El haiku es una forma de poesía tradicional japonesa. Consiste en un poema breve, generalmente formado por tres versos, de cinco, siete y cinco sílabas. La poética del haiku generalmente se basa en el asombro y el arrobo que produce en el poeta la contemplación de la naturaleza. Se trata de una espiritualidad característicamente japonesa, anterior al zen y al propio budismo, y vinculada al shintoismo (Wikipedia).
Quizás toda esta solemne proclamación se nos venga abajo cuando leemos un haiku clásico como éste de Bashô
¡Ah, la lluvia de primavera!
Las gotas de agua recorren
los árboles hasta abajo.
pero para Vicente Haya, el haiku es un camino espiritual (Haiku-dô, ed. Kairós). Caminemos de su mano.
¿Qué hay de místico o sublime en este haiku? Todos hemos visto caer la lluvia sobre un árbol.
El haiku es contemplación de la naturaleza. Contemplación, no un mero vistazo. Es detenerse en un instante, penetrar en él, eternizarse en ese instante. Todos hemos visto resbalar el agua por el tronco de un árbol. Bashô ha quedado fascinado por ese instante. Ha sentido la inmensidad y la belleza de la naturaleza en esas gotas que resbalan; y ha logrado que muchos de nosotros aquietemos nuestro espíritu, frenemos el carrusel de imágines fugaces que nos distraen, y sintamos la belleza de esas gotas de lluvia.
La mística no consiste en ver otro mundo distinto, la mística es una visión distinta de este mundo. Para Paniker “la mística es un contacto tangencial con la eternidad”. La eternidad está presente en cada instante temporal; nosotros lo percibimos desde el lado temporal; el místico percibe ese instante desde el lado de la eternidad. Toda la naturaleza está en esa gota de lluvia; nosotros podemos verla como gota o como naturaleza.
Bashô percibió la eternidad en ese instante y quedó fascinado. Los japoneses también la perciben fácilmente porque “la piedra angular del haiku es el aware, una emoción profunda provocada por la percepción de la naturaleza” inherente a su cultura.
Quizás muchos de nosotros no la percibamos. ¿Está la visión mística en el poema o en el lector?
Ante un macizo de lirios, el botánico verá sus características morfológicas, el comerciante verá su precio, Jesús vio al Padre que “los viste de su hermosura”. Santa Teresa entraba en éxtasis con la palabra “Padre” al iniciar el padrenuestro; el funcionario del registro civil la escribirá miles de veces sin la menor emoción.
El haiku de Bashô, como los lirios del campo, como la lectura de la Biblia… son las sombras de la caverna de Platón. Podemos quedarnos con las sombras o descubrir a las personas que pasan por la entrada de la caverna.
El haiku, dice Vicente Haya, es como un espejo, vemos nuestra alma en el haiku que tenemos delante. El haiku –como la Biblia, como tantas cosas en la vida– nos ayuda a descubrir lo que ya llevamos escrito en nuestra propia conciencia.
No todo haiku es sagrado o, quizás mejor, no todo haiku nos ayuda a descubrir el misterio sagrado que encierra. Para que nos ayude a descubrir lo sagrado, el poeta tiene que haber sabido transmitir la fascinación que sintió y nosotros tenemos que estar abiertos a esa fascinación.
Somos imagen y semejanza de Dios, llevamos dentro el Espíritu de Dios o, si alguien lo prefiere, llevamos dentro la Naturaleza, el Ser, el Uno. El haiku nos ayuda a leer las letras borrosas de la “ley inscrita en nuestros corazones”.
La plenitud del ser está en Bashô, se proyecta sobre el haiku como el sol sobre la luna, y la luna ilumina nuestras sombras.
Tengo un amigo enamorado de los haikus que me ha dedicado un ramillete de ellos igual de místicos que los que contáis arriba. Yo le he respondido con un tocho de “contrahaikus” que hablan de la central de Fukushima, del saqueo de los bancos de pesca, de la aniquilación de las ballenas, de la belleza de una cosechadora gigante en plena siega del trigo…
Tendremos que ir pensando en cambiar de chip, y, una de dos: o le descubrimos la belleza y el lado místico al progreso y a las tecnologías punta, o confesamos lisa y llanamente que este es un mundo en liquidación y un suicidio colectivo de la humanidad, mejor dicho, un asesinato en el que también participan los japoneses.
Menos lobos, Caperucita!
Agradezco las incursiones de Gonzalo Haya en el universo de la mística, es decir, en un hogar natural del alma humana.