De mil hojas, de cien, de veintes…
con palabras llenas de saber, de hondura
en el pensamiento, con sentimientos
llenos de dolor, de llanto y de alegría, risas…
Libro, esculpido con dolor, en ese de parto
trasnochado, en las horas de sueños,
tú, que reniegas del día y que te haces
cómplice de la noche, como potro desbocado
desvelas con nocturnidad para
embelesar a la mente, libro,
lleno de enigmas, ideas y pensamientos
en jeroglífico…
Cincelado en los estuarios de las imágenes
en los paisajes de las desérticas, manos
de los abrigos sin cuello en las noches
heladas, libros… Para recorrer el mundo,
para nadar en los mares de piratas, volar
en globo visitar a Cleopatra… ¡Libros!
Adornado, con una flor… vestido de gala
en la sencillez de unos pétalos de aquella
rosa de margarita en engalanada…
Libros para no morir, porque en ellos se guarda
tú alma, mi alma
Quiero contar tus pétalos,
quiero escuchar tu silencio,
solo recrearme en tu color
sin estridencia, de ti quiero
toda empaparme, flor.
Porque tapas, con tus hojas
aquellas letras, que hablan
y dicen, que dicen sin hablar
que guardan más que publicitan
y que mienten más que de verdad
escriben, flor, quiero solo
recrear a mis ojos hoy de ti.
Llevarte, en el ojal de mi blusa,
en el mi pecho resguardarte,
de ese frío invierno en las manos
que del campo te cortó.
Flor, que buscas a mis ojos,
y que entre mis lágrimas
haces tu bella oración,
recuerda que hoy duermes
en mi lecho, y mañana
seré en el tuyo
una bella flor.
Suspendida y en tregua
ha quedado la palabra,
en ese margen de tiempo
y espacio
en la espera y dedos
que acarician el papel
dibujando los sueños.
Detenida han quedados las líneas
en el trayecto, de las viejas
quimeras,
en el andén de los nuevos atisbos,
sobre el mantel y majar
de los misterio que alimenta
al alma solitaria en los proyectos.
Ensortijadas se abandonó a la última
línea de aquel libro,
en aquel penúltimo latido
sin descifrar,
en aquel impulso del sentimiento
calló, mudo quedó el diccionario…
Silenciado bajo la mirada
de mil pétalos, nacarados
y bajo la llave de aquel
verde tallo,
que ahora inerte está al viento
de la tarde,
tan tímido espera inquieto,
pendiente del soplo
de aquellas manos.
Él, que conserva repleto
la savia acopiada de los
manantiales, y el bruñido
sol nocturno que aún
se alarga,
pendido entre
el sol y agua, florece en las hojas
de este libro como bastión
de la bella Margarita…
Ella que ha quedado sobre tregua
mullida se quedó en la imagen,
inscritas de las emociones,
ya para siempre en los versos
escritos de su corola…
La margarita ha brotado
sobre lo surcos interpelados
dejose toda ella, cual abanicos,
en tarde acalorada,
sobre el esbozo de aquella sabanas
de palabras,
Flor, que sin describir hablas,
de la belleza de la tregua,
para deleite de la mirada sobre
este libro.
Un libro me invita a decir, una flor, por su fragancia y armonía, a sentir. Todo junto me invita a querer. Como dice el retruécano: “quiero y no quiero querer y estoy sin querer queriendo; sin con lo que te quiero quieres que te quiera, te quiero más que me quieres, ¿qué más quieres, quieres más?”
Alguien ha puesto sobre el pensamiento o la poésía humana, una flor.
Es como la fuente de la naturaleza, que no debe faltar, en la expresión de la sabiduría o los sentimientos salidos del cerebro humano
¡Si aprendiéramos del Libro, sobre cuyas páginas casi infinitas flores tanto aprenden y enseñan, puede que lográramos entender y valorar lo que las Personas somos y podemos!
LIBRO
De mil hojas, de cien, de veintes…
con palabras llenas de saber, de hondura
en el pensamiento, con sentimientos
llenos de dolor, de llanto y de alegría, risas…
Libro, esculpido con dolor, en ese de parto
trasnochado, en las horas de sueños,
tú, que reniegas del día y que te haces
cómplice de la noche, como potro desbocado
desvelas con nocturnidad para
embelesar a la mente, libro,
lleno de enigmas, ideas y pensamientos
en jeroglífico…
Cincelado en los estuarios de las imágenes
en los paisajes de las desérticas, manos
de los abrigos sin cuello en las noches
heladas, libros… Para recorrer el mundo,
para nadar en los mares de piratas, volar
en globo visitar a Cleopatra… ¡Libros!
Adornado, con una flor… vestido de gala
en la sencillez de unos pétalos de aquella
rosa de margarita en engalanada…
Libros para no morir, porque en ellos se guarda
tú alma, mi alma
FLOR
Quiero contar tus pétalos,
quiero escuchar tu silencio,
solo recrearme en tu color
sin estridencia, de ti quiero
toda empaparme, flor.
Porque tapas, con tus hojas
aquellas letras, que hablan
y dicen, que dicen sin hablar
que guardan más que publicitan
y que mienten más que de verdad
escriben, flor, quiero solo
recrear a mis ojos hoy de ti.
Llevarte, en el ojal de mi blusa,
en el mi pecho resguardarte,
de ese frío invierno en las manos
que del campo te cortó.
Flor, que buscas a mis ojos,
y que entre mis lágrimas
haces tu bella oración,
recuerda que hoy duermes
en mi lecho, y mañana
seré en el tuyo
una bella flor.
MARGARITA… SOBRE TREGUA
Suspendida y en tregua
ha quedado la palabra,
en ese margen de tiempo
y espacio
en la espera y dedos
que acarician el papel
dibujando los sueños.
Detenida han quedados las líneas
en el trayecto, de las viejas
quimeras,
en el andén de los nuevos atisbos,
sobre el mantel y majar
de los misterio que alimenta
al alma solitaria en los proyectos.
Ensortijadas se abandonó a la última
línea de aquel libro,
en aquel penúltimo latido
sin descifrar,
en aquel impulso del sentimiento
calló, mudo quedó el diccionario…
Silenciado bajo la mirada
de mil pétalos, nacarados
y bajo la llave de aquel
verde tallo,
que ahora inerte está al viento
de la tarde,
tan tímido espera inquieto,
pendiente del soplo
de aquellas manos.
Él, que conserva repleto
la savia acopiada de los
manantiales, y el bruñido
sol nocturno que aún
se alarga,
pendido entre
el sol y agua, florece en las hojas
de este libro como bastión
de la bella Margarita…
Ella que ha quedado sobre tregua
mullida se quedó en la imagen,
inscritas de las emociones,
ya para siempre en los versos
escritos de su corola…
La margarita ha brotado
sobre lo surcos interpelados
dejose toda ella, cual abanicos,
en tarde acalorada,
sobre el esbozo de aquella sabanas
de palabras,
Flor, que sin describir hablas,
de la belleza de la tregua,
para deleite de la mirada sobre
este libro.
La flor acompaña al distraído,
Lo sacude de pronto de su muermo,
Le hace sentir oliendo
Le hace soñar sediento.
Se convierte en el recuerdo
Que le saca del desierto.
Es el agua del oasis
Luz en el túnel sin aliento
Testigo de su lamento
Es la inquietante quietud.
En las hojas de lectura
Va dejando su destello.
Rememora cada instante,
De la página de ensueño
Imprimiéndose en su piel,
Que se amolda a su secreto.
Un libro me invita a decir, una flor, por su fragancia y armonía, a sentir. Todo junto me invita a querer. Como dice el retruécano: “quiero y no quiero querer y estoy sin querer queriendo; sin con lo que te quiero quieres que te quiera, te quiero más que me quieres, ¿qué más quieres, quieres más?”
Alguien ha puesto sobre el pensamiento o la poésía humana, una flor.
Es como la fuente de la naturaleza, que no debe faltar, en la expresión de la sabiduría o los sentimientos salidos del cerebro humano
¡Si aprendiéramos del Libro, sobre cuyas páginas casi infinitas flores tanto aprenden y enseñan, puede que lográramos entender y valorar lo que las Personas somos y podemos!
Ajenas al tiempo …son las caricias de hojas, siempre vivas.
Saludos.