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VIVIR LA UTOPÍA Y LA ESPERANZA DE JESÚS DENTRO DE UN MUNDO INJUSTO y 3

4. Dar señales de Esperanza en un mundo injusto

           Los cristianos somos bien conscientes de que entre la utopia del Reino de Dios y la realidad hay un gran trecho que salvar. Es una lección aprendida desde el principio: la esperanza cristiana tiene como enseña al Crucificado; y cuando el Nuevo Testamento nos pide «dar razón de la esperanza» (1 Pe 3.15), lo hace desde un contexto de persecución, de imposibilidades históricas y de debilidad y limite de las propias fuerzas. Pero desde entonces recordamos que la esperanza comenzó a vivir de un don, que, paradójicamente, se alimenta de la cruz de Jesús y del servicio a los crucificados de la tierra. En la cruz de Jesús se nos había dado algo que no se nos podía arrebatar (cf. Rom 8,31-39), y la esperanza cristiana se convirtió en esperanza contra desesperanza. La «memoria» de la cruz del Resucitado posibilitó siempre a los cristianos descubrir que si Dios es el impulso hacia adelante en la historia, no es necesariamente el impulso hacia adelante de la historia. Y esto les dispuso a construir su historia con una esperanza como la de Jesús: una esperanza contra toda esperanza o experiencia.

 

          Esta es la esperanza que hay que salvar en el momento presente. Y esta tarea exige de los cristianos tres talantes.

 

  • 4.1. La honradez con lo real: solidarizarse con la historia que por gracia nos ha tocado vivir.

           La realidad no es ni como la sonamos ni como nos gustaría ni, mucho menos, como debiera ser. La realidad es como es y nadie puede huir de ella. Ocurre como en aquellos versos de León Felipe: «de aquí no se va nadie…, antes hay que resolver este entuerto…, de aquí no se va nadie…, ni el místico ni el suicida». Convertirse a la realidad es la primera condición para poder vivir esa esperanza contra toda esperanza. La cruz de Jesús nos enseña que no se trata ni de huir ni de cerrar los ojos ante la realidad. Tampoco de «hacerla volar por los aires», como ha intentado el terrorismo de los desesperados del mundo o el terrorismo de ETA . La cruz nos enseña que la esperanza se afinca con los pies en el suelo desolado y devastado de esta historia, y desde ahí proclama que esa realidad no es la última palabra de la historia, pues esa palabra le pertenece al Dios-por-venir que se hace presente en la historia.

 

  • 4.2. Soñar el sueño de Dios

           Hemos de convertirnos a la realidad desde el sueño del Dios Amor Incondicional. El destierro es la situación en la que vive el hombre. Y, por ello, esta historia siempre será un poco Babilonia para la humanidad. Pero en estos momentos en los que se vive a flor de piel «el todavía tampoco» de la esperanza es urgente recordar y aceptar cordialmente el Sueño de Dios. Nuestro Dios ha soñado un futuro mejor para el hombre, y nadie como El está tan empeñado en que ese futuro se haga realidad. El cristianismo debe hacer suyo nuevamente el sueño bienaventurado de Dios e invertir en el la vida como lo hizo Dios mismo. Sólo aquel cristianismo que sueñe será capaz de hacer realidad el sueño de las bienaventuranzas (cf. Mt 5.1 y ss.):

-Sólo un cristianismo que despierto, es decir, sabiendo lo que hay y la que se nos viene encima, ha soñado y sueña que los pobres se sentarán en la mesa del mundo como iguales será capaz de dejarse afectar por su dolor, sin dejarse aplastar por el, ni atrapar por los reclamos de la comodidad, la instalación, los miedos y la 1ógica de cualquier razón.

-Sólo un cristianismo que sueñe que “las lanzas se convertirán en podaderas” y los misiles en trigo para los hambrientos comprometerá y arriesgará sus seguridades, y no sólo sus palabras, en la tarea de la reconciliación y la paz.

-Sólo un cristianismo que siga soñando que el hombre es basura divina pondrá todos los medios para despertar en el corazón del hombre viejo esas capacidades «divinas» tantas veces ocultas y desperdiciadas por el olvido y el desamor.

-Sólo un cristianismo empeñado en soñar la posibilidad de unas nuevas relaciones entre los hombres será capaz de suscitar un hombre libre frente a lo inevitable del capitalismo, del socialismo fracasado, de los costos de la crisis financiera, de la violencia, de la destrucción de la naturaleza, de la pobreza del mundo, de la marginación de la mujer y de la muerte.

           Será aquel cristianismo capaz de seguir soñando tras la resurrección del Crucificado, porque descubrió que el Inconformismo y la Rebeldía de un Dios que sigue soñando la fraternidad entre los hombres como su gloria. Un cristianismo que sueña de este modo recibirá energía para luchar por el otro mundo posible.

 

4.3. Transformar la realidad en la medida de lo posible sabiendo que Dios da lo imposible.

           El mensaje cristiano de la esperanza hace que los cristianos tengan que oponerse no sólo a los escépticos y a los despreocupados, sino también a los trágicamente resignados que se preocupan mucho, pero que no hacen nada y miran el combate histórico como una empresa desesperada. Por ello, «en la esperanza no sólo tenemos algo que beber, sino tenemos algo que cocinar» (E. Bloch). La esperanza no es una especie de «vino quinado» que la fe nos suministra como reconstituyente de nuestras débiles constantes vitales, mientras llega la hora del «banquete celestial». La esperanza es, sobre todo, el condimento con el que hay que ir preparando, desde ya, la mesa de «los manjares suculentos y vinos generosos», que es el festín del Reino de Dios. En una palabra, todo aquello que «es vida en la calle». El cristianismo tiene, por tanto, algo que cocinar. Tiene algo que hacer. Tiene un quehacer en esta sociedad: la construcción de una democracia integral y de una Iglesia evangélica al servicio de una sociedad fraterna, liberada y en paz.

          En esta tarea habrá de acompañarse de buenas dosis de audacia que resiste el desaliento a base de imaginación y de aguante que permite someterse a las condiciones adversas, sin claudicar en la esperanza. Y además necesitará del concurso de la oración cristiana que es la matriz de la Esperanza, pues descubre que «rendir culto a Dios» es constatar que el Misterio Absoluto no es únicamente la «vida de nuestra vida», sino también ese dolor oculto que se siente ante una humanidad doliente, hambrienta, oprimida, cansada, desorientada e impotente.

          En resumidas cuentas, esperar ha sido siempre, cuando ha sido verdad, agarrarse a lo oscuro y viscoso de la vida, superar la tentación de «tirar la toalla» y seguir «p’alante»; apretando los puños y saboreando en los labios el amargor de la propia existencia, mientras se grita «Dios mío, Dios mío, ¿por qué nos has abandonado?», y se siente en lo más profundo de los tuétanos, a pesar y en contra de uno mismo y de la historia, la serenidad de quien sabe contra todas las apariencias, que su historia y su persona, la historia de la humanidad «están en buenas manos», pues descansan en las de un Dios Amor Incondicional que responde al nombre de Padre.

 

  • 4.4. Contemplar la bondad que circula por nuestro mundo.

           La sabiduría de la esperanza necesita pertrecharse con ese instinto del guía, que mezcla conocimientos y deseos. Ella misma ha de aprender pacientemente a encontrar en el “ya no” de las esperanzas culturales cercenadas, de las transformaciones sociales fracasadas y de los pasados socialistas sin futuro, el “todavía sí” de un mañana verdaderamente humano para nuestro mundo. Desprovista de falsas evidencias y descargada de toda intolerancia, enseñará así a descubrir fragmentos con futuro de totalidad y liberaciones parciales con vocación de plenitud en los materiales demolidos de la modernidad, que reclaman ser recuperados de ese “basurero” de la historia que es el olvido. Compañera de otros saberes y despegada de los caminos trillados se capacitará para provocar sobre el mundo la perspectiva de la redención en las búsquedas comunes. Se trata de una mirada desde la que aparece con mucha mayor claridad el abismo que separa la existencia real del mundo del estado de salvación. Es una perspectiva que «desenmascara lo-que-existe como lo-que-no-debe-existir, y presenta la salvación como el único estado que haría justicia a lo desfigurado y dañado en la historia, si es que un día llegara a realizarse»[1]

           Acompañar a nuestro mundo en la búsqueda de sentido significa anunciarle los indicativos del todavía sí de la justicia y no meramente sus imperativos. La lucha por la justicia necesita de una hermenéutica de la presencia de sus signos en nuestro tiempo. Una sabiduría de la esperanza, compañera en la lucha por un mundo más solidario, ha de evitar hoy convertirse en mero imperativo. Necesita ejercer la pedagogía de los indicativos de la justicia que el ser versada en sus imperativos, dedicarse al oficio de la mistagogía que al de la enseñanza moral. En las oscuras perspectivas de este final de siglo, revestida con la sensibilidad de las mujeres (cf. Lc 24, 23-24) ha de saber encontrar señales de la Patria, allí dónde otros sólo ven callejones sin salida, y ser capaz por ello mismo de señalar su presencia en los actuales caminos que conducen hacia ella.

           Existen ya propuestas político-económicas en la agenda del Sur, un número importante de iniciativas sociales en la sociedad civil de los países desarrollados, muchas de las nuevas sensibilidades y valores postmaterialistas de nuestras sociedades industriales avanzadas, y compromisos personales y comunitarios, que poseen esta capacidad de indicar la vigencia histórica de la utopía del Reino, a pesar de ser utopía[2]. Todos ellos, en su debilidad, representan la aparición en la historia de lo inédito viable de la causa de la justicia humana. No tenerlos en cuenta sería una grave negligencia. Sin valorarlos, la lucha por la utopía de Jesús de Nazaret resulta tarde o temprano inviable. La sola percepción de su imperativo no capacita suficientemente para soportar la carga del amor solidario en esta sociedad inmisericorde. Suele conducir al maniqueísmo, al purismo rigorista o al catastrofismo. Todos estos talantes debilitan la capacidad de resistencia y conducen tarde o temprano a claudicar razonablemente ante el inevitable empuje del dulce encanto de la burguesía y de la vida privada.

           Me sirvo de una fórmula de J. I. González Faus, se trata de ser contemplativos en la relación y contemplar es inmensa bondad que circula discreta y anónima –pero a raudales- por los caminos del mundo[3]. Frecuentemente las semillas de los nuevos tiempos no llegan con los vendavales, como cantaba Carlos Cano en memoria de Diamantino García; ni la libertad es como «un viento que arranca los matojos para que surja la verdad; y limpia los caminos de siglos de destrozos contra la libertad», que nos enseñó a cantar J. A. Labordeta. A menudo la utopía se hace presente en la forma de una brisa suave, como nos recuerda el Primer Testamento (cf. 1Re 19, 12).

         

  • 4.5. Recibir el aliento y la compañía de los testigos.

           “En tiempos oscuros nos ayudan quienes han sabido andar en la noche”. Estas palabras de E. Sábato nos sugieren la necesidad que tenemos los cristianos recordar y narrar las historias contemporáneas de cuño evangélico, que actualizan biográficamente la tradición de Jesús de Nazaret. En las horas más oscuras y en los lugares más sombríos del siglo XX siempre ha habido en nuestro entorno “una gran nube de testigos” (Heb 12, 1-2) que, como Diamantino en Andalucía, nos enseñaron a caminar en la oscuridad. Fueron escribiendo con sus propias vidas -y en numerosas ocasiones con su propia sangre derramada- evangelios de fraternidad contracultural a la medida del Testigo Fiel. Esas historias existen y están siendo narradas por algunas iglesias y muchas comunidades cristianas.

           La última centuria produjo una rica cosecha de historias intempestivas de solidaridad. Sus protagonistas pretendieron dar la palabra a los sin voz y ser salida real para una sed de justicia que clamaba al cielo. Cada una de esas historias constituye un pequeño relato de un hombre o una mujer que pretendió ser bueno como Dios, sin conseguirlo plenamente. Todas ellas son reales como la vida misma. No tienen nada en común ni con los viejos mitos, ni con los nuevos grandes relatos virtuales. Sus protagonistas no son héroes, ni poseen poderes fantásticos. Son hombres y mujeres de carne y hueso que han experimentado el cansancio que produce la ayuda a las víctimas, el desgarro de su dolor sin límites, el amargor de sus lágrimas, la impotencia de la palabra, de cualquier palabra, ante el sacrificio cruel de la violencia. Frecuentemente se trata de hombres y mujeres derrotados y asesinados por la fuerza de los ídolos, cuya memoria es el mejor antídoto contra todo fundamentalismo militante. Incluso cuando accedemos aceptar la muerte como precio y condición de la vida, aun si nos atrevemos con franciscana simplicidad a llamarla “hermana” y “amiga”, sus muertes, como la de Jesús, son de esas muertes que nunca debieron existir. Sus historias -¡tan vulnerablemente humanas!- nos permiten recuperar un poco la esperanza en los seres humanos. Sus rostros poseían rasgos raciales diferentes y sus voces hablaban lenguas diversas. Sus biografías, sin embargo, responden a un perfil humano común: el de quienes son a la vez justos y pecadores; militantes incansables de las grandes causas históricas y enganchados a pequeñas aficiones familiares; navegantes enriquecidos en el interminable viaje hacia Itaca y náufragos tercamente aferrados a los restos del hundimiento de las utopías en medio de la inmensidad del océano; resistentes a las inclemencias y vulnerables a la ternura; constantes en el bregar y cansados de la faena; centinelas del mañana y con los ojos cargados por el sueño de incontables noches de vigilia. En fin, ¡hombres y mujeres de los que no era digno el mundo! Sin embargo Dios ni se avergonzó de ellos, ni tuvo a menos ser llamado Dios suyo. Errantes por el desierto de la historia paradójicamente recibieron su visita como Voz inquietante y Exceso amoroso (Heb 11, 16.38).

           Caminaron junto a sus contemporáneos, empeñados en inventar el mundo de nuevo, henchidos de esperanza en el futuro y de ironía hacia las pretensiones de los alquimistas de la inevitabilidad. Sus itinerarios vitales desprendían el seductor perfume del Evangelio y contagiaban el talante humano de Jesús. Sus vidas aleccionaron a cerca de que la auténtica espiritualidad consiste en vivir historia adentro, seducidos, movidos y consolados por el Espíritu de Jesús, buscando la ciudad futura y afincados “fuera del campamento”, en ese lugar donde los pobres cargan con “su oprobio” (cf. Heb 13, 12) y su “necesaria” crucifixión (cf. Jn 11, 50).

 

  • 4.6. Defender la alegría.

           El cristianismo está necesitado de recuperar la alegría y el humor que brotan de la fe para sostener la esperanza en la adversidad. Si uno revisa las fuentes de la revelación judeocristiana parecería que el humor es algo contrario a la fe. Más aún, la risa parecería una expresión de la falta de fe (cf. Gen 17, 15-21; 18, 1-5).

        Personalmente considero el humor como un elemento crucial de la experiencia humana y cristiana, en cuanto constituye una promesa de redención de la que da cuenta la fe cristiana. En todo caso acordemos que los cristianos deberíamos practicar, como pide M. Benedetti, la defensa de la alegría como una forma de defender la esperanza:

 

“Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho

          Deberíamos hacerlo de tal manera que un cristianismo malhumorado nunca jamás vuelva a dar pie a una estrofa como la última:

defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría[4].

 


[1] Zamora, J. A., Th. W. Adorno. Pensar contra la barbarie, Trotta, Madrid 2004, p.284.

[2]Véase F. J. Vitoria Cormenzana, Otro mundo es posible. La utopía de la familia humana vs. el poder sacrificial del nuevo orden, en Iglesia Viva 219 (2004), pp. 59-73.

[3] cf., o.cit., 442-443.

[4]Inventario. Poesía 1950-1985, Visor, Madrid 1992, p.134.

6 comentarios

  • joana

    necesitamos más que nunca personas esperanzadas y luchadoras. Resistir en estos tiempos de crisis es necesario si queremos crecer interiormente.

  • Gabriel Sánchez

    La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar. Eduardo Galeano
    Con cariño Gabriel

  • Carmen (Almendralejo)

    Saramago en una invitación del profesorado del Almendralejo dijo…

    Que quienes son pesimistas es porque van delante y tienen mayor inteligencia de quienes ven la vida de color de rosa.

    Recuerdo a Jesús diciendole a su Comunidad… “No tragio la paz, sino la guerra entre padres e hij*s, entre hermanos…”

    Y es que a veces, confundimos aquello que el avetruz hace con la utopia.

  • Asun

                 ¡La utopía ya es!
     
    Vivir la esperanza contra toda “esperanza”
    La alegría contra toda  “alegría”
    No es locura ni ceguera.
    Espacios de inmenso vacío
    Se confunden entre sí
    Sin confundirse con sueños
     
    Donde anida fluye sin obstáculo
    Las alas despiertas, avispadas
    En vuelo suave y atrayente.
    Testigo de relación, donación
    Que derrocha lo que es
    En todo aquello que somos.
    ,
    El sueño de Dios no duerme
    Se comunica y respira:
    Lo que Es, ya Es.
    Atento, el todavía sí despierta,
    No se impone, es luz y sabor
    Sin tiempo ni espacio o parte.
     
    En Jesús se despliega sin límite
    Ya todo es le atrae,
    Como realidad toda:
    Nada falta, nada sobra
    Confianza plena del Testigo fiel.
     
    Recovecos de ensueños,
    Quimeras en sombra insinuante
    De aparente e iluso pa`tras,
    La humildad lo trastoca en pa´lante.
    ¡Ya todo es!… profundo silencio …
    …Confianza se expande…
     

  • Gabriel Sánchez

    Es difícil no coincidir con el planteamiento general de Vitoria, la Cruz, el no poder, el estar en la realidad y avanzar junto con…Pero existe una matiz…que me gustaría desde mi humildísima vivencia- praxis…
     
    Entiendo que el ejercicio de conversión al camino de Jesús de Nazaret y lo que permite esa vinculación con la realidad (que si no queremos significarla como un termino filosófico es siempre realidad histórica y por lo tanto refiere a los rostros de nuestros hermanos y de los seres de la creación toda) es un convertirnos al sentir-mirar de Jesús…basado, referido a lo que el nos trasmite en su vida, en su hechos y palabras, fundamentando nuestra relación de amistad, de entrega y de amor a Él…(Jn. 15,5).-
     
    En definitiva esa sentir-mirar de Jesús al que nos vamos convirtiendo, cambia nuestra relación con El, con los hermanos y con la creación (la realidad)  esa mirada que nos enseñar a amar la realidad (a los otros hombres y a la creación), sin embargo no ceja de luchar (profetizar, anunciar…con hechos y palabras) el Reino…ese conmoverse de Jesús ante los hermanos, esta vinculado a su anuncio del Reino (actividad curativa, el auto donarse, el testimonio, la proclamación y el impulso para cambiar la realidad en Reino) (Cfr. Mt. 9, 35-37)… Es decir de tensionar, empujar, luchar para que la realidad, se encamine hacia el Reino…, huyendo de las tentaciones del desierto (ser más, tener más y poder más que los otros), a tal punto que la Cruz…y la Resurrección se vuelve la encrucijada de todos nuestros caminos…Por esto los gurises enganchados, la mujer sola que cría a sus hijos con 200 euros (5000 pesos) por mes limpiando pisos  y que cada día se encorva más, los que ocuparon una tierras para hacerse una vivienda porque no tenían techo en el barrio Capra…o las ocupaciones de tierra en la Argentina…Desde allí desde los postergados, Jesús, proclama el Reino, no para excluir a los poderosos y ricos, sino para que se conviertan (Cfr. Lc. 12,9 , 34)..
     
    En este tiempo histórico, el seguidor del camino de Jesús Resucitado, debe hacer opciones, estamos condenados a hacer historia, (Vitoria dirá  La realidad es como es y nadie puede huir de ella.).  Esas opciones se configuran  en el  sueño que nos trasmitió Jesús de Nazareth  (el Reino de Dios) o en el antireino…
     
    El participar de las iniciativas políticas, sociales, espirituales, afectivas  y económicas que intentan mantener o cambiar el statu quo de nuestras vinculaciones, hacia las que Dios quiere, o no…Es una opción que configura nuestro aporte…o ausencia de el a la construcción del Reino…También están las opciones que van en la línea de ceder a las tentaciones del desierto…(tener-acumular más que los otros, poder-acumularlo más que los otros y ser-considerarnos superiores a los otros), en esa línea van quienes optan por formas de actuar en la realidad que no se compadece de lo que nos decía el libro de los hechos (Hch 2,44 – 4,32)  Y en esto no hay neutralidades, se ama a las personas y a la creación pero no se deja de luchar…para que esta se vaya transformando en Él en el Reino…Eso quiere decir tomar opciones comprometidas, cuando todo se viene abajo, cuando vivimos en Egipto por ejemplo y todo el mundo sale a la calle a pelear por la Libertad y por la Justicia, el quedarse cómodo en caso…es no optar, es negarse aportar para transformar la realidad, es sumar para  la fuerzas de la oscuridad…y del antireino…Claro que esto se hace desde la Cruz…más allá de la eficacia, más allá de que el esfuerzo parezca inútil se da todo lo que se es y se tiene…lo demás lo obrara el Espíritu de la Vida, el Espíritu Santo…y que no tendremos ni poder, ni fortuna, ni honores para realizar esta tarea, que cotidianamente se realiza en cada actitud, gesto y acción en nuestra vida cotidiana…Teniendo en cuenta que si miramos a nuestro alrededor ese Espíritu ya ha suscitado caminos y acontecimientos, junto con hombres de buena voluntad, para ir trasformando la realidad, (como algunas portales como ATRIO, REDES, MOCEOP, REBELION ETC) que nos llama a participar y a tomar conciencia que nuestro aporte a ese esfuerzo por transformar la realidad Jesús Resucitado, lo va transformando en Reino aquí y ahora, aunque todavía no en Plenitud…Por esto nuestras opciones cotidianas, en todo, las relaciones familiares, barriales, trabajo, comunitarias y nuestra inserción política, social, cultural, espiritual…es donde se juega nuestra fidelidad a Jesús de Nazareth y a su Sueño…El Reino de Dios…Un abrazo para todos, desde un nubladoy por suerte más fresco Montevideo, Gabriel Sánchez

  • Sarrionandia

    Voz de mitin abrumador!
    Hay quien pinta la realidad, la realidad humana, con dos o tres palabras, como Jesús, y hay quien  necesita libros de más de mil páginas para recordar esas palabras
    Creo que la esperanza es la responsabilidad cristiana.