Pan y Rosas. Es un slogan que evoca los primeros movimientos huelguistas, en los que las mujeres reivindicaban con él las demandas de clase y de género. Un siglo después lo escoge una teóloga amiga valenciana, Lucía Ramón, para exponer en un libro, que publica la HOAC, la lucha de las mujeres para conseguir su emancipación en este siglo. Escuchémosla en esta entrevista concedida a Noticias Obreras.
Entrevista a Lucía Ramón, teóloga feminista
«La emancipación de las mujeres es un reto para el cristianismo del siglo XXI»
NOTICIAS OBRERAS, nº marzo, 2011
Lucía Ramón es autora de «Queremos el pan y las rosas. Emancipación de las mujeres y cristianismo», publicado por EDICIONES HOAC. Es profesora de Teología Feminista en EFETA y de Ecumenismo en la Facultad de Teología de Valencia. Pertenece a Cristianismo y Justicia. La entrevista para Noticias Obreras, Loles Gambín
¿Cómo se gesta el libro «Queremos el pan y las rosas»?
En este libro confluyen varios hilos de mi trayectoria vital. En primer lugar, la preocupación por promover la justicia y desarrollar una reflexión teológica encarnada que ponga en diálogo el Evangelio con los retos de nuestra sociedad. En segundo lugar, la búsqueda de una espiritualidad de ojos abiertos que genere una experiencia profunda de Dios y que alimente la imaginación profética para que otro mundo sea posible. En tercer lugar, el compromiso con el movimiento feminista y su lucha contra el empobrecimiento y la explotación que sufren muchas mujeres. Por último, la experiencia ecuménica e interreligiosa, que me ha marcado profundamente.
El libro se estructura según la metodología del ver, juzgar y actuar. Parte de un hecho de vida, la violencia contra las mujeres en nuestra sociedad, y lo analiza desde una perspectiva interdisciplinar y cristiana como síntoma de una sociedad violenta en la que prevalecen las relaciones de dominación. Pero no se queda ahí. También propone alternativas para una transformación cultural, política, eclesial, personal y espiritual.
¿Qué significa ir más allá de «la justicia del pan» y promover la «justicia de las rosas» como apunta en el acertado título?
La «justicia del pan» tiene que ver con la redistribución de los bienes económicos y la igualdad de derechos sociales. Pero desde la teoría política feminista y desde el trabajo con mujeres que sufren dominación y exclusión social, hemos descubierto que la justicia también tiene otras dimensiones: el reconocimiento, la participación en la toma de decisiones que afectan a la propia vida, la autonomía y la creatividad, que son imprescindibles para una vida digna y plena. La «justicia de las rosas» alude también al cuidado y a la gratuidad, la abundancia del corazón y la posibilidad de gozar de las bellezas de la vida. Tenemos que trabajar por una justicia integral. Esta es la justicia mayor de la que habla Jesús en el Evangelio, cuando dice que ha venido a traernos vida abundante.
El prólogo está escrito por González Faus que como tú pertenece a «Cristianismo y Justicia». Tu obra ha sido publicada por Ediciones HOAC que está vinculada al mundo de los trabajadores. ¿Cómo ves en nuestro país la relación entre la teología, la concepción cristiana de la justicia y la lucha por la liberación de las mujeres del mundo obrero que son las que más sufren la precariedad laboral?
En España los avances en el ámbito de la teología de la liberación han sido muy notables. No obstante, en las teologías de la liberación mayoritarias todavía falta mucho para incorporar la perspectiva feminista. La cuestión de la desigualdad y la discriminación femenina sigue considerándose un asunto sectorial, menor, «cosa de mujeres», cuando en realidad constituimos más de la mitad de la población. También necesitamos elaborar una teología del trabajo desde la realidad de los varones y las mujeres trabajadoras que lo conecte con la ecología y la teología de la Creación. Por último hemos de abordar la redistribución del «cuidado» entre varones y mujeres, cómo vamos a construir una sociedad verdaderamente humana, que se ocupe de los más débiles cuando las mujeres nos hemos incorporado a un mercado laboral diseñado para varones que muchas veces tienen una mujer cuidadora en casa a plena dedicación.
Desgraciadamente, durante el año 2010 ha aumentado el número de mujeres muertas como consecuencia de la violencia doméstica ¿Qué es lo que sigue alimentando esa violencia?
En el origen de esta violencia hay un afán de control sobre la otra persona y un objetivo: mantener las relaciones de dominación. En el primer capítulo del libro abordo las raíces profundas de esta realidad. Durante siglos se ha considerado «natural» que existan relaciones de dominación por parte de los varones sobre las mujeres y se han legitimado con argumentos religiosos. También las mujeres pueden participar de esta concepción patriarcal y ayudar a mantenerla, o reproducir las relaciones de dominación con otros colectivos vulnerables. Necesitamos un profundo cambio de actitudes para promover nuevas relaciones de mutualidad y reciprocidad entre varones y mujeres y para aprender a resolver los conflictos de forma no violenta.
¿Cómo podríamos colaborar los cristianos y cristianas y las iglesias para prevenir y eliminar la violencia y dominación que sufren las mujeres?
Las religiones son un importante factor configurador de las relaciones sociales y sus aportaciones son muy importantes en este ámbito. Las iglesias deben seguir el ejemplo de Jesús y abandonar la actitud ambivalente e incluso misógina que la ha caracterizado secularmente. Tenemos que condenar explícitamente la violencia de género. Hemos de sumarnos a la movilización ciudadana que a nivel local e internacional lucha para superar la dominación de las mujeres. Hay países en los que las iglesias han actuado ejemplarmente. En el segundo capítulo del libro analizo diversas prácticas eclesiales que pueden servirnos de inspiración para nuestro quehacer en España. Tenemos que impulsar un cambio de cultura y esto tiene mucho que ver con el desarrollo espiritual. El cristianismo, cuando se practica con autenticidad, puede generar un crecimiento espiritual que potencie el compromiso efectivo para superar la violencia de género. En este sentido es necesario que crezca la inserción de cristianas en los movimientos feministas.
La perspectiva de la espiritualidad es central en todo el libro. ¿De qué espiritualidad se trata?
Una espiritualidad en la que la contemplación y el goce de vivir son inseparables de la compasión activa y el trabajo por la justicia. Una espiritualidad encarnada y de ojos abiertos que encuentra a Dios en el centro de la vida, en la lucha cotidiana por la dignidad de todos y todas, en la acción ecologista por la supervivencia de la Creación. Una espiritualidad sapiencial y profética, que se toma en serio el seguimiento de Jesús y lo traduce vitalmente en los nuevos contextos sociales. El compromiso para la emancipación de las mujeres que sufren dominación y exclusión debe estar en el centro de una espiritualidad evangélica. Como explico en el libro, en los evangelios la sanación integral de las mujeres es uno de los signos de la irrupción del reino de Dios: sin salud para las mujeres no hay salvación.
¿Por qué tiene tan mala prensa la Iglesia Católica dentro del Movimiento Feminista?
Por su tradición doctrinal de menosprecio de la mujer, por su incapacidad de afrontar los nuevos retos que plantea este movimiento. Igual que en el siglo XIX la Iglesia no supo entender al movimiento obrero, hoy día muchos sectores eclesiales son incapaces de comprender el movimiento feminista. La Iglesia católica a nivel institucional necesita urgentemente tomarse en serio las preguntas y las propuestas del movimiento feminista. Tiene que reconocer a las mujeres, tanto a las cristianas como a las agnósticas o ateas, como interlocutoras válidas y competentes. Hay un miedo eclesiástico visceral al feminismo, lo cual se refleja en una distorsión muy grande de los discursos y las reivindicaciones de los diversos feminismos, tanto los de raíz agnóstica como los de inspiración religiosa. Hay una enorme dificultad para respetar la autonomía moral de las mujeres y su capacidad de discernimiento. A menudo se sigue considerando a las mujeres como menores de edad. Pero afortunadamente la Iglesia es plural como lo demuestra el desarrollo de las teologías feministas y la existencia de miles de cristianas vinculadas al movimiento feminista.
¿En qué medida consideras que está avanzando el papel de la mujer en las Iglesias, especialmente en la Católica?
El avance es muy lento para los cambios sociales que se están produciendo. Las mujeres siguen desempeñando muchas tareas eclesiales sin reconocimiento oficial, no participan de las funciones magisteriales y de gobierno, y rara vez son consultadas. A pesar de ello, la enorme vitalidad de muchos grupos de mujeres cristianas y su acceso a la formación teológica irá dando sus frutos. Ya los está dando en algunos ámbitos. Los grandes cambios se gestan desde la perseverancia y la tenacidad. Un ejemplo es el movimiento ecuménico, que ha tardado cien años en dar sus frutos a nivel institucional. Para impulsar y reforzar el papel de las mujeres en la Iglesia es muy importante que siga creciendo el número de personas que estudian teología feminista. Desde esta convicción, permíteme Loles, que difunda el trabajo de EFETA como escuela de teología feminista a distancia e invite a entrar en nuestra web: www.efeta.org.
¿En qué medida serían diferentes los enfoques sobre moral sexual y temas como el de la utilización del preservativo en la iglesia católica si fueran mujeres feministas con una familia las que opinaran sobre ello?
Hoy es imprescindible el punto de vista moral de las mujeres para un discernimiento ético, político y espiritual de estas y otras cuestiones. Es necesario incorporar su experiencia, sus perspectivas y su capacidad de tomar decisiones desde los valores evangélicos y los dilemas y antagonismos éticos que se plantean. Esto nos ayudaría a elaborar comunitariamente una ética aplicada que tenga en cuenta la realidad de las mujeres y no parta de un doctrinarismo insensible a las situaciones personales y a contextos sociales peculiares.
¿Qué puede aportar el Cristianismo a la emancipación de las mujeres y al Movimiento Feminista?
Un profundo sentido de la justicia y de la dignidad de la mujer y el inmenso caudal de creatividad y energía ética y espiritual que proporciona una experiencia religiosa auténtica. En los cuatro últimos capítulos del libro abordo esta cuestión. Emma Goldman, obrera textil anarquista y pionera del feminismo, decía que la obtención del voto no era más que el principio, que la liberación de la mujer comienza en su propia alma. El cristianismo nos recuerda que las raíces de la verdadera libertad están en la libertad interior, en el saberse bendecida, en el amor a una misma que se traduce en la compasión por todo lo viviente. Hay una libertad íntima y radical que nace de la vivencia del Evangelio y que ha alimentado la lucha de muchas cristianas por sus derechos y libertades a lo largo de la historia y lo sigue haciendo hoy. Las mismas sufragistas que iniciaron el movimiento feminista contemporáneo fueron las que editaron la Biblia de las mujeres a finales del XIX. Este es uno de los muchos ejemplos que podríamos señalar.
Te defines en tu libro como ecofeminista, ¿cuál es la perspectiva que propone el ecofeminismo para la construcción de otro mundo posible?
El ecofeminismo nos muestra cómo se han establecido unas relaciones de dominación muy similares entre la opresión de las mujeres y de la Tierra y los intereses del varón blanco occidental y propietario. Unas relaciones basadas exclusivamente en la razón instrumental y en los valores de un capitalismo depredador, que se traduce tanto en la sobreexplotación del planeta como en la explotación de las mujeres. Profundizo en esta cuestión que me planteas en el capítulo 3. Debemos transformar nuestra autoconciencia, nuestros modos de relación y nuestras estructuras socioeconómicas si queremos sobrevivir. Somos interdependientes y nuestro afán de dominio y de enriquecimiento está destruyendo la trama de la vida. La crisis ecológica es otro signo de los tiempos que nos llama a una conversión radical, a un cambio de mentalidad y a una gran transformación cultural. Nadie puede permanecer ajeno a estas cuestiones, tampoco las iglesias y las comunidades cristianas.
Qué interesantes las palabras de LucíaRamón. Me ha gustado especialmente por qué habla de pan y rosas, y el abordaje de la espiritualidad. No tienen desperdicio. Muchas gracias
Muchas dirigentas politicas de mi país que ocupan cargo relevantes, supieron luchar en la calle y muchas de ellas pagaron con años de cárcel y tortura, pero la lucha del pueblo Unido, las ha puesto hoy a liderar el camino de rumbo a la PATRIA GRANDE Y JUSTA QUE TODOS QUEREMOS…Gabriel
Gracias Honorio. Después de mucho tiempo, en que no comprendo muchas cosas, creo que pienso como tu cuando dices que hay varias europas, y la de mi país es otra muy diferente a la de España.
Gracias, Guillermo, por tu reportaje sobre la Ministra y pastora luterana de Dinamarca. Leído tu texto y comparado con el que yo escribo sobre la Pastoral de los Obispos vascos acerca de la Cuaresma y la crisis, se entiende un poco mejor el papel que la Iglesia debería jugar en la sociedad moderna, y lo lejísimos que están las estructuras de la iglesia católica de ese “aggiornamento” que quería Juan XXIII y el Concilio Vaticano II.
Ese “anarquismo organizado” que la ministra danesa en la iglesia luterana de su país, como alternativa y como punto de referencia, suena bien… Y ese feminismo danés en lo civil y en lo religioso; ¿cuándo podremos hablar en nuestro país de “curas y curesas” con la naturalidad con que habláis vosotros? ¿Y de curas y curesas que son promovidos a ministros del gobierno y se limitan a hacer política con honestidad y sin arrimar el ascua a la sardina de su institución religiosa? Quë pasada, Guillermo! Tu Europa no se parece casi nada a la nuestra…
Gracias Guillermo!
muy bueno e interesante tu “report“.
¡Vamos todavía! – Oscar.
Quisiera mencionar a continuación unas opiniones de la Ministra de Asusntos Eclesiales de Dinamarca, pastora Tove Fergo sobre la realidad y las opiniones de la Iglesia Luterana de Dinamarca sobre varios aspectos que me parecen interesantes al respecto de el artículo “queremos pan y rosas”.
La Ministra de Asuntos Eclesiales de Dinamarca, pastora Tove Fergo, describió una Dinamarca con matices muy particulares al hablar en la Congregación Danesa, Carlos Calvo 257, el jueves 12, respondiendo a la invitación de esa congregación como parte de la visita que la funcionaria dinamarquesa realiza a una serie de congregaciones danesas en el “exterior”.
En el inicio de su charla la pastora Tove Fergo se preocupó en aclarar que es funcionaria del Gobierno de Dinamarca para una responsabilidad que no requiere que sea pastora, pastor o tener cargos eclesiásticos sino que esa cartera puede ser ejercida por personas no creyentes o ateas ya que es “un cargo político” por lo que tampoco ese funcionario o funcionara representa a la Iglesia Nacional de Dinamarca.
La pastora Tove Fergo, quien desarrolló una activa militancia política y ocupó otros puestos públicos antes de ser designada en la actual función, explicó que la Constitución de su país, que data de 1849, establece la plena liberta de cultos y estableció como Iglesia Nacional a la Evangélica Luterana subsidiada por el Estado.
Al responder a una pregunta del público la Ministra subrayó “la absoluta libertad” religiosa con “la excepción de que algunas de sus prácticas estén penadas por la ley” colocando como ejemplo la de una comunidad religiosa que práctica la circuncisión de mujeres -“prohibido en Dinamarca”- a la que no se la reconoció como tal.
En cuanto a sí las otras religiones reciben subsidios del Estado, la Ministra respondió por la negativa señalando “que hay formas indirectas de recibirlas” como es el caso del sistema de impuestos donde las personas de una comunidad religiosa reconocida pueden eximirse de pagar el impuesto para el sostenimiento de la Iglesia Nacional, “lo cual no es poco dinero al año” pero que “ es cierto, hay libertad de cultos pero no igualdad de cultos”.
La comunidad religiosa que quiere ingresar al registro de reconocimiento del Estado debe presentar una solicitud al Ministerio de Asuntos Eclesiales quien la deriva a una comisión de expertos para analizar el pedido. Los requerimientos básicos son que por lo menos debe tener una comunidad unida, creer en cierta Trascendencia y el respeto a la ley.
Sobre el creer en una Trascendencia, Fergo dijo que era un concepto sin especificación ninguna y que suele llevar a algunas decisiones conflictivas como fue el reconocimiento de una comunidad que rescata la creencia en los dioses antiguos de Dinamarca y que produjo mucha resistencia “por lo extraño de esa posición y por que decían que era pagana” pero “la cuestión pasa por ahí, si cree en un dios o dioses, tiene una comunidad y no atentan contra la ley debe ser reconocida”, agregó la Ministra.
Este respeto de la libertad individual y grupal la Ministra lo subrayó enfáticamente al preguntársele sobre el lugar de la mujer en la sociedad dinamarquesa a lo que respondió, pausadamente, “En ningún lugar del mundo encontrarán una sociedad donde la mujer tiene tanta libertad como en Dinamarca”.
La pastora detalló que Dinamarca tiene “el más alto índice de empleo femenino” y es un país donde “se considera que la mujer debe estar en igualdad de condiciones al varón sin que sea obligatorio colocar cupos de puestos femeninos sino que son reconocidas porque tiene condiciones para el cargo al que se presentan donde el mejor o la mejor es nombrada para esa función”.
“Desde el 1973 el aborto está permitido legalmente y con total libertad” y “existe un registro para el casamiento de las parejas del mismo sexo que firman un contrato de valor jurídico muy similar al conocido como de casamiento civil”, informó la Ministra respondiendo a las preguntas sobre ese particular y recalcó que ella se refiere a la posición oficial del gobierno y no de la Iglesia Nacional.
Sobre ese particular, acerca de la posición de la Iglesia Luterana de Dinamarca sobre el aborto y el casamiento de parejas del mismo género, la Ministra consideró imprescindible entender la estructura de esa Iglesia que “no tiene un Sínodo que decide por toda la iglesia” ni un Consejo Nacional que cumpla esa función “por lo que prevalece un amplio espacio de libertad sobre esas y otras cuestiones a partir de acuerdos básicos sobre la fe y doctrina y la Biblia como fundamento de ellas”.
“Lo que existe -explicó la disertante- es la reunión de los obispos de la Iglesia Nacional que se reúnen regularmente para considerar distintos temas y dan a conocer sus acuerdos pero no tienen la fuerza de un Sínodo o de un Consejo Directivo”.
Sobre la ceremonia religiosa del casamiento de parejas del mismo género hubo una discusión muy fuerte en toda la comunidad luterana y los obispos reflejaron esas posiciones ya “que no pudieron acordar sobre el uso de la liturgia de casamiento habitual para el de casamientos de personas del mismo sexo” pero aceptaron que se podía “bendecir” las uniones en un culto de formato habitual pero referido a ese acontecimiento.
En este punto la Ministra insistió en “comprender la estructura de la Iglesia Nacional” señalando que los acuerdos de los obispos sobre esos y otros temas “no son obligatorio cumplimiento para los pastores y pastoras” por lo que ellos tienen libertad de aceptar o no esas disposiciones así que en los casos de los casamiento mencionados hay pastores y pastoras que lo hacen y otros que no están dispuestos a realizarlos.
El pastor o pastora trabaja en una congregación a pedido del Consejo Directivo de esa congregación por lo que se supone que esa comunidad coincide con la línea pastoral del candidato elegido. Aquí se complica la “comprensión de la estructura” ya que, según la Ministra, “los pastores y pastoras tienen libertad de acción tanto en opiniones sobre la política del Gobierno como en decisiones personales encontrándose entre ellos y ellas homosexuales y lesbianas, quienes mantienen la unión matrimonial mas tradicional y quienes viven en parejas sin ningún trámite de casamiento y quienes rechazan el divorcio y otros lo aceptan y hay quienes se divorciaron o separados más de una vez”.
Para Tove Fargo “esta amplitud de criterios es parte de la fuerza y riqueza de la Iglesia Nacional” que “no es episcopal sino que tiene congregaciones regidas por un Consejo que toma el pastor o pastora que quiere y permite esa flexibilidad” donde “el pastor o pastora es increíblemente libre”.
Luego de finalizar el charla formal PE le expresó a la Ministra que esa estructura de la Iglesia Nacional “es muy similar al anarquismo” a lo que la pastora contestó afirmativamente y el pastor de la congregación local, Andrés Albertsen, lo reafirmó al detallar que un teólogo danés la describió como “un anarquismo organizado”
Gracias Atrio, por acerte eco de uno de los ecritos de una mujer, y valenciana.
Lucía es una mujer que lucha para que la igualdad entre hombre y mujer, reivindica los mismo derechos ante cualquier situación.
Es feminista y super femenina, sensible y tierna en su forma de exposición en todo.
Quienes hemos compartido, mesa y mantel con ella y con Mari ( otra de las compañeras de Valencia) en las reuniones de Mujeres y Teologia en Madrid hemos salido esponjadas con cuanto decían, porque era nuestros sentires, nuestro dolor y nuestra desesperanza ante quiene no alzan voz alguna ante una religión que no cesa de mentirnos y demostrar ese dios machista que por no decir me equivoqué sigue dando vueltas como el burro en la noría.
Lo peor de esto es que no se dan cuenta que hay agua corriente y que pronto no abrá quienes necesiten de ellos nada, ni siquiera otra forma de inventar a ese u otro dios.
Y sobre todo que hablar de D*s mientras condenas y vives a costa de mentiras sobre otras personas, esa vida fácil y cómoda que no cumple ni con las leyes civiles.
Algo que Jesús dejó bien claro, al Cesar lo que es del Cesar… era quien ponía la Ley
Hace unos dos mil años, hubo un hombre, Jesús de Nazaret, que hizo una propuesta totalmente revolucionaria respecto a la liberación de la mujer de las garrar del patriarcado y del machismo, dio ejemplo de considerar igual a la mujer que al hombre, marcó un camino de dignidad para la mujer, porque sí, porque era lo suyo, porque era persona. Todo ello en un mundo en el que la mujer no pintaba nada.
A continuación vino la Iglesia Católica que dominó cuerpos y almas, sociedad y cultura, leyes y costumbres, y se olvidó de lo que los evangelios habían constatado como testimonio de vida y para la vida, de Jesús el Galileo. Perdió la gran oportunidad de su historia, el haber liberado a la mitad de la población de tanta opresión y de tan denigrante situación como ha vivido dentro de una Europa cristiana primero y dentro de gran parte del mundo después, a donde llevó el cristianismo mutilado.
Ahora la sociedad civil ha descubierto que esto es un valor ético universal y que no se puede parar ya el tren de la igualdad. ¿Qué puede hacer la Iglesia en este campo? Pues decir: eso ya estaba escrito en el Evangelio, eso ya lo hizo el fundador del cristianismo. Pero la Iglesia lo olvidó y colaboró y colabora en seguir con esta desigualdad, por eso no podemos firmar la Declaración universal de los DDHH, porque no nos atrevemos a dar el paso de reconocer a la mujer en todos sus derechos en la Iglesia.