Eran los años del franquismo, antes y después del Concilio. Los tres se llamaban José María. Los tres fueron animadores de una nueva manera de vivir el cristianismo y alimentaron desde sus respectivos carismas –relectura de la biblia, compromiso con el mundo obrero, ética de la inteligencia y la libertad– el movimiento de las comunidades cristianas populares. González Ruiz, Llanos y Diez Alegría. Muchos de nuestros itinerarios cambiaron. Pero como no eran como Josemaría no enrolaron sino que liberaron. Dos de ellos nos han dejado. El otro vive una lúcida vejez hacia la Plenitud. Domingo Melero, que ha estado muchos martes aquí, nos habla de él. Y seguro que el próximo fin de semana le llevará el eco de lo que aquí evoquemos sobre lo que él y los otros dos han representado para nuestras vidas.
Conocí a José Mª en 1972, un año después del conflicto a raíz de su libro. Él tenía 61 años y yo 24. Ahora, él tiene 98 y yo, los que él tenía entonces. José Mª venía cada año a Tarragona para pasar unos días con tres jesuitas que vivíamos en La Floresta, un barrio obrero de las afueras. El mayor de nosotros daba clases de filosofía en un Instituto, el segundo trabajaba en una fábrica de aglomerados y contrachapados y yo era oficial en un taller de carpintería.
Cuando José Mª venía (una vez lo hizo con Llanos), daba algunas charlas a diversos grupos convocados por el mayor de nosotros. Pero lo más interesante eran los paseos y las tertulias. Cinco años después, en 1976-77, Llanos y José Mª, para ser breve, “bendijeron” mi decisión de no ordenarme y de salir de la Compañía, así como luego “bendijeron”, en cuanto conocieron a mi mujer, que me casara con ella.
Después de esto, además de vernos cada vez que volvía por Tarragona, José Mª vino una vez exprofeso para bautizar a nuestros dos hijos, ya con 11 y 9 años, según un rito adaptado por mí y que él hizo suyo. Esto fue en el 1990 y, en julio de 1992, nos trasladamos a Madrid. Llanos había fallecido en febrero de ese año y José Mª, con 81 años, comenzó a venir a casa muchos domingos, así como a pasar dos semanas en verano (cosa que muchos de nuestros amigos recuerdan). Así hasta hace cuatro años, en que se trasladó a la enferemería de los jesuitas en Alcalá. Allí vamos a visitarlo las mañanas de los sábados o de los domingos, cosa que para mi mujer y para mí es como un rito.
Quiero decir con todo esto que mi “testimonio” en esta tesis no es académico ni es temáticamente teológico o filosófico, y que sólo obedece a la amistad y a la propuesta de Juan Antonio Delgado de hacerlo. Eventualmente, he filmado algunas entrevistas con José Mª; recuerdo bastantes anécdotas, expresiones y observaciones suyas que me han hecho pensar; sé que cuando falte releeré sus libros; a veces hemos discrepado un poco en algunos temas, como es normal. Pero lo que constato y me da que pensar en esta etapa de ahora es, sobre todo, que visitarle, aparte de alegrarle a él, es importante para mí; me conforta hacerlo y escucharle lo que suele repetirnos acerca de su situación, sus recuerdos y su deseo de una muerte rápida y tranquila, sin molestar, como la de algunos conocidos suyos, cuyo final nos cuenta cuando ya casi tiene él «puesto el pie en el estribo», como el gran Cervantes.
Los versos manriqueños también famosos, «y consiento en mi morir / con voluntad placentera / clara y pura», son asimismo, pese sus adjetivos un tanto exagerados, verdad en su caso. Esta actitud suya, de consentir en el morir, implica el sentimiento (en el sentido fuerte y no sentimiental del término) de que el acto final de la vida no desemboca en un no ser absoluto; dicho esto sin que afirmarlo comporte enunciar necesariamente un contenido intelectual positivo, salvo el mero acto de la afirmación desnuda. Por eso José Mª nos recita amenudo aquella copla antigua que se recoge en el Quijote (cosa que yo ya no le digo cuando él me dice que es de santa Teresa): «Ven, muerte, tan escondida / que no te sienta venir, / porque el placer de morir / no me torne a dar la vida».
¿Qué añadir, acerca de su obra, a esta paz contemplativa última que él nos transmite y que creo que también otros captarán en otros mayores cuya presencia, unidad y existencia les confortan, aunque no tengan la cultura de José Mª? Me viene en todo caso recordar, puestos a enunciar algún contenido específico de su obra, el minuto y las palabras que José Mª pronunció, hace dos años, cuando le dieron la “medalla de oro al trabajo”.
Su elección fue meditada y, si yo tuviese que asociar a José Mª con alguna cuestión, también habría escogido la misma: José Mª ha contribuido, con su inteligencia, su humor, sus escritos, sus gestos y su conducta, a que la libertad de conciencia, la libertad religiosa, la tolerancia y la convivencia entre gente de opiniones dispares sean un poco más irrenunciables y evidentes en nuestra sociedad por serlo un poco más entre los católicos, aunque aún falte bastante. Tanto sus escritos como su forma de actuar a partir de su firme decisión de publicar su librito de 1971 coinciden en testimoniar a favor de esta libertad en el orden del pensamiento y de la expresión.
José Mª ha sido (y ojalá lo siga siendo porque se le recuerde) un referente influyente en esta cuestión que aún tanto les cuesta aceptar y hacer suya, tanto a la mayor parte de la jerarquía católica (obispos, sacerdotes, instituciones religiosas) como a muchos católicos convencionales y conservadores, y no sólo para aplicar dentro de su confesión sino en la sociedad. Cuando José Mª falte, merecería ser recordado como una de las personas con mayor autoridad moral, dentro de España, entre los integrantes del “catolicismo conciliar”; nombre que los “católicos de toda la vida”, integristas y de cristiandad, más políticos que espirituales, dieron a la corriente evangélica impulsada por el papa Juan XXIII; corriente que prevaleció un tiempo y que sigue subterránea aún en muchos que, de forma no violenta y silenciosa pero dolida, se distancian cada vez más del catolicismo oficial.
Por esto quisiera recordar, para terminar, una de las cosas que nos cuenta en casi cada visita. Es la frase de san Antonio de Padua que José Mª descubrió cuando era profesor en la Gregoriana y que aún nos repite, como digo, no sin humor y sencillez franciscanas, y no sin las matizaciones y ampliaciones propias de un profesor de ética y de moral que, a sus 98 años, aún se aplica primero a sí mismo lo que dice, salva además a las personas, y aplica lo que dice a otros terrenos ideológicos distintos del religioso: «Praelatus peccati affectus, simia in tecto praesidens Dei populo» (el prelado afecto al pecado es como una mona en el tejado presidiendo el pueblo de Dios). Que la libertad tanto del santo del siglo XIII como del anciano sacerdote del siglo XX-XXI nos inspiren a todos con independencia de nuestras posiciones ideológicas.
[Escrito en enero de 2010, para la sección de testimonios de la tesis de Juan Antonio Delgado sobre el pensamiento de José Mª Díez Alegría.]
Copio un comentario de Religión Digital donde dan los enlaces para descargar sus dos obras más conocidas. En estos tiempos de angostura eclesial creo que viene bien rescatar la frescura de Díez-Alegría. Y sobre todo su buen humor.
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Desde las catacumbas del siglo XXI
Descargate sus dos libros más famosos:
“Yo creo en la esperanza”
Y su refrescante “Teología en serio y en broma”
Juan Antonio, mira, esto es una editorial virtual, aquí puedes colgar libros para vender, pero también para descargar gratis en formato PDF. Igual te interesa:
http://www.bubok.es/
Conocí esta web, porque ya no recuerdo quien, colgó en atrio un enlace para descargar los libros de Juan Masiá
http://jmasia.bubok.com/
ha sido un verdadero placer realizar la tesis doctoral sobre jose maría.
ahora es de justicia publicarla, si alguien da pistas a por ello
un abrazo
Acaba de fallecer Diez Alegría. Lo siento mucho. Me parecía una persona adorable y un profeta.
Gracias, Domingo, por tu generosa disposición a llevarle algo nuestro a José María y gracias, Héctor, por tus palabras. Sigo temiendo que soy un intruso en el conjunto de los comentaristas habituales. Tú, Héctor, lo sabes, fuiste nuestro José María antes de que pasase algunos veranos con nosotros. Un abrazo y, repito, gracias a los dos.
Hola Luis Cobiella: sólo te cuelas por Atrio de tarde en tade pero tu compañía nos es muy grata a todos.
Tus 84 años están llenos de experiencias y recuerdos inolvidables. Recuerdo que José Mª Díez Alegría nos sirvió de víncculo muchas veces. En ese vínculo estabámos Agustín, Concha, María, Jesús y tantos otros. El teólogo jesuita bueno nos ayudaba a aclarar ideas. Mi vida empezó a dar vueltas como un trompo. El fue una de las figuras claves para entender la Iglesia española de la segunda mitad del siglo XX, y esa fue nuestra generación y el nos puso en su centro.
Jesús Mª por delante a sus 99 años mostrándonos en su propia vida quien era realmente el Galileo: caminó con Él entre las chabolas y el barro en el Pozo del Tio Raimundo. Nosotros le seguíamos a lo lejos.
Cuanto le debemos a este hombre y cuanto le debemos a aquel otro hombre que sigue atizando el fuego de nuestras vidas para hacer cambiar este sistema brutal que lo domina y lo rruina todo pero que no es peror que el imperio Romano de hace 2000 años.
“Extiende tu mano paralizada” le dijo un día a uno como nosotros que creía que ya no podía hacer nada. El hombre miró a a su alrededor, no tuvo miedo a las autoridades, extedió su mano, se unió a Jesús. Sólo hace falta unirnos como Él al plan eterno del Padre. Jesús María creyó y extendió su mano. También nosotros. Un abrazo y un beso para Concha,
Héctor
Luis Cobiella, el domingo iré a ver a JMª y le hablaré de tu libro. JMª está muy “cegatón”, como él dice; de modo que no podría leerlo si se lo enviaras. Pero le hablaré de él y de que lo nombras en tu Introducción. Él guarda aún un muy grato recuerdo de sus viajes a la isla de la Palma, donde algunos amigos le invitaban a dar alguna conferencia. No sé si tú y Concha erais de ese grupo o de otro.
A todos los que le recordáis en este hilo de Atrio (Roser, Álvarez, Vicedo, Haya, Ollora, Patuel, etcétera), os diré que, cuando él nos dice que está muy cegatón, añade que también está muy sordo, pero que ve y que oye mejor por el ojo y el oído izquierdo que por el derecho, y que él, con humor, interpreta esto como una señal de que a Dios no le disgustó ni le disgusta tanto su “izquierdismo” (dicho así, sin matices, en charla familiar) como a sus superiores eclesiásticos de aquellos tiempos… Esto lo digo, aparte de todo, como un detalle, entre otros, de su humor de siempre.
El domingo, cuando vaya a verlo (creo que con Gregorio Iriarte; un buen amigo de Cochabamba que está por España un tiempo), le contaré de estas opiniones vuestras en Atrio, que seguro que le gustarán y le acompañarán en su tiempo eremítico de ahora; tiempo en que tanto añora el placer de las conversaciones entre amigos que, pese a su temple contemplativo y a que, si son de más de 3/4 de hora, las visitas le cansan, le alivian de un cierto aburrimiento. Por eso nos menciona a menudo el cuadro de Velázquez en que san Antonio Abad visita a san Pablo, primer ermitaño, que él vio por primera vez cuando estudió una asignatura de arte en los años 20. Como siempre, “allí donde dos o tres se reúnan en mi nombre…”, allí anida la esperanza.
Un saludo a todos,
Domingo
A mí, entre otras cuestiones, me agradó de Jose María esta declaración:
“El cristianismo lo constituyen los que siguen a Jesús con fe en que Él es el Hijo de Dios (el Padre) y es el Mediador entre Dios y los hombres, pero los cristianos somos muy malos e imperfectos discípulos de Jesús. Ahora yo creo, respetando a los que no creen esto, que Jesús es el Hijo de Dios de una manera misteriosa e incomparable.En esto, muy humildemente pienso que estoy más cerca de la verdad que los que no sienten esto con respecto a Jesús.”
Aún me acuerdo en el 1970 que nos dio una conferencia a los que estudiábamos en Sant Cugat, del Vallés (Barceloan), jesuitas, sobre la situación política de España. Sin embajes, fue muy claro. En aquel momento era jugarse el tipo.
Si libro “Creo en la esperanza” fue un detonante para avanzar en la espiritualidad post conciliar. La resurrección era su centro.
Gracias Domigno por tu escrito
Jaume PATUEL
Estuve el 7 y 8 de mayo en el Seminario de Vitoria escuchando a Maccise, pero sobre todo a Felicísismo Martinez hablando sobre “La Teologría de la Esperanza” y me vino a la memoria un libro que yo leía apoyado en la barra del metro en Barcelona en los años 7o a alguien que también hablaba de la esperanza y que a mí me hizo mucho bien, puesto que aquél autor “creía en la esperanza”, así que lo cogí de mi biblioteca y lo volví a releer recordando lo que hablaba del capitalismo, del celibato, de la fe, creía en Jesucristo y ahora rememoro lo leído hace poco a Pagola…Tantas y tantas cosas.
Solo me resta decir que aconsejo releer el libro o leerlo por primera vez a quien no lo haya hecho.
Me hubiera gustado conocerle y escuchar su magisterio y tengo una sana envidia por Domingo Melero.
Por favor dadle un abrazo de un lector. Muchas gracias
Disculpen los comentadores si aprovecho esto para una cuestión estrictamente personal. He publicado un libro sobre Jesús en cuya Introducción hago referencia a José María Díez Alegría. ¿Podría el señor Melero indicarme si es posible enviarle el libro para que se lo acerque a José María, de parte de Luis y Concha, de Canarias? SI no es posible dígale por favor que le queremos. Gracias.
Diez Álegría, Llanos, González Ruiz, representan una época que ahora llamamos transición democrática; la que está agonizando y desinflándose como un blobo de niños con la crisis económica, la congelación del sueldo de los funcionarios y los millones de parados, y la defenestración del juez Garzón…
Y no le quito mérito a lo que ellos hicieron en su momento, pero no es cuestión de regocijarnos en lo que está hecho, que es bien poco, sino de mirar hacia adelante, hacia la superación de este putiferio en que nos vemos metidos, Llanos ha muerto, González Ruiz también, Díez- Alegría llama a la muerte, el Concilio está semienterrado…y Franco parece que nos ha resucitado…Estamos apañados!
Diez puntos y mención honorífica en ALEGRIA para Josemaría Diez Alegría
Hola Roser Puig F, que alegría encontrarte en escucharte aquí…
Besos
La lectura de ‘Yo creo en la esperanza’ fue, para mi, la puerta a la liberación. Todo mi agradecimiento para José Mª Díez Alegria por su valentía y su apuesta por la libertad de conciencia, por enseñarnos a descubrir la fuerza del Evangelio que nos llegó envuelto en ‘tradiciones’, costumbres y adherencias inhibidoras de su fuerza transformadora. Graciass, José Mª.
¡Que bocanada de aire fresco dentro de la lectura de la presentación de Domingo, al tropezarme con esa referencia AL DE PADUA!
Conocí a José Mª. al principio de la década de los sesenta, afrontando circunstancias parecidas a las que para él se le iban acercando como conflicto vital entre libertad y sumisión en el amor y servicio eclesiales.
Me habló del Fratelo de Padua; de la condición de Santo y Doctor que la Iglesia le había reconocido; de cómo no se divulgaban sus escritos y se le había acomodado al encanto de NIÑERO de Jesús en sus dulces brazos, con el encargo piadoso de atender búsquedas casamenteras de muchachas y otros suculentos menesteres.
Pero era el Antonio de la Palabra profética que, en aquellas condiciones del alto Medievo, no resistía el Contubernio de los Poderes feudales urdidos de sacralidad laica y eclesialidad poderosa.
Ello conllevó, me dijo, que en la memoria popular quedara lo de predicar a los pájaros, porque las fuerzas vivas, confabuladas en su contra, prohibían a sus vasallos acudir a los sermones del fraile; tales eran las verdades que de su sencilla y ardiente boca salían como denuncia de las actitudes pastorales, que no llegaban ni a ser propias de asalariados normales.
La convicción de su postura y el apoyo en el que dejaba entrever ya sus propias vivencias fueron abrazo fraterno de ánimo para mantenerme con mayor firmeza y coraje en el empeño de no claudicar ante el chantaje del poder sagrado.
Me prometió José Mª, un pequeño resumen de párrafos escogidos de los Sermonarios de San Antonio de Padua, que recibí y conservo como oro en paño.
De aquí la alegría al leer, que Domingo hace referencia al mismo asunto en el que el amigo José Mª. sigue apoyando su enamorada vivencia eclesial terrestre, cuando ya está, por edad, en el mismo atrio de la celeste.
Gracias a ATRIO por ofrecernos la oportunidad de aportar VIVENCIAS ajenas y propias en las que se han concretado y concretan las etapas de LIBERACIÓN en la Iglesia y en la sociedad a las que nos referimos en nuestras razonadas aportaciones.
Si lees esto, Domingo, recoge el abrazo fraterno de agradecimiento que, desde Alicante, te confío para que se lo des a José Mª. el próximo sábado o domingo. Gracias.
Díez Alegría ha sido el profesor que más me ha influido durante mi formación. Al principio me costó comprenderlo, pero poco a poco fui asimilando su estilo.
Yo destacaría su profunda espiritualidad, su libertad de pensamiento y acción, y su humor para contemplar la vida en una perspectiva de madurez y de comprensión humana.
El libro de J.M.Alegría “Rebajas teológicas de otoño” , especialmente el capítulo “La gran traición”, me impresionó por su sinceridad al llamar al pan pan y al vino vino. J.María pone el dedo en la llaga al afirmar que el cristianismo histórico es lo contrario de lo que hizo Jesús, con las excepciones conocidas de los cristianos proféticos, herejes unos, domesticados otros, como Francisco de Asís. Y cita a Käsemann (especialista en NT que había inaugurado en 1953 la llamada New Quest, nueva etapa en la investigación del Jesús histórico) afirmando que las Iglesias cristianas han sido un apoyo de las clases acomodadas y han participado en la injusticia, la opresión por su silencio, por respeto a las autoridades, por su piadosa miopía cedieron ante los tiranos, apoyaron a los explotadores.El nudo del problema, para Díez Alegría es que la mayoría de los católicos y gran parte de responsables de la Iglesia no comprenden ni se identifican con la causa de Jesús, El Reino para instaurar un mundo diferente.
El drama de la Iglesia es que tiene miedo al Jesús que se enfrentó a los ricos, autoridades religiosas y políticas, y por eso acabó en la cruz. La causa de Jesús les resulta ilusoria. La predilección por los pobres cedió a la alianza con las clases dominantes. La fe cristiana fue algo apoyado por los poderosos.
El libro “creo en la esperanza” deDiez Alegría me empujó a abrir mi catolicismo a la libertad sin miedos. Gracias y Dios le bendiga