En la última Semana Andaluza de Teología (octubre 2010) F. Javier Vitoria Cormenzana, Catedrático de Teología en Deusto, miembro de los Consejo de Iglesia Viva y Cristianisme i Justicia, expuso una ponencia sobre Utopía y Esperanza. El mismo autor nos ofrece la posibilidad de presentarla en tres entregas, para que sea comentada y discutida en ATRIO. Hoy, antes de empezar la lectura de la ponencia invitamos especialmente a leer el esquema que se irá desarrollando en los próximos martes teológicos y la cita de Diamantino García con que se introduce la ponencia:
25-1-2011:
1. Breve memorial de un desengaño.
2. Balance del crepúsculo de la utopía.
2.1. Pensar con sobriedad la historia.
2.2. Desenmascarar el presente.
2.3. La falta de energía para construir el presente.
2.4. Persistencia y mutación de la utopía.1-2-2011:
3. La utopía de Jesús de Nazaret: El Reinado de Dios para los pobres y los pecadores.
3.1. Otro mundo es posible
3.2. Otro corazón humano es posible
3.3. La alianza con los pobres y el combate contra Mammón y los poderes diabólicos.
3.4. La esperanza de Jesús: contra toda experiencia.
3.5 La esperanza recobrada de sus discípulos.8-2-2011:
4. Dar señales de Esperanza en un mundo injusto
4.1. La honradez con lo real: solidarizarse con la historia que por gracia nos ha tocado vivir.
4.2. Soñar el sueño de Dios
4.3. Transformar la realidad en la medida de lo posible sabiendo que Dios da lo imposible.
4.4. Contemplar la bondad que circula por nuestro mundo.
4.5. Recibir el aliento y la compañía de los testigos.
4.6. Defender la alegría.
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«Que con la práctica de nuestro compromiso diario hagamos decir a los que nos rodean: “Aquí no está todo perdido”. Aquí hay señal de Esperanza. Dar señales de Esperanza» (
Diamantino García)
«Dios es más objeto de esperanza -respetuosa del misterio- que de saber»[1]. Y, por ello mismo, es menor la sabiduría del corazón creyente sobre Dios que la gran esperanza que siente: la humanidad sobre la tierra, impulsada y acompañada por el Espíritu de Dios», camina poco a poco hacia la culminación del Reino de Dios anunciado por Jesús de Nazaret. El Reino es la gran meta divino/humana proclamada con multitud de palabras por la tradición cristiana.
Este horizonte de lo humano denuncia la miopía de una ciudadanía con su «esperanza desvanecida», que se ha dejado secuestrar su mejor utopia (una humanidad libre en una sociedad justa y pacificada) por los encantos de los mercaderes y de los mercenarios; y que, al mismo tiempo, padece colectivamente algo que bien se podría denominar «el síndrome de Estocolmo». Señala también el estrabismo de muchos cristianos nostálgicos que entornan sus ojos hacia el pasado como si en él se hubiera garantizado mejor la salvación de Dios. Pero sobre todo el horizonte del Reino es una provocación que invita a caminar[2] y a “organizar la esperanza” en este mundo.
Vivimos, sin embargo, un momento histórico en el que resulta realmente problemático permanecer abiertos al futuro y constantes en la esperanza. Son tiempos en los que el cristianismo debe «salvar la esperanza» y ofertarla como su mejor contribución a la humanidad. No hacerlo significaría abandonar a su suerte a los hombres y mujeres de hoy.
1. Breve memorial de un desengaño.
La sencilla rememoración de la biografía personal y colectiva de la generación a la que pertenezco será suficiente para percibir la singladura que la conciencia utópica ha seguido en los últimos cuarenta años.
El segundo tramo de los años cincuenta del siglo pasado constituyó una especie de escenario de la espera donde permanecimos cautivos por una expectativa de la Utopía que, como Godot[3], el Personaje Ausente, no acudía nunca a la cita. Los años sesenta discurrieron entre climas culturales favorables a los sueños utópicos. La distensión de la guerra fría en el panorama mundial, protagonizada por J. F. Kennedy y N. Kruschev, los intentos de un marxismo con rostro humano, la irrupción de los pobres en la escena mundial (las luchas de los pueblos latinoamericanos, el triunfo de la revolución cubana, Vietnam y las figuras/símbolo de Ché Guevara y Camilo Torres, etc.), los movimientos contraculturales europeos y norteamericanos, las campañas en favor de los derechos civiles de las minorías negras lideradas por M. L. King y la apertura eclesial de Juan XXIII, son algunos de los procesos históricos y de las personalidades humanas que hicieron posible los sueños y los cantos de esperanza. H. Marcuse había escrito: «cualquier nueva forma de vida sobre la tierra, cualquier transformación del contexto técnico y natural, es una posibilidad real, que tiene su lugar propio en el mundo histórico»[4]. Pedir un mundo sin clases y sin hambre, un mundo justo y libre era puro realismo porque parecía que se tocaba con la punta de los dedos.
El año 1968[5] constituye la fecha emblemática del final de un tiempo en el que se aceptaban unos objetivos históricos de índole utópica. Aquella explosión del mayo francés nos dejó tras de sí la amenaza nuclear, el abismo de la pobreza, el deterioro creciente del medio ambiente; y produjo por defecto el desvanecimiento de todo horizonte utópico. Cuarenta y dos años después el realismo ya no consiste en pedir lo imposible, sino en sacar el máximo provecho a la modesta oferta del momento. Lo más razonables es no perderse el ahora. Un sentimiento difuso de pérdida nos acompaña desde entonces. Resulta bastante fácil detectarlo. Nuestros diálogos y nuestros diagnósticos culturales están plagados de palabras como des-encanto, des-esperanza o des-ilusión. Seguramente hoy podemos hablar de una experiencia común de des-engaño. Todo parece confirmar hablar del socialismo como de “un género cultural y político equívoco, muerto en París en mayo del 68” (B. Henri Levy) ya no es simplemente una “boutade” de un progre de derechas.
Entonces el clima cultural propició un movimiento social que demandaba un poco adolescentemente una plenitud quimérica: ser realistas pidiendo lo imposible. Estaba protagonizado principalmente por “niños-bien” y marxistas bienalimentados, que poblaban las universidades y dirigían su protesta contra el mismo sistema que los había hecho privilegiados, pero infelices. La felicidad soñada no llegó a los balnearios del Norte, y hoy reina el desencanto en Occidente como consecuencia del cambio cultural. Muchos de los hippies de anteayer se convirtieron en los yuppies de ayer. Algunos de los más destacados vendedores de sueños y de fantasías liberadoras de antaño se han convertido en expertos alquimistas del pragmatismo. Aquella generación, ya madurita, trata de mantener sus antiguos y más recientes privilegios, mientras aprende a renunciar indoloramente a la felicidad. Gran parte de sus hijos o sus hermanos menores viven su existencia desnortados. La brújula de sus mayores que señalaba el camino hacia el horizonte utópico, ha sido sustituida por el rádar que busca el lugar -muchas veces autodestructivo- hacia donde deben dirigir sus “movidas” y sus descargas emocionales. Este cambio deja pendiente la cuestión de la solidaridad con los pobres del mundo y los marginados sociales de las sociedades avanzadas.
2. Balance del crepúsculo de la utopía.
La memoria colectiva siempre asociará el final del siglo XX con el derrumbamiento del socialismo real y con la apoteosis del capitalismo democrático. Voces interesadas quisieron hacer coincidir 1989 –la fecha/recordatorio de los acontecimientos acaecidos en los países del Este europeo– con “el fin de la historia”. Las huestes neoliberales levantaron acta de defunción de todo sueño utópico. La izquierda no supo que hacer con los despojos de la utopía. Y muchos de ellos curaron de su perplejidad apuntándose tan apresurada como impúdicamente al bando vencedor. El mundo -proclaman- se ha quedado sin alternativas. De ahora en adelante el victorioso capitalismo democrático será el encargado de resolver todas las contradicciones de nuestra sociedad. Por algún tiempo tendrá que soportar conflictos en el Tercer Mundo, pero conseguirá finalmente que todos los pueblos se vayan organizando de acuerdo con este modelo único a base de realizar ajustes y retoques en el sistema.
Sin embargo, conviene apresurarse a decir que el anuncio del fin de la utopía es anterior al colapso del socialismo real. Aquélla se encontraba ya petrificada hacía lustros en el Este[6]; el capitalismo occidental –como recuerda P. Berger– siempre ha carecido de “capacidad mitopolítica” para generar los entusiasmos y las esperanzas de una ciudad justa; y la utopía nacida de la revolución francesa -libertad, igualdad y fraternidad- se empantanó en el individualismo de la visión burguesa. Pero lo peor de todo es que además fueron a parar a la barbarie del nacismo, del estalinismo y de la bomba atómica.
En nombre de utopías de todo tipo los seres humanos hemos sembrado la historia de barbarie y terror: «Aun con las mejores intenciones de crear el cielo en la tierra, la utopía sólo consigue crear un infierno; un infierno como sólo el hombre es capaz de construir para sus semejantes» (K. Popper). Muy singularmente en siglo XX. La modernidad “ideó” la utopía con los viejos materiales de un ser humano que se creía en posesión de la palabra total sobre el futuro y del dominio total sobre el presente. Y además se intento imponerla por la fuerza. Se tardó más de la cuenta en comprender que este sueño dogmático se había convertido en una pesadilla: la de los totalitarismos modernos (nazismo y estalinismo). Todo excesivo: ¡Demasiado tarde! ¡Demasiadas víctimas humanas! ¡Demasiados fallos en las señales de alarma! ¡El pasado se construyó sobre una multitud incontable de cadáveres! El recuerdo de las víctimas de Auschwitz y de los gulag soviéticos se alza como el gran reparo para seguir manteniendo semejante sueño idealista. La utopía se ha proscrito bajo sospecha de ideología infernal o ensoñación bobalicona.
Éste es el estado de la utopía: desvanecida y agonizante. Y esto explica que un intelectual de tanta influencia en la opinión pública española, como Fernando Savater, haya podido escribir que la afición por la utopía le parece un factor de enajenación y pauperización cultural tan poco recomendable y tan perjudicial como la de “los culebrones” televisivos[7]. Reconozcamos lo que hay de indiscutible en el texto del filósofo vasco: la existencia de totalitarismos en nombre de la utopía. Pero ¿qué oculta el alegato de Savater contra la utopía?
Su descripción caricaturesca de la utopía oculta un pragmatismo hegemónico y rampante que, disfrazado de realismo, es al menos tan cruel y violento como el de las viejas utopías y tan capaz como ellas de convertir el mundo en una barbarie. E. Bloch ya distinguió entre el que sueña despierto y quien, despierto, dice que hay que soñar; entre iluso e ilusionado, entre «utopista» y «utópico». Desde esta conciencia un amigo del pueblo, como lo fue Diamantino García, «se sentirá moralmente a gusto con el uso de la palabra “utopía” en un sentido muy preciso: ideal, ilusión, esperanza, ensoñación, iluminación, premonición o idea reguladora de una sociedad alternativa a este mundo de la globalización neoliberal que conocemos, esto es, de una sociedad de la que podemos decir que es un mundo más libre, más igualitario, más fraterna, más justo, más humano, más habitable, más armónico. No le impostará, pues, que le llamen “utópico” en ese preciso sentido. Pues si bien es cierto que toda utopía puede dar, con el tiempo, en su contrario, más cierto es que lo existente ha dado ya en lo contrario de lo que la utopía quiere […] En cambio el amigo del pueblo se sentirá a disgusto ante el uso del término “utopía” en el sentido de ilusión genérica, ideal o sueño que a todo hombre conviene tener para no convertirse en pingo almidonado, si al mismo tiempo se está concediendo ya de entrada que esa utopía es como el País de Jauja, como el país que no llegaremos a ver nunca jamás. Pues en ese uso el principio del deseo imaginativo choca con el principio de realidad: ser hace literatura y se limita a lo literario. Lo cual, siendo hermoso para los literatos, suele chocar con las urgencias de aquellos otros, los de abajo, a los que se pretende beneficiar […] Por último, el amigo del pueblo, allí donde éste exista, se sentirá a disgusto, creo, ante el uso de la palabra “utopía” para designar ideas, teorías, anticipaciones o intenciones que no se realizaron tal cual querían o pretendían quienes las postulaban. Pues la ideología dominante tiende a llamar “utópico” a todo lo que cabe en su baldosa […] Llamar “utópicos” por sistema a todos los perdedores de la historia es negar media historia. Y es precisamente esa otra media historia la que el amigo del pueblo tiene que recuperar para que el pueblo mismo llegue a saber que los derechos que hoy tiene, un día considerados utópicos por los que mandaban entonces, se los debe principalmente a estos perdedores (momentáneos) de la historia. La historia de la utopía en el siglo XX debería enseñar, en suma, a distinguir entre hacerse ilusiones y tener ilusiones.»[8]
[Entre paréntesis y como contraste de los tonos solemnes que solemos adoptar los teólogos, cuando hablamos de estas cosas, me voy a permitir la ironía cariñosa de dedicar a todos los “Amadores Savateres” una provocación acerca de la localización de la utopía: «La Arcadia existe ya sólo en los anuncios. Allí habitan mujeres hermosas. Hombres fantásticos, niños felices y ancianos de mirada serena, generalmente con gafas. Para el entusiasmo continuo les basta con un flan en un envoltorio nuevo, una limonada de agua pura, un spray contra el sudor de pies, papel higiénico impregnado con olor a violeta o un armario, aunque tampoco hay nada extraordinario en él, aparte del precio. La expresión de felicidad en los ojos, en toda la cara, con la que una refinada belleza contempla ese rollo de papel higiénico o abre ese armario como si fuera la puerta de Sésamo, se contagia por un instante a todo el mundo. En esa empatía quizá haya también envidia, quizá hasta un poco de irritación, porque cada uno de nosotros sabe que no sería capaz de alcanzar ese estado de éxtasis bebiendo esa limonada o usando ese papel, que no podemos entrar en la Arcadia, pero esa atmósfera luminosa tiene su efecto. De todos modos, para mí estaba claro desde el principio que, a medida que se perfeccionaba en la lucha de las mercancías por subsistir, la publicidad nos dominaría no porque la calidad de 1as cosas fuese cada vez mejor, sino porque la calidad del mundo era cada vez peor.¿Qué nos queda en las ciudades abarrotadas bajo la lluvia ácida después de muerte de Dios, de los altos ideales, del honor, de los sentimientos desinteresados, aparte del éxtasis de señoras y señores de los anuncios de galletas, flanes y lubricantes como si contemplaran el advenimiento del reino celestial?»[9] Solo se me ocurre un comentario en relación con le término utopía. Entre las muchas cosas que no hay que dejar en manos de los de arriba hay una muy importante: la definición de las palabras. Desde el Génesis se nos recuerda que la capacidad de poner nombre a las cosas es esencial para conocer y cambiar el mundo]
2.1. Pensar con sobriedad la historia.
La utopía ha perdido la inocencia de antaño, pero no su vigencia. Vamos a comenzar por lo positivo. Conviene decir que la marea que desbarató la solidez de los sueños utópicos, también ha dejado sobre la arena algún material, que conviene se aproveche para poder seguir avanzando hacia un mañana más humano.
La experiencia del siglo XX dinamitó el optimismo ingenuo sobre el que se fundamentaron las esperanzas históricas modernas. Todos los proyectos humanistas han experimentado las consecuencias de esta sacudida. El rigorismo y la inflexibilidad ante la parcialidad de las realizaciones de la utopía, fruto muchas veces de costosos compromisos históricos, han llevado al traste un sinfín de proyectos humanizadores y los han dejado literalmente sin futuro. El intento de caminar en línea recta del sueño a la realidad, dejando de lado los meandros de sus realizaciones históricas, los han terminado por convertir en antievolutivos. Tras el fracaso de las interpretaciones exuberantes de la historia ha llegado la hora de pensar el futuro con sobriedad. El aprendizaje de la sobriedad le sienta magníficamente al pensamiento utópico. Esta modestia propicia la tolerancia y la paciencia histórica que, justamente con la compasión solidaria con las víctimas del presente, constituyen el humus más idóneo para la fecundidad de la utopía.
Como recuerda C. Magris, uno de los pensadores europeos más lúcido de nuestro tiempo, el principio del milenio necesita la utopía unida al desencanto. Ambas, antes que contraponerse, tienen que sostenerse y corregirse recíprocamente. El final de las utopías totalitarias sólo es liberador si se acompaña de la conciencia de que la emancipación, prometida y echada a perder por esas utopías, tiene que buscarse con mayor paciencia y modestia, sabiendo que no poseemos ninguna receta definitiva, pero también sin escarnecerla. Esta generación tiene que volver a experimentar, y no sólo una vez, la experiencia traumática pero salvífica de los primeros cristianos: esperaban la parusía, el retorno del Salvador que les había sido prometido, la llegada del Paráclito, confiados en que vendría ya durante sus vidas. La parusía no llegó y no fue nada fácil, para aquellos creyentes desilusionados, resistir a la decepción y entender que no se trataba de un mentís, sino de un aplazamiento de la salvación; y quizás ni siquiera de una moratoria, sino de la revelación de que la salvación no llega una vez para siempre sino que está siempre en camino, hasta el final de los tiempos[10].
2.2. Desenmascarar el presente.
El futuro resulta siempre imprevisible y no se puede imponer dogmáticamente y a la fuerza. Pero el material con el que se construye (el presente), aunque no sea totalmente dócil a la mano que lo trabaja, es maleable. Actualmente la mano que lo esculpe lo va modelando con los rasgos de un individualismo apático, insolidario y satisfecho. Resulta imprescindible someter al presente a un ejercicio de desnudez que deseche sus disfraces y arranque sus máscaras. Consumidores y zombis, playboys y “passotas”, “berlusconis” “trepadores” del poder y “bedeles” encargados de ocultar o “reciclar” la basura, videntes y telepredicadores de todo tipo, son algunas de las caricaturas de este hombre individualista y narcisista a ultranza que ha reemplazado a la genuina imagen humana.
Una antropología empequeñecida, “el hombre no es sino… un animal egoísta”, ha sustituido a la ilusión moderna del “seréis como dioses”, y una filosofía de la historia idealista y revolucionaria, que daba por descontada la victoria final, ha dado paso a una práctica voluntariosa y sin visiones de futuro, que se niega incluso a pensar con sobriedad la historia.
El ser humano real es un conjunto de pasiones y deseos ordenados en torno al propio interés. La resignación individualista es el talante epocal y el vértigo a la solidaridad el síntoma mayor del malestar de la cultura actual. Enfrentarse al presente y hacer un rostro humano que responda al hombre utópico del proyecto de hermano parece imprescindible para recuperar la dignidad perdida. El pecado de la modernidad consistió en trastocar la meta humana: creyó que la cualidad de lo divino era el poder. Y convirtió la historia en un infierno totalitario. El pecado de este momento postmoderno consiste en renunciar a la meta: la solidaridad y la comunión como cualidad de lo divino. Y abandona a su suerte a los condenados a los infiernos de la pobreza de nuestro mundo.
2.3. La falta de energía para construir el presente.
Todas la voces que nos alertan sobre la enormidad de los desafíos con los que nos enfrentamos, nos señalan igualmente una aún mayor debilidad para poner en práctica algunas de las recetas que tenemos para salir del marasmo en el que nos encontramos. Convertir el presente en presencia de sus posibilidades civilizadoras reclama un amor solidario y compasivo. Esta cuestión se escamotea habitualmente en las propuestas de solución y de este modo se recorta el presente y se amputa el futuro de la humanidad.
Los últimos estudios sociológicos de valores muestran unas sociedades avanzadas, que afrontan el futuro sin grandes pasiones, y que tiene serias dificultades para movilizarse en favor de causas verdaderamente humanas. Agazapados en la sombra de una historia en la se niegan a participar, sólo las vacaciones y las rebajas resultan acontecimientos suficientemente apasionantes como para movilizar a la mayoría de los ciudadanos. Las pasiones y los afectos no valen la pena. Cada día más insertos en la rutina, son prudentes, moderados y aspiran a la tranquilidad. Sólo los rechazos son violentos, los proyectos ya no lo son. Un sentimiento global de satisfacción con la vida lo invade casi todo, a pesar de la amenaza de la crisis y de la sociedad dual. En estas circunstancias parece comprensible que salvarse consista en no aburrirse y en gozar de las infinitas posibilidades de la fantasía. Pero esto no es suficiente para salvar el futuro de la humanidad. Intencionalmente queremos, pero no podemos. El pragmatismo conservador y la obediencia ciega a lo posible han lastrado nuestras mejores intenciones.
No contamos con una energía real capaz de movilizar las fuerzas, la imaginación y la generosidad de la comunidad humana en la dirección pensada y deseada, justamente cuando es el tiempo de la utopía más necesaria (R. Bahro). A la vista está que la llamada utopía racional no da para tanto. Y esta falta de vigor utópico hace enormemente vulnerable nuestro presente y fragiliza nuestras expectativas de un futuro más humano.
2.4. Persistencia y mutación de la utopía.
Una especie de catarata de melancólica nostalgia nos impide percibir que la utopía sigue estando vigente entre nosotros, aunque sea tan minoritario como siempre. Hoy como ayer el espíritu de la utopía hay que buscarlo en el pensamiento crítico y alternativo de las corrientes heréticas o heterodoxas de las tradiciones de liberación[11]; y, ¡cómo no!, entre los pobres del mundo[12]. El mundo mayoritariamente real –el de los pobres del Sur y el de los excluidos sociales de la barriada del Norte– no se puede permitir el lujo de negar su vigencia. Allí se encuentran en la necesidad de proclamar contra viento y marea la visión de «una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad» (G. García Márquez). No tienen –como ha recordado L. Boff– ningún mérito especial: si el presente no les pertenece y el pasado es el de sus colonizadores o el de sus señores, sólo les queda el futuro para soñarlo. Se trata de la utopía dura y solidaria de los pobres, que nada tiene que ver con la quimera de los privilegiados de Mayo del 68.
Sin duda alguna ha sufrido cambios y transformaciones profundas. Sobre todo se ha curado de cualquier optimismo histórico. Pero está ahí con su capacidad crítica y su provocación movilizadora de siempre. Los antiguos sueños escatológicos han sido sustituidos por la pretensión de saber cómo el homo faber y aprendiz de brujo toma en sus manos y gestiona los medios por él ideados, que parecían estar al servicio de una meta universal, pero que se han emancipado y nos conducen a donde no queremos. Ya no soñamos con los estadios de plenitud de un proceso permanente de crecimiento; la mirada utópica se fija en sus límites y busca cómo gestionar democráticamente la crisis de civilización en la que nos encontramos inmersos[13]. La utopía ya no aparece como una representación ideal de la meta última de la historia, que nos invita a caminar en esa dirección hasta alcanzarla. Se ha producido una especie de mutación. Ahora la imaginación utópica se moviliza en la dirección del control y la administración democrática de los medios e instrumentos (políticos, técnicos, económicos y culturales) ingeniados por los hombres. La pretensión de una gestión y de una administración democráticamente solidaria del mundo y de sus recursos es el único dinamismo capaz de hacernos progresar –con el tiempo propio del fermento– en la dirección de un Nuevo Orden Internacional. Nos hemos dado cuenta que muchas de las metas con las que el hombre soñó hace una centuria (p.e., un mundo sin hambrientos) están hoy técnicamente al alcance de su mano, aunque cada día perezcan más lejanas de las verdaderas intenciones políticas de los poderosos.
[1]Gutiérrez, G., Un lenguaje sobre Dios, en Concilum, 191 ( 1984), p. 55
[2] «Para qué sirve la Utopía?//Ella está en el horizonte.//Me acerco dos pasos//y ella se aleja dos pasos.//Camino diez pasos//y el horizonte corre//diez pasos más allá//Por mucho que yo camine//nunca la alcanzaré.//¿Para qué sirve la Utopía?//Para eso sirve: para caminar.» (Eduardo Galeano).
[3] Godot es el personaje principal de una obra de Samuel Beckett, estrenada en 1952 y titulada, Esperando a Godot. Dos vagabundos Vladimir y Estragon esperan en vano junto a un camino a un tal Godot. Sin embargo éste, cuya identidad no se conoce y del que no sabe lo que se espera de él, nunca llega a su cita y no aparece en escena. Pero la expectativa de su llegada tiene la virtualidad de fijar permanentemente en el escenario a los otros dos personajes de la obra. La historia de la figura enigmática de Godot puede evocarnos un tiempo -tras la segunda guerra mundial- en el que la esperanza en un futuro mejor tomaba cuerpo en el corazón de multitud de hombres y mujeres de buena voluntad.
[4]cf. El final de la utopía, Barcelona 1968, p.10.
[5]Esta fecha se suele considerar en Europa como punto de inflexión del sueño utópico: la revuelta estudiantil del mayo francés, la entrada de los tanques rusos abortando la primavera de Praga, el asesinato de M. L. King son recordados por la memoria colectiva como el final de una “época dorada” para las esperanzas históricas. Sin embargo, ese mismo año se celebraba la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Medellín) y G. Gutiérrez pronunciaba una conferencia (Chimbote/Perú) que daría origen a su obra Teología de la Liberación. Ambos acontecimientos hicieron brotar el pensamiento teórico/práctico de carácter utópico y de matriz religiosa más importante de la época moderna. El significado tan diferente que una misma fecha puede encerrar para pueblos de un mismo mundo nos avisa del peligro de esas generalizaciones a las que somos tan aficionados los europeos.
[6] «La “realidad” social innegable que representaba el poder de aquel supuesto “socialismo” era representada, contra la opinión de la mayoría de los marxistas críticos, como el único socialismo posible. Pero este punto de vista dominante en la URSS, en la RDA y en otros países del Este de Europa era sólo la continuación de la tendencia cientificista, anti-utópica, del llamado “marxismo ortodoxo”. De ahí que, si se quiere hablar con propiedad, también ahora resulta no sólo más modesto, sino también más acertado, identificar el final del “socialismo real” como el fracaso de una ilusión que era, precisa y conscientemente, la negación de la utopía»: Fernández Buey, F., Utopías e ilusiones naturales, El Viejo Topo, Barcelona 2007, 324-325.
[7]« ¡Qué escándalo! ¡Ya estamos en la última página y todavía no te he dicho nada de la utopía! ¡Y tú que a lo mejor esperabas que yo te recordara desde el prólogo que los jóvenes deben ser utopistas y todo ese bla-bla-bla! Pues nada, no señor […] ¿Entonces, la utopía…? […] Cuando a Leszek Kolazowski, un filósofo polaco actual, le preguntan que donde le gustaría vivir, suele responder con buen humor: “En lo más hondo de una selva virgen de alta montaña a orillas de un lago situado en la esquina de Madison Avenue de Manhatan con los Campos Elíseos de París en una pequeña y tranquila ciudad de provincias”. ¿Ves? Eso es una utopía: un lugar que no existe, pero no porque no hayamos sido lo suficientemente generosos y audaces para inventarlo sino porque es un rompecabezas formado con piezas incompatibles […] Pues bien, suele llamarse “utopía” a un orden político en el que predominaría al máximo alguno de nuestros ideales (justicia, igualdad, libertad, armonía con la naturaleza…) pero sin ninguna desventaja ni contrapartida dañina. Como proyecto es una tontería: supongo que quienes se lo recomiendan a los jóvenes como típico anhelo de su edad es porque les consideran bobos. En cuanto imposición es todavía peor, como han demostrado en este siglo los totalitarismos (siempre con pretensiones utopistas): es el sueño de unos pocos que llega a convertirse en pesadilla para todos los demás. De modo que no te deseo que te dé por las utopías, lo mismo que no te deseo que te aficiones a los “culebrones” televisivos»: Política para Amador, Barcelona 1992, p. 225.
[8] Fernández Buey, F., o. cit., 328-329.
[9] Lem, S., Provocación, Funambulista, Madrid 2005, 113-114.
[10]Cf., Utopía y desencanto, Anagrama, Barcelona 2001, pp. 11‑17.
[11] cf., Fernández Buey, o. cit., 328-329.
[12] «Por lo que he podido observar, la esperanza y el grado de educación están en proporción inversa: cuanto mayor es la inteligencia, la cultura o los conocimientos de una persona, tanto menor es su esperanza. Periodistas, economistas, profesores de universidad, maestras de colegio e intelectuales de cualquier clase, apenas tienen esperanza de algo vaya a cambiar radicalmente. Su saber es, a lo más, un saber de muerte; porque lo único que saben es que la situación no tiene remedio, ha entrado en vía muerta. Resulta pavoroso pensar que su actitud ante la vida, no sea más que un docto cinismo; como la ceniza que, a veces, aún conserva un cierto rescoldo de lo que fue llama chispeante, pero que, por lo general, no es más que un montón de polvo estéril, absolutamente frío. He encontrado esperanza en los que se dedican al trabajo de base… Las cosas más triviales… son las pequeñas esperanzas de la gente, las que les proporcionan, día tras día, el pan de la subsistencia. Por otra parte, el hecho mismo de la desesperanza es un lujo del que sólo pueden gozar los que no están implicados en la lucha… A este propósito quisiera decir una palabra sobre mi relación con el gran filósofo judío Karl Marx… Su deseo más firme era conjugar “saber” y “esperanza”, de modo que no fuera posible reconocer como auténtico un saber que no encerrase una buena dosis de esperanza, ni permitiese una esperanza que se resienta de saber… Sin embargo, veo que, en realidad, yo misma prescindo casi siempre de esos principios. Todo ese saber económico y ecológico que ha venido acumulándose en nuestro mundo huele a muerte. Y la creencia en una vida antes de la muerte se diluye en una añoranza y en un anhelo estéril. La dicotomía es indisoluble. La conciencia de muerte y la esperanza de vida se agarran con uñas y dientes en mi interior. Decía Walter Benjamin: “Sólo a causa de los desesperanzados se nos ha dado la esperanza”… Pero la palabra más compleja de esa afirmación de Benjamin es el pronombre “nos”. ¿Se nos ha dado realmente algo? ¿Somos nosotros algo más que meros observadores de la miseria que inunda el mundo? Es decir, ¿somos observadores que no ven más que una planificada, o incluso tolerada, muerte de los pobres?»: Sölle, D., Dios en la basura. Otro “descubrimiento” de América Latina, Verbo Divino, Estella (Navarra) 1993, 146-147.
[13]cf. Thielicke, H., Esencia del hombre. Ensayo de antropología cristiana, Herder, Barcelona 1985, 387-388.
Me gustan los titulos de la ponencia. Ah proposito de Utopias, me voy a permitir si Antonio y los conforeros me lo permiten,…voy a pegar un vinculo que refiere la utopia que se lucha diariamente y que intenta construirse y que adquiere cierta historicidad real…Y quienes se oponen en contra de las grandes UTOPIAS DE LOS PUEBLOS…y las combaten y luchan y construyen la ANTIUTOPIA…algo así como el Antireino…
http://www.redescristianas.net/2011/01/21/la-ultima-utopiael-bolvarianismo-continua-de-piea-pesar-de-todogabriel-sanchez-montevideo-uruguay/
Querida M. Luisa,
Me alegra lo que dices de Wilber, es mi maestro intelectual.
Soy un enamorado del presente, porque se que solo el instante siempre cambiante es eterno, y la eternidad es el presente.
“El Poder del Ahora” de Eckhart Tolle, es un libro que he leído, y de los que tengo en las estanterías para volver y volver a leer. No tenemos mas que el presente. El pasado y el futuro es “humo”.
Pero, por otra parte, por ejemplo: la maquina a vapor de James Watt , supongo que se descubrió debido a un proyecto de investigación. Así, casi todo. Podemos proyectar nuestro mundo en el futuro, para mejorar el siempre cambiante presente. Los proyectos los hace la mente, vivir, vivimos en el presente.
Si pensamos en un empresario ambicioso y exitoso, este ya tiene in mente lo que busca.
Si pensamos en el destino de la humanidad, para actuar, debemos saber primero que dirección tomaran nuestros actos. Y entonces dejarnos la piel, por el éxito de nuestro proyecto o visión.
A fuerza de “despotricar” de la mente, parece como si no fuese útil necesaria y nuestra.
Se hace camino al andar, pero debemos saber por donde andamos…, para abrir camino…
Pero…, cuidado con las ideologías, yo las temo. La realidad pensada, da una realidad limitada, al pensarla caemos en un reduccionismo, a no ser que seamos un Jesús o un Buda. Lo mejor es pensar, “en corto”, reformas parciales y concretas. Muchas de estas reformas parciales, también cambian el mundo. La reforma de las pensiones…, para peor…
Un abrazo
Hola!
Mi primer y anterior Comentario quiso sentar lo “positivo” de la U-TOPÍA.
Creo que fundamento más hondo no se puede pedir: La Vida humana.
··············
Si se atiende un poco se puede percibir que la U-TOPÍA humana ha venido “mutando”.
El Autor del Post lo señala acertadamente luego de trazar algunas peripatéticas trayectorias.
Pero termina apuntando hacia una U-TOPÍA, que considera será nuestra Esperanza
sin darse cuenta, tal vez, que se contradice pues:
– “(p.e., un mundo sin hambrientos)”-
Siendo la verdad a gritos estadísticos “un mundo con más hambrientos”
··············
Volvamos: ¿Dónde está la clave de esas mutaciones?
La Vida humana consiste en el rol que, como Personaje, juega el Ser humano en su Mundo.
Ese Escenario o Paisaje lo generan los Entusiasmos y Pre-tensiones suscitados por el Argumento vital de la Trama.
Sin Entusiasmos / Intereses / Ganas / Convicciones / Ilusiones / Ideales, etc.
cualquier Argumento se des-Trama y des-Hilacha el Paisaje; e.d., deja de “argumentar”, de “iluminar” la Vida humana.
Las cosas dejan de significarle algo conexo a los otros algos. Termina NO-COMPRENDIENDO NADA.
Al Ser humano le queda el sustituto de la COMPRENSIÓN: la piadosa Compasión o flan melancólico.
El Ser humano entra en zona de crisis, o zona tenebrosa. Afloja y va perdiendo tensión.
En ese estado es presa de cualquier ARGUMENTO IMPORTADO.
Por muy grandioso que le parezca aun a él mismo, no es el suyo, el que SU vida le reclama.
Si la situación persiste y se hace común a su alrededor social,
el Ser humano, el Pueblo, deserta de su vocación auténtica y se falsifica en Masa.
La Masa es compradora de U-TOPÍAS EXTRANJERAS:
Le han vendido que ella, por sí sola, “algún día y en algún lugar” alcanzará la Meta.
Cualquiera que por cualquier motivo zafe de esa “burbuja hipnótica”
será visto “en la vereda de enfrente”.
El des-burbujado, al “DAR EL SÓLO Y YA EL PRIMER PASO”
Está ¡YA! salvado caminando su propia y auténtica U-TOPÍA.
Aunque le cueste los sudores que le costare:
ES FELIZ – COINCIDE CONSIGO MISMO.
¡Vamos todavía! – Oscar.
Yo también, querido Luis, leo tus escritos con mucho interés sobre todo porque me han ayudado a interpretar mejor el pensamiento de Ken Wilben el cual, con dificultad, leí tiempo atrás pero, a decir verdad ocurrió que según iba quedando atrapada por la noología zubiriana, la cual consiste en un estudio analítico sobre el conocimiento humano, fui poco a poco desinteresándome por Wilben, aunque reconozco que es uno de los mejores en el campo de la espiritualidad. Así las cosas, metida en harina zubiriana fue cuando me di cuenta que, dadas mis circunstancias, ella me sacaría un poco a flote en los interrogantes que me planteaba el comportamiento humano.
Dicho esto, ahora, Luis, para mejor responderte, lo que haré será sustituir para el efecto que me propongo, el término utopía por el de realidad. A fin de cuentas, como dije, es en ella en donde los humanos realmente nos encontramos, aunque de momento sin saberlo. Por lo que, es mi convicción que, éste hecho, el de no ser conscientes de ello, haya sido la razón de tomarnos la delantera y hacernos necesidad de una utopía que como tal ha sido de derivación racional. (Aquí es donde a mi modo de ver se cuela la psicología) no es que vayamos en busca de un proyecto sino que es la fuerza de la realidad misma la que nos lanza ha caminar realizándonos al mismo tiempo que transitamos por ella…se hace camino al andar. Este adelantamiento utópico junto con los resultados históricos que repasa el artículo explicaría de algún modo la ineludible necesidad de repensar de nuevo la utopía.
Somos realidad puesto que estamos en ella, lo que ocurre es que nuestro yo lo inscribimos de inmediato en el ser, “yo soy” Pero nuestra primera actualidad en el mundo la constituye la realidad en ese previo ya estar en ella. Es lo que vine a decir en un comentario más abajo, lo de que tradicionalmente se ha antepuesto el ser a la realidad cuando de hecho es a la inversa.
Llegados a este punto sigue mi desacuerdo amistoso contigo porque eso que dices que mejor sería definir el proyecto como proyecto visionario es a mi modo de ver el grave error que nos ha venido dominando a lo largo de la historia. Te preguntas pues ¿Cómo perseguir algo irrealizable?
Ya lo has visto no se persigue nada y menos algo irrealizable a pesar de que, en innumerables ocasiones, sí que lo irreal se deja perseguir, desgraciadamente. Pero como digo es la misma fuerza de la realidad la que nos lanza a caminar… y en este mismo caminar en el que, en donde estamos es en la realidad llega un momento en el que se nos hace imprescindible hacérnosla presente pero entonces ya no será un presente producto de nuestra mente sino un presente de presencia, es decir de fundamento.
Por último lo de la esperanza, estoy de acuerdo contigo si la esperanza procede de una confianza que como dices está firmemente afianzada en la realidad, ahora bien “estar esperanzados” parece como que la confianza emanara de nuestras propias posibilidades con lo cual sí que entonces sería absurda la espera.
Me has hecho trabajar un montón, pillín, un abrazo, pues
Para mí, que me suelen catalogar de utópico a pesar de pisar por donde pisa el buey, toda la explicación está contenida en el título del artículo.
Si lo del “Reino de Dios y su Justicia” no es UTOPIA pura y dura, ” que baje dios y lo vea”.
Encuentro totalmente contradictorio considerarse CRISTIANO y no tener un enorme respeto y consideración por la UTOPIA.
Saludos, pues.
A ver, este es un tema apasionante, y vuestras aportaciones muy interesantes. Yo querría añadir una pizca de realismoy de “realidades” que nos podrían abrir quizá el espíritu a la utopía, ponernosla un poco más cerca, animarnos.
Se trata de un ejercicio de aquello que en tiempos del concilio vaticano II llamábamos ” signos de los tiempos”. Es difícil hablar de la utopía si no se abren los ojos a los signos de los tiempos, se corre el peligro de mover el motor con el embrague pisado…
Hay hoy un signo evidente de los tiempos, que se llama “los países emergentes”. Un nuevo equilibrio económico mundial que anuncia, casi ya lo tiene a mano, una llegada al mundo del desarrollo de la India, China, Brasil, Sudáfrica, Rusia…países que reequilibrarán el mundo y desplazarán a USA y la UE y todos los países de la OCDE a “comparsas”, compañeros de viaje, o quizá incluso a furgón de cola del desarrollo…
¿Significa quizá todo esto un anuncio de una ruptura de la frontera entre el Tercer Mundo y el Otro?
Sí, ya sé, las sombras y vergüenzas del desarrollo de China, la India y otros países `prevalecen sobre las luces; persiguen a los premios Nobel, tiranizan a los países vecinos, convierten a Africa en un vertedero de todas las inmundicias…
Se habla mucho de todas estas lacras, quizá demasiado, y se habla demasiado poco de las lacras del mundo superdesarrollado y superhijode la granp. en cuyas cercanías vivimos nosotros. Y, ¿por qué no tenemos la valentía de confesar por igual las vergüenzas de China y las nuestras? Esa obsesión por la paja en el ojo ajeno nos impide ver los signos positivos de los tiempos que, evidentemente, existen, están ahí.
Y ¿qué me decís de esa revolución de los jazmines, de ese levantamiento del Magreb y de Egipto contra los regímenes dictatoriales bendecidos por la Unión Europea que se beneficia de ellos descaradamente, de esa explosión de utopía que amenaza con convertirse en realidad y darnos a los europeos una soberana lección de sentido democrático?
Resulta, si miramos a todo esto, que no estamos remando contra corriente, hay un mar de fondo que empuja la barca de nuestras utopías hacia adelante.
A Javier Vitoria, además de felicitarle y agradecerle su aportación, quizá le reprocharía en sus planteamientos que los ha pensado en “occidental”, que debería haber alargado su mirada hacia toda esta “movida” del Tercer Mundo que ya casi esta despegando…
¿O a lo mejor el utópico soy yo?
Hola!
Todas las cosas tienen “algún lugar”. Son donde están.
No se puede hablar de ellas como siendo en el “lugar ninguno”.
·············
Esto le pasa a todas las cosas.
Aunque se muevan, lo que hacen es ir “de un lugar a otro lugar”.
·············
Los minerales parecen quietos;
más que los vegetales, que crecen en un “sitio”;
y los animales van y vienen.
¿Y el ser humano?:
más que todo bicho que camina.
··············
La vida biológica se circunscribe a
acciones y re-acciones al “lugar” en que está.
Cuando ese “lugar” o “medio” no incita al ser vivo,
la vida se adormece, y aunque no muera es como que no-vive.
Vida es andar afanoso por satisfacer necesidades biológicas.
para seguir estando vivo.
Sin embargo el ser humano, aun cuando haya calmado las tales necesidades,
notamos que no queda satis-fecho.
Por el contrario, siente que no está como a él le gustaría estar.
¿De donde saca el ser humano ese sentimiento de “mal-estar”?
Mi convicción orteguiana es que:
Hay un lugar que es el “lugar ninguno” (utopía) pre-tencioso,
que ejerce presión sobre los lugares insatisfacientes en torno.
Ese “lugar ninguno” es el “si mismo” a construir de cada cual
pujando sobre un en-torno / mundo / circunstancia in-significante
para que de verdad llegue a significar-le, a interesar-le.
El drama de toda vida humana es, precisamente, UTOPÍA SUSTANCIAL.
Y el ser humano es, por lo tanto, un ser utópico:
No tiene lugar auténtico más que el “a construir” se fabrica.
··············
Valdría notar que las circunstancias, aunque parezcan las mismas
no son las mismas según del ser humano que se trate:
por ejemplo: varón o mujer; joven, adulto o viejo; rico o pobre; español o tibetano … tú o yo o él.
···············
Por ahora ¡voy así todavía! – Oscar.
M. Luisa:
Gracias querida por tu amable manera de dirigirte a mi.
Tu comentario me hace cavilar y mucho.
En primer lugar, perseguir la utopía es precisamente lo que digo que no es psicológicamente conveniente. Porque partimos de la base de que es algo irrealizable. Y algo bueno debemos pensar de que alguna vez lo alcanzaremos, en el tiempo. La utopía sirve para caminar, pero creo que es mejor definir el proyecto por el que caminamos, como proyecto visionario, no como utopía. ¿Cómo perseguir algo irrealizable?.
Aquí creo que se da, mi concepto de base y el de los utópicos.
Este concepto de base mío, es el de que Dios está actuando en el mundo, impulsando la evolución. De la materia volvemos a Dios, luego cada vez seremos menos imperfectos.
Los utópicos creo que esto que contemplo yo, no lo ven así, deduzco que ven la humanidad como algo estático, y no es así, ni mucho menos.
No entiendo porque no es igual tener esperanza que estar esperanzado. Tener esperanza o estar esperanzado, se puede aplicar por igual a algo que resulte absurdo, o a algo que esté firmemente afianzado en la realidad. Son dos maneras de decir lo mismo.
Precisamente la firme esperanza a que me refiero, nace de la fe, de que la reforma parcial, no es absurda, y dentro de los parámetros de lo posible.
Podemos pensar a un día, una semana, un mes un año o varios años vista etc. esta es la grandeza de la mente. Pero si partimos de la base de que soñamos imposibles, estaremos soñando absurdos tontos, o soñamos desesperanzados. lo que tambien es un absurdo…
La humanidad está llamada a ser GRANDE, ¿Quien lo duda?.
Un abrazo
Creo que hay algo muy importante, ya, en el mismo enunciado del tema:
“Dentro de un mundo injusto”…
Sé, que está dentro de cada persona, también sé, que cuando se encuentra, no frenan las dificultades que desde fuera nos aplastan.
Especialmente, las que vienen de las personas, que por sistema de defensa, atacan con fuerza feroz, todo lo que intenta de alguna manera, buscar luz en su entorno.
Es hermosa su acción en cada ser, porque inmediatamente le hace volver su mirada hacia las demás personas estén cerca o lejos; porque todas ellas, forman una misma realidad.
Todo ello, en un mundo muy, muy:
¡¡¡Injusto!!!
Eso puede hacer el camino de verdad duro, muchas veces casi en soledad, porque no todas las personas “perciben” ese empuje que mana desde su interior más profundo.
No la pararán, pero sin lugar a dudas:
¡¡¡La frenarán, haciéndola muy exigente y dura en su fecundidad!!!
mª pilar
Para no atiborrar los comentarioa al artículo de Vitoria, ofrezco una dirección jmsg@ymail.com desde la que podremos intercomunicarnos.
Vista la buena acogida del nada irónico proyecto, por parte de Asun y de MªLuisa, ahora se trataría de abrir el utópico espacio para dialogar sobre este tema. Sin abandonar la ligazón con Atrio pero sin crearle una rama de diálogo especializado, podríamos inaugurar un grupo de correspndencia o un blog -cuya dirección publicaríamos en Atrio para que se sumaran como espectadores o participantes todos los que así gustaran.
En definitiva sería una prueba que, si no resultara, podría ser abandonada sin pena ni gloria.
Qué me cuentan al respecto?
Lo siento, Joxema, no me he dado cuenta hasta ahora, que también te has dirigido a mí esta mañana.
Sería un honor trabajar con Asun estas materias, en todo momento la he secundado en su modo de pensar. En cualquier caso, ya sabes, siempre que hallo un vació, en la medida que puedo y sin reparo alguno me ocupo ellas. Pienso que es de suma importancia entrar en nuestra capacidad cognitiva.
Un abrazo
Bueno, Joxema , no sé si lo dices con ironía, pero voy a intentar, precisamente hoy que el tono está bajo, llevar adelante tu insinuación.
Si la busquemos con ansiedad o queremos dar con ella con apropiación, como si fuera un objeto más, aunque sea mental, se camufla de mil formas, el mundo se torna al revés, dentro y fuera de nosotros, todo parece un imparable caos.
La utopía no hay que buscarla fuera, no hay lugar que te ofrezca la utopía como si de un aperitivo apetitoso y con ansia de apetito se tratase. Nos bombardean con esta falsa imagen de utopía, la felicidad en el tener, ideas, juicios, propiedades confundiéndonos con flashes y titulares que van y vienen impidiéndonos la entrada a nuestro verdadero ser, el que no necesita de nada de esto.
No se confía en la utopía desde la identificación con el poder, ni desde la identificación con la razón, ni desde la identificación con conocimientos ni posesiones. Todas estas actitudes necesitan asideros tangibles, palpables, materiales, no pueden verse desnudos sin nada.
Está tan cerca y dentro de nosotros la utopía que no la podemos ver, nos da miedo, desenmarañarla, verse con ella a las caras. Lo que no tiene definición asusta, pero está ahí, dentro, en quienes somos, esperando.
La utopía no es perfección a la manera nuestra de conocer, sino sentirse completos en quienes somos. La utopía no es utópica, solo deja ser lo que ya es. Encontrarse con ella es no esperar nada más. Ya todo está bien.
La certeza de que no te deja solo/a te hace mirar fuera con confianza, con convicción de que está ligada a los otros, a todo lo que es, en una interconexión oculta pero real, como la semilla en lo oculto va creciendo silenciosamente, dejando ser lo que es.
No es ostentosa, tampoco exigente ni controladora, es un hacer microscópico, de poquitos, que va empapando plenitud y armonía sin darnos cuenta. Lo que importa ya no es nosotros, sino lo que ocurre en interrelación con los otros. No busca resultados, le llegan topándose sin apenas se note….Cree en ti y en todos…..Se hace presente en todo…
Muchas gracias a Atrio y a Javier Vitoria por compartirnos esta ponencia tan esperanzadora.
Un abrazo
Seguiré con tu permiso, querido Luis, considerando algunos puntos de tu comentario de ayer con el que te mostrabas un poco decepcionado con el tema de la utopía.
Decías que ésta además de irrealizable sirve para caminar, se persigue pero nunca se alcanza. Recuerdo que en algún punto del escrito se menciona el aspecto caminante de la utopía pero esto no quiere decir que en él se camine persiguiendo algo, ya lo dijo el poeta, se hace camino al andar… y a mi parecer es precisamente ese el sentido que transmite el artículo.
Por otra parte si antes me he referido a la perfección ha sido porque ayer salió en tu comentario. En él, decías que lo lógico para remediar las imperfecciones del mundo sería acometer revoluciones parciales, pero añadías algo que me resonó como extraño: acometer revoluciones parciales pero con la firme esperanza de llevarlas a buen puerto, la firmeza de esta esperanza a cargo de qué o quien, porque si proviene del mismo intelecto egoico al que te referiste, entonces se tratará de un esperanza blanda, endeble, egoica y racionalista, sin fundamento. Creo que en estas circunstancies sí que sería ajustado decir aquello de que estamos haciendo un brindis al sol. No es lo mismo, ciertamente, tener Esperanza que estar esperanzados.
Un abrazo
Hola Luis, en mi opinión la perfección no busca lo mejor, sino lo óptimo.
En el marco donde nos sitúa este magnifico artículo, lo mejor se inscribe por definición en la existencia, entre las cosas, mientras que lo óptimo su línea es la de la realidad, (en la línea de la utopía si se quiere)
En el primer caso, la inteligencia se mueve en un ámbito reducido al que, bien podría llamársele, como tú dices, intelecto egoico. Pero en el segundo caso, necesariamente, dejará de serlo justo para que la inteligencia pueda abrirse a la intelección. Esta intelección es su función primera y fundamental, es decir, no será una selección entre cosas ya sino que en ella, en la intelección la inteligencia cumple su propia función, a saber la de inteligir lo real. Pero, cuidado, inteligir no es conocer, a partir de aquí la inteligencia habrá de pasar por el logos y por la razón…pero bien, esto es algo que lo vengo insinuando desde hace ya tiempo. Ayer mismo otra vez lo dejé apuntado.
Un cordial saludo
Magnífica presentación.
Uun tema muy interesante, fuerte, muy necesario en estos días.
Como nos dice Rodrigo, puede haber varias interpretaciones de la utopía; una de las que ha sugerido, se acerca mucho, a las vivencias de aquellos años, donde el deseo de conseguir nuevas metas:
¡¡¡Nos parecía posible!!!
Para mí entonces, la que me agrada es:
“Una aspiración que motiva”
Siento, que nos faltan “voces” claras, valientes, que se escuchen en medio de este tráfago extraño que nos rodea; en política, en la sociedad, en las religiones.
Es, como si estuviésemos fuera de juego… perdidos, atrapados en unas expectativas que vamos comprobando:
“No nos llevan a nada bueno”
Para cuantas más personas mejor… no solo para un grupito que se han encaramado a cualquier precio por encima del resto”
Espero con ilusión el tema.
mª pilar
Como dice Sarrionandia en otro foro. Cada cual es cada cual, y hace su cadacualada. No te sigo Olvera, porque ya me se la secuencia.
Utopia, como bien apunta Sarri, es un LIBRO escrito por Tomas Moro, en el que describe como seria una sociedad perfecta. El titulo del libro juega con la etipologia (la palabra NO EXISTIA hasta que la invento Moro para este libro) para enfatizar que la sociedad perfecta no tiene lugar (u-topos) en el mundo.
Posterior a esta obra, ha habido distintas comprensiones de que es utopia. Algunas apuntan a un idealismo irrealizable, otras apuntan a un futuro mejorado, otras a una aspiracion que motiva.
Lo que me parece interesante es que se dogmatice sobre una sola de estas interpretaciones como valida, de manera que quien argumenta desde otra comprension necesita “aclararse” o ser aclarad*.
Saludos
Sarrionandia:
Difiero tajantemente, la ciudad perfecta es de este lugar, lo que no es, es de este tiempo, y no se si nuestros descendientes llegaran a verla. Si no la ven, es porque nos hemos destruido en el camino.
Por otra parte: un dia de hoy, para bien o para mal, no es como un dia del medievo. Es como si viajasemos en un vehiculo que cada dia gana velocidad, como digo, para bien o para mal.
De las crisis, si se superan, se sale fortalecido. Si superamos esta mega crisis, tendremos un horizonte esplendoroso.
Me valen razones Sarri. ¿Por que no es de este lugar la ciudad perfecta?.
La ciudad perfecta no es de este lugar. Tomás Moro la describió como lo que debería ser.
Creo que sobre utopía, realidad, razón, comprensión, impresión, etc, etc habría que hacer un curso especial en el que yo le ofrezco la batuta a Asun, secundada por MªLuisa.
Utopía:
1) Plan, proyecto, doctrina o sistema halagüeño, pero irrealizable.
2) Descripción de una sociedad que se supone perfecta en todos los sentidos.
Hola M. Luisa. He buscado en un diccionario y me encuentro esto resumido. Debo decir que la segunda explicación la desconocía, quizá sea esa segunda explicación, la que les vale a muchos. Pero en la utopía, la sociedad perfecta figura en abstracto. Lo importante es creer firmemente que lo abstracto se puede convertir en real y concreto.
“La imaginación, al poder”.
La utopía no es que sea algo irrealizable es que está fuera de lugar
Haber si nos aclaramos.
Utopía es algo irrealizable, como dijo alguien, sirve para caminar, se persigue pero nunca se alcanza.
Considero que perseguir utopías es comenzar con una cierta desesperanza. No me vale.
Aún sabiendo que el mundo es un lugar infernal donde se dan todas las imperfecciones, o al menos así lo vemos desde el intelecto egoico, creo que lo lógico es acometer revoluciones parciales, pero con la firme esperanza de llevarlas a buen puerto. De lo contrario estamos haciendo brindis al Sol. No vale el planteamiento de “perseguir la utopía”, porque como digo, comienzas ya derrotado.
¿Nunca alcanzaremos un, pongamos, 90 % de perfección?. Creo que estamos abocados a ser cada vez mas perfectos o mejores, o de lo contrario nos destruiremos. Luego la utopía creo que “ni nombrarla”. La acción lucida contra el horror del mundo, con la fe de que en alguna época del futuro, llegaremos colectivamente al mismo estadio de conciencia que tuvo Jesús, y en consecuencia será la felicidad humana.
Esto no es utopía, es visión de futuro. Si triunfa la vida, tendremos vida y felicidad. Claro que puede triunfar la muerte. Siempre estamos en crisis…
No se si funcionará un enlace que traigo aquí. Pero si podéis leerlo, es muy orientador. Hay quien estudia rigurosamente hacia donde nos dirigimos.
No me da miedo que los jóvenes “pasen” de la política, y mas de la religión, están en la onda del futuro, que ellos ya están construyendo. No vemos su proyecto, porque lo construyen día a día. Solo después de muchos días vividos, podremos ver pautas y direcciones. Por otra parte ¿Cómo pensar en el futuro?, con el presente con que se encuentran…
http://www.lavanguardia.es/lacontra/20110121/54103612286/esto-no-es-una-crisis-es-un-cambio-historico.html.
Genial escrito que me hace entrar en mi línea de pensamiento habitual.
Si se repiensa la utopía es porque lo posibilita la realidad.
Una de las cosas que no logro que cristalice, sino que más bien inspira rechazo cuando la expongo en mis planteamientos es la de concederle a la realidad la preferencia que el ser le arrebató en la historia de la filosofía.
Aquí por ejemplo se confunde a menudo la verdad con la realidad hasta el punto de que se piensa que lo que revela la revelación es la verdad cuando es la realidad la que se nos revela.
Lo mismo que ha ocurrido con el pensamiento utópico cuyo horizonte en la historia era el de una utopía racional ha sucedido con el modo de interpretar la realidad a lo largo de la historia, o bien se le ha visto como algo en el más allá o en un acá idealizado por lo que el método que entre ambas visiones ha mediado ha sido el racional.
El racionalismo en su afán para que las cosas sean ha circunscrito la verdad en el logos desarraigándola de la realidad. Ha prevalecido la comprensión en lugar de la impresión. Esto quiere decir que antes que comprensión hay impresión de realidad. Antes que presencia comprensiva hay actualidad impresiva de realidad y esto por el mero hecho de encontrándonos estando ya en ella. La inteligencia ya se mueve en la realidad, estando en lo real en co-actualidad y como condición de toda presencia. Esto es para mí lo que no se ha tenido en cuenta en la historia de la filosofía, por lo que de la presencia entonces se ha hecho un constructo humano irreconocible a la altura de los tiempos…
La realidad es poliédrica, y nuestro ojo de observadores percibe aquello que le interesa, que le conviene, o aquello de lo que es capaz. En un mundo en el que la información globalizada nos bombardea con múltiples puntos de vista de la misma realidad, hace que, en ocasiones, nos sintamos perdidos. Podríamos poner ejemplos múltiples, pero quizá el más escenificado todos los días en los medios es la manera de ver que los dos grandes partidos políticos tienen sobre la realidad española. Y en el campo religioso, por ser lo más reciente, tenemos un buen ejemplo en la multitud de foros en internet en los que se dicen cosas tan dispares sobre un mismo texto, que parecen hablar idiomas distintos. No digamos todos los vaivenes de la historia de la Iglesia sobre la interpretación de los evangelios.
Por tanto nuestro posicionamiento ante la realidad será tan variado como lo somos cada individuo. Pero sí hay tendencias más o menos generalizadas indicativas de por dónde va la temperatura en el imaginario colectivo.
A nivel personal a mi siempre me han calificado de utópica (yo decía esperanzada) hasta el punto que durante un tiempo un amigo me nombraba como Ana la utópica. Y puedo decir que en algunos aspectos mis utopías de otros tiempos (una ya tiene sus años) las he podido ver sino cumplidas, sí, por lo menos que se dejan ver. Por ejemplo, cuando yo comencé a militar en movimientos ecologistas y feministas, la mayoría de mi entorno, me veía como algo raro, y la sociedad nos tenía por locas (especialmente a las feministas), parecía que quienes estábamos en estas tareas, estábamos dando palos al aire. Bueno, pues estos dos temas están lejísimos de resolver, en cambio la conciencia social que ahora podemos ver, es un logro difícil de creer hace 30 años, por ejemplo.
Seguiremos analizando este interesante tema.
Por si queréis una referencia del autor y del contenido de estas tres entregas de Javier Vitoria que nos va a ofrecer atrio, os aconsejo que no os lo perdáis, yo lo escuhé y me pareció genial. El tema, diríamos, es progresivo, pero muy completo y muy bien tratado.