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El hombre, la mujer, el juez y la religión

Este artículo nos lo envía el autor, al mismo tiempo que a Ideal de Granada, pues. según él, puede ayudar a pensar en un punto capital: el problema de llamada violencia de género no es primordialmente un problema ético, sino de “igualdad en dignidad y derechos” en la realidad y en la mente de jueces y sacerdotes.

            La violencia que padecen las mujeres, a manos de los hombres, es noticia que a todos nos preocupa y a muchas personas les abruma. Los hechos son conocidos y cada cual les da su interpretación. Sólo pretendo aportar aquí algunos datos que quizá puedan ayudar a una reflexión sosegada y a la búsqueda de soluciones concretas.

            La relación “hombre – mujer” ha sido durante siglos una relación desigual. La familia tradicional era, sobre todo, una unidad económica: la transmisión de la propiedad era la base principal del matrimonio. Pero la desigualdad se concentraba en dos asuntos capitales: la propiedad y la vida sexual. Desde el derecho romano, las mujeres eran propiedad de los maridos, que además disponían del patrimonio familiar como les convenía. Y esta desigualdad se extendía a la vida sexual. Los hombres tenían que asegurarse de que sus esposas fueran las madres de sus hijos. En lo demás, eran muchos los que se servían de amantes, sirvientas y prostitutas, cada cual según su status. Hoy las cosas han cambiado, tanto en la economía como en la sexualidad. Pero es un hecho que todavía persiste la desigualdad entre hombres y mujeres: muchísimas siguen dependiendo económicamente de sus maridos o ganan bastante menos que ellos. En consecuencia, la gran mayoría de los mujeres sigue dependiendo de los hombres. Y, por tanto, ellas no pueden igualarse con ellos en dignidad y derechos, por más que las leyes digan lo contrario.

            Por otra parte, dada esta desigualdad, raro es el matrimonio o la pareja que, tarde o temprano, no se ve confrontada a situaciones conflictivas, a veces enormes. Pero ocurre que precisamente la desigualdad, que está en la base de los conflictos, es el factor determinante que les obliga, a él y a ella, a seguir viviendo juntos. La vivienda, las atenciones domésticas, los hijos, y los ingresos mensuales, que dan para mantener una casa pero no dos, obligan a perpetuar una convivencia que con frecuencia desemboca en agresiones y hasta violencias increíbles. Y a todo esto hay que sumar la presión social y familiar. Pero, más que nada y en más casos de los que imaginamos, también la presión religiosa. Los que se casan “por la iglesia”, que son muchos todavía, se aguantan juntos: en unos casos, por conciencia; en otros, porque temen embarcarse en un proceso canónico que nadie sabe lo que puede durar, sobre todo si no son gente de dinero. La consecuencia es que hay cantidad de matrimonios, que, de puertas afuera, son gente normal y hasta ejemplar, pero que, de puertas adentro, se soportan a duras penas o incluso han hecho de la convivencia un infierno. Hasta que un día estalla lo que nadie podía imaginar: los “inexplicables” casos de hombres que, a sus sesenta o setenta años, matan a las mujeres.

            Si a todo esto añadimos que el ejercicio del poder judicial no está, a veces, a la altura de las circunstancias, ya tenemos la explicación de lo que estamos viendo y viviendo. Se sabe que el ministerio de justicia está preparando un nuevo ordenamiento de la carrera judicial. Señal obvia de que el solo hecho de aprobar unas oposiciones no prepara adecuadamente a una persona para tomar decisiones de tan graves consecuencias. Por supuesto, que los jueces actúan correctamente, ateniéndose a las leyes y a la formación que han recibido. Pero hasta en el ministerio de justicia saben que esa formación debe ser mejorada, para el adecuado ejercicio de una responsabilidad tan grave y decisiva. Muchas más cosas habría que decir sobre todo este complejo asunto. Con lo dicho creo que basta para que cada cual, correctamente informado, saque las debidas consecuencias.

10 comentarios

  • MAR Medina

    Yo también tengo dos chicos, Josefina, y también al pequeño los Reyes Magos le dejaron una cocinita, aunque el la había pedido en su carta. En mi caso no tuve que oir a mi hijo, encantado con ella cuando la vio, sino a algún adulto que otro, y creo que incluso a mi hijo mayor, que apenas tendría 7 años, los roles sociales son tan poderosos… Curiosamente, aunque no es aficionado a la cocina, se anima más que el mayor a preparar alguna comida.
    Me encanta verte de nuevo por aquí, Josefina, me uno a la sugerencia de Ana.

    Y por cierto, vaya preguntita que lanzas, Ana. No sé si corresponde tan elevado porcentaje de violencia a la población masculina de la sociedad, pero es innegable que en general los hombres responden con más violencia que las mujeres ante situaciones de frustación, estrés o incluso peligro. Pienso que es algo constitucional ligado al sexo en nuestra especie. Una cuestión hormonal y psicológica, por tanto. Esto sí reside en los genes, y la evolución se toma su tiempo para cambiarlo (por ejemplo en un sistema social más justo que no requiriera un “orden” basado en la violencia).
    Sin embargo creo que en su uso como elemento de “persuasión”, dominio o venganza, en este ámbito de pareja o familiar que tratamos aquí, entran en juego elementos sociológicos directamente relacionados con el patriarcado y la propiedad privada y territorial. Esta sociedad -casi todas las que pueblan la tierra desde el comienzo de la historia- está basada en la acumulación y control de bienes y territorios, que precisan el uso de la violencia para mantener y perpetuar la desigualdad, y esto se fundamenta en una estructura jerárquica, en la que los hombres ocupan los puestos dominantes, y por lo tanto aplican los rasgos de su condición masculina para mantener el orden. La Historia es una tenebrosa sucesión de luchas sangrientas, guerra y violencia entre poderes para mantener ese “orden”, qué ironía. Es, pues, una pescadilla que se muerde la cola, y la violencia que surge de una parte de la población se erige como arma de poder y de dominio que puede ser también ejercida por mujeres, pues traspasa el ámbito biológico -o psicológico, que reposa en él- y alcanza al ámbito social. Esto yo creo que tiene remedio a más corto plazo que el biológico, es cuestión de ser conscientes de esto y abatir ese Poder Patriarcal que nos somete a hombres y mujeres, aunque nosotras llevamos la peor parte. Es también un proceso largo y difícil, aunque no tanto como el del cambio biológico.  

    Quizá sea una visión simplista, pero no soy experta en psicología ni sociología, me perdonarán los eruditos, simplemente es así como lo veo.

    Saludos cordiales y un fuerte abrazo a ambas. 

  • ana rodrigo

     
    La verdad es que el tema no da para mucho optimismo a corto plazo, pero lo que se va haciendo y se va consiguiendo ahí queda, aunque nuestros deseos vayan por delante de las posibilidades reales. Muchas generaciones de adolescentes estudian y van a estudiar y reflexionar en las aulas este tema y, aunque alguno no se entere, o no pueda superar sus condicionantes personales y familiares, la mayoría habrán recibido una educación como nunca se ha dado a nuestros niños y a nuestras niñas. Y eso dará su fruto.
     
     Todos y todas coincidimos que lo que se ha incrustado en nuestros “genes” tras milenios de vida humana en la tierra no es fácil cambiarlo por arte de birli birloque, pero el que no sea fácil no quiere decir que sea imposible. Por eso no podemos cejar en nuestro empeño.
     
    Lo que acabo de decir viene a responder a unas preguntas que me hecho muchas veces y que son las siguientes ¿Por qué ante un desacuerdo entre un hombre y una mujer, cuando hay violencia, el 99,9 % siempre se da por parte del hombre? ¿Por qué habitualmente la mujer no tiene ese tipo de respuestas?. La ley de la igualdad se ha hecho para defender fundamentalmente a la mujer y ni siquiera con ley se elimina esta lacra. Trabajo, concienciación, denuncia, firmeza y EDUCACIÓN de las generaciones jóvenes.

    Josefina, escribe más y más veces. Un abrazo

  • Josefina G.C.

    Que bien lo expresais tod*s, yo voy a hacerlo a mi tal vez torpe manera. La cuestión es de conciencia y de justicia. La ley tiene mucho que ver, la costumbre, la tradición, al agarrarnos tanto a la letra… y lo llevamos tan introyectado-incrustado que  como bien dices MAR ¿como cambiar en apenas un siglo lo que ha sido normal¡¡¡ durante milenios?,  y lo conseguido ha sido con mucho dolor, sangre, sudor y rios de lágrimas?.

    Carmen ¡que razón tienes¡ pero se que sabes que por desgracia aún son muchas la mujeres que no son conscientes,  o si lo son,  prefieren esconder la cabeza bajo el ala y seguir, -por convencimiento??¡¡, por comodidad, por el que diran, que aún hoy- hoy en este siglo tanto pesa, e inconscientemente prefieren sacrificar su propia vida, y la vida-conciencia de sus propias hijas, ó hijos, antes que…”  
    Reiterando a MAR “Los cambios sociales necesitan mucho tiempo para lograrse plenamente y todavía mucha gente…”. 
    Yo llevo mucho tiempo intentando poner mi grano de arena, tuve una buena maestra,-mi madre- que nos enseñó a que no se nos cayeran los “anillos”, -seguro que eso os suena-,  para lo que hiciera falta de arrimar el hombro, nos hizo fuertes, muy fuertes;  tuve dos hijos varones y al pequeño, un año, en su primera infancia le eché de Reyes una “cocinita”,  teníais que haberle oido¡¡¡, bendito él -mi pequeño-gran hombre ahora-, por su discrección-bondad;  traté de aliviarle diciéndole que para que preparase una comida, ó un café a sus amiguit*s cuando vinieran a visitarle… Hubo quién me amonestó, pero yo lo tenía muy claro, ahora veo el fruto, también en el adulto.
    Querida Ana, tu que has estado tantos años  en la enseñanza-educación y sabes la importancia que tiene desde la primera infancia, pero también, cómo todavía influye la sociedad vigente  tanto en el hombre como en la mujer, y tristemente se sigue dando hasta en las “mejores familias” que se dice y puede comprobar, al menos en mi entorno.
    Querido Antonio Vicedo:  “Demasiada insensibilidad y COMPLICIDAD (activa o pasiva) ante tanta violencia y víctimas en el primer ambiente relacional humano de la familia.” Que dificil es cuando oyes a un* familiar decirle a un niño, en determinadas épocas de sus descubrimientos, que esto o aquello es una cochinada ó que eso es de “maricas”, en lugar de facilitarselo explicándoselo de la manera mas normal y NATURAL, y,  desdichadamente aún l*s hay, que porque a ell*s les ensuciaron,  y aún no son conscientes, quieren seguir enturbiando y ensuciando las aguas limpias y cristalinas del SER-SER -como reitera nuestra querida Asun-  cuanta pena¡, que lucha¡ ¡cuanto sudor y lágrimas¡
    Reitero, la cuestión es de conciencia y los cambios sociales necesitan mucho tiempo para lograrse plenamente: ” Pero, ¿cómo cambiar en apenas un siglo lo que ha sido normal durante milenios? Así, como ocurre, con dolor, sangre, sudor y lágrimas. Pero también concienciando a la sociedad de cuantas formas sea posible, con educación desde la infancia reforzada en la adolescencia, amplificando las noticias que muestren el beneficio de una sociedad de iguales en la que los valores tradicionalmente femeninos –solidaridad, cuidado, colaboración- ocupen el lugar que merecen.
    Y lo que es muy importante, forzando el cambio en los reductos todavía en manos masculinas, como la jerarquía católica, sin ir mas lejos.
    Buenas tardes amig*s

  • ana rodrigo

     
    Queda muy bien indicado por el autor y por los y las comentaristas  el origen de la violencia machista. Llevamos bastante tiempo, no sólo denunciándola, sino avalando nuestra lucha por una Ley específica para la igualdad, y la violencia de género ahí sigue sin tregua.
     
    Yo he estado muchísimos años intentando educar en igualdad a los alumnos y a las alumnas adolescentes, y era alucinante ver lo poco que se avanzaba  con la llegada de nuevas generaciones con respecto a las anteriores. Los alumnos eran enormemente reacios a admitir el problema, mientras que las alumnas casi todas  traían muy claro, al menos en teoría, el tema de la igualdad. Para muchos alumnos era un tema de chascarrillos, de broma, de meterse con las niñas, de frivolizar el tema, de hacer chistes, etc. etc.
     
    Por otra parte me muevo con amistades progresistas, concienciadas y abiertas a admitir el problema y a modificar sus propias conductas, pero en el momento que mis amigos hombres bajan la guardia, afloran sus raíces ya sean patriarcales, ya sean machistas directamente e inconscientemente se les “ve el plumero”.  Me imagino a tantos varones que no se mueven en círculos de concienciación a fondo, el problema de falta de control al que se enfrenta el varón cuando las discrepancias con la mujer se tornan discordantes, violentas y agresivas.
     
    ¡No podemos abandonar el tema o darlo por resuelto! Las mujeres asesinadas en España hasta la fecha se acercan a las 40 en lo que llevamos de año, las sometidas, asustadas, amenazadas, humilladas o agredidas también físicamente, se cuentan por centenares de miles en España y por millones y millones en el mundo.
     
    Yo siento impotencia, parece mentira que determinadas instituciones que salen a la calle por cosas como una asignatura de Educación para la ciudadanía en la que lleva un tema a tratar como el de la igualdad, no salga masivamente contra esta lacra de la humanidad. ¡Es una vergüenza para la humanidad! ¡Y en Irán aún quieren lapidar a una mujer….!

  • MAR Medina

    Absolutamente de acuerdo, Antonio. La violencia contra las mujeres es el mayor terrorismo que se da en la sociedad, es unversal -en todas las culturas y en todos los tiempos- y sin embargo hay mucha más sensibilidad y concienciación frente a cualquier otro modo de terrorismo antes que hacia éste, que ni siquiera parece calificarse como tal. Es como si hubiera cierta ceguera frente al mismo que nos hace cómplices.

  • Antonio Vicedo

    Demasiada insensibilidad y COMPLICIDAD (activa o pasiva) ante tanta violencia y víctimas en el primer ambiente relacional humano de la familia. ¿Cómo reaccionaríamos en nuestra sociedad,  si ese número de víctimas de género (asesinatos, y secuestros  en prostíbulos, de mujeres) lo fueran por cualquier clase de otro terrorismo? ¿Hay peor crisis e influencia anticristiana que la que se ceba en la victimación violenta de las personas?

  • Carmen (Almendralejo)

    Por si no queda claro que somos meros objetos sexuales para los macho ibéricos…

    http://www.noestasola.org/

  • Juan

    Quizás tenga razón el que escribe el artículo y los jueces deberían ser como los equipos de futbol y en lugar de llevar una toga negra, la lleven azul o roja según el color del partido que los nombre y  cuyas instrucciones deban seguir. Es alucinante, si tan malas son las oposiciones, porque no se critican para Fiscales, Notarios, Registradores. Parece que en lugar de hablar de aplicar la ley, cuyas reglas son claras, como lo son nuestras normas procesales, hablemos del juego de un equipo de futbol y nos coloquemos en lugar del entrenador. Vergonzoso

  • Carmen (Almendralejo)

    Si no se empiza por unas Leyes nuevas y claras, y donde el juez de turno no tenga opción a malintrepretar sus ideas y moral, porque en diferente juzgados se ha dado distintos veredictos a casos casi idénticos donde la mujer había sido durante años maltratada, y asesinada en ese terrorismo conyugal.
    Los ideales machista no han superado aún esa barrera que supone que la persona no pertence dentro de los enseres del hogar, ni que debe acceder de buen o mal grado a los reclamos sexuales del macho de la especie…
    Cuando nace una mujer no lleva inscrita en ella que debe ser una madre perfecta, una esposa perfecta, una hija perfecta y una hermana y amiga perfecta…
    Esto es lo que se nos reprocha a lo largo de la vida de cada mujer, y en cada separación hay un maltrato desde todos los hambitos sociales. Si él deja a la mujer por otra más jovén, es que la mujer no daba lo que necesitaba, o era sucia y no llevaba la casa como debiera.
    Si dejamos o cortamos nosotras esa realción ¿Qué más queremos y qeu buscamos, algo hay detrás o tiene algún lío, nadie piensa que tú como mujer y persona puedas necesitar expandir tus alas atadas desde la cuna, nadie se plantea que muchas veces lo que necesitas cortar es con todo aquello en lo cual no has participado para tu vida, porque era algo ficticio a ti e impuesto.
    Isaac, iba a ser sacrificado en un altar como ofrenda a ese dios prehistórico… hoy seguimos siendo sacrificadas por los Abrahanes de nuestra sociedad en aras de sus culturas capitalistas que fomentan estos modelos de familias androcéntricos.
    Creo que hay pocos jueces preparado para juzgar los casos de maltratos a las mujeres, y las pocas mujeres que son juezas están  docilmente  asumidas dentro de ese mundo machista de la judicatura de varones sabios… Hay pocos o nulos Salomónes en España por lo menos

  • MAR Medina

    Es la desigualdad de unas relaciones asimétricas en la que básicamente reside el origen de la violencia machista. Me parece importante distinguirla del “crimen pasional”, que puede ocurrir por celos, por ambas partes y en plano de igualdad. 

    La violencia machista se da en relaciones basadas en la autoridad moral y social del hombre sobre la mujer, todavía vigente en muchas mentes de la sociedad actual, donde el “cabeza de familia” lleva mal que su “subordinada” sea autónoma (a sus ojos díscola e insurrecta), y se creen con derecho -moral al menos- a exigir obediencia, imponerla mediante violencia o castigarla si se le niega. Todo ello basado en una supuesta “superioridad” masculina que se trasluce en el maltrato psicológico -o simplemente explotación- de la esposa por parte del marido que abunda todavía en muchas relaciones de pareja actual.

    Los cambios sociales necesitan mucho tiempo para lograrse plenamente y todavía mucha gente casada hoy día, cuando contrajo matrimonio estaba vigente la autoridad del marido sobre la esposa, la del varón sobre la mujer, como de hecho –aunque ya no de derecho- sigue todavía. Y es que resulta paradójico que los cambios sociales que se reflejan en las leyes (no discriminatorias ya, al menos en teoría) sigan siendo extraños para otra parte de la sociedad.
     
    Pero, ¿cómo cambiar en apenas un siglo lo que ha sido normal durante milenios? Así, como ocurre, con dolor, sangre, sudor y lágrimas. Pero también concienciando a la sociedad de cuantas formas sea posible, con educación desde la infancia reforzada en la adolescencia, amplificando las noticias que muestren el beneficio de una sociedad de iguales en la que los valores tradicionalmente femeninos –solidaridad, cuidado, colaboración- ocupen el lugar que merecen. También me parece importante no dar tanta publicidad a cada crimen machista. Para conocer la dimensión del problema basta con el dato y sobran los detalles truculentos que sólo sirven, como mínimo, para embadurnar el ánimo.
     
    Y lo que es muy importante, forzando el cambio en los reductos todavía en manos masculinas, como la jerarquía católica, sin ir más lejos.