su propia sensibilidad y circunstancias el mensaje de Jesús, lo cual da lugar a una enorme variedad en las formas de integrarse en una comunidad, en la estructura de esa comunidad, y en las relaciones de esa persona y esa comunidad con el conjunto de personas y comunidades que dicen seguir a Jesús.
No cabe el concepto de hereje, en la Casa del Padre hay muchas moradas, y lo que importa es que exista una corriente de empatía y solidaridad y amor con todas las personas. Y esa empatía y ese buen rollo se extiende a los no creyentes. No hay proselitismo, hay diálogo, hay responder a las preguntas que el mundo que nos rodea pueda hacernos al constatar nuestra manera de vivir y de amar.
Yo no sé si este planteamiento es de su agrado, señor Pizarro. Tampoco me preocupa si con estos presupuestos tengo cabida dentro de su Iglesia Católica, con la cual me siento solidario y miembro de ella en la medida en que pienso que vivo el evangelio y la fe cristiana tal como me lo pide mi fe. La verdad es que estos extremos no me preocupan en absoluto. Me pueden echar de muchos sitios y sociedades, yo siempre consideraré a todo ser humano como hermano y me sentiré unido con todo ser humano a través de mi unión con Jesús.
El poder abusivo se disuelve con el amor solidario. No se precisan elucubraciones tan farragosas para llegar a esa conclusión que nos lleva al olvido de que no la ciega obediencia sino el amor solidario nos prmitirán superar la crisis en que nos encontramos envueltos.
Me extraña que el padre Boff, no sepa que la fe de la Iglesia no se mide por sus errores. La pedofilia venga de donde venga la Iglesia la rechaza y hay penas severas para el clero que lo infringe. En lo personal MI fe no está en los curas ni en el clero. No me salvo porque creo en el Papa. La fe de la Iglesia NO descansa en el Papa ni en el clero.
Pregunto: ¿a quién le corresponde separar la paja del trigo? Solo uno que lo diga.
Padre Boff, no confunda la “parte” con el “todo”, porque la Iglesia también tiene un abanico de santos que usted no lo menciona.
Lo clásico en esta era moderna: sacar los trapitos sucios para que la prensa los limpie.
Saludos
Lucho
Como la fuerza vital de una pequeña semilla, cuando encuentra clima apropiado para su germinación y desarrollo es capaz de presionar y reventar la pesada capa de asfalto o cemento que la cubre, así la vital realidad del testimonio y mensaje de Jesús, Verdad y Vida, al encontrar el clima social de libertad racional y práctica de las personas, ha presionado y presiona sobre la pesada estructura de poder eclesial logrando agrietarla y levantarla, cediendo paso a la vida libre y responsable de las personas creyentes y no creyentes.
La LUZ descubre la VERDAD de la REALIDAD cuando disipa las tinieblas de la falsedad, y esta verdad LIBERA de los falsos poderes mediante la rebeldía activa contra la obediencia indebida.
En la comunidad discipular,o de hermandad, de los seguidores de Jesús se desarrolló, por mimetismo con los poderes religioso-políticos, el sistema estructural de poder sagrado (JER-ARQUIA) aprovechando la situación de pleno dominio sobre de las gentes, condicionando su plena sumisión cultural y social. (Tal y como se perfila en las declaraciones de Gregorio XVI, Pio X y en el contenido del Derecho Canónico)
Pero ni esta situación era coherente a la realidad de ser SUJETOS todas las personas en coincidencia esencial de IGUALDAD, ni se pudo hacer desaparecer el testimonio y mensaje de Jesús desacreditando el poder y exigiendo la igualdad: “-de que todos sean hermanos y hermanas y que nadie quiera ser llamado padre o maestro, porque uno solo es Padre Celestial y el Maestro, Cristo” (Mt 23, 9-10)
Los pasos prácticos promocionales en clima de libertad social, junto con los avances culturales aún casi insignificantes y no del todo bien orientados, han ofrecido suficientes posibilidades y garantías para actitudes críticas respecto a todo poder impuesto, sea ideológico o institucional eclesial, desde un apoyo consciente en el testimonio y mensaje de Jesús que la misma Iglesia guarda y proclama como fundamento y expresión de su misma realidad.
Estamos en una concreción real que se nos presenta como: Frente al vicio del mandar desde el falso poder, la virtud de desobedecer desde la verdadera libertad.
En el “enfrentamiento obsesivo (del poder jer -arquico) contra la modernidad, vista negativamente como decadencia y fuente de todo tipo de errores, especialmente, del relativismo, aparece este como clima optimo en el que la vitalidad cristiana puede y debe desarrollarse, si es coherente con la fe en Jesús, Hijo del hombre, en quien Dios se anonadó, dió testimonio de servidor y se identifica con los más pequeños (gente sencilla, de condición depreciada como las mujeres, los empobrecidos y marginados en la miseria, enfermos, ignorantes,etc.) clarificando su inalienable valoración.
En el “enfrentamiento obsesivo (del poder jer -arquico) contra la modernidad, vista negativamente como decadencia y fuente de todo tipo de errores, especialmente, del relativismo, aparece este como clima optimo en el que la vitalidad cristiana puede y debe desarrollarse, si es coherente con la fe en el Jesús, Hijo del Hombre, en quien Dios se anonadó, dio testimonio de servidor y se identifica con los más pequeños (gente sencilla, de condición depreciada como las mujeres, los niños, los empobrecidos, los marginados en la miseria, los enfermos, los ignorantes,etc.) clarificando su inalienable valoración.