La ciencia económica ha seguido sus caminos y sacado sus conclusiones, pero la Iglesia ha menospreciado olímpicamente sus estudios y recetas, y se ha limitado a traducir el evangelio y los supuestos dogmas del derecho natural en clave de capitalismo. Hemos leído a Leonardo Boff haciendo enfoques y propuestas desde una filosofía indoamericana aprendida de antiguos chamanes, un tanto romántica. Pero escasean referencias a los economistas clásicos.
El caso es que la ciencia tiene su lenguaje propio, laico, preciso, racional. Y lo lógico sería que los creyentes y los doctores de la Ley asumiesen sus dictados y los enriqueciesen con los consejos evangélicos para uso de los fieles y de todo aquel que los vea razonables.
Intentaré en estas líneas tejer unas pocas aportaciones de Karl Marx, John Maynard Keines, algo de Lenin y el filósofo francés actual Daniel Bonsaïd que podrían servirnos de orientación para opinar de la crisis actual del capitalismo “con cierto fundamento”.
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1) La epidemia del consumismo.
El ser humano, a diferencia de los animales, que se autolimitan en su afán de consumir por los imperativos del instinto, es capaz de desear bienes y placeres hasta el infinito. El capitalismo lo sabe, y excita esa apetencia de consumir hasta la exasperación, que sea alimentos, o lujo, o sexo, o droga, o cotas de poder…
“Todo hombre se aplica en crear para el otro una necesidad nueva para exigirle un nuevo sacrificio, colocarle en una nueva dependencia y llevarle a un nuevo modo de placer. Con la masa de los objetos aumenta el dominio de los seres extraños a los que el hombre está sometido y todo producto nuevo refuerza aún más el engaño recíproco y el robo mutuo. La cantidad de dinero se hace cada vez más la única y poderosa propiedad del hombre; igual que reduce todo ser a su abstracción, él se reduce a sí mismo, en su propio movimiento, a un ser cuantitativo. La ausencia de medida y la desmesura se convierten en su verdadera medida.” Karl Marx
En el horizonte de los economistas y políticos de la primera mitad del siglo XX no aparecía todavía la amenaza del agotamiento de los recursos del planeta, es decir, no se veía ninguna urgencia de limitar los excesos del consumismo. Y desde su observatorio, Keynes dibujaba una salida de la crisis de los años 1930 que abocaría irremediablemente a una guerra mundial, la de 1939, seguida de una etapa de recuperación auspiciada por una colaboración entre las clases sociales como la que ocurrió desde el final de la guerra de los 40 hasta la reimplantación del neoliberalismo de la mano de los Reagan, Margaret Tatcher y compañía, a partir de 1970.
Hoy, con esa receta de Keynes, las cuentas no salen. Sigue funcionando la guerra, una guerra por goteo (Irak, Afganistán, África central y del este…) como salida para las industrias militares. Pero ya las colonias no son colonias, ni las economías pueden encerrarse en las fronteras de las patrias, la globalización ha creado un solo mercado de capitales y de mano de obra.
Y sobre todo, los recursos energéticos, hídricos, se agotan. La contaminación y el calentamiento global están empezando a destrozarlo todo.
Según Daniel Bonsaïd, el dogma clásico del crecimiento económico debe ser sustituido por el de un crecimiento sin desarrollo, expresión usada por Henri Lefevre, o más exactamente, según Jean Marie Harribey, por una cierta “desaceleración“. “Se trata, en efecto, de cambiar radicalmente, mediante la discusión democrática, los criterios del desarrollo social, y no de imponer, mediante una ecología o una valoración autoritarias, el ascetismo y la frugalidad de todos”, concluye Bonsaïd.
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2) Trabajar menos horas, repartir el trabajo entre todos.
Al final de la primera guerra mundial, Lenin aconsejó a los comunistas alemanes que intentasen implantar en su país la semana laboral de 35 horas.
Por su parte, Keynes filosofaba: “En el momento actual, la gran mayoría de individuos prefieren el aumento de su renta al aumento de su tiempo libre” y proponía la posibilidad de reducir la jornada de trabajo a “puestos de trabajo de tres horas por día o de quince horas por semana, pues tres horas por día bastarán ampliamente para satisfacer al viejo Adán en la mayor parte de nosotros“. Y Bonsaïd añade “la cuestión es saber por qué tantos individuos pueden preferir trabajar más para ganar más en un trabajo alienado, que apretarse el cinturón en un tiempo considerado libre pero igualmente alienado y vacío. El reparto del tiempo de trabajo garantizando el derecho al empleo y, si falta, a una renta decente garantizada, significaría la extensión del salario socializado más allá de los sistemas actuales de protección social y, por consiguiente, la progresiva disminución del trabajo forzado y del asalariado explotado·.
Hoy, está claro: habida cuenta del avance de la productividad en el trabajo, de la progresiva sustitución del obrero-persona por el robot, de los progresos tecnológicos, cada vez serán necesarias menos horas de trabajo para producir todos los bienes de consumo que necesitamos.
Está fuera de lugar considerar el número de horas trabajadas como el único medio de vida, hay que buscar otra fórmula que garantice a todas las personas una vida digna.
Dice Bonsaïd que “la sociedad capitalista suscita anhelos, necesidades, deseos que es incapaz de satisfacer, genera aspiraciones culturales y sociales que el reino del capital no puede satisfacer para la gran mayoría. Para desarrollarse, el individuo moderno ha tenido siempre necesidad de solidaridades sociales (estatuto del trabajador, seguridad social, jubilación, estatuto salarial, servicios públicos). Son estas solidaridades las que las contrarreformas liberales pretenden destruir en beneficio de una jungla competitiva en la que no hay piedad”. En esas estamos, efectivamente; y la réplica se sitúa justamente en defender esos avances de signo comunitario, y avanzar en otros nuevos: reparto del trabajo entre todos, salario social para los que no puedan acceder a un puesto de trabajo…
A uno todas estas afirmaciones y razonamientos le parecen las verdades del barquero. Y el único inconveniente que se les puede plantear es que rozan los límites de la utopía y del paraíso comunista. Vistas a la luz del evangelio, las tesis de estos economistas parecen encajar con el Reino de Dios anunciado por Jesús mucho mejor que las recetas del neoliberalismo.
Sea, es justa esta apreciación. Pero en todo caso hay que admitir que la crisis en la que estamos metidos, sumándole el calentamiento global, y el CO2, y el agotamiento de las fuentes de energía, y la globalización de los mercados de capitales y de trabajo, son absolutamente necesarias soluciones nuevas, las viejas no sirven en absoluto.
A pesar de todo, ni los estados ni las religiones parecen haberlo comprendido todavía.
Lo cierto es que me parece un tanto poco agradecido, no haber elogiado lo suficiente este interesante trabajo de Honorio, del que como se vera en los comentarios del blog sobre Zapatero, he compartido e incluso, planteado como razonamiento modelico…
Agradezco a Honorio y a esa larga experiecia, que le ha vuelto la mira, larga y luminosa.- Gabriel
Querido hermano Honorio, precioso trabajo buena parte del mismo es muy compartible, pero la situación hoy es punto de partida necesario…
La primera cuestión, que a pesar de la enorme crisis sistémica, se insiste con que lo sectores asalariados, paguen el costo con el ajuste y esto para que el gran capital, que ya ha cooptado la capacidad de soberanía de los Estados y les ha impuesto su dinámica claramente contradictoria…
El dólar moneda patrón, esta siendo sostenido, por una convención, entre China, Unión Europea, pero la velocidad con la que imprime ha hecho que si se usa todo el papel moneda existente, no bastarían los recursos de 4 planetas tierras, para cubrir con producción real el papel impreso, (RECOMIENDO LEER AL RESPECTO http://www.rebelion.org/noticia.php?id=110209&titular=ee.uu.-es-insolvente-
Entonces, la combinación de un exceso de moneda, por la emisión desaforada, junto a la contracción de los mercados, va a crear una constipación explosiva de la economía…
Es necesario volver a una economía de subsistencia, pero no ajustando por abajo, sino desarticulando los portales de hiperconsumo, es decir, el gran capital y las multinacionales, por ejemplo el mundo produce más comida que la necesaria por los seres humanos, pero la especulación internacional de las corporaciones transnacionales alimentarias imponen un modelo patológico de producción, transporte, comercialización y en definitiva distribución de los alimentos que empuja al hiperconsumo a una parte de la población y al hambre a la mayor parte, hoy son más de 1200 millones de seres humanos que no consumen lo necesario para vivir…Es necesario curar desde el interior de las posturas, incluso espirituales, individuales y colectivas, para racionalizar el consumo, unos deberán aumentarlo y otros racionalizarlos….
Pero esto implica la desarticulación del capitalismo, que me temo, no cederá el poder del mundo, hasta que se llegue a la debacle, el cambio o se hace de abajo, no se hace…
Hoy, P. Krugman, J. Galbraith y terciando Randall Wray http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3506
, discuten sobre la base monetaria y el ajuste, admitiendo que EE.UU, esta emitiendo a todos los efectos, es decir cubre la crisis, con papeles, en el fondo sin valor, parafraseando a Perón, deberíamos decir que ellos se coman el papel, nosotros la Carne…Para esto, se necesita desmonetizar la economía, sistemas como el SUCRE, o formas de economía alternativa se vuelven necesarias, porque si ajusto sólo el consumo de abajo, provoco más injusticia…Para racionalizar los consumos antes debemos prohibir la acumulación…Con cariño Gabriel
La Humanidad vive atada a sus costumbres y las religiones las encadenan. Poco faltó para que lo quemaran en la pira a Galileo. Y, sin embargo, seguimos diciendo que el sol sale y se pone. Colectivamente no hay manera de cambiar la Humanidad con leyes y con discursos. Los hombres necesitan libertad para vivir en libertad, en convivencia y en solidaridad! Se requiere mucha reflexión para avanzar apenas unos pasitos: reflexión sobre uno mismo más que sobre los demás.