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Santo es Dios. ¡Adiós SANTO Padre!

Ayer, el nuevo portavoz del Vaticano, cavaliere Bersani, lo anunció sin ambages. Juan XXV lo ha decidido. Clausurará la Congregación para las Causas de los Santos. El relativo “Motu Proprio”, ya firmado, será dado a los medios la semana próxima. Y algo menos institucional pero más mediático. El papa no quiere ser llamado “Santidad”, “Santo Padre”, o algo semejante.

La drástica medida, que analizaré más abajo, sigue a otras no menos importantes y revulsivas. En escasos seis meses de pontificado, el papa filipino ha suprimido el Cuerpo Diplomático y ha renunciado a las prerrogativas que el Concilio Vaticano I otorgó al obispo de Roma. No hará dejación de la primacía que ostentaba antes de 1870 en calidad de patriarca de Occidente. Hay indicios de que disolverá el Estado de la Ciudad del Vaticano. Antes, consultaría con el Estado Italiano en el que se diluiría. Sin duda, también con las Naciones Unidas. Hace quince días, el Secretario General de la ONU visitó discretamente el Palacio Apostólico.

Asimismo, Juan XXV se ha impuesto no acudir, por sí o por representante, a reuniones o congresos ecuménicos en tanto ostente la jefatura de un Estado y sea considerado infalible. Quiere participar como líder religioso en igualdad de rango con los demás asistentes. Por supuesto, dejará atrás los nominativos y la atribuida calidad de “Vicario de Cristo”, “Pastor Universal”, y similares.

Conocemos las airadas protestas de altos eclesiásticos, incluidos algunos cardenales y oficiales próximos al papa. La siempre inmovilista Curia. También, el silencio elocuente de muchos obispos, sacerdotes, religiosos y, sobre todo, de los numerosos institutos y movimientos conservadores que habían pululado en los últimos cien años. Un silencio de asombro y de inseguridad. El suelo que pisan se les desliza. Por contraposición, gran parte del pueblo fiel y muchos pensadores y publicistas, católicos y no católicos, aplauden las reformas.

Los cardenales electores no podían sospechar que el desconocido Cardenal Arzobispo de Zamboanga, Pedro Ceballos, de viejo linaje español, se comportaría de esta guisa. Temen, con razón, que los cambios continúen y que la Iglesia deje de existir o sea desfigurada por completo. Apostaron por un eclesiástico jóven, enérgico, piadoso, con ideas nuevas. Alguien distinto a un europeo o a un occidental. Y helo aquí.

Ya lo hizo en su archidócesis filipina y en su anterior sede, Talibón. Mons. Ceballos buscó en su ministerio algo muy diverso de cuanto ofrecía una Iglesia poderosa, émula y heredera del imperio romano. Se sintió un humilde intrépido servidor, incluso después de que Juan XXIV, el papa breve, lo hubiera creado cardenal. En su país, y no sólo por los católicos, era conocido como un rompedor, un hereje bondadoso. Sin propalar su disidencia, la practicaba desde el Evangelio. Un revolucionario. Por defender a los pobres y desventurados, estuvo a punto de ser linchado por mafias y ser enjuiciado por sedición. A raíz del Cónclave, conocimos, todavía degustamos, las entrañables anécdotas de su vida, una vida que ha estado más próxima a Francisco de Asís que a un Dossetti, un Ratzinger, un Wojtyla o un Pacelli.

Lo he apuntado. La supresión del Dicasterio de las Causas de los Santos no será el último golpe en el desmantelamiento de una casa demasiado barroca e incómoda que ha perdido habitabilidad para albergar la familia cristiana, los seguidores del Nazareno. Pero es muy significativa. Es un paso en la autenticidad, en la humildad, en el acercamiento a Jesús, fundamento del Cristiamismo.

La actual Congregación para las Causas de los Santos data de 1969. Fue Pablo VI, con su Constitución Apostólica “Sacra Rituum Congregatio”, quien le dio autonomía propia, desgajándola de la Congregación de Ritos. En efecto, desde 1588, existía la Congregación de Ritos. Sixto V, con su Constitución “Immensa Aeterni Dei”, la había creado dentro de la amplia estructuración de la Curia. Hasta 1969 ese Dicasterio abarcaba ambas competencias: Culto y Santos. Era lógico que así fuera. La proclamación de un santo conlleva su culto público. Antiguamente se denominaba “elevación a los altares”. Menos significativas son las posteriores modificaciones operadas por el mismo Pablo VI en 1975 y por Juan Pablo II en 1983 y 1988.

El origen de las canonizaciones se remonta a la apoteosis pagana. La deificación, a su muerte, de emperadores y otras destacadas personalidades. En 1734, el erudito Próspero L. Labertini, luego papa Benedicto XIV, en una obra con tintes apologéticos (“De Servorum Dei Beatificatione”), refuta esa teoría con argumentos poco convincentes. En todo caso, históricamente, todas las sociedades e instituciones honraron la memoria de sus héroes, próceres o mártires. Varios Padres de la Iglesia – Agustín, Cirilo, Cipriano – hablan del culto a los mártires cristianos, a los que se debe honra y recuerdo. También, intercesión, dada la fe en la vida perdurable. Así, Eusebio (Hist. Eccl. IV, 23), refiriéndose al mártir Policarpo, escribe: “Hemos reunido sus huesos, más queridos por nosotros que las piedras preciosas y más puros que el oro…Y quiera Dios concedernos celebrar el aniversario de este mártir con alegría, de manera que recordemos la memoria de aquellos que lucharon en glorioso combate y enseñar con su ejemplo a aquellos que vengan después de nosotros”. Y Tertuliano (“De resurrectione carnis”, XIII) limita claramente a los mártires el honor de la veneración.

Durante los tres primeros siglos, fueron los obispos locales los responsables de dictaminar si un mártir había muerto por su fe. El obispo, de acuerdo con los obispos vecinos, declaraba “vindicatum” ese mártir y permitía su culto.

Sólo a partir del siglo IV los “confesores” fueron admitidos a la veneración pública de manera similar a los mártires. Los “confesores” eran cristianos ejemplares que, sin embargo, no habían muerto en defensa o por causa de su fe. A medida que el Cristianismo iba expandiéndose e institucionalizándose, también fueron organizándose las canonizaciones. Paulatinamente, la competencia para otorgar honor eclesiástico público pasó del obispo local al primado o al patriarca de la región. La respectiva veneración se concedía sólo para el territorio de la jurisdicción eclesiástica otorgante.

A lo largo de todo el primer milenio surgieron abusos, tanto de parte de los fieles como de parte de los jerarcas. En el siglo XII la preponderancia del obispo de Roma era ya un hecho. Fue entonces cuando Roma pretendió restringir la potestad del resto de los obispos en ese campo. Los candidatos a santos deberían ser examinados en concilios generales. Así lo decretaron Urbano II, Calixto II y Eugenio III. Papel mojado. Es sintomático cuanto Alejandro III (siglo XII) escribe sobre la canonización fraudulenta de un cristiano que había muerto mientras estaba intoxicado: “Nadie se atreva a darle reverencia. Incluso cuando se hubiesen realizado milagros por él, no se les permitirá reverenciarle sin el consentimiento de la Iglesia Romana”.

En todo el orbe católico, fueron muchos los obispos y muchas las comunidades cristianas que desoyeron los decretos romanos. Los abusos continuaron. Hasta que el Barberini Urbano VIII, en 1634, publicó una Bula que reservaba al obispo de Roma el derecho de canonización. A partir de entonces, fue precisamente el obispo de Roma quien perpetró tales abusos. Roma procedió a discriminar, a veces por motivos espurios. A algunos beatos les concedió privilegios de santos. A algunos candidatos les dispensó del normal proceso judicial. A otros, del preceptivo “milagro”. Sin ir más lejos, ese fue el caso de Juan de Ávila en 1970. Los procedimientos y los plazos para iniciar o concluir el proceso se contrajeron según preferencias e intereses estratégicos de Roma. Baste traer a colación los contemporáneos casos de Teresa de Calcuta, Josémaría Escrivá o el “santo súbito” Juan Pablo II.

Los teólogos del siglo XVII discutieron sobre la eventual infalibilidad papal de las canonizaciones. Fue una de tantas discusiones, aparentemente bizantinas, que se colaron en nuestras Facultades teológicas hasta finales del pasado siglo. Mientras unos teólogos ponen el objeto de la infalibilidad en que el santo está en el cielo, otros lo ponen en el hecho de haber practicado virtudes heroicas. Santo Tomás (Qodlib. IX, 16) dice que es una “pía creencia” el considerar que la Iglesia está libre de error en esta materia.

El procedimiento establecido para beatificaciones y canonizaciones es complejísimo. Una aproximación al mismo hace desfallecer a quien pretenda meterse por esos vericuetos. Además de la interminable burocracia, se interpone la dificultad económica. Dinero es lo más importante. Pero en todo, también en lo económico, cabe la dispensa, la excepcionalidad, la condonación. En una palabra, la arbitrariedad. Los fundadores de Órdenes e Institutos religiosos tienen asegurado presupuesto y recursos humanos. Sus miembros y adeptos trabajan y ahorran para elevar a los altares a su líder. Se profesionalizan en la materia y algunos, o muchos, dedican toda su vida a ese objetivo. Pero Teresa de Calcuta o Padre Pio de Pietrelcina no necesitaron dinero. Tampoco fue contratado personal ad hoc. Roma estaba interesada en apoderarse de su fiel clientela y de su prestigio. Gozaron de exención dineraria, de trámites y de plazos. Lo que en grado superlativo deberá aplicarse a Wojtyla.

En Roma, una pléyade de funcionarios y profesionales trabaja en las beatificaciones y canonizaciones. Unos 24 funcionarios permanentes en el Dicasterio, 14 abogados defensores que son especialistas autorizados por el papa y que monopolizan esa actividad, 2 promotores de la fe (“abogados del diablo”) con su equipo de funcionarios, 20 cardenales, 10 relatores, 228 postuladores adscritos, 70 consultores, muchísimos expertos en varias materias, particularmente en Medicina, varios notarios. Recolectar, redactar, imprimir escritos, testimonios, dictámenes, valoraciones, juntas.

Y, antes de que el proceso llegue a Roma, la instrucción en sede diocesana ha sido igualmente complicada y laboriosa, al par que económicamente costosa. Intervienen el obispo local, diversos eclesiásticos, el postulador diocesano, el notario. Para lograr que una causa sea tomada en consideración, será preciso elaborar una estrategia que comprende biografías editadas y distribuidas, estampas, boletines, cartas. Todo ello multiplicado. Millones de ejemplares. Años, docenas de años, incluso cientos de años. La esperanza no se pierde. Puede que, de los millones de personas que invoquen el candidato, una se cure de alguna enfermedad de manera inexplicable para los galenos actuales. Sería un buen punto de partida para legitimar un decreto que acerque el candidato a su beatificación. Porque los milagros son siempre curaciones. Nunca otros eventos igualmente posibles para Dios, como serían el estancamiento de un tsunami ante la población indefensa, la súbita fertilidad del desierto en favor de millones de hambrientos, el repentino cese de todas guerras en aras de la concordia, o el retorno a la vida del humanista Gregorio Marañón. Por lo demás, no se han tenido en cuenta las enormes y desconocidas potencialidades de la mente humana y de las fuerzas de la Naturaleza. Piénsese en las especies animales que una y otra vez reproducen sus miembros amputados.

Así, después de las fases informativa (diocesana y romana), jurídica y de ortodoxia, viene la eventual constatación del “milagro”. Será la señal divina de que Roma no se equivoca. Los expertos, normalmente médicos predeterminados, dictaminarán que el hecho extraordinario no tiene explicación en su campo de conocimiento. La diócesis en donde haya ocurrido el evento habrá realizado amplia investigación e información, a cargo de los promotores. En el Vaticano se reunirán una y otra vez los consultores: discusión, refutación, defensa. Será un determinado equipo de teólogos el que dictamine si realmente el hecho ha ser atribuido a Dios por intercesión del candidato. La conclusión de los teólogos es fundamental, practicamente definitiva. La Plenaria de Cardenales de la Congregación votará que Dios realizó el hecho extraordinario. El milagro se ha producido. El papa aprobará.

En la actualidad, basta un milagro para ser beatificado y un ulterior milagro para ser canonizado santo. Hasta hace pocos años, eran necesarios dos y dos. Los mártires no necesitan milagro alguno para su beatificación. Para lograr que el candidato ya declarado beato llegue a ser santo, será necesario un procedimiento complementario muy semejante al seguido para la beatificación.

Como ya he escrito, ese complejo procedimiento se simplifica y se modifica por voluntad del papa y su Curia. Conozco procesos iniciados hace ahora doscientos años y que están arrinconados. En esos casos confluyen los dos desintereses: el de Roma y el de los promotores. Éstos suelen ser los hermanos religiosos del candidato. Han decidido dirigir sus preferencias y sus recursos económicos hacia nuevos o más prestigiosos miembros de su Orden como candidatos a los altares. Por supuesto, no hay milagro porque no hay publicidad. Y no hay publicidad porque no hay presupuesto dinerario.

La Teología es contradicción en términos porque es absurdo razonar a Dios. El mero hecho de pretenderlo prueba el orgullo clerical” (J.L. SAMPEDRO, “La sonrisa etrusca”, Madrid, 1999, p. 312)

Viene al caso la cita del académico José Luis Sampedro. Se trata de un autor que no fue católico ni anticatólico. Un sabio pensador. Cultivó la Literatura, la Filosofía y la Economía. La frase es aplicable al talante de Juan XXV. Los conocedores y analistas del actual papa dicen haber encontrado el origen de sus revulsivas decisiones. Su humildad y realismo le está llevando a pisar el suelo sin volar. A mirar al cielo sin dominarlo. A rogar a Dios sin comprometerlo. A trabajar sin exigir.

Resulta sorprendente, incluso escandaloso, que de la simplicidad de la veneración popular a los mártires – ello sin milagros y sin dinero – se haya pasado a la parafernalia comercial de los siglos XX y XXI. Del reconocimiento humano de las virtudes heroicas a comprometer a Dios con un supuesto evento que rompe el curso del orden natural preestablecido. De poner la vista en el comportamiento terrenal del cristiano a dar más importancia a cuanto haga después de muerto.

  • Pablo, siervo de Jesucristo,…a todos los amados de Dios que estáis en Roma, llamados a ser pueblo santo” (Rom 1,7. Cf. también 1 Cor 1,2, etc.

“Santo” no es precisamente alguien que ha alcanzado la vida eterna y goza de la visión de Dios. La palabra, filológica e históricamente, tiene el significado de “separado”, excepcional, puro, dedicado al culto. Así lo entiende la Biblia (qadós en hebreo, témenos en griego). Por elevación, se aplica también a Dios, el inaccesible. Dios es santo por excelencia. Tal es proclamado en varios libros del Antiguo Testamento (Éxodo 15, I Samuel 2, Isaías 6 y 40, Salmo 99, Levítico 11, etc.etc.) y del Nuevo Testamento (Juan 17, I Pedro 1, etc.). Y Jesús es considerado ejemplo de santidad. Se alejó de Nazaret para dedicarse a la proclamación del Reino. La santidad viene a coincidir con la purificación. Todos los cristianos han de ser santos en cuanto han de renunciar a la maldad y entrar en el Reino que anunció Jesús..

La supresión de la Congregación para las Causas de los Santos no viene a negar el sentido y la importancia de la santidad en los miembros de la Iglesia. Dentro de la genuina tradición, podrán ser llamados santos los todavía vivientes que se distingan por su virtud, por su entrega a los demás, por sus obras ejemplares. También es justo y encomiable que los supervivientes recuerden y veneren a los que en vida fueron santos, más aún si han dado su vida en defensa o en propagación del bien, siempre en la línea evangélica. Pretender comprometer a Dios en la supuesta autenticidad de una vida ejemplar es una imprudencia. Más aún, es absurdo, porque de Dios nada “sabemos” con certeza absoluta.

Hay más. Las canonizaciones suponen una evidente discriminación por motivos nada justos. Alguien que tiene dinero para sufragar el complicado proceso podrá ser canonizado. Un cristiano emprendedor, que funda un Instituto, tiene casi asegurada la canonización. Su Instituto actuará como catalizador, como garante o como grupo de presión. Al revés, y salvo motivos de estrategia proselitista, un humilde cristiano ejemplar, carente de dinero y de secuaces institucionales, nada puede esperar en este camino. Me permito recordar cuanto hace unas décadas se escribió sobre el depravado Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo: “Si el papa Wojtyla hubiera vivido diez años más, Maciel Degollado sería ya beato o santo”. Y es que la posibilidad de error es consustancial al ser humano, también al obispo de Roma y su Curia. Deploramos que en el elenco de santos católicos se lean nombres de personas nada ejemplares (algunas ni siquiera existieron), aunque hayan realizado o realicen “milagros”. Razón, más que convincente, para desligar a nuestro Dios de nuestras decisiones. Juan XXV acierta. ¡Enhorabuena, Papa Ceballos!

Roma, abril, 2031

Celso Alcaina, Dr. Teol.ogía, Bíblia y Filología

Lic Derecho. Oficial del Vaticano con Pablo VI

ex-prof.. Univ. Comillas y Villanova (USA).

28 comentarios

  • Ignacio

    Resulta esperpéntico que  debamos estar esperando un filipino para poner algo de orden en un iglesia que se ha ido distanciando tanto del proyecto de Jesús como  de leguas hay desde Roma a Zamboanga.  Y que todo dependa de ese Ceballos. Y que Roncalli no haya podido reconducir la institución ni siquiera con un Concilio. Y que Luciani haya sido presuntamente eliminado por pretenderlo. Es desolador. Desesperante. El verdadero “milagro” que podría esperarse es que nuestro Dios modifique las mentes de mil millones de sedicentes católicos en el sentido de abandonar la iglesia prostituida en aras de acercarse al mensaje evangélico. Utopía, lo sé. Pero no disparate.

  •  
    La archidiócesis de Santiago de Compostela, con la que tuvo una especial vinculación el autor de este bello y sabio artículo, fue sede,en el edificio de San Martín Pinario, de la extinguida Universidad Pontificia de la Iglesia Compostelana. Se constituyó en el año 1987,en tiempos del Cardenal Payá, y mantuvo su actividad hasta el año 1932 en que el Vaticano reduce considerablemente los centros de Educación Superior Eclesiástica en toda España. La calidad del profesorado,según el Profesor de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Compostelana,José Ramón Barreiro Fernández,le merece la calificación de”absolutamente mediocre” con las honrosas excepciones del historiador López Ferreiro y del filósofo y teólogo Amor Ruíbal de sobrado reconocimiento en el mundo académico. Expongo estos antecedentes para contar una anécdota que escuché un montón de veces de personas conocedoras del declive de la Universidad Pontificia Santiaguesa.
    El padre de un seminarista, alumno de dicha universidad ,tuvo que acudir la ciudad del Apóstol para conseguir la licenciatura en teología de su hijo que al parecer no era hombre de muchas luces. Al regresar al pueblo le preguntan como le ha ido y si lo ha conseguido. Su contestación fue afirmativa. Además si llevase mas cuartos no solo conseguiría el doctorado para su hijo sino también para la caballería que lo transportó a la ciudad.
    Viene a cuento por las muchas canonizaciones que se han llevado a cabo bajo el Pontificado de Juan Pablo II en tiempo récord. Sobre todo la que más ha escandalizado a los católicos que despertaron a la fe comprometida en los tiempos de la celebración del Vaticano II. que no es otra que la del fundador del Opus Dei José María Julián Mariano Escrivá de Balaguer y Albás, nacido con el nombre José María Escrivá Albás. CON DINERO HAGO SIEMPRE LO QUE QUIERO. Que cada cual saque la conclusión que su conciencia le dicte.

  • Francisco

    Yo estoy demasiado agradecido al Papa 24 que en su más inesperado descuido y lapsus de espíritu haya creado cardenal al Monseñor Caballos. Además, es evidente que este PAPA BREVE ha nombrado a varios de esta laya, que fue notorio el día del cónclave. Creo que merecería la santificación in subito o in pectore a este PAPA BREVE. Es más, una de las reformas del Papa Caballo en materia de santidad ha hecho desaparecer del ORDO SANTIS la relación entre santidad, medicina, curación y dinero. El nuevo esquema pone énfasis en el arte y en el deporte. Los mundialistas de futbol se ven interesados en este potencial. Otra introducción: una comisión fue creada para sugerir al Papa Caballo la lista de nombres de “santos” que serán rebajados de sus rangos al estado de simple cristiano de a pie. El Papa Caballo está haciendo historia. Ya muchos conservas y enlatados han pedido pasar al protestantismo. Enhorabuena,

  • Maravilloso Celso gracias por tu sueños reales…
    Alejandro de Buenos Aires

  • Yago

    Leyendo y releyendo el artículo de Celso Alcaina, no puedo menos de sentir un escalofrío ante el despotismo y arbitrariedad de la institución eclesiástica católica. Los católicos están pendientes de que surja un hombre que  cambie las cosas. “Un hobre“. Increíble. Pudiera ser un “Marcial Maciel” cuyos delitos se conocieran post mortem. Pudiera ser un tapado de una organización anticristiana. Pudiera se un inútil que aparentó ser algo en su anterior ministerio porque plagió o actuó por simple arribismo. Y, finalmente, pudiera ser Ceballos. Incluso Ceballos estaría desautorizado para cambiar la deriva de la Iglesia en el sentido que sueña Celso.

  • Javi Vallejo

    El hecho de las beatificaciones y canonizaciones con firma de Dios (milagro)  es tan bochornoso y asqueroso que debería ser argumento suficiente para aborrecer la Iglesia romana. Conocemos muchos errores,  abusos y crímenes del Vaticano, pero ningún creyente debería quedar impasible ante la manupulación obscena de su Dios.

  • carmen pereira

    ¡Celso, ojalá se cumpliese pronto tan bonito sueño! Pero este magnífico artículo es sobre todo un excelente y esclarecedor  recorrido histórico por los entresijos de beatificaciones y canonizaciones. Totalmente de acuerdo con lo expuesto por Yago. Gracias.

  • Antonio Vicedo

    Oscar, en su tiempo ya dijimos en una Revista de emigración lo que nos parecía de aquella muerte y sus circunstancias.
    Si hubo (con pruebas para quien las tenga) autopsia que merezca tal nombre y se ocultó , y se dijo que no hubo, la duda que apoyaron vino a sumar el mal servicio a la verdad: cosas del poder.
    Pero a estas alturas debe ya estar un poco claro para ti que muchos católicos, o simplemente aprendices de seguir como discípulos a Jesús, es en Él en quien apoyamos nuestra fe y no en las personas de ninguno de los que se consideran sus representantes. La fe adulta, que no quiere decir perfecta (¿quien podría presumir de ella?), no está apoyada más que  en lo que trasciende la razón científica, incluida la histórica.
    Esto nos lleva a buscar coherencia personal de creyentes, a explicarnos relativismos humanos, tomar postura ante ellos y seguir agradeciendo respetos y libertades en críticas propias y ajenas.
    Gracias por tus aportaciones sobre el valor y sentido de los sueños, que, si lo son, no son de cuando se está dormido, sino ya un tanto  despiertos.
    Me llevaba el sueño ya despierto a usar el nombre de Magdalena II por el de Mirta, pero como eso de la numeración es ya de estructura sucesoria, opté por lo de XXIV y Juana.

  • María

    De acuerdo contigo, Maite.

  • Maite Lesmes

    RODRIGO OLVERA:  Me veo aludida en tu comentario pero caes en el defecto que encuentras frecuentemente en los demás: decir lo que no se ha dicho. No he escrito que la lucha por la democracia sea irreversible.  Leo con frecuencia periódicos y revistas franceses donde tunecinos y egipcios sobre todo,  analizan la “primavera del norte de Africa” como una conquista que no tiene vuelta atrás.  Que  les lleve a ello el entusiasmo, la utopía, etc, no es de extrañar. A pesar de que hayan perdido a muchos y en algunos países hay de hecho una guerra civil, globalmente  lo ven así, ellos.

  • oscar varela

    Hola!

    Felicito a los quijotes Alcaina y Vicedo.
    …………..
    Uno de los mayores beneficios de la Literatura
    es la de imaginar escenarios
    * tal vez no-verdaderos,
    * pero sí verosímiles.
    ———–
    Vive la Vida humana de SUEÑOS de futuro.
    De CUENTOS, se podría decir.

    Pasado un tiempito,
    se van acumulando como nubes las tales en-soñaciones;
    y un día:

    ¡¡¡ZAS!!!
    como un relámpago

    amanecemos empapados de aquellos sueños ¿n0?

    Por eso ¡Voy todavía! – Oscar.
    …………..
    NOTA importante:

    las FECHAS del  ¡¡¡ZAS!!! 
    *  no son inciertas
    * son, sí, “dependientes” de la práxis en los PASOS que damos.

  • Marcelo Dalmazo

    Es un texto apocalíptico… De esperanza y de utopía. Vamos que llega!!!

  • Javier Renobales Scheifler

    Antonio Vicedo,
     
    Hubo autopsia, le hicieron la autopsia al Papa Luciani asesinado, los jerarcas católicos. La hicieron oficiosamente. La imprescindible para saber si una autopsia oficial delataría el asesinato. Y el resultado daba lo que ya sabían los jerarcas, y no les sorprendió: sin posible lugar a dudas, que Luciani había sido asesinado. Eso decía la autopsia. Por eso la ocultaron.
     
    Por lo tanto no podía haber autopsia oficialmente. Así que dijeron que no hubo autopsia. Total, como son ‘hermanos en religión’, no pueden mentir (a los cándidos ojos de los católicos crédulos), y los católicos crédulos les creen y les siguen creyendo, y dicen creerse que los jerarcas son sucesores de los apóstoles, y demás similares patrañas de la doctrina católica de esos jerarcas.
     
    Nunca van a permitir los Papas, ni sus Camarillas curiales, las cuales son su caldo de cultivo, que haya Cardenales ni Obispos que puedan convertirse, ni por una inmensa mutación genética que alterara sustancialmente la evolución de la vida, en un Papa como el Juan XXV que dice Celso Alcaina.
     
    Que no sigan esperando a Godot los católicos crédulos, por muy fieles disidentes que sean.
     
    Lo tienen todo atado y bien atado, estos dictadores jerarcas, experimentados durante muchos siglos en detentar el poder absoluto que corrompe absolutamente.
     
    Pero demasiados católicos se someten a semejantes ataduras, incluidos los fieles disidentes, algunos tan frecuentes en este foro.
     
    ¿Has visto a alguno que se haya quejado por el asesinato de su jefePapa en 1978, asesinado en sus aposentos Papales de su Estado Vaticano? Yo no, ninguno. Habrán preferido ponerse a rezar quizá; ¡qué bonito! ¡cuánta fe!
     
    ¡Y cuánta sumisión!
     
    Como si hubiera sido la voluntad del Espíritu Santo que Luciani hubiera sido asesinado para poner al involucionista Wojtyla que necesitaba la ultraderecha política.
     
    Como si hubiera sido la voluntad del Espíritu Santo que Romero hubiera sido asesinado por el poder establecido al que Wojtyla le urgía que se sometiera, puesto así Romero a los pies de los caballos por el dañino Wojtyla ultraderechista como los asesinos de Romero, para que Wojtyla pusiera inmediatamente en el lugar de Romero a un impostor de obispo ultraconservador. Toda una puta política asesina de la ultraderecha así compinchada entre sí.
     
    Cuánta manipulación de Dios, para que los católicos crédulos se crean que es voluntad de Dios lo que no es más que la voluntad de esos criminales.
     
    Indignaos, dice Hessel, y se queda corto.

  • mªpilar garcía

    ¡Que buenos los sueños… !
    Seguro que algún día se harán realidad, lo espero de todo corazón.
    mª pilar

  • Yago

    Voy a incidir  en cuanto ha escrito Ana Rodrigo. Hay varios puntos indiscutibles que se escapan a la ficción. Son hechos, no opiniones ni deseos.
    1.- La multitud de personas cualificadas – varones, por supuesto –  que dedican gran parte de su vida a promocionar a los candidatos a subir a los altares. Celso enumera por encima sólo los de Roma, unos 500 (cf. Annuario Pontifico, 2010); pero son muchos más los que trabajan en las numerosas diócesis y en las muchas Órdenes e Institutos donde se inician y preparan los procesos,
    2.- La adulteración histórica del reconocimiento de santidad, inicialmente reservado a los mártires, ahora extensible a cristianos económicamente privilegiados, considerados ejemplares y ortodoxos.
    3.- La temeraria exigencia de “milagro” que compromete a nuestro Dios, aún coscientes de eventual error en la proclamación canónica de un “santo”.
    4.- La constatación de que los presuntos “milagros” son siempre curaciones, nunca otros eventos inexplicables que teóricamente pudieran ser calificados obra de Dios.
    5.- La verificación de la “dispensa del milagro” como si el papa pudiera negociar de tú a tú con Dios. Caso de Juan de Ávila.
    6.- La dispensa de plazos cuando se trata de candidatos amigos del papa o relacionados con su persona. Caso de Wojtyla, pero también de Padre Pío y de Teresa de Calcuta.
    Y, aunque el tema no ha sido tocado por Celso en su escrito, no me resisto a aludir a las escandalosas beatificaciones de los asesinados en España durante muestra guerra civil. El tema ha sido tratado en atrio y en otros portales y medios.

  • ana rodrigo

    Se puede mejor el sueñ, como ha hecho Antonio Vicedo. Soñar es gratis, y luchar por ese sueño, un arte que está a mano de cualquiera que desee cambien las cosas.

    Ahora bien, una cosa son los sueños y otra los datos que da Celso. Ese ejército que cada mñana, durante años se ponen manos a la obra hasta conseguir llevar a los altares a su pupilo. ¡Un pico y una pala les daba yo a esa caterva de inútiles!

  • Antonio Vicedo

    – Pero hombre, Celso, la cosa no sucedió así, pues de estar el papable en Roma y haber llegado a cardenal, y allí haber aceptado el encargo, quien sabe, si ni siquiera se le hubiera ocurrido nada de eso, y por menores ocurrencias lo hubieran enterrado sin autopsia.
    La cosa fue que los cardenales que habían llegado a serlo como de costumbre, a la muerte de Benito XVI tan mal tenían la cosa clerical que no se fiaban unos de otros, ni confiaban en nadie de ellos para que acaparara el poder de primacía. Se alargaba el cónclave escandalosamente y el  el pueblo ya clamaba amenazador con asaltar la Sixtina y remedar al Maestro con lo del Templo y sus mercaderes.
    El servicio secreto avisó y como respuesta ofrecieron a las gentes, bajo secreto de contenido y forma, que la elección había tenido lugar, pero el electo no estaba en Roma sino por allá por Filipinas y esperaban su aceptación vía satélite.
    Donde estaba la persona cuyo nombre había aparecido en casi todas las papeletas depositadas en el cáliz era una aldea de cabañas en la que una esposa y madre, de edad tirando a joven. vivía con su esposo buen catequista, como ella, y animadores de un grupo sindical cooperativista:- Mirta Dulce Fuerte se llamaba.
    Le llevaron el fax y enterada del acontecimiento, era cristiana de a pie, le dijo a Roteno su esposo que aceptaba, como muchas veces ya había aceptado presidir aquella  Comunidad cuando se lo habían propuesto, con celebración del Memorial de Jesús y todo.
    Si por fax le había llegado la validez de la elección, estaba segura de que también por fax se valoraba su aceptación para Presidir la Comunidad de la lejana Roma.
    Devolvió el fax con la aceptación agradecida, indicando que, desde el momento de la recepción del fax respuesta, se consideraba a todos los efectos Ministra Carismática de Roma, con el nombre de JUANA XXIV y con lo que ello evangelicamente comporta.
    Pero advirtió, que no iría al Vaticano hasta que no considerara ejecutadas, todas esas cosas que se le han ocurrido a Celso y muchas más que no se ha atrevido a pensar y que ella ha entendido ser coherentes con el modo que el evangelio dice que el Padre revela a las gentes sencillas.
    Es más; no va a ir la Vaticano porque no lo necesita y porque allí le puede pasar prematuramente lo que a Juan Pablo I hace poco y a otros en tiempos pasados. Además ella y su familia creen la Iglesia CATÓLICA y de toda ella se consideran parte en Filipinas para  la que Jesús no formuló excepción de estar con ellos cuando dos o más se reúnen en su nombre.
    ¡La que se armó!
    Pero claro, cuando el Espíritu actuá en una elección, según se afirmaba y aceptaba, la cosa era seria y eficaz.
    No fue pues Juan XXV, sino Juana XXIV, a quien se le confió el encargo de PORTERA CELESTIAL en la tierra; y claro, sin llaves, por aquello de que el cielo, ya queda reconocido, no es un lugar y tiene, ni necesita puertas.
    Y lo más formidable fue la satisfacción con la que los pobres, a lo largo y ancho de la Humanidad, recibieron y celebraron esta BUENA NOTICIA: – lo de Mirta y su familia.
    Después los podían ver por una de las casuchas del Trastévere, tan contentos ellos, de saber que, en todas partes, se podía vivir en cristiano como ellos en Roma.
    Hasta los despreocupados sobre Jesús y su mensaje, se admiraban diciendo ¡Miradlos como se aman y como aman a todos!

  • Mª Antonia Martínez

    ¡Muy bueno, Muy bueno, Muy bueno, Celso! Me encanta este sueño. En muchísimos deseamos que se haga realidad, hay que colaborar para que esa otra iglesia sea posible!!!

  • Rodrigo Olvera

    Entre el texto de Bessiere y la idea de que la lucha por la democracia es irreversible y se instaurará en Irán y el Vaticano,  yo me pongo a cantar con Shakira 😉
    http://www.youtube.com/watch?v=WAhErSgLOrw
     

  • Maite Lesmes

    CELSO,  ha escrito una excelente utopía.  Muchas gracias.  Iría más allá, y es soñar con que la estructura piramidal de la institución desapareciese.  En su lugar,  estructura democrática, la  vuelta  al  movimiento igualitario y plural  de Jesús,  en búsqueda de su adaptación  a los nuevos tiempos y espacios.
    Lo veo más cercano y  posible, pues  parece que no hay vuelta atrás en el deseo de acabar con las dictaduras que estamos presenciando en el norte de Africa.  Instaurada  ahí la democracia, caerán los demás regímenes  autoritarios, como  el de Irán y, cómo no, el Vaticano.

    Una delicia, HECTOR,  el fragmento que nos regalas de Bessière.

  • Héctor

    Celso me recuerda aquella otra historia del francés Gerard Bessiere que nos refería, la huída del Vaticano del papa Jacinto, allá por los años 70s… El mismo día que le consagraron papa se escapó sin dejar rastro y fue a parar a París en donde se metió a taxista. Allí tiene oportunidad para hablar con todo el mundo. Sentado a la puerta de una iglesia con un mendigo le suelta esto:
    “Escucha, jefe. Dios no ha muerto… es algo más sencillo: Dios se las ha pirado. Ha… Huido, si prefieres. Jefe, ¿no sabes por qué se las ha pirado? No es muy difícil de entender… se las ha pirado porque estaba harto de ser Dios. Con tanto protocolo. Se veía venir… No dejaban de hablar de él, ante él. Lo mostraban como un oso en una feria. Dios, el más fantástico maniquí de la historia. Hacían que la gente le visitase… como si fuese un antiguo monumento, con precio especial para niños… Decían cómo hay que hacer para hablar con él, para que esté contento. Incluso llegaban a vender cosas suyas, como pequeños recuerdos.
    Se ha marchado, estaba harto. Debía de ser penoso eso de ser Dios… ¡Y no poder decir nada! ¡Lo que habrá tenido que tragar! Se le utilizaba para todo, incluso para hacer la guerra o para matar de hambre a los niños ¿Cómo habrá podido soportar tanto?… Y toda la charlatanería de los que hablaban de él como si hubiesen hecho la guerra juntos, como si fuese de los suyos. Espantoso, jefe… Eso no podía durar por los siglos de los siglos. Amén. Entonces se las ha pirado. ¿Usted se hubiese quedado?”

    Han pasado más de 40 años y Dios sigue aguantando y nosotros nos hemos quedado…
    Saludos Héctor

  • Alejandro de Monclova, México

    SE VALE … Y ES BUENO SOÑAR!!
    Muy buen escrito que nos hace abrigar siempre la esperanza de que OTRA IGLESIA ES POSIBLE.
    Necesitamos hacer algo cada uno de nosotros para construirla.
    LOS SUEÑOS ALIENTAN LA ESPERANZA Y UN DÍA LOS HACEMOS REALIDAD.

  • p3,14to

    He aquí la explicación a la rapidez de la elevacion a los altares de Escrivá de Balaguer, pagaron hasta los desayunos y no procuparos lo mismo sucederá con Kiko.

  • MAR Medina

    Muy bueno el repaso histórico y a los entresijos interesados del  Vaticano abordado desde una historia de ciencia ficción (por ahora, estoy de acuerdo con Pepe, torres más altas han caído). Quien sabe, igual no falta tanto, no pierdo la esperanza.

    Saludos cordiales 

  • pepe blanco

    Este texto de Celso Alcaina puede parecer eclesiología-ficción. Y, a día de hoy, probablemente lo sea. Lo cual no quita que, en algún del futuro, suceda más o menos lo que relata el autor. Torres más altas han caído.

    ¿Cuántas personas en el siglo XIX apostaron por los avances que novelaba Julio Verne? ¿Qué pensarían el autor y los lectores del Syllabus, en donde se condenaba, entre otras muchas cosas,  la libertad de culto y la libertad de expresión, de la actual defensa que hace la iglesia de ambas llibertades? Y no hace falta ir tan lejos. Recuerdo cuando veíamos las imágenes de una videoconferencia entre la Tierra y una nave espacial en la película 2001, una odisea espacial, no podíamos sino sonreír y pensar que esas cosas solamente sucedían en las películas…

  • Sergio Zalba

    ¡Bue Ní Si Mo! Voto por Juan XXV

  • mªpilar garcía

    ¡¡¡Que hermosura!!!

    ¡¡¡Lo soñado, esperado, deseado, suplicado…!!!

    Cuantas personas lo ansiamos profundamente.

    No podré verlo, es, que espero con toda la fuerza de mi corazón, que sin tardar:

    ¡¡¡Se haga realidad!!!

    Entonces, se  hará realidad el sueño de:

    ¡¡¡Otra mirada es posible, otra manera de vivir en el mundo, es urgente posible y necesaria!!!

    Singamos “yendo” todavía hacia adelante sin perder el ánimo y la esperanza.

    ¡¡¡Gracias Celso Alcaina!!! Es ¡¡¡Una Buena Noticia!!!

    Porque llegará, lo sé, lo intuyo, lo deseo con tanta fuerza…

    mª pilar


  • “Juan XXV acierta. ¡Enhorabuena, Papa Ceballos.”

    GRACIAS a Papa Ceballos, Papa Cebollas, o Papa Ajos, sea quien fuera, y Viva Celso Alcaina para celebrarlo con nosotros el:

    Primero de Abril, 2031, el día en que los católicos del mundo después de siglos, de nuevo ponen sus pies sobre la tierra firme, nuestra “Pacha Mama”;

    Primero de Abril, en día en que los “Estado Unidenses de América del Norte” celebran su famoso “April Fools Day”, semjante  a nuestra celebración del “Día de los Santos Inocentes – el 28 de diciembre.”

    Gracias Celso, no cuesta nada para soñar, y sin suenos nunca vamos adelante.

    Justiniano de Managua