Hasta el martes próximo los inscritos en la JMJ están por las diócesis de la península –ya se notan– y la semana próxima se concentrn todos en Madrid. Se va ir tensando el ambiente. El martes 17, Manifestación “De mis impuestos, al Papa cero”. El Papa llegará el día siguiente. El anuncio de que se podrá excepcionalmente absolver del delito del aborto, aunque parezca anuncio de benevolencia, es preludio de los mensajes que se esperan. ¿Será posible que domine la tolerancia? Sobre ella habló Federico Mayor Zaragoza -que fue Presidente de la UNESCO muchos años- en una conferencia que se reproduce íntegra en el libro Pluralismo en la Iglesia Católica.
Al menos que pensemos que el temor sea descartado, que tenemos que atrevernos a expresar nuestros puntos de vista, que tenemos que impedir que el poder, el poder eclesiástico en primer lugar, persista en amenazarnos, y nos permita pensar en que el amor y la solidaridad tienen que prevalecer sobre el temor. Sólo entonces será posible el advenimiento de un mundo donde los seres humanos, liberados del temor, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias.
(…)
Ésta es la diversidad que les duele a los que nos quieren uniformes, que les duele a los que nos quieren gregarios; si somos uniformes, si todos obedecemos, si todos tenemos miedo de lo mismo, entonces vamos todos como ellos quieren, es decir, los muchos se dejan mandar por los muy pocos y eso no es la democracia…
Digo todo eso porque a veces nos encontramos frente a “iglesias”, entre ellas la católica, que renuncian a esta liberación de la uniformidad, que renuncian a que tengamos la posibilidad de discutir distintas maneras de enfocar las creencias personales. En estos momentos es bueno recordar el Concilio Vaticano II, y recordar, por ejemplo, que el papa Pablo VI, -que ahora no les gusta que se los recordemos a las presentes jerarquías de la Iglesia católica, en España- decía: “la Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en el que le toca vivir”. La Iglesia se hace palabra, la Iglesia se hace mensaje, la Iglesia se hace coloquio. Esto es lo que tenemos que pensar, si queremos hacer la “gran transición”, que es la de pasar de la fuerza a la palabra, lo que tenemos que hacer es que las creencias se presten a este diálogo o a esta apertura, y esto, se los puedo asegurar, desde un punto de vista del sentimiento religioso es así.
Ahí está la Declaración sobre el papel de la religión en la promoción de una Cultura de Paz, proclamada cuando el 18 de diciembre de 1994 se reunieron diecinueve distintas tradiciones o culturas religiosas, representadas al máximo nivel. Es importante tanto el diálogo interreligioso como el intrarreligioso, porque hay que ver, por ejemplo, en el cristianismo la capacidad que debe tener de diálogo intrarreligioso entre las distintas maneras de interpretarlo. Lo mismo pasa en el islam con los sunnitas y con los shíitas. Pues bien, esta declaración dice: Lo que nosotros pretendemos es precisamente que haya un diálogo abierto, una exposición irrestricta de nuestros puntos de vista. Esta misma Declaración en el mes de abril del año 2008 se repitió en Montserrat, en el evento sobre Religiones y construcción de paz, donde se dice claramente que las religiones se basan en el amor, las religiones no deben imponerse en campos que no son el suyo, y desgraciadamente tengo que decirles que en muchas ocasiones, y aquí en España, está sucediendo exactamente lo contrario.
Cuando veo, y lo digo como profesor de biología molecular, al Secretario general de la Conferencia Episcopal, hablando de la fecundación y del cigoto, digo: ¿pero, qué está hablando?, y habla de las células madres, células troncales, pero… ¿qué es eso?, ¿qué es esa manera de querer forzar la interpretación que ellos puedan hacer en algún momento determinado de algunos de los preceptos, o de las leyes o de las normas de convivencia?, ¿por qué no nos piden a los que somos creyentes y además sabemos algo más, lógicamente, de este tema?, ¿o es que no han leído eso de que al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios?
(…)
Para finalizar quiero decirles a ustedes que leí hace poco un artículo del profesor Juan José Tamayo que titulaba El Dios de Saramago, el silencio del universo. Allí se indica que don José Saramago se declaraba ateo. Ésta es una cuestión que tenemos que saber discernir con buen criterio porque a veces hablamos de laicos sin saber muy bien lo que estamos diciendo, y hablamos de ateos sin saber si es tal o es agnóstico, y hablamos de creyente y no sabemos que los creyentes lógicamente también experimentan aquello de: “creo señor, ayuda mi incredulidad”; es decir, que tenemos que asumirnos en estas situaciones y es precioso el diálogo presentado y que yo he seleccionado para concluir mi intervención de hoy. Dice don José Saramago: “ateo he sido toda mi vida y lo seguiré siendo en el futuro”. De inmediato -dice Juan José Tamayo- me vino a la mente una poética definición de Dios que le recité sin vacilación: “Dios es el silencio del universo, y el ser humano la voz que da sentido a ese silencio”. “Esa definición es mía” -reaccionó sin dilación el premio Nobel-. “Efectivamente, por eso la he citado”, contestó el teólogo, apuntando: “Y esa definición está más cerca de un místico que de un ateo.”
[Del libro Pluralismo en la Iglesia Católica, Adg-n Libros, Valencia 2011, p. 159-163]
Bueno es pedir tolerancia y pluralismo, más difícil es llevarlo a la práctica. En el caso de una comunidad instituida, el pluralismo es esencial para que se mantenga viva; pero también es necesario fijar ciertas señas de identidad que la mantengan unidad como tal comunidad. Para algunos, la Iglesia necesita ahora mayor unidad, para otros mayor pluralismo. Simpatizando con los segundos, entiendo a los primeros. Cita Mayor Zaragoza como ejemplo a Pablo VI, olvidando que su encíclica Humanae Vitae fue una de las que provocó más tensión dentro de la Iglesia; muchos católicos, yo entre ellos, no se sintieron obligados a cumplirla porque atentaba contra su conciencia individual. De aquella encíclica parte la condena tajante al uso de los presesrvativos que tanto daño está haciendo ahora en África.
Por otro lado cita a Saramago, ateo declarado. Entre los ateos hay de todo, como en botica. Dawkins es profundamente agresivo y poco respetuoso (desde mi punto de vista, claro), mientras que otros son muy respetuosos. Lo que no me gusta nada es la tendencia a declararlos cristianos anónimos o creyentes en Dios sin ser conscientes de que en Él creen, como hace Tamayo. Hay que respetar seriamente las convicciones de quienes se consideran ateos y, por tanto, niegan cualquier validez a la creencia en Dios, sea el de los místicos o el de los creyentes con la fe del carbonero. San Juan de la Cruz, posiblemente uno de los mayores místicos de la tradición católica, tuvo serios problemas con la institución, pero nunca rompió con ella y su Dios era el mismo que el de los católicos de la época. Es más contribuyó a darle la vida que necesita para seguir siendo una comunidad de seguidores de Jesús.