Tenía 85 años. Estaba muy retirado de todo, pero bien de salud y de cabeza. Sus paseos diarios, su música. Quedamos por teléfono que un día iría a verlo y recordaríamos vivencias. Ya no ha sido posible. Se ha ido antes, discretamente, como siempre vivió a pesar de haber sido un gran protagonista de la transición.
Manolo era juez y tras recorrer varios juzgados, empezando por el de Chelva (Valencia), recaló en Valencia donde yo le conocí en los primeros años 70, cuando se preparaba la transición. Él venía de Barcelona donde había impulsado desde 1968 el primer movimiento democrático de jueces y fiscales, del que nacería en 1970 Justicia Democrática, asociación clandestina de ámbito estatal que mantuvo contactos con todos los movimientos y partidos de la oposición.
En ese ambiente de clandestinidad lo conocí cuando me invitó, hacia 1971, a organizar un encuentro, porque ellos y la UMD (Unión Militar Democrática) querían conectar con el grupo de sacerdotes obreros y progresistas de Valencia, para informarnos mutuamente y ofrecer sus servicios en caso de que los necesitásemos. Se tuvo esa reunión clandestina y después fueron intensificándose los contactos no sólo políticos sino cristianos. Él se integró en el grupo de Justicia y Paz de Valencia del que sería después presidente y con otros amigos formaron una comunidad cristiana de base –en la que estaba su homómimo Manuel Peris, mi cardiólogo, que nos dejó mucho antes, Gabriel Duyos que me acaba de informar del fallecimiento, sus esposas y otros– a cuyas reuniones asistía con frecuencia.
En la democracia llegó a ocupar cargos importantes, como el de Vicepresidente del Consejo del Poder Judicial (1985-1990), cuando se estaba formando ese órgano, trabajando en él por una mejor justicia con total actitud de servicio y espíritu democrático.
Es normal que un hombre lúcido y bueno como él últimamente estuviera decepcionado y escéptico de las cosas de la política y de la Iglesia en las que habíamos coincidido en otras épocas.
Su partida ha sido rápida, tras el agravamiento de una afección respiratoria. Pero en su testamento vital ha dejado un deseo, que la familia ha cumplido, y que para mí refleja la autenticidad de una persona íntegra y entregada a los demás. Ha querido que su cuerpo fuera entregado a la Facultad de medicina y que tras su muerte no se celebraran funerales, sufragios ni otros ritos funerarios.
Hoy es un día de duelo, más intenso si cabe, por no tener esa ocasión de vernos. Pero creo que hizo bien en que cada uno viviéramos su partida con autenticidad, no con convencionalismo.
A María Ángeles, su mujer y amiga de toda la vida, y a sus hijos, sobre todo a Manolo, periodista siempre luchador, que siendo estudiante organizó en su facultad una conferencia de Ernesto Cardenal y quiso que yo lo presentara, un abrazo entrañable felicitándoos por el marido y padre que habéis tenido.
Y a ti Manolo, que te siento a mi lado con esa sonrisa a la vez irónica, escéptica y amistosa, que te voy a recordar mucho y contarte muchas cosas de estos últimos tiempos, ahora que sé que ya no te van a hacer sufrir pues estás ya en el corazón del Todo, donde todo cobra sentido.
soy la esposa de gabriel mis condolencias
Breve suspiro y último y amargo
es la muerte, forzosa y heredada;
más si es ley y no pena, ¿qué me aflijo?.
D.e.p.
Don Manuel, cuando le conocí, me resultó una persona encantadora y especial. No he tenido mucho tiempo para tratarlo pero el suficiente para cogele cariño y una gran admiracion.
Ha sido una persona para admirar en vida y despues de morir tambien.
Manolo Peris, yo no te concocí, pero con amigos de la categoría de Antonio Duato, me deja el buen sabor de boca de lo que Antonio nos transmite para hacerme una idea de lo útil que fuiste a la causa de encontrar un mundo mejor.
Siento que se vaya gente íntegra y comprometida, confío que queden sustitutos y/o sustitutas que nos mantengan viva la luz de la esperanza y el compromiso.
Por la parte que te toca, Antonio, me uno a tus sentimientos de dolor y amistad.